Congreso Obrero de Barcelona de 1870: A la hora señalada preséntase solo Rafael Farga, acércase a la mesa, hace virar un timbre, establécese un silencio profundo y pronuncia estas hermosas y conmovedoras palabras:
Compañeros delegados: Vosotros los que os congregáis aquí para afirmar grande obra de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la que econtiene en sí la emancipación completa del proletariado y la extirpación absoluta de todas las injusticias que han reinado y reinan sobre la haz de la tierra; los que venís a fraternizar con los millones de obreros, esclavos blancos y negros que bajo su rojo pendón se cobijan; queridos hermanos, en nombre de los trabajadores de Barcelona, ¡paz y salud! ...
Formidable trueno de aplausos interrumpe al orador. Los delegados, en pie y vueltos al público, visiblemente conmovidos, saludan y aplauden también, y por unos momentos siente aquella multitud las plácidas sensaciones de la felicidad.
Limítome a consignar las ideas más culminantes del discurso de bienvenida:
El derecho, el deber y la necesidad, prosigue el orador, nos reunen aquí para discutir los problemas de la economía social ... La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, dicen los estatutos de La Internacional, afirmación fundada en el hecho de que no hay institución ni clase social alguna que por la obrera se interese; todas las que del monopolio y de la explotación viven, sólo procuran eternizar nuestra esclavitud ... El capital es el gran tirano que gobierna las sociedades presentes. No hay otra cuestión verdaderamente de fondo en la humanidad que la tremenda lucha entre el capital y la pobreza, entre la opulencia y la miseria ... El Estado es el guardia y el defensor de los privilegios que la Iglesia bendice y diviniza, y lo único que nos resta a nosotros, pobres víctimas del desorden social presente, es, cuando lo tenemos, el salario, fórmula práctica de nuestra esclavitud ... Queremos que cese el imperio del capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la Anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros.
Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
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Walter PPK
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Esa frase no la ha dicho Proudhon, sino yo. Por sí sola, tiene sentido. La propiedad, es el robo. Por eso es legítimo su menoscabo y puedo emplear la violencia contra ella.
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El Hombre Guillotina
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Aquiles, dando muestras de poca osadía no habéis alzado la voz contra los Capitalistas ni una sola vez, tan solo en dos comentarios tuyos, dirigidos a Nihilo, has establecido, tímidamente, la diferencia entre Mutualismo y Capitalista, si sois Mutualistas, lo cual niego ahora más que nunca, ¿Por qué vuestras balas se han dirigido contra Kolokada, Aquitania, Regan, o Xell y no contra Nihilo o Stewie? No me hables de formas, pues sabes perfectamente que antes de que estas se agriaran, te posicionabas con los disparates de Nihilo y Stewie, tanto por omisión como por colaboración (y a este extenso “tema” te remito) y no levantaste un solo dedo para impugnarlo, los Capitalistas trataron de tirar por el barro Mutualismo y Anarquismo a la vez, y salvo dos escuetos mensajes, no hiciste nada para impedirlo, no contrariaste sus afirmaciones, jamás intentaste iniciar una polémica con aquellos a quién el Mutualismo considera “reaccionarios”, mientras que, sin embargo, empleaste todos tus esfuerzos en establecerla con los compañeros antes citados.
Obviamente nadie se inmiscuirá en tus filias y fobias personales, “restregate” con quien quieras, y siente urticaria hacía quién quieras, pero entonces déjame observar esto como una muestra de gregarismo, ¿Te imaginas a Proudhon descalificando a Bakunin para abrazar a Rothschild?, ¿O a Tucker, aún excomulgando a Kropotkin y dedicándole todos los “sapos y culebras”, que preferiría a Rockefeller y al Zar antes que a este último? Estas lejos de ambos, pues cada uno se forzaría en dedicarle el “doble de balas” a los “enemigos” que la que le podría dedicarle a los “aliados”. Yo personalmente, me he introducido en este debate, sin más simpatías ni antipatías personales por unos que por otros, ante la contemplación de un lamentable espectáculo de adulteración, en la que la Autoridad trataba de usurparle los ropajes a la Anarquía. Siento decirte que, aún sin tener nada personal contra ti, y aun disfrutando del debate, estamos más lejos que nunca, creo que has rehuido las partes capitales de mi texto, y creo que las que has abordado te delatan, ergo, sigo manifestando que no sois Anarquistas.
Ahora empezaré, pero antes solo quiero darte una muestra de donde empezaba el descrédito de las teorías de Tucker efectuado por Kropotkin, este no se basa en sus concepciones económicas –que son precisamente por las que discutimos y en las que en nada os parecéis a Tucker- sino por sus concepciones filosóficas, de las que, excepto Telmo, nadie quiere hablar, así nos decía Piort: “Tucker pasa a demostrar que los poderes de cada individuo quedarían limitados por el ejercicio de los derechos iguales de todos los demás. Indicaba luego (siguiendo a H. Spencer) la diferencia que existe entre la usurpación de los derechos de alguien y la resistencia a esa usurpación; entre dominación y defensa: siendo la primera igualmente condenable, ya sea la usurpación realizada a un individuo por un criminal, o la de uno sobre todos los otros, o la de todos los otros sobre el uno; mientras que la resistencia a la usurpación es defendible y necesaria. En su propia defensa, tanto el ciudadano como el grupo, tienen derecho a cualquier violencia. Se justifica también la violencia para hacer obligatorio el respeto a un acuerdo. Tucker sigue así a Spencer, y, como él, abre (en opinión del que escribe) el camino de la reconstitución, so pretexto de defensa, de todas las funciones del Estado. Su crítica del Estado actual es muy penetrante, y su defensa de los derechos del individuo de gran vigor. En cuanto a sus ideas económicas, sigue B. R. Tucker a Proudhon.
El anarquismo individualista de los proudhonianos de América del Norte encuentra, sin embargo, poco eco en las masas obreras. Los que lo profesan (principalmente intelectuales) comprenden pronto que la individualización que tanto ensalzan no es asequible por esfuerzos individuales, y o bien abandonan las filas anarquistas y se entregan al individualismo liberal de los economistas clásicos, o bien se refugian en una especie de amoralismo epicúreo”.
En consecuencia plantéate como es posible que la gente que ha convivido sin problemas con los planteamientos de Tucker durante décadas, ahora no pueda soportar vuestros planteamientos y les chirríen con tanto escándalo… sencillamente sois antagónicos a Tucker.
La discrepancia no se circunscribe a los efectos del lucro, sino al propio concepto, pues causa y efecto son centrífugos; no nos hemos acercado nos hemos alejado infinitamente. Lo que tu planteas con el lucro es como lo que vienen a plantear los estatistas marxistas con el Estado, ellos dicen: “El Estado de por si no es malo, es como se utilice, solo el Estado capitalista es nefasto por naturaleza, invierte su tendencia, conviértelo en obrero y dejará de serlo”, tú con el lucro has planteado lo mismo, planteas que existe un modo de “usurpación” beneficioso y otro modo de “usurpación” nociva, y esto no es más que auto engaño. Te expongo un planteamiento aún no contestado.
Si una minoría se enriquece la mayoría se empobrece, esto es axiomático. Si A intenta lucrarse a costa de B es lógico que B se empobrezca, recuperemos conceptos básicos proudhonianos, imaginemos una serie de quince, veinte productores, tan extensa como queramos. Si el productor A obtiene un beneficio sobre el productor B, éste, según los principios económicos, se reintegra de C, y de C a D, y así sucesivamente hasta llegar a Z. Pero ¿de quién se reintegra Z del beneficio deducido en un principio por A? Adam Smith y Say dicen: “del consumidor”. Pero esto es un absurdo ¿Acaso este consumidor es otro que A, B, C, etc.? ¿De quién se reintegrará, pues, Z? Si se reintegra del primer beneficiado A, no habrá beneficio alguno para nadie, ni, por consiguiente, propiedad. Si, por el contrario, Z paga ese beneficio, desde ese mismo instante deja de ser parte de la sociedad mercantil, puesto que no obtiene el derecho de propiedad ni el beneficio de que disfrutan los demás asociados. Es este el derivar en la humanidad entera, es una gran sociedad industrial que no puede obrar fuera de ella misma, queda demostrado que nadie puede enriquecerse sin que otro se empobrezca, pues el beneficio de A debe corresponder a la usura, la cual no puede establecerse sino en detrimento de B, etc.
Ahora Proudhon te habla sin retoques: “El industrial C, comerciante de sombreros, ¿tiene derecho a obligar a D, su vecino, también comerciante de sombreros, a cerrar su tienda y abandonar su comercio? -En modo alguno. Pero C quiere ganar un franco en cada sombrero, mientras D se conforma con 50 céntimos del beneficio; es evidente que la moderación de D perjudica a las pretensiones de C. -¿Tiene éste derecho para impedir la venta a D? -No, seguramente.
Puesto que D es dueño de vender sus sombreros a 50 céntimos más baratos que C, éste, a su vez, puede también rebajar el precio de los suyos un franco. Pero D es pobre, mientras que C es rico; de modo que al cabo de dos años D está arruinado por esa concurrencia insostenible, y C se, ha apoderado de toda la venta. -¿El propietario D tiene algún recurso contra el propietario C? ¿Puede ejercitar contra su rival una acción reivindicadora de su comercio, de su propiedad? -No, porque D tenía el derecho de hacer lo mismo que C, si hubiese sido más rico que él.
Por la misma razón, el gran propietario A puede decir al pequeño propietario B: «Véndeme tu campo, porque si no te impediré vender el trigo»; y esto sin hacerle el menor daño y sin que B tenga derecho a querellarse. Es evidente que, como A se lo proponga, devorará a B por la sola razón de que es más poderoso que él. Así no es, en razón del derecho de propiedad, por lo que A y C habrán desposeído a B y D, sino por el derecho de la fuerza. Con arreglo al derecho de propiedad, los colindantes A y B, del mismo modo que los comerciantes C y D, nada podrían. Jamás se hubieran desposeído, ni aniquilado, ni enriquecido unos a costa de otros: es el derecho del más fuerte el que ha consumado el acto del despojo.
También por el derecho del más fuerte, el industrial consigue en los salarios la reducción que quiere, y el comerciante rico y el propietario aprovisionado venden sus productos al precio que les place. El industrial dice al obrero: -Eres dueño de prestar en otra parte tus servicios y yo también soy libre de aceptarlos; te ofrezco tanto. El comerciante dice a sus clientes: Sois dueños de vuestro dinero como yo lo soy de mi mercancía; o tomarla o dejarla; quiero tanto por ella. ¿Quién cederá? El más débil.
Por tanto, sin la fuerza, la propiedad sería impotente, por tanto sin la fuerza la propiedad es nula”. Sustituye, o mejor aún, aúna a propiedad el término lucro, y tendrás ante ti una respuesta incuestionable.
Aquiles o no entiendes o no quieres entender, el rechazo de Tucker al lucro, dale el nombre “castellano” o “profit” en inglés, a lo que se refiere es al precio que excede de lo que justamente ha costado elaborar un producto ¿Cómo es posible que observes como algo beneficioso lo que supone un descarado desfalco?, ¿Cómo va la ganancia espuria, injusta y desmedida a limitar la usura cuando es su principal baluarte?, ¿Cómo aumentaran los salarios cuando estos sufran la especulación a la baja, como cuando se puede pagar a un trabajador por menos de lo que ha producido a fin de que el empresario obtenga en tan ansiado lucro, como va a nacer de semejante ciénaga una “sociedad más libre”? Tucker era defensor del Mercado libre porque concebía que tal mercado estaría fundamentado en las bases del Comercio Justo, practicado por los “menesterosos” y sus llamados “amigos de la humanidad” lo veía como un arma contra los Capitalistas y no como un resorte para enriquecerse a costas de las parihuelas ajenas.
¿Puedes entender que las ideas que tú dices defender se hayan inspirado en un espíritu Libertario, sediento de solidaridad y de equidad, de lo que Tucker llamaba la Igualdad de la Libertad, y no por las trasmutaciones a las que los nuevos “Gurús del Mercado” han querido someterlo? La cuestión no es que Tucker se “equivocaba” porque contradice a sus múltiples e interesados “traductores”, a los mismos que tú lees, sino que esas sabandijas desalmadas han manipulado interesadamente a Tucker para que gente como tú solo pueda observarlo tras las lentes del prisma Capitalista y sus diversas herramientas… plantéate sino será tu visión de Tucker la errónea y, en realidad, estas más lejos de él de lo que te atreves a reconocer.
El problema es por tanto, de conceptos, de consecuencias, y lo que es más grave, no solo de tus interpretaciones, sino de tus propios planteamientos personales sobre el lucro, lo otro podría modificarse con una lectura más reflexiva y sosegada, pero si tus ideas personales suponen un “cómodo nido” para la estructura capitalista, ese es un problema que solo tú puedes solucionar. Vayamos a tu ejemplo, que es muestra nítida de ello.
Ese vendedor de zapatos que decide vender allí donde los zapatos son escasos ¿Venderá al mismo precio que allí donde son abundantes? No dices tú, y yo pregunto ¿Por qué si su fabricación le ha costado lo mismo?, ergo, no importa lo que cueste de producir un producto, no importa el trabajo, no importa nada, salvo aprovecharse de la angustia de la gente y sus necesidades imperantes ¿No es así?, piénsalo bien, hablas todo el rato de la situación del vendedor, pero no te has parado a pensar, ni por un instante, en la situación de los compradores, si estos no solo tienen escasez de zapatos sino también de dinero para alcanzar el nuevo elevado precio de este producto ¿Qué harán?, exactamente lo mismo que hoy, solo los más ricos tendrán acceso determinados bienes y los demás no, en conclusión solo una minoría tendrán zapatos, aún que supusieran un articulo apremiantemente necesario, y los demás a andar descalzos. El precio del producto no depende entonces del valor atribuido al mismo (independientemente de cómo quiera tasarse este, por tiempo, esfuerzo colectivo, valor, trabajo o todo lo expuesto y aún más) sino de lo deficitario del bien y la necesidad acuciante del mismo, de la escasez de la demanda y la inmensidad de la demanda, ergo, individuos que necesiten calzado para trabajar, pero que no perciban por su trabajo lo suficiente para comprarlos, o que no puedan producir lo suficiente para adquirirlos, tendrán que contemplar sus lindas ampollas en los pies, pues la Libertad y la igualdad Capitalista consiste en eso, “tanto tienes tanto mereces” máxima estricta” y rigurosamente “igual para todos”, y como decía France: “El capitalismo te concede la libertad de morir bajo un puente de París”.
Pero ¿Qué propones para que esto no pase? Que lleguen más “sangujuelas” a alimentarse de la sangría, y que del efecto de la criba el precio vaya bajando con el aumento de la oferta, y mientras esos pasa, que la gente pobre siga descalza, ahora bien, si esta defensa feroz del lucro no supusiera de por si un despropósito ¿Has pensado que ocurriría cuando la minoría de los comerciantes se dieran cuenta de que pueden subir los precios tanto cuanto quisieran, pues la escasez les ha demostrado que pueden obtener cuantiosas ganancias más allá del precio de costo, ya que tanto la elites privilegiadas están dispuestos a pagar sus abusivos precios, como las clases más populares, crédito mediante, previo pago fragmentado, a plazos y cuotas, y aún desangrados por el mezquino interés que, en loa del mismo lucro, podrán poner los mismos vendedores, o incluso del dudoso ahorro que solo podrán almacenar sacándolo directamente de sus estómagos, también, por imperativo de necesidad, tendrán que apoquinar o morir en el intento? Extrapólalo a el pan, el arroz y la leche y veras a tu “ciencia” irse por el sumidero… llámalo “demagogia”, pues África, o las esquina de mi casa parecen ser “ficciones para populistas”, pero el hambre es real, y las tripas encogidas también y el olor a cadáver, mezcla de marea baja y dulzón resto de víscera sin embutir, también es real.
Es esa la descripción del homicida Lucro, de la necrófaga Usura, y del omnipotente Trust… solo habéis aplaudido al primero, contemplado a la segunda, e ignorado al tercero.
Desde luego que no considero que vuestras propuestas sean un “camelo”, son inofensivas porque las lanzáis vosotros, pero son una realidad que llevan arrojándonos y practicándonos desde el alba del tiempo, yo las sufro diariamente, y desde luego no es mi idea de la anarquía un mundo en el que siga sojuzgado, dominado, y sometido por la voluntad de un agente económico, de un “comprador” que decida cuanto cuesta mi salud, mi bienestar, o mi propia vida, tampoco quiero esperar a que sea las eventuales fluctuaciones que puedan realizar otros, las que me arrojen una migajas, ni que yo misma tenga que entrar en el juego de “estafador” y estafado”, quiero comer cuando quiera, producir cuando quiera, y vivir como y donde quiera, ese es mi simple concepto de Anarquía ¿tanto os cuesta de entenderlo?... desde luego no es esa “masacre autoritaria y voraz” la que planteaba Tucker, pues si aborrecía el lucro era precisamente porque consideraba que solo la competencia liberada del robo y del abuso podrían establecer la igualdad, en el propio mercado, y en la sociedad… abominaba el lucro porque es este el que ha producido este mercado, y esta competencia, este sistema Capitalista y este Estado Capitalizado.
Tú nota editada da muestras de dos cosas, de que no pueden pararse las aspas de molino a golpe de pulmón, y de que por mucho que quieras hacer “historia-ficción” Tucker dijo lo que dijo, y es eso de lo único que es responsable, la idea de que hubiera cambiado en otra circunstancia es algo tan arbitrario que es absurdo contemplarlo, pues seguramente en un sistema anarquista libre e igualitario no hubiera formulado nada de lo expuesto, pero tales divagaciones no aportan nada al debate. En cuanto al “monopolio” del vendedor, es la evidencia que, como el resto, se os escapa de las manos, es el Trust al que no os atrevéis a afrentaros, es el lucro subido a la máxima potencia y llevado a su máximo exponente, la idea de que un individuo pueda determinar a su antojo lo que solo a cada individuo le corresponde decidir, la idea de que un individuo pueda ingerir en las vidas ajenas hasta el punto de decirles cuanto puede consumir y, por ende, cuanto tiempo podrán prolongar su propia vida, es un insulto al propio concepto de libertad y Anarquía, pues es el “ofertante” quién, estableciendo un precio abusivo, tiene la vida del “consumidor” en sus manos, y son los “ofertantes” en “conjura” quienes tienen en sus manos la vida de todos los “consumidores”, quiénes a su vez, inevitablemente han de ser los propios “productores”. La solución de Tucker es clara, el comercio solo se igualara librándolo del lucro, y entonces volvemos a lo de siempre, él no plantea ninguna prohibición, tampoco los Anarco Comunistas la plantean del comercio, el uno, y los otros solo piden su “Abolición”, el uno del lucro, los otros del comercio y la competencia en su conjunto, arrastrando, lógicamente, a toda forma de usura ¿Hablamos de bayonetas caladas y demás? Muchos comunistas libertarios como Hem Day fue siempre de “verbo tranquilo” (pacifista convencido), el propio Tolstoi, individualista filosófico, y profundo partidario del comunismo libertario, también lo era, y Tucker, por su parte, tampoco desentono, no proponía censurar, ni prohibir, ni ninguna medida represiva, solo lo impugnaba, como Warren, como Proudhon, como Spooner, como Godwin, como Greene, Adrew y Heywood, como Armand, Bellegarrigue, como Han Ryner, como Relgis ¿Queréis que siga? Todos estos personajes revocaron con sus palabras la institución del Estado ¿Cómo el medio que postularon fue la paulatina toma de conciencia, la educación o la “razón”, como ninguno de ellos adopto “medida de fuerza alguna” como herramienta para el advenimiento de sus fines, son acaso Estadistas recalcitrantes?, lo dije en mi anterior mensajes, dejad de usar estas tácticas pueriles y abyectas, la negación de Tucker tanto del Estado como del Lucro es sistemática, lo cual no quiere decir violenta o autoritaria… ¿Reclamaba acaso Tucker la aplicación de alguna medida prohibitiva o violenta contra el Monopolio?, entonces según vuestra voz baladí Tucker debió ser un “convencido monopolista”.
Después te dedicas a la descarada manipulación de conceptos, ¿Tanto te cuesta asimilar que Tucker afirmara su motivación para propugnar el mercado libre, la competencia, mediante la destrucción del lucro y la propagación del Comercio Justo podía ser la desaparición de la pobreza considerando que esta debía ser el fundamento que lo impulsara tanto como el efecto que dichas herramientas propiciaran?, ¿Acaso eres incapaz de comprender que un Anarquista, llámale Malatesta, Kropotkin o Libertad, establece para sus objetivos tanto el medio de la Libertad como el fin de la misma, que su móvil principal pueda ser la igualdad tanto como el producto y la consecución de lo que propagan? Aquiles, apréndelo bien, el Anarquista, el que yo y otros tantos hemos concebido, no acepta, ni parcialmente, una diferencia señalable entre lo que hace y lo que quiere, entre lo que busca y lo que debe hacer para conseguirlo, entre la praxis y la teoría, el maquiavelismo queda desterrado del corazón Ácrata no por “imperativo moral”, sino porque sus fibras sensitivas no pueden distinguir ni separar la Libertad que quiere y la Libertad que practica… si no, en el que camino, encontraríamos a un Autoritario con la banderola de la libertad, o alguien imbuido de practicas Libertarias cuyo fin sería la más férrea forma de despotismo, ante tales cosas el Anarquismo es integral, sin periodos intermedios; ideas y hechos han de ser Anarquistas.
Sigues, y permítemelo decirlo sin ganas de ofender, “pataleando” contra la evidencia. Si os definís como “tuckeristas” demostrad las concomitancias o de lo contrario dejad de “ensuciar” nombres ajenos, si sois concientes de que no coincidís dejad de intentar “coger estrellas con las manos” y reconocer que queréis un “titulo ideológico” por el mero “capricho” y no porque guardéis relación alguna con tal “escuela” o tal “pensador”, yo no coincido al 100% con ningún pensador Anarquista, ni con Bakunin, Kropotkin, ni con Malatesta, ni con Grave, ni con Faure, ni con Mauricius, y no tengo la necesidad de llamarme “bakuninista”, “kropotkiano”, etc. Pero no solo por la falta de coincidencia, sino porque me atribuyo la suficiente personalidad como para no darme nombres ajenos, así que, etimológicamente, me denomino “Sin Soberano”, es decir Anarquista, con eso me basta.
Dejad vosotros de buscar similitudes donde solo hay desencuentros, dejar de intentar hacernos comulgar con ruedas de molino, el lucro es un asunto capital en la teoría de Tucker y no algo superfluo o adlátere, (te conmino a leer toda la literatura al respecto, especialmente Nettlau, y sus monografías sobre el Mutualismo americano, y los propios artículos de Tucker en Liberty, quizás de las mejores exposiciones, más frescas y sin empaques, de las conjugaciones que logró realizar de las teorías de Proudhon y Warren, aceradas con su particular y vivo lenguaje), que Tucker defendiera la libre competencia es lo que demuestra tal acervo, pues según sus propias palabras (justamente defendiendo los conceptos de Proudhon ante un economista liberal): “La competencia no es libre, ni los agentes participantes los hacen en buena lid, cuando el lucro inclina la balanza a favor de los poderosos, capaces de establecer a su antojo una competencia inalcanzable y unos precios exorbitados”.
Por lo demás afirmas que: “el lucro es el presupuesto del precio de costo”, cuando realmente es su invalidación, su némesis, su negación, y viceversa, donde existe el lucro como premisa el precio de costo es inalcanzable y donde se obtiene el precio de costo el lucro queda desterrado, es ese el comercio libre que planteaba Tucker, proposición indispensable para que se pudiera competir en igualdad de condiciones, y con la libertad de no verse sometido a la voluntad o presiones de otros comerciantes o directamente abocado a la ruina. Tales son las ideas de Tucker, aunque yo no las comparta.
Me preguntas por tu darwinismo social, la idea de que la suerte de los “débiles” ya este echada, de que los “fuertes” y “productivos” prevalezcan, mientras los incapacitados para producir “mueran”, o se las apañen con la “caridad y la beneficencia” me parece una repugnante muestra de darwinismo social, así te has expresado tú: “Además, el hecho de que unos tuvieran menor capacidad que otros -lo cual es muuuy difícil de medir, dicho sea de paso- no les daría derecho a apoderarse de lo que producen los de mayor capacidad, por lo que ese argumento queda definitivamente fuera de juego”, ergo, la cita de Nietzsche, ya repetida hasta la saciedad. Que los imposibilitado restañen sus propias heridas, que revienten o sobrevivan como puedan, pero que no molesten, nosotros los hoy “vigorosos” les arrojaremos quizás una magnánima limosna, pero que no traten de olisquear nuestras ganancias… tal parece ser tu expresión. Quizás los accidentes te respeten, quizás ya no te acuerdas de cuando fuiste niño, pero si no mueres antes, la vejez siempre estará a tu acecho, si no se te escarchan las sienes con contratiempos y mueres con sosiego y sin renunciar al trabajo, alabaré tu suerte, pero como el cansancio empiece a hacer mella, como los años de “productividad” empiecen a notarse en los huesos, cuando la memoria se trastoque, cuando tu identidad se vaya disolviendo, y tu familia haya desaparecido, se te recordara pertinentemente las ventajas de la “caridad” y la “beneficencia”, y se te impedirá quejarte pues aún tienes el pavimento a modo de sudario.
