Nihilismo

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Zombie
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Mensaje por Zombie » 20 Ene 2005, 06:24

Aucracia?

Rotten

Mensaje por Rotten » 20 Ene 2005, 10:06

la posibilidad de establecer una hipotética sociedad utópica. El nihilista no idealiza.
Vamos, que el nihilista no es mas que un racionalista como otro cualquiera, pero sin criterio sobre la organizacion de una sociedad. No tienen filosofia politica, solo humanista

Marx no seria un nihilista por el simple hecho de tener una idea clara de sociedad, en todo lo demas era profundamente nihilista. ¿No? Lo mismo pasaria con Max Stirner y tantos otros.
rechaza los principios en favor de las sensaciones, que es lo único que existe
¿Te acuerdas de la discusion que tuvimos sobre la moral?, te decia eso exactamente: el mal y el bien como esencias no existen, pero el concepto de bien y mal designa realidades a las que aplica un componente moral racional. Las sensaciones (yo lo llamaba sentimientos) son lo unico a tomar en cuenta cuando se habla de moral. La justicia -citabas a Sade- es lo que es satisfactorio, pero yo te contradecia y te hacia ver la incongruencia de esa afirmacion, diciendo que esa amoralidad es un tipo de moral y que por tanto la moral no puede ser relativa sino objetiva; de echo lo relativo es un concepto y no existe, solo existe lo objetivo. De ahi concluia que como la moral no puede ser relativa, habia que decantarse por lo despiadado o por la piedad, y yo me decantaba por la moral piadosa. Tambien te lo pregunte en su momento y te lo vuelvo a preguntar ahora: ¿Justificas la violacion y el asesinato solo por el gusto de hacerlo, o necesitas de una justificacion racional de ese acto, partiendo de la base de la equidad en las sensaciones de placer y sufrimiento entre esas personas? ¿Tu moral es despiadada o piadosa?

fabrixio
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Mensaje por fabrixio » 22 Oct 2005, 03:32

para quien lea este post sepa que hay un error de traducción, el texto original en Inglés nunca dice Teología sino Teleología, que es ciencia que estudia los fines de las cosas, hacia donde van

que esto se pueda hacer, saber a donde va la historia es lo que niega el Nihilismo
en mi
lo mio

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Linuxer
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Mensaje por Linuxer » 22 Oct 2005, 10:43

Bueno, como veo que desde Enero nadie te ha contestado, y este tema es muy interesante (al menos para mí), intentaré contestarte las preguntas. Ya sé que no me las preguntabas a mi, pero en vista de que no has obtenido respuesta, te voy a dar mi punto de vista, que puede coincidir o no con el de Nekrosis.
Rotten escribió:Las sensaciones (yo lo llamaba sentimientos) son lo unico a tomar en cuenta cuando se habla de moral.
Hasta aquí de acuerdo. Pero recuerda una cosa, delante de un mismo hecho, yo puedo tener una sensación, y tú una otra, por tanto, una misma cosa yo la puedo considerar como buena y tú como mala.
Rotten escribió:La justicia -citabas a Sade- es lo que es satisfactorio, pero yo te contradecia y te hacia ver la incongruencia de esa afirmacion, diciendo que esa amoralidad es un tipo de moral y que por tanto la moral no puede ser relativa sino objetiva; de echo lo relativo es un concepto y no existe, solo existe lo objetivo.
Vamos a ver, naturalmente que la amoralidad es un tipo de moral y no la carencia de ésta. Como ya se dijo en otro hilo, si una persona realmente no tubiera moral, pusiera la mano en el fuego y se quemase, no lo llamaría algo malo; no lo evitaría. Lo que diferencia el amoralismo de los otros patrones o sistemas morales es su carácter individual. El resto son de aceptación social, lo que es bueno para mi, es bueno para tí. En cambio, el amoralista 1 puede valorar un hecho como bueno pues le produce placer y el amoralista 2 puede valorar el mismo hecho, pues le produce dolor. De aquí viene la cita de Sade. Lo que tienes que ver, es que habrá hechos que solo los justificará el amoralista 1, y otros que solo el amoralista 2, Sade, como muchos otros, traslada la justicia a un plano individual. Para que nos entendamos, no sé si es absoluto, pero al menos es extremadamente frequente tener moral, pero el tipo de moral ya es cambiante en cada persona. Lo que es relativo son los valores morales, los juicios de valor.
Rotten escribió:Tambien te lo pregunte en su momento y te lo vuelvo a preguntar ahora: ¿Justificas la violacion y el asesinato solo por el gusto de hacerlo, o necesitas de una justificacion racional de ese acto, partiendo de la base de la equidad en las sensaciones de placer y sufrimiento entre esas personas? ¿Tu moral es despiadada o piadosa?
¿Representa que soy el violador o el violado? Si soy capaz de violar a una persona, lo hago por el palcer que recibiré de esa acción, y por tanto, si soy amoralista, esa acción quedará, para mi, perfectamente justificada. Si soy el violado, y encuentro dolor en esa acción, y soy amoralista, no creo que justifique esa acción. Si soy un observador externo, que no tengo ningun tipo de relación con ninguna de las partes, ese hecho no me producirá ni placer ni dolor, por lo que no lo juzgaré ni como bueno ni como malo, ni lo justificaré ni lo dejaré de justificar. Dicho de otra manera, no hay una justicia objetiva, sino que ésta es subjetiva, individual.

Un saludo.

EDIT: Volviendo a lo de la violación. Fíjate que tanto si la justifico, como si no la justifico, la violación se comete, pues el violado no tiene suficientes medios como para evitarla. Lo mismo pasa ahora, todo el mundo esta convencido de que las violaciones son malas, sin embargo, cada vez hay más, lo que demuetra la poca eficacia de la moral colectiva de nuestra sociedad.
<Make the revolution on your computer, use GNU/Linux>

Lo importante no es que los otros pienses como nosotros, sino que piensen por y para ellos mismos. (É. Armand)

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nekrosis
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Mensaje por nekrosis » 23 Oct 2005, 17:33

Yo también voy a contestar, que en su día se me pasó el momento de hacerlo. Respecto a lo que ha dicho Rotten sobre Marx, pues le respondería que además de tener una fe en una hipotética sociedad utópica, era un autoritario y un anulador de la individualidad. El nihilismo es de corte antiautoritario, rechazo de todo tipo de autoridades en la definición de turguenev y en general un rechazo principalmente en lo referente a autoridades formales (legalidad) y las formulas abstractas de "bien común" y similares. El nihilismo es una forma extrema de individualismo. Los diferentes nihilistas han mirado de encontrar un tipo de sociedad donde las diferentes individualidades no se viesen anuladas (el caso de los nihilistas rusos y su utilitarismo, que desde los individuos particulares busca llegar a lo social, y mirar de basar el bien común en el individual) o incluso aquellas posturas que rechazan abiertamente la sociedad y abrazan posturas anti-sociales. El nihilismo es relativista en cuanto a estas cuestiones éticas que se plantean. Pero siempre se puede llegar a un pacto para censurar actos como la violación, recordemos que incluso las asociaciones de egoístas restringían una parcela de libertad en pro del desarrollo de la individualidad. Y sí, supongo que estoy de acuerdo en lo esencial con Rotten, y creo que un acto como es el de violación puede ser considerado desde un punto de vista del placer o la sensación como negativo y que la sensibilidad y sociabilidad humanas se ven perjudicadas por un acto de ese tipo, que horroriza a la mayoría de personas sin necesidad de caer en argumentos moralistas (de principios o categorías racionales)
No se trata de justificar o no justificar, o si es lícito o no, pues justicia o ley son propias de Estados de derecho, sino en lo que he dicho, en una simple cuestión de sensibilidad. Si algo nos horroriza nos uniremos y lo combatiremos. Si una compañera es violadada crecerá nuestro odio hacia su agresor y nuestra sensibilidad se verá afectada por el estado de la víctima y buscaremos ayudarla.
http://www.alasbarricadas.org/blackblog ... php?blog=5

[17:29] <Chimaera_monstro> Si no tuvieras colegas anarquistas darias mucho asco
[17:30] <Nekrosis> por qué?
[17:30] <Chimaera_monstro> Por que serias algo en estado puro
[17:30] <Nekrosis> un razonamiento interesante

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Der_Einzige
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Nihilismo

Mensaje por Der_Einzige » 06 Dic 2005, 16:45

A ver, pero por ejemplo, Stirner que es al que más he leído afirma en cuanto a las sensaciones vs Ideas, que ya se ha devaluado el mundo de los sentidos y las relaciones naturales (familia. pueblo, tribu, raza...), y que ahora (1844 jejeje) es el momento de devaluar el mundo de las Ideas, por lo que NO pretende una vuelta al estado de Naturaleza (como pretendían los sofistas o cómo DECÍAN los cínicos -si la visión de Diógenes es muy "natural" aplíqueseme paliativo urgente) porque en ninguno de los dos casos somos valorados como individuos sino como padre/madre/hermano/primo/hermano de raza-tribu... en la primera y como partícipe de la Idea en el segundo caso: Hombre/Cristiano/Judío/Ciudadano/Patriota (esto último, cuando ya se ha creado el Estado idealista-liberal).

Por tanto, si os sirve el Mito de la Caverna, para Stirner hemos vivido, primero, siendo esclavos de la Naturaleza y de las relaciones naturales; luego, ciertamente el Idealismo (consumado con Cristo) nos liberó de la Naturaleza, pero el mundo de las Ideas sólo fuimos capaces de verlo mediante las ideas, siendo partícipe de ellas, viendo ese mundo A TRAVÉS de las Ideas y no de nosotros mismos... así, su Único ve las Ideas por debajo suya, las entiende NO como Espíritus, sino como Fantasmas y las aparta de él, las liquida. ¿Por qué? Muy sencillo, porque en el reino de las Ideas sólo tiene valor en tanto refleja las Ideas, no como individuo... al igual que antes le sucedía en las relaciones naturales, en las que sólo tenía valor como miembro de alguna de éstas (miembro de la familia, tribu... de nuevo). Ambas relaciones son falsas... ¿por qué? Mirad mi firma!!
El ser Idealista se encuentra dominado por la Ideas, no las domina él... al igual que le sucedía antes en las relaciones naturales. ¿Por qué el Único, su egoísta perfecto no puede tener Ideas, Espíritus? Porque son demasiado poderosas como para ser propietario de ellas, debe reducir el Espíritu a Fantasma, apropiarse de ellas... lo mismo que él es su creador, él las puede destruir, las debe destruir si quiere ser un Egoísta, un Individuo soberano - disolución de las Ideas mediante el pensamiento, no dejando de pensar; él reconoce que al igual que sería inútil intentar dejar de percibir, igual de inútil sería intentar dejar de pensar, la "misión" del Único es no dejarse llevar por ninguna de las dos cosas, elevarse. (aunque critica la apatía estoica)
Por ello, quien sólo busca su ganancia, no es un individuo soberano para él, es un esclavo de la ganancia, ha sacrificado todo su ser a una sola necesidad, no habrá momento en el que no mire por la ganacia.
El Único puede -volviendo a la explicación mediante el Mito de la Caverna, que, por cierto, se me ha ocurrido para ilustrar un poco a quien lo necesite, ya que todo esto puede resultar bastante confuso, así que no seáis muy quisquillosos con mi intento de explicarlo mediante el Mito- sentir ("pasar" por el mundo de los Sentidos) y también Pensar ("pasar" por el mundo de las Ideas) pero sin quedar subyugado por ninguno de los dos reinos... él, se eleva, se apropia de ambos mundos y los utiliza en tanto le son útiles, pero NO pertenece a los dos... reconoce su dualidad como ser Pensante y Corporal sin que esto le limite lo más mínimo.
En este último punto es donde elogia a Jesucristo: "él era un rebelde, no un revolucionario; él no esperaba ninguna salvación de la alteración de las circunstancias; toda esa vida política le era indiferente; él era uno que se alzaba; quería, sin preocuparse ni ser molestado por esa autoridad, emprender su propio camino; No menos indiferente le resultaban sus enemigos, pues lo que él quería ellos no lo entendían, y se limitaba a mantenerlos fuera con la astucia de la serpiente; rodeó el viejo mundo de una muralla, mientras construía sobre él, confiado y sin miramientos, SU templo, sin cuidarse de los dolores de los amurallados."

