No-trabajo, no
Publicado: 01 May 2005, 16:36
Aquí os dejo un artículo extraído del fanzine El Tridente, se titula igual que el post: No-trabajo NO, a ver que os parece y a ver si se suscita un debate interesante tras su lectura.
Tracatrá.
Algunos artículos se escriben por simple apetencia, otros por interés en investigar alguna cuestión concreta. Este que sigue, surge de reflexiones a las que nos llevaron varios escritos de opinión leídos en diferentes fanzines, cuyo tema principal es el trabajo. Como afortunadamente, a pesar de nuestras afinidades, pensamos de manera muy diferente, ya que de otro modo seríamos personas homogéneas y sectarias, aquí reflejaramos una opinión más, esperando que sirva para plantearnos ideas acerca de errores en los que creemos no se debería caer, si queremos ofrecer una alternativa, sólida y extensible, a este sistema enfermo que nos atenaza hoy en día.
Como error conceptual observado, habría que remontarse al uso que de la etimología de la palabra que nos ocupa, "trabajo", del latín <tripaliare> (castigo), hacen como argumento determinadas personas, suponemos que atendiendo a razones "históricas", para establecer que el trabajo en sí es cruel. Pues bien, normalmente se utiliza el argumento etimológico cuando el origen de una palabra es a la vez raíz lingüística y conceptual, pero resulta que aunque la expresión que los castellanoparlantes usamos provenga del latín, este concepto nace un poco antes que la civilización romana en la línea de la historia, aproximadamente hace 2´5Millones de años con la aparición del homo habilis, que mediante su dialéctica mano- cerebro, es decir, con la capacidad de tener un pensamiento abstracto y después reflejarlo en la realidad (imaginarse por ejemplo una punta de flecha, y después ser capaces de fabricarla, no por casualidad), comenzaron a emplear su tiempo en fabricar utensilios (llamados industria lítica).
Permítannos, abolidores del trabajo, formular una pregunta, ¿acaso no eran estas sociedades cazadoras-recolectoras, las más libres en las que los humanos se agruparon, antes de la aparición del estado? En nuestra opinión, y he ahí el centro de la cuestión, trabajo y libertad no están en absoluto reñidos, y es que todas las cosas materiales de las que disfrutamos en nuestras vidas (todo, desde la casa en la que vivimos, pasando por lo necesario para crear música, arte, literatura, alimentarnos... etc) son fruto del trabajo humano. A más de uno cabría preguntarle si sería capaz de cambiar la vida occidental (llena de vicios que todos tenemos), por la libertad humana sin tantas cosas que utilizar para diversos fines (ocio, creación, salud), ante su respuesta nos quedaría claro lo que esconden algunos defensores del trabajo-no.
Y es que da la impresión de que se cae en un gran error al confundir como una misma cosa trabajo y trabajo asalariado, pues este último es el que existe en el sistema de producción capitalista, consistente en cambiar la fuerza de trabajo (física e intelectual), por un salario determinado, y cuya sacralización como ideal viene dada por el protestantismo anglosajón. Como los que poseen en propiedad los medios de producción (máquinas, fábricas, campos, etc) son movidos por el ideal del máximo beneficio, se provoca una situación que conocemos bien: desigualdad, muerte, incultura, enfermedades contemporáneas (stress, depresiones...), que junto con estadísticas (para darle más seriedad) son usadas como argumento por los que desprecian el trabajo, perdiendo, en mi opinión, un análisis más radical (necesario), en favor del posibilismo. Pero todas estas cosas no las provoca el trabajo per se, ya que este, bien repartido temporalmente, con los medios de producción en manos de todas las personas, produciendo racionalmente, y repartiendo equitativamente los frutos del mismo, no tiene a mi entender, nada de brutal e inhumano. Es más, puede ser una de las actividades que más nos ayuden a realizar nuestras ideas de solidaridad y apoyo mutuo. Haciendo caso a Galeano y ejerciendo el "derecho al delirio", vemos lo interesante que puede ser construirte tu propia casa con ayuda de otras personas de tu comunidad, o que bonito poder elaborar la ropa necesaria para un barrio, o poder ser educador en una escuela libre y así una infinidad de oficios que no contemplan maldad ni beneficio de unos pocos.
