Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

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El Errabundo
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Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 07 Jun 2013, 19:19

Tomás González Morago

Demasiada luz para la caverna

Nacido en Madrid (se desconoce en qué fecha), grabador de profesión, se convirtió en uno de los más activos militantes de la I Internacional y en uno de los miembros de la Alianza de la Democracia Socialista más cercano a Bakunin (teórica y personalmente) del Estado español. A continuación intentaré hacer una cronología de su vida, hasta llegar al momento de su desgraciada muerte en prisión en 1885 [Granada], valiéndome casi exclusivamente de un par de textos clásicos. He intentado rescatar también algunas anécdotas que darán viva cuenta de su peculiar e interesante personalidad, así como los pocos documentos (discursos y manifiestos) que de él se conservan.

Empiezo por el mejor documento del que disponemos: El Proletariado Militante, tomos I y II, 1901-1923, de Anselmo Lorenzo:
D. José Flores Laguna obtuvo autorización para formar un Orfeón en aquella misma sociedad, y a inscribirse en él acudimos unos sesenta jóvenes, que por la simpatía que inspiraba el carácter bondadoso del maestro y por las amistades que entre nosotros trabamos los coristas se constituyó poderoso y fuerte.

Entre todos descollaba Tomás González Morago, por varias circunstancias, y principalmente por su inteligencia, a la par que por la mezcla extraña de actividad e indolencia de que alternativamente se hallaba poseído. Contribuía a esa superioridad su posición: era grabador, tenía su tallercito en el portal de la casa Nº 8 de la calle del Caballero de Gracia y vivía en un cuartito interior del patio. Gozaba de gran independencia: trabajaba sin prisa, alternaba su labor con la conversación, y a veces pasaba días enteros en la cama entregado a un sueño soporífero del que no le sacaban ni su paciente mujer, ni sus amigos, ni los compromisos que pudiera tener con su trabajo. Su taller era el punto de reunión de todos sus amigos desocupados, y allí, constituidos en sesión permanente, se trataba de cuanto apasionaba de momento. Con todos amable y condescendiente, a todos excedía en inteligencia y subyugaba con la fogosidad de su imaginación y la grandiosidad de sus concepciones. Si a su inteligencia y a su imaginación hubiese correspondido en talento organizador para dar forma práctica y viable a un pensamiento de aquellos que, basados en la inteligencia y en la voluntad, se desenvuelven en el tiempo e influyen poderosamente en la sociedad, nadie en mejores circunstancias que Morago para haberle practicado, porque llegó a alcanzar gran prestigio entre sus jóvenes amigos, los cuales hubieran podido constituir un apostolado decidido a todo. Por desgracia era una contradicción permanente: lo que he dicho de su actividad y su pereza puede decirse de las alternativas de su idealismo y de su escepticismo. Como idealista rayaba en lo sublime, y cuando más elevado se manifestaba transportado por la más amplia concepción de la justicia en la sociedad y de la fraternidad humana, súbitamente se desempeñaba en el escepticismo más desesperante. Sin duda en él dominaba la imaginación al pensamiento el arte a la razón, y cuando veía a Ios que le escuchaban esforzarse penosamente por seguirle sin lograr conseguirlo, antes por el contrario, por sus dudas y objeciones se mostraban torpes e incapaces, su genio de artista se rebelaba contra la fealdad moral de sus contradictores mostrándose escéptico tal vez por sarcasmo. Así le vimos en el Orfeón trabajar como uno de sus más entusiastas organizadores al mismo tiempo que enviaba anónimos al maestro poniendo de relieve faltas, defectos y palabras, a la vez que ridiculizando a los individuos, para darse el gusto de reírse a costa de los que dirigían amenazas al ignorado autor de los anónimos. Esa misma conducta siguió después, movido por la idea de burlarse de los que juzgaba demasiado pequeños para realizar cosas grandes.

El mismo refería a sus amigos algunos episodios importantes de su vida, que puede decirse le retrataban de cuerpo entero: era su padre católico ferviente y entusiasta carlista. Respecto de las ideas políticas se emancipó por completo de la influencia paterna con el trato de los amigos; no así de las religiosas, puesto que surgió gran lucha en su inteligencia entre el dogma y sus dudas. Esta situación de ánimo le llevó a cometer ciertas extravagancias hasta dar en la fe del ateo, ya que no pudo conseguir la del cristiano. La popularidad del famoso P. Claret le decidió un día a confesarse con él, presentándose como un hereje a su pesar, toda vez que sus errores provenían más de su inteligencia que de su voluntad. De tal modo expuso sus dudas ante el obispo de Trajanópolis in partibus infidelium, que éste pareció más dispuesto a atraérsele por la ambición que a persuadirle por la fe, invitándole a estudiar teología y hacerse cura, para lo cual le facilitaría los medios, y dado su talento podría llegar a ocupar lugar preeminente en la Iglesia. A esta proposición contestó Morago levantándose, y repitiendo estas palabras del Evangelio: ¡Apártate, Satanás, me eres escándalo! salió a la calle dejando corrido al confesor.

[…]

Los individualistas, se alistaron en el batallón de García López; entre ellos se contaba Morago, a quien vi alguna vez con un uniforme que me causó risa, porque me pareció que participaba de militar y de eclesiástico, por lo que le pregunté:

- ¿Te han nombrado capellán de tu batallón?

- ¿Por qué me preguntas eso?

- Porque ese traje negro, la corbata tricolor en forma de alzacuello destacándose sobre el chaleco blanco, y aun el sombrero, que parece una teja de ala corta, te dan cierto aspecto de capellán castrense.

La broma no fue de su agrado, a juzgar por el tono con que me respondió y tal vez eso fuera la gota de agua que hizo rebasar el fondo de disgustos y desengaños que le ocasionó su pasajera afiliación a la fuerza ciudadana, porque pocos días después supe que él y los amigos que le seguían se habían dado de baja, retirándose de un instituto al que no les ligaba la vocación.
Poco tiempo después me hallaba un domingo por la noche en compañía de mi amigo Manuel Cano en el Café de la Luna, y se nos presentó Morago diciéndonos:

- Vengo a buscaros.

- ¿Qué ocurre? -le preguntamos.

- Deseo haceros partícipes de una gran satisfacción, a la vez que cuento con vosotros para llevar a cabo un gran pensamiento.

- Te agradecemos el deseo y puedes contar con nosotros para lo que sea bueno, en tanto que nuestras facultades nos lo permitan.

- ¿Tenéis noticia de la existencia de La Internacional? -preguntó.
Cano dijo que no; yo sí había leído algo y tenía vaga noticia de esa asociación.

- Pues se trata, continuó Morago, de organizar a los trabajadores del mundo civilizado para destruir la explotación capitalista a que se halla sometido el trabajo. Grandes agrupaciones obreras existen ya en Inglaterra, Alemania, Suiza y Bélgica. En Francia es difícil la organización por ahora a causa de la tiranía del imperio, y por la misma razón de la tiranía gubernamental en los demás países, pero España que goza de la infeliz oportunidad de hallarse en el período de una revolución triunfante está en excelentes condiciones para cooperar a ese gran movimiento.

