¿Cual es la última pelicula que habeis visto?

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Películas que hay que volver a ver de vez en cuando: La sombra de una duda - Shadow of a doubt (Alfred Hitchcock, 1943)

François Truffaut: Shadow of a doubt es, con Psycho, una de sus raras películas en las que el personaje principal es el malo y el público simpatiza con él, probablemente porque no se le ve nunca asesinando a las viudas...

Alfred Hitchcock: Probablemente, y además es un asesino idealista. Forma parte de esos asesinos que sienten en ellos una misión de destrucción. Puede que las viudas merecieran lo que les ocurría, pero no era asunto suyo hacerlo. En la película se plantea un juicio moral, ¿verdad?, ya que Cotten es destruido al final, aunque sea accidentalmente, por su sobrina. Esto equivale a decir que no todos los malos son negros ni todos los héroes son blancos. Hay grises en todas partes. El tío Charlie quería mucho a su sobrina, pero no tanto como ella a él. Sin embargo, ella ha tenido que destruirlo, pues no olvidemos que Oscar Wilde dijo: "Matamos a lo que amamos"

... François Truffaut: Supongo que quedó satisfecho de Joseph Cotten y de Teresa Wright. Hizo con ella uno de los mejores retratos de chica américana; era muy bonita, con una hermosa silueta, y andaba con mucha gracia.

Alfred Hitchcock: Sí, se la pedimos a Goldwyn, que la tenía bajo contrato. Toda la ironía de la situación residía en su apego amoroso hacia el tío Charlie.

François Truffaut: Precisamente a propósito de ese apego amoroso, se ve en la última escena de la película a la chica y su prometido, el policía, que están delante de la puerta de la iglesia. Sobre el fondo sonoro se oye al cura que pronuncia el elogio del tío Charlie en el estilo de "era un ser excepcional...". Durante este tiempo, la chica y el policía hacen proyectos para el futuro y la chica dice algo bastante ambiguo, más o menos "... nosotros somos los únicos que sabemos la verdad...".

Alfred Hitchcock: No me acuerdo de la frase exacta, pero la idea es que la chcia seguiría enamorada de su tío Charlie toda su vida.

Texto tomado de: El cine según Hitchcock / François Truffaut. - Alianza Bolsillo, (1966) 1985.

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Headbang Lullaby (2016) -así, en inglés- es la película del director marroquí Hicham Lasri que ha concurrido este año al Festival de Cine Africano de Tarifa - Tánger (FCAT). Sí en películas anteriores Lasri se dedicaba a los altos mandos de la policía marroquí -Starve Your Dog- o a los intermedios -The End-, aquí toca el retrato de un policía a pie de calle que se va de servicio al último rincón. En los tres casos, con un retrato hecho al aguafuerte o quizás más bien con un collage deliberadamente chirriante que no deja de testimoniar la dureza de los métodos de estos agentes, al menos en el pasado.



Como en todas sus películas Lasri aprieta el acelerador a la hora de intensificar la imagen mediante todo tipo de deformaciones y manipulaciones - que en este caso se unen a una fotografía en color cuidadísima. Se diría que padece alergía a las distancias focales intermedias, salvo porque de vez en cuando compadece en usar alguna intermedia para que se note más la extrema siguiente. Como en El mar tras nosotros, en esta ocasión este estilo pretende acercar la perspectiva de un personaje que se siente alienado respecto a su entorno -no, como en otras, a una pluralidad de perspectivas-, y como en El mar... uno queda con la sensación de que el procedimiento es un poco mecánico. Acercar a la confusión con una puesta en escena confusa sólo contagia la confusión, no ayuda a entenderla. Sin embargo, en este caso creo que el problema es mío: quizás he sentido que la película es una acumulación de efectos sin unidad porque no capto alusiones sociales que serán claras para alguien natural de Marruecos y que darán a la película la cohesión que yo no lo encuentro.

Con coherencia o no, la película tiene alguna de las soluciones de puesta en escena más brillantes que he visto en películas de Lasri -y ya es decir-. Alguna de las personas que estuvo conmigo en la sala de Tarifa criticó que los personajes masculinos están demasiado caricaturizados; pero ese acúmulo grotesco da lugar a un eficaz juego de enfoque que deja claro lo que supone que una campesina tenga ocasión de volver por primera vez la porra contra un policía.