Demagogia dirás, pues ¡Sal a la Calle y abre los ojos! Te diré yo, esa es la realidad que vivimos, y que los Capitalistas, de corazón e ideas, afirmáis querer reproducir sin problemas. Tal propuesta, “el diablo para el último”, la diga Agamenón, su Porquero, Bakunin o el Zar, me sigue pareciendo deleznable.
Confundes “Ética”, el estudio de la “moral”, de lo que “es recto y virtuoso”, con “ética normativa”, es decir Ley, Coacción y Coerción, lo “obligado” y lo “permitido”. La impugnación de Tucker es “Ética”, pues juzga el lucro, y la conducta de quines lo practican, desde el punto de vista “racional”, es la “Ética” la que determina que “es” o “no” “moral”, mientras que la “moral” (muy vilipendiada por Tucker, “amoralista” de pro, pero podríamos decir que también aplicada) es lo que “subjetivamente” (para mi todo es aplicable a este término), consideramos “bueno, malo, justo o injusto”… por decirlo de alguna manera la “Moral” es una creencia y la “Ética” es la ratificación o refutación de dicha creencia, la que determina si verdaderamente lo que se cree “bueno” lo “es” y viceversa. Por tanto, la negación de Tucker aborda ambos aspectos, pues la condena ética no conlleva necesariamente la aplicación de la fuerza, o la “llamada a las armas”. Si Tucker no apoyaba la “violencia revolucionaria” (aunque la Banda Bonnot llegó a despertar sus simpatías) no era solo por pragmatismo, como Armand era por “anti-autoritariosmo”, ellos creían que aplicar la “fuerza” para “derrocar la fuerza” suponía la instauración de un nuevo Poder. Él considerava que todaq agresión era una ingerencia, una actividad invasiba que menoscababa la Libertad e Individualidades ajenas, y como Georges Darién, consideraba que un Anarquista que empleara la “fuerza” dejaba de serlo. Ahora bien, Tucker consideraba que la aplicación de la “fuerza” como medida de autodefensa no era una herramienta de Autoridad sino de libertad, la “sangre” a la que haces alusión, solo podría “derramarse” para “defenderse” o “hacer valer tus derechos” (palabra por la que tampoco, al igual que Stirner, tenía simpatías) pero no para “agredir”… Tucker, como ya he dicho, era condenadamente contradictorio, y no se planteaba que los Anarquistas de la línea de Chicago a los que tanto reprobaba estaban en situación de “legitima defensa” cuando atacaban la Propiedad y al Estado, y eso de que “propagaron más el anarquismo con sus muertes que con sus gusto por la violencia” hubieran sido palabras olvidadas a las que hoy no tendríamos que señalarles el error y la exageración deliberada.
En consecuencia Tucker condena desde todos los aspectos, llámale moral, ética, racionalidad o sensibilidad, o como gustes, tanto el Lucro como el Estado, baluartes ambos del Capitalismo.
Hablas de Carson como si diciendo que él a “superado a Tucker” todo quedara resuelto, Carson sigue reconociendo el imperante peligro de los Trust ¿En que ha desmentido a Tucker al respecto? Es más, ¿Por qué llevo más de 5 mensajes repitiendo las críticas y temores de Tucker sin que nadie me haya contestado? Carson es muy critico con quienes se creen “amparados” en el Anarquismo y que solo plantean el “libre mercado” que hoy padecemos, el de la insensibilidad sistemática, el de la usura sin disimulo, el del robo de guate blanco, el de la acumulación a raudales y la pobreza a destajo, con los capitalistas de “tomo y lomo”, que aquí y ahora se muestran ciegos ante el Trust, e invocan el nombre del tal Carson para deslegitimar al Tucker que antes “idolatraban”… y tan solo porque Tucker se atrevió a maldecir el lucro y advertirnos frente al Trust.
Sigue llamando “demagogia” a todo argumento que os acuse de postergar la Libertad y la Equidad a la Ganancia, pero esa es solo vuestra cruda realidad, dale el nombre que quieras, que el arte del “nominalismo” no conseguirá modificar lo que sois.
Sino conoces a Warren estúdialo, te he dado cuantiosas pruebas, todos sus hermeneutas así lo ratifican, de que Tucker añadió muy poco a las teorías de Warren, y de que el verdadero “padre” del Mutualismo Americano, con todas las “armas y ambages”, es Warren, si sus teorías te parecen “utópicas” solo estas desacreditando, aún indirectamente, las de Tucker.
Poco más me queda que añadir, sino sois capaces de articular nuevas argumentaciones dejad de ocultar la evidencia con la “niebla” de vuestras intervenciones, os recomiendo nombrar un “porta voz” y así dejareis de repetir un único discurso a través de diez distintas bocas.
“Bajo el régimen de propiedad, las flores de la industria no sirven más que para tejer coronas funerarias. El obrero que trabaja cava su propia fosa”.
Proudhon.
Salud.
Obviamente nadie se inmiscuirá en tus filias y fobias personales, “restregate” con quien quieras, y siente urticaria hacía quién quieras, pero entonces déjame observar esto como una muestra de gregarismo, ¿Te imaginas a Proudhon descalificando a Bakunin para abrazar a Rothschild?, ¿O a Tucker, aún excomulgando a Kropotkin y dedicándole todos los “sapos y culebras”, que preferiría a Rockefeller y al Zar antes que a este último? Estas lejos de ambos, pues cada uno se forzaría en dedicarle el “doble de balas” a los “enemigos” que la que le podría dedicarle a los “aliados”. Yo personalmente, me he introducido en este debate, sin más simpatías ni antipatías personales por unos que por otros, ante la contemplación de un lamentable espectáculo de adulteración, en la que la Autoridad trataba de usurparle los ropajes a la Anarquía. Siento decirte que, aún sin tener nada personal contra ti, y aun disfrutando del debate, estamos más lejos que nunca, creo que has rehuido las partes capitales de mi texto, y creo que las que has abordado te delatan, ergo, sigo manifestando que no sois Anarquistas.
Ahora empezaré, pero antes solo quiero darte una muestra de donde empezaba el descrédito de las teorías de Tucker efectuado por Kropotkin, este no se basa en sus concepciones económicas –que son precisamente por las que discutimos y en las que en nada os parecéis a Tucker- sino por sus concepciones filosóficas, de las que, excepto Telmo, nadie quiere hablar, así nos decía Piort: “Tucker pasa a demostrar que los poderes de cada individuo quedarían limitados por el ejercicio de los derechos iguales de todos los demás. Indicaba luego (siguiendo a H. Spencer) la diferencia que existe entre la usurpación de los derechos de alguien y la resistencia a esa usurpación; entre dominación y defensa: siendo la primera igualmente condenable, ya sea la usurpación realizada a un individuo por un criminal, o la de uno sobre todos los otros, o la de todos los otros sobre el uno; mientras que la resistencia a la usurpación es defendible y necesaria. En su propia defensa, tanto el ciudadano como el grupo, tienen derecho a cualquier violencia. Se justifica también la violencia para hacer obligatorio el respeto a un acuerdo. Tucker sigue así a Spencer, y, como él, abre (en opinión del que escribe) el camino de la reconstitución, so pretexto de defensa, de todas las funciones del Estado. Su crítica del Estado actual es muy penetrante, y su defensa de los derechos del individuo de gran vigor. En cuanto a sus ideas económicas, sigue B. R. Tucker a Proudhon.
El anarquismo individualista de los proudhonianos de América del Norte encuentra, sin embargo, poco eco en las masas obreras. Los que lo profesan (principalmente intelectuales) comprenden pronto que la individualización que tanto ensalzan no es asequible por esfuerzos individuales, y o bien abandonan las filas anarquistas y se entregan al individualismo liberal de los economistas clásicos, o bien se refugian en una especie de amoralismo epicúreo”.
En consecuencia plantéate como es posible que la gente que ha convivido sin problemas con los planteamientos de Tucker durante décadas, ahora no pueda soportar vuestros planteamientos y les chirríen con tanto escándalo… sencillamente sois antagónicos a Tucker.
La discrepancia no se circunscribe a los efectos del lucro, sino al propio concepto, pues causa y efecto son centrífugos; no nos hemos acercado nos hemos alejado infinitamente. Lo que tu planteas con el lucro es como lo que vienen a plantear los estatistas marxistas con el Estado, ellos dicen: “El Estado de por si no es malo, es como se utilice, solo el Estado capitalista es nefasto por naturaleza, invierte su tendencia, conviértelo en obrero y dejará de serlo”, tú con el lucro has planteado lo mismo, planteas que existe un modo de “usurpación” beneficioso y otro modo de “usurpación” nociva, y esto no es más que auto engaño. Te expongo un planteamiento aún no contestado.
Si una minoría se enriquece la mayoría se empobrece, esto es axiomático. Si A intenta lucrarse a costa de B es lógico que B se empobrezca, recuperemos conceptos básicos proudhonianos, imaginemos una serie de quince, veinte productores, tan extensa como queramos. Si el productor A obtiene un beneficio sobre el productor B, éste, según los principios económicos, se reintegra de C, y de C a D, y así sucesivamente hasta llegar a Z. Pero ¿de quién se reintegra Z del beneficio deducido en un principio por A? Adam Smith y Say dicen: “del consumidor”. Pero esto es un absurdo ¿Acaso este consumidor es otro que A, B, C, etc.? ¿De quién se reintegrará, pues, Z? Si se reintegra del primer beneficiado A, no habrá beneficio alguno para nadie, ni, por consiguiente, propiedad. Si, por el contrario, Z paga ese beneficio, desde ese mismo instante deja de ser parte de la sociedad mercantil, puesto que no obtiene el derecho de propiedad ni el beneficio de que disfrutan los demás asociados. Es este el derivar en la humanidad entera, es una gran sociedad industrial que no puede obrar fuera de ella misma, queda demostrado que nadie puede enriquecerse sin que otro se empobrezca, pues el beneficio de A debe corresponder a la usura, la cual no puede establecerse sino en detrimento de B, etc.
Ahora Proudhon te habla sin retoques: “El industrial C, comerciante de sombreros, ¿tiene derecho a obligar a D, su vecino, también comerciante de sombreros, a cerrar su tienda y abandonar su comercio? -En modo alguno. Pero C quiere ganar un franco en cada sombrero, mientras D se conforma con 50 céntimos del beneficio; es evidente que la moderación de D perjudica a las pretensiones de C. -¿Tiene éste derecho para impedir la venta a D? -No, seguramente.
Puesto que D es dueño de vender sus sombreros a 50 céntimos más baratos que C, éste, a su vez, puede también rebajar el precio de los suyos un franco. Pero D es pobre, mientras que C es rico; de modo que al cabo de dos años D está arruinado por esa concurrencia insostenible, y C se, ha apoderado de toda la venta. -¿El propietario D tiene algún recurso contra el propietario C? ¿Puede ejercitar contra su rival una acción reivindicadora de su comercio, de su propiedad? -No, porque D tenía el derecho de hacer lo mismo que C, si hubiese sido más rico que él.
Por la misma razón, el gran propietario A puede decir al pequeño propietario B: «Véndeme tu campo, porque si no te impediré vender el trigo»; y esto sin hacerle el menor daño y sin que B tenga derecho a querellarse. Es evidente que, como A se lo proponga, devorará a B por la sola razón de que es más poderoso que él. Así no es, en razón del derecho de propiedad, por lo que A y C habrán desposeído a B y D, sino por el derecho de la fuerza. Con arreglo al derecho de propiedad, los colindantes A y B, del mismo modo que los comerciantes C y D, nada podrían. Jamás se hubieran desposeído, ni aniquilado, ni enriquecido unos a costa de otros: es el derecho del más fuerte el que ha consumado el acto del despojo.
También por el derecho del más fuerte, el industrial consigue en los salarios la reducción que quiere, y el comerciante rico y el propietario aprovisionado venden sus productos al precio que les place. El industrial dice al obrero: -Eres dueño de prestar en otra parte tus servicios y yo también soy libre de aceptarlos; te ofrezco tanto. El comerciante dice a sus clientes: Sois dueños de vuestro dinero como yo lo soy de mi mercancía; o tomarla o dejarla; quiero tanto por ella. ¿Quién cederá? El más débil.
Por tanto, sin la fuerza, la propiedad sería impotente, por tanto sin la fuerza la propiedad es nula”. Sustituye, o mejor aún, aúna a propiedad el término lucro, y tendrás ante ti una respuesta incuestionable.
Aquiles o no entiendes o no quieres entender, el rechazo de Tucker al lucro, dale el nombre “castellano” o “profit” en inglés, a lo que se refiere es al precio que excede de lo que justamente ha costado elaborar un producto ¿Cómo es posible que observes como algo beneficioso lo que supone un descarado desfalco?, ¿Cómo va la ganancia espuria, injusta y desmedida a limitar la usura cuando es su principal baluarte?, ¿Cómo aumentaran los salarios cuando estos sufran la especulación a la baja, como cuando se puede pagar a un trabajador por menos de lo que ha producido a fin de que el empresario obtenga en tan ansiado lucro, como va a nacer de semejante ciénaga una “sociedad más libre”? Tucker era defensor del Mercado libre porque concebía que tal mercado estaría fundamentado en las bases del Comercio Justo, practicado por los “menesterosos” y sus llamados “amigos de la humanidad” lo veía como un arma contra los Capitalistas y no como un resorte para enriquecerse a costas de las parihuelas ajenas.
¿Puedes entender que las ideas que tú dices defender se hayan inspirado en un espíritu Libertario, sediento de solidaridad y de equidad, de lo que Tucker llamaba la Igualdad de la Libertad, y no por las trasmutaciones a las que los nuevos “Gurús del Mercado” han querido someterlo? La cuestión no es que Tucker se “equivocaba” porque contradice a sus múltiples e interesados “traductores”, a los mismos que tú lees, sino que esas sabandijas desalmadas han manipulado interesadamente a Tucker para que gente como tú solo pueda observarlo tras las lentes del prisma Capitalista y sus diversas herramientas… plantéate sino será tu visión de Tucker la errónea y, en realidad, estas más lejos de él de lo que te atreves a reconocer.
El problema es por tanto, de conceptos, de consecuencias, y lo que es más grave, no solo de tus interpretaciones, sino de tus propios planteamientos personales sobre el lucro, lo otro podría modificarse con una lectura más reflexiva y sosegada, pero si tus ideas personales suponen un “cómodo nido” para la estructura capitalista, ese es un problema que solo tú puedes solucionar. Vayamos a tu ejemplo, que es muestra nítida de ello.
Ese vendedor de zapatos que decide vender allí donde los zapatos son escasos ¿Venderá al mismo precio que allí donde son abundantes? No dices tú, y yo pregunto ¿Por qué si su fabricación le ha costado lo mismo?, ergo, no importa lo que cueste de producir un producto, no importa el trabajo, no importa nada, salvo aprovecharse de la angustia de la gente y sus necesidades imperantes ¿No es así?, piénsalo bien, hablas todo el rato de la situación del vendedor, pero no te has parado a pensar, ni por un instante, en la situación de los compradores, si estos no solo tienen escasez de zapatos sino también de dinero para alcanzar el nuevo elevado precio de este producto ¿Qué harán?, exactamente lo mismo que hoy, solo los más ricos tendrán acceso determinados bienes y los demás no, en conclusión solo una minoría tendrán zapatos, aún que supusieran un articulo apremiantemente necesario, y los demás a andar descalzos. El precio del producto no depende entonces del valor atribuido al mismo (independientemente de cómo quiera tasarse este, por tiempo, esfuerzo colectivo, valor, trabajo o todo lo expuesto y aún más) sino de lo deficitario del bien y la necesidad acuciante del mismo, de la escasez de la demanda y la inmensidad de la demanda, ergo, individuos que necesiten calzado para trabajar, pero que no perciban por su trabajo lo suficiente para comprarlos, o que no puedan producir lo suficiente para adquirirlos, tendrán que contemplar sus lindas ampollas en los pies, pues la Libertad y la igualdad Capitalista consiste en eso, “tanto tienes tanto mereces” máxima estricta” y rigurosamente “igual para todos”, y como decía France: “El capitalismo te concede la libertad de morir bajo un puente de París”.
Pero ¿Qué propones para que esto no pase? Que lleguen más “sangujuelas” a alimentarse de la sangría, y que del efecto de la criba el precio vaya bajando con el aumento de la oferta, y mientras esos pasa, que la gente pobre siga descalza, ahora bien, si esta defensa feroz del lucro no supusiera de por si un despropósito ¿Has pensado que ocurriría cuando la minoría de los comerciantes se dieran cuenta de que pueden subir los precios tanto cuanto quisieran, pues la escasez les ha demostrado que pueden obtener cuantiosas ganancias más allá del precio de costo, ya que tanto la elites privilegiadas están dispuestos a pagar sus abusivos precios, como las clases más populares, crédito mediante, previo pago fragmentado, a plazos y cuotas, y aún desangrados por el mezquino interés que, en loa del mismo lucro, podrán poner los mismos vendedores, o incluso del dudoso ahorro que solo podrán almacenar sacándolo directamente de sus estómagos, también, por imperativo de necesidad, tendrán que apoquinar o morir en el intento? Extrapólalo a el pan, el arroz y la leche y veras a tu “ciencia” irse por el sumidero… llámalo “demagogia”, pues África, o las esquina de mi casa parecen ser “ficciones para populistas”, pero el hambre es real, y las tripas encogidas también y el olor a cadáver, mezcla de marea baja y dulzón resto de víscera sin embutir, también es real.
Es esa la descripción del homicida Lucro, de la necrófaga Usura, y del omnipotente Trust… solo habéis aplaudido al primero, contemplado a la segunda, e ignorado al tercero.
Desde luego que no considero que vuestras propuestas sean un “camelo”, son inofensivas porque las lanzáis vosotros, pero son una realidad que llevan arrojándonos y practicándonos desde el alba del tiempo, yo las sufro diariamente, y desde luego no es mi idea de la anarquía un mundo en el que siga sojuzgado, dominado, y sometido por la voluntad de un agente económico, de un “comprador” que decida cuanto cuesta mi salud, mi bienestar, o mi propia vida, tampoco quiero esperar a que sea las eventuales fluctuaciones que puedan realizar otros, las que me arrojen una migajas, ni que yo misma tenga que entrar en el juego de “estafador” y estafado”, quiero comer cuando quiera, producir cuando quiera, y vivir como y donde quiera, ese es mi simple concepto de Anarquía ¿tanto os cuesta de entenderlo?... desde luego no es esa “masacre autoritaria y voraz” la que planteaba Tucker, pues si aborrecía el lucro era precisamente porque consideraba que solo la competencia liberada del robo y del abuso podrían establecer la igualdad, en el propio mercado, y en la sociedad… abominaba el lucro porque es este el que ha producido este mercado, y esta competencia, este sistema Capitalista y este Estado Capitalizado.
Tú nota editada da muestras de dos cosas, de que no pueden pararse las aspas de molino a golpe de pulmón, y de que por mucho que quieras hacer “historia-ficción” Tucker dijo lo que dijo, y es eso de lo único que es responsable, la idea de que hubiera cambiado en otra circunstancia es algo tan arbitrario que es absurdo contemplarlo, pues seguramente en un sistema anarquista libre e igualitario no hubiera formulado nada de lo expuesto, pero tales divagaciones no aportan nada al debate. En cuanto al “monopolio” del vendedor, es la evidencia que, como el resto, se os escapa de las manos, es el Trust al que no os atrevéis a afrentaros, es el lucro subido a la máxima potencia y llevado a su máximo exponente, la idea de que un individuo pueda determinar a su antojo lo que solo a cada individuo le corresponde decidir, la idea de que un individuo pueda ingerir en las vidas ajenas hasta el punto de decirles cuanto puede consumir y, por ende, cuanto tiempo podrán prolongar su propia vida, es un insulto al propio concepto de libertad y Anarquía, pues es el “ofertante” quién, estableciendo un precio abusivo, tiene la vida del “consumidor” en sus manos, y son los “ofertantes” en “conjura” quienes tienen en sus manos la vida de todos los “consumidores”, quiénes a su vez, inevitablemente han de ser los propios “productores”. La solución de Tucker es clara, el comercio solo se igualara librándolo del lucro, y entonces volvemos a lo de siempre, él no plantea ninguna prohibición, tampoco los Anarco Comunistas la plantean del comercio, el uno, y los otros solo piden su “Abolición”, el uno del lucro, los otros del comercio y la competencia en su conjunto, arrastrando, lógicamente, a toda forma de usura ¿Hablamos de bayonetas caladas y demás? Muchos comunistas libertarios como Hem Day fue siempre de “verbo tranquilo” (pacifista convencido), el propio Tolstoi, individualista filosófico, y profundo partidario del comunismo libertario, también lo era, y Tucker, por su parte, tampoco desentono, no proponía censurar, ni prohibir, ni ninguna medida represiva, solo lo impugnaba, como Warren, como Proudhon, como Spooner, como Godwin, como Greene, Adrew y Heywood, como Armand, Bellegarrigue, como Han Ryner, como Relgis ¿Queréis que siga? Todos estos personajes revocaron con sus palabras la institución del Estado ¿Cómo el medio que postularon fue la paulatina toma de conciencia, la educación o la “razón”, como ninguno de ellos adopto “medida de fuerza alguna” como herramienta para el advenimiento de sus fines, son acaso Estadistas recalcitrantes?, lo dije en mi anterior mensajes, dejad de usar estas tácticas pueriles y abyectas, la negación de Tucker tanto del Estado como del Lucro es sistemática, lo cual no quiere decir violenta o autoritaria… ¿Reclamaba acaso Tucker la aplicación de alguna medida prohibitiva o violenta contra el Monopolio?, entonces según vuestra voz baladí Tucker debió ser un “convencido monopolista”.
Después te dedicas a la descarada manipulación de conceptos, ¿Tanto te cuesta asimilar que Tucker afirmara su motivación para propugnar el mercado libre, la competencia, mediante la destrucción del lucro y la propagación del Comercio Justo podía ser la desaparición de la pobreza considerando que esta debía ser el fundamento que lo impulsara tanto como el efecto que dichas herramientas propiciaran?, ¿Acaso eres incapaz de comprender que un Anarquista, llámale Malatesta, Kropotkin o Libertad, establece para sus objetivos tanto el medio de la Libertad como el fin de la misma, que su móvil principal pueda ser la igualdad tanto como el producto y la consecución de lo que propagan? Aquiles, apréndelo bien, el Anarquista, el que yo y otros tantos hemos concebido, no acepta, ni parcialmente, una diferencia señalable entre lo que hace y lo que quiere, entre lo que busca y lo que debe hacer para conseguirlo, entre la praxis y la teoría, el maquiavelismo queda desterrado del corazón Ácrata no por “imperativo moral”, sino porque sus fibras sensitivas no pueden distinguir ni separar la Libertad que quiere y la Libertad que practica… si no, en el que camino, encontraríamos a un Autoritario con la banderola de la libertad, o alguien imbuido de practicas Libertarias cuyo fin sería la más férrea forma de despotismo, ante tales cosas el Anarquismo es integral, sin periodos intermedios; ideas y hechos han de ser Anarquistas.
Sigues, y permítemelo decirlo sin ganas de ofender, “pataleando” contra la evidencia. Si os definís como “tuckeristas” demostrad las concomitancias o de lo contrario dejad de “ensuciar” nombres ajenos, si sois concientes de que no coincidís dejad de intentar “coger estrellas con las manos” y reconocer que queréis un “titulo ideológico” por el mero “capricho” y no porque guardéis relación alguna con tal “escuela” o tal “pensador”, yo no coincido al 100% con ningún pensador Anarquista, ni con Bakunin, Kropotkin, ni con Malatesta, ni con Grave, ni con Faure, ni con Mauricius, y no tengo la necesidad de llamarme “bakuninista”, “kropotkiano”, etc. Pero no solo por la falta de coincidencia, sino porque me atribuyo la suficiente personalidad como para no darme nombres ajenos, así que, etimológicamente, me denomino “Sin Soberano”, es decir Anarquista, con eso me basta.
Dejad vosotros de buscar similitudes donde solo hay desencuentros, dejar de intentar hacernos comulgar con ruedas de molino, el lucro es un asunto capital en la teoría de Tucker y no algo superfluo o adlátere, (te conmino a leer toda la literatura al respecto, especialmente Nettlau, y sus monografías sobre el Mutualismo americano, y los propios artículos de Tucker en Liberty, quizás de las mejores exposiciones, más frescas y sin empaques, de las conjugaciones que logró realizar de las teorías de Proudhon y Warren, aceradas con su particular y vivo lenguaje), que Tucker defendiera la libre competencia es lo que demuestra tal acervo, pues según sus propias palabras (justamente defendiendo los conceptos de Proudhon ante un economista liberal): “La competencia no es libre, ni los agentes participantes los hacen en buena lid, cuando el lucro inclina la balanza a favor de los poderosos, capaces de establecer a su antojo una competencia inalcanzable y unos precios exorbitados”.