Cano y yo, aunque jóvenes y dispuestos a admitir fácilmente lo que se presentase con caracteres de nobleza y grandiosidad, retrasamos la contestación favorable que desde el primer momento habíamos formado propósito de dar, sólo con objeto de obligar a nuestro amigo a ser más explicito, y al efecto le dije:

- Destruir la explotación capitalista a que se halla sometido el trabajo, que dices ser el objeto de esa asociación, es una frase cuyo valor es difícil precisar: puede significar tanto que involucre una revolución radicalísima en que se vuelva de arriba a abajo la sociedad, y para esto lo primero que se necesita es que los explotados sepan que lo son y quieran dejar de serlo, o puede reducirse a uno de esos programas ampulosos semejantes a los que oímos todos los días a los propagandistas políticos. Y como eso es poco concreto y definido, me parece que no sirve para objeto de una asociación que se propone remover tanta gente y unida en una acción común.

Cuando Morago se hallaba poseído de entusiasmo y se le contrariaba sentía arrebatos sublimes. Es imposible recordar lo que dijo para quitar todo valor a mi objeción, y era lástima que tanta elocuencia se derrochara para persuadir a dos convencidos. Precisamente Cano y yo, por la lectura de algunas obras de Proudhon, por el extracto de las obras de Fourier y por la campaña socialista de Pí y Margall en La Discusión, y además por nuestros comentarios sobre aquellos trabajos, nos hallábamos perfectamente preparados para la gran empresa que se trataba de acometer. Naturalmente sólo conservo el recuerdo del efecto que me causó aquella hermosa réplica: muchas veces le oí discursos de propaganda, pero nunca me pareció tan razonador ni tan inspirado como aquella noche. Si aquel discurso se conservara escrito tendríamos uno de los mejores en pro de la emancipación obrera.

[…]

A pesar de ello, Cano quiso prescindir de otra observación que se le ocurrió, capaz de molestarle.

- Me extraña, dijo, verte ahora tan entusiasta y decidido socialista, cuando antes te he visto siempre acérrimo individualista y como tal nos has hecho la contra.

- Te refieres, replicó, a nuestras conversaciones sobre la polémica entre La Discusión y La Democracia. Eso ya pasó como cosa de escasa importancia. Lo cierto es que ni vosotros erais socialistas ni yo individualista; lo que en realidad éramos es, piistas vosotros, y castelarista yo, es decir, sectarios; hoy se trata de tener un pensamiento propio, coincidir muchos en un ideal común y constituir una fuerza con que obtener una transformación social para hacerle práctico.

- Lo que te dijimos al principio antes de explicarte, repetimos ahora que has manifestado lo que de nosotros solicitas, dije yo. Estamos a tu disposición.

- Pues se trata de asistir a una reunión en que, en unión de otros amigos, seremos presentados a Fanelli, diputado italiano y delegado de la Alianza de la Democracia Socialista, que tiene la misión de dejar constituido un núcleo organizador de la Sección española de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Habiéndose presentado este señor a algunos diputados republicanos en demanda de jóvenes obreros para formar ese núcleo, cuenta con nosotros, y es necesario corresponder a ese deseo.

Quedamos convenidos, y Morago se dirigió al Fomento, y luego al Teatro Real, a citar a otros amigos con el mismo objeto.

Al día siguiente todos los citados comparecimos al sitio de la cita, menos Morago, que debía presentarnos, y esta falta, motivada por el hecho de haberse echado a dormir algunas horas antes y no haberse levantado a la hora precisa, como dijo uno de los presentes que venía de casa de aquél, es un rasgo característico de los muchos que ofrecía su modo de ser.

[…]

Nos dejó ejemplares de los Estatutos de La Internacional, programa y estatutos de la Alianza de la Democracia Socialista, reglamentos de algunas sociedades obreras suizas y algunos periódicos obreros órganos de La Internacional, entre ellos unos números del Kolokol con artículos y discursos de Bakunin, y antes de despedirse de nosotros quiso que nos retratásemos en grupo, como así se hizo, reuniéndonos todos el día convenido, menos Morago, que también tuvo sueño y no pudo recobrar la voluntad de despertarse a pesar de que todos fuimos a su casa y el mismo Fanelli le invitó a que nos acompañara, por eso en el grupo fotográfico no figura su retrato y sí solo su nombre.

[…]

No tardó en presentársenos ocasión de insistir en nuestro empeño de recurrir a la publicidad. Transcurridos pocos días de la anterior reunión de la Bolsa, los carteles anunciaron otra, y en su vista propuse al núcleo intervenir nuevamente en ella, pero esta vez para hacer crítica del régimen social y exponer de una manera más concreta nuestras aspiraciones. Aprobada la idea fui otra vez designado para cumplida, y al efecto tomé la declaración de principios de la Alianza de la Democracia Socialista que nos dejó Fanelli, y la estudié detenidamente con el propósito de exponerla ampliándola tan cumplidamente como me fuera posible.

[…]

Se levantó a contestarme Gabriel Rodríguez, y lo hizo apelando a un recurso de mala ley: rehízo mi discurso a su manera, falseándolo por completo, y sobre aquella falsedad se despachó a su gusto construyendo una refutación que fue muy del agrado de la concurrencia burguesa, terminando con esta declaración: Es sensible que estas reuniones que nos imponen grandes sacrificios se vean interrumpidas por la injerencia de elementos extraños; si los obreros quieren hacer propaganda socialista, háganla en buena hora; están en su derecho; pero háganla por su cuenta y a su costa, que nosotros tendremos el gusto de acudir donde se nos invite a combatir los errores socialistas.

Cuando aún no habían cesado los bravos y aplausos de los burgueses, que celebraban como un triunfo el pobre recurso del sabio economista, como calificaban a Gabriel Rodríguez, se levanta Morago lívido, agitado por sacudimientos nerviosos y pide la palabra.

Al concedérsela el presidente, rehúsa pasar al estrado, y desde su sitio dice:

Señores: Hemos venido, no cometiendo un acto de interesada y censurable injerencia, sino porque hemos sido invitados. En vuestros carteles de convocatoria se invita al pueblo de Madrid, y respecto de la intervención en las discusiones no se expresa excepción ni limitación alguna. Por ellos se entiende que aquí puede asistir y discutir todo aquel a quien interesen los estudios económico-sociales y tengan una idea que exponer o un error que refutar. Todos los aquí presentes lo han entendido así de seguro, y vosotros los organizadores de estas reuniones, y la misma presidencia, lo habéis demostrado con la benévola acogida que dispensasteis en la reunión anterior a mi amigo Lorenzo. ¿A qué se debe que nos habléis de sacrificios para celebrar actos como el presente y que nos consideréis como intrusos, sin reparar que destruís los efectos de vuestra invitación al pueblo de Madrid y negáis vuestra palabra, que es lo primero que hace todo hombre que pierde el honor? (La concurrencia recibió con voces de rabia la severa lección que le infligía el joven orador. Por su parte éste, en el colmo de la excitación que le hacía capaz de las grandes acciones, tenía un aspecto magnífico; su actitud y su expresión correspondían a la de un gran tribuno.) ¿Por qué ayer halagabais y aplaudíais al mismo a quien hoy habéis interrumpido groseramente llegando hasta proferir palabras de expulsión? Esa conducta tan contradictoria, que revela la cortedad de vuestro alcance intelectual, tiene una explicación, y ella confirma la justicia de nuestros propósitos, la santa aspiración a la emancipación social. Ayer, cuando visteis que para realizar la gran obra de armonizar la igualdad política con la social, se apelaba a vuestra buena voluntad y a vuestra sabiduría pidiéndoos vuestro concurso, pensasteis, sin duda, que éramos buenos para dejarnos dirigir y que estábamos en el caso de tolerar una decepción más entre las infinitas que los que sufren llevan inscritas en el catálogo de los siglos; pero hoy que habéis visto claramente que tenemos un ideal concreto, una doctrina bien definida y una voluntad firme de llevarlo a la práctica, no podéis sufrir la negación de lo que sustenta vuestros privilegios ni la afirmación en que fundamos nuestro derecho, queréis pasar por liberales cuando no sois más que egoístas, ya que pisoteando la tolerancia, virtud predominante en todo liberal; habéis demostrado que por encima de los principios ponéis vuestro interés de clase. ¡Y aun habláis de errores socialistas! ¿Es que en el mundo ha de pasar siempre por verdad lo mentiroso y por justicia lo inicuo? Atreveos a calificar de erróneo o de utópico nuestro ideal de establecer la sociedad de modo que cobije a todo el mundo un derecho común, sin distinciones privilegiadas, sin que el hombre explote al hombre, sin que el soberbio tiranice al humilde, sin que el rico expolie al pobre, sin que la honra de la doncella y de la matrona exija la prostitución de tanta infeliz que en el lupanar pagan tributo al Estado y sacian la infame lubricidad del incontinente; atreveos, yo os invito a ello, pero antes habéis de ser lógicos; renegad del progreso, abominadle, porque el progreso nos da la razón. No es el progreso un movimiento inconsciente, no gira eternamente alrededor del que abusa y del que usurpa, sino que va siempre hacia adelante, partiendo de la ignorancia primitiva por perfeccionamientos relativos hasta la perfección absoluta, hasta las sublimes concepciones de la justicia, tal como la concibe la mente del creyente cuando se abisma en la contemplación de su Dios, la del naturalista cuando estudia la grandiosidad de la naturaleza, la del filósofo cuando lee a los grandes pensadores que son como los precursores de la justificación universal. En cambio, si tomáis por bueno, por justo, por cierto, por científico lo existente, nuestra presencia aquí, las palabras de mi amigo Lorenzo y las mías desvanecen esa supuesta bondad, esa falsa justicia, esa hipócrita certidumbre, esa ignorancia con pretensiones de sabiduría, porque nosotros por nuestras reclamaciones y nuestras quejas, que son las de muchos millones de oprimidos y explotados que reclaman su derecho a la libertad y su parte en las riquezas y en los beneficios de la civilización, de los que vosotros queréis tenerlos alejados, son una protesta viva que os acusa de equivocados, de erróneos, por no decir de cómplices.

No se nos hable de cosas que hoy están al alcance de todos y de que antes carecían hasta los poderosos. Nos decía el Sr. Moret que en cierta ocasión una princesa estrenó el primer par de medias que se vio en su país y esto causó admiración a cuantos vasallos se enteraron de aquella novedad, y hoy llevan medias todas las mujeres; que en otro tiempo hasta en los palacios de los reyes se sentían las inclemencias atmosféricas, porque las ventanas no tenían cristales, cuando los tienen hoy las buhardillas de los proletarios y las barracas de los gañanes; porque si con esto quiso decirnos que hoy los pobres vivimos como príncipes, aparte de hallarse esto en contradicción con la miseria que deshonra la actual civilización, lo cierto es que la desigualdad es una ignominia que destruye la solidaridad humana tal como la concibe la razón, y la fraternidad tal como la enseña la doctrina religiosa, y no hay ni puede haber ventaja material ni progreso relativo que lave la mancha de la desigualdad. ¿Y estas cosas son nuevas para vosotros? ¿Y os llamáis cristianos, y queréis pasar por demócratas, y necesitáis que nosotros, los que apenas hemos recibido la instrucción primaria vengamos a enseñároslo, y aun nos calificáis de intrusos y queréis arrojarnos de vuestra presencia? Mereceríais que, recordando las lecciones del apóstol Pablo a Bernabé, os abandonásemos sacudiéndonos el polvo de las sandalias.

He de decir al Sr. Rodríguez que no imitaremos en esto al apóstol de las gentes, porque no somos depositarios de la luz de la verdad para ocultarla bajo el celemín. Yo recojo, en nombre de mis amigos, el reto que nos habéis lanzado; tal vez algún día recibiréis una invitación para asistir a reuniones organizadas por nuestra cuenta y a nuestras expensas, y ya veremos cómo arregláis vuestros sofismas y vuestros recursos oratorios para luchar contra lo que llamáis nuestros errores socialistas; porque yo os aseguro que de los pobres y de los humildes, inspirados por la idea de justicia, salen los organizadores y los héroes en los momentos de las grandes crisis. Los pobres y los humildes reunidos en el Cenáculo, según la leyenda mística que vosotros aceptáis como revelada, recibieron el Espíritu Santo en la solemnidad de la Pentecostés, y valiendo tan poco para los poderosos y para los escribas y los fariseos, cambiaron el mundo con el poder de su palabra. Quizá nos hallamos hoy en la plenitud de los tiempos y os esté reservado el triste papel que por entonces representaron los sabios y los doctores. He dicho.


Quedaron los burgueses y sus corifeos verdaderamente anonadados y corridos, sin saber si manifestar su rabia o su admiración, porque de los dos sentimientos participaban.

Nuestro triunfo era patente. Mientras nosotros con valentía, con más previsión y hasta con mayor elocuencia habíamos excedido nuestros propósitos, ellos se mostraron indecisos, cobardes, y no se les ocurrió otra cosa que levantarse y formar corrillos; sin que ninguno se atreviera a replicar, viéndose el presidente obligado a levantar la sesión, que fue como el grito de sálvese el que pueda.

No sé qué hizo después la Asociación para la reforma de Aranceles; lo cierto es que no se presentó más en público; sin duda tuvo vergüenza, y su abatimiento descendió tanto como subió nuestro entusiasmo y el ardor por la propaganda de nuestros ideales.

[…]

Pensamos que nos era indispensable un manifiesto a los trabajadores explicando nuestros propósitos y solicitando su concurso, y luego un periódico de propaganda constante y de lucha contra todo lo que nos proponíamos combatir, y la asamblea, sirviendo de comparsa parlamentaria, movió sus numerosas cabecitas de yeso con el signo afirmativo, por absoluta imposibilidad de manifestar su buena voluntad de otra manera, ya que no había otros individuos a quienes en materia de realidades económicas, autoritarias o de otra clase les alcanzase la vista más allá de las narices. Por el momento con eso teníamos bastante, ya que nos sobraba ánimo para luchar mano a mano con las dificultades, y las exigencias del entusiasmo inconsciente no se avienen con las dilaciones de la prudencia.

El manifiesto, primera parte de nuestro deseo, lo realizamos en seguida. Morago se encargó de la tarea, presentándonos un proyecto largo, difuso, lleno de doctrina, desmenuzando demasiado la crítica social y la de los partidos políticos, a los cuales queríamos arrebatar a todo trance los afiliados obreros, y lanzando por primera vez y con la claridad necesaria, pero sin dar el nombre, la afirmación o negación anarquista.