Un saludo y perdonad que haya quedado tan larguísimo... pero me encanta Stirner!! :wink:
Verdad es aquello que es mío; Mentira es aquello a lo que pertenezco.

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Der_Einzige
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Nihismo

Mensaje por Der_Einzige » 06 Dic 2005, 17:27

Perdonad que vuelva!! :oops:

En cuanto a la pregunta de eso de matar, someter a la gente... (Joé, es normal que la gente pregunte esas cosas)...
No sé qué opinarán los otros autores, pero la opinión de Stirner es que: si alguien, por ejemplo, te subyuga o te retiene o algo así, TIENE derecho... porque él mismo se lo ha otorgado (recordemos que para Stirner, nadie puede DAR un derecho, -si me parece justo es justo- porque si tú tienes mis derechos es porque antes me los habrías quitado y sólo me los darás para evitar una sublevación mayor contra tí... )
Eso, sí, tú NO tienes que reconocerle el derecho a tenerte retenido ni nada de eso, ya que para él no es válido el derecho del más fuerte, sino que aguardarás a asociarte o a una oportunidad idónea para derrocarle, no porque en ese momento sean más "fuertes" que tú le reconocerás ningún poder sobre tí... en todo momento te será legítimo intentar cumplir tus objetivos en contra de él (Stirner usa el ejemplo de la libertad de prensa).
Por eso esas críticas que él hace a la libertad en el sentido liberal-marxista... presentan la libertad como permisos que vienen de terceros; a lo que él responde: ¿Anheláis la libertad? Pues apropiaros de ella y su poder vendrá por vosotros mismos... Nadie os puede liberar de lo que vosotros mismos no queréis liberaros (caso de la libertad de prensa para los burgueses: es fácil que se la den... jamás escribirán nada que atente contra el gobierno y el Estado... podrán reformarlo e intentar cumplir en ellos sus Ideas, pero jamás querer escribir algo para su abolición.)
Bueno... puede sonar un poco cafre... pero... pensáis acaso que una vez conquistada la Acracia ya nunca jamás habrá que liberarse de nadie más? ¿YA nadie volverá a atentar contra nosotros? Mientras no tengamos bien presente el querer autoliberarnos de nada servirá que lo consigamos una vez...
Y bueno... que... en la época de este hombre lo más librtario que había debía ser el Principio Federativo de Proudhon... hay que comprenderlo, seguramente con Bakunin hubiera podido entenderse.
Por cierto... y no doy la lata hasta nuevo aviso: Los señores Nihilo y Nekrosis que intenten ponerse en contacto conmigo vale? Y para quien kiera alguna cosa... dereinzige77_5@hotmail.com
Saludos!!
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ser y no ser
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metanihilismo

Mensaje por ser y no ser » 23 Sep 2007, 21:34

¿No veis que estáis transformando el nihilismo en una religión más, en una mecánica de rechazar las condiciones presentes en favor de unas hipotéticas mejores condiciones que aún no existen? Para el autentico pensamiento nihilista, la frase "auténtico pensamiento nihilista" no existe.

El nihilista no rechaza el sufrimiento, es lo suficientemente fuerte como para no escapar de ese enemigo, ni siquiera existe enemigo porque no existe lucha, ni esfuerzo, ni fuerza, ni debilidad, ni valentía, ni cobardía.

Este estado, conocido en Japón como satori, es la tranquilidad tipica con la que un samurai se abre el vientre (Hara=vientre, Kiri=abrir), o la tranquilidad del fatalismo ruso y del "amor fati" descritos por Nietzsche

El nihilista no está tampoco en contra de sí mismo, come cuando tiene hambre y lucha si hay una batalla, pero emocionalmente se encuentra igual auque tenga entre sus manos una manzana o un wakizashi

La noche en que llegué al hospital por una crisis epiléptica convulsionando con una hipertermia de más de 42ºC, hace un par de años, los médicos dijeron que si llegase cinco minutos más tarde habría salido del hospital con los pies por delante. Fue un día entretenido :lol: [/b]

ANAHAAS
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Re: Nihilismo

Mensaje por ANAHAAS » 22 Feb 2009, 15:28

El nihilismo es una manera de deshacer el mundo, exterminar todas sus certidumbres, desnudar su sinsentido. Es un aniquilamiento necesario para poder construir sobre las cenizas. Soy una nihilista de toda la vida y me encantaría tener esa migaja de esperanza que me permita convertirme en anarquista. Porque no existe otra posibilidad para la humanidad más que la absoluta libertad...

Cualquiera
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Re: Nihilismo

Mensaje por Cualquiera » 01 Abr 2009, 21:46

Habría que añadir que el término "nihilismo" siempre ha surgido desde la represión, así Jacobi se lo arroja a los que querían racionalizar la fe; el reaccionario Donoso Cortés acusa de nihilismo a los socialistas franceses, especialmente a Proudhon; otros se lo han adjudicado a Descartes, Hume, Kant, Hegel, etc. (como puede verse en el libro de Franco Volpi).
La idea misma de la nada, arrancada del concepto de no-ser, que apareció necesariamente enseguida tras nombrar al ser, se volvió pánico, cuando cualquiera dejaba de contar con ese "ser" con el que se había identificado la autodesmostración de Dios. Y así Jean Paul grita acojonado el "discurso de Cristo muerto, el cual, desde lo alto del edificio del mundo, proclama que Dios no existe" (editado en "Alba del nihilismo", Istmo, 2005).
Turgueniev, que mira desde la barrera, proyecta el término hasta entonces criticado como expresión de lo por venir; y luego lo aceptaron los socialistas revolucionarios en su estrategia terrorista contra el Zar.
Una vez que los "extremistas" somos nosotros, porque no entendemos el "orden natural", ni tampoco la obviedad del poder político, pues entonces también somos anarquistas con los que no hay que tener consideración.
Naturalmente cuando los esbirros del poder tienen la desvergüenza de glorificar su "orden" y arrojarnos fuera del mundo, nos bajaríamos encantados, y más de uno seguro que se ha suicidado por no soportarles. Como cantan los Ilegales "todo lo que digáis que somos, lo somos y aún peor".
Pero que conste que el concepto de la nada es la otra cara de su propia moneda. Por eso tienen mala conciencia, puesto que habían dicho que tenían una; por eso mienten cada vez que hablan, puesto que habían dicho que había una verdad. Por cierto, que no necesitan mis excusas para tratarme como si no la hubiera. Eso nunca les ha detenido. Es a ellos a los que la nada les corroe. ¡Mal rayo les parta!

Y respecto a las paranoyas sobre asesinos en serie, o espíritus aristócratas que pueden permitirse la violación o el asesinato al gusto, y tratan de extraer del nihilismo metafísico consecuencias morales nefastas; pues retratan la imaginación de los moralistas que las temen. Sólo sacan consecuencias de apropiación de poder ante la falta de la verdad aquellos cuya verdadera preocupación es la consecución del poder, porque los demás estamos acostumbrados a no tenerla, lo que, en todo caso, es una razón para evitar abusar de ella.

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Tony_Montana
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Re: Nihilismo

Mensaje por Tony_Montana » 08 Abr 2009, 15:22

El Nihilismo es la máxima expresión de la Libertad Individual.

Estoy seguro.
"Aqui, vió pasar la vida Alfonso: cerillero y anarquista."

(Reza en una placa que hay en una esquina del café Gijón)

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Xell
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Re: Nihilismo

Mensaje por Xell » 22 Abr 2014, 15:04

Por si alguien quiere comentar algo:

Sobre el nihilismo y la rebeldía en la obra de Ernst Jünger
Ricardo Andrade Ancic
http://www.avizora.com/publicaciones/fi ... junger.htm

Ernst Jünger (1895-1998), autor de diarios claves sobre lo que se llamó la estética del horror, así como de un importante ensayo -El Trabajador- acerca de la cultura de la técnica moderna y sus repercusiones, está considerado, incluso por sus críticos más acerbos, como un gran estilista del idioma alemán, al que algunos incluso ponen a la altura de los grandes clásicos de la literatura germánica. Fue el último sobreviviente de una generación de intelectuales heredada de la obra de Oswald Spengler, Martin Heidegger, Carl Schmitt y Gottfried Benn. Apasionado polemista, nunca estuvo ajeno de la controversia política e ideológica de su patria; iconoclasta paradójico, enemigo del eufemismo, "anarquista reaccionario" en sus propias palabras, abominador de las dictaduras (fue expulsado del ejército alemán en 1944 después del fracaso del movimiento antihitlerista) y las democracias (dictaduras de la mayoría, como las llamó Karl Kraus, líder espiritual del círculo de Viena). En 1981, Jünger recibió el premio Goethe en Frankfurt, máximo galardón literario de la lengua germana. Sus obras, varias de ellas de carácter biográfico, giran sobre el eje de protagonistas en cuyas almas el autor intenta plasmar una cierta soledad y desencantamiento frente al mundo contemporáneo; al tema central, intercala disquisiciones acerca del origen y destino del hombre, filosofía de la historia, naturaleza del Estado y la sociedad. Por sobre esto, sus obras constituyen un llamado de denuncia y advertencia ante el avance incontenible y abrasador del nihilismo como movimiento mundial, a la vez que se convierten en guías para las almas rebeldes ante este proceso avasallador.

2
Pero, ¿qué es el nihilismo? Jünger, en un intercambio epistolar con Martin Heidegger, expuso sus conceptos sobre el nihilismo en el ensayo Sobre la línea (1949). Basándose en La voluntad de poder de F. Nietzsche, lo define, en primer término, como una fase de un proceso espiritual que lo abarca y al que nada ni nadie pueden sustraerse. En sí mismo, es un proceso determinado por "la devaluación de los valores supremos", en que el contacto con lo Absoluto es imposible: "Dios ha muerto". Nietzsche se caracteriza como el primer nihilista de Europa, pero que ya ha vivido en sí el nihilismo mismo hasta el fin. De esto Jünger recoge un Optimismo dentro del Pesimismo característico de este proceso, en el sentido de que Nietzsche anuncia un contramovimiento futuro que reemplazará a este nihilismo, aun cuando lo presuponga como necesario. También recoge síntomas del nihilismo en el Raskolnikov de Dostoievski, que "actúa en el aislamiento de la persona singular", dándole el nombre de ayuntamiento, proceso que puede resultar horrible en su epílogo, o ser la salvación del individuo luego de su purificación "en los infiernos", regresando a su comunidad con el reconocimiento de la culpa. Entre las dos concepciones, Jünger rescata un parentesco, el hecho de que progresan en tres fases análogas: de la duda al pesimismo, de ahí a acciones en el espacio sin dioses ni valores y después a nuevos cometidos. Esto permite concluir que tanto Nietzsche como Dostoievski ven una y la misma realidad, sí bien desde puntos muy alejados.

Jünger se encarga de limpiar y desmitificar el concepto de nihilismo, debido a todas las definiciones confusas y contradictorias que intelectuales posteriores a Nietzsche desarrollaron en sus trabajos, problema para él lógico debido a la "imposibilidad del espíritu de representar la Nada". Como problema principal, distingue el nihilismo de los ámbitos de lo caótico, lo enfermo y lo malo, fenómenos que aparecen con él y le han dado a la palabra un sentido polémico. El nihilismo depende del orden para seguir activo a gran escala, por lo que el desorden, el caos serían, como máximo, su peor consecuencia. A la vez, un nihilista activo goza de buena salud para responder a la altura del esfuerzo y voluntad que se exige a sí mismo y los demás. Para Nietzsche, el nihilismo es un estado normal y sólo patológico, por lo que comprende lo sano y lo enfermo a su particular modo. Y en cuanto a lo malo, el nihilista no es un criminal en el sentido tradicional, pues para ello tendría que existir todavía un orden válido.