Por lo demás afirmas que: “el lucro es el presupuesto del precio de costo”, cuando realmente es su invalidación, su némesis, su negación, y viceversa, donde existe el lucro como premisa el precio de costo es inalcanzable y donde se obtiene el precio de costo el lucro queda desterrado, es ese el comercio libre que planteaba Tucker, proposición indispensable para que se pudiera competir en igualdad de condiciones, y con la libertad de no verse sometido a la voluntad o presiones de otros comerciantes o directamente abocado a la ruina. Tales son las ideas de Tucker, aunque yo no las comparta.
Me preguntas por tu darwinismo social, la idea de que la suerte de los “débiles” ya este echada, de que los “fuertes” y “productivos” prevalezcan, mientras los incapacitados para producir “mueran”, o se las apañen con la “caridad y la beneficencia” me parece una repugnante muestra de darwinismo social, así te has expresado tú: “Además, el hecho de que unos tuvieran menor capacidad que otros -lo cual es muuuy difícil de medir, dicho sea de paso- no les daría derecho a apoderarse de lo que producen los de mayor capacidad, por lo que ese argumento queda definitivamente fuera de juego”, ergo, la cita de Nietzsche, ya repetida hasta la saciedad. Que los imposibilitado restañen sus propias heridas, que revienten o sobrevivan como puedan, pero que no molesten, nosotros los hoy “vigorosos” les arrojaremos quizás una magnánima limosna, pero que no traten de olisquear nuestras ganancias… tal parece ser tu expresión. Quizás los accidentes te respeten, quizás ya no te acuerdas de cuando fuiste niño, pero si no mueres antes, la vejez siempre estará a tu acecho, si no se te escarchan las sienes con contratiempos y mueres con sosiego y sin renunciar al trabajo, alabaré tu suerte, pero como el cansancio empiece a hacer mella, como los años de “productividad” empiecen a notarse en los huesos, cuando la memoria se trastoque, cuando tu identidad se vaya disolviendo, y tu familia haya desaparecido, se te recordara pertinentemente las ventajas de la “caridad” y la “beneficencia”, y se te impedirá quejarte pues aún tienes el pavimento a modo de sudario.
Demagogia dirás, pues ¡Sal a la Calle y abre los ojos! Te diré yo, esa es la realidad que vivimos, y que los Capitalistas, de corazón e ideas, afirmáis querer reproducir sin problemas. Tal propuesta, “el diablo para el último”, la diga Agamenón, su Porquero, Bakunin o el Zar, me sigue pareciendo deleznable.
Confundes “Ética”, el estudio de la “moral”, de lo que “es recto y virtuoso”, con “ética normativa”, es decir Ley, Coacción y Coerción, lo “obligado” y lo “permitido”. La impugnación de Tucker es “Ética”, pues juzga el lucro, y la conducta de quines lo practican, desde el punto de vista “racional”, es la “Ética” la que determina que “es” o “no” “moral”, mientras que la “moral” (muy vilipendiada por Tucker, “amoralista” de pro, pero podríamos decir que también aplicada) es lo que “subjetivamente” (para mi todo es aplicable a este término), consideramos “bueno, malo, justo o injusto”… por decirlo de alguna manera la “Moral” es una creencia y la “Ética” es la ratificación o refutación de dicha creencia, la que determina si verdaderamente lo que se cree “bueno” lo “es” y viceversa. Por tanto, la negación de Tucker aborda ambos aspectos, pues la condena ética no conlleva necesariamente la aplicación de la fuerza, o la “llamada a las armas”. Si Tucker no apoyaba la “violencia revolucionaria” (aunque la Banda Bonnot llegó a despertar sus simpatías) no era solo por pragmatismo, como Armand era por “anti-autoritariosmo”, ellos creían que aplicar la “fuerza” para “derrocar la fuerza” suponía la instauración de un nuevo Poder. Él considerava que todaq agresión era una ingerencia, una actividad invasiba que menoscababa la Libertad e Individualidades ajenas, y como Georges Darién, consideraba que un Anarquista que empleara la “fuerza” dejaba de serlo. Ahora bien, Tucker consideraba que la aplicación de la “fuerza” como medida de autodefensa no era una herramienta de Autoridad sino de libertad, la “sangre” a la que haces alusión, solo podría “derramarse” para “defenderse” o “hacer valer tus derechos” (palabra por la que tampoco, al igual que Stirner, tenía simpatías) pero no para “agredir”… Tucker, como ya he dicho, era condenadamente contradictorio, y no se planteaba que los Anarquistas de la línea de Chicago a los que tanto reprobaba estaban en situación de “legitima defensa” cuando atacaban la Propiedad y al Estado, y eso de que “propagaron más el anarquismo con sus muertes que con sus gusto por la violencia” hubieran sido palabras olvidadas a las que hoy no tendríamos que señalarles el error y la exageración deliberada.
En consecuencia Tucker condena desde todos los aspectos, llámale moral, ética, racionalidad o sensibilidad, o como gustes, tanto el Lucro como el Estado, baluartes ambos del Capitalismo.
Hablas de Carson como si diciendo que él a “superado a Tucker” todo quedara resuelto, Carson sigue reconociendo el imperante peligro de los Trust ¿En que ha desmentido a Tucker al respecto? Es más, ¿Por qué llevo más de 5 mensajes repitiendo las críticas y temores de Tucker sin que nadie me haya contestado? Carson es muy critico con quienes se creen “amparados” en el Anarquismo y que solo plantean el “libre mercado” que hoy padecemos, el de la insensibilidad sistemática, el de la usura sin disimulo, el del robo de guate blanco, el de la acumulación a raudales y la pobreza a destajo, con los capitalistas de “tomo y lomo”, que aquí y ahora se muestran ciegos ante el Trust, e invocan el nombre del tal Carson para deslegitimar al Tucker que antes “idolatraban”… y tan solo porque Tucker se atrevió a maldecir el lucro y advertirnos frente al Trust.
Sigue llamando “demagogia” a todo argumento que os acuse de postergar la Libertad y la Equidad a la Ganancia, pero esa es solo vuestra cruda realidad, dale el nombre que quieras, que el arte del “nominalismo” no conseguirá modificar lo que sois.
Sino conoces a Warren estúdialo, te he dado cuantiosas pruebas, todos sus hermeneutas así lo ratifican, de que Tucker añadió muy poco a las teorías de Warren, y de que el verdadero “padre” del Mutualismo Americano, con todas las “armas y ambages”, es Warren, si sus teorías te parecen “utópicas” solo estas desacreditando, aún indirectamente, las de Tucker.
Poco más me queda que añadir, sino sois capaces de articular nuevas argumentaciones dejad de ocultar la evidencia con la “niebla” de vuestras intervenciones, os recomiendo nombrar un “porta voz” y así dejareis de repetir un único discurso a través de diez distintas bocas.
“Bajo el régimen de propiedad, las flores de la industria no sirven más que para tejer coronas funerarias. El obrero que trabaja cava su propia fosa”.
Proudhon.
Salud.
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El Hombre Guillotina
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Nihilo si eres incapaz de comprender lo poco que has leído te lo concedo, pero no nos acuses a lo demás de tu marcada obtusidad. ¿Cómo puedes afirmar que no se te ha refutado cuando no te has leído el texto en el que debería refutársete? Eres un “niño irritable”, quieres decir que no te han refutado, simplemente porque tú lo dices, y como no te hagan caso te enfadas y “rompes los juguetes”. Esas tácticas deben ser muy útiles para conseguir un “postre extra” pero para escapar de un debate es solo el recurso de los timoratos y pusilánimes… tu sabrás.
En cuanto a mi y la impugnación que te dedique: Refute tu afirmación de que el Socialismo es un derivado de las teorías liberales, pues demostré que las teorías socialistas preexistían mucho antes de que a Smith se le ocurriera tomar una pluma.
Demostré que el germen de la “teoría del valor laboral” es tan vieja como el Individuo, como Amos, Miqueas y Jeremías, como Aristofanes, como, Ziska, como Müntzer, como Winstanley, como Faigny, Gueudeville y Meslier. Demostré que Proudhon había bosquejado el “valor trabajo” mucho antes de haber leído o tenido acceso de forma integra a la obra de Smith. Demostré que la obra de Smith tampoco era original pues se inspiraba en los mercantilistas y fisiócratas posteriores, como Quesnay (primer autor económico a quién verdaremente leyó Smith), y Calbert, que los Holbach, Helvetius, Graslin, Linguet defendian por la misma época cosas muy similares, y aún algunos de ellos en leguaje socialista.
Me auto cito: “Los teorías ateas no son un producto de la creencia en Dios, ni el Materialismo del Idealismo Metafísico, ni viceversa, tampoco el Individualismo surge de los adalides del Gregarismo, ni las ideas Anarquistas son un reducto del Estatismo, la síntesis “hegeliana” es un “imposible”, la antítesis, la negación, es el origen de dichas teorías y no su reafirmación, ¿Qué sin el efecto no se hubiera ocasionado la causa?, el efecto es la explotación, y si las teorías sociales modernas son la reminiscencia de la 1ª Revolución Industrial y sus nefastas consecuencias sociales, tal y como pensaba el necio de Marx, estaríamos echando por tierra siglos de conatos Revolucionarios y siglos de prototipos de Opresión, desde el despotismo sin nombre, a las oligarquías, el feudalismo, sus monarquías, y las tiranías de toda ralea, que después fuera capitalismo, democracia, bolchevismo, y fascismo, no cambia un ápice la naturaleza de la opresión, los sistemas económicos y políticos, injustos en su propio tronco, podridos hasta la raíz, han sido siempre insalubres, y siempre ha existido la necesidad de revelarse ante ellos, que primero fuera un Diogenes, después un Müntzer, un Meslier, o un Bakunin, que usaran la palabra, la provocación o el fusil, no cambia la pulsión Insurreccional, que los poderes y modelos de opresión se hayan fundamentado en este o aquel presupuesto, no cambia nada, las palabras pueden invocar a Dios o maldecirlo, ser instintivas o conllevar una gran carga teórico-ideológica, pero los presupuestos positivistas y marxistas de que todo corresponde a una infalible cadena histórica de la que solo somos eslabones, la defensa del Socialismo como sustrato del capitalismo, es tan solo un reduccionismo infantil, primero porque una Idea que nace para romper e impugnar otra supondría la negación, el quebranto, y no la espuria continuación de la primera, segundo porque, en este caso concreto, el Socialismo se origino antes de que el Capitalismo pusiera sus zarpas en este mundo, antes de que las teorías liberales lo justificaran, y antes de que los Smith, los Ricardo o los Malthus y compañía se aposentaran y ventilaran sus pestilentes “remaches” del mundo… ¿El Socialismo nace entonces de la opresión? Míralo así si quieres, y la Libertad de la Esclavitud, y la Igualdad de la Estratificación, contémplalo como quieras, para mi la Libertad siempre será causa y efecto, nunca un mero detritus.”
Demostré que Warren no puso en practica las tácticas de Owen, sino que su proceder fue determinado precisamente por la oposición a dichas tácticas, así nos habla el propio Warren: “El fracaso del experimento comunitario de Nueva Armonía durante el período que fue de 1825 a 1827 me llevó a la convicción de que el principio de combinación no funciona bien más allá de los grandes objetivos de la sociedad. Por el contrario, después de una íntima y rigurosa investigación, llegué a la conclusión de que el principio opuesto, el de individualidad y el proceso de DESCONEXIÓN contenían la llave maestra y todo el poder de regeneración y redención necesarias para la solución del gran problema social. De hecho, este principio promete tanto que resulta difícil de creer, la esperanza parece desmesurada”.
Sobre el tema de Warren en sus aspectos “prácticos” vuelvo a citarme: “Si alguien produce por valor de X (monetario y de tiempo según Warren, e inclusive solo de tiempo) y lo vende a X, ¿Por qué no podría alcanzarse el precio de costo, no se vería compensado por el supuesto gasto monetario y recompensado por su trabajo?, no tendrían sentido vender a X+1, pues ese 1 le es arrebatado al vendedor, que no solo pagaría el coste monetario de los materiales, ni el trabajo con el que han sido elaborados (que es donde reside la “justa ganancia”) sino un 1 de más, precio que excede a la que ha comprado, lo cual según Tucker, Warren y Proudhon equivale a comprar una mercancía que no se te ha proporcionado, es decir, es igual a ROBAR.
Demostré que tus afirmaciones de que Proudhon pensaba “sustituir el comercio por la política y las empresas privadas” era algo completamente falso (añadiría ridículo pero no quiero hacer leña del árbol caído: “Las Federaciones no tenían nada de privadas (en ninguna de las etapas de Proudhon), pues podían pertenecer a ellas todos los trabajadores que quisieran tan solo con cambiar su categoría laboral y ceder a otro su medio de producción desocupado, o su propio puesto en la correspondiente federación, o más simplemente, reintegraba su vacante o medio (fuera tierra, maquinaria o util) a la sociedad que esta volvía a ofrecer en usufructo a quién lo solicitara… en cuanto a esta afirmación: “el comercio que suplantaría la política”, no se como no te da verdadera vergüenza exponer tales incongruencias, a mi me produce vergüenza ajena oírtelas decir… Proudhon era infinitamente más reacio al libre comercio que cualquier otro Mutualista, él igual que lo demás, solo creía en un comercio bajo el precio de costo, pero él si creía que la sociedad debía de intervenir, si esto no se producía, expropiando al usurero y evitando que se enriqueciera a costa del conjunto… te expongo aquí algunas opiniones de Proudhon sobre el comercio: “Toda transacción tiene por objeto un cambio de productos o de servicios, y puede, por tanto, ser calificarla de acto de comercio. Quien dice comercio, dice cambio de valores iguales, porque si los valores no son iguales y el contratante perjudicado lo advierte, no consentirá el cambio y no habrá comercio. El comercio sólo existe entre hombres libres; por consiguiente, no habrá comercio si la transacción se realiza con violencia o fraude.
Es libre el hombre que está en el uso de su razón y de sus facultades, que no obra cegado por la pasión ni obligado o impedido por el miedo, ni arrastrado por el error.
Hay, pues, en todo cambio obligación moral de que ninguno de los contratantes se beneficie en perjuicio del otro. El comercio, para ser legítimo y verdadero, debe estar exento de toda desigualdad; ésta es la primera condición del comercio. La segunda es que sea voluntario, es decir, que las partes transijan con libertad y pleno conocimiento.
Por tanto, defino el comercio o el cambio diciendo que es un acto de sociedad.
El esclavo que vende su mujer por un cuchillo, sus hijos por unos pedazos de vidrio, y aun su propia persona por una botella de aguardiente, no es libre. El tratante de carne humana que con él comercia, no es su asociado, sino su enemigo. El obrero civilizado que vende su energía muscular por un trozo de pan, que edifica un palacio para dormir él en una buhardilla, que fabrica las telas más preciadas para ir vestido de harapos, que produce de todo para no disfrutar de nada, no es libre. El amo para quien trabaja, no siendo su asociado por el cambio de salario y de servicios que entre ellos se realiza, es su enemigo.
El soldado que sirve a su patria por temor, no es libre. Sus camaradas y sus jefes, ministros u órganos de la justicia militar, son todos sus enemigos. El labriego que trabaja en arriendo las tierras; Sus enemigos son los propietarios, los capitalistas, el Estado.
Devolved a los hombres la libertad, iluminad su inteligencia a fin de que conozcan el alcance de sus contratos, y veréis la más perfecta igualdad inspirando sus cambios, sin consideración alguna a la superioridad de talentos. Reconoceréis entonces que en el orden de las ideas comerciales, es decir, en la esfera de la sociedad, la palabra superioridad carece de sentido.”
Demostré la invalidación radical que Tucker mantenía del lucro, su línea directa con Proudhon y Warren, demuestro que tu “insensibilidad y clasismo” personal no puede ser achacado a Tucker pues, el no propone la “libre competencia” para disminuir los salarios y empobrecer a los obreros: “Él dice textualmente: “Creían en la libre competencia entre los trabajadores para reducir sus salarios, pero no en la libre competencia entre los capitalistas para reducir su usura. El laissez-faire era bueno para el trabajo pero no para el capital. Cómo corregir esta inconsistencia, cómo someter a los capitalistas a la competencia, como poner al capital al servicio tanto del hombre de negocios como del trabajador al precio de costo, o sea libre de usura, ese era el problema”, tienes que ser rematadamente obtuso para no comprenderlo... Es decir que si yo digo que “la propiedad privada solo reporta beneficio a quienes emplean la usura” ¿Estaría defendiendo la propiedad privada solo si se hace ejercicio de usura? Lo que viene a decir nos Tucker es que la aplicación de la competencia en el terreno laboral a empobrecido a las trabajadores sumiéndolos en la miseria (cosa a la que él, por si no te has dado cuenta, se opone), mientras que los capitalistas han mantenido la competencia fuera de sus bienes, pues para ellos solo es buena cuando hace bajar los salarios y pauperiza a los obreros, y no cuando hace bajar el precio de sus mercancías ¿De donde sacas ese disparate de que Tucker apoya que mediante la competencia los obreros se arruinen por la bajada cada vez más acentuada de sus salarios?, solo lees lo que quieres leer, no es cuestión de una capacidad nula o limitada, sino que la necesidad de justificar tu clasismo y elitismo en una teoría elaborada, te mueve en endosarle a Tucker las ideas que tienes incrustadas en tu raquítico ideario”.
En base a todo lo expuesto tu pretensión de que Mutualismo y Capitalismo (pues solo te has basado para reafirmarlo en una ficticia reinvención de la “historia de la economía y las ideologías”, he de añadir que bastante mediocre) queda totalmente invalidada. Tu pobre comentario solo comentaba puros artificios “históricos”, y era desde luego indigno de ser “refutado” aún así tuve la deferencia, e impotente ante tu propia incapacidad reclamas lo que ya hace rato pulverizo todos y cada uno de tus planteamientos. Recurre ahora, más allá de la “historias de las ideas” a asaltar las ideas mismas, trata, con tu misérrima alquimia, de unir Mutualismo y Capitalismo, expón tus desnutridos planteamientos, que abordaré el debate teórico que has rehuido con sumo gusto… eso sí, espero entonces que todos aquellos que se llaman “Mutualistas” reúnan el valor suficiente para negarte que Capitalismo y Mutualismo sean la misma cosa… de lo contrario solo habrán conseguido retratarse públicamente y ante si mismos.
En cuanto a que eres un Capitalista, liberal y no LIBERTARIO, reaccionario y conservador hasta la última fibra de tus entrañas, eso no hacía falta que lo aseguraras, aquí ya todos lo sabían.
“Hace falta, además, tener en cuenta que por una parte los burgueses, es decir, los propietarios, se encuentran siempre al borde de declararse la guerra, de devorarse unos a otros, y, por la otra, que el gobierno, en cuanto hijo, esclavo y protector de la burguesía, como todo siervo, tiende a emanciparse, y como todo protector, tiende a dominar a su protegido. De allí este juego de balanza - esos estirones, esas concesiones acordadas y retiradas, esa busca de aliados entre los conservadores para combatir al pueblo -, juego que constituye la ciencia de los gobernantes y que crea ilusiones en los inocentes y los perezosos, que esperan siempre que su salud llegue de arriba.”
Errico Malatesta.
Salud.
En cuanto a mi y la impugnación que te dedique: Refute tu afirmación de que el Socialismo es un derivado de las teorías liberales, pues demostré que las teorías socialistas preexistían mucho antes de que a Smith se le ocurriera tomar una pluma.
Demostré que el germen de la “teoría del valor laboral” es tan vieja como el Individuo, como Amos, Miqueas y Jeremías, como Aristofanes, como, Ziska, como Müntzer, como Winstanley, como Faigny, Gueudeville y Meslier. Demostré que Proudhon había bosquejado el “valor trabajo” mucho antes de haber leído o tenido acceso de forma integra a la obra de Smith. Demostré que la obra de Smith tampoco era original pues se inspiraba en los mercantilistas y fisiócratas posteriores, como Quesnay (primer autor económico a quién verdaremente leyó Smith), y Calbert, que los Holbach, Helvetius, Graslin, Linguet defendian por la misma época cosas muy similares, y aún algunos de ellos en leguaje socialista.
Me auto cito: “Los teorías ateas no son un producto de la creencia en Dios, ni el Materialismo del Idealismo Metafísico, ni viceversa, tampoco el Individualismo surge de los adalides del Gregarismo, ni las ideas Anarquistas son un reducto del Estatismo, la síntesis “hegeliana” es un “imposible”, la antítesis, la negación, es el origen de dichas teorías y no su reafirmación, ¿Qué sin el efecto no se hubiera ocasionado la causa?, el efecto es la explotación, y si las teorías sociales modernas son la reminiscencia de la 1ª Revolución Industrial y sus nefastas consecuencias sociales, tal y como pensaba el necio de Marx, estaríamos echando por tierra siglos de conatos Revolucionarios y siglos de prototipos de Opresión, desde el despotismo sin nombre, a las oligarquías, el feudalismo, sus monarquías, y las tiranías de toda ralea, que después fuera capitalismo, democracia, bolchevismo, y fascismo, no cambia un ápice la naturaleza de la opresión, los sistemas económicos y políticos, injustos en su propio tronco, podridos hasta la raíz, han sido siempre insalubres, y siempre ha existido la necesidad de revelarse ante ellos, que primero fuera un Diogenes, después un Müntzer, un Meslier, o un Bakunin, que usaran la palabra, la provocación o el fusil, no cambia la pulsión Insurreccional, que los poderes y modelos de opresión se hayan fundamentado en este o aquel presupuesto, no cambia nada, las palabras pueden invocar a Dios o maldecirlo, ser instintivas o conllevar una gran carga teórico-ideológica, pero los presupuestos positivistas y marxistas de que todo corresponde a una infalible cadena histórica de la que solo somos eslabones, la defensa del Socialismo como sustrato del capitalismo, es tan solo un reduccionismo infantil, primero porque una Idea que nace para romper e impugnar otra supondría la negación, el quebranto, y no la espuria continuación de la primera, segundo porque, en este caso concreto, el Socialismo se origino antes de que el Capitalismo pusiera sus zarpas en este mundo, antes de que las teorías liberales lo justificaran, y antes de que los Smith, los Ricardo o los Malthus y compañía se aposentaran y ventilaran sus pestilentes “remaches” del mundo… ¿El Socialismo nace entonces de la opresión? Míralo así si quieres, y la Libertad de la Esclavitud, y la Igualdad de la Estratificación, contémplalo como quieras, para mi la Libertad siempre será causa y efecto, nunca un mero detritus.”
Demostré que Warren no puso en practica las tácticas de Owen, sino que su proceder fue determinado precisamente por la oposición a dichas tácticas, así nos habla el propio Warren: “El fracaso del experimento comunitario de Nueva Armonía durante el período que fue de 1825 a 1827 me llevó a la convicción de que el principio de combinación no funciona bien más allá de los grandes objetivos de la sociedad. Por el contrario, después de una íntima y rigurosa investigación, llegué a la conclusión de que el principio opuesto, el de individualidad y el proceso de DESCONEXIÓN contenían la llave maestra y todo el poder de regeneración y redención necesarias para la solución del gran problema social. De hecho, este principio promete tanto que resulta difícil de creer, la esperanza parece desmesurada”.
Sobre el tema de Warren en sus aspectos “prácticos” vuelvo a citarme: “Si alguien produce por valor de X (monetario y de tiempo según Warren, e inclusive solo de tiempo) y lo vende a X, ¿Por qué no podría alcanzarse el precio de costo, no se vería compensado por el supuesto gasto monetario y recompensado por su trabajo?, no tendrían sentido vender a X+1, pues ese 1 le es arrebatado al vendedor, que no solo pagaría el coste monetario de los materiales, ni el trabajo con el que han sido elaborados (que es donde reside la “justa ganancia”) sino un 1 de más, precio que excede a la que ha comprado, lo cual según Tucker, Warren y Proudhon equivale a comprar una mercancía que no se te ha proporcionado, es decir, es igual a ROBAR.