Y con coherencia o no, no hay duda que la película hace que entre por los ojos un tono amargo: el apropiado a una sociedad donde existen personajes como esa abuela que prepara la cena para un nieto ausente por preso político, y que cuando el nieto vuelve piensa que está ausente...

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Películas que difícilmente veremos en condiciones. De ellas trata por ejemplo Pilar Pedraza en su aportación al último número de 'Cuadernos de cine', que para celebrar que lleva diez años saliendo se ha marcado un interesante monografico dedicado a mujeres y cine.

El canto de La Stilla : Consuelo audiovisual

A través del imaginario sobre el nacimiento del cine y de los medios audiovisuales, se advierte en transparencia una figura de luz que canta como las sirenas, repitiendo una melopea de amor y muerte. Es el fantasma holográfico de la Stilla, protagonista espectral de la novela de Julio Verne El castillo de los Cárpatos (1892), que precedió en cinco años al ‘Drácula’ de Bram Stoker. No corresponde sin embargo al género fantástico gótico, sino al tema de la construcción de la mujer ideal por medios tecnológicos, como ‘La Eva futura’ de Villiers de l’Isle Adam.

La Stilla es una cantante de ópera, amada por el barón rumano Rodolfo de Grotz. En su despedida del teatro, al cantar el aria de la muerte de Angélica, cae presa de un ataque al corazón. Su desolado admirador vuelve a Transilvania y organiza en su castillo un prodigioso artefacto en memoria suya. En el torreón, un chorro de luz blanca deja ver una figura femenina celestial, que con los brazos levantados, como en escena, canta lo mismo que La Stilla en la noche de su muerte en plena actuación.

La visión se repite en una lujosa sala que tiene algo de pequeño teatro. Frente a un estrado se encuentra un sillón para el contemplador, Gortz. Junto a él, sobre la mesita, hay un fonógrafo. La Stilla se halla en pie en el estrado, iluminada y radiante gracias a un artificio de óptica, que hace de ella un holograma a partir de un retrato con su vestido blanco bordado en perlas. Reflejada por espejos inclinados a los que ilumina un potente foco, parece viva, pero se equivocan quienes presienten en esto el auténtico cine sonoro, pues ni el holograma se mueve –siendo como es la proyección del retrato- ni hay sincronización entre los cilindros del fonógrafo y la imagen. “Esto no es una narración fantástica, tan sólo novelesca”, avisa Julio Verne. El fantasma de La Stilla no pertenece al mundo celeste, sino a las habilidades mecánicas de un ingeniero. En esto se diferencia para Verne lo tecnológico de lo fantástico: en que lo fantástico no puede ser, y lo tecnológico podrá serlo en el futuro.

El cine apenas se ha hecho eco de esta deliciosa obra. De 1981 data la película rumana Castelul din Carparti, dirigida por Stere Gulea, una historia romántico-cómica, situada en la revolución de 1848, en una atmósfera de misterios transilvanos y humor grotesco. Las máquinas son divertidos cacharros surrealistas, muy propios de las artes escénicas de los países del Este.



Casi coetánea -1982- es la película checa Tajemství hradu v Karpatech –‘El misterioso castillo de los Cárpatos’- de Oldrich Lipsky. El barón de Grotz es propietario de un castillo en cuyo interior mantiene preservado el cadáver de La Stilla, llamada en este caso la señorita Salsa Verde.



Curiosos productos audiovisuales que se insertan en un género que podríamos denominar ‘cine de consuelo de viudos y amantes’ y que nos hablan, en definitiva, de la construcción de la mujer.

Pilar Pedraza es una notable escritora e historiadora del arte, campos en los que despunta por la acción combinada de una notable erudición y una notable imaginación. No es casual que se haya acordado de uno de los grandes desconocidos por estos lares, el cine fantástico de los países del Este, del que no sólo nos falta buen acceso a películas como las citadas sino también a obras tímidamente reivindicadas por algunas historias del cine, como La bella y la bestia (Juraj Herz, 1977), de la que al menos el señor Youtube ofrece una versión con subtítulos en castellano.