De aquel manifiesto son los siguientes párrafos:

TRABAJADORES:

Queremos haceros notar que todo aquel que se propone movernos en provecho suyo, siempre y cubierta con bonitas frases hábilmente combinadas, se reserva la clave que supone poseer de nuestra emancipación para que cuando la terrible realidad de nuestra posición nos haga desear el acabar de una vez con tantos sufrimientos como nos agobian, le encomendemos la simpática misión de redimirnos. ¿Y por qué razón así nos hemos de entregar atados de pies y manos por las indestructibles ligaduras de una fe ciega? ¿Quién nos asegura que puede desear de mejor buena fe que nosotros mismos la más inmediata destrucción del penoso yugo que nos oprime, de la criminal explotación a que vivimos condenados? Nosotros fabricamos los palacios, nosotros tejemos las más preciadas telas, nosotros apacentamos los rebaños, nosotros labramos la tierra, extraemos de sus entrañas los metales, levantamos sobre los caudalosos ríos puentes gigantes de hierro y piedra, dividimos las montañas, juntamos los mares ... y sin embargo, ¡oh dolor! desconfiamos de bastarnos para realizar nuestra emancipación! ¿Qué sería de la sociedad sin nosotros? preguntadles a los que se prodigan alabanzas porque recogieron un caudal de lo que llaman con cínico descaro su cosecha; preguntadles dónde dejó la huella el arado a sus delicadas manos; decidles dónde apagaron la ardiente sed que se experimenta después de llevar algunas horas encorvado y sufriendo los candentes rayos de un sol ardiente durante la siega; preguntadles si les irritaban los ojos las abundantes gotas de sudor que mezcladas con el polvo abrasador penetraban en ellos; preguntad a los que sin grandes ni aun medianos conocimientos en el arte que explotan, pero dueños en cambio de un capital que en nada contribuyeron a producir, que por nada lo han merecido, pero que lo han heredado, ¡suprema razón! preguntadles cuando blasonan de que en pocos años han duplicado su caudal, qué parte de aquél es verdaderamente fruto de su trabajo, y si os contestan que todo (que así lo harán), dejad que su juicio imparcial determine, si tanto ganaron ellos por lo que hicieron, que fue muy poco, qué parte os correspondería a cada uno de los veinte, treinta o cien operarios por lo que trabajasteis, que fue mucho; ¡recibisteis un salario que no fue menor porque de haberlo sido no hubierais podido sobrellevar el penoso trabajo que para él hicisteis! ¡los explotadores del trabajo, quieren mucho al pobre obrero! ¡Cuando le explotan, le dan lo absolutamente preciso para que se conserve en estado de rendir utilidades! nos dan el pan, como ellos dicen, y debemos estarles agradecidos cuando entre varios que nos ofrecemos a su explotación nos prefiere; después, si somos buenos! ... ¡Oh! ¿sabéis lo que quiere decir bueno! ... ¡Oh! ¿sabéis lo que quiere decir bueno, cuando es un explotador el que aplica este calificativo a su operario? Sí, debéis saberlo por experiencia. Quiere decir lo mismo exactamente que cuando habla de su máquina de vapor. Quiere decir que con mucho menos combustible que otras, desarrolla igual o superior fuerza; quiere decir que por cada parte de gasto, le rinde tres partes más de producto que los otros; quiere decir, en fin, que como le produce tanto y le consume tan poco, ha jurado tenerle en su casa ... hasta que deje de producir, en cuyo caso ... o hasta que se le presente otro que consuma menos y produzca más; con tales seguridades, no debe temblar por su porvenir el obrero que llegue a merecer el dictado de buen trabajador. ¡Triste es por cierto nuestra suerte! ¡Obligados por la odiosa organización de la sociedad, no sólo a cumplir nuestro deber, esto es, a producir para tener el derecho de consumir, sino que además tenemos sobre nosotros la obligación de producir también para los que no hacen más que gozar, para los que nada producen, y a los cuales tenemos que ceder todavía una mayor parte de nuestro producto! ¿Y esto es inmutable? Porque a lo menos no es justo. Pues si no es justo, el progreso es y debe ser nuestra esperanza: el progreso que se verifica con la suma de todas las observaciones e ideas que unas generaciones legan a las venideras nos hace concebir muy halagüeñas esperanzas y nos presta muy provechosas lecciones.

La clase media, acaparadora de todos los privilegios; dueña del capital, de la ciencia; dueña, por consiguiente, de la magistratura: dueña de la tierra, de sus frutos, del ferrocarril, del telégrafo, de las habitaciones, de las minas, de los caminos, de los puertos, de los mares, de los peces que la naturaleza multiplica en su seno, de los buques que recorren su superficie, de las primeras materias de producción, de los elementos, como máquinas y herramientas; dueña del Estado, y por consiguiente de todo, os concederá con la República federal todas las libertades políticas; tendréis libertad de comercio, pero ¿supone por ventura la libertad de comercio que nosotros tendremos, pobres desheredados, en qué ni con qué comerciar? Nos dará libertad de industria; pero a los que sin culpa nuestra nada poseemos, ¿nos dará la libertad de industria los medios de disfrutarla? Nos garantizará la libertad del pensamiento, nos permitirá el culto exterior de la religión que más nos plazca. ¡Cruel sarcasmo, que hace temblar de indignación nuestra pluma! ¡Libertad de pensamiento! ¿Acaso se la puede dar una ley al que es esclavo de la ignorancia? ¡Libertad de cultos! ¿Qué es, qué significa que nos den la libertad de cultos en una ley, si nos prohíben de una manera absoluta, por medio de la organización social, la entrada en el templo de la ciencia, verdadero culto que hace de cada hombre un Dios?

Pensamos que cuando, olvidando nuestros propios y únicos intereses, anteponemos a las reformas sociales las pasiones políticas y nos lanzamos como fieras sedientas de sangre a empuñar las armas fratricidas, desconociendo u olvidando que no son los hombres sino las instituciones lo que debemos destruir, somos más aún que el soldado, ciegos instrumentos de intenciones extrañas. Si morimos ambos en la lucha, este término fatal nos iguala a todos; si a consecuencia de una herida quedamos inútiles para el trabajo, quedamos aún peor que él; para nosotros no hay esas patentes de criminal laborioso que llaman cruces pensionadas o premios al valor; para nosotros no hay oficina donde poder firmar todos los meses y con el brazo que nos quedó el precio en que está tasado el que se ha perdido. Para nuestras mujeres y nuestros hijos, para las mujeres y los hijos de los trabajadores, para las familias de los canallas, para el populacho, no hay pensiones ni viudedades que acrediten y recuerden, ennobleciéndola, la memoria de un gran asesino de oficio. ¡Ah! ¡Trabajadores, pensad detenidamente nuestras palabras, y después juzgad!

Aquí todos somos trabajadores. Aquí todo lo esperamos de los trabajadores. Si acudís, cumplís un deber: si permanecéis indiferentes, conste que os suicidáis y tendréis que avergonzaros el día que no sepáis cómo responder a vuestros hijos, cuando os pregunten qué habéis construido vosotros para el edificio de la sociedad del porvenir que tan laboriosa y activamente se ocupan en levantar los trabajadores del resto del mundo.

SALUD, TRABAJO Y JUSTICIA.