El nihilismo, señala Jünger, se caracteriza por ser un estado de desvanecimiento, en que prima la reducción y el ser reducido, acciones propias del movimiento hacia el punto cero. Si se observa el lado más negativo de la reducción, aparece como característica tal vez más importante la remisión del número a la cifra o también del símbolo a las relaciones descarnadas; la confusión del valor por el precio y la vulgarización del tabú. También es característico del pensamiento nihilista la inclinación a referir el mundo con sus tendencias plurales y complicadas a un denominador; la volatización de las formas de veneración y el asombro como fuente de ciencia y un "vértigo ante el abismo cósmico" con el cual expresa ese miedo especial a la Nada. También es inherente al nihilismo la creciente inclinación a la especialización, que llega a niveles tan altos que "la persona singular sólo difunde una idea ramificada, sólo mueve un dedo en la cadena de montaje", y el aumento de circulación de un "número inabarcable de religiones sustitutorias", tanto en las ciencias, en las concepciones religiosas y hasta en los partidos políticos, producto de los ataques en las regiones ya vaciadas.

Según lo expresado en Sobre la línea, es la disputa con Leviatán -ente que representa las fuerzas y procesos de la época, en cuanto se impone como tirano exterior e interior-, es la más amplia y general en este mundo. ¿Cuáles son los dos miedos del hombre cuando el nihilismo culmina? "El espanto al vacío interior, obligando a manifestarse hacia fuera a cualquier precio, por medio del despliegue de poder, dominio espacial y velocidad acelerada. El otro opera de afuera hacia adentro como ataque del poderoso mundo a la vez demoníaco y automatizado. En ese juego doble consiste la invencibilidad del Leviatán en nuestra época. Es ilusorio; en eso reside su poder". La obra de Jünger trastoca el tema de la resistencia; se plantea la pregunta sobre cómo debe comportarse y sostenerse el hombre ante la aniquilación frente a la resaca nihilista.

"En la medida en que el nihilismo se hace normal, se hacen más temibles los símbolos del vacío que los del poder. Pero la libertad no habita en el vacío, mora en lo no ordenado y no separado, en aquellos ámbitos que se cuentan entre los organizables, pero no para la organización". Jünger llama a estos lugares "la tierra salvaje", lugar en el cual el hombre no sólo debe esperar luchar, sino también vencer. Son estos lugares a los cuales el Leviatán no tiene acceso, y lo ronda con rabia. Es de modo inmediato la muerte. Aquí dormita el máximo peligro: los hombres pierden el miedo. El segundo poder fundamental es Eros; "allí donde dos personas se aman, se sustraen al ámbito del Leviatán, crean un espacio no controlado por él". El Eros también vive en la amistad, que frente a las acciones tiránicas experimenta sus últimas pruebas. Los pensamientos y sentimientos quedan encerrados en lo más íntimo al armarse el individuo una fortificación que no permite escapar nada al exterior; "En tales situaciones la charla con el amigo de confianza no sólo puede consolar infinitamente sino también devolver y confirmar el mundo en sus libres y justas medidas". La necesidad entre sí de hombres testigos de que la libertad todavía no ha desaparecido harán crecer las fuerzas de la resistencia. Es por lo que el tirano busca disolver todo lo humano, tanto en lo general y público, para mantener lo extraordinario e incalculable, lejos.

Este proceso de devaluación de los valores supremos ha alcanzado, de algún modo, caracteres de "perfección" en la actualidad. Esta "perfección" del nihilismo hay que entenderla en la acepción de Heidegger, compartida por Jünger, como aquella situación en que este movimiento "ha apresado todas las consistencias y se encuentra presente en todas partes, cuando nada puede suponerse como excepción en la medida en que se ha convertido en el estado normal." El agente inmediato de este fenómeno radica en el desencuentro del hombre consigo mismo y con su potencia divina. La obra de Jünger, en este sentido, da cuenta del afán por radicar el fundamento del hombre.

3
Uno de los síntomas de nuestra época es el temor. Aquel temor que hace afirmar al autor que toda mirada no es más que un acto de agresión y que hace radicar la igualdad en la posibilidad que tienen los hombres de matarse los unos a los otros. A lo anterior, hay que agregar la inclinación a la violencia que desde el nacimiento todos traemos, según lo señalado en su novela "Eumeswil" (1977). . Por eso el mundo se torna en imperfecto y hostil. Su historia no es sino la de un cadáver acechado una y otra vez por enjambres de buitres. Esta visión lúgubre de la realidad, en la que se encuentra una reminiscencia schopenhaueriana, fue sin duda alimentada por la experiencia personal del autor, testigo del horror de dos guerras implacables que no hicieron más que coronar e instaurar en el mundo el culto a la destrucción, al fanatismo y la masificación del hombre. El avance de la técnica, a pesar de los beneficios que conlleva, a juicio de Jünger tiene la contrapartida de limitar la facultad de decisión de los hombres en la medida en que a favor de los alivios técnicos van renunciando a su capacidad de autodeterminación conduciendo, luego, a un automatismo generalizado que puede llevar a la aniquilación. La pregunta que surge entonces es cómo el hombre puede superarlo, a través de que medios puede salvarse. La respuesta de Jünger, en boca de uno de sus personajes principales, el anarca Venator: la salvación está en uno mismo. El anarca, que nada tiene que ver con el anarquista, expulsa de sí a la sociedad, ya que tanto de ésta como del Estado poco cabe esperar en la búsqueda de sí mismo. El no se apoya en nadie fuera de su propio ser; su propósito es convertirse en soberano de su propia persona, porque la libertad es, en el fondo, propiedad sobre uno mismo.

Aparecen en este momento dos afirmaciones que pueden aparecer como contradictorias: el hombre inclinado a la violencia desde su nacimiento, y el hombre que debe penetrar en un conocimiento interior con el fin de descubrir su forma divina. Jünger afirma que la riqueza del hombre es infinitamente mayor de lo que se piensa. ¿Cómo conciliar esto con el carácter perverso que le atribuye al mismo? Al responder esto, el escritor apela a una instancia superior a la que denomina Uno, Divinidad, lo Eterno, según lo que se colige sobre todo en su obra posterior a 1950. La relación entre el hombre y lo Absoluto, expuesta por el maestro alemán, se entiende del siguiente modo: el ser, forma o alma de cada uno de nosotros ha estado, desde siempre, es decir, antes de nacer, en el seno de la Divinidad, y, después de la muerte, volverá a estar con ella. Antes de nacer, es tal el grado de indeterminación de esa unidad en lo Uno que el hombre no puede tener conciencia de la misma. Sólo cuando el nacimiento se produce, el hombre se hace consciente de su anterior unidad y busca desesperadamente volver a ella, al sentirse un ser solitario. Es allí cuando debe dirigirse hacia sí mismo, penetrar en su alma que es la eterna manifestación de lo divino. En el conócete a ti mismo, el hombre puede acceder a la forma que le es propia, proceso que para Jünger es un "ver" que se dirige hacia el ser, la idea absoluta. Señala en El trabajador que la forma es fuente de dotación de sentido, y la representación de su presencia le otorga al hombre una nueva y especial voluntad de poder, cuyo propósito radica en el apoderamiento de sí mismo, en lo absoluto de su esencia, ya que el objeto del poder estriba en el ser-dueño... En consecuencia, en ese descubrimiento de ser atemporal e inalterable que le confiere sentido, el hombre puede hacerse propietario de éste y convertirse en un sujeto libre. En caso contrario, quien no posea un conocimiento de sí mismo es incapaz de tener dominio sobre su ser no pudiendo, por tanto, sembrar orden y paz a su alrededor. En conclusión, esta inclinación a la violencia que surge con el nacimiento del hombre, en otras palabras, con su separación de lo Uno en la identidad primordial y primigenia dando lugar a la negación de la Divinidad, puede ser dominada y contrarrestada en la medida que el hombre se convierta en dueño de sí mismo, para lo cual es fundamental el conocimiento de la forma que nos otorga sentido.

La sustancia histórica, señala Jünger, radica en el encuentro del hombre consigo mismo. Ese encuentro con el ser supratemporal que le dota de sentido lo simboliza con el bosque. En su obra El tratado del rebelde afirma: "La mayor vigencia del bosque es el encuentro con el propio yo, con la médula indestructible, con la esencia de que se nutre el fenómeno temporal e individual". Es, entonces, el lugar donde se produce la afirmación de la Divinidad, al adquirir el sujeto la conciencia misma como partícipe de la identidad con lo Eterno.

El Verbo, entendido como "la materia del espíritu", es el más sublime de los instrumentos de poder, y reposa entre las palabras y les da vida. Su lugar es el bosque. "Toda toma de posesión de una tierra, en lo concreto y en lo abstracto, toda construcción y toda ruta, todos los encuentros y tratados tienen por punto de partida revelaciones, deliberaciones, confirmaciones juradas en el Verbo y en el lenguaje", enuncia en El tratado del rebelde. El lenguaje es, en definitiva, un medio de dominación de la realidad, puesto que a través de él aprehendemos sus formas últimas, en la medida en que es expresión de la idea absoluta. En una época tan abrumadoramente nihilista como la contemporánea, el propio autor describe como el lenguaje va siendo lentamente desplazado por las cifras.

En la obra de Jünger, el hombre que no acepta el "espíritu del tiempo" y se "retira hacia sí mismo" en busca de su libertad, es un rebelde. A partir de un ensayo de 1951, Jünger había propuesto una figura de rebelde a las leyes de la sociedad instalada, el Waldgänger que, según una antigua tradición islandesa, se escapa a los bosques en busca de sí mismo y su libertad. Posteriormente, el autor desarrolla la figura del rebelde en la novela Eumeswil, publicada en 1977, definiendo la postura del anarca, tipo que encarnaría el distanciamiento frente a los peores aspectos del nihilismo actual; o como el único camino digno a seguir para los hombres de verdad libres.

4
Como en Heliópolis, en Eumeswil, Jünger nos presenta un mundo aún por llegar: se vive allí el estado consecutivo a los Grandes Incendios -una guerra mundial, evidentemente- y a la constitución y posterior disolución del Estado Mundial. Un mundo simplificado, en que aparecen formas semejantes a las del pasado: los principados de los Khanes, las ciudades-estados. El autor marca el carácter postrero del ambiente que da a su novela, comparándola a la época helenística que sigue a Alejandro Magno, una ciudad como Alejandría, ciudad sin raíces ni tradición. De modo análogo, en la sociedad de Eumeswil las distinciones de rangos, de razas o clases han desaparecido; quedan sólo individuos, distinguidos entre ellos por los grados de participación en el poder. Se posee aún la técnica, pero como algo más bien heredado de los siglos creadores en este dominio. La técnica permite, por ejemplo -siendo esto otro rasgo alejandrino-, un gran acopio de datos sobre el pasado, pero este pasado ya no se comprende.

Se enfrentan en Eumeswil dos poderes: el militar y el popular, demagógico, de los tribunos. Del elemento militar ha salido el Cóndor, el típico tirano que restablece el orden y, con él, las posibilidades de la vida normal, cotidiana, de los habitantes. Pero se trata de un puro poder personal, informe, que ya no puede restaurar la forma política desvanecida. Por lo demás tampoco en Eumeswil se tiene la ilusión de la gran política; no se trata siquiera de una potencia, viviendo como vive bajo la discreta protección del Khan Amarillo. En suma, son las condiciones de la civilización spengleriana, las de toda época final en el decurso de las culturas. "Masas sin historia", "Estados de fellahs", como señala Jünger.

El protagonista y narrador de la novela es Martín Venator, "Manuelo" en el servicio nocturno de la alcazaba del Cóndor. Es un historiador de oficio: aplica al pasado sus cualidades de observador, y de allí las reflexiones sobre el tiempo presente. Su modelo es, sin duda, Tácito: senador bajo los Césares, celoso del margen de libertad que aún puede conservar, escéptico frente a los hombres y frente al régimen imperial. Venator también es camarero, barman en la alcazaba: como en las cortes de otra época, el servicio personal y doméstico al señor resulta ennoblecido. El camarero suele ser asimismo un observador, y en este terreno se encuentra con el historiador.

