Casas Viejas: deudas pendientes.

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Joreg
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Casas Viejas: deudas pendientes.

Mensaje por Joreg » 09 Ene 2014, 12:40

Artículo del diario digital "Público", http://www.andalucesdiario.es/ciudadanx ... endientes/
Hace 81 años tuvo lugar la matanza de Casa Viejas. Un hecho que sacudió a la sociedad española de su momento y que se ha convertido en un referente de la historia contemporánea española. Como todos los años, desde hace ya unos cuantos, la sociedad casaviejeña los recuerda con un apretado programa de actos. Desde una representación teatral en el mismo lugar de los hechos, pasando por un debate en forma de tertulia y terminando por una serie de exposiciones en diversos establecimientos hosteleros. Un esfuerzo que, año a año, no sólo se repite sino que va dando nuevos pasos adelante. El programa de este año así lo demuestra. De paso pone de manifiesto el desinterés, salvo cuando no tiene más remedio, de quienes ocupan las instituciones representativas de la localidad. Veamos tres ejemplos: el estado comatoso de la Fundación Casas Viejas 1933, el abandono de las instalaciones del solar de la choza de Seisdedos y la tan anunciada como olvidada declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) de los lugares de la tragedia.

La Fundación, recordemos, nació en el contexto de la polémica que levantó la apertura hace siete años del hotel hoy llamado Utopía y, entonces, Libertaria. Primero fue una iniciativa privada que terminó siendo reconducida hacia otra pública bajo el control del equipo de gobierno del ayuntamiento de Benalup-Casas Viejas. Desde entonces hasta hoy sus actuaciones se han limitado a participar, de forma unas veces más activa que otras, en la conmemoración anual de enero. Pero sobre todo no ha sido capaz de romper los estrechos marcos del control político para convertirse en un vehículo que canalizara las propuestas que desde el mismo pueblo han ido surgiendo. Una muestra más de las distancias que existen entre representantes y representados. Uno de los problemas más importantes del sistema político español que, dicho sea de paso, no parece querer ponérsele solución. Del estado comatoso de la fundación da idea su inactividad, que su patronato apenas se reúna y que su página web no haya sido modificada en los últimos cinco años que lleva “realizando ajustes de programación y cargando sus contenidos iniciales”. Al menos en la consulta realizada la tarde del lunes 30 de diciembre pasado.

Supuesto retrato de María Silva Cruz, Libertaria.
Supuesto retrato de María Silva Cruz, Libertaria.
El programa estrella de la Fundación Casas Viejas 1933 era la utilización del solar de la choza de Seisdedos, rescatado de la propiedad privada, mediante la apertura de unas instalaciones que completarían la sede del fondo documental que se iba a establecer en el nuevo el Teatro Municipal. Si de la sede nunca más se ha sabido, en el solar se ha realizado unas reformas, más que discutibles estéticamente, pero que sigue cerrado. Tampoco sabemos ni el coste de la compra del solar ni el de la intervención. La transparencia, otra de las deudas pendientes de las administraciones de este país. Aunque parece que durante estos días va a acoger uno de los actos más esperados de las jornadas previstas. Esperamos que sea el comienzo de una larga y fructífera relación con los vecinos.

Por último está el tema del BIC. Tan publicitado antes y ahora. Recordemos las recientes jornadas de Patrimonio Cultural Europeo. Sin embargo sigue paralizado casi un año después de que el ayuntamiento prometiera públicamente interesarse por su finalización tan abruptamente, como oscura, interrumpida a punto de completarse. Un BIC que se presentaba como ejemplar y, en su momento, entre los más avanzados por las consideraciones sobre los bienes inmateriales que contemplaba. Estos días esperamos oír los mismos deseos de intervención municipal. Pero no sólo oírlos sino verlos hechos realidad y, también, transmitidos al vecindario y al resto de la sociedad española partícipe de unos hechos que la han marcado.

Finalmente quisiera hacer una aportación personal a este octogésimo primero aniversario. Me gustaría divulgar la fotografía que acompaña estas líneas. Un supuesto retrato de María Silva Cruz, Libertaria, la joven que escapó de morir entre las llamas de la choza incendiada de su abuelo. Fue publicado en el diario valenciano Las Provincias enviado por una agencia de prensa madrileña. No tenemos la certeza de que sea ella. Pudiera ser. Lo que es seguro es de que se trata de un recorte de otra de grupo seguramente procedente de la propia Casas Viejas. ¿Cómo la obtuvieron los periodistas madrileños? Lo desconocemos exactamente. Sabemos que aquellos días los reporteros llegados buscaron ansiosamente material gráfico, o lo produjeron, sobre los sucesos. Los primeros de la historia social española en tener una importante difusión gráfica. Sea esta mi aportación a un aspecto de la matanza que todavía está por analizar en profundidad.

José Luis Gutiérrez Molina

Historiador
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Joreg
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Re: Casas Viejas: deudas pendientes.

Mensaje por Joreg » 11 Ene 2014, 00:27

El enigma de Casas Viejas: ¿ordenó Azaña la matanza?