Dentro de la corriente histórica del pensamiento anarquista, encontramos en algunos de sus integrantes que escribieron su visión de la realidad, así como sus propuestas para cambiarla, la ausencia de repudio al trabajo en si, por el contrario y yendo a la raíz del problema, critican el sistema de esclavitud asalariada que imperaba en su época en todos los lugares. Hoy en día, en el mundo occidental de las democracias burguesas (y no digamos en Africa, América Latina o Asia), se siguen sucediendo episodios que pueden avivar la llama que estas personas encendieron con sus escritos. Teniendo en cuenta, claro, y para no utilizar sus obras como dogmas, que actualmente estamos, en todos los sentidos, más controlados y manejados desde arriba, siendo la configuración del capital-estado como una tela de araña que se enreda dificultando su destrucción, y que en los siglos XIX y XX, aunque las condiciones de vida eran bastante peores, las estructuras a destruir eran menos complejas. Así, Kropotkin nos habla de la recuperación de todos los instrumentos y bienes laborales y su pertenencia natural a la comunidad, pero no le oímos clamar contra el trabajo, de hecho se pregunta -"¿Puede dudarse que en una sociedad de iguales, en que los brazos no estén obligados a venderse, el trabajo será un placer, una distracción?"- Además el cambio de valores que él propone hace que el empleo de las ciencias y la tecnología, se den bajo la premisa del ideal de beneficio comunal (no rechaza los avances si estos no entrañan injusticias) y, por extensión, universal. Bakunin, en un corto escrito que trata sobre mujer, matrimonio y familia, en el que expone algunas pinceladas acerca de sus ideas pedagógicas, habla de la importancia de una formación (industrial e intelectual) igual para todas las personas, que capacite para ejercer el trabajo mental y manual. Lafargue, socialista revolucionario, que arremete contra el hecho de que el proletariado estuviese impregnado de moral religioso-burguesa, gastando su energía revolucionaria para pedir trabajo para todos, deja claro que es el sistema capitalista el que hace de este un arma de alienación y destrucción, admitiendo su valor si es -"sabiamente reglamentado y limitado a tres horas diarias"-. Durante la Revolución Ibérica (1936), cuando las personas que trabajaban (en unas condiciones mucho más penosas que ahora) en industrias y campos de diversas regiones (sobre todo Aragón), dándose además la coyuntura de la guerra, lejos de dejar toda actividad, se esforzaron por organizar el trabajo colectivo y, al ser dueños de sus propias vidas ( por lo tanto más felices), fueron capaces en algunos casos hasta de dedicar más tiempo a su oficio, sabiendo que el beneficio sería comunal. Tanto el análisis como las propuestas de estas personas pueden ser, sometidas por supuesto a todas las críticas que hagan falta, bastante actuales, además de ser la fuente de las ideas que hoy defendemos, y esta última reflexión tiene que ver con el tema que nos trata, ya que da la casualidad de que los que hoy hablan de abolir el trabajo, proponen como alternativa política la anarquía. ¿En que sociedad piensan entonces? La respuesta de algunos es que toda actividad manual sea llevada a cabo por máquinas, pero seamos realistas, si quieren abolir el trabajo, ¿quién construirá las máquinas?, o ¿qué máquina sembrará un campo?, una sociedad (y hablo de una libre de verdad) necesita del trabajo de las personas porque es la base de la subsistencia (alimento) y del bienestar (creación).