Demostré que tus afirmaciones de que Proudhon pensaba “sustituir el comercio por la política y las empresas privadas” era algo completamente falso (añadiría ridículo pero no quiero hacer leña del árbol caído: “Las Federaciones no tenían nada de privadas (en ninguna de las etapas de Proudhon), pues podían pertenecer a ellas todos los trabajadores que quisieran tan solo con cambiar su categoría laboral y ceder a otro su medio de producción desocupado, o su propio puesto en la correspondiente federación, o más simplemente, reintegraba su vacante o medio (fuera tierra, maquinaria o util) a la sociedad que esta volvía a ofrecer en usufructo a quién lo solicitara… en cuanto a esta afirmación: “el comercio que suplantaría la política”, no se como no te da verdadera vergüenza exponer tales incongruencias, a mi me produce vergüenza ajena oírtelas decir… Proudhon era infinitamente más reacio al libre comercio que cualquier otro Mutualista, él igual que lo demás, solo creía en un comercio bajo el precio de costo, pero él si creía que la sociedad debía de intervenir, si esto no se producía, expropiando al usurero y evitando que se enriqueciera a costa del conjunto… te expongo aquí algunas opiniones de Proudhon sobre el comercio: “Toda transacción tiene por objeto un cambio de productos o de servicios, y puede, por tanto, ser calificarla de acto de comercio. Quien dice comercio, dice cambio de valores iguales, porque si los valores no son iguales y el contratante perjudicado lo advierte, no consentirá el cambio y no habrá comercio. El comercio sólo existe entre hombres libres; por consiguiente, no habrá comercio si la transacción se realiza con violencia o fraude.
Es libre el hombre que está en el uso de su razón y de sus facultades, que no obra cegado por la pasión ni obligado o impedido por el miedo, ni arrastrado por el error.
Hay, pues, en todo cambio obligación moral de que ninguno de los contratantes se beneficie en perjuicio del otro. El comercio, para ser legítimo y verdadero, debe estar exento de toda desigualdad; ésta es la primera condición del comercio. La segunda es que sea voluntario, es decir, que las partes transijan con libertad y pleno conocimiento.
Por tanto, defino el comercio o el cambio diciendo que es un acto de sociedad.
El esclavo que vende su mujer por un cuchillo, sus hijos por unos pedazos de vidrio, y aun su propia persona por una botella de aguardiente, no es libre. El tratante de carne humana que con él comercia, no es su asociado, sino su enemigo. El obrero civilizado que vende su energía muscular por un trozo de pan, que edifica un palacio para dormir él en una buhardilla, que fabrica las telas más preciadas para ir vestido de harapos, que produce de todo para no disfrutar de nada, no es libre. El amo para quien trabaja, no siendo su asociado por el cambio de salario y de servicios que entre ellos se realiza, es su enemigo.
El soldado que sirve a su patria por temor, no es libre. Sus camaradas y sus jefes, ministros u órganos de la justicia militar, son todos sus enemigos. El labriego que trabaja en arriendo las tierras; Sus enemigos son los propietarios, los capitalistas, el Estado.
Devolved a los hombres la libertad, iluminad su inteligencia a fin de que conozcan el alcance de sus contratos, y veréis la más perfecta igualdad inspirando sus cambios, sin consideración alguna a la superioridad de talentos. Reconoceréis entonces que en el orden de las ideas comerciales, es decir, en la esfera de la sociedad, la palabra superioridad carece de sentido.”
Demostré la invalidación radical que Tucker mantenía del lucro, su línea directa con Proudhon y Warren, demuestro que tu “insensibilidad y clasismo” personal no puede ser achacado a Tucker pues, el no propone la “libre competencia” para disminuir los salarios y empobrecer a los obreros: “Él dice textualmente: “Creían en la libre competencia entre los trabajadores para reducir sus salarios, pero no en la libre competencia entre los capitalistas para reducir su usura. El laissez-faire era bueno para el trabajo pero no para el capital. Cómo corregir esta inconsistencia, cómo someter a los capitalistas a la competencia, como poner al capital al servicio tanto del hombre de negocios como del trabajador al precio de costo, o sea libre de usura, ese era el problema”, tienes que ser rematadamente obtuso para no comprenderlo... Es decir que si yo digo que “la propiedad privada solo reporta beneficio a quienes emplean la usura” ¿Estaría defendiendo la propiedad privada solo si se hace ejercicio de usura? Lo que viene a decir nos Tucker es que la aplicación de la competencia en el terreno laboral a empobrecido a las trabajadores sumiéndolos en la miseria (cosa a la que él, por si no te has dado cuenta, se opone), mientras que los capitalistas han mantenido la competencia fuera de sus bienes, pues para ellos solo es buena cuando hace bajar los salarios y pauperiza a los obreros, y no cuando hace bajar el precio de sus mercancías ¿De donde sacas ese disparate de que Tucker apoya que mediante la competencia los obreros se arruinen por la bajada cada vez más acentuada de sus salarios?, solo lees lo que quieres leer, no es cuestión de una capacidad nula o limitada, sino que la necesidad de justificar tu clasismo y elitismo en una teoría elaborada, te mueve en endosarle a Tucker las ideas que tienes incrustadas en tu raquítico ideario”.
En base a todo lo expuesto tu pretensión de que Mutualismo y Capitalismo (pues solo te has basado para reafirmarlo en una ficticia reinvención de la “historia de la economía y las ideologías”, he de añadir que bastante mediocre) queda totalmente invalidada. Tu pobre comentario solo comentaba puros artificios “históricos”, y era desde luego indigno de ser “refutado” aún así tuve la deferencia, e impotente ante tu propia incapacidad reclamas lo que ya hace rato pulverizo todos y cada uno de tus planteamientos. Recurre ahora, más allá de la “historias de las ideas” a asaltar las ideas mismas, trata, con tu misérrima alquimia, de unir Mutualismo y Capitalismo, expón tus desnutridos planteamientos, que abordaré el debate teórico que has rehuido con sumo gusto… eso sí, espero entonces que todos aquellos que se llaman “Mutualistas” reúnan el valor suficiente para negarte que Capitalismo y Mutualismo sean la misma cosa… de lo contrario solo habrán conseguido retratarse públicamente y ante si mismos.
En cuanto a que eres un Capitalista, liberal y no LIBERTARIO, reaccionario y conservador hasta la última fibra de tus entrañas, eso no hacía falta que lo aseguraras, aquí ya todos lo sabían.
“Hace falta, además, tener en cuenta que por una parte los burgueses, es decir, los propietarios, se encuentran siempre al borde de declararse la guerra, de devorarse unos a otros, y, por la otra, que el gobierno, en cuanto hijo, esclavo y protector de la burguesía, como todo siervo, tiende a emanciparse, y como todo protector, tiende a dominar a su protegido. De allí este juego de balanza - esos estirones, esas concesiones acordadas y retiradas, esa busca de aliados entre los conservadores para combatir al pueblo -, juego que constituye la ciencia de los gobernantes y que crea ilusiones en los inocentes y los perezosos, que esperan siempre que su salud llegue de arriba.”
Errico Malatesta.
Salud.
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Sólo como un inciso:
En este caso supongo que será porque este tema está para establecer si se nos echa o no. Por ello, lo normal es que en este caso los que argumenten en contra de nosotros serán aquellos que no están en la lista, y por lo tanto, contra los que sea lógico echar nuestras "balas", si quieres llamarlo así. Se ha establecido la diferencia entre ambos grupos, pero atacarlos es otra cosa, que si te fijas llevamos más de setecientos mensajes en este tema y eso sin ataques entre los "denunciados". A mí me parece de los más normal.Por qué vuestras balas se han dirigido contra Kolokada, Aquitania, Regan, o Xell y no contra Nihilo o Stewie?
Esto es falso. Es cierto cuando no se genera más riqueza y la mayoría ha de quitar a los de la minoría. Si la mayoría o la minoría genera más riqueza sin tomar del otro grupo, entonces no se lo empobrece, al menos de una forma absoluta (si tomas los valores relativos es otra historia). Aún así, el lucro en sí no es malo, sino que lo que puedas hacer con él puede ser malo o no. Si tienes un billón de euros pero los escondes y no los utilizas, o utilizas los billetes de 500 para empapelar tu piso, no hay ningún problema. La cosa es si lo utilizas para montar una corporación, asalariar a cientos de personas... Luego el tener más no hace que hagas alg malo. Por supuesto, en el esquema planteado por ese libre mercado la diferencia de riqueza no será grande, por todo lo explicado anteriormente de la propiedad no exclusiva de la tierra (que supongo que te habrás leído). Los que puedan generar más serán tal vez gente que innove y cree algo nuevo, aunque es casi seguro que salgan competidores en el asunto (por ejemplo el creador de mp5s, o algo así). No creo que esto le gustara a ningún Rockefeller o Rothschild, ya que se les expropiaría todo.Si una minoría se enriquece la mayoría se empobrece, esto es axiomático
Me parece que te equivocas. Unos suben el precio, pero con que uno sólo baje el precio los otros se joden. Además, hemos dejado claro que nada de monopolios ni oligopolios, ni uno ni cinco. Que todos puedan. Por otro lado, como dijo Marco, los recursos naturales se podrían colectivizar, o al menos aquellos que extraes directamente (por ejemplo minerales, madera y otros).Pero ¿Qué propones para que esto no pase? Que lleguen más “sanguijuelas” a alimentarse de la sangría, y que del efecto de la criba el precio vaya bajando con el aumento de la oferta, y mientras esos pasa, que la gente pobre siga descalza, ahora bien, si esta defensa feroz del lucro no supusiera de por si un despropósito ¿Has pensado que ocurriría cuando la minoría de los comerciantes se dieran cuenta de que pueden subir los precios tanto cuanto quisieran, pues la escasez les ha demostrado que pueden obtener cuantiosas ganancias más allá del precio de costo, ya que tanto la elites privilegiadas están dispuestos a pagar sus abusivos precios, como las clases más populares, crédito mediante, previo pago fragmentado, a plazos y cuotas, y aún desangrados por el mezquino interés que, en loa del mismo lucro, podrán poner los mismos vendedores, o incluso del dudoso ahorro que solo podrán almacenar sacándolo directamente de sus estómagos, también, por imperativo de necesidad, tendrán que apoquinar o morir en el intento? Extrapólalo a el pan, el arroz y la leche y veras a tu “ciencia” irse por el sumidero… llámalo “demagogia”, pues África, o las esquina de mi casa parecen ser “ficciones para populistas”, pero el hambre es real, y las tripas encogidas también y el olor a cadáver, mezcla de marea baja y dulzón resto de víscera sin embutir, también es real.
A los osados pertenece el futuro
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Ah, ¿y podrías ser un poquitín más conciso? Que uno se pierde entre tanta línea.
A los osados pertenece el futuro
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El Hombre Guillotina
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
En cuanto a quienes han afirmado que Proudhon dijo que la “Propiedad es un Robo” en un contexto “muy concreto”, se equivocan de parte a parte, los primeros 10 años de su vida intelectual los dedico a tal acervo, sus primeras, y para muchos, más grandes obras, se dedicaron a demostrar como la Propiedad era imposible o era un Robo, fue después de la Revolución cuando creyó que ante la “absorción del Estado Napoleónico” esta podría garantizar la libertad de Individuo, pero sin embargo, nunca dejó de abogar por la posesión, por el usufructo, como un método más equitativo para tiempos más propicios.
He aquí algunas muestras de su condena irreductible a la Propiedad: “Si tuviese que contestar la siguiente pregunta: ¿Qué es la esclavitud? y respondiera en pocas palabras: Es el asesinato, mi pensamiento se aceptaría desde luego. No necesitaría de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarle.
¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta qué es la propiedad, diciendo concretamente la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación primera?
Me decido discutir el principio mismo de nuestro gobierno y de nuestras instituciones, la propiedad; estoy en mi derecho.
Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, originado por la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas con entusiasmo. Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa. ¿Se me puede censurar por ello? ¿Cuántos comentarios producirán estas afirmaciones?
¡La propiedad es el robo! ¡He ahí el toque de rebato del 93! ¡La turbulenta agitación de las revoluciones! […]
Todos los hombres, en efecto, creen y sienten que la igualdad de condiciones es idéntica a la igualdad de derechos: que propiedad y robo son términos sinónimos; que toda preeminencia social otorgada, o mejor dicho, usurpada so pretexto de superioridad de talento y de servicio, es iniquidad y latrocinio: todos los hombres, afirmo yo, poseen estas verdades en la intimidad de su alma; se trata simplemente de hacer que las adviertan […]
¿Es justa la desigualdad política y civil? Unos responden, sí; otros, no. A los primeros contestaría que, cuando el pueblo abolió todos los privilegios de nacimiento y de casta, les pareció bien la reforma, probablemente porque les beneficiaba. ¿Por qué razón, pues, no quieren hoy que los privilegios de la fortuna desaparezcan como los privilegios de la jerarquía y de la sangre? A esto replican que la desigualdad política es inherente a la propiedad, y que sin la propiedad no hay sociedad posible. Por ello la cuestión planteada se resuelve en la de la propiedad. A los segundos me limito a hacer esta observación: Si queréis implantar la igualdad política, abolid la propiedad; si no lo hacéis, ¿por qué os quejáis?
¿Es justa la propiedad? Todo el mundo responde sin vacilación: «Sí, la propiedad es justa.» Digo todo el mundo, porque hasta el presente creo que nadie ha respondido con pleno convencimiento: «No.» […]
Llegaremos bien pronto a reconocer que todos los razonamientos imaginados para defender la propiedad, cualesquiera que sean, concluyen siempre necesariamente en la igualdad, o lo que es lo mismo, en la negación de la propiedad. […]
Impugnación de la Propiedad considerada como Derecho Natural: “El derecho romano definía la propiedad como el derecho de usar y de abusar de las cosas en cuanto lo autorice la razón del derecho. Se ha pretendido justificar la palabra abusar, diciendo que significa, no el abuso insensato e inmoral, sino solamente el dominio absoluto. Distinción vana, imaginada para la santificación de la propiedad, sin eficacia contra los excesos de su disfrute, los cuales no previene ni reprime. El propietario es dueño de dejar pudrir los frutos en su árbol, de sembrar sal en su campo, de ordeñar sus vacas en la arena, de convertir una viña en erial y de transformar una huerta en monte. ¿Todo esto es abuso, sí o no? En materia de propiedad el uso y el abuso se confunden necesariamente. […]
En la propiedad se distingue: 1.-, la propiedad pura y simple, el derecho señorial sobre la cosa, y 2.-, la posesión. «La posesión -dice Duranton- es una cuestión de hecho, no de derecho.» Y Toullier: «La propiedad es un derecho, una facultad legal; la posesión es un hecho.» El arrendatario, el colono, el mandatario, el usufructuario, son poseedores; el señor que arrienda, que cede el uso, el heredero que sólo espera gozar la cosa al fallecimiento de un usufructuario, son propietarios.
De la distinción de la posesión y de la propiedad nacen dos especies de derechos: el derecho en la cosa, por el cual puedo reclamar la propiedad que me pertenece de cualquiera en cuyo poder la encuentre; y el derecho a la cosa, por el cual solicito que se me declare propietario. En el caso, la posesión y la propiedad están reunidas; en ello, sólo existe la nuda propiedad.
Esta distinción es el fundamento de la conocida división del juicio en posesorio y petitorio, verdaderas categorías de la jurisprudencia, pues la comprenden totalmente en su inmensa jurisdicción. Petitorio se denomina el juicio que hace relación a su propiedad; posesorio el relativo a la posesión. Al escribir estas páginas contra la propiedad, insto en favor de toda la sociedad una acción petitoria y pruebo que los que hoy nada poseen son propietarios por el mismo titulo que los que todo lo poseen, pero en vez de pedir que la propiedad sea repartida entre todos, solicito que, como medida de orden público, sea abolida para todos.
Ejercitaremos entonces una acción posesoria, a fin de obtener nuestra reintegración en el disfrute de los bienes, que el actual derecho de propiedad nos arrebata. […]
La Declaración de los derechos del hombre ha colocado el de propiedad entre los llamados naturales e imprescriptibles, que son, por este orden, los cuatro siguientes: libertad, igualdad, propiedad y seguridad individual. ¿Qué método han seguido los legisladores del 93 para hacer esta enumeración? Ninguno; fijaron esos principios y disertaron sobre la soberanía y las leyes de un modo general y según su particular opinión. Todo lo hicieron a tientas, ligeramente.
A creer a Toullier, «los derechos absolutos pueden reducirse a tres: seguridad, libertad, propiedad». ¿Por qué ha eliminado la igualdad? ¿Será porque la libertad la supone, o porque la propiedad la rechaza? El autor del Derecho civil comentado nada dice sobre ello; no ha sospechado siquiera que ahí está el punto de discusión.
Pero si se comparan entre sí estos tres o cuatro derechos, se observa que la propiedad en nada se parece a los otros; que para la mayor parte de los ciudadanos sólo existe en potencia como facultad dormida y sin ejercicio; que para los que la disfrutan es susceptible de determinadas transacciones y modificaciones que repugnan a la cualidad de derecho natural que a la propiedad se atribuye; y, en fin, que todo el mundo, espontánea y unánimemente, la juzga quimérica.
La libertad es inviolable. Yo no puedo vender ni enajenar mi libertad. Todo contrato, toda estipulación que tenga por objeto la enajenación o la suspensión de la libertad es nulo; el esclavo que pisa tierra de libertad es en el mismo instante libre. […]
Del mismo modo, la igualdad no admite restricción ni excepción. […]
Lo mismo puede afirmarse respecto al derecho de seguridad personal. […]
¡Cuánta diferencia en la propiedad! Codiciada por todos, no está reconocida por ninguno. […]Nos encontramos en este punto muy lejos del derecho de propiedad absoluto e inalienable. ¡Así están el pobre y el rico en constante situación de desconfianza y de guerra! ¿Y por qué se hacen la guerra? Por la propiedad: ¡de suerte que la propiedad tiene por consecuencia necesaria la guerra a la propiedad ... !La libertad y la seguridad del rico no estorban a la libertad y a la seguridad del pobre; lejos de ello, pueden fortalecerse recíprocamente. Pero el derecho de propiedad del primero tiene que estar incesantemente defendido contra el instinto de propiedad del segundo. ¡Qué contradicción!
Concretando: la libertad es un derecho absoluto, porque es al hombre, como la impenetrabilidad a la materia, una condición sine qua non de su existencia. La igualdad es un derecho absoluto, porque sin igualdad no hay sociedad. La seguridad personal es un derecho absoluto, porque, a juicio de todo hombre, su libertad y su existencia son tan preciosas como las de cualquiera otro. Estos tres derechos son absolutos, es decir, no susceptibles de aumento ni disminución, porque en la sociedad cada asociado recibe tanto como da, libertad por libertad, igualdad por igualdad, seguridad por seguridad, cuerpo por cuerpo, alma por alma, a vida y a muerte.
Pero la propiedad, según su razón etimológica y la doctrina de la jurisprudencia, es un derecho que vive fuera de la sociedad, pues es evidente que si los bienes de propiedad particular fuesen bienes sociales, las condiciones serán iguales para todos, y supondría una contradicción decir: La propiedad es el derecho que tiene el hombre de disponer de la manera más absoluta de unos bienes que son sociales.
Por consiguiente, si estamos asociados para la libertad, la igualdad y la seguridad, no lo estamos para la propiedad.
Luego si la propiedad es un derecho natural, este derecho natural no es social, sino antisocial. Propiedad y sociedad son conceptos que se rechazan recíprocamente; es tan difícil asociarlos como unir dos imanes por sus polos semejantes.
Por eso, o la sociedad mata a la propiedad o ésta á aquélla.
Si la propiedad es un derecho natural, absoluto, imprescriptible e inalienable, ¿por qué en todos los tiempos ha preocupado tanto su origen? Este es todavía uno de los caracteres que la distinguen. ¡El origen de un derecho natural! ¿Y quién ha investigado jamás el origen de los derechos de libertad, de seguridad y de igualdad? Existen por la misma razón que nosotros mismos, nacen, viven y mueren con nosotros. Otra cosa sucede, ciertamente, con la propiedad. Por imperio de la ley, la propiedad existe aún sin propietario, como facultad sin sujeto; lo mismo existe para el que aún no ha nacido que para el octogenario. Y entretanto, a pesar de estas maravillosas prerrogativas que parecen derivar de lo eterno, no ha podido esclarecerse jamás de dónde procede la propiedad. Los doctores están contradiciéndose todavía. Sólo acerca de un punto están de acuerdo: en que la justificación del derecho de propiedad depende de la autenticidad de su origen. Pero esta mutua conformidad a todos perjudica, porque ¿cómo han acogido tal derecho sin haber dilucidado antes la cuestión de su origen?
Impugnación de la Propiedad como fundamentada en la ocupación: “El derecho de ocupación o del primer ocupante es el que nace de la posesión actual, física, efectiva de la cosa. Si yo ocupo un terreno, se presume que soy su dueño en tanto que no se demuestre lo contrario. Obsérvese que originariamente tal derecho no puede ser legítimo, sino en cuanto es recíproco. En esto están conformes los jurisconsultos.
Cicerón compara la tierra a un amplio teatro: Quemadmodum theatrum cum commune sit, rente tamen dici potest ejus esse eum locum quem quisque occuparit. En este pasaje se encierra toda la filosofía que la antigüedad nos ha dejado acerca del origen de la propiedad. El teatro -dice Cicerón- es común a todos; y, sin embargo, cada uno llama suyo al lugar que ocupa; lo que equivale a decir que cada sitio se tiene en posesión, no en propiedad. Esta comparación destruye la propiedad y supone por otra parte la igualdad. ¿Puede ocupar simultáneamente en un teatro un lugar en la sala, otro en los palcos y otro en el paraíso? En modo alguno, a no tener tres cuerpos como Géryen, o existir al mismo tiempo en tres distintos lugares, como se cuenta del mago Apolonio.
Nadie tiene derecho más que a lo necesario, según Cicerón: tal es la interpretación exacta de su famoso axioma «a cada uno lo que le corresponde», axioma que se ha aplicado con indebida amplitud. Lo que a cada uno corresponde no es lo que cada uno puede poseer, sino lo que tiene derecho a poseer. ¿Pero qué es lo que tenemos derecho a poseer? Lo que baste a nuestro trabajo y a nuestro consumo. Lo demuestra la comparación que Cicerón hacía entre la tierra y un teatro. Bien está que cada uno se coloque en su sitio como quiera, que lo embellezca y mejore, si puede; pero su actividad no debe traspasar nunca el límite que le separa del vecino. La doctrina de Cicerón va derecha a la igualdad; porque siendo la ocupación una mera tolerancia, si la tolerancia es mutua (y no puede menos de serlo), las posesiones han de ser iguales.
Grotius acude a la historia; pero desde luego es extraño su modo de razonar, porque ¿a qué buscar el origen de un derecho que se llama natural fuera de la Naturaleza? Ese es el método de los antiguos. El hecho existe, luego es necesario; siendo necesario, es justo, y, por tanto, sus antecedentes son justos también. Examinemos, sin embargo, la cuestión según la plantea Grotius:
«Primitivamente, todas las cosas eran comunes e indivisas: constituían el patrimonio de todos ... » No leamos más: Grotius refiere cómo esta comunidad primitiva acabó por la ambición y la concupiscencia, cómo a la edad de oro sucedió la de hierro, etc. De modo que la propiedad tendría su origen primero en la guerra y la conquista, después en los tratados y en los contratos. Pero o estos pactos distribuyeron los bienes por partes iguales, conforme a la comunidad primitiva, única regla de distribución que los primeros hombres podían conocer, y entonces la cuestión del origen de la propiedad se presenta en estos términos: ¿cómo ha desaparecido la igualdad algún tiempo después? o esos tratados y contratos fueron impuestos por violencia y aceptados por debilidad, y en este caso son nulos, no habiéndoles podido convalidar el consentimiento tácito de la posteridad, y entonces vivimos, por consiguiente, en un estado permanente de iniquidad y de fraude. […]
Reid dice: «El derecho de propiedad no es natural, sino adquirido: no procede de la constitución del hombre, sino de sus actos. Los jurisconsultos han explicado su origen de manera satisfactoria para todo hombre de buen sentido. La tierra es un bien común que la bondad del cielo ha concedido a todos los hombres para las necesidades de la vida: pero la distribución de este bien y de sus productos es obra de ellos mismos; cada uno ha recibido del cielo todo el poder y toda la inteligencia necesarios para apropiarse una parte sin perjudicar a nadie.
«Los antiguos moralistas han comparado con exactitud el derecho común de todo hombre a los productos de la tierra, antes de que fuese objeto de ocupación y propiedad de otro, al que se disfruta en un teatro: cada cual puede ocupar, según va llegando, un sitio libre, y adquirir por este hecho el derecho de estar en él mientras dura el espectáculo, pero nadie tiene facultad para echar de sus localidades a los espectadores que estén ya colocados. La tierra es un vasto teatro que el Todopoderoso ha destinado con sabiduría y bondad infinitas a los placeres y penalidades de la humanidad entera. Cada uno tiene derecho a colocarse como espectador y de representar su papel como actor, pero a condición de que no inquiete a los demás.»
Consecuencias de la doctrina de Reid:
1º. Para que la porción que cada uno pueda apropiarse no signifique perjuicio para nadie, es preciso que sea igual al cociente de la suma de los bienes reparables, dividida por el número de los copartícipes.
2º. Debiendo ser siempre igual el número de localidades y el de espectadores, no puede admitirse que un espectador ocupe dos puestos ni que un mismo actor desempeñe varios papeles.