Madrid 24 de diciembre de 1869.

Por la sección organizadora central provisional de España, el Comité.

[…]


Otra noche cometimos una imprudencia que nos pudo costar cara: fuimos a un café, y Morago, que hablaba regularmente francés, entabló conversación con un francés que casualmente se hallaba a su lado. La conversación, al principio insignificante, se fue animando a medida que el interés del asunto lo reclamaba, amenizado por la competencia de los interlocutores. El francés era un escéptico ilustrado de esos que entienden de todo, carecen de ideal humano y toman lo presente como expresión de lo que puede y debe ser, no aceptando más que hechos positivos sin dar valor alguno a las inducciones más racionales. Parapetado en estas doctrinas, y defendiéndose con fácil palabra y recursos oratorios propios del hombre de mundo avezado a la conversación y trato de gentes, era un contrincante verdaderamente fuerte; pero Morago, aunque positivamente menos instruido, valía más, por la fuerza de su convicción, su natural elocuencia y su entusiasmo. Colocado en el terreno firme de las reivindicaciones obreras en su lucha contra el capital, se elevó a aquellas alturas tribunicias a que tan fácilmente llegaba. Todos los concurrentes se acercaron a nuestra mesa; por las muestras la mayoría comprendía el francés, y por espacio de un par de horas aquel tranquilo café, donde ordinariamente no se alteraría el diapasón de las monótonas conversaciones burguesas, se vio convertido en un club revolucionario, no sólo por el efecto causado en los concurrentes, sino además se llenó con la gente que transitaba por la calle. Resultó aquello algo así como un torneo inútil; carecía de objeto para los protagonistas del acto, a lo menos para el francés, que suscitó la controversia por mero pasatiempo; pero causó grandísimo efecto; los espectadores formaron corrillos luego y discutían con pasión, recordando su aspecto los habitantes de aquella ciudad oxigenada por el Dr. Ox de que nos habla Julio Verne. A qué altura llegaría la cosa, cuando al día siguiente leímos con temor y asombro en la prensa de la mañana la noticia de que habían llegado a Lisboa tres españoles emisarios de la Internacional (aludiendo claramente a nosotros en vista de la sesión del café) con la misión de extender sus perniciosas doctrinas, y excitábase, por tanto, al gobierno a que nos vigilase y obrase en consecuencia.

[…]

Lo que quedaba del primer Consejo federal al terminar el año de su existencia eran fragmentos a punto de incurrir en anulación de poderes, y ya casi en peligro de obrar arbitrariamente, no por intención, sino por falta de la necesaria correspondencia con las colectividades y los individuos.

Morago quedó en Lisboa; era demasiado libre para sujetarse a una tiranía, aunque fuera la del deber, y prefirió dar suelta a su inspiración y a sus genialidades antes que someterse a llevar la pesada carga de aquel Consejo federal que debía tener su inteligencia y su voluntad en tensión constante, pensando, resolviendo, y sin soltar la pluma para que aquel cuerpo debilitado que nació en Barcelona entre las explosiones del entusiasmo llegase vivo al acto de reconstrucción que se preparaba en Valencia.

[…]

Mora y yo sosteníamos aquella existencia, abandonando nuestro trabajo, abusando de nuestras familias, careciendo de todo, faltos aun de efectos de escritorio y de sellos para franqueo de la correspondencia, pero dispuestos a no ceder porque nos sobraba vida para luchar.

Por mi parte tuve el sentimiento de ver los primeros síntomas de la disidencia, surgida ya en Lisboa por incompatibilidad de carácter entre Mora y Morago, pero aquel dolor que afectaba primero a la amistad por ver enemigos entre sí a los que tanto aprecié como amigos, y luego porque calculé los resultados que habrían de sobrevenir en el curso de la propaganda y de la organización, no disminuyó mi vivísimo deseo de proseguir mi obra.

Un nuevo elemento vino a nosotros y que a la sazón nos fue utilísimo: José Mesa.
Este nombre tuvo triste resonancia en los momentos en que, divididos los hombres por la pasión, cada cual quería imperar creyéndose ser el mejor, y como ninguno se mantenía en lo justo, no creo necesario determinar aquí quien obraba peor.

[…]

Creo poder afirmar, no obstante, que el regreso de Morago de Lisboa, con su contingente de pasión, y la venida a Madrid de Paul Lafargue, no sé si con los fines que se atribuyeron [Nota de El Errabundo: como se ha demostrado posteriormente, tal y como confirmaba el propio Lafargue y documentó Max Nettlau (Miguel Bakunin, La Internacional y La Alianza en España 1868-1873, 1923), Lafargue fue enviado a la península con la misión de contrarrestar la influencia del Anarquismo en el Estado español e inclinar a la clase obrera hacia posturas marxistas. Gracias a la labor de Lafargue se funda el PSOE], pero de hecho con su astuta intervención, llevaron a Mesa y a los que con él se agruparon luego a un terreno tan distante del ideal como el de los que se colocaron enfrente.

[…]

[Congreso de Zaragoza, 1872]

Algo después de la hora convenida, porque el dueño del local había opuesto obstáculos, llegaron los delegados juntos, según se había acordado en la sesión anterior; penetraron en el local, siguiéndoles una inmensa multitud; ocuparon sus puestos, y Morago, presidente, pronunció las siguientes palabras:

Trabajadores zaragozanos: En nombre de los obreros españoles, de los de Europa y América, de los del mundo todo, que componen la Asociación Internacional de los Trabajadores. ¡Salud! (Grandes aplausos).

En cumplimiento de los Estatutos de la Federación regional española de nuestra Asociación y del encargo de nuestros compañeros, que componen las diversas Federaciones locales de la misma, venimos hoy a constituirnos en Congreso para resolver y ponernos de acuerdo sobre las cuestiones conducentes al perfeccionamiento de nuestra organización para conquistar nuestros derechos y hacer práctica la justicia sobre la tierra, manchada desde los primeros días de la existencia de la humanidad con la tiranía y la sumisión, el privilegio y la miseria. (Repetidos aplausos y aclamaciones de entusiasmo).

Los trabajadores que nos han delegado para cumplir tan importante misión, saben que la clase explotadora, que monopoliza la ciencia, y se apodera de los frutos de nuestro trabajo, y detenta los dones espontáneos de la naturaleza, siendo como lo es, además poseedora del poder y de la fuerza, opondrá obstáculos a nuestros trabajos, pero confían en que sus hermanos los trabajadores zaragozanos, custodiarán dignamente la representación obrera, en tanto que ellos continúan en el campo, en la mina, en la fábrica y en el taller, dedicados a cumplir el deber social de la producción. (Sensación y muestras de asentimiento).

La solemnidad del acto que ante vosotros vamos a efectuar, y lo crítico de las circunstancias, os impone el deber de guardar circunspección y paz. Al recordaros este deber os pido que os mantengáis a la altura de dignidad y prudencia en que ha sabido colocarse la clase trabajadora de todos los países: altiva y severa ante las infamias de la burguesía, para demostrar la diferencia que existe entre la conducta que inspira un pensamiento justo y la que se deduce de la raquítica idea del mercantilismo y del lucro individual, y enérgica, decidida y fiera cuando llega el momento de defender el derecho y confundir a sus conculcadores.