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Uno de los muchos buenos momentos que acogió el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger fue la proyección del documental Gurumbé - Canciones de tu memoria negra, con la presencia de su director Miguel Ángel Rosales.

Al sur de Europa, donde hoy se blindan fronteras con concertinas y muros, ayer florecía un negocio que arrastraba forzosamente a miles de africanas y africanos al exilio y la explotación. Gurumbé : canciones de tu memoria negra nos cuenta su historia para cuestionar nuestro presente y recordarnos que África está muy dentro de lo que hoy somos.

Más información: http://www.afribuku.com/gurumbe-miguel- ... -flamenco/

Para ser honesto, debo de confesar que mientras la veía estaba un poco despistado porque esperaba una película más centrada en la música: hay música, y muy buena, y muy bien elegida, pero actúa más como ilustración de lo que cuentan en pantalla profesionales de la antropología o de la historia que como fundamento de la película. Ahora bien, no lo señalo como un defecto. Gurumbé es una película muy informativa y muy interesante, y en cierto modo no es sólo una reivindicación de la ancestral presencia negra en la cultura ibérica: reivindica también esos estudios -antropología, historia- que nos hacen conocer lo que somos, y lo reivindica dando un ejemplo -la misma investigación que hace posible la película.

Hay otra cosa muy interesante, y es que no es nada victimista. Hay por ahí historias de bolsillo de la música negra americana que no hacen más que dar la tabarra con cómo "la terrible experiencia de la esclavitud" hizo posible esa música, como si la gente que la creó no tuviera talento previo y hubiera llegado a hacer música como una compensación divina por su sufrimiento. En Gurumbé está claro que el reflejo cultural de la cultura africana en la cultura ibérica proviene de la propia creatividad secular de aquellas gentes que aquí fueron esclavizadas.

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Películas que hay que volver a ver de vez en cuando - Después de Vinieron de dentro de... (1975), todo lo que David Cronenberg ha hecho en cine ha sido un paso -a ratos imperceptible, pero paso- hacia la decadencia. Un camino que le llevó a convertirse, en palabras de su discipulomaestro y dibujante de cómics Miguel Ángel Martín, en un director que sigue la corriente principal. Pero, quizás gracias a la influencia del autor del texto de partida -J.G. Ballard-, hubo un momento en que casi volvió a lo mejor del principio: Crash (David Cronenberg, 1996), de la que podéis leer una reseña en http://disonancias-zapata.blogspot.com. ... -1996.html

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El ciclo de cine tunecino del último Festival de Cine Africano de Tarifa - Tánger me permitió repescar la excelente película de Hinde Boujeema Ya man aach - Era mejor mañana (2012)

Aida, una sin techo tunecina, nos cuenta como todo sigue igual tras la caída de Ben Ali en Túnez. Mientras las manifestaciones se suceden, va de un barrio a otro en busca de un hogar para sus hijos. Según Aida, los funcionarios siguen humillando a los tunecinos y pisoteando a las mujeres. La película, a través del recorrido de Aida, muestra el sufrimiento del pueblo tunecino a pesar del derrocamiento de la dictadura y de la esperada democracia.

La película se muestra como una sucesión de entrevistas a pie de calle con Aida mientras ella se enfrenta a problemas y embrollos propios de su condición. Hay un tópico periodístico de los reportajes "revueltas árabes x años después" que explica que en Tunez todo sigue igual porque "los jóvenes educados" no han podido vencer a "los corruptos" y/o "los islamistas" -presentados como poderes inexorables de origen desconocido-; las tomas en directo que presenta Ya man aach dan otra imagen, menos paternalista -y menos justificadora de ingerencia exterior en favor de "idealistas indefensos"-. En efecto, son como un puzzle que al armarse muestra una miseria que se reproduce porque la gente que vive sumergida en ella está muy ocupada en disputarse a codazos el poco espacio que les resta. Es curioso que cada quien que le da la patada a otra persona más o menos igual de pringada, se disculpa diciendo que peor es el Estado que no le da una ayuda a ese mismo al que está fastiando. No hay mucho que esperar del Estado, pero a todo el mundo le sirve como disculpa de sus pequeñas depredaciones.