3º. A medida que un espectador entre o salga, las localidades deben reducirse o ampliarse para todo el mundo en la debida proporción, porque, como dice Reid, el derecho de la propiedad no es natural, sino adquirido y, por consiguiente, no tienen nada absoluto, y de aquí que, siendo la ocupación en que se funda un hecho contingente, claro está que no puede comunicar a tal derecho condiciones de inmutabilidad. […]
Lo que ha faltado al filósofo Reid no es el conocimiento del principio, sino el valor de deducir sus consecuencias. Si el derecho a la vida es igual, el derecho al trabajo también es igual y el derecho de ocupación lo será asimismo. ¿Podrían ampararse en el derecho de propiedad los pobladores de una isla para rechazar violentamente a unos pobres náufragos que intentasen arribar a la orilla? Sólo ante la idea de semejante barbarie se subleva la razón. El propietario, como un Robinson en su isla, aleja a tiros y a sablazos al proletario, a quien la ola de la civilización ha hecho naufragar, cuando pretende salvarse asiéndose a las rocas de la propiedad. «¡Dadme trabajo! -grita con toda su fuerza al propietario no me rechacéis, trabajaré por el precio que queráis.» «No tengo en qué emplear tus servicios», responde el propietario presentándole la punta de su espada o el cañón de su fusil. «Al menos, rebajad las rentas.» «Tengo necesidad de ellas para vivir.» «¿Y cómo podré pagarlas si no trabajo?» «Eso es cosa tuya.»
Y el infortunado proletario se deja llevar por la corriente o, si intenta penetrar en la propiedad, el propietario apunta y lo mata. […]
Esta filosofía es demasiado realista. Tuyo y mío no expresan necesariamente asimilación, y así decimos tu filosofía y mi igualdad; porque tu filosofía eres tú mismo filosofando y mi igualdad soy yo profesando la igualdad. Tuyo y mío indican casi siempre una relación: tu país, tu parroquiano, tu sastre; mi habitación, mi butaca, mi compañía y mi batallón. En la primera acepción puede decirse algunas veces mi talento, mi trabajo, mi virtud; pero jamás mi grandeza ni mí majestad; solamente en el sentido de relación podemos decir mi casa, mi campo, mi viña, mis capitales, de igual modo que el criado de un banquero dice mi caja. En una palabra, tuyo y mío son expresiones de derechos personales idénticos, y aplicados a las cosas que están fuera de nosotros, indican posesión, función, uso, pero no propiedad.
Nadie creería, si yo no lo probase con textos auténticos, que toda la teoría de este error se funda en este inocente equívoco: «Con anterioridad a toda convención, los hombres se encontraban, no precisamente, como asegura Hobbes, en un estado de hospitalidad, sino de indiferencia. En este estado no había propiamente nada justo ni injusto; los derechos del uno en nada obstaban a los del otro. Cada cual tenía tantos derechos como necesidades y el deber de satisfacerlas sin consideración de ningún género.»
Aceptamos este sistema, sea verdadero o falso. Destutt de Tracy no rehusaría la igualdad. Según dicha hipótesis, los hombres, mientras están en el estado de indiferencia, nada se deben. Todos tienen el derecho de satisfacer sus necesidades sin inquietar a los demás, y, por tanto, la facultad de ejercitar su Poder sobre la Naturaleza, según la intensidad de sus fuerzas y de sus facultades. De ahí, como consecuencia necesaria, la mayor desigualdad de bienes entre los hombres. La desigualdad de condiciones es, pues, aquí el carácter propio de la indiferencia o del salvajismo, precisamente lo contrario que en el sistema de Rousseau. Ahora prosigamos: «Las restricciones de estos derechos y de ese deber no comienzan a indicarse hasta el momento en que se establecen convenciones tácitas o expresas. Entonces surge la idea de la justicia y de la injusticia, es decir, del equilibrio entre los derechos del uno y los del otro, iguales necesariamente hasta ese instante.»
Detengámonos un momento. Dice Reid que los derechos eran iguales hasta ese momento, lo que significa que cada cual tenía el derecho de satisfacer sus necesidades sin consideración alguna a las necesidades de otro; o en otros términos, que todos tenían por igual el derecho de alimentarse; que no había más derecho que el engaño o la fuerza. Al lado de la guerra y del pillaje, coexistía, pues, como medio de vida, la apropiación. Para abolir este derecho a emplear la violencia y el engaño, este derecho a causarse mutuos perjuicios, única fuente de la desigualdad de los bienes y de los daños, se celebraron convenciones tácitas o expresas y se inventó la balanza de la justicia. Luego estas convenciones y esta balanza tenían por objeto asegurar a todos la igualdad en el bienestar, y si el estado de indiferencia es el principio de la desigualdad, la sociedad debe tener por consecuencia necesaria la igualdad. La balanza social es la igualación del fuerte y del débil, los cuales, en tanto no son iguales, son extraños, viven aislados, son enemigos. Por tanto, si la desigualdad de condiciones es un mal necesario, lo será en ese estado primitivo, ya que sociedad y desigualdad implican contradicción. Luego si el hombre está formado para vivir en sociedad, lo está también para la igualdad: esta consecuencia es inconcusa.
Y siendo así, ¿cómo se explica que, después de haberse establecido la balanza de la justicia, aumente la desigualdad de modo incesante? ¿Cómo sigue siendo desconocido para el hombre el imperio de la justicia? ¿Qué contesta a esto Destutt de Tracy? «Necesidades y medios, derechos y deberes -dice- derivan de la facultad de querer. Si el hombre careciese de voluntad, estas cuestiones no existirían. Pero tener necesidades y medios, derechos y deberes, es tener, es poseer algo. Son éstas otras tantas especies de propiedades, tomando esta palabra en su más amplia acepción; esas cosas nos pertenecen.»
Este es un equívoco indigno que no puede justificarse por el afán de generalizar. La palabra propiedad tiene dos sentidos: 1º. Designa la cualidad, por la cual una cosa es lo que es, las condiciones que la individualizan, que la distinguen especialmente de las demás cosas. En este sentido, se dice: las propiedades del triángulo o de los números, la propiedad del imán, etcétera. 2º. Expresa el derecho dominical de un ser inteligente y libre sobre una cosa; en este sentido la emplean los jurisconsultos. Así en esta frase: el hierro adquiere la propiedad del imán, la palabra propiedad no expresa la misma idea que en esta otra: Adquiero la propiedad de este imán. Decir a un desgraciado que es propietario porque tiene brazos y piernas, que el hambre que le atormenta y la posibilidad de dormir al aire libre son propiedades suyas, es jugar con el vocablo y añadir la burla a la inhumanidad.
«La idea de propiedad es inseparable de la de personalidad. Y es de notar cómo surge aquélla en toda su plenitud necesaria e inevitablemente. Desde el momento en que un individuo se da cuenta de su yo, de su persona moral, de su capacidad para gozar, sufrir y obrar, sabe necesariamente que ese yo es propietario exclusivo del cuerpo que anima, de sus órganos, de sus fuerzas y facultades, etc. Era preciso que hubiese una propiedad natural y necesaria, como antecedente de las que son artificiales y convencionales, porque nada puede. Haber en el arte que no tenga su origen y principio en la misma Naturaleza.»
Admiremos la buena fe de los filósofos. El hombre tiene propiedades naturales, es decir, facultades, en la primera acepción de la palabra. Sobre ellas le corresponde la propiedad, es decir, el dominio en el segundo sentido del vocablo. Tiene, por consiguiente, la propiedad de ser propietario. ¡Cuánto me avergonzaría ocuparme de semejantes tonterías, si sólo considerase la autoridad de Destutt de Tracy! Pero esta pueril confusión es propia de todo el género humano, desde el origen de las sociedades y de las lenguas, desde que con las primeras ideas y las primeras palabras nacieron la metafísica y la dialéctica. Todo lo que el hombre pudo llamar mío, fue en su entendimiento identificado a su persona, lo consideró como su propiedad, como su bien, como parte de sí mismo miembro de su cuerpo, facultad de su alma. La posesión de las cosas fue asimilada a la propiedad de las facultades del cuerpo y del espíritu. Sobre tan falsa analogía se fundó el derecho de propiedad, imitación de la naturaleza por el arte, como con tanta elegancia dice Destutt de Tracy.
El hombre posee potencias, virtudes, capacidades que le han sido dadas por la Naturaleza para vivir, aprender, amar; pero no tiene sobre ellas un dominio absoluto Si fuese dueño y señor de sus facultades, se abstendría de tener hambre y frío; levantaría montañas, andaría cien leguas en un minuto, se curaría sin medicinas por la fuerza de su propia voluntad y sería inmortal. Diría: «Quiero producir», y sus obras, ajustadas a su ideal, serían perfectas. Diría: «Quiero saber», y sería sabio; «quiero gozar», y gozaría. Por el contrario, el hombre no es dueño de todas sus facultades, ¡y se pretende que lo sea de lo que está fuera de él! Bueno que use de las cosas de la Naturaleza, puesto que vive a condición de disfrutarlas; pero debe renunciar a sus pretensiones de propietario, recordando que este nombre sólo es aplicable por metáfora.
En resumen: Destutt de Tracy confunde, en una expresión común, los bienes exteriores de la Naturaleza y del arte con el poder o facultad del hombre, llamando propiedades a unos y otros, y amparándose en este equívoco, intenta establecer de modo inquebrantable el derecho de propiedad. Pero de estas propiedades, unas son innatas, como la memoria, la imaginación, la fuerza, la belleza. Y otras adquiridas, como la tierra, las aguas, los bosques. En el estado primitivo o de indiferencia, los hombres más valerosos y más fuertes, es decir, los más aventajados en razón de las propiedades innatas, gozarían el privilegio de obtener exclusivamente las propiedades adquiridas. Para evitar este monopolio y la lucha que, por consecuencia, originase, se inventó una balanza, una justicia. El objeto de los pactos tácitos o expresos sobre ese Particular no fue otro que el de corregir, en cuanto fuera posible, la desigualdad de las propiedades innatas mediante la igualdad de las propiedades adquiridas. Mientras el reparto de éstas no es igual, los copartícipes siguen siendo enemigos y la distribución no es definitiva. Así, de un lado, tenemos: indiferencia, desigualdad, antagonismo, guerra, pillaje, matanzas; y de otro: sociedad, igualdad, fraternidad, paz y amor. La elección no es dudosa.
José Dutens, autor de una Filosofía de la economía política, se ha creído obligado en dicha obra a romper lanzas en honor de la propiedad. Su metafísica parece prestada por Destutt de Tracy. Comienza por esta definición de la propiedad, que es una perogrullada: «La propiedad es el derecho por el cual una cosa pertenece como propia a alguno.» Traducción literal: «La propiedad es el derecho de propiedad.» Después de varias disquisiciones confusas sobre la voluntad, la libertad y la personalidad, y de distinguir unas propiedades inmateriales naturales de otras materiales naturales, cuya división recuerda la de Destutt de Tracy en innatas y adquiridas, José Dutens concluye por sentar estas dos proposiciones: 1º. la propiedad es en todo hombre un derecho natural e inalienable. 2º. La desigualdad de las proposiciones es resultado necesario de la Naturaleza, cuyas proposiciones se reducen a esta otra aún más sencilla: todos los hombres tienen un derecho igual de propiedad desigual.
Censura Dutens a Sismondi por haber afirmado que la propiedad territorial no tiene más fundamento que la ley y los contratos; y él mismo dice, hablando del pueblo, que «su buen sentido le revela la existencia del contrato primitivo celebrado entre la sociedad y los propietarios».
Confunde la propiedad con la posesión, la comunidad con la igualdad, lo justo con lo natural, lo natural con lo posible. Tan pronto toma por equivalentes estos ciduestos conceptos, como parece diferenciarlos, manteniendo la confusión en tales términos, que costaría menos refutarlo que comprenderlo. Atraído por el título del libro, Filosofía de la economía política, sólo he hallado en él, fuera de las tinieblas del autor ideas vulgares; por esto renuncio a seguir ocupándome de su contenido.
Cousin, en la Filosofía moral, nos enseña que toda moral, toda ley, todo derecho, están contenidos en este precepto: ser libre, consérvate libre. ¡Bravo, maestro! No quiero continuar siendo libre; sólo falta que pueda serlo. Y continúa diciendo: «Nuestro principio es verdadero; es bueno, es social; no temamos deducir de él todas sus consecuencias.
«1º. Si el ser humano es santo, lo es en toda su naturaleza, y particularmente en sus actos interiores, en sus sentimientos, en sus ideas, en las determinaciones de su voluntad. De ahí el respeto debido a la filosofía, a la religión, a las artes, a la industria, al comercio, a todas las producciones de la libertad. Digo respeto y no tolerancia porque al derecho no se le tolera, se le respeta.»
Me posterno humildemente ante la filosofía.
«2º. Mi libertad, que es sagrada, tiene necesidad para exteriorizarse de un instrumento que se llama cuerpo: el cuerpo participa, por tanto, de la santidad de la libertad; es inviolable como ella. De aquí el principio de la libertad individual.
«3º. Mi libertad, para exteriorizarse, tiene necesidad de una propiedad o una cosa. Esta cosa o esta propiedad participan, por tanto, de la inviolabilidad de mi persona. Por ejemplo, me apodero de un objeto que es necesario y útil para el desenvolvimiento exterior de mi libertad, y digo: este objeto es mío, porque no es de nadie; pues desde entonces lo poseo legítimamente. Así la lejitimidad de la posesión se funda en dos condiciones. En primer término, yo no poseo sino en cuanto soy libre: suprimid mi actividad libre y habréis destruido en mí el principio del trabajo; luego sólo por el trabajo puedo asimilarme la propiedad o la cosa y sólo asimilándomela la poseo. La actividad libre es, pues, el principio del derecho de propiedad. Pero esto no basta para legitimar la posesión. Todos los hombres son libres, todos pueden asimilarse una propiedad por el trabajo; pero ¿es esto decir que todos tienen derecho sobre toda propiedad? No, pues para que posea legítimamente no sólo es necesario que, por condición de ser libre, pueda trabajar y producir, sino que es preciso que ocupe la propiedad antes que cualquier otro. En resumen: si el trabajo y la producción son el principio del derecho de propiedad, el hecho de la ocupación primitiva es su condición indispensable.
«4º. Poseo legítimamente; tengo, pues, el derecho de usar como me plazca de mi propiedad. Me corresponde, por tanto, el derecho de donarla y el de transmitirla por cualquier concepto, porque desde el momento en que un acto de libertad ha consagrado mi donación, ésta es eficaz tanto después de mi muerte como durante mi vida.»
En definitiva, para llegar a ser propietario, según Cousin, es preciso adquirir la posesión por la ocupación y el trabajo. A mi juicio, es preciso además llegar a tiempo, porque si sus primeros ocupantes se han apoderado de todo, ¿de qué se van a apoderar los últimos? ¿De qué les servirán sus facultades de apropiación? ¿Habrán de devorarse unos a otros? Terrible conclusión que la prudencia filosófica no se ha dignado prever, sin duda porque los grandes genios desprecian los asuntos triviales.
Fijémonos también en que Cousin no concede al trabajo ni a la ocupación, aisladamente considerados, la virtud de producir el derecho de propiedad. Este, según él, nace de la unión de esos dos elementos en extraño matrimonio. Es éste uno de tantos rasgos de eclecticismo tan familiares a M. Cousin, de los que él, más que nadie, debiera abstenerse. En vez de proceder por análisis, por comparación, por eliminación y por reducción (únicos medios de descubrir la verdad a través de las formas del pensamiento, y de las fantasías de la opinión), hace con todos los sistemas una amalgama, y dando y quitando la razón a cadp cual simultáneamente, dice: «He aquí la verdad.»
Pero ya he dicho que no refutaría a nadie y que de todas las hipótesis imaginadas en favor de la propiedad deduciría el principio de igualdad que la destruye. He afirmado también que toda mi argumentación sólo ha de consistir en esto: descubrir en el fondo de todos los razonamientos la igualdad, de igual modo que habré de demostrar algún día que el prinicipio de propiedad falsea las ciencias de la economía, del derecho y del poder, y las separa de su verdadero camino.
Ahora bien, ¿no es cierto, volviendo a M. Cousin, que si la libertad del hombre es santa, es santa por el mismo título en todos los individuos; que si necesita de la propiedad para exteriorizarse, es decir, para vivir, esta apropiación de la materia es a todos igualmente precisa; que si quiero ser respetado en mi derecho de apropiación, debo respetar a los demás en el suyo, y, por consecuencia, que si en el concepto de lo infinito el poder de apropiación de la libertad no tiene más límites que ella misma, en la esfera de lo finito ese mismo poder se halla limitado por la relación matemática entre el número de las libertades y el espacio que ocupen? ¿No se sigue de aquí que si una libertad no puede estorbar a otra libertad coetánea en el hecho de apropiarse una materia igual a la suya, tampoco podrá menoscabar esa facultad a las libertades futuras, porque mientras que el individuo pasa, la universalidad persiste, y la ley de un organismo perdurable no puede depender de simples y pasajeros accidentes? Y de todo esto, ¿no se desprende en conclusión que siempre que nazca un ser dotado de libertad es necesario que los demás reduzcan su esfera de acción haciendo puesto al nuevo semejante, y por deber recíproco, que si el recién llegado es designado heredero de otro individuo ya existente, el derecho de sucesión no constituye para él un derecho de acumulación, sino solamente un derecho de opción?
He seguido a Cousin hasta en su propio estilo, y lo siento. ¿Acaso es preciso emplear términos tan pomposos, frases tan sonoras, para decir cosas tan sencillas? El hombre tiene necesidad de trabajar para vivir; por consiguiente, tiene necesidad de instrumentos y de materias de producción. Esta necesidad de producir constituye un derecho; pero este derecho es garantizado por sus semejantes, a cuyo favor contrae él a su vez idéntica obligación. Cien mil hombres se establecen en un territorio despoblado, tan grade como Francia. El derecho de cada uno al capital territorial es de una cienmilésima parte. Si el número de poseedores aumenta, la parte de cada uno disminuye en proporción a ese aumento. De modo que si el número de habitantes asciende a 34 millones, el derecho de cada uno será de una 34 millonésima parte. […]
De todos los defensores de la propiedad, es Cousin el que mejor la ha fundado. Sostiene, en contra de los economistas, que el trabajo no puede dar un derecho de propiedad si no está precedido de la ocupación; y en contra de los legistas, que la ley civil puede determinar y aplicar un derecho natural, pero no crearlo. No basta decir: «El derecho de propiedad está justificado por el hecho de la propiedad, y en cuanto a este particular, la ley civil es puramente declaratoria», esto es confesar que nada se puede refutar a quienes impugnan la legitimidad del hecho mismo. Todo derecho debe justificarse por sí mismo o por otro derecho anterior: la propiedad no puede escapar a esta alternativa. He aquí por qué Cousin la ha fundado en lo que se llama la santidad de la persona humana, y en el acto por el cual la voluntad se asimila una cosa. «Una vez tocadas por el hombre -dice un discípulo de Cousin-, las cosas reciben de él una cualidad que las transforma y las humaniza.» Confieso, por mi parte, que yo no creo en la magia, pero esta teoría, por endeble que sea, tanto,en psicología como en derecho, tiene al menos un carácter más filosófico y profundo que las que fundan la propiedad solamente en el trabajo o en la autoridad de la ley: por eso, según acabamos de ver, la técnica de Cousin conduce a la igualdad, la cual está latente en todos sus términos.
Pero quizá la filosofía vea las cosas desde muy alto, sin percibir por ello su lado práctico. Quizá desde la elevada altura de la especulación, los hombres parezcan muy pequeños para que el metafísico tenga presentes las diferencias que los separan; quizá, en fin, la igualdad de condiciones sea uno de esos aforismos verdaderos en su sublime generalidad, pero que sería ridículo y aun peligroso aplicar rigurosamente en el uso corriente de la vida y de las transacciones sociales. Sin duda, es de imitar en este caso la sabia reserva de los moralistas y jurisconsultos que aconsejan no extremar ninguna conclusión y previenen contra toda definición, porque según dicen, no hay ninguna que no pueda repugnarse, deduciendo de ella consecuencias absurdas. La igualdad de condiciones, este dogma terrible para los oídos del propietario, verdad consoladora en el lecho del pobre que desfallece, imponente realidad bajo el escalpelo del anatomista, la igualdad de condiciones, repito, llevada al orden político, civil e industrial, es, a juicio de los filósofos, una seductora imposibilidad, una satánica mentira.
Jamás creeré bueno el sistema de sorprender la buena fe de mis lectores. Odio tanto como a la muerte a quien emplea subterfugios en sus palabras y en su conducta. Desde la primera página de este libro me he expresado en forma clara y terminante, para que todos sepan desde luego a qué atenerse respecto a mis pensamientos y de mis propósitos, y considero difícil hallar en nadie ni más franqueza ni más osadía. Pues bien; no temo afirmar que no está muy lejos el tiempo en que la reserva tan admirada en los filósofos, el justo medio tan recomendado por los doctores en ciencias morales y políticas, han de estimarse como el carácter de una ciencia sin principios, como el estigma de su reprobación.”
En esta ultima parte Proudhon empieza a negar a la Propiedad aún fundamentada en el Trabajo, esto le resultara muy interesante a los capitalistas del corte de Nihilo, pues destruye, ya no solo histórica o teóricamente su pretensión de un Proudhon “alumno” de Smith, sino que es el propio Proudhon el que por sus labios se revela contra esa falacia, pero esa antinomia entre Trabajo y Propiedad, tocada hasta sus últimas consecuencias, y no solo bosquejada como aquí, será material para otra “sesión”, mientras os dejó que “digiráis” esto, con reconocidas ganas de que así dejéis de apropiaros del bueno de Pierre, de Benjamin, de Lysander y de todo lo que os suene a Anarquismo.
Salud.
He aquí algunas muestras de su condena irreductible a la Propiedad: “Si tuviese que contestar la siguiente pregunta: ¿Qué es la esclavitud? y respondiera en pocas palabras: Es el asesinato, mi pensamiento se aceptaría desde luego. No necesitaría de grandes razonamientos para demostrar que el derecho de quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad, es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hombre es asesinarle.
¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la pregunta qué es la propiedad, diciendo concretamente la propiedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, a pesar de que esta segunda afirmación no es más que una simple transformación primera?
Me decido discutir el principio mismo de nuestro gobierno y de nuestras instituciones, la propiedad; estoy en mi derecho.
Un autor enseña que la propiedad es un derecho civil, originado por la ocupación y sancionado por la ley; otro sostiene que es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; y estas doctrinas tan antitéticas son aceptadas y aplaudidas con entusiasmo. Yo creo que ni el trabajo, ni la ocupación, ni la ley, pueden engendrar la propiedad, pues ésta es un efecto sin causa. ¿Se me puede censurar por ello? ¿Cuántos comentarios producirán estas afirmaciones?
¡La propiedad es el robo! ¡He ahí el toque de rebato del 93! ¡La turbulenta agitación de las revoluciones! […]
Todos los hombres, en efecto, creen y sienten que la igualdad de condiciones es idéntica a la igualdad de derechos: que propiedad y robo son términos sinónimos; que toda preeminencia social otorgada, o mejor dicho, usurpada so pretexto de superioridad de talento y de servicio, es iniquidad y latrocinio: todos los hombres, afirmo yo, poseen estas verdades en la intimidad de su alma; se trata simplemente de hacer que las adviertan […]
¿Es justa la desigualdad política y civil? Unos responden, sí; otros, no. A los primeros contestaría que, cuando el pueblo abolió todos los privilegios de nacimiento y de casta, les pareció bien la reforma, probablemente porque les beneficiaba. ¿Por qué razón, pues, no quieren hoy que los privilegios de la fortuna desaparezcan como los privilegios de la jerarquía y de la sangre? A esto replican que la desigualdad política es inherente a la propiedad, y que sin la propiedad no hay sociedad posible. Por ello la cuestión planteada se resuelve en la de la propiedad. A los segundos me limito a hacer esta observación: Si queréis implantar la igualdad política, abolid la propiedad; si no lo hacéis, ¿por qué os quejáis?
¿Es justa la propiedad? Todo el mundo responde sin vacilación: «Sí, la propiedad es justa.» Digo todo el mundo, porque hasta el presente creo que nadie ha respondido con pleno convencimiento: «No.» […]
Llegaremos bien pronto a reconocer que todos los razonamientos imaginados para defender la propiedad, cualesquiera que sean, concluyen siempre necesariamente en la igualdad, o lo que es lo mismo, en la negación de la propiedad. […]
Impugnación de la Propiedad considerada como Derecho Natural: “El derecho romano definía la propiedad como el derecho de usar y de abusar de las cosas en cuanto lo autorice la razón del derecho. Se ha pretendido justificar la palabra abusar, diciendo que significa, no el abuso insensato e inmoral, sino solamente el dominio absoluto. Distinción vana, imaginada para la santificación de la propiedad, sin eficacia contra los excesos de su disfrute, los cuales no previene ni reprime. El propietario es dueño de dejar pudrir los frutos en su árbol, de sembrar sal en su campo, de ordeñar sus vacas en la arena, de convertir una viña en erial y de transformar una huerta en monte. ¿Todo esto es abuso, sí o no? En materia de propiedad el uso y el abuso se confunden necesariamente. […]
En la propiedad se distingue: 1.-, la propiedad pura y simple, el derecho señorial sobre la cosa, y 2.-, la posesión. «La posesión -dice Duranton- es una cuestión de hecho, no de derecho.» Y Toullier: «La propiedad es un derecho, una facultad legal; la posesión es un hecho.» El arrendatario, el colono, el mandatario, el usufructuario, son poseedores; el señor que arrienda, que cede el uso, el heredero que sólo espera gozar la cosa al fallecimiento de un usufructuario, son propietarios.