No se trata aquí de coartar alternativas ni de caer en inmovilismos. Pueden ser muchos y variados los caminos que nos lleven a nuestro fin último, el comunismo en libertad, y muchas las formas sociales que convivan en ese mundo que todos queremos: las federaciones de industrias, los ayllus, las comunas, los primitivistas y un largo etcétera pueden coexistir sin demasiados problemas. Todas las tendencias son legítimas, éste es uno de los pilares del anarquismo. Pero tampoco hemos de olvidar, en loor del "buen rollito" y del radicalismo mal entendido, sus demás fundamentos; y el uso de la razón, uno de los principales, es pisoteado por los defensores del trabajo-no, quizá afectados por un exceso de pereza. Desconocemos si hay planteamientos concienzudos sobre este tema, lo cual necesitaría de otro tipo de aproximación. El problema es la falta de seriedad y la inconsistencia en los argumentos de ciertos artículos y sobre todo si son un exponente fiel de esta tendencia.
Las fichas policiales que catalogan ciertos comportamientos y formas de vida anarquistas, en especial las dedicadas al movimiento okupa, califican sus actividades como parasitarias. En los corrillos que inevitablemente se forman cuando más de dos militantes no especialmente amigos se encuentran, son recordadas las progenitoras de los redactores, y se tachan estos informes de "meros bulos y engaños" ¿Pero es esto cierto? No cabe duda de que la okupación en sí no tiene por qué desembocar en el parasitismo, y de hecho, es una forma de lucha muy cabal, coherente, trabajosa y por arriesgada, meritoria; pero a nadie se le escapa que por desgracia, al día de hoy, lleva implícita una triste lacra: los costras. A todos se nos llena la boca a la hora de despotricar contra ellos, precisamente por esa laxitud y relajación que roza el vampirismo.
Los defensores del no al trabajo, los critican sin cuartel, entre otras razones, por que ven con buenos ojos al movimiento okupa y lamentan el daño que los costras le hacen; pero no tienen reparos en defender un modo de vida que sólo es llevadero si te aprovechas del esfuerzo de los demás. Más aun, pretenden que esa actitud es subversiva, que la pereza llevará inexorablemente al derrumbe del capitalismo. Pero olvidan dos cuestiones. Eso sólo se daría en el caso hipatético de que una gran mayoría de personas se dedicaran a no hacer nada; muy fácil cuando tienes veinte años y ninguna responsabilidad, pero algo más complicado cuando tienes un par de hijos y tu madre, que ya está senil necesita unos cuidados que sólo podrás darle con una buena cantidad de dinero. Claro que la solución quizá sea no tener hijos y acabar con la especie, y matar a los viejos o bien mandarlos a un asilo público, aunque claro, no sólo sería recurrir al Estado, sino que además supondría ¡horror! hacer que alguien más trabajase. Sin duda el fin de la humanidad.
La otra cuestión que se olvida, es qué hacer cuando llegase la supuesta no-revolución cual fruta madura (ya que realizar y mantener una, requiere un gran esfuerzo, incompatible con las tapitas en el bar). Para que esto sucediese, mediante un colapso del capitalismo, la gente habría tenido que dejar de trabajar paulatinamente, y entonces ¿quien se encargaría de construir? Los primitivistas pueden responder que llegaría el momento de retornar a una sociedad natural, pero seamos serios, si la acción es la pereza y la vagancia ¿qué Naturaleza quedaría si ya nadie recordase cómo, no ya mantener sin riesgo, sino simplemente desmantelar, por ejemplo, las centrales nucleares? ¿Cuánto tardarían éstas en deteriorarse dando pie a fugas radioactivas? De nuevo, el fin de la humanidad.
Imagino que habrá quien llegado a este punto, piense que ojalá, que la humanidad es un cáncer para el planeta y que debería desaparecer, o bien, quien opinará que el que lo haga o no es lo mismo, porque no somos especiales. Si la falta de otros argumentos más razonables y razonados provoca que balbuceéis eso, mejor que abandonéis las filas anarquistas y os enroléis en una secta destructiva o en un partido político megalómano.
Además, en esta época de apatía social y de aislamiento de los movimientos sociales, ¿qué clase de apoyo y calado en la sociedad se puede encontrar actuando de esta manera?