Los trabajadores, nuestros mandatarios, confían en nosotros y en vosotros, esperando que todos cumpliremos como dignos de esta confianza, para demostrar a los trabajadores de las otras regiones que podemos con justicia proclamar aquella fórmula de nuestros Estatutos: la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores. Declaro, pues, abierto el 2° Congreso obrero de la Federación regional española de la Asociación Internacional de los Trabajadores. (Grandes aplausos)
.

[…]

Lleno absolutamente el Teatro de Novedades; lleno aun el paseo por los que no cabían en el teatro; cuando Morago declaró abierto el Congreso y se presentó Colandrea con su ayudante a suspender el acto, fue un momento solemne.

Los delegados en el escenario, permanecieron sentados y tranquilos.

Los funcionarios gubernativos, con una corrección rayana en timidez, declinaron sus nombres ante la petición del presidente, expuesta con dignísima superioridad.

El público anhelante y silencioso, dispuesto a ser actor en cuanto se iniciase la tragedia, escuchó el diálogo entre presidente y polizonte y luego la lectura de la protesta.

Tomás y yo estábamos cerca de la puerta, y vimos que en el momento que se presentó la autoridad en el escenario, el clamor y el movimiento de la multitud, consecuencia natural del suceso, fue interpretada por un hombre que se hallaba a nuestro lado como un intento de fuga del público. De un salto, aquel hombre, que parecía un coloso rural, en mangas de camisa, remangado y enseñando unos brazos de musculatura hercúlea, dijo describiendo una línea delante de sí con un enorme garrote.- ¡Recontra! ¡Al que pase por aquí, le rompo la cabeza!

Por fortuna no hubo necesidad de probar la seriedad de la amenaza. Todos permanecieron en sus puestos y cuando la sonora y bien timbrada voz de Morago, gritó ¡Viva la Internacional! resonó un atronador ¡Viva! expresión del afecto de aquella multitud, hacia la idea representativa de aquel acto.

[…]

De Madrid recibía yo correspondencia, en que mis compañeros del Consejo Federal anterior y redactores de La Emancipación [Nota de El Errabundo: marxistas], se quejaban de la conducta de los compañeros de la Federación madrileña [Nota de El Errabundo: anarquistas], y me pedían actos y declaraciones imposibles. Al mismo tiempo, de la redacción de aquel periódico y del Consejo local Madrileño, venían al Consejo federal, cartas con quejas y protestas, demostrando que la reciente paz del Congreso de Zaragoza no era respetada por los enemistados. Las antipatías, convertidas en odios, revestían carácter de lucha de ideas, y de ese modo, la línea divisoria que rompió la unión del proletariado emancipador se hizo más grande y más profunda. De la enemistad de Mesa y Morago se partió a la de Marx y Bakunin, hasta llegar a la división de autoritarios y anarquistas.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 07 Jun 2013, 19:33

En 1873, en plena Primera República, se produce la Insurrección Cantonalista, con importante participación anarquista en algunas localidades (es paradigmático el caso de Alcoy). Morago participó activamente. Concluido el levantamiento cantonalista, la represión se cebó contra la Internacional, poniendo fin a la FRE (Federación Regional Española).

Esto es lo que nos cuenta Max Nettlau en La Anarquía a través de los Tiempos, 1935.
De igual modo, [se] deseaba que la Internacional quedase fuera de las luchas agudas que el federalismo acentuado, el cantonalismo, desencadenó hacia el verano de 1873. Pero eso no fue posible para un número de localidades y al mismo tiempo movimientos sociales locales, especialmente en Alcoy, donde estaba la Comisión federal, y en San Lucar [sic] de Barrameda, a donde había ido Morago, arrastraban a los internacionales y tuvieron por consecuencia persecuciones y arrestos numerosos. Cuando 74 trabajadores presos describieron los malos tratos que sufrieron (carta del 29 de octubre de 1873), la circular de la Comisión federal del 1O de noviembre (núm. 34; impresa, 2 págs. in-4o), escrita por Tomás [nota de El Errabundo: se refiere a Francisco Tomás, anarquista y albañil natural de Palma de Mallorca, importante dinamizador del levantamiento de Alcoy y secretario entonces de la Comisión Federal] fue la primera declaración activamente revolucionaria de la Federación, porque se habló allí del terror de represalias, recordando los Sheffield outrages, los actos de terror industrial por los tradeunionistas en Sheffield.
En todo el tiempo que media entre la desaparición e ilegalización de la FRE y la constitución de la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española, 1881), Morago se dedicó al trabajo clandestino, a la publicación y difusión de varias publicaciones (se conservan muy pocos textos que pueda verificarse como suyos). Ya en 1872 había publicado El Condenado (apenas vivió un año). Después de eso viene, entre 1875 y 1878, El Orden (en la que se sabe que participó). La condición ilegal de estas publicaciones hace que sea difícil rastrear los pasos de Morago y la continuidad de su trabajo.

Volvamos a Nettlau:
La Internacional desde 1878 está frente al problema agrario en Andalucía, donde en 1878 y 1879 hubo incendios en los campos y el nombre de La Mano Negra fue puesto ya, según parece, en circulación, al menos por un juez que habría mostrado a un preso un escrito con el título La Mano Negra (no puedo verificar la cita en este momento). Una hoja clandestina firmada por la Comisión federal, en mayo de 1879, es titulada A los trabajadores del campo de Andalucía, en particular y a los obreros en general (2 págs.). Hubo al fin graves disidencias sobre el retorno de la Internacional a la vida pública abandonando su nombre y denominándose Federación de Trabajadores de la Región Española. Viñas y otros habrían querido continuar la clandestinidad revolucionaria [Nota de El Errabundo: Los hechos posteriores nos mueven a pensar que entre estos se encontraba Morago]. Farga Pellicer, Llunas y otros en Barcelona y Serrano y Oteiza en Madrid [Nota de El Errabundo: Serrano, suegro de Mella, y con el que Morago había colaborado en El Condenado y El Orden, acabó siendo a la postre el máximo defensor de la “actividad legal” dentro del incipiente Movimiento Anarquista; Morago, junto con José García Viñas, sería el principal exponente de la opción contraria] han debido apoyar sobre todo la fundación de la organización pública. Viñas se retiró, pero los gérmenes de descontento sobre el abandono de la organización clandestina parecen haber entrado en la Federación Regional desde sus comienzos y el problema andaluz se incubaba en ella como otro factor de disensión.

