No hay nada más desalentador que un esclavo satisfecho.

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Abel.

No hay nada más desalentador que un esclavo satisfecho.

Mensaje por Abel. » 07 Abr 2005, 11:54

Cartas desde la prisión del mexicano Ricardo Flores Magón.
10 de septiembre de 1922

Mi querido Nicolás:

Tu grata del pasado agosto me trajo valiosa información de lo que ocurre fuera de estas paredes dentro de las cuales vegeto.

Los últimos folletos llegaron. No me mandes de los primeros, pero sí te ruego que me envíes de los que tienes en preparación.

Mucho me ha dado qué pensar la proposición que el compañero De la Rosa me hace de simular arrepentimiento con la mira de obtener mi libertad. La cuestión parece ser sencillísima, y sin embargo, cuán difícil es. Si no amase yo mi ideal de amor y libertad, no tendría yo el menor inconveniente en declarar mi arrepentimiento por haber osado interponerme entre el fuerte y el débil. Mi arrepentimiento, aunque fuera simulado, significaría que es una virtud el aprovecharse de la ignorancia y de la miseria para explotar y oprimir al ser humano. Que los trabajadores no muevan un dedo para forzar mi liberación, eso no me faculta para firmar mi arrepentimiento. Si los trabajadores no mueven un dedo en mi favor, esto sólo significa que no merezco su ayuda; pero prefiero que me den la espalda por mi insignificancia y mi inutilidad, a que me escupan el rostro como un cobarde y traidor a sus intereses, lo que tendrían el derecho de hacer si por escapar de una muerte cierta dentro de mi calabozo mis labios se manchasen con estas palabras: "¡Me arrepiento! Me arrepiento de haber socavado el trono de Porfirio Díaz; me arrepiento de haber dado la mano a los esclavos de Valle Nacional y Quintana Roo; me arrepiento de haber tratado de romper las cadenas que atormentan a los peones de las haciendas; me arrepiento de haber dicho al trabajador de la mina y de la fábrica, del muelle y del taller, del ferrocarril y del barco: 'únete y serás fuerte'; me arrepiento de haber hecho entrever al humilde una vida mas racional, más justa y más sana para el cuerpo y la mente; me arrepiento de haber aconsejado la rebeldía contra el despotismo y la explotación".

Agradezco al querido compañero De la Rosa su deseo de verme libre; pero no puedo aceptar su sugerencia. La indiferencia con que los trabajadores ven mis sufrimientos no me autoriza a envilecerme. Ellos tienen en su poder la llave que puede abrir estas puertas, y si no la usan, es porque no me consideran digno de tanto sacrificio por su parte. Ellos tienen el derecho de dejarme en las garras de sus enemigos; pero eso no me da a mí el derecho de enlodar mis ideales, que no otra cosa sería balbucir mi arrepentimiento, cuando mi corazón y mi conciencia me gritan que he obrado bien; que he cumplido con mi deber como miembro de la familia humana.

Querido Nicolás: con la proximidad del invierno, mis males comienzan a recrudecerse. Cambio de clima y de régimen de vida es lo que me convendría; pero estas buenas cosas tienen un precio que yo no puedo pagar: la desvergüenza. De ello soy un indigente, y es la única moneda que pudiera salvarme. Sin embargo, estoy contento con mi miseria, porque ella me evita el hacer traición a mis ideales, que es lo único que tengo, que es lo que me da fuerza y ánimo: mis queridos ideales que un día no lejano reinarán sobre la Tierra. Yo no gozaré de su triunfo; pero considero como un gran don el sentirlos en mi mente, y mi corazón se llena de satisfacción al ver que el esclavo los acoge con cariño y los hace su bandera. Esta actividad del esclavo es garantía de triunfo, y mi conturbado espíritu se regocija con la visión de un porvenir en que no habrá un solo hombre que diga: "Tengo hambre"; en que no haya quien diga: "No sé leer"; en que sobre la Tierra no se oiga más el chirrido de cadenas y cerrojos.

Te ruego que me saludes cordialmente a todos los buenos compañeros, y tú recibe un fuerte abrazo de tu hermano.

Ricardo Flores Magón

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