¿Por qué el "heroico" pueblo vasco mira hacia otro

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¿Por qué el "heroico" pueblo vasco mira hacia otro

Mensaje por Invitado » 27 Feb 2005, 22:57

En 1973, en Estocolmo hubo un asalto a un banco. Los delincuentes tuvieron a los empleados como rehenes durante varios días. En el momento de la liberación una de las rehenes y uno de sus captores se besaban. Este hecho bautizó como “Síndrome de Estocolmo” conductas que demuestran afecto entre los captores y sus rehenes.
Algo similar sucede con una buena parte de la ciudadanía vasca. Está secuestrada y padece un síndrome de Estocolmo colectivo.

Ese miedo generalizado en los ciudadanos comunes, se extiende a sus familiares y allegados, paulatinamente les lleva a comportarse como sus secuestradores esperan de ellos, estableciéndose un sometimiento voluntario primero para transformarse en un sentimiento de agradecimiento y hasta de afecto por sus secuestradores, algo inconsciente que genera esta empatía por el hecho de que las víctimas llegan a creer que no les han dañado y por tanto, son “buenos”. Las víctimas del secuestro son afectadas emocionalmente en este proceso, ya que el secuestro es una una muerte suspendida.

Dada la frecuencia y duración de la anómala situación del País Vasco, donde los secuestradores de personas, ideas y libertades recuerdan periódicamente su capacidad de dañar, con el asesinato de un ciudadano o varios, bien en la CAV, bien fuera de ésta, el síndrome aumenta, coadyuvado por los constantes y sutiles mensajes de políticos nacionalistas sobre el 'terrible destino que correrían los vascos en el caso de no gobernar ellos', amigos de los secuestradores físicos y ejecutores de sentencias, convenciendo a la ciudadanía de que es bueno estar con ellos para contar con un seguro de vida.

Y cuídese el ciudadano de volver la vista hacia el enemigo, en el que convierten precisamente a quienes pueden librar del miedo, del secuestro y a muchos de la muerte: los demócratas que se oponen al régimen de terror.
El demócrata se convierte en el enemigo imaginario que toma cuerpo cuando los secuestrados se convencen de que todo el que se oponga a las exigencias nacionalistas, al pago del rescate, pone sus vidas y haciendas en peligro.
Por eso tantos ciudadanos abogan por el “diálogo”, como la panacea que solucionará ‘el conflicto’. Un conflicto que siendo inexistente, prefabricado, soslaya el auténtico: el secuestro de las libertades de los ciudadanos que se oponen a someterse a los secuestradores, los demócratas que NO padecen el síndrome de Estocolmo, porque sus ideas están claramente diferenciadas de las de quienes pretenden sojuzgarles; son conscientes de que someterse al chantaje, a pagar como rescate para terminar con el terror, legalizar el secuestro masivo, —por encima de leyes y derechos humanos— es la demolición de la democracia.

Son los ciudadanos que se enfrentan cívica y activamente a la mafia organizada. Con la rebelión, la resistencia y la palabra. Con la denuncia de las actuaciones caciquiles y segregacionistas de unos partidos que forman un gobierno que debería gobernar teniendo en cuenta a todos los ciudadanos, no sólo, como hasta ahora, a sus adeptos nacionalistas, por lo que queda deslegitimado.

En varios frentes, con diversas estrategias que aplica según el momento coyuntural, el Movimiento Liberticida Nacional Vasco unas veces actúa recurriendo a la mal llamada kale borroka, terrorismo indiscriminado que toma pueblos y zonas de ciudades para repetir la “noche de los cristales rotos” de los nazis.
Otras muchas, el terror elige selectivamente a la víctima, la asesina para sembrar el miedo y la inseguridad en un sector determinado (los últimos en la judicatura, en la persona de José María Lidón y en la Ertzaintza con el asesinato de Ana Isabel Aróstegui y Javier Mijangos).

Ante esta barbarie ¿qué clase de paz nos ofrecen algunos? ¿Qué clase de 'conferencia de paz' ofrece por ejemplo Elkarri pretendiendo mediar con una ETA conculcadora de los más elementales derechos humanos? ¿Cuándo entenderán que la equidistancia no es la justicia y que pretender dar parte de la razón a los fanáticos deriva en la complicidad con sus medios perversos y fines contaminados?

Mientras, en nuestros pueblos y ciudades, doliendo en unos o sin que se duelan las conciencias, se celebran actos multitudinarios con la parafernalia consabida. Multitudes al aire libre escuchan por megafonía las arengas de los especialistas de la perversión del lenguaje. Miles de ikurriñas flamean y suenan himnos y cánticos enardecedores
La conocida táctica napoleónica de arengar a los soldados cuyo destino era la muerte (“cada soldado lleva en su mochila el bastón de mariscal”) se emula, elevando poco menos que a la supremacía humana y social el hecho de ser ‘verdaderos vascos, patriotas, gudaris que luchan por la libertad del pueblo vasco oprimido por las potencias colonizadoras, Francia y, sobre todo España.’