Durante 80 años, historiadores, investigadores, antropólogos y periodistas se han hecho la misma pregunta: “¿Ordenó Azaña que se represaliara a sangre y fuego a los anarquistas de Casas Viejas que se sublevaron contra la República en 1933?”. El hallazgo del sumario del caso, desaparecido durante décadas, arroja nueva luz sobre los sucesos

http://www.andalucesdiario.es/ciudadanx ... a-matanza/

Lo cuenta Tano Ramos. En 1978, aprovechando el aperturismo de la Transición, Daniel Sueiro entrevista a Eduardo Pardo Reina, abogado defensor del capitán Rojas, uno de los villanos de esta historia. El periodista pregunta qué hubo de verdad y qué de artimaña en la afirmación de que en la brutal represión de los campesinos anarquistas de Casas Viejas los guardias habían actuado por órdenes del presidente del Gobierno republicano. La cuestión, en un momento tan sensible de la Historia de España, es crucial: durante el Régimen, el Franquismo ha alimentado esa idea para demonizar a Azaña y ensuciar su imagen de humanista. Con una frase certera, Pardo Reina hubiera podido restañar la herida. Estaba en su mano. Pero el letrado, a sus 73 años, divaga, amaga, recula… Responde con evasivas. Finalmente le da largas al asunto. El enigma sigue intacto.

Dice Ian Gibson que para que algo merezca ser contado tiene que guardar un misterio esencial. En este caso, el misterio se refiere a la matanza de Casa Viejas. Al igual que Daniel Sueiro en los 70, una terna considerable de investigadores, historiadores, antropólogos y periodistas han intentado resolverlo. Antes y después. Desde Ramón J. Sender hasta Gerald Brey, pasando por Jerome J. Mintz o Víctor de la Serna. El último en consumirse en la misma obsesión que sus predecesores ha sido Tano Ramos (Asturias, 1958). Él ha intentado lograr aquello en lo que Sueiro fracasó. Arrojar luz sobre la siguiente pregunta: ¿Ordenó Azaña (el pulcro Azaña, el intelectual, el avanzado, el pacifista) que se sofocara con sangre y fuego la revuelta anarquista que hizo tambalear su Gobierno? ¿Ordenó que se diera a este puñado de campesinos hambrientos una lección ejemplar? ¿Ordenó que se fusilara a culpables e inocentes? ¿Ordenó que se les dispararan “tiros a la barriga”? Puede que haya conseguido una respuesta. Júzguenlo ustedes mismos.

LA MATANZA

Enero de 1933. Casas Viejas. Una aldea remota, perdida en el interior de la provincia de Cádiz. En las imágenes de Campua, el pueblo es sólo un grupo de chozas desbaratadas que se levanta detrás de un frontal de chumberas, zarzas y ramaje seco. En la mañana del día 11, un grupo de anarquistas ataca el cuartel de la Guardia Civil y mata a dos agentes. Poco después, un contingente de guardias de asalto llega al pueblo y ‘sofoca’ la revuelta. Prenden fuego a una cabaña donde se refugiaban mujeres y niños y fusilan a 14 personas. La inmensa mayoría de las víctimas no había participado en los hechos, ni siquiera de modo indirecto. La masacre indigna primero a los testigos y luego a los cronistas. La prensa reaccionaria se apresura a subrayar la responsabilidad del Gobierno. La prensa izquierdista también. Los dos extremos del espectro tiran de la Presidencia. El escándalo adquiere proporciones insospechadas. Hay una comisión en el Congreso. Parlamentarios de todos los colores piden la dimisión de Azaña. Ramón J. Sender, entre otros periodistas, se desplaza a Casas Viejas. Quiere conocer lo sucedido de primera mano. Arranca la secuencia. Un investigador y un misterio.

En Cádiz, se celebra el juicio contra el Capitán Rojas, el supuesto responsable de la masacre. Uno de sus compañeros, el teniente Fernández Artal, no duda en señalarlo como autor de la razzia: fue él quien ordenó incendiar la choza y fue él quien gritó “fuego a ellos” contra los detenidos: braceros, chavales, ancianos y enfermos. Pero Pardo Reina (el abogado que no quiso desvelar la verdad ante Sueiro), esconde una carta. Cita a declarar al capitán del Estado Mayor Bartolomé Barba. Y lo hace para que cuente que, dos días antes de los Sucesos, Azaña, en su condición de jefe del Gobierno y de ministro de Guerra, lo llamó a su despacho para informarle de que habían sido atacados varios cuarteles. “Ahora vaya a sus hombres y dígales que rechacen los ataques y que nada de hacer prisioneros ni heridos. Tiros a la barriga. Tiros a la barriga y nada más”.

LA CAMPAÑA

La consigna, con toda la potencia de un buen eslogan publicitario, tarda poco en saltar a la calle. Los periódicos, cada uno con sus cuitas pendientes con el Gobierno republicano, la repiten una y otra vez. “Tiros a la barriga”, impresos en las líneas torcidas de las galeradas. Azaña, el teórico del ‘administrador piadoso’, ordenó tiros a la barriga, dicen en los mentideros. Azaña, el señor que siempre sale en las fotos con un aire indiscutible de bonachón y que preconiza el entendimiento de clase y el debate democrático por encima de cualquier conato de radicalismo, venga de su derecha o de su izquierda, dijo: “Tiros a la barriga”. La idea cala: Azaña, para el pueblo llano, ya es el de los tiros a la barriga.