[…]

La gran organización, nominalmente 663 secciones con 57,934 miembros en septiembre de 1882, una treintena de miles en todo caso, no podía vivir largo tiempo sin incidentes, sin diferenciaciones, solo para ser algún día la más fuerte y formar el cuadro y el germen de la sociedad del porvenir. Hubo los descontentos de ese quietismo y fueron pronto determinados por la situación agraria en Andalucía, donde la miseria hacía estragos, y donde las secciones no podían abstenerse o inducir a todos sus miembros a abstenerse sin perder prestigio. Las disidencias comienzan en Arcos de la Frontera, combatidas por Ia Comisión federal y el Congreso de Sevilla, llegaron a un pequeño congreso secreto celebrado en enero de 1883, en Sevilla, y a la constitución de una sociedad, Los Desheredados. Organización revolucionaria anarquista, que parece haber existido hasta 1886, sobre todo en Andalucía; en la época de su congreso de diciembre de 1884, en Cádiz, fue colectivista y su revolucionarismo de acción terrorista no tenía nada de específicamente libertario. Hubo en la segunda mitad de 1882 rebeliones del hambre, actos de terror agrario y actos de violencia, la muerte también, contra traidores reales o anticipados. La Comisión federal repudió todo eso por declaraciones y manifiestos y se cayó sobre disidentes con expulsiones como perturbadores (fines de 1882, primeros meses de 1883). Para colmo sobrevino la enorme persecución gubernamental, los arrestos de miembros de todos los matices de organización, de la Comisión comarcal de la Andalucía del Oeste misma y un procedimiento cruel por varios procesos, el todo para el público y la Prensa, bajo el velo del pretendido descubrimiento de una sociedad terrorista, La Mano Negra. Hubo pronto las 7 condenas a muerte y mucho después, el 14 de junio de 1884, las seis ejecuciones de Jerez. Fuera de Andalucía la Federación Regional no fue perseguida, pero no hizo tampoco actos de solidaridad con las víctimas en Andalucía. Cuando los prisioneros esperaban su ejecución, el congreso de Valencia en octubre de 1883 declaró: La Federación ... rechaza toda solidaridad con los que se hayan organizado o se organicen para la perpetración de delitos comunes, declarando que el criminal jamás podrá tener cabida en sus filas. Y protestó contra la confusión de nuestra organización pública, legal y revolucionaria, con otras organizaciones, o más bien pandillas, cuyos fines son censurables. El 30 de septiembre uno de los más antiguos militantes, T. G. Morago, fue expulsado por tal razón de su sección de Madrid y murió en 1885 en la penitenciaría de Granada.

Esa actitud fue motivada por el deseo de salvar a todo precio la organización en su vida pública total, pero ha debido también haber grandes enemistades y odios entre los matices disidentes y las voluntades autoritarias duras. Al mismo tiempo las secciones se vacían o desaparecen, sea por las persecuciones, sea por disgusto ante la actitud de la Comisión federal.

Así murió Morago, entre rejas, expulsado de la FTRE por demasiado anarquista, por demasiado ilegalista. Olvidado e ignorado por sus propios compañeros.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Plaza_Olmedo » 07 Jun 2013, 20:46

El Errabundo escribió:Cuando los prisioneros esperaban su ejecución, el congreso de Valencia en octubre de 1883 declaró: La Federación ... rechaza toda solidaridad con los que se hayan organizado o se organicen para la perpetración de delitos comunes, declarando que el criminal jamás podrá tener cabida en sus filas. Y protestó contra la confusión de nuestra organización pública, legal y revolucionaria, con otras organizaciones, o más bien pandillas, cuyos fines son censurables. El 30 de septiembre uno de los más antiguos militantes, T. G. Morago, fue expulsado por tal razón de su sección de Madrid y murió en 1885 en la penitenciaría de Granada.[/b]
Sin ser falsa esta frase es un pelín tendenciosa, ya que a Morago lo expulsaron por falsificar dinero, no por anarquista ni manonegrero.
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Jorge. » 07 Jun 2013, 21:43

No obstante, siempre me pareció increible que el resto de federaciones no apoyaran a los andaluces... Con tan peregrinos argumentos. Me refiero a esto que le leí a Nettlau, y que creo que en el Proletariado Militante no viene:
Hubo pronto las 7 condenas a muerte y mucho después, el 14 de junio de 1884, las seis ejecuciones de Jerez. Fuera de Andalucía la Federación Regional no fue perseguida, pero no hizo tampoco actos de solidaridad con las víctimas en Andalucía. Cuando los prisioneros esperaban su ejecución, el congreso de Valencia en octubre de 1883 declaró: La Federación ... rechaza toda solidaridad con los que se hayan organizado o se organicen para la perpetración de delitos comunes, declarando que el criminal jamás podrá tener cabida en sus filas. Y protestó contra la confusión de nuestra organización pública, legal y revolucionaria, con otras organizaciones, o más bien pandillas, cuyos fines son censurables.

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 08 Jun 2013, 08:44

Jorge. escribió:No obstante, siempre me pareció increible que el resto de federaciones no apoyaran a los andaluces... Con tan peregrinos argumentos. Me refiero a esto que le leí a Nettlau, y que creo que en el Proletariado Militante no viene
El segundo tomo de El Proletariado Militante acaba justo con la celebración del II Congreso de la FTRE en Sevilla (de hecho el último documento que inserta Lorenzo en su obra es la declaración de la Comisión desvinculándose de los “ilegalistas”). Tengamos en cuenta que entonces Lorenzo, por sus enfrentamientos con Viñas, y la caída en desgracia del primero en Barcelona a causa de este mismo conflicto, llevaba unos 3 o 4 años (según él mismo dice) ajeno a los medios obreros, estudiando y preparándose para tiempos mejores. De los intríngulis de la FTRE en sus inicios conoce lo leído y relatado más que lo vivido. Los años le impidieron desarrollar el tercer volumen, tal y como tenía pensado.

Sin embargo, la documentación que aporta sobre el Congreso de Sevilla es vital, pues fue un Congreso muy interesante (que no afortunado). Aunque hay que conocer un poco de historia libertaria para identificar a los personajes. Es en este Congreso donde por primera vez Miguel Rubio defiende las tesis Anarco comunistas (desarrolladas por sí mismo, y sin tener idea de las propuestas de Kropotkin y compañía), y que Oteiza despacha en su crónica con un lacónico: “El segundo turno lo consumió el delegado de Montejaque, que impugnó algunos de los conceptos expuestos por el delegado de Barcelona, manifestándose partidario de las ideas comunistas”. Y donde se comete el terrible error histórico de expulsar a todos los miembros relacionados con actividades “insurreccionales y delincuenciales” (entre ellos Morago) y de desentenderse y negar toda solidaridad a las víctimas del proceso de la ficticia Mano Negra.

He aquí la declaración de la Comisión rescatada por Lorenzo:
DECLARACIÓN

Cuando en España el Partido Republicano era el más radical, la prensa monárquica, pretendiendo deshonrar a la República, consideraba a muchos criminales como republicanos. Hoy, monárquicos y republicanos, conservadores unos y otros del inicuo orden social presente, se han unido, para que sus escritores asalariados lancen todo género de calumnias en contra de los socialistas, y muchísimos actos hijos de la miseria, que su egoísmo y explotación producen, siempre según dichos asalariados, son socialistas los que los llevan a cabo. Los sucesos de Córdoba, de Jerez y de otras localidades, han demostrado perfectamente que si los trabajadores hambrientos han arrebatado el pan o los comestibles para no morirse de hambre, no lo han verificado porque ningún periódico, comité, consejo o comisión socialista les haya aconsejado tales actos.

Conste, pues, que si los trabajadores anárquico-colectivistas aspiramos a la abolición de los Estados político-jurídicos actualmente existentes y a la transformación de la propiedad individual de la tierra y de los instrumentos de trabajo, en propiedad colectiva lo efectuaremos cuando tengamos medios y poder para verificarlo por medio de la Revolución social; y no queremos, ni podemos, ni debemos hacer propaganda en pro de tan grande y justa transformación, ni por el robo, ni por el secuestro, ni por el asesinato. El que roba, siempre será un ladrón; el que secuestra, un secuestrador y el que asesina un asesino; lo mismo en la sociedad presente que en la del porvenir.
En el seno de la Federación de trabajadores de la región española no caben ni existen ladrones, secuestradores ni asesinos.