Llega a tal extremo la perversión, que las víctimas acaban aliándose a sus victimarios, asumiendo el deber de luchar, apoyar y defender a sus secuestradores. Y se afilian a los partidos nacionalistas o les entregan su voto como una carta blanca. A fuerza de ejercer el victimismo, todos quedan convertidos en "víctimas del estado opresor".
Los órganos de propaganda no descuidan un solo detalle para seguir alimentando el status quo que han creado, premiando, como demostración de la bondad del régimen nacionalista, a sus adeptos: la legalización de corruptelas y el nepotismo, ingredientes básicos de toda dictadura.

Los otros, los vascos 'domesticados', como llaman a quienes no se venden al nacionalismo, a quienes luchan por las libertades como personas y ciudadanos, son demonizados, vascos traidores o, como mínimo, extranjeros, maketos (supongo que Arana quería decir metekos -extranjeros en la antigua Grecia- con derecho a vivir y comerciar en territorio griego, pero no a votar ni participar en política).

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los artículos 1, 3, 5 y 9 señalan que el secuestro constituye una violación de los mismos, que atenta contra la libertad, integridad y tranquilidad de las personas víctimas del delito.
Pero es que no sólo se trata de un secuestro colectivo, con intereses en unos casos, Síndrome de Estocolmo en muchos y consciente de la dictadura, media población vasca; se trata, mediante el secuestro de las libertades, amparándose en leyes que ellos mismos transgreden y aprovechan según su conveniencia, de derrocar el Estado de Derecho para implantar una dictadura golpista exigiendo, con el chantaje y el secuestro colectivo de gran parte de la ciudadanía, que la ley se adecúe a sus pretensiones (una independencia que venden como idílica), o a saltársela una vez más sin que haya consecuencias prácticas en la aplicación de las leyes que nos hemos dado los españoles, incluidos los vascos, aunque lo nieguen farisaicamente los burukides de turno.

Sociólogos y sicólogos deberían analizar en el caso de la CAV, el inquietante comportamiento colectivo, reflejado en mediciones de opinión, de una población que de forma reiterada en los últimos años cuenta con ciudadanos que se declaran abiertamente seguidores de opciones políticas marcadas por el caudillismo, el autoritarismo, la amenaza, el terror y el asesinato.

Por otra parte, una mayoría estimada en alrededor del 50% no reacciona hasta hoy de forma organizada o es indiferente a los desmanes, atropellos, vicios y errores de la clase política gobernante, producto, por una parte, del miedo a los secuestradores (la Mafia Nacionalista Liberticida Vasca), de no sentirse representados ni defendidos por un gobierno, el vasco, identificado exclusivamente con los nacionalistas, excluyendo a quienes no lo son.
Y no sólo eso, se infunde el odio más atroz, en el entramado nacionalista a todo lo que sea o suene a español: tal es así que se ha erradicado el nombre de España y cualquiera de sus derivados para convertirlos en insultos o motivo de vergüenza ante los dominadores, si no de segregación.

Quienes estamos comprometidos con la libertad, con la erradicación del estado de excepción terrorista, con la consecución de una alternativa política, debemos perseverar en el reagrupamiento de esa mayoría silenciosa de ciudadanos, para recuperar la libertad y la justicia del cepo nacionalista etnicista. Encabezar una lucha cívica y política, que con visión incluyente incorpore las mejores propuestas de un modelo de desarrollo sostenible, que coloque al ser humano como eje del ejercicio de las libertades, de las que emanan las colectivas, basadas siempre en la justicia.
Y de ello deben tomar buena nota los responsables del gobierno español, que no pueden ni deben dejar al socaire de las pretensiones secesionistas el destino de los ciudadanos sojuzgados, la democracia y el Estado de Derecho garante de las libertades. resulta terrible si se diera (Muchas veces como pretexto)también entre ellos el síndrome de Estocolmo.

Saludos
Dalia



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Este artículo viene de Ciudadanos NONAC
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Abel
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Mensaje por Abel » 28 Feb 2005, 08:25

Sí, yo he visto el síndrome ese muchas veces entre ciudadanos que vitorean a las fuerzas de seguridad del Estado, que también nos tienen secuestrados desde que nacemos, y ya ves. Y es que el miedo y la violencia hacen que la víctima dé las gracias a su verdugo. Así me siento yo desde hace décadas, sumergido en una insensata pesadilla de nacionalismo españolista, de desigualdades y privilegios impuestos en la misma cuna, de la que es imposible salir.

APREr
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Mensaje por APREr » 28 Feb 2005, 10:24

Legalizar el secuestro masivo, —por encima de leyes y derechos humanos— es la demolición de la democracia.
Sí, tienes razón, es una vergüenza que se legalice el secuestro masivo, 60 000 personas secuestradas en nuestras cárceles por no tener cabida en esta mierda de sociedad, ¡ Y encima nos hablan de derechos humanos! Lo demás ya lo oimos todos los días en TV, ¿ tienes alguna idea propia?
"Prefería la posibilidad de un ráfaga de metralleta a la cárcel. Creía que el verdadero valor de la vida no se encuentra en preservarlo a cualquier precio, sino en arriesgarlo en la búsqueda de algo mejor, de una auténtica libertad. La vida se encontraba afuera de aquellos muros".
José Tarrío González

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