Verano de 2007. A Tano Ramos, veterano periodista de Diario de Cádiz, le encargan un reportaje para una publicación conmemorativa. Piensa en el asunto Casas Viejas, etiquetado en su imaginario como “un suceso con muchos muertos que había actuado como uno de los detonantes de la caída de Azaña”. Se pone manos a la obra. Termina el texto. Lo publica. Sin embargo, como tantos otros antes que él, necesita seguir indagando (un investigador, un misterio). Le gustaría saber unas cuantas cosas. La principal: si más allá del éxito popular y propagandístico de los tiros en la barriga, “había alguna prueba sólida de que esa leyenda negra contra Azaña tenía algo de verdad”. Por lo publicado en la prensa ya intuye que no: había demasiadas contradicciones, las tergiversaciones eran tan evidentes que sólo podían funcionar en un tiempo de cabeceras aisladas como nichos, donde era casi imposible una comparación general. Descubre, con asombro, que hubo otro juicio. Que el presidente Azaña llegó a tener un careo con Barba. Se pregunta por qué apenas se conoce esa segunda parte del enfrentamiento. Y, sobre todo, ¿dónde está el sumario? En esa documentación, que recoge todas las declaraciones de los testigos ante el juez, más allá de la transcripción de lo sucedido en los juicios, late la clave para resolver el misterio. Lo busca. Y, como en toda buena historia de investigadores y enigmas por resolver, hay extraños giros de guión: en la Audiencia le dicen que el sumario ha desaparecido.

EL HALLAZGO

Primavera de 2008. Tano sigue obsesionado con el asunto. El sumario. Lo más lógico es que lo destruyeran durante el Franquismo, piensa. Pero alguien debe tener una copia. Rastrea, una a una, la identidad de los protagonistas del juicio. Acusación y defensa. Hay una figura que le llama la atención. López Galvez, un abogado progresista que se encargó altruistamente de la acusación particular contra Rojas. Tras el levantamiento acabó encarcelado en el penal de El Puerto. Después estuvo en la prisión de el Dueso, en Cantabria. Ahí se le pierde la pista. Tano siente que se han agotado todas las vías de investigación. El asunto está en vía muerta. Antes de tirar la toalla, un último intento, a la desesperada. Una guía de teléfonos. Hace cábalas con los apellidos y marca. Una vez. Y otra. Y otra. “Disculpe, estoy buscando a familiares del abogado gaditano López Gálvez”. Al otro lado de la línea, la voz ahogada de una mujer mayor: “Sí, soy su hija”. Tano no se lo puede creer. A la carrera, se marcha a Madrid. Quedan en la casa de la anciana. Mientras él espera en la salita a que la hija de López Gálvez le prepare un refrigerio, ella le suelta un montón de papeles, “para que se vaya entreteniendo”. El sumario.

Junio de 1935. Durante el segundo juicio, Azaña niega tajantemente que haya ordenado los famosos tiros en la barriga. Sin arredrarse, reconoce que dio órdenes de sofocar las revueltas anarquistas (en general, antes de que prendiera la de Casas Viejas), pero que jamás abrió la veda para la represión y el fusilamiento indiscriminado. Advierte que las órdenes eran las mismas para todo el territorio nacional, y que solo Rojas ha actuado de esa manera, a pesar de que la revuelta tuvo otros focos. Al término del careo, Barba, acosado, cae en una sucesión de contradicciones que lo delatan. Insiste en su versión, pero se desdice en los detalles. Ya entre las cuerdas, opta por la bravata: “Yo soy un oficial del Estado Mayor, no un cabo de escuadra”. A ojos de los asistentes, Barba miente. Pero, en la calle, el daño ya está hecho.

LA RESPUESTA

Enero de 2014. Benalup-Casas Viejas se prepara, como cada año, para conmemorar el aniversario de los Sucesos. Tano Ramos ha publicado los resultados de su extraordinaria investigación en El Caso Casas Viejas, ganador del prestigioso Premio Comillas y editado por Tusquets. Para el periodista, su trabajo significa, “de momento”, el final de la insidia contra Azaña. Insiste en el “de momento” porque siempre habrá nuevos investigadores preocupados por resucitar el misterio. Él, obviamente, sí está convencido de que Rojas fue el único culpable. Cree que todo el daño que se le hizo al presidente y que en parte contribuyó a derrumbar su Gobierno fue fruto de una inteligente maniobra de marketing organizada por los sectores que luego se sublevarían. “De hecho, en el segundo juicio, a Rojas lo condenaron a 98 años de prisión. Se le quedaron en 21 por haber matado a 14 personas, ‘diez de ellas esposadas, cuatro inermes y todas ellas impotentes ante el pelotón de fusilamiento’, según recoge la sentencia . Curiosamente, salió en libertad en el invierno de 1936. Justo cuatro meses antes del Golpe”.
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