El historiador se retira voluntariamente al pasado, donde se encuentra en realidad "en su casa", y en este modo se aparta de la política. La derrota, el exilio, han sido a veces la condición de desarrollo de una vocación historiográfica -Tucídides en la Antigüedad, por ejemplo-, pero en otras ocasiones el historiador ha tomado parte activa de las luchas de su tiempo. En la novela, tanto el padre como el hermano del protagonista también son historiadores, pero, a diferencia de éste, están ideológicamente "comprometidos": son buenos republicanos, liberales doctrinarios, cautos enemigos del Cóndor más ajenos al mundo de los hechos que éste representa. Ellos deploran que "Manuelo" haya descendido a tan humilde servicio al tirano. Servicio fielmente prestado, pero en ningún caso incondicional. Entre los enemigos del Cóndor están los anarquistas: conspiran, ejecutan atentados... nada que la policía del tirano no logre controlar. De ellos se diferencia claramente Venator: no es un anarquista, es un anarca.

5
La mejor definición para la posición del anarca pasa por su relación y distinción de las otras figuras, las otras individualidades que se alzan, cada una a su modo, frente al Estado y la sociedad: el anarquista, el partisano, el criminal, el solipsista; o también, del monarca absoluto, como Tiberio o Nerón. Pues en el hombre y en la historia hay un fondo irrenunciable de anarquía, que puede aflorar o no a la superficie, y en mayor o menor grado, según los casos. En la historia, es el elemento dinámico que evita el estancamiento, que disuelve las formas petrificadas. En el hombre, es esa libertad interior fundamental. De tal modo que el guerrero, que se da su propia ley, es anárquico, mientras que el soldado no. En aparente paradoja, el anarquista no es anárquico, aunque algo tiene, sin duda. Es un ser social que necesita de los demás; por lo menos de sus compañeros. Es un idealista que, al fin y al cabo, resulta determinado por el poder. "Se dirige contra la persona del monarca, pero asegura la sucesión".

El anarca, por su parte, es la "contrapartida positiva" del anarquista. En propias palabras de Jünger: "El anarquista, contrariamente al terrorista, es un hombre que en lo esencial tiene intenciones. Como los revolucionarios rusos de la época zarista, quiere dinamitar a los monarcas. Pero la mayoría de las veces el golpe se vuelve contra él en vez de servirlo, de modo que acaba a menudo bajo el hacha del verdugo o se suicida. Ocurre incluso, lo cual es claramente más desagradable, que el terrorista que ha salido con bien siga viviendo en sus recuerdos...El anarca no tiene tales intenciones, está mucho más afirmado en sí mismo. El estado de anarca es de hecho el estado natural que cada hombre lleva en sí. Encarna más bien el punto de vista de Stirner, el autor de El único y su propiedad ; es decir, que él es lo único. Stirner dice: "Nada prevalece sobre mí". El anarca es, de hecho, el hombre natural". No es antagonista del monarca, sino más bien su polo opuesto. Tiene conciencia de su radical igualdad con el monarca; puede matarlo, y puede también dejarlo con vida. No busca dominar a muchos, sino sólo dominarse a sí mismo. A diferencia del solipsista, cuenta con la realidad exterior. No busca cambiar la ley, como el anarquista o el partisano; no se mueve, como éstos en el terreno de las opciones políticas o sociales. Tampoco busca transgredir la ley, como el criminal; se limita a no reconocerla. El anarca, pues, no es hostil al poder, ni a la autoridad, ni a la ley; entiende las normas como leyes naturales.

No adhiere el anarca a las ideas, sino a los hechos; es en esencia pragmático. Está convencido de la inutilidad de todo esfuerzo ("tal vez esta actitud tenga algo que ver con la sobresaturación de una época tardía"). Neutral frente al Estado y a la sociedad, tiene en sí mismo su propio centro. Los regímenes políticos le son indiferentes; ha visto las banderas, ya izadas, ya arriadas. Jünger afirma, además, que aquellas banderas son sólo diferentes en lo externo, porque sirven a unos mismos principios, los mismos que harán que " toda actitud que se aparte del sistema, sea maldita desde el punto de vista racional y ético, y luego proscrita por el derecho y la coacción." No obstante, el anarca puede cumplir bien el papel que le ha tocado en suerte. Venator no piensa desertar del servicio del Cóndor, sino, por el contrario, seguir lealmente hasta el final. Pero porque él quiere; él decidirá cuando llegue el momento. En definitiva, el anarca hace su propio juego y, junto a la máxima de Delfos, "conócete a ti mismo", elige esta otra: "hazte feliz a ti mismo".

La figura del anarca resplandece verdaderamente, como la del hombre libre frente al Estado burocrático y a la sociedad conformista de la actualidad. Incluso aparece en algunas ocasiones en forma más bien mezquina, a la manera del egoísmo de Stirner: "quien, en medio de los cambios políticos, permanece fiel a sus juramentos, es un imbécil, un mozo de cuerda apto para desempeñar trabajos que no son asunto suyo". "(El anarca) sólo retrocede ante el juramento, el sacrificio, la entrega última". "Sólo cabe una norma de conducta" -dice Attila, médico del Cóndor, anarca a su modo- "la del camaleón..."

6
La cuestión es si el anarca se constituye en una figura ejemplar para cierto tipo de hombres que no se reconozcan en las producciones sociales últimas. Pues si el anarca es la "actitud natural" -"el niño que hace lo que quiere"-, entonces nos hallamos ante simples situaciones de hecho que no tienen ningún valor normativo ni ejemplar. Desde siempre los hombres han querido huir del dolor y buscar lo agradable; por otro lado, apartarse de una sociedad decadente y que llega a ser asfixiante es una cosa sana. Venator invoca a Epicuro como modelo; debería referirse más bien a Aristipo de Cirene, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela hedonista, quien proponía una vida radicalmente apolítica, "ni gobernante ni esclavo", con la libertad y el placer como únicos criterios. Jünger reconoce, y muy de buena gana, que el tipo de anarca se encuentra, socialmente hablando, en el pequeño burgués, piedra de tope de más de una corriente de pensamiento: es ese artesano, ese tendero independiente y arisco frente al Estado. La figura del anarca es más familiar al mundo anglosajón, especialmente al norteamericano, con su sentido ferozmente individualista y antiestatal: del cowboy solitario o del outlaw al "objetor de conciencia". Están en la mejor línea del anarca y el rebelde contra la masificación burocrática. Se sabe, por supuesto, en qué condiciones sociales han florecido estos modelos.

Pero las sociedades "posmodernas" actuales se distinguen por el más vulgar hedonismo; su tipo no es el del "superhombre", sino el del "último hombre" nietzscheano, el que cree haber descubierto la felicidad. El tipo del "idealista" y del "militante" pertenecen a etapas ya superadas; hoy, es el individuo de las sociedades "despolitizadas", soft, que toma lo que puede y rehúsa todo esfuerzo. ¿Cuál es la diferencia de este tipo de hombre con el anarca? La respuesta radica en que el segundo está libre de todas las ataduras sentimentales, ideológicas y moralistas que aún caracterizan al primero. En verdad, la figura de Venator está históricamente condicionada: aparece en una de esas épocas postreras en la cuales nada se puede ya esperar. Lo que hay que esclarecer es si efectivamente nuestra propia época es una de ellas. Pero lo dicho sobre el anarca tiene un alcance mucho más universal: en cualquier tiempo y lugar se puede ser anarca, pues "en todas partes reina el símbolo de la libertad".

La senda del anarca termina en la retirada. Venator ha estado organizando una "emboscadura" temporal -según lo que el mismo Jünger recomendaba en Der Waldgang (1951)-, para el caso de caída del Cóndor. Al final, seguirá a éste, con toda su comitiva, en una expedición de caza a las selvas misteriosas más allá de Eumeswil: una emboscadura radical, o la muerte, no se sabe el desenlace. Del mismo modo, en Heliópolis, el comandante Lucius de Geer y sus compañeros se retiran en un cohete, con destino desconocido. Pero eso sí, después de haber luchado sus batallas, al igual que los defensores de la Marina en Sobre los Acantilados de Mármol no buscan refugio sino después de dura lucha con las fuerzas del Gran Guardabosques. Pero ¿de qué se trata esta "emboscadura"?

El anarca hace lo que Julius Evola, el gran pensador italiano, recomienda en su libro Cabalgar el tigre: "La regla a seguir puede consistir, entonces, en dejar libre curso a las fuerzas y procesos de la época, permaneciendo firmes y dispuestos a intervenir cuando el tigre, que no puede abalanzarse sobre quien lo cabalga, esté fatigado de correr". Lo que Evola llama "tigre", Jünger lo denomina "Leviatán" o "Titanic".

El anarca se retira hacia sí mismo porque debe esperar su hora; el mundo debe ser cumplido totalmente, la desacralización, el nihilismo y la entropía deberán ser totales: lo que Vintila Horia llama "universalización del desastre". Jünger enfatiza que emboscarse no significa abandonar el "Titanic", puesto que eso sería tirarse al mar y perecer en medio de la navegación. Además: "Bosque hay en todas partes. Hay bosque en los despoblados y hay bosque en las ciudades; en éstas, el emboscado vive escondido o lleva puesta la máscara de una profesión. Hay bosque en el desierto y hay bosque en las espesuras. Hay bosque en la patria lo mismo que lo hay en cualquier otro sitio donde resulte posible oponer resistencia... Bosque es el nombre que hemos dado al lugar de la libertad... La nave significa el ser temporal; el bosque, el ser sobretemporal...". En la figura del rebelde, por tanto, es posible distinguir dos denominaciones: emboscado y anarca. El primero presentaría las coordenadas espirituales, mientras el segundo da luces sobre su plasmación en el "aquí y ahora". Jünger lo define más claramente: "Llamamos emboscado a quien, privado de patria por el gran proceso y transformado por él en un individuo aislado, está decidido a ofrecer resistencia y se propone llevar adelante la lucha, una lucha que acaso carezca de perspectiva. Un emboscado es, pues, quien posee una relación originaria con la libertad... El emboscado no permite que ningún poder, por muy superior que sea, le prescriba la ley, ni por la propaganda, ni por la violencia".

7
El nihilismo y la rebeldía... La figura del anarca es la de quien ha sobrevivido al "fin de la historia" ("carencia de proyecto: malestar o sueño"). El último hombre no puede expulsar al anarca que convive junto a él. Su poder radica en su impecable soledad y en el desinterés de su acción. Su sí y su no son fatales para el mundo que habita. El anarca se presenta como la victoria y superación del nihilismo. Las utopías le son ajenas, pero no el profundo significado que se esconde tras ellas. "El anarca no se guía por las ideas, sino por los hechos. Lucha en solitario, como hombre libre, ajeno a la idea de sacrificarse en pro de un régimen que será sustituído por otro igualmente incapaz, o en pro de un poder que domine a otro poder".

El anarca ha perdido el miedo al Leviatán, en el encuentro con la médula indestructible que le dota de sentido para luego proyectarse y reconocerse en el otro, en la amada, en el hermano, en el que sufre y en el desamparado, puesto que Eros es su aliado y sabe que no lo abandonará...

La actitud del anarca puede ser interpretada desde dos perspectivas, una activa y otra pasiva. Esta última verá en la emboscadura, y en el anarca que la realiza, la posibilidad de huir del presente y aislarse en aquella patria que todos llevamos en nuestro interior; al decir de Evola, la que nadie puede ocupar ni destruir. Pero no debe confundirse la actitud del anarca como una simple huida: "Ya hemos apuntado que ese propósito no puede limitarse a la conquista de puros reinos interiores". Mas bien se trata de otro tipo de acción, de un combate distinto, "donde la actuación pasaría entonces a manos de minorías selectas que prefieren el peligro a la esclavitud". Minorías que entiendan que emboscarse es dar lucha por lo esencial, sin tiempo y acaso sin perspectivas. Minorías que, como el propio Jünger lo expresa, sean capaces de llevar adelante la plasmación de una "nueva orden", que no temerá y, por el contrario, gustará de pertenecer al bando de los proscritos, pues se funda en la camaradería y la experiencia; orden que pueda llevar a buen término la travesía más allá del "meridiano cero", y se prepare a dar una lucha en el "aquí y ahora"...