De la distinción de la posesión y de la propiedad nacen dos especies de derechos: el derecho en la cosa, por el cual puedo reclamar la propiedad que me pertenece de cualquiera en cuyo poder la encuentre; y el derecho a la cosa, por el cual solicito que se me declare propietario. En el caso, la posesión y la propiedad están reunidas; en ello, sólo existe la nuda propiedad.
Esta distinción es el fundamento de la conocida división del juicio en posesorio y petitorio, verdaderas categorías de la jurisprudencia, pues la comprenden totalmente en su inmensa jurisdicción. Petitorio se denomina el juicio que hace relación a su propiedad; posesorio el relativo a la posesión. Al escribir estas páginas contra la propiedad, insto en favor de toda la sociedad una acción petitoria y pruebo que los que hoy nada poseen son propietarios por el mismo titulo que los que todo lo poseen, pero en vez de pedir que la propiedad sea repartida entre todos, solicito que, como medida de orden público, sea abolida para todos.
Ejercitaremos entonces una acción posesoria, a fin de obtener nuestra reintegración en el disfrute de los bienes, que el actual derecho de propiedad nos arrebata. […]
La Declaración de los derechos del hombre ha colocado el de propiedad entre los llamados naturales e imprescriptibles, que son, por este orden, los cuatro siguientes: libertad, igualdad, propiedad y seguridad individual. ¿Qué método han seguido los legisladores del 93 para hacer esta enumeración? Ninguno; fijaron esos principios y disertaron sobre la soberanía y las leyes de un modo general y según su particular opinión. Todo lo hicieron a tientas, ligeramente.
A creer a Toullier, «los derechos absolutos pueden reducirse a tres: seguridad, libertad, propiedad». ¿Por qué ha eliminado la igualdad? ¿Será porque la libertad la supone, o porque la propiedad la rechaza? El autor del Derecho civil comentado nada dice sobre ello; no ha sospechado siquiera que ahí está el punto de discusión.
Pero si se comparan entre sí estos tres o cuatro derechos, se observa que la propiedad en nada se parece a los otros; que para la mayor parte de los ciudadanos sólo existe en potencia como facultad dormida y sin ejercicio; que para los que la disfrutan es susceptible de determinadas transacciones y modificaciones que repugnan a la cualidad de derecho natural que a la propiedad se atribuye; y, en fin, que todo el mundo, espontánea y unánimemente, la juzga quimérica.
La libertad es inviolable. Yo no puedo vender ni enajenar mi libertad. Todo contrato, toda estipulación que tenga por objeto la enajenación o la suspensión de la libertad es nulo; el esclavo que pisa tierra de libertad es en el mismo instante libre. […]
Del mismo modo, la igualdad no admite restricción ni excepción. […]
Lo mismo puede afirmarse respecto al derecho de seguridad personal. […]
¡Cuánta diferencia en la propiedad! Codiciada por todos, no está reconocida por ninguno. […]Nos encontramos en este punto muy lejos del derecho de propiedad absoluto e inalienable. ¡Así están el pobre y el rico en constante situación de desconfianza y de guerra! ¿Y por qué se hacen la guerra? Por la propiedad: ¡de suerte que la propiedad tiene por consecuencia necesaria la guerra a la propiedad ... !La libertad y la seguridad del rico no estorban a la libertad y a la seguridad del pobre; lejos de ello, pueden fortalecerse recíprocamente. Pero el derecho de propiedad del primero tiene que estar incesantemente defendido contra el instinto de propiedad del segundo. ¡Qué contradicción!
Concretando: la libertad es un derecho absoluto, porque es al hombre, como la impenetrabilidad a la materia, una condición sine qua non de su existencia. La igualdad es un derecho absoluto, porque sin igualdad no hay sociedad. La seguridad personal es un derecho absoluto, porque, a juicio de todo hombre, su libertad y su existencia son tan preciosas como las de cualquiera otro. Estos tres derechos son absolutos, es decir, no susceptibles de aumento ni disminución, porque en la sociedad cada asociado recibe tanto como da, libertad por libertad, igualdad por igualdad, seguridad por seguridad, cuerpo por cuerpo, alma por alma, a vida y a muerte.
Pero la propiedad, según su razón etimológica y la doctrina de la jurisprudencia, es un derecho que vive fuera de la sociedad, pues es evidente que si los bienes de propiedad particular fuesen bienes sociales, las condiciones serán iguales para todos, y supondría una contradicción decir: La propiedad es el derecho que tiene el hombre de disponer de la manera más absoluta de unos bienes que son sociales.
Por consiguiente, si estamos asociados para la libertad, la igualdad y la seguridad, no lo estamos para la propiedad.
Luego si la propiedad es un derecho natural, este derecho natural no es social, sino antisocial. Propiedad y sociedad son conceptos que se rechazan recíprocamente; es tan difícil asociarlos como unir dos imanes por sus polos semejantes.
Por eso, o la sociedad mata a la propiedad o ésta á aquélla.
Si la propiedad es un derecho natural, absoluto, imprescriptible e inalienable, ¿por qué en todos los tiempos ha preocupado tanto su origen? Este es todavía uno de los caracteres que la distinguen. ¡El origen de un derecho natural! ¿Y quién ha investigado jamás el origen de los derechos de libertad, de seguridad y de igualdad? Existen por la misma razón que nosotros mismos, nacen, viven y mueren con nosotros. Otra cosa sucede, ciertamente, con la propiedad. Por imperio de la ley, la propiedad existe aún sin propietario, como facultad sin sujeto; lo mismo existe para el que aún no ha nacido que para el octogenario. Y entretanto, a pesar de estas maravillosas prerrogativas que parecen derivar de lo eterno, no ha podido esclarecerse jamás de dónde procede la propiedad. Los doctores están contradiciéndose todavía. Sólo acerca de un punto están de acuerdo: en que la justificación del derecho de propiedad depende de la autenticidad de su origen. Pero esta mutua conformidad a todos perjudica, porque ¿cómo han acogido tal derecho sin haber dilucidado antes la cuestión de su origen?
Impugnación de la Propiedad como fundamentada en la ocupación: “El derecho de ocupación o del primer ocupante es el que nace de la posesión actual, física, efectiva de la cosa. Si yo ocupo un terreno, se presume que soy su dueño en tanto que no se demuestre lo contrario. Obsérvese que originariamente tal derecho no puede ser legítimo, sino en cuanto es recíproco. En esto están conformes los jurisconsultos.
Cicerón compara la tierra a un amplio teatro: Quemadmodum theatrum cum commune sit, rente tamen dici potest ejus esse eum locum quem quisque occuparit. En este pasaje se encierra toda la filosofía que la antigüedad nos ha dejado acerca del origen de la propiedad. El teatro -dice Cicerón- es común a todos; y, sin embargo, cada uno llama suyo al lugar que ocupa; lo que equivale a decir que cada sitio se tiene en posesión, no en propiedad. Esta comparación destruye la propiedad y supone por otra parte la igualdad. ¿Puede ocupar simultáneamente en un teatro un lugar en la sala, otro en los palcos y otro en el paraíso? En modo alguno, a no tener tres cuerpos como Géryen, o existir al mismo tiempo en tres distintos lugares, como se cuenta del mago Apolonio.
Nadie tiene derecho más que a lo necesario, según Cicerón: tal es la interpretación exacta de su famoso axioma «a cada uno lo que le corresponde», axioma que se ha aplicado con indebida amplitud. Lo que a cada uno corresponde no es lo que cada uno puede poseer, sino lo que tiene derecho a poseer. ¿Pero qué es lo que tenemos derecho a poseer? Lo que baste a nuestro trabajo y a nuestro consumo. Lo demuestra la comparación que Cicerón hacía entre la tierra y un teatro. Bien está que cada uno se coloque en su sitio como quiera, que lo embellezca y mejore, si puede; pero su actividad no debe traspasar nunca el límite que le separa del vecino. La doctrina de Cicerón va derecha a la igualdad; porque siendo la ocupación una mera tolerancia, si la tolerancia es mutua (y no puede menos de serlo), las posesiones han de ser iguales.
Grotius acude a la historia; pero desde luego es extraño su modo de razonar, porque ¿a qué buscar el origen de un derecho que se llama natural fuera de la Naturaleza? Ese es el método de los antiguos. El hecho existe, luego es necesario; siendo necesario, es justo, y, por tanto, sus antecedentes son justos también. Examinemos, sin embargo, la cuestión según la plantea Grotius:
«Primitivamente, todas las cosas eran comunes e indivisas: constituían el patrimonio de todos ... » No leamos más: Grotius refiere cómo esta comunidad primitiva acabó por la ambición y la concupiscencia, cómo a la edad de oro sucedió la de hierro, etc. De modo que la propiedad tendría su origen primero en la guerra y la conquista, después en los tratados y en los contratos. Pero o estos pactos distribuyeron los bienes por partes iguales, conforme a la comunidad primitiva, única regla de distribución que los primeros hombres podían conocer, y entonces la cuestión del origen de la propiedad se presenta en estos términos: ¿cómo ha desaparecido la igualdad algún tiempo después? o esos tratados y contratos fueron impuestos por violencia y aceptados por debilidad, y en este caso son nulos, no habiéndoles podido convalidar el consentimiento tácito de la posteridad, y entonces vivimos, por consiguiente, en un estado permanente de iniquidad y de fraude. […]
Reid dice: «El derecho de propiedad no es natural, sino adquirido: no procede de la constitución del hombre, sino de sus actos. Los jurisconsultos han explicado su origen de manera satisfactoria para todo hombre de buen sentido. La tierra es un bien común que la bondad del cielo ha concedido a todos los hombres para las necesidades de la vida: pero la distribución de este bien y de sus productos es obra de ellos mismos; cada uno ha recibido del cielo todo el poder y toda la inteligencia necesarios para apropiarse una parte sin perjudicar a nadie.
«Los antiguos moralistas han comparado con exactitud el derecho común de todo hombre a los productos de la tierra, antes de que fuese objeto de ocupación y propiedad de otro, al que se disfruta en un teatro: cada cual puede ocupar, según va llegando, un sitio libre, y adquirir por este hecho el derecho de estar en él mientras dura el espectáculo, pero nadie tiene facultad para echar de sus localidades a los espectadores que estén ya colocados. La tierra es un vasto teatro que el Todopoderoso ha destinado con sabiduría y bondad infinitas a los placeres y penalidades de la humanidad entera. Cada uno tiene derecho a colocarse como espectador y de representar su papel como actor, pero a condición de que no inquiete a los demás.»
Consecuencias de la doctrina de Reid:
1º. Para que la porción que cada uno pueda apropiarse no signifique perjuicio para nadie, es preciso que sea igual al cociente de la suma de los bienes reparables, dividida por el número de los copartícipes.
2º. Debiendo ser siempre igual el número de localidades y el de espectadores, no puede admitirse que un espectador ocupe dos puestos ni que un mismo actor desempeñe varios papeles.
3º. A medida que un espectador entre o salga, las localidades deben reducirse o ampliarse para todo el mundo en la debida proporción, porque, como dice Reid, el derecho de la propiedad no es natural, sino adquirido y, por consiguiente, no tienen nada absoluto, y de aquí que, siendo la ocupación en que se funda un hecho contingente, claro está que no puede comunicar a tal derecho condiciones de inmutabilidad. […]
Lo que ha faltado al filósofo Reid no es el conocimiento del principio, sino el valor de deducir sus consecuencias. Si el derecho a la vida es igual, el derecho al trabajo también es igual y el derecho de ocupación lo será asimismo. ¿Podrían ampararse en el derecho de propiedad los pobladores de una isla para rechazar violentamente a unos pobres náufragos que intentasen arribar a la orilla? Sólo ante la idea de semejante barbarie se subleva la razón. El propietario, como un Robinson en su isla, aleja a tiros y a sablazos al proletario, a quien la ola de la civilización ha hecho naufragar, cuando pretende salvarse asiéndose a las rocas de la propiedad. «¡Dadme trabajo! -grita con toda su fuerza al propietario no me rechacéis, trabajaré por el precio que queráis.» «No tengo en qué emplear tus servicios», responde el propietario presentándole la punta de su espada o el cañón de su fusil. «Al menos, rebajad las rentas.» «Tengo necesidad de ellas para vivir.» «¿Y cómo podré pagarlas si no trabajo?» «Eso es cosa tuya.»
Y el infortunado proletario se deja llevar por la corriente o, si intenta penetrar en la propiedad, el propietario apunta y lo mata. […]
Esta filosofía es demasiado realista. Tuyo y mío no expresan necesariamente asimilación, y así decimos tu filosofía y mi igualdad; porque tu filosofía eres tú mismo filosofando y mi igualdad soy yo profesando la igualdad. Tuyo y mío indican casi siempre una relación: tu país, tu parroquiano, tu sastre; mi habitación, mi butaca, mi compañía y mi batallón. En la primera acepción puede decirse algunas veces mi talento, mi trabajo, mi virtud; pero jamás mi grandeza ni mí majestad; solamente en el sentido de relación podemos decir mi casa, mi campo, mi viña, mis capitales, de igual modo que el criado de un banquero dice mi caja. En una palabra, tuyo y mío son expresiones de derechos personales idénticos, y aplicados a las cosas que están fuera de nosotros, indican posesión, función, uso, pero no propiedad.
Nadie creería, si yo no lo probase con textos auténticos, que toda la teoría de este error se funda en este inocente equívoco: «Con anterioridad a toda convención, los hombres se encontraban, no precisamente, como asegura Hobbes, en un estado de hospitalidad, sino de indiferencia. En este estado no había propiamente nada justo ni injusto; los derechos del uno en nada obstaban a los del otro. Cada cual tenía tantos derechos como necesidades y el deber de satisfacerlas sin consideración de ningún género.»
Aceptamos este sistema, sea verdadero o falso. Destutt de Tracy no rehusaría la igualdad. Según dicha hipótesis, los hombres, mientras están en el estado de indiferencia, nada se deben. Todos tienen el derecho de satisfacer sus necesidades sin inquietar a los demás, y, por tanto, la facultad de ejercitar su Poder sobre la Naturaleza, según la intensidad de sus fuerzas y de sus facultades. De ahí, como consecuencia necesaria, la mayor desigualdad de bienes entre los hombres. La desigualdad de condiciones es, pues, aquí el carácter propio de la indiferencia o del salvajismo, precisamente lo contrario que en el sistema de Rousseau. Ahora prosigamos: «Las restricciones de estos derechos y de ese deber no comienzan a indicarse hasta el momento en que se establecen convenciones tácitas o expresas. Entonces surge la idea de la justicia y de la injusticia, es decir, del equilibrio entre los derechos del uno y los del otro, iguales necesariamente hasta ese instante.»
Detengámonos un momento. Dice Reid que los derechos eran iguales hasta ese momento, lo que significa que cada cual tenía el derecho de satisfacer sus necesidades sin consideración alguna a las necesidades de otro; o en otros términos, que todos tenían por igual el derecho de alimentarse; que no había más derecho que el engaño o la fuerza. Al lado de la guerra y del pillaje, coexistía, pues, como medio de vida, la apropiación. Para abolir este derecho a emplear la violencia y el engaño, este derecho a causarse mutuos perjuicios, única fuente de la desigualdad de los bienes y de los daños, se celebraron convenciones tácitas o expresas y se inventó la balanza de la justicia. Luego estas convenciones y esta balanza tenían por objeto asegurar a todos la igualdad en el bienestar, y si el estado de indiferencia es el principio de la desigualdad, la sociedad debe tener por consecuencia necesaria la igualdad. La balanza social es la igualación del fuerte y del débil, los cuales, en tanto no son iguales, son extraños, viven aislados, son enemigos. Por tanto, si la desigualdad de condiciones es un mal necesario, lo será en ese estado primitivo, ya que sociedad y desigualdad implican contradicción. Luego si el hombre está formado para vivir en sociedad, lo está también para la igualdad: esta consecuencia es inconcusa.
Y siendo así, ¿cómo se explica que, después de haberse establecido la balanza de la justicia, aumente la desigualdad de modo incesante? ¿Cómo sigue siendo desconocido para el hombre el imperio de la justicia? ¿Qué contesta a esto Destutt de Tracy? «Necesidades y medios, derechos y deberes -dice- derivan de la facultad de querer. Si el hombre careciese de voluntad, estas cuestiones no existirían. Pero tener necesidades y medios, derechos y deberes, es tener, es poseer algo. Son éstas otras tantas especies de propiedades, tomando esta palabra en su más amplia acepción; esas cosas nos pertenecen.»
Este es un equívoco indigno que no puede justificarse por el afán de generalizar. La palabra propiedad tiene dos sentidos: 1º. Designa la cualidad, por la cual una cosa es lo que es, las condiciones que la individualizan, que la distinguen especialmente de las demás cosas. En este sentido, se dice: las propiedades del triángulo o de los números, la propiedad del imán, etcétera. 2º. Expresa el derecho dominical de un ser inteligente y libre sobre una cosa; en este sentido la emplean los jurisconsultos. Así en esta frase: el hierro adquiere la propiedad del imán, la palabra propiedad no expresa la misma idea que en esta otra: Adquiero la propiedad de este imán. Decir a un desgraciado que es propietario porque tiene brazos y piernas, que el hambre que le atormenta y la posibilidad de dormir al aire libre son propiedades suyas, es jugar con el vocablo y añadir la burla a la inhumanidad.
«La idea de propiedad es inseparable de la de personalidad. Y es de notar cómo surge aquélla en toda su plenitud necesaria e inevitablemente. Desde el momento en que un individuo se da cuenta de su yo, de su persona moral, de su capacidad para gozar, sufrir y obrar, sabe necesariamente que ese yo es propietario exclusivo del cuerpo que anima, de sus órganos, de sus fuerzas y facultades, etc. Era preciso que hubiese una propiedad natural y necesaria, como antecedente de las que son artificiales y convencionales, porque nada puede. Haber en el arte que no tenga su origen y principio en la misma Naturaleza.»
Admiremos la buena fe de los filósofos. El hombre tiene propiedades naturales, es decir, facultades, en la primera acepción de la palabra. Sobre ellas le corresponde la propiedad, es decir, el dominio en el segundo sentido del vocablo. Tiene, por consiguiente, la propiedad de ser propietario. ¡Cuánto me avergonzaría ocuparme de semejantes tonterías, si sólo considerase la autoridad de Destutt de Tracy! Pero esta pueril confusión es propia de todo el género humano, desde el origen de las sociedades y de las lenguas, desde que con las primeras ideas y las primeras palabras nacieron la metafísica y la dialéctica. Todo lo que el hombre pudo llamar mío, fue en su entendimiento identificado a su persona, lo consideró como su propiedad, como su bien, como parte de sí mismo miembro de su cuerpo, facultad de su alma. La posesión de las cosas fue asimilada a la propiedad de las facultades del cuerpo y del espíritu. Sobre tan falsa analogía se fundó el derecho de propiedad, imitación de la naturaleza por el arte, como con tanta elegancia dice Destutt de Tracy.
El hombre posee potencias, virtudes, capacidades que le han sido dadas por la Naturaleza para vivir, aprender, amar; pero no tiene sobre ellas un dominio absoluto Si fuese dueño y señor de sus facultades, se abstendría de tener hambre y frío; levantaría montañas, andaría cien leguas en un minuto, se curaría sin medicinas por la fuerza de su propia voluntad y sería inmortal. Diría: «Quiero producir», y sus obras, ajustadas a su ideal, serían perfectas. Diría: «Quiero saber», y sería sabio; «quiero gozar», y gozaría. Por el contrario, el hombre no es dueño de todas sus facultades, ¡y se pretende que lo sea de lo que está fuera de él! Bueno que use de las cosas de la Naturaleza, puesto que vive a condición de disfrutarlas; pero debe renunciar a sus pretensiones de propietario, recordando que este nombre sólo es aplicable por metáfora.
En resumen: Destutt de Tracy confunde, en una expresión común, los bienes exteriores de la Naturaleza y del arte con el poder o facultad del hombre, llamando propiedades a unos y otros, y amparándose en este equívoco, intenta establecer de modo inquebrantable el derecho de propiedad. Pero de estas propiedades, unas son innatas, como la memoria, la imaginación, la fuerza, la belleza. Y otras adquiridas, como la tierra, las aguas, los bosques. En el estado primitivo o de indiferencia, los hombres más valerosos y más fuertes, es decir, los más aventajados en razón de las propiedades innatas, gozarían el privilegio de obtener exclusivamente las propiedades adquiridas. Para evitar este monopolio y la lucha que, por consecuencia, originase, se inventó una balanza, una justicia. El objeto de los pactos tácitos o expresos sobre ese Particular no fue otro que el de corregir, en cuanto fuera posible, la desigualdad de las propiedades innatas mediante la igualdad de las propiedades adquiridas. Mientras el reparto de éstas no es igual, los copartícipes siguen siendo enemigos y la distribución no es definitiva. Así, de un lado, tenemos: indiferencia, desigualdad, antagonismo, guerra, pillaje, matanzas; y de otro: sociedad, igualdad, fraternidad, paz y amor. La elección no es dudosa.
José Dutens, autor de una Filosofía de la economía política, se ha creído obligado en dicha obra a romper lanzas en honor de la propiedad. Su metafísica parece prestada por Destutt de Tracy. Comienza por esta definición de la propiedad, que es una perogrullada: «La propiedad es el derecho por el cual una cosa pertenece como propia a alguno.» Traducción literal: «La propiedad es el derecho de propiedad.» Después de varias disquisiciones confusas sobre la voluntad, la libertad y la personalidad, y de distinguir unas propiedades inmateriales naturales de otras materiales naturales, cuya división recuerda la de Destutt de Tracy en innatas y adquiridas, José Dutens concluye por sentar estas dos proposiciones: 1º. la propiedad es en todo hombre un derecho natural e inalienable. 2º. La desigualdad de las proposiciones es resultado necesario de la Naturaleza, cuyas proposiciones se reducen a esta otra aún más sencilla: todos los hombres tienen un derecho igual de propiedad desigual.
Censura Dutens a Sismondi por haber afirmado que la propiedad territorial no tiene más fundamento que la ley y los contratos; y él mismo dice, hablando del pueblo, que «su buen sentido le revela la existencia del contrato primitivo celebrado entre la sociedad y los propietarios».
Confunde la propiedad con la posesión, la comunidad con la igualdad, lo justo con lo natural, lo natural con lo posible. Tan pronto toma por equivalentes estos ciduestos conceptos, como parece diferenciarlos, manteniendo la confusión en tales términos, que costaría menos refutarlo que comprenderlo. Atraído por el título del libro, Filosofía de la economía política, sólo he hallado en él, fuera de las tinieblas del autor ideas vulgares; por esto renuncio a seguir ocupándome de su contenido.
Cousin, en la Filosofía moral, nos enseña que toda moral, toda ley, todo derecho, están contenidos en este precepto: ser libre, consérvate libre. ¡Bravo, maestro! No quiero continuar siendo libre; sólo falta que pueda serlo. Y continúa diciendo: «Nuestro principio es verdadero; es bueno, es social; no temamos deducir de él todas sus consecuencias.
«1º. Si el ser humano es santo, lo es en toda su naturaleza, y particularmente en sus actos interiores, en sus sentimientos, en sus ideas, en las determinaciones de su voluntad. De ahí el respeto debido a la filosofía, a la religión, a las artes, a la industria, al comercio, a todas las producciones de la libertad. Digo respeto y no tolerancia porque al derecho no se le tolera, se le respeta.»
Me posterno humildemente ante la filosofía.
«2º. Mi libertad, que es sagrada, tiene necesidad para exteriorizarse de un instrumento que se llama cuerpo: el cuerpo participa, por tanto, de la santidad de la libertad; es inviolable como ella. De aquí el principio de la libertad individual.
«3º. Mi libertad, para exteriorizarse, tiene necesidad de una propiedad o una cosa. Esta cosa o esta propiedad participan, por tanto, de la inviolabilidad de mi persona. Por ejemplo, me apodero de un objeto que es necesario y útil para el desenvolvimiento exterior de mi libertad, y digo: este objeto es mío, porque no es de nadie; pues desde entonces lo poseo legítimamente. Así la lejitimidad de la posesión se funda en dos condiciones. En primer término, yo no poseo sino en cuanto soy libre: suprimid mi actividad libre y habréis destruido en mí el principio del trabajo; luego sólo por el trabajo puedo asimilarme la propiedad o la cosa y sólo asimilándomela la poseo. La actividad libre es, pues, el principio del derecho de propiedad. Pero esto no basta para legitimar la posesión. Todos los hombres son libres, todos pueden asimilarse una propiedad por el trabajo; pero ¿es esto decir que todos tienen derecho sobre toda propiedad? No, pues para que posea legítimamente no sólo es necesario que, por condición de ser libre, pueda trabajar y producir, sino que es preciso que ocupe la propiedad antes que cualquier otro. En resumen: si el trabajo y la producción son el principio del derecho de propiedad, el hecho de la ocupación primitiva es su condición indispensable.