El trabajo-no, al menos tal y como lo plantean, sin un mínimo de reflexión, quienes nos lo han defendido, queda de esta guisa reducido a un absurdo que sólo sostiene en pie el deseo de mantener una vida cómoda, con todo por delante, y que lo único que refleja es la absoluta noluntad de quien lo sostiene como principio de vida y de acción política. Chicos, los costras sois vosotros.
Otra cuestión es la de las alternativas planteadas por los trabajo-no para el mundo en el que vivimos. Se puede estar de acuerdo con fomentar dentro de los tajos actividades revolucionarias como son la expropiación, el sabotaje, el reciclaje, la huelga salvaje y en general todo lo que sirva para poner nuestro grano de arena para subvertir el orden establecido, también trabajar asalariadamente lo necesario para vivir, lo menos posible, es una alternativa interesante. Pero frente al juego en la vida, el bar o la cama como únicas actividades donde emplear nuestro tiempo, existen propuestas a nuestro juicio más atractivas, como la que nos hace Horst Stowasser, consistente en ir formando negocios libres con puestos de trabajo (con condiciones dignas) que sustenten con sus beneficios a espacios sociales que posibiliten la cultura popular, lo que él llama doble proyecto. Estos trabajos hacen posible romper la barrera hoy existente entre trabajo, relaciones sociales y acción política, lo que nos acerca más a una sociedad libre, creando un espacio donde te ganas la vida, conoces a personas en un plano de igualdad (con más cosas que compartir además del trabajo), y donde además existe el propósito de ir extendiendo este modo de vida.
Si de verdad optamos a cambiar las cosas e intentar propagar libertad a nuestro alrededor, debemos empezar a crear redes de proyectos de este tipo, de manera que la vida libre, la vida anarquista, sea atractiva y realista para la gente, pues sin el cuerpo social como protagonista, jamás seremos capaces de construir nada universal.
Zutano y Emilio Ortega
Bibliografía usada:
- P. Kropotkin, La conquista del pan.
- M. Bakunin, La mujer, el matrimonio y la familia.
- P. Lafargue, El derecho a la pereza.
- H. Stowasser, El proyecto A.
*NOTA: Esperamos que el artículo no haya sido más aburrido que la mierda.
Tracatrá.
Algunos artículos se escriben por simple apetencia, otros por interés en investigar alguna cuestión concreta. Este que sigue, surge de reflexiones a las que nos llevaron varios escritos de opinión leídos en diferentes fanzines, cuyo tema principal es el trabajo. Como afortunadamente, a pesar de nuestras afinidades, pensamos de manera muy diferente, ya que de otro modo seríamos personas homogéneas y sectarias, aquí reflejaramos una opinión más, esperando que sirva para plantearnos ideas acerca de errores en los que creemos no se debería caer, si queremos ofrecer una alternativa, sólida y extensible, a este sistema enfermo que nos atenaza hoy en día.
Como error conceptual observado, habría que remontarse al uso que de la etimología de la palabra que nos ocupa, "trabajo", del latín <tripaliare> (castigo), hacen como argumento determinadas personas, suponemos que atendiendo a razones "históricas", para establecer que el trabajo en sí es cruel. Pues bien, normalmente se utiliza el argumento etimológico cuando el origen de una palabra es a la vez raíz lingüística y conceptual, pero resulta que aunque la expresión que los castellanoparlantes usamos provenga del latín, este concepto nace un poco antes que la civilización romana en la línea de la historia, aproximadamente hace 2´5Millones de años con la aparición del homo habilis, que mediante su dialéctica mano- cerebro, es decir, con la capacidad de tener un pensamiento abstracto y después reflejarlo en la realidad (imaginarse por ejemplo una punta de flecha, y después ser capaces de fabricarla, no por casualidad), comenzaron a emplear su tiempo en fabricar utensilios (llamados industria lítica).