"En el seno del gris rebaño se esconden lobos,
es decir, personas que continúan sabiendo lo
que es la libertad. Y esos lobos no son sólo
fuertes en sí mismos: también existe el peligro
de que contagien sus atributos a la masa,
cuando amanezca un mal día, de modo que el
rebaño se convierta en horda. Tal es la
pesadilla que no deja dormir tranquilos a los
que tienen el poder".
Ernst Jünger

BIBLIOGRAFÍA
1.-Acerca del Nihilismo; Sobre la línea, Ernst Jünger; Hacia la pregunta del ser, Martin Heidegger, Ediciones Paidós, Barcelona, 1994.
2.-Tratado del rebelde, Ernst Jünger, Editorial Sur, Buenos Aires, 1963.
3.-Eumeswil, Ernst Jünger, Editorial Seix Barral, España, 1977.
4.-Juegos africanos, Ernst Jünger, Editorial Guadarrama, Madrid, 1970.
5.-Visita a Godenholm, Ernst Jünger, Editorial Alianza, Madrid, 1983.
6.-Diario de guerra y ocupación, Ernst Jünger, Editorial Plaza y Janés, Barcelona, 1972.
7.-Tempestades de acero, Ernst Jünger, Editorial Fermín Uriarte, Madrid, 1965.
8.-Conversaciones con Ernst Jünger, Julien Hervier, Fondo de Cultura Económica, 1990.
9.-Cavalcare la tigre, Julius Evola, Editorial Vanni Scheiwiller, Milano, 1973.
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Chimaera monstrosa
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Re: Nihilismo

Mensaje por Chimaera monstrosa » 22 Abr 2014, 20:33

Un altre punt de vista sobre el nihilisme, de l'abans esmenat Martin Heidegger, és un recull de 29 textos sobre el nihilisme ordenats i relacionats de forma consecutiva. Aquí es centra en el que ell anomena "Metafísica de Nietzsche", una postura una mica forçada que tracta d'extreure les darreres intencions de l'autor vitalista. Pensem que són unes lliçons escrites en 1940, i l'adulació de l'ombrívola ideologia del nazisme dóna un aspecte que ens fa pensar com es va viure aquesta etapa de foscos espectres que s'instal·len en tots els aspectes de la vida, i més en l'obra d'aquest pensador -Martin Heidegger-. Realment resulta tètric pensar com es desenvolupava la vida baix el règim de continua delació i por que reganava en aquella Europa. Destacar la seva visió del concepte de justícia en Nietzsche, per a el qual -segons aquest autor i en aquesta època-, la justícia és la justícia del poderós i per tant l'únic que pot fer ús d'aquesta paraula. La justícia llavors és una reafirmació del poder d'imposar unes normes i només té sentit en la realitat del que és just conforme a l'ús efectiu del poder. En un sentit marxista, la justícia és la plasmació de l'opressió entre classes, i per a Heidegger interpretant a Nietzsche a la seua manera, és bo que així siga. De fet, i amb raó, algun autor novell diu que Martin Heidegger era "més hitlerià que hitler" -cosa que es veu en algunes afirmacions d'aquestos textos citats- i açò pot ocórrer quan algú es beneficia d'aquest règim per a obtenir algun poder.

Aquí teniu una traducció de les lliçons impartides el segon trimestre de 1940:

http://www.heideggeriana.com.ar/textos/ ... uropeo.htm

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Xell
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Re: Nihilismo

Mensaje por Xell » 22 Abr 2014, 22:57

NIETZSCHE Y LOS FASCISTAS
George Bataille
http://www.nietzscheana.com.ar/comentar ... cistas.htm

«ACÉPHALE. Religion / Sociologie / Philosophie», nº 2, 21 de enero de 1937. Traducción de Margarita Martínez.

Imagen



ELISABETH JUDAS-FÖRSTER

El judío Judas traicionó a Jesús por una suma de dinero nimia: después de eso, se colgó. La traición de los familiares de Nietzsche no tuvo la consecuencia brutal que tuvo la de Judas, pero resume y termina de volver intolerable el conjunto de traiciones que deforman la enseñanza de Nietzsche (que la colocan a la altura de las pretensiones de más corto alcance de la fiebre actual). Las falsificaciones antisemitas de la señora Förster, su hermana, y del señor Richard Oehler, primo de Nietzsche, tienen además algo que es más vulgar que el comercio de Judas: más allá de toda medida, confieren el valor de un golpe de látigo a la máxima con la que Nietzsche expresó su horror por el antisemitismo: “¡NO FRECUENTAR A NADIE QUE ESTÉ IMPLICADO EN ESTE ENGAÑO DESFACHATADO DE LAS RAZAS!”[ii]

El nombre de Elisabeth Förster-Nietzsche[iii], quien acaba de clausurar, el 8 de noviembre de 1935, una vida consagrada a una forma muy mezquina y degradante de culto familiar, no se ha convertido todavía en objeto de aversión... Elisabeth Förster-Nietzsche no había olvidado, el 2 de noviembre de 1933, las dificultades que se habían introducido entre ella y su hermano con motivo de su casamiento, en 1885, con el antisemita Bernard Förster. Ella misma publicó por sus propios medios una carta en la que Nietzsche le recuerda su “repulsión” — “tan pronunciada como es posible”— por el partido de su marido, este último designado con especial rencor[iv] El 2 de noviembre de 1933 frente a Adolf Hitler, a quien había recibido en persona en el Nietzsche-Archiv en Weimar, Elisabeth Förster daba fe del antisemitismo de Nietzsche leyendo un texto de Bernard Förster.



“Antes de abandonar Weimar para irse a Essen —informa el periódico El Tiempo* del 4 de noviembre de 1933–, el canciller Hitler visitó a la señora Elisabeth Förster-Nietzsche, hermana del célebre filósofo. La anciana señora le obsequió un bastón que había pertenecido a su hermano. Le hizo también visitar los Archivos Nietzsche.

El señor Hitler asistió a la lectura de un texto que el doctor Förster, agitador antisemita, había dirigido a Bismarck en 1879, texto en donde se quejaba de ‘la invasión del espíritu judío en Alemania’. Con el bastón de Nietzsche en la mano, Hitler atravesó la muchedumbre en medio de aclamaciones y subió a su automóvil para ir a Erfurt, y desde allí a Essen.”



Nietzsche, en una carta despectiva enviada en 1887 al antisemita Theodor Fritsch[v], concluía con estas palabras: “PERO AL FIN, ¿QUÉ CREE USTED QUE SIENTO CUANDO EL NOMBRE DE ZARATUSTRA SALE DE BOCA DE LOS ANTISEMITAS?”.



EL SEGUNDO JUDAS DEL NIETZSCHE ARCHIV

Adolf Hitler en Weimar se hizo fotografiar frente al busto de Nietzsche. Richard Oehler, primo de Nietzsche y colaborador de Elisabeth Förster en el Archivo, hizo reproducir la fotografía en el frontispicio de su libro Friedrich Nietzsche y el futuro alemán[vi]. En esta obra intentó mostrar el acuerdo profundo entre la enseñanza de Nietzsche y la de Mein Kampf [Mi lucha]. Reconoce, es cierto, la existencia de pasajes de Nietzsche que no serían hostiles a los judíos, pero concluye:



“Lo que más nos importa es esta advertencia: ‘¡Ni un judío más! ¡Cerrémosles nuestras puertas, sobre todo hacia el este! (...) Alemania tiene ya su buen número de judíos, el estómago y la sangre alemanes deberán padecer largo tiempo antes de haber asimilado esa dosis de ‘lo judío’; no tenemos la digestión tan activa como los italianos, los franceses, los ingleses, que pasaron por el trance de manera mucho más expeditiva.’ Obsérvese que esto es expresión de un sentimiento más general que exige que se lo escuche y que se actúe en consecuencia. ‘¡Ni un judío más! ¡Cerrémosles nuestras puertas, sobre todo hacia el este (incluida Austria)!’ He aquí lo que reclama el instinto de un pueblo cuyo carácter es todavía tan débil y tan poco marcado que corre el riesgo de ser abolido por la mezcla con una raza más enérgica.”



No se trata aquí solamente de “engaño descarado” sino de una falsedad grosera y concientemente elaborada. Este texto figura, en efecto, en Más allá del bien y del mal (§ 251), pero la opinión que expresa no es la de Nietzsche; ¡es la de los antisemitas, retomada por Nietzsche a modo de burla!



“No encontré todavía un alemán”, escribe, “que deseara el bien a los judíos; los políticos y los sabios, todos ellos y sin reserva, se esfuerzan en vano en condenar el antisemitismo. Lo que reprueban su sabiduría y su política, no se equivoquen ustedes, no es el sentimiento mismo, sino únicamente sus dudosos desencadenamientos, y las inconvenientes y vergonzosas manifestaciones que este sentimiento provoca una vez desencadenado. Se dice simplemente que Alemania ya está demasiado, etcétera.”



¡Y sigue el texto convocado por el fascista falsario a cuenta de Nietzsche! Un poco más adelante se ofrece una conclusión práctica de estas consideraciones: “Se podría muy bien comenzar por echar a la calle a los antisemitas escandalosos...”. Esta vez Nietzsche habla en su nombre. El conjunto del aforismo se expresa en el sentido de la asimilación de los judíos por parte de los alemanes.



NO MATAR: REDUCIR A LA SERVIDUMBRE

“ACASO MI VIDA HACE VEROSÍMIL QUE YO PUEDA HABERME DEJADO ‘CORTAR LAS ALAS’ POR CUALQUIERA?”[vii]

El tono con el cual Nietzsche respondía en vida a los antisemitas inoportunos excluye toda posibilidad de tratar la cuestión con ligereza, de considerar la traición de los Judas de Weimar como venial: de eso se tratan las “alas cortadas”.

Los parientes de Nietzsche emprendieron algo tan bajo como la tarea de reducir a una servidumbre envilecedora a quien pretendía arrasar con la moral servil. ¿Es posible acaso que no haya en el mundo rechinamientos de dientes y que esto no cause, en la creciente desorientación, el silencio y la violencia? ¿Cómo, bajo el golpe de esta ira, podría no ser de una claridad enceguecedora que, en el momento en que toda la humanidad se precipita hacia la servidumbre, haya algo que no deba ser sojuzgado, que no pueda ser sojuzgado?

LA DOCTRINA DE NIETZSCHE NO PUEDE SER SOJUZGADA.

Solamente puede ser seguida. Ubicarla luego de o al servicio de cualquier cosa ajena es una traición que merece el desprecio de los lobos hacia los perros.

¿ACASO LA VIDA DE NIETZSCHE HACE VEROSÍMIL QUE HAYA PODIDO DEJARSE “CORTAR LAS ALAS” POR CUALQUIERA? Sea el antisemitismo o el fascismo, sea el socialismo, no hay más que utilización. Nietzsche se dirigía a espíritus libres, incapaces de dejarse utilizar.



IZQUIERDA Y DERECHA NIETZSCHEANAS

El movimiento mismo del pensamiento de Nietzsche implica una debacle de los diferentes fundamentos posibles de la política actual. Las derechas fundan su acción en su ligazón afectiva con el pasado. Las izquierdas la fundan en principios racionales. Ahora bien, Nietzsche rechaza por igual la ligazón con el pasado y los principios racionales (justicia, igualdad social). Debería entonces ser imposible utilizar sus enseñanzas en cualquiera de estos sentidos.

Pero esas enseñanzas representan una fuerza de seducción incomparable, y en consecuencia una “fuerza” a secas que los políticos debían estar tentados de sojuzgar, o al menos de conciliar en beneficio de sus emprendimientos. Las enseñanzas de Nietzsche “movilizan” la voluntad y los instintos agresivos: era inevitable que las acciones existentes buscaran arrastrar dentro de su movimiento esas voluntades e instintos movilizados, y que habían quedado sin utilizar.

La ausencia de toda posibilidad de adaptación a alguna de las direcciones de la política no tuvo, en estas condiciones, más que un solo resultado. La exaltación nietzscheana, al no ser solicitada más que en razón de un desconocimiento de su naturaleza, pudo serlo en las dos direcciones a la vez. En cierta medida, se formó una derecha y una izquierda nietzscheanas, de la misma manera que se formó en otros tiempos una derecha y una izquierda hegelianas[viii]. Pero Hegel se había situado a sí mismo en el plano político, y sus concepciones dialécticas explican la formación de dos tendencias opuestas en el desarrollo póstumo de su doctrina. Se trata en un caso de desarrollos lógicos y consecuentes, y en el otro de inconsecuencia, de ligereza o de traición. En conjunto, la exigencia expresada por Nietzsche, lejos de ser comprendida, fue tratada como es tratado todo en un mundo en donde la actitud servil y el valor de utilidad parecen ser los únicos admisibles. A la medida de ese mundo, la transvaloración de los valores, incluso si fue objeto de esfuerzos reales de comprensión, permaneció tan generalmente ininteligible que las traiciones y las interpretaciones banales de que es objeto pasan más o menos desapercibidas.