No sé cuánto hay de reconstrucción y cuanto de directo en las tomas que vemos de Aida. Las escasas intervenciones de la directora al margén de su función de testigo -pequeños efectos de montaje- son aportes líricos de altura sin necesidad de abandonar los límites de imágenes tomadas cámara en mano -como el plano del oleaje solitario después del permiso en la playa de los niños en el reformatorio-. Si la última y estremecedora secuencia es un directo, sólo se puede decir que la realidad a veces consigue metáforas más profundas que las que se podrían imaginar para dar cuerpo a la idea de existencia abandonada por las promesas golosas de la "sociedad de consumo".

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El último número en papel de 'La marea' es un monográfico sobre el sindicalismo del siglo XXI. Muy interesante, como de costumbre -"¿Para qué suscribirse a 'El salto' existiendo 'La marea'?" es la pregunta que me saca del sueño algunas madrugadas-. Han tenido a bien completar el monográfico con un artículo de Manuel Ligero sobre cine y clase trabajadora, y en él se hace y documenta una observación interesante: en el cine comercial la clase trabajadora sale principalmente en películas de ciencia ficción, y todas ellas tienen como denominador común advertir de que cuando haya robots o similares sustituirán totalmente a los trabajadores y/o de que cualquier componente de la clase trabajadora que no se comporte como un robot será agresivamente perseguido.

Como digo, da el ejemplo de varias películas, algunas de ellas desconocidas por mí y sobre el papel interesantes -así Moon (Ducan Jones, 2009). En dos páginas no se puede profundizar mucho en el asunto, pero no estaría de más profundizar en el por qué de esta tendencia - y, sobre todo, andar con pies de plomo antes de pensar que con este tipo de cine se nos está vendiendo un cine crítico. La gran pionera de esta tendencia no deja de ser Metrópolis (Fritz Lang y Thea von Harbou, 1925), película alemana prenazi que es más crítica de la tecnología exaltada por el arte soviético coetáneo que crítica del capitalismo, y en la que se da a entender -menos de seis años después del asesinato de Rosa Luxemburgo-, que los proletarios son demasiado toscos como para no dejarse engañar por una mujer que les incita a la revolución.

Otra de las grandes precursoras de esta tendencia mencionada por Ligero es, por supuesto, Blade Runner (1982), película que me inspira sentimientos cambiantes aunque, sin duda, tiene unas cuantas cosas admirables. Todo el mundo se ha quedado con el famoso monólogo cristianoide de Rutger Hauer, de que si las lágrimas en la lluvia y tal. A mí en cambio esa secuencia me parece muy floja, y de quedarme con alguna sería con una que -de no ser por la musiquilla de Vangelis- resume lo mejor de la película: el asesinato de Zhora.

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Una de las mayores aportaciones artísticas a la programación del último Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger se debió a Ala Eddine Slim. Este director natural de Túnez ya aportó en una edición anterior, junto a otros compañeros, Babylon, un sobrecogedor documental sobre lo que supone un campo de refugiados; el documental no está hecho en plan reportero, a base de testimonios y hechos significativos, sino en plan artístico, pintado con el espacio y el tiempo que se abre y cierra ante los refugiados. Es toda una experiencia verlo, aunque sólo para quien esté animado para afrontar un lenguaje que se entrega gota a gota.

A esta edición vino con Akher wahed fina / El último de nosotros, película premiadísima en un montón de sitios y supongo que con razón. Empieza siendo una película sobre llegar a Europa en patera y acaba siendo una interesante reflexión, sin diálogos, sobre lo que somos sin la protección de una civilización. Cito algunos fragmentos de una entrevista con el director:

Desde mi primer cortometraje me interesé por la problemática de las fronteras y de los territorios y L’Automne es una especie de prólogo de Akher wahed fina. Lo que me llamó la atención y me interesó de esta problemática es lo absurdo que es no poder desplazarse libremente. Me interesaba también la tentación de poder tener otros horizontes y otras tierras de acogida, y las fronteras y los territorios me ofrecían otras posibilidades como cineasta, eran una oportunidad para explorar otros territorios de ficción. Yo vivo en un barrio bastante popular y muchos de mis amigos han intentando cruzar el Mediterráneo. Algunos consiguieron alcanzar la otra orilla, unos han fallecido en el intento y otros han sido declarados desaparecidos. Es este tercer caso que me intrigó y que me apareció como una posibilidad a explorar para hacer una película de ficción.