«4º. Poseo legítimamente; tengo, pues, el derecho de usar como me plazca de mi propiedad. Me corresponde, por tanto, el derecho de donarla y el de transmitirla por cualquier concepto, porque desde el momento en que un acto de libertad ha consagrado mi donación, ésta es eficaz tanto después de mi muerte como durante mi vida.»
En definitiva, para llegar a ser propietario, según Cousin, es preciso adquirir la posesión por la ocupación y el trabajo. A mi juicio, es preciso además llegar a tiempo, porque si sus primeros ocupantes se han apoderado de todo, ¿de qué se van a apoderar los últimos? ¿De qué les servirán sus facultades de apropiación? ¿Habrán de devorarse unos a otros? Terrible conclusión que la prudencia filosófica no se ha dignado prever, sin duda porque los grandes genios desprecian los asuntos triviales.
Fijémonos también en que Cousin no concede al trabajo ni a la ocupación, aisladamente considerados, la virtud de producir el derecho de propiedad. Este, según él, nace de la unión de esos dos elementos en extraño matrimonio. Es éste uno de tantos rasgos de eclecticismo tan familiares a M. Cousin, de los que él, más que nadie, debiera abstenerse. En vez de proceder por análisis, por comparación, por eliminación y por reducción (únicos medios de descubrir la verdad a través de las formas del pensamiento, y de las fantasías de la opinión), hace con todos los sistemas una amalgama, y dando y quitando la razón a cadp cual simultáneamente, dice: «He aquí la verdad.»
Pero ya he dicho que no refutaría a nadie y que de todas las hipótesis imaginadas en favor de la propiedad deduciría el principio de igualdad que la destruye. He afirmado también que toda mi argumentación sólo ha de consistir en esto: descubrir en el fondo de todos los razonamientos la igualdad, de igual modo que habré de demostrar algún día que el prinicipio de propiedad falsea las ciencias de la economía, del derecho y del poder, y las separa de su verdadero camino.
Ahora bien, ¿no es cierto, volviendo a M. Cousin, que si la libertad del hombre es santa, es santa por el mismo título en todos los individuos; que si necesita de la propiedad para exteriorizarse, es decir, para vivir, esta apropiación de la materia es a todos igualmente precisa; que si quiero ser respetado en mi derecho de apropiación, debo respetar a los demás en el suyo, y, por consecuencia, que si en el concepto de lo infinito el poder de apropiación de la libertad no tiene más límites que ella misma, en la esfera de lo finito ese mismo poder se halla limitado por la relación matemática entre el número de las libertades y el espacio que ocupen? ¿No se sigue de aquí que si una libertad no puede estorbar a otra libertad coetánea en el hecho de apropiarse una materia igual a la suya, tampoco podrá menoscabar esa facultad a las libertades futuras, porque mientras que el individuo pasa, la universalidad persiste, y la ley de un organismo perdurable no puede depender de simples y pasajeros accidentes? Y de todo esto, ¿no se desprende en conclusión que siempre que nazca un ser dotado de libertad es necesario que los demás reduzcan su esfera de acción haciendo puesto al nuevo semejante, y por deber recíproco, que si el recién llegado es designado heredero de otro individuo ya existente, el derecho de sucesión no constituye para él un derecho de acumulación, sino solamente un derecho de opción?
He seguido a Cousin hasta en su propio estilo, y lo siento. ¿Acaso es preciso emplear términos tan pomposos, frases tan sonoras, para decir cosas tan sencillas? El hombre tiene necesidad de trabajar para vivir; por consiguiente, tiene necesidad de instrumentos y de materias de producción. Esta necesidad de producir constituye un derecho; pero este derecho es garantizado por sus semejantes, a cuyo favor contrae él a su vez idéntica obligación. Cien mil hombres se establecen en un territorio despoblado, tan grade como Francia. El derecho de cada uno al capital territorial es de una cienmilésima parte. Si el número de poseedores aumenta, la parte de cada uno disminuye en proporción a ese aumento. De modo que si el número de habitantes asciende a 34 millones, el derecho de cada uno será de una 34 millonésima parte. […]
De todos los defensores de la propiedad, es Cousin el que mejor la ha fundado. Sostiene, en contra de los economistas, que el trabajo no puede dar un derecho de propiedad si no está precedido de la ocupación; y en contra de los legistas, que la ley civil puede determinar y aplicar un derecho natural, pero no crearlo. No basta decir: «El derecho de propiedad está justificado por el hecho de la propiedad, y en cuanto a este particular, la ley civil es puramente declaratoria», esto es confesar que nada se puede refutar a quienes impugnan la legitimidad del hecho mismo. Todo derecho debe justificarse por sí mismo o por otro derecho anterior: la propiedad no puede escapar a esta alternativa. He aquí por qué Cousin la ha fundado en lo que se llama la santidad de la persona humana, y en el acto por el cual la voluntad se asimila una cosa. «Una vez tocadas por el hombre -dice un discípulo de Cousin-, las cosas reciben de él una cualidad que las transforma y las humaniza.» Confieso, por mi parte, que yo no creo en la magia, pero esta teoría, por endeble que sea, tanto,en psicología como en derecho, tiene al menos un carácter más filosófico y profundo que las que fundan la propiedad solamente en el trabajo o en la autoridad de la ley: por eso, según acabamos de ver, la técnica de Cousin conduce a la igualdad, la cual está latente en todos sus términos.
Pero quizá la filosofía vea las cosas desde muy alto, sin percibir por ello su lado práctico. Quizá desde la elevada altura de la especulación, los hombres parezcan muy pequeños para que el metafísico tenga presentes las diferencias que los separan; quizá, en fin, la igualdad de condiciones sea uno de esos aforismos verdaderos en su sublime generalidad, pero que sería ridículo y aun peligroso aplicar rigurosamente en el uso corriente de la vida y de las transacciones sociales. Sin duda, es de imitar en este caso la sabia reserva de los moralistas y jurisconsultos que aconsejan no extremar ninguna conclusión y previenen contra toda definición, porque según dicen, no hay ninguna que no pueda repugnarse, deduciendo de ella consecuencias absurdas. La igualdad de condiciones, este dogma terrible para los oídos del propietario, verdad consoladora en el lecho del pobre que desfallece, imponente realidad bajo el escalpelo del anatomista, la igualdad de condiciones, repito, llevada al orden político, civil e industrial, es, a juicio de los filósofos, una seductora imposibilidad, una satánica mentira.
Jamás creeré bueno el sistema de sorprender la buena fe de mis lectores. Odio tanto como a la muerte a quien emplea subterfugios en sus palabras y en su conducta. Desde la primera página de este libro me he expresado en forma clara y terminante, para que todos sepan desde luego a qué atenerse respecto a mis pensamientos y de mis propósitos, y considero difícil hallar en nadie ni más franqueza ni más osadía. Pues bien; no temo afirmar que no está muy lejos el tiempo en que la reserva tan admirada en los filósofos, el justo medio tan recomendado por los doctores en ciencias morales y políticas, han de estimarse como el carácter de una ciencia sin principios, como el estigma de su reprobación.”
En esta ultima parte Proudhon empieza a negar a la Propiedad aún fundamentada en el Trabajo, esto le resultara muy interesante a los capitalistas del corte de Nihilo, pues destruye, ya no solo histórica o teóricamente su pretensión de un Proudhon “alumno” de Smith, sino que es el propio Proudhon el que por sus labios se revela contra esa falacia, pero esa antinomia entre Trabajo y Propiedad, tocada hasta sus últimas consecuencias, y no solo bosquejada como aquí, será material para otra “sesión”, mientras os dejó que “digiráis” esto, con reconocidas ganas de que así dejéis de apropiaros del bueno de Pierre, de Benjamin, de Lysander y de todo lo que os suene a Anarquismo.
Salud.
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Para que haya robo tiene que haber propiedad, no?Walter PPK escribió:Esa frase no la ha dicho Proudhon, sino yo. Por sí sola, tiene sentido. La propiedad, es el robo. Por eso es legítimo su menoscabo y puedo emplear la violencia contra ella.

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Walter PPK
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
No. No es así. Si hay propiedad, es porque hay robo, ya que la propiedad es el robo. Lee al Hombre de la Guillotina, que lo explica muy bien.
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El Hombre Guillotina
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
En cuanto a la concisión, No, no puedo, dejad vosotros de acometer “generalidades2 de tomar la “parte por el todo” y yo dejare de escribir mensajes que requieran de determinada longitud para desenredar tamaña red de mentiras. Dejad de afirmar que Capitalismo y Mutualismo son lo mismo y tendréis resumen (o por lo menos reunid valor para decírselo a vuestros compañeros de “cama”), dejad de Afirmar que la usura, el lucro, la falta de equidad, la injusticia, la desigualdad, la muerte por inanición de los débiles es compatible con la Anarquía y yo empezaré a ser sintético, dejad de tratar a los pobres como “parásitos”, dejad de hacer alarde del aristocraticismo extrapolado a la economía, del más sangrante y cruento clasismo y yo empezaré a ser conciso, Dejad de afirmar que Proudhon, Tucker y la “cohorte” de Mutualistas han dicho lo que en realidad no han dicho, dejad de sentenciar sin aportar pruebas, dejad de autodenominaros como sus “hijos adoptivos” y yo dejaré de considerados sus enemigos, aún enmascarados como “hijos bastardos”, entonces no serán necesarias refutaciones tan largas y tendréis concreción, mientras, no os quejéis de que alguien se moleste en refutar vuestros “ripios”… ¿Quieres que si afirmas que Fernando VII era una excelente persona se te conteste con un lacónico “no”? Yo personalmente creo que ante aseveraciones que tratan de desvirtuar y convertirse en dogmas de fe, en necesario argumentar, no dejar ninguna fuga posible, y demoler la infamia hasta que se pliegue la Mentira convertida en Ley.
Además, os encantan los mensajes largos, así podéis excusaros en el tamaño, y podéis dedicaros a recortar, tijera dialéctica en mano, solo aquello que gravite por el asunto capital, de esa forma os ahorráis tocarlo y hundiros en él hasta la frente. A este mensaje me contestaras, a la recusación de vuestro estilo también, a Propudhon, Warren, Tucker Spooner y compañía, a los conceptos teóricos, prácticos e históricos, solo le dedicáis “frases hechas” parapetados en vuestro incomodo “lecho de Procusto”.
En otro orden de cosas, lo has dejado bien claro has dicho: “Por ello, lo normal es que en este caso los que argumenten en contra de nosotros serán aquellos que no están en la lista, y por lo tanto, contra los que sea lógico echar nuestras "balas", si quieres llamarlo así. Se ha establecido la diferencia entre ambos grupos, pero atacarlos es otra cosa, que si te fijas llevamos más de setecientos mensajes en este tema y eso sin ataques entre los "denunciados". A mí me parece de los más normal.”, Ergo, ya has establecido que te sientes perteneciente a ese grupo, y que hay dos bandos y que tu te circunscribes a uno. La excusa de que te “endosaron en uno” es muy pobre, máxime cuando gente como Chief Salamander y Aquitania afirmo que a ti no te incluirían en ese grupo, pero sobre todo porque es un absurdo integral denominarnos y catalogarnos con los adjetivos que nos dedique otros… Si mañana Xell pone una lista pidiendo la expulsión de filo fascistas y me incluye a mí en la lista, yo que me considero Anarquista y opuesto al fascismo ¿haré causa común con los fascistas y me pondré en su “bando” a atacar a los anti-fascistas? Antes bien trataré de demostrar que sus afirmaciones son espurias y atacara a quienes en verdad son mis enemigos si es que realmente no soy fascista. A ti se te acuso de Capitalista y lo que has hecho es englobarte en un grupo en el que hay Capitalistas reconocidos y hacer “comandita” con ellos, ergo, tus mismo has respondido al dilema general… e incluso te parece “lo más lógico”.
En cuanto al tema económico no has contestado a nada y solo has dado formulas, es como si tu me preguntas sobre las energías renovables en el Comunismo Libertario y yo solo se contestarte “todo el mundo será libre”, trasfiere dicha actitud a la economía, la violencia y demás y es una respuesta valida para todo… lo mismo hacéis vosotros con: “La riqueza crecerá y todo será menos desigual”, lo mismo que dice el presidente, el Ministro, el Empresario y el Propietario, mi retórica será amplia, pero por lo menos es variada, la vuestra es siempre la misma. Me remito a mi exposición que descaradamente has obviado: “Si A intenta lucrarse a costa de B es lógico que B se empobrezca, recuperemos conceptos básicos proudhonianos, imaginemos una serie de quince, veinte productores, tan extensa como queramos. Si el productor A obtiene un beneficio sobre el productor B, éste, según los principios económicos, se reintegra de C, y de C a D, y así sucesivamente hasta llegar a Z. Pero ¿de quién se reintegra Z del beneficio deducido en un principio por A? Adam Smith y Say dicen: “del consumidor”. Pero esto es un absurdo ¿Acaso este consumidor es otro que A, B, C, etc.? ¿De quién se reintegrará, pues, Z? Si se reintegra del primer beneficiado A, no habrá beneficio alguno para nadie, ni, por consiguiente, propiedad. Si, por el contrario, Z paga ese beneficio, desde ese mismo instante deja de ser parte de la sociedad mercantil, puesto que no obtiene el derecho de propiedad ni el beneficio de que disfrutan los demás asociados. Es este el derivar en la humanidad entera, es una gran sociedad industrial que no puede obrar fuera de ella misma, queda demostrado que nadie puede enriquecerse sin que otro se empobrezca, pues el beneficio de A debe corresponder a la usura, la cual no puede establecerse sino en detrimento de B, etc.
¿Cómo es posible que observes como algo beneficioso lo que supone un descarado desfalco?, ¿Cómo va la ganancia espuria, injusta y desmedida a limitar la usura cuando es su principal baluarte?, ¿Cómo aumentaran los salarios cuando estos sufran la especulación a la baja, como cuando se puede pagar a un trabajador por menos de lo que ha producido a fin de que el empresario obtenga en tan ansiado lucro, como va a nacer de semejante ciénaga una “sociedad más libre”? Tucker era defensor del Mercado libre porque concebía que tal mercado estaría fundamentado en las bases del Comercio Justo, practicado por los “menesterosos” y sus llamados “amigos de la humanidad” lo veía como un arma contra los Capitalistas y no como un resorte para enriquecerse a costas de las parihuelas ajenas. […]
Ese vendedor de zapatos que decide vender allí donde los zapatos son escasos ¿Venderá al mismo precio que allí donde son abundantes? No dices tú, y yo pregunto ¿Por qué si su fabricación le ha costado lo mismo?, ergo, no importa lo que cueste de producir un producto, no importa el trabajo, no importa nada, salvo aprovecharse de la angustia de la gente y sus necesidades imperantes ¿No es así?, piénsalo bien, hablas todo el rato de la situación del vendedor, pero no te has parado a pensar, ni por un instante, en la situación de los compradores, si estos no solo tienen escasez de zapatos sino también de dinero para alcanzar el nuevo elevado precio de este producto ¿Qué harán?, exactamente lo mismo que hoy, solo los más ricos tendrán acceso determinados bienes y los demás no, en conclusión solo una minoría tendrán zapatos, aún que supusieran un articulo apremiantemente necesario, y los demás a andar descalzos. El precio del producto no depende entonces del valor atribuido al mismo (independientemente de cómo quiera tasarse este, por tiempo, esfuerzo colectivo, valor, trabajo o todo lo expuesto y aún más) sino de lo deficitario del bien y la necesidad acuciante del mismo, de la escasez de la demanda y la inmensidad de la demanda, ergo, individuos que necesiten calzado para trabajar, pero que no perciban por su trabajo lo suficiente para comprarlos, o que no puedan producir lo suficiente para adquirirlos, tendrán que contemplar sus lindas ampollas en los pies, pues la Libertad y la igualdad Capitalista consiste en eso, “tanto tienes tanto mereces” máxima estricta” y rigurosamente “igual para todos”, y como decía France: “El capitalismo te concede la libertad de morir bajo un puente de París”. […]
En cuanto al “monopolio” del vendedor, es la evidencia que, como el resto, se os escapa de las manos, es el Trust al que no os atrevéis a afrentaros, es el lucro subido a la máxima potencia y llevado a su máximo exponente, la idea de que un individuo pueda determinar a su antojo lo que solo a cada individuo le corresponde decidir, la idea de que un individuo pueda ingerir en las vidas ajenas hasta el punto de decirles cuanto puede consumir y, por ende, cuanto tiempo podrán prolongar su propia vida, es un insulto al propio concepto de libertad y Anarquía, pues es el “ofertante” quién, estableciendo un precio abusivo, tiene la vida del “consumidor” en sus manos, y son los “ofertantes” en “conjura” quienes tienen en sus manos la vida de todos los “consumidores”, quiénes a su vez, inevitablemente han de ser los propios “productores”. La solución de Tucker es clara, el comercio solo se igualara librándolo del lucro.”
Con este fragmento ya quedan contestadas tus objeciones pero añadámosle más.
Fíjate en lo que planteas, hoy nos encontramos en una situación en la que más de la mitad de la población muere de hambre, mientras que las principales riquezas se acumulan en poco más de 300 manos, planteas que para que los pobres dejen su situación de “muerte súbita” deban de esperar a que aumente una producción “paritaria” (enriqueciendo tanto a los que no necesitan incrementar su patrimonio como a los que solo tienen un guijarro y un mendrugo), cuando la situación de “emergencia existencial” de los pobres se podría solucionar repartiendo lo ya existente… es decir “¡Qué se mueran los pobres!, ¡Que aguanten!”, pareces afirmar cínicamente, “Si llevan siglos esperando no les importara esperar a alimentarse cuando aumente la producción, aunque mueran algunos en la espera, aunque los alimentos sobren de manera tal insultante que algunos se indigestan e hinchan sus obturadas arterias, que esperen con el techo como cielo aunque existan más casas desabitadas que ocupadas, aunque sobre para todos, que esperen a que se construyan más, aunque la ropa se amontone apolillada en los almacenes, que esperen a que se duplique la producción textil y entonces podrán cubrirse del sol o del frío… eso si PREVIO PAGO”.
El problema de la riqueza es su propio génesis, su ORIGEN, ¿Eres tan ingenuo que no te has planteado de donde sale ese billón de euros?, ¿Crees que surgen por combustión espontánea?, La riqueza no es algo “natural” que florezca en los árboles y este a expensas de quien quiera tomarla, se hereda o se adquiere, y en ambos casos se roba, mediante la usurpación sistemática de lo que el esfuerzo ajeno a producido, arrebatándose el valor total de lo producido entregándose a cambio un ridículo porcentaje a modo de precio, bien sirva para pagar un salario, bien lo producido bien lo cosechado. Lo de la tierra es solo una brizna de luz que no tenéis la suficiente valentía de aplicar a cualquier otro medio de producción, el “parche” de la tierra no exculpa ni una sola de vuestras mezquindades.
Hablas de que uno solo baje el precio para que los demás sigan la dinámica ¿No te has leído ni una sola línea sobre el Trust del que hablaba Tucker? Tendré que repetirme: “El industrial C, comerciante de sombreros, ¿tiene derecho a obligar a D, su vecino, también comerciante de sombreros, a cerrar su tienda y abandonar su comercio? -En modo alguno. Pero C quiere ganar un franco en cada sombrero, mientras D se conforma con 50 céntimos del beneficio; es evidente que la moderación de D perjudica a las pretensiones de C. -¿Tiene éste derecho para impedir la venta a D? -No, seguramente.
Puesto que D es dueño de vender sus sombreros a 50 céntimos más baratos que C, éste, a su vez, puede también rebajar el precio de los suyos un franco. Pero D es pobre, mientras que C es rico; de modo que al cabo de dos años D está arruinado por esa concurrencia insostenible, y C se, ha apoderado de toda la venta. -¿El propietario D tiene algún recurso contra el propietario C? ¿Puede ejercitar contra su rival una acción reivindicadora de su comercio, de su propiedad? -No, porque D tenía el derecho de hacer lo mismo que C, si hubiese sido más rico que él.
Por la misma razón, el gran propietario A puede decir al pequeño propietario B: «Véndeme tu campo, porque si no te impediré vender el trigo»; y esto sin hacerle el menor daño y sin que B tenga derecho a querellarse. Es evidente que, como A se lo proponga, devorará a B por la sola razón de que es más poderoso que él. Así no es, en razón del derecho de propiedad, por lo que A y C habrán desposeído a B y D, sino por el derecho de la fuerza. Con arreglo al derecho de propiedad, los colindantes A y B, del mismo modo que los comerciantes C y D, nada podrían. Jamás se hubieran desposeído, ni aniquilado, ni enriquecido unos a costa de otros: es el derecho del más fuerte el que ha consumado el acto del despojo.
También por el derecho del más fuerte, el industrial consigue en los salarios la reducción que quiere, y el comerciante rico y el propietario aprovisionado venden sus productos al precio que les place. El industrial dice al obrero: -Eres dueño de prestar en otra parte tus servicios y yo también soy libre de aceptarlos; te ofrezco tanto. El comerciante dice a sus clientes: Sois dueños de vuestro dinero como yo lo soy de mi mercancía; o tomarla o dejarla; quiero tanto por ella. ¿Quién cederá? El más débil.
Por tanto, sin la fuerza, la propiedad sería impotente, por tanto sin la fuerza la propiedad es nula”. Sustituye, o mejor aún, aúna a propiedad el término lucro, y tendrás ante ti una respuesta incuestionable.”
Reflexionad y no tengáis la necesidad de imitar lo expuesto por unos y otros, buscad una lengua propia o dejar de “tartamudear” lo dicho por el compinche adyacente, de lo contrario como ya os recomendé “elegid un portavoz”.
Y ahora me despido, hasta mañana.
“Denunciada por la luz reveladora que los acontecimientos proyectan tanto en los hombres como en las cosas, la burguesía se muestra dura, egoísta, codiciosa, estrecha, imbécil, brutal y servil a la vez que feroz cuando cree poder serlo sin mucho riesgo, siempre prosternada ante la autoridad y la fuerza pública, de las que espera su salvación, y siempre enemiga del pueblo.”
Bakunin.
Salud.
Además, os encantan los mensajes largos, así podéis excusaros en el tamaño, y podéis dedicaros a recortar, tijera dialéctica en mano, solo aquello que gravite por el asunto capital, de esa forma os ahorráis tocarlo y hundiros en él hasta la frente. A este mensaje me contestaras, a la recusación de vuestro estilo también, a Propudhon, Warren, Tucker Spooner y compañía, a los conceptos teóricos, prácticos e históricos, solo le dedicáis “frases hechas” parapetados en vuestro incomodo “lecho de Procusto”.
En otro orden de cosas, lo has dejado bien claro has dicho: “Por ello, lo normal es que en este caso los que argumenten en contra de nosotros serán aquellos que no están en la lista, y por lo tanto, contra los que sea lógico echar nuestras "balas", si quieres llamarlo así. Se ha establecido la diferencia entre ambos grupos, pero atacarlos es otra cosa, que si te fijas llevamos más de setecientos mensajes en este tema y eso sin ataques entre los "denunciados". A mí me parece de los más normal.”, Ergo, ya has establecido que te sientes perteneciente a ese grupo, y que hay dos bandos y que tu te circunscribes a uno. La excusa de que te “endosaron en uno” es muy pobre, máxime cuando gente como Chief Salamander y Aquitania afirmo que a ti no te incluirían en ese grupo, pero sobre todo porque es un absurdo integral denominarnos y catalogarnos con los adjetivos que nos dedique otros… Si mañana Xell pone una lista pidiendo la expulsión de filo fascistas y me incluye a mí en la lista, yo que me considero Anarquista y opuesto al fascismo ¿haré causa común con los fascistas y me pondré en su “bando” a atacar a los anti-fascistas? Antes bien trataré de demostrar que sus afirmaciones son espurias y atacara a quienes en verdad son mis enemigos si es que realmente no soy fascista. A ti se te acuso de Capitalista y lo que has hecho es englobarte en un grupo en el que hay Capitalistas reconocidos y hacer “comandita” con ellos, ergo, tus mismo has respondido al dilema general… e incluso te parece “lo más lógico”.