“OBSERVACIONES PARA LOS ASNOS”

El propio Nietzsche dijo que no sentía más que repugnancia por los partidos políticos de su tiempo, pero existe un equívoco a propósito del fascismo que no se desarrolló hasta mucho tiempo después de su muerte. Además, el fascismo es el único movimiento político que conciente y sistemáticamente utilizó la crítica nietzscheana. Según el húngaro Georg Lukács (al parecer, uno de los pocos entre los teóricos marxistas actuales que tuvo una conciencia profunda de la esencia del marxismo; aunque es cierto que desde que se tuvo que refugiar en Moscú quedó moralmente quebrado, y que no es más que la sombra de sí mismo), “la diferencia muy clara a nivel ideológico entre Nietzsche y sus sucesores fascistas no llega a ocultar el hecho histórico fundamental que hace de Nietzsche uno de los principales ancestros del fascismo” (Littérature internationale, 1935, número 9, p. 79). El análisis sobre el que Lukács funda esta conclusión es quizás refinado y hábil a veces, pero no es más que un análisis que prescinde de la consideración de la totalidad, es decir, de eso que sólo es “existencia”. Fascismo y nietzscheanismo se excluyen, incluso se excluyen con violencia, desde el momento en que uno y otro son considerados en su totalidad: por un lado la vida se encadena y estabiliza en una servidumbre sin fin, por el otro respira no solamente aire libre sino un viento tempestuoso; por un lado el encanto de la cultura humana se quiebra para dejar lugar a la fuerza vulgar, por el otro la fuerza y la violencia se consagran trágicamente a ese hechizo. ¿Cómo es posible no percibir el abismo que separa a un Cesar Borgia, a un Malatesta, de un Mussolini? Unos, insolentes denigradores de las tradiciones y de toda moral, sacan partido de acontecimientos sangrientos y complejos en beneficio de una avidez de vivir que los sobrepasa; el otro se ve sojuzgado lentamente por medio de todo aquello que pone en movimiento paralizando poco a poco su impulso primitivo. Ya a ojos de Nietzsche, Napoleón parecía “corrompido por los medios que se había visto obligado a emplear”; Napoleón “había perdido la nobleza de carácter”[ix]. Una presión infinitamente más pesada se ejerce sin ninguna duda sobre los dictadores modernos, reducidos a encontrar su fuerza identificándose con todos los impulsos que Nietzsche despreciaba en las masas, en particular “esa admiración mentirosa de sí misma que practican las razas”[x]. Existe un sarcasmo corrosivo en el hecho de imaginar un acuerdo posible entre la existencia nietzscheana y una organización política que empobrece la existencia al máximo, que encarcela, que exilia o asesina a todo lo que podría constituir una aristocracia[xi] de “espíritus libres”. Como si no saltara a la vista que Nietzsche, cuando reclamaba un amor a la medida del sacrificio de la vida, lo hacía por la “fe” que comunica, para los valores que su propia existencia convertía en reales, y evidentemente no para una patria...

“Observación para los asnos”, escribía el propio Nietzsche, temiendo una confusión del mismo orden, también miserable”[xii].



MUSSOLINI NIETZSCHEANO

En la medida en que el fascismo se relaciona con una fuente filosófica, no es con Nietzsche sino con Hegel[xiii] con quien debe vinculárselo. No hay más que remitirse al artículo que el propio Mussolini consagró en la Enciclopedia Italiana al movimiento que él mismo había creado[xiv]: el vocabulario, y más que el vocabulario, el espíritu, son hegelianos, no nietzscheanos. Es cierto que Mussolini emplea allí dos veces la expresión “voluntad de poder”: pero no es por azar que esta voluntad no es más que un atributo de la idea que unifica la multitud...[xv]

El agitador rojo sufrió la influencia de Nietzsche: el dictador unitarista se mantuvo aparte. El régimen mismo se expresó acerca de la cuestión. En un artículo de Fascismo de julio de 1933, Cimmino niega toda filiación ideológica entre Nietzsche y Mussolini. Solamente la voluntad de poder constituiría un lazo entre sus doctrinas. Pero la voluntad de poder de Mussolini “no es egoísta”, se predica a todos los italianos, a los que el duce quiere convertir en “superhombres”. Porque, afirma el autor, “cuando incluso nosotros seamos superhombres, no seguiremos siendo más que hombres... Que por otra parte a Mussolini le guste Nietzsche es más que natural: Nietzsche pertenecerá siempre a todos los hombres de acción y de voluntad... La diferencia profunda entre Nietzsche y Mussolini está en el hecho de que el poder en tanto que voluntad, la fuerza, la acción, son productos del instinto, diría casi de la naturaleza física. Pueden pertenecer a personas completamente opuestas, pueden ser puestas al servicio de los fines más diversos. Por el contrario, la ideología es un factor espiritual, es ella quien une verdaderamente a los hombres”. No tiene sentido insistir en el idealismo abierto de este texto que tiene el mérito de la honestidad si se lo compara con los textos alemanes. Más notable es ver al duce quedar limpio de una posible acusación de egoísmo nietzscheano. Las esferas dirigentes del fascismo parecen haberse quedado en la interpretación stirneriana de Nietzsche expresada alrededor de 1908 por el propio Mussolini[xvi].



“Para Stirner, para Nietzsche”, escribía entonces el revolucionario, “y para todos aquellos que, en su Geniale Mensch, Turk denomina los antísofos del egoísmo, el Estado es opresión organizada en detrimento del individuo. Y sin embargo, incluso para los animales de presa, existe un principio de solidaridad... El instinto de sociabilidad, según Darwin, es inherente a la propia naturaleza del hombre. Es imposible representarse a un ser humano que viva fuera de la cadena infinita de sus semejantes. Nietzsche sintió profundamente la ‘fatalidad’ de esta ley de solidaridad universal. El superhombre nietzscheano intenta escapar a la contradicción: desencadena y dirige contra la masa exterior su voluntad de poder, y la grandeza trágica de sus emprendimientos proporciona al poeta —por poco tiempo más— una materia digna de ser cantada...”



Así se explica que Mussolini, acusando las influencias no italianas que se ejercieron sobre el fascismo naciente, hable de Sorel, de Péguy, de Lagardelle, y no de Nietzsche. El fascismo oficial pudo utilizar las más potentes máximas nietzscheanas escribiéndolas sobre los muros: esto no excluye que sus simplificaciones brutales deban ser mantenidas aparte del mundo nietzscheano, demasiado libre, demasiado complejo, demasiado desgarrador. La prudencia del fascismo italiano parece descansar, es cierto, sobre una interpretación de la actitud de Nietzsche pasada de moda: pero esta interpretación fue posible, y lo fue porque el movimiento del pensamiento de Nietzsche constituye en última instancia un dédalo, es decir, todo lo contrario de las directivas que los sistemas políticos actuales piden a sus inspiradores.



ALFRED ROSENBERG

Sin embargo, a esta prudencia del fascismo italiano se opone la afirmación hitleriana. Nietzsche, en el panteón racista, no ocupa ciertamente un lugar oficial. Chamberlain, Paul de Lagarde o Wagner dan satisfacciones más sólidas a la profunda “admiración de sí misma” que practica la Alemania del Tercer Reich. Pero cualesquiera sean los peligros de la operación, esta nueva Alemania debió reconocer a Nietzsche y utilizarlo. Representaba demasiados instintos movilizados disponibles para cualquier acción violenta, sin importar cuál, y la falsificación era todavía demasiado fácil. La primera ideología desarrollada del nacionalsocialismo tal como surgió del cerebro de Alfred Rosenberg logra acomodar a Nietzsche.

Antes que nada, los chauvinistas alemanes debían liberarse de la interpretación stirneriana, individualista. Alfred Rosenberg, haciendo justicia al nietzscheanismo de izquierda, parece tomarse a pecho y con rabia el hecho de arrancar a Nietzsche de las garras del joven Mussolini o sus semejantes:

“Friedrich Nietzsche”, dice en su El mito del siglo XX[xvii], “representa el grito desesperado de millones de oprimidos. Su prédica salvaje del superhombre era una amplificación poderosa de la vida individual, subyugada, aniquilada por la presión material de la época... Pero una época amordazada desde generaciones atrás no llega a comprender por impotencia más que el costado subjetivo de la gran voluntad y de la experiencia vital de Nietzsche. Nietzsche exigía con pasión una personalidad fuerte: su exigencia falsificada se convirtió en un llamado, un desencadenamiento de todos los instintos. Alrededor de su estandarte se reunieron los batallones rojos y los profetas nómades del marxismo, una clase de hombres cuya doctrina insensata nunca fue denunciada más irónicamente que por Nietzsche. En su nombre, avanzó la contaminación de la raza por parte de los negros y los sirios, mientras que él mismo se amoldaba duramente a la disciplina característica de nuestra raza. Nietzsche había caído en los sueños de febriles gigolos, lo que es peor que caer en manos de una banda de ladrones. El pueblo alemán ya no escuchó hablar más que de supresión de las restricciones, de subjetivismo, de ‘personalidad’, pero ya no se trataba de la disciplina y la construcción interior. La más bella palabra de Nietzsche (‘Desde el futuro se aproximan vientos con extraños aleteos, y en sus oídos resuena la buena nueva’) no era más que una intuición nostálgica en medio de un mundo insano en el que era, junto con Lagarde y Wagner, prácticamente el único clarividente.”



“Si usted supiera cuánto me reí la primavera pasada leyendo las obras de ese testarudo sentimental y vanidoso que se llama Paul de Lagarde”: así se expresaba Nietzsche refiriéndose al célebre pangermanista[xviii] La risa de Nietzsche podría evidentemente extenderse de Lagarde a Rosenberg, la risa de un hombre asqueado tanto por los socialdemócratas como por los racistas. Por otra parte, la actitud de un Rosenberg no puede ser simplemente tenida por un nietzscheanismo vulgar (como se admite a veces, como lo admite Edmond Vermeil). El discípulo no es solamente vulgar, sino prudente: el simple hecho de que un Rosenberg hable de Nietzsche es suficiente para “cortar las alas”, pero nunca le parece a un hombre de esta especie que las alas estén suficientemente recortadas. Según él, todo lo que no es nórdico debe ser suprimido rigurosamente. ¡Ahora bien, solamente los dioses del cielo son nórdicos!



“Mientras que los dioses griegos”, escribe[xix], “eran los héroes de la luz y del cielo, los dioses del Asia Menor no aria asumían todos los caracteres de la Tierra... Dioniso (al menos por su faz no aria) es el dios del éxtasis, de la lujuria, de la bacanal desencadenada... Durante dos siglos se llevó a cabo la interpretación de Grecia. De Winckelmann a Voss, pasando por los clásicos alemanes, se insistió sobre la luz, con la mirada vuelta al mundo, lo inteligible... La otra corriente, romántica, se alimenta de los afluentes secundarios indicados al final de la Ilíada por la fiesta de los muertos, o en Esquilo por la acción de las Erinias. Se vivificó en los contradioses ctónicos del Zeus olímpico. Partiendo de la muerte y de sus enigmas, esta corriente venera a las diosas-madre con Deméter a la cabeza, y finalmente resplandece en el dios de los muertos: Dioniso. Es en este sentido que Welcker, Rohde y Nietzsche convirtieron a la misma Madre Tierra en una engendradora de la vida, informe en sí misma, que retorna perpetuamente a través de la muerte en su seno. El gran romanticismo alemán se sacudía en estremecimientos de adoración, y como se extendían velos cada vez más sombríos frente a la faz radiante de los dioses del cielo, se hundió siempre más profundamente en lo instintivo, lo informe, lo demoníaco, lo sexual, lo extático, lo ctónico, en el culto de la Madre.”