El tema de la inmigración era solo un pretexto para narrar el recorrido de un hombre que intenta reencontrarse con sí mismo. Es verdad que la inmigración es algo difícil, duro y arduo, pero al personaje, N., cada vez que le pasa algo, intenta adaptarse y luchar. No hace más que mutar y adaptarse. Cada encuentro desemboca en una amistad con alguien que le acompaña en una parte del camino. Pero a lo largo de su avance, se libera, se desprende de las cosas que le atan a su pasado más reciente. Para mí lo importante era abandonar la ciudad para irme a otra parte.

No quería que la película estuviera vinculada a un contexto o una región concreta. Sólo he elegido Túnez como lugar de rodaje. Quería que esta historia pudiera existir en cualquier parte del planeta. Y no había lugar para el diálogo en esta propuesta. En mis películas se habla poco. Me parece que hay demasiados diálogos en el cine y en la ciudad, la gente habla mucho para no decir nada al final. Prefiero trabajar con el montaje, la imagen y el sonido. La película no tiene diálogos pero no es muda, tiene un ambiente sonoro muy presente. Todo el equipo de sonido, el montador, el mezclador, el músico y el ingeniero de sonido estaban en contacto entre ellos y conversábamos todos juntos para que hubiera una cierta homogeneidad en el tratamiento sonoro y visual... Hemos ensayado juntos sin que se estableciera ningún tipo de jerarquía entre los dos actores. Hemos ido juntos a los espacios de rodaje antes de que empezara y ensayábamos. Conversábamos después de cada ensayo, intentábamos sacar de las dificultades nuevas pistas de trabajo.



... Hay tantos obstáculos y barreras en la sociedad que obligatoriamente nos bloquean o ralentizan las posibilidades de sondear lo más profundo de nuestro ser. O al menos es mi experiencia personal, no puedo decir que sea válido para todos los humanos. Antes mis películas transcurrían en la ciudad de Túnez y principalmente de noche. Pero a partir del 14 de enero [de 2011] he sentido la necesidad de irme y revitalizarme fuera de una ciudad natal que vomito. Cuando hablo de “vomitar humanidad”, me refiero a todo el pasado que solo ralentizaba la evolución del país. El bosque y la montaña son probablemente lugares más cálidos, más acogedores que la ciudad en estos momentos.

... No concibo el cine con una separación entre documental, ficción o experimental. No me como la cabeza preguntándome si el proyecto que estoy realizando pertenece a una categoría u otra. Creo que en un cine más global donde todas las categorías de películas pueden convivir. En realidad solo dirigí un documental, todas mis otras películas son ficciones con una vertiente experimental. Para mí Akher wahed fina es una película de cine. En 2017 concibo el cine como una experiencia sensorial.

... El director de fotografía, el ingeniero de sonido, el cámara e incluso el equipo de producción se reunieron e imaginaron un tipo de concepto especial para esta película. Lo que permitió que haya habido un trabajo muy coherente entre todo el equipo y que la película pudiese ver la luz, a pesar de las dificultades económicas y de la película en sí. El modo de difusión también fue especial. Para el estreno del film en Túnez, ideamos mini-eventos para enriquecer la presentación de la película y para desmitificar las inspiraciones o los orígenes de su concepción. Ofrecimos al público la posibilidad de descubrir fotos de rodaje, el atrezo o los dibujos sobre la película realizados por el artista visual Haythem Zakaria. También lanzamos una convocatoria para que algunos amigos artistas realizaran libremente su propio cartel después de visionarla. Organizamos cine-conciertos y editamos CD con la banda sonora de la película.