En cuanto al tema económico no has contestado a nada y solo has dado formulas, es como si tu me preguntas sobre las energías renovables en el Comunismo Libertario y yo solo se contestarte “todo el mundo será libre”, trasfiere dicha actitud a la economía, la violencia y demás y es una respuesta valida para todo… lo mismo hacéis vosotros con: “La riqueza crecerá y todo será menos desigual”, lo mismo que dice el presidente, el Ministro, el Empresario y el Propietario, mi retórica será amplia, pero por lo menos es variada, la vuestra es siempre la misma. Me remito a mi exposición que descaradamente has obviado: “Si A intenta lucrarse a costa de B es lógico que B se empobrezca, recuperemos conceptos básicos proudhonianos, imaginemos una serie de quince, veinte productores, tan extensa como queramos. Si el productor A obtiene un beneficio sobre el productor B, éste, según los principios económicos, se reintegra de C, y de C a D, y así sucesivamente hasta llegar a Z. Pero ¿de quién se reintegra Z del beneficio deducido en un principio por A? Adam Smith y Say dicen: “del consumidor”. Pero esto es un absurdo ¿Acaso este consumidor es otro que A, B, C, etc.? ¿De quién se reintegrará, pues, Z? Si se reintegra del primer beneficiado A, no habrá beneficio alguno para nadie, ni, por consiguiente, propiedad. Si, por el contrario, Z paga ese beneficio, desde ese mismo instante deja de ser parte de la sociedad mercantil, puesto que no obtiene el derecho de propiedad ni el beneficio de que disfrutan los demás asociados. Es este el derivar en la humanidad entera, es una gran sociedad industrial que no puede obrar fuera de ella misma, queda demostrado que nadie puede enriquecerse sin que otro se empobrezca, pues el beneficio de A debe corresponder a la usura, la cual no puede establecerse sino en detrimento de B, etc.
¿Cómo es posible que observes como algo beneficioso lo que supone un descarado desfalco?, ¿Cómo va la ganancia espuria, injusta y desmedida a limitar la usura cuando es su principal baluarte?, ¿Cómo aumentaran los salarios cuando estos sufran la especulación a la baja, como cuando se puede pagar a un trabajador por menos de lo que ha producido a fin de que el empresario obtenga en tan ansiado lucro, como va a nacer de semejante ciénaga una “sociedad más libre”? Tucker era defensor del Mercado libre porque concebía que tal mercado estaría fundamentado en las bases del Comercio Justo, practicado por los “menesterosos” y sus llamados “amigos de la humanidad” lo veía como un arma contra los Capitalistas y no como un resorte para enriquecerse a costas de las parihuelas ajenas. […]
Ese vendedor de zapatos que decide vender allí donde los zapatos son escasos ¿Venderá al mismo precio que allí donde son abundantes? No dices tú, y yo pregunto ¿Por qué si su fabricación le ha costado lo mismo?, ergo, no importa lo que cueste de producir un producto, no importa el trabajo, no importa nada, salvo aprovecharse de la angustia de la gente y sus necesidades imperantes ¿No es así?, piénsalo bien, hablas todo el rato de la situación del vendedor, pero no te has parado a pensar, ni por un instante, en la situación de los compradores, si estos no solo tienen escasez de zapatos sino también de dinero para alcanzar el nuevo elevado precio de este producto ¿Qué harán?, exactamente lo mismo que hoy, solo los más ricos tendrán acceso determinados bienes y los demás no, en conclusión solo una minoría tendrán zapatos, aún que supusieran un articulo apremiantemente necesario, y los demás a andar descalzos. El precio del producto no depende entonces del valor atribuido al mismo (independientemente de cómo quiera tasarse este, por tiempo, esfuerzo colectivo, valor, trabajo o todo lo expuesto y aún más) sino de lo deficitario del bien y la necesidad acuciante del mismo, de la escasez de la demanda y la inmensidad de la demanda, ergo, individuos que necesiten calzado para trabajar, pero que no perciban por su trabajo lo suficiente para comprarlos, o que no puedan producir lo suficiente para adquirirlos, tendrán que contemplar sus lindas ampollas en los pies, pues la Libertad y la igualdad Capitalista consiste en eso, “tanto tienes tanto mereces” máxima estricta” y rigurosamente “igual para todos”, y como decía France: “El capitalismo te concede la libertad de morir bajo un puente de París”. […]
En cuanto al “monopolio” del vendedor, es la evidencia que, como el resto, se os escapa de las manos, es el Trust al que no os atrevéis a afrentaros, es el lucro subido a la máxima potencia y llevado a su máximo exponente, la idea de que un individuo pueda determinar a su antojo lo que solo a cada individuo le corresponde decidir, la idea de que un individuo pueda ingerir en las vidas ajenas hasta el punto de decirles cuanto puede consumir y, por ende, cuanto tiempo podrán prolongar su propia vida, es un insulto al propio concepto de libertad y Anarquía, pues es el “ofertante” quién, estableciendo un precio abusivo, tiene la vida del “consumidor” en sus manos, y son los “ofertantes” en “conjura” quienes tienen en sus manos la vida de todos los “consumidores”, quiénes a su vez, inevitablemente han de ser los propios “productores”. La solución de Tucker es clara, el comercio solo se igualara librándolo del lucro.”
Con este fragmento ya quedan contestadas tus objeciones pero añadámosle más.
Fíjate en lo que planteas, hoy nos encontramos en una situación en la que más de la mitad de la población muere de hambre, mientras que las principales riquezas se acumulan en poco más de 300 manos, planteas que para que los pobres dejen su situación de “muerte súbita” deban de esperar a que aumente una producción “paritaria” (enriqueciendo tanto a los que no necesitan incrementar su patrimonio como a los que solo tienen un guijarro y un mendrugo), cuando la situación de “emergencia existencial” de los pobres se podría solucionar repartiendo lo ya existente… es decir “¡Qué se mueran los pobres!, ¡Que aguanten!”, pareces afirmar cínicamente, “Si llevan siglos esperando no les importara esperar a alimentarse cuando aumente la producción, aunque mueran algunos en la espera, aunque los alimentos sobren de manera tal insultante que algunos se indigestan e hinchan sus obturadas arterias, que esperen con el techo como cielo aunque existan más casas desabitadas que ocupadas, aunque sobre para todos, que esperen a que se construyan más, aunque la ropa se amontone apolillada en los almacenes, que esperen a que se duplique la producción textil y entonces podrán cubrirse del sol o del frío… eso si PREVIO PAGO”.
El problema de la riqueza es su propio génesis, su ORIGEN, ¿Eres tan ingenuo que no te has planteado de donde sale ese billón de euros?, ¿Crees que surgen por combustión espontánea?, La riqueza no es algo “natural” que florezca en los árboles y este a expensas de quien quiera tomarla, se hereda o se adquiere, y en ambos casos se roba, mediante la usurpación sistemática de lo que el esfuerzo ajeno a producido, arrebatándose el valor total de lo producido entregándose a cambio un ridículo porcentaje a modo de precio, bien sirva para pagar un salario, bien lo producido bien lo cosechado. Lo de la tierra es solo una brizna de luz que no tenéis la suficiente valentía de aplicar a cualquier otro medio de producción, el “parche” de la tierra no exculpa ni una sola de vuestras mezquindades.
Hablas de que uno solo baje el precio para que los demás sigan la dinámica ¿No te has leído ni una sola línea sobre el Trust del que hablaba Tucker? Tendré que repetirme: “El industrial C, comerciante de sombreros, ¿tiene derecho a obligar a D, su vecino, también comerciante de sombreros, a cerrar su tienda y abandonar su comercio? -En modo alguno. Pero C quiere ganar un franco en cada sombrero, mientras D se conforma con 50 céntimos del beneficio; es evidente que la moderación de D perjudica a las pretensiones de C. -¿Tiene éste derecho para impedir la venta a D? -No, seguramente.
Puesto que D es dueño de vender sus sombreros a 50 céntimos más baratos que C, éste, a su vez, puede también rebajar el precio de los suyos un franco. Pero D es pobre, mientras que C es rico; de modo que al cabo de dos años D está arruinado por esa concurrencia insostenible, y C se, ha apoderado de toda la venta. -¿El propietario D tiene algún recurso contra el propietario C? ¿Puede ejercitar contra su rival una acción reivindicadora de su comercio, de su propiedad? -No, porque D tenía el derecho de hacer lo mismo que C, si hubiese sido más rico que él.
Por la misma razón, el gran propietario A puede decir al pequeño propietario B: «Véndeme tu campo, porque si no te impediré vender el trigo»; y esto sin hacerle el menor daño y sin que B tenga derecho a querellarse. Es evidente que, como A se lo proponga, devorará a B por la sola razón de que es más poderoso que él. Así no es, en razón del derecho de propiedad, por lo que A y C habrán desposeído a B y D, sino por el derecho de la fuerza. Con arreglo al derecho de propiedad, los colindantes A y B, del mismo modo que los comerciantes C y D, nada podrían. Jamás se hubieran desposeído, ni aniquilado, ni enriquecido unos a costa de otros: es el derecho del más fuerte el que ha consumado el acto del despojo.
También por el derecho del más fuerte, el industrial consigue en los salarios la reducción que quiere, y el comerciante rico y el propietario aprovisionado venden sus productos al precio que les place. El industrial dice al obrero: -Eres dueño de prestar en otra parte tus servicios y yo también soy libre de aceptarlos; te ofrezco tanto. El comerciante dice a sus clientes: Sois dueños de vuestro dinero como yo lo soy de mi mercancía; o tomarla o dejarla; quiero tanto por ella. ¿Quién cederá? El más débil.
Por tanto, sin la fuerza, la propiedad sería impotente, por tanto sin la fuerza la propiedad es nula”. Sustituye, o mejor aún, aúna a propiedad el término lucro, y tendrás ante ti una respuesta incuestionable.”
Reflexionad y no tengáis la necesidad de imitar lo expuesto por unos y otros, buscad una lengua propia o dejar de “tartamudear” lo dicho por el compinche adyacente, de lo contrario como ya os recomendé “elegid un portavoz”.
Y ahora me despido, hasta mañana.
“Denunciada por la luz reveladora que los acontecimientos proyectan tanto en los hombres como en las cosas, la burguesía se muestra dura, egoísta, codiciosa, estrecha, imbécil, brutal y servil a la vez que feroz cuando cree poder serlo sin mucho riesgo, siempre prosternada ante la autoridad y la fuerza pública, de las que espera su salvación, y siempre enemiga del pueblo.”
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Salud.
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Y que es lo que es robado para que haya propiedad?Walter PPK escribió:No. No es así. Si hay propiedad, es porque hay robo, ya que la propiedad es el robo. Lee al Hombre de la Guillotina, que lo explica muy bien.

Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Ostras, AaA, léte lo que ya han dicho (el Hombre Guillotina). Si es largo, pues te tomas más tiempo. Es muy cansino que 10 personas te tengan que explicar lo mismo.
Tienen una bandera negra,
a media asta sobre la esperanza.
(Léo Ferré)
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- Marco Arrieta
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
El Hombre Guillotina escribió:En cuanto a quienes han afirmado que Proudhon dijo que la “Propiedad es un Robo” en un contexto “muy concreto”, se equivocan de parte a parte, los primeros 10 años de su vida intelectual los dedico a tal acervo, sus primeras, y para muchos, más grandes obras, se dedicaron a demostrar como la Propiedad era imposible o era un Robo, fue después de la Revolución cuando creyó que ante la “absorción del Estado Napoleónico” esta podría garantizar la libertad de Individuo, pero sin embargo, nunca dejó de abogar por la posesión, por el usufructo, como un método más equitativo para tiempos más propicios.
Esta afirmacion es poco exacta en "que es la propiedad" el hace ambas afrimaciones "la propiedad es un robo" y "la propiedad es la libertad" si no comprendes que el verdadero sentido de lo que es la propiedad esta en esta aparente contradiccion entonces no has compredido el verdadero sentido de la propiedad usufructuaria de Proudhon...
saludos cordiales
Marco Arrieta
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http://www.mutualismo.org
http://www.dineroneutral.org
El sabio escucha, el inteligente argumenta, el ignorante vocifera y critica.
Si la ciencia demuestra que algún dogma del Budismo está equivocado, el dogma habrá de revisarse. Dalai Lama
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Si la ciencia demuestra que algún dogma del Budismo está equivocado, el dogma habrá de revisarse. Dalai Lama
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
de mano, socialismo y liberalismo no pueden ir de la mano: son antagónicos, rediela! Para seguir, si no has visto una sola refutación veo más que nunca la necesidad de que te pires de aquí, porque no es que no veas, sino que no quieras ver, infinitamente más peligroso, tóxico y cansino. Vamos, que no te basta con una explicación increíble como se ha marcado el compa Guillotinador, que te ha refutado de forma argumentada, dejando hablar a los mismos que tú tergiversas interesadamente, porque no atiendes a razones: sólo a tu maniquea reducción del mundo. Pues bien, en ese caso, eres directamente un troll, otro iluminado que entorpece el debate minusvalorando a cualquiera que le intente refutar y pasándose por el forro lo refutado.Y Hombre Guillotina, realmente como expositor de ideas no eres muy didáctico que digamos, sin embargo en tanta letra de cosas que he leído una y otra vez (no creas que me vienes a sorprender) no ví una sola refutación a mis afirmaciones, ni una, sólo expusiste lo mismo que yo -a diferencia que yo hago conexiones con otras ideas más actuales y las pongo en sus implicaciones prácticas -cosa que te cuesta según veo- y no me deleito en la abstracción pura sin aplicación -cosa que me interesa muy poco, y veo que contigo es lo contrario-; cuál es el punto entonces es el que me refutas, señálamelo porque yo no vi nada de fondo, cosillas de forma, a lo mucho.
OJO, no trates de ganar un debate, trata de entender lo que debates. Además señor yo no defiendo el "capitalismo" mucho menos el "socialismo", yo defiendo la soberanía del individuo y la interacción voluntaria, es decir el libertarismo, sea socialista o capitalista; es decir me interesa y me siento parte de la gran familia tanto del socialismo como del liberalismo siempre que sean libertarios.
Telmo,
por mucho que uses los billetes de 500 pa empapelar tu habitación, seguiremos diciendo que la acumulación es nefasta, que el dinero no debería de existir y que las pistolas, aunque per se no maten, están hechas para matarEsto es falso. Es cierto cuando no se genera más riqueza y la mayoría ha de quitar a los de la minoría. Si la mayoría o la minoría genera más riqueza sin tomar del otro grupo, entonces no se lo empobrece, al menos de una forma absoluta (si tomas los valores relativos es otra historia). Aún así, el lucro en sí no es malo, sino que lo que puedas hacer con él puede ser malo o no.
los que más generen serán los que más exploten a su fuerza laboral y puedan permitirse especular vendiendo a la baja (aunque esa baja sea demasiado alta para la mayor parte de la humanidad), no los que saquen mejores productos. Para eso ya tenemos toda una serie de patentes intelectuales (que he visto a defender a algunos de los ancaps) que ahogan la creativdad por la vía de la burocracia, y que hoy día ya permiten incluso registrar seres vivos (como la corporación Monsanto podría explicaros)Los que puedan generar más serán tal vez gente que innove y cree algo nuevo, aunque es casi seguro que salgan competidores en el asunto (por ejemplo el creador de mp5s, o algo así). No creo que esto le gustara a ningún Rockefeller o Rothschild, ya que se les expropiaría todo.
en ocasiones unos suben el precio porque los intermediarios así lo hacen (aunque el productor no reciba más que unos miserables céntimos), con lo que no pueden permitirse tirar los precios , a riesgo de arruinarse. Otros sí. Si colectivizamos los recursos naturales directamente extraídos... ¿cómo puede ser que tú luego te lucres transformando un material por el que no pagas y que no le aportes nada a la colectividad?Me parece que te equivocas. Unos suben el precio, pero con que uno sólo baje el precio los otros se joden. Además, hemos dejado claro que nada de monopolios ni oligopolios, ni uno ni cinco. Que todos puedan. Por otro lado, como dijo Marco, los recursos naturales se podrían colectivizar, o al menos aquellos que extraes directamente (por ejemplo minerales, madera y otros).
En fin, que me reafirmo y secundo a Pablo A: ni es la primera vez (ni será la última) que de este foro se expulsa a personas de otras ideologías. Se les deja pasear, mientras que sean respetuosos y sus críticas sean sinceras. Se les aclara todo lo que haga falta, aún cuando vengan con preguntas capciosas clásicas (del que incluso hay un hilo Ingobernable: ¿qué hacer con los psicópatas coprófagos en una sociedá libertaria? o el gran clásico: ¿de qué color serán nuestros calcetines el día de la Revolución?). Pero en cuanto pierden el respeto y no atienden a razones y argumentos, puerta
no sé si no acaban de entender que este es el único (o casi) espacio en el que, los que a diario tenemos que soportar continuos descréditos hacia nuestra pensamiento sin ninguna fundamentación, podemos compartir con gente similar nuestros pensamientos. Sin que alguien cuya máxima fuente de información son los noticiarios de antena3 venga a decirme que el egoísmo es natural, que el libremercado es chachipén y que siempre hubo pobres (y putas). Un sitio donde poder respirar, co-jo-nes!
kuando los ke mandan pierden la vergüenza, los ke obedecen pierden el respeto
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Walter PPK
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Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Lo que sea. Si tú mañana, por algún procedimiento, hicieses de tu propiedad el aire, que a día de hoy no es de nadie, eso sería un robo. Lee y asimila lo que te han dicho con mucha más elegancia que yo.AaA escribió:Y que es lo que es robado para que haya propiedad?
Re: Expulsión de todos los ultraliberales o anarcocapitalistas
Bueno, Hombre Guillotina, creo que este es un punto de inflexión en el debate. Es la intervención en la que menos dices y más te esfuerzas en enredar para ocultar, precisamente, ese vacío en la argumentación. Y es que una vez que te mostré mis ideas es lo único que te queda...eso, y reprocharnos que no salimos al paso de tal o cual intervención, como si tuviéramos tiempo y ganas de hacerlo.
Ah, si he dejado algo por contestar del post anterior, házmelo saber. Por ahora sigo sin distinguir qué es eso que me he dejado, pero no tengo ningún problema en contestarlo si me lo muestras.
Veo que todo el debate se centra en la cuestión del lucro según Tucker y que, para reafirmar tu acusación de que no somos mutualistas, nos muestras unas consecuencias hipotéticas -y falsas, aunque eso es otro debate- de la competencia libre, como si esas consecuencias -que, reitero, son falsas- fueran nuestra aspiración de sociedad. Aun suponiéndote que fueran ciertas, eso no descartaría que fuéramos mutualistas, sino más bien que la teoría mutualista es errónea. Yo doy por refutado el comunismo libertario en el hilo de Críticas Económicas al Comunismo Libertario y no por ello os considero menos anarquistas.
También, contestando a mi afirmación de que el lucro es el presupuesto del Precio de Costo, sales por la tanjente con argumentos económicos -que considero falsos, pero que como digo, es otro debate-, cuando de lo que se trata es de si somos mutualistas o no.
Tucker mismo considera el lucro el presupuesto del Precio de Costo: lee tú, ya que me recomiendas hacer lo mismo a mí, los pasajes de Instead a Book en los que habla sobre la banca o la seguridad y afirma que sus servicios alcanzarán el precio de costo. He ahí la diferencia entre Tucker y Warren: el primero no propone una tienda de tiempo -gracias por la corrección-, sino un mercado libre en el que los precios, partiendo desde el monopolio (no coactivo, se entiende) topan con el precio de costo gracias al afán de lucro de los competidores. Esto refuta de paso, tu ejemplo del zapatero.
La diferencia entre él y yo (aunque si me permiten los otros mutualistas, diré "nosotros") es que no creo que el mercado lleve a todas las mercancías a su precio de costo: tienden siempre hacia él, en muchos casos lo alcanzan, y en otros no. Pero el mercado no es una tienda de tiempo. Si tienes algún argumento contra nosotros o contra mí es solo ese, que no es ideológico sino estríctamente de análisis económico.
Por cierto, lo de "tuckerista" ha sido una etiqueta para diferenciarnos del mutualismo proudhoniano de bancos de trueque y demás, que aunque es la base y compartimos objetivos, tenemos diferencias sustanciales.
No tenemos ningún gurú, y si hay que reprochar a Tucker su ingenuidad en el Precio de Costo y la revolución pacífica, o el hecho de que pasara por alto los transportes estatales como método de crecimiento de las corporaciones, pues se le reprochará. Eso no quita que seamos muy cercanos a él en todo lo demás.
Respecto a Carson, a él sí estoy muchísimo más próximo, simplemente porque su mensaje es el mensaje de Tucker adaptado a los conocimientos económicos actuales -aunque también discrepo en algún punto con él, es de importancia menor-.
No entiendo por qué nos reprochas no alertar contra el trust, ¿el hecho de que no lo hayamos mencionado quiere decir que no exista? Ahora bien, nuestra alerta contra él es la misma que contra toda intervención del Estado en la economía, y especialmente las pro-corporaciones, puesto que no concebimos un mercado libre con trust: el propio afán de ganancias de los productores haría -y hace- inestables los trust. La Standard Oil se formó gracias al Estado.
Por último, no veo darwinismo social en el parrafito que me citas; únicamente pánico ante las consecuencias de "medir las capacidades" y robar el "sobrante" de las capacidades pretendidamente "superiores": No se sigue de él que sea capitalista o egoísta excluyente, es un planteamiento perfectamente anarquista. Ya te cité a Émile Armand.
Ah, si he dejado algo por contestar del post anterior, házmelo saber. Por ahora sigo sin distinguir qué es eso que me he dejado, pero no tengo ningún problema en contestarlo si me lo muestras.
Veo que todo el debate se centra en la cuestión del lucro según Tucker y que, para reafirmar tu acusación de que no somos mutualistas, nos muestras unas consecuencias hipotéticas -y falsas, aunque eso es otro debate- de la competencia libre, como si esas consecuencias -que, reitero, son falsas- fueran nuestra aspiración de sociedad. Aun suponiéndote que fueran ciertas, eso no descartaría que fuéramos mutualistas, sino más bien que la teoría mutualista es errónea. Yo doy por refutado el comunismo libertario en el hilo de Críticas Económicas al Comunismo Libertario y no por ello os considero menos anarquistas.
También, contestando a mi afirmación de que el lucro es el presupuesto del Precio de Costo, sales por la tanjente con argumentos económicos -que considero falsos, pero que como digo, es otro debate-, cuando de lo que se trata es de si somos mutualistas o no.
Tucker mismo considera el lucro el presupuesto del Precio de Costo: lee tú, ya que me recomiendas hacer lo mismo a mí, los pasajes de Instead a Book en los que habla sobre la banca o la seguridad y afirma que sus servicios alcanzarán el precio de costo. He ahí la diferencia entre Tucker y Warren: el primero no propone una tienda de tiempo -gracias por la corrección-, sino un mercado libre en el que los precios, partiendo desde el monopolio (no coactivo, se entiende) topan con el precio de costo gracias al afán de lucro de los competidores. Esto refuta de paso, tu ejemplo del zapatero.
La diferencia entre él y yo (aunque si me permiten los otros mutualistas, diré "nosotros") es que no creo que el mercado lleve a todas las mercancías a su precio de costo: tienden siempre hacia él, en muchos casos lo alcanzan, y en otros no. Pero el mercado no es una tienda de tiempo. Si tienes algún argumento contra nosotros o contra mí es solo ese, que no es ideológico sino estríctamente de análisis económico.
Por cierto, lo de "tuckerista" ha sido una etiqueta para diferenciarnos del mutualismo proudhoniano de bancos de trueque y demás, que aunque es la base y compartimos objetivos, tenemos diferencias sustanciales.
No tenemos ningún gurú, y si hay que reprochar a Tucker su ingenuidad en el Precio de Costo y la revolución pacífica, o el hecho de que pasara por alto los transportes estatales como método de crecimiento de las corporaciones, pues se le reprochará. Eso no quita que seamos muy cercanos a él en todo lo demás.
Respecto a Carson, a él sí estoy muchísimo más próximo, simplemente porque su mensaje es el mensaje de Tucker adaptado a los conocimientos económicos actuales -aunque también discrepo en algún punto con él, es de importancia menor-.
No entiendo por qué nos reprochas no alertar contra el trust, ¿el hecho de que no lo hayamos mencionado quiere decir que no exista? Ahora bien, nuestra alerta contra él es la misma que contra toda intervención del Estado en la economía, y especialmente las pro-corporaciones, puesto que no concebimos un mercado libre con trust: el propio afán de ganancias de los productores haría -y hace- inestables los trust. La Standard Oil se formó gracias al Estado.
Por último, no veo darwinismo social en el parrafito que me citas; únicamente pánico ante las consecuencias de "medir las capacidades" y robar el "sobrante" de las capacidades pretendidamente "superiores": No se sigue de él que sea capitalista o egoísta excluyente, es un planteamiento perfectamente anarquista. Ya te cité a Émile Armand.
"El congreso [de Bruselas de la AIT de 1868] declara:
1. Que la producción (el productor) únicamente puede conseguir la posesión de las máquinas mediante las asociaciones cooperativas y una organización de crédito mutuo. [...]".
1. Que la producción (el productor) únicamente puede conseguir la posesión de las máquinas mediante las asociaciones cooperativas y una organización de crédito mutuo. [...]".