Viene a colación recordar aquí antes que nada que Rosenberg no es el pensador oficial del Tercer Reich, y que por supuesto su anticristianismo no recibió ninguna consagración. Pero cuando expresa su repulsión por los dioses de la Tierra y por las tendencias románticas que no tienen como objeto inmediato una composición de fuerzas, sin lugar a dudas expresa la repulsión del propio nacionalsocialismo. El nacionalsocialismo es menos romántico y lo más maurrasiano que uno puede a veces imaginar, y no hay que olvidar que Rosenberg es su expresión ideológica más cercana a Nietzsche: el jurista Carl Schmitt, que no lo encarna con menos realidad que Rosenberg, está muy cerca de Maurras; de origen católico, siempre fue ajeno a la influencia de Nietzsche.



UNA “RELIGIÓN HIGIÉNICA Y PEDAGÓGICA”: EL NEOPAGANISMO ALEMÁN

Es el “neopaganismo” alemán[xx] el que introdujo la leyenda de un nacionalsocialismo poético. Solamente en la medida en que el racismo desemboca en esta forma religiosa excéntrica, expresa una cierta corriente vitalista y anticristiana del pensamiento alemán.

Es exacto que una creencia algo caótica, pero organizada, representa hoy libremente en Alemania esa corriente mística que, a partir de la gran época romántica, se expresa en escritos tales como los de Bachofen, Nietzsche y, más recientemente, Klages[xxi]. Dicha corriente nunca tuvo la menor unidad, pero se distingue por la valorización de la vida contra la razón y por la oposición de las formas religiosas primitivas al cristianismo. En el interior del nacionalsocialismo, Rosenberg representa hoy la tendencia más moderada. Teóricos profetas mucho más aventureros (Hauer, Bergmann), se encargan, después del conde Reventlow, de intentar una organización cultual análoga a la de las iglesias. Esta tentativa no es nueva en Alemania, en donde “una comunidad de la Fe germánica” existía ya a partir de 1908, y en donde el mismo mariscal Ludedorf quiso convertirse, después de 1923, en el jefe de una iglesia alemana. Después de la toma del poder por parte de Hitler, las diversas organizaciones existentes reconocieron en un congreso la comunidad de sus objetivos y se unieron para formar el Movimiento de la fe alemana.

Pero si es un hecho que los prosélitos de la nueva religión no oponen a la exaltación romántica los límites estrechos y completamente militares de Rosenberg, no por ello están menos de acuerdo en que, una vez proclamado el anticristianismo y divinizada la vida, su única religión sea la raza, es decir, Alemania. El antiguo misionario protestante Hauer exclama: “No hay más que una virtud: ¡ser alemán!”. Y el extravagante Bergmann, apasionado por el psicoanálisis y la “religión higiénica”, afirma que si “Jesús de Nazareth, médico y protector del pueblo, volviera hoy, descendería de la cruz a la cual lo clava todavía una falsa comprensión; reviviría como médico del pueblo, como doctrinario de la higiene de la raza”.

¡El nacionalsocialismo no escapa a la estrechez tradicional y pietista más que para asegurar mejor su pobreza mental! El hecho de que adeptos de la nueva fe practiquen ceremonias durante las cuales se leen pasajes de Zaratustra termina de situar esta comedia muy lejos de la exigencia nietzscheana, en la más vulgar fraseología de los histriones que se imponen en todas partes.

Es necesario agregar finalmente que los dirigentes del Reich parecen poco inclinados, cada vez menos inclinados, a sostener este movimiento heteróclito: el cuadro de la participación dada en la Alemania de Hitler al entusiasmo libre, anticristiano, y que se daba una apariencia nietzscheana, finaliza entonces vergonzosamente.



MÁS PROFESORAL...

Queda —y quizás sea lo más serio—, la tentativa consecuente del señor Alfred Bäumler, que utiliza conocimientos reales y cierto rigor teórico en la construcción de un nietzscheanismo político. El pequeño libro de Bäumler, Nietzsche, el filósofo y el político[xxii], publicado por Ediciones Reclam en una tirada de numerosos ejemplares, hace salir del dédalo de las contradicciones nietzscheanas la doctrina de un pueblo unido por una voluntad de poder común. Tal trabajo es en efecto posible, y era inevitable que fuese hecho. Desprende del conjunto una figura precisa, nueva, notablemente artificial y lógica. Imaginemos a Nietzsche preguntándose en algún momento: Para qué podría ser útil lo que yo experimenté, lo que percibí?”. Es, en efecto, lo que el señor Bäumler no hubiera dejado de preguntarse en su lugar. Y como es imposible ser útil a lo que no existe, Bäumler se remite necesariamente a la existencia que se le impone, que hubiera debido imponérsele a Nietzsche, la de la comunidad a la que uno y otro se deben por nacimiento. Tales consideraciones serían correctas a condición de que la hipótesis formulada hubiera podido recibir un sentido en el espíritu de Nietzsche. Sigue siendo posible otra suposición: lo que Nietzsche experimentó, lo que percibió, no podía ser reconocido por él como una utilidad sino como un fin. Al igual que Hegel esperó que el Estado prusiano realizase el espíritu, Nietzsche, después de haberla vituperado, hubiera podido esperar oscuramente que Alemania diera un cuerpo y una voz reales a Zaratustra... Pero parece que la inteligencia del señor Bäumler, más exigente que la de un Bergmann o la de un Oehler, elimina las representaciones demasiado cómicas. Le pareció cómodo descuidar todo lo que había sido experimentado por Nietzsche de manera demasiado indiscutible como fin, y no como medio, y lo descuidó abiertamente a través de observaciones positivas.

Cuando Nietzsche habla de la muerte de Dios emplea un lenguaje conmocionado que es prueba de la experiencia interior más desesperante. Bäumler escribe:



“Para comprender exactamente la actitud de Nietzsche respecto del cristianismo, no hay que perder de vista que la frase decisiva, Dios ha muerto, tiene el sentido de una constatación histórica.”



Al describir lo que había experimentado la primera vez que se le presentó la visión del eterno retorno, Nietzsche escribía: “La intensidad de mis sentimientos me hacía a la vez temblar y reír... y no eran lágrimas de enternecimiento, eran lágrimas de júbilo”.



“En realidad”, afirma Bäumler, “la idea del eterno retorno no tiene importancia desde el punto de vista del sistema Nietzsche. Debemos considerarla como expresión de una experiencia intensamente personal. No tiene ninguna relación con el pensamiento fundamental de la voluntad de poder, e incluso, tomada en serio, esta idea quebraría la coherencia de la voluntad de poder.”



De todas las representaciones dramáticas que dieron a la vida de Nietzsche el carácter de un desgarramiento y de un combate palpitante de la existencia humana, la idea de eterno retorno es por cierto la más inaccesible. Pero de la incapacidad de acceder a ella, a la resolución de no tomarla en serio, se ha franqueado el paso del traidor. Mussolini reconocía en otras épocas que la doctrina de Nietzsche no podía ser reducida a la idea de voluntad de poder. A su manera Bäumler, acorralado en la traición, y consumándola, lo reconoce con un resplandor incomparable: castrándola a plena luz del día...



EL “PAÍS DE MIS HIJOS”

La utilización de Nietzsche exige antes que nada que toda su experiencia patética se oponga al sistema y le deje lugar. Pero su exigencia se extiende más lejos.

Bäumler opone a la comprensión de la Revolución la comprensión del mito: la primera estaría ligada, según él, a la conciencia del futuro; la segunda, a un sentimiento agudo del pasado[xxiii]. Se sobreentiende que el nacionalismo implica la sumisión al pasado. En un artículo de Esprit (1 de noviembre de 1934, pp. 199-208), Levinas acuñó, en relación con este punto, una expresión filosófica del racismo más profunda que la de sus partidarios. Si citamos aquí lo esencial de ella, la oposición de base entre la enseñanza de Nietzsche y su encadenamiento resurgirá quizás, esta vez, con una brutalidad bastante grande:



“La importancia”, escribe Levinas, “acordada a ese sentimiento del cuerpo con el que el espíritu occidental no se quiso nunca dar por satisfecho está en la base de una nueva concepción biológica del hombre. Lo biológico, con todo lo que implica de fatalidad, se convierte en algo más que un objeto de la vida espiritual: se convierte en el corazón. Las misteriosas voces de la sangre, los llamados de la herencia y del pasado a los que el cuerpo sirve de enigmático vehículo pierden su naturaleza de problemas sometidos a la solución de un Yo soberanamente libre. El Yo no aporta para resolverlos más que las incógnitas mismas de ese problema. Está constituido por ellas. La esencia del hombre no está ya en la libertad, sino en una especie de encadenamiento...

Desde entonces, toda estructura social que anuncie una emancipación en relación con el cuerpo y que no lo comprometa, se convierte en sospechosa, como si fuera una negación, una traición... Una sociedad de base consanguínea se desprende inmediatamente de esta concretización del espíritu... Toda asimilación racional o comunión mística entre espíritus que no se apoye sobre una comunidad de sangre es sospechosa. Y sin embargo el nuevo tipo de verdad no podría renunciar a la naturaleza formal de la verdad, y dejar de ser universal. La verdad se esfuerza en vano en ser mi verdad en el sentido más fuerte del posesivo, debe tender a la creación de un mundo nuevo. Zaratustra no se conforma con su transfiguración; desciende de su montaña y trae un evangelio. ¿Cómo puede ser compatible la universalidad con el racismo? Habría allí una modificación fundamental de la idea misma de universalidad. Debe abrir paso a la idea de expansión, porque la expansión de una fuerza presenta una estructura completamente distinta a la de la propagación de una idea... La voluntad de poder de Nietzsche que la Alemania moderna vuelve a encontrar y glorifica no es solamente un nuevo ideal, es un ideal que trae al mismo tiempo su forma propia de universalización: la guerra, la conquista.”



Levinas, que introduce la identificación de la actitud nietzscheana con la actitud racista y no se ocupa de justificarla, se limita a dar de hecho, sin haberlo buscado, una deslumbrante evidencia de su incompatibilidad e incluso de su carácter de contrarios.

La comunidad sanguínea[xxiv] y el encadenamiento al pasado están en su conexión tan alejados como puede ser posible, fuera de la vista de un hombre que reivindicaba con mucho orgullo el apelativo de “sin patria”. Y la comprensión de Nietzsche debe considerarse cerrada para aquellos que no atribuyan todo el lugar que corresponde a la profunda paradoja de otro epíteto que no reivindicaba con menos orgullo, el de HIJO DEL PORVENIR[xxv]. A la comprensión del mito que Bäumler relacionaba con el sentimiento agudo del pasado, responde el mito nietzscheano del porvenir[xxvi]. El porvenir, la maravillosa incógnita del porvenir, es el único objeto de la fiesta nietzscheana[xxvii]. “La humanidad, en el pensamiento de Nietzsche, tiene todavía suficiente tiempo, más tiempo por delante que por detrás, ¿cómo, de una manera general, el ideal podría ser aprehendido en el pasado?”[xxviii] El don agresivo y gratuito de uno mismo al porvenir, en oposición a la avaricia chauvinista, encadenada al pasado, es lo único que puede fijar una imagen lo suficientemente grande de Nietzsche en la persona de Zaratustra que exigía ser negada. Los “sin patria”, los desencadenados del pasado que viven hoy, ¿cómo pueden, sin inmutarse, ver encadenar en la miseria patriótica a aquél de entre ellos cuyo odio a esta miseria consagraba al país de sus hijos? Zaratustra, cuando las miradas de los otros se aferraban al país de sus padres, a su patria, veía el PAÍS DE SUS HIJOS[xxix]. Frente a este mundo cubierto de pasado, cubierto de patrias como un hombre está cubierto de llagas, no existe expresión más paradójica, ni más apasionada, ni mayor.



“NOSOTROS, LOS SIN PATRIA...”

Hay algo trágico en el simple hecho de que el error de Levinas sea posible (porque se trata sin duda en este caso de un error, no de una postura de base). Las contradicciones por las que mueren los hombres aparecen de pronto extrañamente insolubles. Porque si los partidos opuestos, al adoptar soluciones opuestas, resolvieron en apariencia esas contradicciones, no se trata más que de simplificaciones groseras: y estas apariencias de solución no hacen más que alejar las posibilidades de escapar a la muerte. Los desencadenados del pasado son los encadenados a la razón; quienes no están encadenados a la razón son los esclavos del pasado. El juego de la política exige para producirse posiciones igual de falsas y no parece posible superarlas. Transgredir por medio de la vida las leyes de la razón, responder a las exigencias de la vida misma contra la razón es, en política, entregarse prácticamente con las manos atadas al pasado. Y sin embargo la vida exige tanto ser liberada del pasado como de un sistema de medidas racionales y administrativas.