[Super8]

En el querido foro Rebeldemule un colaborador de los buenos decía que había que ver Queimada (Gillo Pontecorvo, 1969) porque era toda una lección de "materialismo histórico". Con esto quería decir que la película explica cómo las luchas de liberación no dependen de la voluntad y el coraje, sino de las circunstancias de la sociedad en que se desenvuelven, y que si no se conocen estas circustancias y no se busca incidir sobre ellas es fácil que quienes luchan acaben en la boca del lobo mientras más convencidos están de que le va a dar una patada en el culo - lo de llamar a esto "materialismo histórico" es una forma de hacerse el interesante.

A mediados del siglo XIX, un agente inglés llega a Queimada, una colonia imaginaria del Caribe controlada por Portugal. Su misión es levantar a los esclavos negros contra los portugueses y convencer a los propietarios de las plantaciones de la conveniencia de unirse al levantamiento y beneficiarse del comercio con la Gran Bretaña. Unos años más tarde, regresa de nuevo, contratado esta vez por la compañía azucarera inglesa que entonces controla la isla, para sofocar la sublevación de los antiguos esclavos, cansados de la opresión a la que se ven sometidos.

Así cuentan el argumento en la exhaustiva ficha didáctica sobre la película que puede encontrarse en la red. A mí Queimada es una película que me gusta a medias: la musiquilla de Morricone y una fotografía así así hace que algunas secuencias parezcan un anuncio televisivo barato; y Marlon Brando compone bien a su personaje, pero a ratos cansa un poco soltando unos parlamentos didácticos en que sólo le falta mirar a cámara y decir a la gente que ve la película "- zopencos, escuchad bien que os estoy explicando las claves de la historia". Pero sí que es verdad que esta película, en resumen, cumple bien con su intención de hacer pensar sobre la historia y sus caminos a través del envoltorio de una película de género.



Los de los movimientos sociales lleváis años embarcados en debates de galgos y podencos cada vez que el telediario os pone delante de los ojos algún conflicto político con cadáveres. Mientras tanto, se nos escapa y dejamos de aplicar la lección que daba Queimada: si la gente del llamado 'pueblo' no aprende a gestionar sus asuntos con autonomía respecto al capitalismo, el capitalismo seguirá marcando el paso de la humanidad. Y hay que añadir que todas las ocasiones para lograr esa capacitación son pocas, vengan de donde vengan.

[Super8]

Maya Deren fue una bailarina de Nueva York, y más cosas; más cosas, como una cineasta que tenía tantas cosas que decir que hizo en los cuarenta algunas de las películas surrealistas más importantes cuando ya empezaba a pensarse en el surrealismo como un asunto sólo de museo –la increíble Meshes of the afternoon es la que yo pude ver hace años; debe andar por youtube- . Después la imaginación se le quedó pequeña y viajo a Haiti para estudiar el trance vudú como antropóloga y artista.

De todas estas cosas trata Maya Deren : Take Zero (Gerard Gil y Jaime Ballada, 2012), un breve corto documental en el que se acumulan las suficientes citas de sus películas y de sus escritos y las suficientes entrevistas con gente que la conoció como para que den muchas ganas de conocer más a esta artista -parece ser que el público de Madrí ha tenido recientemente la ocasión, gracias a la Filmoteca-. El documental lo ponen en filmin.

El surrealismo no consiste en tener sueños o en imitarlos, sino en aprender del lenguaje de los sueños para ampliar las posibilidades de los lenguajes de la poesía. No consiste en escribir un sueño, sino en escribir como los sueños – para así despertarnos. Como dice Maya Deren en unas grabaciones recogidas en la película:

Es todo un tema ese de si la autoexpresión es una forma de arte. Si me pellizcan grito, pero eso no es una canción. La distancia entre el grito y la canción que quizás haga algún día, esa es la distancia del arte. Yo gritando soy naturaleza, soy un aspecto de la naturaleza, pero no soy arte. Miré, ha llevado tantos milenios salir del lodo cósmico, del lodo primigenio, para llegar a este milagro que es el cerebro humano, que no usarlo, intentar ser de nuevo un animal, reaccionar y enaltecer esas reacciones llamándolas ‘arte’ es indigno. Si realmente quieres enaltecer una idea o principio tienes que pensar, tienes que planear, tienes que ponerte completamente en estado de devoción.

