No le comparo con Stalin, simplemente puse ese ejemplo para mostrar que las acciones a punta de pistola no deben servir para esconder otras cosas.Joreg escribió:En realidad, por los relatos de los viejos que he escuchado, todos se vieron arrastrados por los acontecimientos. Y si Peirats dice que hizo su sindicato la propuesta de "a por todo", sabiendo que nadie la iba a secundar... ¿Cuál era el poder real de imposición de Juan García Oliver? ¿No ves ahí una contradicción?
No veo contradicción alguna en lo que he dicho. Lo único que dicen Peirats o Amorós (y otros) es que García Oliver fue favorable a la militarización de las milicias, se metió en un gobierno burgués contrarrevolucionario, etc...
Entre Durruti y García Oliver habían varios puntos de desacuerdo, como por ejemplo que G. Oliver se negara a participar en la insurrección de diciembre de 1933, o que adoptara el papel de "apagafuegos" desde aquel entonces.
García Oliver por su parte le reprochaba a Durruti de estar siempre en sintonía con las masas obreras, de estar al unísono de su sentir y decirles lo que querían oír en lugar de convencer a los obreros para que piensen como él. Según Federica Montseny, "la voz de Durruti, su carisma, su forma de expresarse sencilla y comprehensible por todos ejercían un gran poder de atracción sobre las masas. García Oliver estaba convencido de ser superior a Durruti, pero los compañeros y el pueblo en general preferían a Durruti, adivinando de forma intuitiva la bondad de su corazón y la rectitud de su carácter."
García Oliver en cambio no confiaba en absoluto en las masas : "Siempre he pensado que las minorías debían mostrarle el camino a las mayorías".
Siempre negoció con los políticos cuando lo consideró necesario, con los catalanistas en diversas ocasiones e incluso con Lerroux en 1934. Hablaba el mismo lenguaje que ellos y estaba muy a gusto en su compañía. Cuando se hizo conocer en las oficinas y en las salas de reunión, destacó por su talento de organizador, su elocuencia y su sentido del mando. Todas estas virtudes, si falla el temperamento revolucionario, son tipicamente las de un buen burócrata.