El movimiento apasionado y tumultuoso que forma la vida, que responde a lo que ella exige de extraño, de nuevo, de perdido, aparece algunas veces encarnado por la acción política: ¡no se trata más que de una corta ilusión! El movimiento de la vida no se confunde con los movimientos limitados de las formaciones políticas más que en condiciones definidas[xxx]; en otras condiciones, se continúa mucho más allá, precisamente allí en donde se perdía la mirada de Nietzsche.

Mucho más allá, donde las simplificaciones adoptadas para un tiempo y una finalidad muy estrechos pierden su sentido, allí donde la existencia, allí donde el universo que la brinda aparecen de nuevo como un dédalo...

No hacia las pobrezas inmediatas, sino hacia ese dédalo que, único, encierra las posibilidades numerosas de la vida, se dirige el pensamiento contradictorio de Nietzsche, a merced de una libertad sombría[xxxi]. Parece incluso el único que escapa, en el mundo actual, a las preocupaciones apremiantes que nos obligan a negarnos a abrir Ios ojos tan lejos. Los que ya perciben el vacío en las soluciones propuestas por los partidos, los que no ven siquiera en la esperanza suscitada por esos partidos más que una oportunidad de guerras desprovistas de otro olor que no sea el de la muerte, buscan una fe a la medida de las convulsiones que sufren: la posibilidad, para el hombre, de volver a encontrar no ya un estandarte y las matanzas sin salida que encabeza dicha insignia, sino todo lo que en el universo puede ser objeto de risa, de maravilla o de sacrificio...



“Nuestros ancestros”, escribía Nietzsche, “eran cristianos de una lealtad sin igual que, por su fe, habrían sacrificado sus bienes y su sangre, su estado y su patria. Nosotros —nosotros hacemos lo mismo. ¿Pero por qué, entonces? ¿Por irreligión personal? ¿Por irreligión universal? ¡No, ustedes lo saben mucho mejor, amigos míos! El SÍ que se esconde en ustedes es más fuerte que todos los NO y todos los TAL VEZ de los que están enfermos junto con su época: y si es preciso que se vayan al mar, ustedes, emigrantes, desvélense dentro de ustedes mismos para encontrar —una fe..[xxxii]



La enseñanza de Nietzsche elabora la fe de la secta o del “orden” cuya voluntad dominante hará el destino humano libre, arrancándolo de la servidumbre racional de la producción como de la servidumbre irracional hacia el pasado. Que los valores trastocados no puedan ser reducidos al valor de utilidad es un principio de una importancia vital tan candente que subleva con él todo lo que la vida aporta como voluntad tempestuosa de vencer. Fuera de esta resolución definida, esta enseñanza no da lugar más que a las inconsecuencias o a las traiciones de quienes pretenden contemplarlas. La servidumbre tiende a englobar la existencia humana completa, y lo que está en cuestión es el destino de esta existencia libre.





En la edición crítica española de Georges Bataille (Obras Escogidas, Barcelona, Barral, 1974), este texto, anónimo en el número original de Acéphale, aparece atribuido a Georges Bataille. [N. de la T.]

[ii] Œuvres posthumes, traducción de Bolle, París, Éditions du Mercure de France, 1934, 5 858, p. 309.

[iii] Sobre E. Förster-Nietzsche, véase la necrológica de W. F. Otto en Kanstudien, 1935, número 4, p. V (dos retratos); pero mejor todavía, E. Podach, L'effondrement de Nietzsche [El derrumbe de Nietzsche] (traducción francesa), París, NRF, 1931; Podach otorga realidad a las expresiones de Nietzsche acerca de su hermana (“las personas como mi hermana son inevitablemente adversarios irreconciliables de mi manera de pensar y de mi filosofía”; citado por Podach, p. 68): la desaparición de documentos, las omisiones vergonzosas del Nietzsche-Archiv ya podían ser cargadas en la cuenta de este singular “adversario”.

[iv] Carta del 21 de mayo de 1887, publicada en francés en Lettres choisies, París, Stock. 1931.

* En el original francés se habla del periódico Temps. No está claro si se trata de una cita de un periódico francés (en cuyo caso debería haber sido Le Temps) o una traducción al francés del título de un periódico alemán, por ejemplo Die Zeit [El Tiempo]. [N. de la T.]

[v] La segunda de las cartas a Theodor Fritsch, que fue publicada en francés por M. P Nicolas (De Hitler à Nietzsche [De Hitler a Nietzsche], París, Fasquelle, 1936, pp. 131-134). Debemos señalar aquí el interés de la obra de Nicolas, cuya intención es, en con-junto, análoga a la nuestra, y que suministra importantes documentos. Pero hay que lamentar que el autor hava estado preocupado antes que nada por mostrar a Benda que no debía ser hostil a Nietzsche... y desear que Benda siga siendo fiel a sí mismo...

[vi] Friedrich Nietzsche und die deutsche Zukunft, Leipzig, 1935. R. Oehler pertenece a la familia de la madre de Nietzsche.

[vii] En la primera de las dos cartas a Theodor Fritsch: véase más arriba, nota 4.

[viii] “¿No hubo acaso un hegelianismo de derecha y otro de izquierda? Puede haber un nietzscheanismo de derecha y de izquierda. Y me parece que incluso la Moscú de Stalin y Roma, ésta conciente y aquélla inconsciente, plantean estos dos nietzscheanismos” (Drieu La Rochelle, Socialisme fasciste [Socialismo fascista], NRF, 1934, p. 71). En el artículo donde figuran estas líneas (titulado “Nietzsche contra Marx”) Drieu, reconociendo que “no será nunca más que un residuo de su pensamiento que habrá sido librado a la brutal explotación de los activistas”, reduce a Nietzsche a la voluntad de iniciativa y a la negación del optimismo del progreso... De hecho, si no en derecho, la distinción de dos nietzscheanismos opuestos no está menos justificada en el conjunto. A partir de 1902, en un panfleto titulado Nietzsche socialiste malgré lui [Nietzsche socialista a pesar de él] (“Journal des Debars”, 2 de septiembre de 1902). Bourdeau hablaba irónicamente de los nietzscheanos de derecha e izquierda. Jaurès (que en una conferencia en Ginebra identificaba al superhombre con el proletariado), Bracke (traductor de Humano, demasiado humano), Georges Sorel, Félicien Challaye pueden ser citados en Francia entre los hombres de izquierda que se interesaron en Nietzsche. Es lamentable que la conferencia de Jaurès se haya perdido, y es importante señalar una vez más que la principal obra sobre Nietzsche se debe a Charles Andler, editor simpatizante del Manifiesto Comunista.

[ix] La voluntad de poder, § 1026 (Œuvres Complètes, Leipzig, 1911, tomo XVI, p. 376).

[x] La Gaya Ciencia, § 377.

[xi] Nietzsche habla de aristocracia, habla incluso de esclavitud, pero si se expresa a propósito de los “nuevos amos”, habla de “su nueva santidad”, de su “capacidad de renuncia”. “Entregan”, escribe, “a los más bajos el derecho a la felicidad, renuncian a ella para sí mismos.”

[xii] La voluntad de poder, § 942 (Œuvres Complètes, 1911, tomo XVI, p. 329).

[xiii] Se sabe que el hegelianismo, representado por Gentile, es prácticamente la filosofía oficial de la Italia fascista.

[xiv] Sub verbo “Fascismo”. El artículo fue traducido encabezando Le Fascisme [El fascismo], Benito Mussolini, Denoël et Steele, 1933.

[xv] Mussolini escribe a propósito del pueblo: “No se trata ni de raza ni de región geográfica determinada, sino de un grupo que se perpetúa históricamente, de una multitud unificada por una idea que es una voluntad de existencia y de poder...” (Ed. Denoël et Steele, p. 22).

[xvi] En un artículo publicado entonces en un periódico de Romagna, y reproducido por Marguerite G. Sarfatti (Mussolini, traducción francesa, Albin Michel, 1927, pp. 117-121).

[xvii] Der Mythus der 20. Jahrhunderts, Munich, 1932, p. 523.

[xviii] Primera carta a Theodor Fritsch, citada más arriba, notas 4 y 6.

[xix] Der Mythus der 20. Jahrhunderts [El mito del siglo XX] , p. 55. Esta hostilidad del fascismo hacia los dioses ctónicos, los dioses de la Tierra, es sin duda lo que lo sitúa más exactamente en el mundo psicológico o mitológico.

[xx] Acerca del neopaganismo alemán, ver el artículo de A. Béguin, en la Revue de Deux-Mondes, 15 de mayo de 1935.

[xxi] Debemos señalar que a propósito del escritor contemporáneo Ludwig Klages, célebre sobre todo por sus trabajos de caracteriologia, el barón Sellière (De la dóesse nature à la déese vie [De la diosa naturaleza a la diosa vida], Alcan, 1931, p. 133) emplea la expresión acéphale [acéfalo]... Klages es por otra parte el autor de uno de los libros más importantes que hayan sido consagrados a Nietzsche, Die psychologischen Errumgensschaften Nietzsches [Los progresos psicológicos de Nietzsche], 2ª. ed., Leipzig, 1930 (1ª. cd.: 1923).

[xxii] Nietzsche, der Philosoph und Politiker, Leipzig, 1931; los dos pasajes citados, pp. 98 y 80.

[xxiii] Véase a Seillère, op. cit., p. 37.

[xxiv] Nietzsche se interesa generalmente por la belleza del cuerpo y de la raza sin que este interés determine en él la elección de una comunidad sanguínea limitada (ficticia o no). El lazo de la comunidad que él encara es sin ninguna duda el lazo místico, se trata de una “fe”, no de una patria.

[xxv] La Gaya Ciencia, § 377, bajo el título “Nosotros, los sin patria”.

[xxvi] “Den Mythus der Zukunft dichten!” [“¡Componer el mito del futuro!”], escribe Nietzsche en las notas para el Zaratustra (Œuvres Complètes, Leipzig, 1901, tomo XII, p. 400).

[xxvii] “Die Zukunft feiern nicht die Vergangenheit!’ [“¡El futuro no celebra el pasado!”, mismo pasaje que la cira precedente]; “Ich liebe die Unwiessenheit um die Zukunft” (“Amo el desconocimiento acerca del futuro”, La Gaya Ciencia, § 287).

[xxviii] Œuvres posthumes (Œuvres Complètes, Leipzig, 1903, tomo XIII, p. 362).

[xxix] Así habló Zaratustra, Segunda Parte, “El país de la civilización”. “Fui expulsado de las patrias y de las tierras natales. No amo entonces más que al país de mis hijos... Quiero redimir cerca de mis hijos el haber sido hijo de mis padres.”

[xxx] Una revolución tal como la revolución rusa da quizás la medida. La puesta en cuestión de toda realidad humana en un trastocamiento de las condiciones materiales de la existencia aparece de repente como respuesta a una exigencia sin piedad, pero no es posible prever su alcance: las revoluciones hacen fracasar toda previsión inteligente de los resultados. El movimiento de la vida tiene sin duda poco que ver con las continuaciones más o menos depresivas de un traumatismo. Se encuentra en las determinaciones oscuras, lentamente activas y creadoras, de las que las masas al comienzo no tienen conciencia. Es sobre todo miserable confundirlo con los reajustes exigidos por masas concientes y operadas sobre el plano político por especialistas más o menos parlamentarios.

[xxxi] Esta interpretación del “pensamiento político” de Nietzsche, el único posible, fue notablemente expresado por Jaspers. Remitimos a la larga cita que damos en la reseña de la obra de Jaspers.

[xxxii] Es la conclusión del § 377 de La Gaya Ciencia, “Nosotros, los sin patria”. Este parágrafo caracteriza con más precisión que ningún otro la actitud de Nietzsche frente a la realidad política contemporánea.
- Si quieres tener una visión del futuro, imagina una bota pisoteando un rostro humano... para siempre.

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