[Super8]

Una de las películas que me resultó más interesante de las que vi en el último Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger fue El árbol sin fruto (2016) de la directora de Níger Aicha Macky. A continuación la reseña de Afribuku, Una mujer entre las madres

La madre de Aïcha Alhaji Macky falleció después de un parto cuando su hija tenía tan solo cinco años. En esta película sobre la infertilidad, Aïcha aborda este trauma y su turbación, estando ella misma casada pero aún sin hijos. El metraje arranca con un parto: la tranquilidad y los sabios consejos de la matrona, el cansancio de la madre, la llegada del niño. Después, en una carta leída en voz alta da cuenta de su propia experiencia: “Querida madre, detrás de la cámara, mi cuerpo entero está temblando”; y concluye: ”En mis desvelos, tu espíritu guía mis pasos”.

Esta película nos toca porque consigue basarse en la emoción de la implicación personal, lanzando un interrogante a la sociedad, una pregunta dirigida a todos. La obra no ha sido fácil de realizar, ya que el tema sigue siendo un tabú en la sociedad nigerina. ¿Cómo convencer a alguien para que haga de testimonio? ¿Cómo filmar un rostro que no quiere ser visto? Aïcha Macky lo logra perfectamente. Con un equipo técnico reducido, tiene sentido del detalle, cuida la luz y los ambientes. La cámara y el montaje desprenden una gran dulzura. Los testimonios son conversaciones sutiles en las cuales la directora pone en escena la capacidad de escucha, de captar las miradas y los silencios. Era necesaria esta sensibilidad para acompañar una problemática tan delicada en un contexto en que el sexo sigue siendo un tema prohibido y la mujer no se puede desvelar.



Ya en su primera película Savoir faire le lit (Saber hacer la cama), realizada en Senegal, donde Aïcha hizo un máster de dirección de documental de creación en la Universidad Gaston Berger de San Luis, describía la transmisión de madre a hija del arte de la seducción y del acto sexual. Hay quien predijo escándalo, repudio, expatriación: nada de eso ocurrió. La película recibió una buena acogida y fue proyectada en las escuelas y las universidades, generando numerosos debates, lo que demuestra que las sociedades africanas no están paralizadas.

¿Es necesario dar a luz para que una mujer se sienta realizada? Aïcha, que es considerada como un “árbol sin fruto”, tuvo que hacer esta película para afirmarse ante todo como una mujer entre las madres – un lugar que exige coraje y determinación, pero que dará valor, con respeto a su dolor, a muchas de las mujeres que tienen que enfrentarse a la indiferencia de los hombres, a las sospechas y al rechazo de los maridos y de las familias, la sustitución de las co-esposas para asegurar la fertilidad, las estafas de algunos curanderos… Los derechos de las mujeres se abordan con inteligencia, de forma clara pero sin pancarta, sobre todo en la predicación de un imán de una escuela coránica que anima a pedir el divorcio si el matrimonio no supone gozo y placer tanto para la mujer como para el hombre y a presentar una denuncia ante los jefes religiosos en caso de denegación.



Aïcha hace frente al tabú, un tabú que alimenta el desprecio y el sufrimiento. Y no se queda satisfecha con denunciar la situación de las mujeres repudiadas por infecundidad, también reclama, a la luz del testimonio de aquellas que luchan por la dignidad, la capacidad de controlar su propio destino. Esta película es un acto de memoria, no solo de las prácticas que hay que corregir sino también de la postura de un actor que interviene a través de la palabra y de la imagen para afirmarse y de esta forma de contar el mundo y participar en su mejora.

- Se puede ver Saber hacer la cama en [vimeo]

Hay documentales que en el fondo son espectáculos, el espectáculo de hacer creer al espectador que el punto de vista de la realización es un punto de vista objetivo -de alguna forma se pueden ver como documentales más fantasiosos y artificiales que películas como 'La guerra de las galaxias'-. El árbol sin fruto es de los que sigue una estrategia contraria: la propia directora se filma a sí misma enfrentando los problemas que la película plantea y deja que el punto de vista de la cámara la trate en tercera persona -cede la perspectiva de primera persona del encuadre a quienes vemos la película, la tercera persona-. Una estrategia que también tiene sus trampas, pero que entabla un diálogo más franco con quienes están al otro lado de la pantalla.