Permítannos, abolidores del trabajo, formular una pregunta, ¿acaso no eran estas sociedades cazadoras-recolectoras, las más libres en las que los humanos se agruparon, antes de la aparición del estado? En nuestra opinión, y he ahí el centro de la cuestión, trabajo y libertad no están en absoluto reñidos, y es que todas las cosas materiales de las que disfrutamos en nuestras vidas (todo, desde la casa en la que vivimos, pasando por lo necesario para crear música, arte, literatura, alimentarnos... etc) son fruto del trabajo humano. A más de uno cabría preguntarle si sería capaz de cambiar la vida occidental (llena de vicios que todos tenemos), por la libertad humana sin tantas cosas que utilizar para diversos fines (ocio, creación, salud), ante su respuesta nos quedaría claro lo que esconden algunos defensores del trabajo-no.
Y es que da la impresión de que se cae en un gran error al confundir como una misma cosa trabajo y trabajo asalariado, pues este último es el que existe en el sistema de producción capitalista, consistente en cambiar la fuerza de trabajo (física e intelectual), por un salario determinado, y cuya sacralización como ideal viene dada por el protestantismo anglosajón. Como los que poseen en propiedad los medios de producción (máquinas, fábricas, campos, etc) son movidos por el ideal del máximo beneficio, se provoca una situación que conocemos bien: desigualdad, muerte, incultura, enfermedades contemporáneas (stress, depresiones...), que junto con estadísticas (para darle más seriedad) son usadas como argumento por los que desprecian el trabajo, perdiendo, en mi opinión, un análisis más radical (necesario), en favor del posibilismo. Pero todas estas cosas no las provoca el trabajo per se, ya que este, bien repartido temporalmente, con los medios de producción en manos de todas las personas, produciendo racionalmente, y repartiendo equitativamente los frutos del mismo, no tiene a mi entender, nada de brutal e inhumano. Es más, puede ser una de las actividades que más nos ayuden a realizar nuestras ideas de solidaridad y apoyo mutuo. Haciendo caso a Galeano y ejerciendo el "derecho al delirio", vemos lo interesante que puede ser construirte tu propia casa con ayuda de otras personas de tu comunidad, o que bonito poder elaborar la ropa necesaria para un barrio, o poder ser educador en una escuela libre y así una infinidad de oficios que no contemplan maldad ni beneficio de unos pocos.
Dentro de la corriente histórica del pensamiento anarquista, encontramos en algunos de sus integrantes que escribieron su visión de la realidad, así como sus propuestas para cambiarla, la ausencia de repudio al trabajo en si, por el contrario y yendo a la raíz del problema, critican el sistema de esclavitud asalariada que imperaba en su época en todos los lugares. Hoy en día, en el mundo occidental de las democracias burguesas (y no digamos en Africa, América Latina o Asia), se siguen sucediendo episodios que pueden avivar la llama que estas personas encendieron con sus escritos. Teniendo en cuenta, claro, y para no utilizar sus obras como dogmas, que actualmente estamos, en todos los sentidos, más controlados y manejados desde arriba, siendo la configuración del capital-estado como una tela de araña que se enreda dificultando su destrucción, y que en los siglos XIX y XX, aunque las condiciones de vida eran bastante peores, las estructuras a destruir eran menos complejas. Así, Kropotkin nos habla de la recuperación de todos los instrumentos y bienes laborales y su pertenencia natural a la comunidad, pero no le oímos clamar contra el trabajo, de hecho se pregunta -"¿Puede dudarse que en una sociedad de iguales, en que los brazos no estén obligados a venderse, el trabajo será un placer, una distracción?"