Canarios en el horror nazi

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antinazi
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Canarios en el horror nazi

Mensaje por antinazi » 16 May 2010, 14:04

Un total de 28 isleños perdieron la vida en el campo de concentración de Mauthausen (Austria), liberado hace justamente 65 años.

GREGORIO CABRERA Al abandonar el campo de concentración de Mauthausen (Austria) crece el temor al ser humano y se comprende mejor por qué todavía lloran los sauces a las orillas del Danubio. El río, a escasos dos kilómetros del horror, transita pesaroso por este valle, como si hiciera una reverencia. Tienen razón las aguas: la memoria de 115.000 personas asesinadas en Mauthausen y sus 47 comandos exteriores obliga a detenerse. Frank Zieseis, director de las instalaciones, convertía en humo las esperanzas de los alrededor de doscientos mil prisioneros que cayeron en esta pesadilla entre el 8 de agosto de 1938 y el 5 de mayo de 1945, día de la liberación. "Entráis por esta puerta, pero saldréis por la chimenea". Unos 7.300 españoles escucharon estas palabras. Entre ellos hubo cuarenta y cinco canarios, de los que veintiocho perdieron la vida entre las garras del águila. Lo único que no pudieron vaporizar los nazis ni nadie fue el doloroso recuerdo del espanto.

Hoy en día se llega a la pequeña y coqueta localidad de Mauthausen en tren, tras hacer transbordo en San Valentín procedentes de Viena o Linz. Desde la estación hay que andar un trecho de seis kilómetros hasta arribar al campo de concentración. Es el mismo camino que hicieron las víctimas. Al subir por la Linzer Strasse resulta fácil imaginarse a los vecinos de entonces cerrando las ventanas de sus casas para no contemplar el paso de los pelotones. En lo alto de una loma se divisan los muros del infierno. Pero antes, al pie, aparece una gran cavidad excavada en la montaña. Es la cantera de piedra. Desde lo alto, y mientras los condenados picaban las paredes, los nazis arrojaban judíos al vacío de forma regular. Para subir desde ahí se deben afrontar los 186 escalones de la Todesstiege, la escalera de la muerte.

TRAS LOS NÚMEROS HABÍA HOMBRES. Dentro, entre los visitantes al museo, se mueve con ojos azules acuosos por la emoción un hombretón de al menos un metro noventa de altura. Tiene 96 años, le acompaña una niña, su nieta, y en la solapa de su chaqueta azul marino destaca una placa con un número, el 17.190. Es el recuerdo de aquel tiempo en que el polaco Kawa Piotr perdió su nombre y, como el resto, se vio reducido a un número. "Entré con 22 años y luego me mandaron al subcampo de Gusen", recuerda ahora. Rememora incluso las palabras de los kapos a los españoles: "Venga, venga, rápido, rápido…" Cuando se le pregunta si se dejaría fotografiar junto al horno crematorio no se lo piensa. Saca el pecho y mira fijamente a la cámara. Da las gracias. Cualquier cosa menos el olvido. Un saludo. Un abrazo. Adiós. Piotr coge de la mano a la pequeña y los dos se encaminan hacia la antigua cámara de gas.

La senda que conduce de Canarias a Mauthausen parece trazada por el demonio. En cierto modo fue salir de la sartén para acabar en el fuego. El historiador Sergio Millares Cantero ha seguido estos pasos. En base a sus investigaciones sabemos que muchos canarios huyeron tras el alzamiento del 18 de julio de Franco a puntos de la costa africana bajo jurisdicción francesa como Dakar, Port-Etienne, Safi o Casablanca. Lo hacían en ocasiones en falúas y otro tipo de barcos desde Lanzarote, pero la mayor parte de las veces se trataba de marineros y pescadores que aprovechaban las escalas en esos puertos para solicitar asilo político. De ahí, los que pudieron, saltaron a Francia, donde se convirtieron en mano de obra barata pero fuera del alcance del fascismo. Así fue hasta que la sombra del águila nazi cubrió las tierras galas. Miles de españoles y entre ellos decenas de isleños fueron capturados y enviados a Mauthausen.

DIÁLOGO MORTAL. "Aquí no saldrá ninguno con vida, porque las calorías que nos suministran los SS son insuficientes para permanecer más de seis meses con vida..." Según recoge Millares Cantero, así se lo comentó el médico palmero Domingo Henríquez Pérez a otro preso, el alcalde de Santa Úrsula (Tenerife), Román García. El doctor murió en nueve meses. Supo ver la verdad. Aquello era un campo de exterminio y una ignominiosa máquina de hacer dinero con hombres de usar y quemar. Gregorio Nacianceno Mata, un superviviente insular, dejó escrito en sus memorias que "en los primeros tiempos de entrar a Mauthausen la situación para los detenidos era dramática: hambre, disciplina, castigos, poca ropa, falta de noticias exteriores, trabajos duros, ningún medio para curarse, raciones de comida exactas, severo control en la cocina y amenazas constantes sobre el crematorio" (recogido en el número uno de la revista Canarii). Diez grancanarios, ocho palmeros, siete tinerfeños, dos lanzaroteños, un natural de La Gomera… Nacidos en el Atlántico y asesinados al lado del Danubio, junto a millones de personas. Son las señales del dolor canario en el inmenso y tenebroso paisaje de la mayor tragedia humana del Viejo Continente.

El castillo de los horrores queda atrás. El reloj de la estación, un decorado pre-alpino tan inmaculado como el resto de la localidad, sigue marcando las horas, aunque uno siente que el tiempo se ha detenido a su alrededor, por lo menos hoy. Todavía queda más de una hora para que pase el tren de vuelta a San Valentín. Algo en el interior te exige acercarte al Danubio para sentarte al lado de un sauce y compartir su pena frente a un río bello, sigiloso, enlutado, triste y en absoluto azul.

http://www.laprovincia.es/dominical/201 ... 01984.html
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"¡Unos nos llamaran locos! ¡Soñadores dirán otros! No esperemos menos de los que no nos entienden, pero sepan aun cuando se declaren nuestros enemigos, nosotros seremos sus hermanos."
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