Esta película está sutilmente emparentada con otras joyas de no menos nivel que se han proyectado en anteriores ediciones del festival de cine africano, como Farafin Ko (Aicha Boro, 2015) y Une simple parole (Kadhy Sylla, 2013), documentales de mujeres hechos desde la posición que comento y en los que se nos hace saber en vivo y en lo vivo cómo la experiencia de maternidad o de no maternidad esta siendo en África campo de batalla de esquemas culturales y proyectos sociales. Hay sutiles diferencias entre ellas -el punto de vista de una islamista convencida y casi convincente como Aicha Macky me pareció traer diferencias significativas respecto a las otras-; queridas y queridos compañeras y compañeros, la antropología cultural no es ninguna broma y estas películas nos tiran de los pelos para recordárnoslo.

[Super8]

Corto documental realizado por anticapitalistas del barrio de Pajarillos (Valladolid) y solidarixs en la primavera de 2017

[Super8]

Hay algunas obras maestras que me cuesta volver a ver precisamente por estar demasiado bien hechas. Empiezo a verlas y me angustía ver el paso firme con el que se acercan a un desenlace fatal. Esto me venía pasando con Scarlett Street / "Perversidad" (Fritz Lang, 1944), pero esta vez me he repuesto y he podido admirarla hasta el final.



Después de haber coqueteado en su juventud con la cultura nazi, Lang se bajó de ese sórdido tren y -de grado o por las circunstancias- se pasó más allá de la duda a la denuncia del poder, del maniqueismo, de los mecanismos de autoengaño en que se sostienen las sociedades industriales y de esas bajezas y debilidades que pueden hacernos cómplices de los carriles establecidos. Se puede decir que en la etapa yanqui de su carrera construyó él sólo todo un capítulo y uno de los mejores del cine social y/o criminal, por más que tuviera que enfrentar dificultades que le hicieron referirse a esos veinte años de trabajo creativo como "carrera de ratas".



Dentro de este contexto, Scarlett Street es lo mejor de lo mejor. Como comenté en un mensaje anterior, buena parte del cine industrial contemporáneo se las da de crítico social adoptando la parafernalia de uno de los grandes éxitos prenazis de Lang, Metrópolis, y ahí nos enjaretan que lo terrible del mundo moderno debe ser que nos hacen vivir como máquinas y que debe haber algo llamado "espontaneidad" que debemos conquistar contra ese mundo. Frente a estas demagogias, Lang se arremanga en Scarlett Street, coge por banda el microscopio de las emociones y expone todo lo que en nuestro interior y en el miedo a nuestro interior y en el choque de los interiores cuando quieren exteriorizarse nos hace dar por bueno vivir como máquinas.



Los dramas de Lang siempre ocurren en las bambalinas de lo que la sociedad y la costumbre dan por bueno y admitido, son dramas privados que hacen posibles autoengaños públicos. No es el menor de los encantos de una película de Hollywood como Scarlett Street ver a uno de sus actores interpretando a un rufían que dice que su irresponsable y violento modo de vida es bueno porque así lo aconsejan las películas de Hollywood... Todas las grandes películas de Lang funcionan como auténticas llamadas a una vida responsable, advertencias de lo fácil que lo tiene el miedo a la libertad para ganarnos la partida por nuestra disposición a dar por bueno lo que se nos hace ver. Ante la contundencia con que Lang maneja en sus películas el montaje y la puesta en escena para transmitir esa advertencia -con que añade agilmente el matiz que invita a comprender y no a hacer una condena moral- uno sólo puede estremecerse de admiración.


Fritz Lang en el estudio

[salvoechea]

Después de haber coqueteado en su juventud con la cultura nazi, Lang se bajó de ese sórdido tren

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[boiffard]

Ayer vi Green Room, que va de unos punkis de gira que acaban de rebote tocando en un local nazi y se acaba complicando la cosa un poco. Un slasher bastante divertido.