- Además el cambio de valores que él propone hace que el empleo de las ciencias y la tecnología, se den bajo la premisa del ideal de beneficio comunal (no rechaza los avances si estos no entrañan injusticias) y, por extensión, universal. Bakunin, en un corto escrito que trata sobre mujer, matrimonio y familia, en el que expone algunas pinceladas acerca de sus ideas pedagógicas, habla de la importancia de una formación (industrial e intelectual) igual para todas las personas, que capacite para ejercer el trabajo mental y manual. Lafargue, socialista revolucionario, que arremete contra el hecho de que el proletariado estuviese impregnado de moral religioso-burguesa, gastando su energía revolucionaria para pedir trabajo para todos, deja claro que es el sistema capitalista el que hace de este un arma de alienación y destrucción, admitiendo su valor si es -"sabiamente reglamentado y limitado a tres horas diarias"-. Durante la Revolución Ibérica (1936), cuando las personas que trabajaban (en unas condiciones mucho más penosas que ahora) en industrias y campos de diversas regiones (sobre todo Aragón), dándose además la coyuntura de la guerra, lejos de dejar toda actividad, se esforzaron por organizar el trabajo colectivo y, al ser dueños de sus propias vidas ( por lo tanto más felices), fueron capaces en algunos casos hasta de dedicar más tiempo a su oficio, sabiendo que el beneficio sería comunal. Tanto el análisis como las propuestas de estas personas pueden ser, sometidas por supuesto a todas las críticas que hagan falta, bastante actuales, además de ser la fuente de las ideas que hoy defendemos, y esta última reflexión tiene que ver con el tema que nos trata, ya que da la casualidad de que los que hoy hablan de abolir el trabajo, proponen como alternativa política la anarquía. ¿En que sociedad piensan entonces? La respuesta de algunos es que toda actividad manual sea llevada a cabo por máquinas, pero seamos realistas, si quieren abolir el trabajo, ¿quién construirá las máquinas?, o ¿qué máquina sembrará un campo?, una sociedad (y hablo de una libre de verdad) necesita del trabajo de las personas porque es la base de la subsistencia (alimento) y del bienestar (creación).
No se trata aquí de coartar alternativas ni de caer en inmovilismos. Pueden ser muchos y variados los caminos que nos lleven a nuestro fin último, el comunismo en libertad, y muchas las formas sociales que convivan en ese mundo que todos queremos: las federaciones de industrias, los ayllus, las comunas, los primitivistas y un largo etcétera pueden coexistir sin demasiados problemas. Todas las tendencias son legítimas, éste es uno de los pilares del anarquismo. Pero tampoco hemos de olvidar, en loor del "buen rollito" y del radicalismo mal entendido, sus demás fundamentos; y el uso de la razón, uno de los principales, es pisoteado por los defensores del trabajo-no, quizá afectados por un exceso de pereza. Desconocemos si hay planteamientos concienzudos sobre este tema, lo cual necesitaría de otro tipo de aproximación. El problema es la falta de seriedad y la inconsistencia en los argumentos de ciertos artículos y sobre todo si son un exponente fiel de esta tendencia.
Las fichas policiales que catalogan ciertos comportamientos y formas de vida anarquistas, en especial las dedicadas al movimiento okupa, califican sus actividades como parasitarias. En los corrillos que inevitablemente se forman cuando más de dos militantes no especialmente amigos se encuentran, son recordadas las progenitoras de los redactores, y se tachan estos informes de "meros bulos y engaños" ¿Pero es esto cierto? No cabe duda de que la okupación en sí no tiene por qué desembocar en el parasitismo, y de hecho, es una forma de lucha muy cabal, coherente, trabajosa y por arriesgada, meritoria; pero a nadie se le escapa que por desgracia, al día de hoy, lleva implícita una triste lacra: los costras. A todos se nos llena la boca a la hora de despotricar contra ellos, precisamente por esa laxitud y relajación que roza el vampirismo.
Los defensores del no al trabajo, los critican sin cuartel, entre otras razones, por que ven con buenos ojos al movimiento okupa y lamentan el daño que los costras le hacen; pero no tienen reparos en defender un modo de vida que sólo es llevadero si te aprovechas del esfuerzo de los demás. Más aun, pretenden que esa actitud es subversiva, que la pereza llevará inexorablemente al derrumbe del capitalismo. Pero olvidan dos cuestiones. Eso sólo se daría en el caso hipatético de que una gran mayoría de personas se dedicaran a no hacer nada; muy fácil cuando tienes veinte años y ninguna responsabilidad, pero algo más complicado cuando tienes un par de hijos y tu madre, que ya está senil necesita unos cuidados que sólo podrás darle con una buena cantidad de dinero. Claro que la solución quizá sea no tener hijos y acabar con la especie, y matar a los viejos o bien mandarlos a un asilo público, aunque claro, no sólo sería recurrir al Estado, sino que además supondría ¡horror! hacer que alguien más trabajase. Sin duda el fin de la humanidad.
La otra cuestión que se olvida, es qué hacer cuando llegase la supuesta no-revolución cual fruta madura (ya que realizar y mantener una, requiere un gran esfuerzo, incompatible con las tapitas en el bar). Para que esto sucediese, mediante un colapso del capitalismo, la gente habría tenido que dejar de trabajar paulatinamente, y entonces ¿quien se encargaría de construir? Los primitivistas pueden responder que llegaría el momento de retornar a una sociedad natural, pero seamos serios, si la acción es la pereza y la vagancia ¿qué Naturaleza quedaría si ya nadie recordase cómo, no ya mantener sin riesgo, sino simplemente desmantelar, por ejemplo, las centrales nucleares? ¿Cuánto tardarían éstas en deteriorarse dando pie a fugas radioactivas? De nuevo, el fin de la humanidad.
Imagino que habrá quien llegado a este punto, piense que ojalá, que la humanidad es un cáncer para el planeta y que debería desaparecer, o bien, quien opinará que el que lo haga o no es lo mismo, porque no somos especiales. Si la falta de otros argumentos más razonables y razonados provoca que balbuceéis eso, mejor que abandonéis las filas anarquistas y os enroléis en una secta destructiva o en un partido político megalómano.
Además, en esta época de apatía social y de aislamiento de los movimientos sociales, ¿qué clase de apoyo y calado en la sociedad se puede encontrar actuando de esta manera?
El trabajo-no, al menos tal y como lo plantean, sin un mínimo de reflexión, quienes nos lo han defendido, queda de esta guisa reducido a un absurdo que sólo sostiene en pie el deseo de mantener una vida cómoda, con todo por delante, y que lo único que refleja es la absoluta noluntad de quien lo sostiene como principio de vida y de acción política. Chicos, los costras sois vosotros.
Otra cuestión es la de las alternativas planteadas por los trabajo-no para el mundo en el que vivimos. Se puede estar de acuerdo con fomentar dentro de los tajos actividades revolucionarias como son la expropiación, el sabotaje, el reciclaje, la huelga salvaje y en general todo lo que sirva para poner nuestro grano de arena para subvertir el orden establecido, también trabajar asalariadamente lo necesario para vivir, lo menos posible, es una alternativa interesante. Pero frente al juego en la vida, el bar o la cama como únicas actividades donde emplear nuestro tiempo, existen propuestas a nuestro juicio más atractivas, como la que nos hace Horst Stowasser, consistente en ir formando negocios libres con puestos de trabajo (con condiciones dignas) que sustenten con sus beneficios a espacios sociales que posibiliten la cultura popular, lo que él llama doble proyecto. Estos trabajos hacen posible romper la barrera hoy existente entre trabajo, relaciones sociales y acción política, lo que nos acerca más a una sociedad libre, creando un espacio donde te ganas la vida, conoces a personas en un plano de igualdad (con más cosas que compartir además del trabajo), y donde además existe el propósito de ir extendiendo este modo de vida.
Si de verdad optamos a cambiar las cosas e intentar propagar libertad a nuestro alrededor, debemos empezar a crear redes de proyectos de este tipo, de manera que la vida libre, la vida anarquista, sea atractiva y realista para la gente, pues sin el cuerpo social como protagonista, jamás seremos capaces de construir nada universal.
Zutano y Emilio Ortega
Bibliografía usada:
- P. Kropotkin, La conquista del pan.
- M. Bakunin, La mujer, el matrimonio y la familia.
- P. Lafargue, El derecho a la pereza.
- H. Stowasser, El proyecto A.
*NOTA: Esperamos que el artículo no haya sido más aburrido que la mierda.