Conste así a los poderes públicos y sirva esta declaración de solemne mentís a) la venal e hipócrita prensa burguesa que, con sus falsas delaciones, trata de manchar con su asquerosa baba a los hombres que, por ser proletarios somos honrados, dignos y revolucionarios.

Esta declaración que hace dos meses publicamos, no ha sido rechazada por ninguna de las 270 federaciones locales, ni por ninguna de las 836 Secciones, ni por ninguno de los 70.000 trabajadores que instituyen la Federación de trabajadores de la región española.
Nosotros nos hemos organizado con el mismo derecho que se han organizado todos los partidos políticos. Ellos se organizan para la conquista del poder político, y nosotros para abolir todos los poderes autoritarios.

Somos anarquistas, porque queremos el libre ejercicio de todos los derechos, y como éstos son ilegislables, no es necesario ningún poder para legislarlos y reglamentarlos.
Somos colectivistas, porque queremos que cada productor perciba el producto íntegro de su trabajo y no existan hombres que se mueran de hambre trabajando, y otros que sin trabajar vivan en la holganza y encenagados en la corrupción y en el vicio.
Y somos partidarios del grande y fecundo principio federativo, porque creemos que es indispensable para la práctica de los grandes y justos principios anárquico-colectivistas, la Federación económica; la libre federación universal de las libres asociaciones de trabajadores agrícolas e industriales.

Estas ideas que, en nuestro concepto, son las únicas que pueden regenerar a la humanidad entera, se han propagado en más de cien mil volúmenes, en cerca de dos millones de ejemplares de nuestros periódicos, en veintitrés congresos y en miles de asambleas públicas; y tan correcta ha sido nuestra conducta, que a pesar del odio que la burguesía nos profesa, no ha encontrado pretexto alguno para proferir contra ningún federado, ninguna pena aflictiva por la propaganda de nuestros principios.

Si hoy, en presencia del fecundo desarrollo de nuestra organización, y ante el temor de perder, en tiempo tal vez no muy lejano, irritantes e injustos privilegios, se pretende deshonrarnos para cubrir las apariencias de brutales persecuciones e injustas medidas excepcionales en contra de nuestra gran Federación de trabajadores, es necesario que no ignoren que su trama es demasiado burda y que su inmortal juego está descubierto; y conste una vez más, que nuestra Federación nunca ha sido partidaria del robo, ni del incendio, ni del secuestro, ni del asesinato; sepan también que no hemos sostenido ni sostenemos relaciones con lo que llaman Mano negra, ni con la Mano blanca, ni con ninguna asociación secreta que tenga por objeto la perpetración de delitos comunes.

Nosotros, al rechazar toda solidaridad con los que hayan cometido o puedan cometer hechos criminales, nos hacemos solidarios y aceptamos toda la responsabilidad de nuestros actos en la propaganda del socialismo revolucionario o de las ideas anárquico-colectivistas.

Tenemos el derecho de pedir a la prensa que cese en su indigna campaña y en sus lamentables confusiones, como tenemos el derecho de perseverar en nuestros propósitos justos, legales y revolucionarios mientras que por una ley no se reproduzca la irritante e injusta teoría de los partidarios legales e ilegales.

Firmes en nuestro derecho y convencidos de la bondad de la gran causa que defiende nuestra importante Federación, creemos que ningún federado dejara de cumplir con su deber y que todos propagaremos en pro de las ideas que han de emancipar al proletariado por medio de la más justa y de la más grande de las revoluciones; de la inevitable Revolución social, ineludible en su día por las leyes del Progreso.

A todos los amantes de la Verdad, de la Justicia y de la Moral, deseamos Salud, Anarquía, Federación y Colectivismo.

La Comisión Federal española.
Marzo de 1883.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 08 Jun 2013, 09:18

Plaza_Olmedo escribió: [...] a Morago lo expulsaron por falsificar dinero, no por anarquista ni manonegrero.
Creo que la afirmación de Nettlau no hace más que describir una realidad. Lo que se deja entrever es que a Morago se le expulsa por “ilegalista”, según la Comisión por “delincuente común”, por “ladrón” (justo los mismos cargos que se le acachaban, además de incendio, asesinato, sabotaje, etc., a los procesados en el montaje de la Mano Negra: bandidaje, asalto de caminos, robo en cortijos, etc.), y esto encaja lógicamente, y siguiendo la retórica de la Comisión, con la falsificación de moneda. Entrar en el uso que daba Morago a lo falsificado es un absurdo (aunque conociendo su trayectoria nadie tendría por qué descartar que tuviera una labor social), que sólo nos lleva a un debate moral sobre política ficción: repartirlo sería más loable que quedárselo, pero en ningún caso admito que ningún código, sea el de la FTRE o el de la justicia ordinaria, tenga potestad para juzgar si es correcto o incorrecto violentar el monopolio del Estado sobre la emisión de esa abstracción que de por sí supone el papel moneda.

En caso contrario, ¿qué sería de nuestro Lucio? La función social/solidaria de una acción le otorga desde luego otra dimensión, la dignifica; pero no nos confiere la potestad de enjuiciar, condenar y perseguir la contraria.

Creo que decir que la FTRE expulsó a Morago por ilegalista no desmiente la afirmación de que se le expulsó por falsificar moneda. Por “demasiado anarquista” para los que creían que se podían conjugar en una misma frase “propósitos revolucionarios y legales” (ya decía Mauricius que la revolución no es más que un acto de Ilegalismo en masa).
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Plaza_Olmedo » 08 Jun 2013, 13:56

Pero si yo no decía el contrario, simplemente la conexión me parecía un tanto tendenciosa, ya que conecta tres hechos infiriendo una relación de causalidad, lo cual no implica ningún juicio de valor hacía Morago.

Sin ánimo de desviar el tema. La actitud de la FTRE hacía la Mano Negra es probablemente uno de los episodios más tristes del anarquismo hispano. Ahora bien, juzgarlo así descontextualizado sirve de poco para comprenderlo. En 1882, los sindicatos eran "tolerados" por la autoridad, ya que no existía aún una Ley de Asociaciones en la cual ampararse minimamente. El caso de la Mano Negra fue un ataque directo a la FTRE que sin desvincularse totalmente hubiese sido ilegalizada. Pero además, para el sector anarco-colectivista catalán, la organización no era un medio, sino que un fin, ya que la revolución vendría de su más perfecto desarrollo a nivel internacional. Dicho esto, sobraban, por decir un eufemismo, muchos de los calificativos que se les aplicaron.

Ahora bien, quitando la infame retirada de la solidaridad, ¿estaban tan equivocados en su análisis? El ilegalismo y la propaganda por el hecho terminaron cargándose al anarquismo y al movimiento obrero organizado en la década de los '90. Será sólo la torpeza del Estado y su represión desproporcionada lo que le dará una segunda oportunidad al anarquismo en España.
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Jorge. » 08 Jun 2013, 14:15

Plaza_Olmedo escribió:Ahora bien, quitando la infame retirada de la solidaridad, ¿estaban tan equivocados en su análisis? El ilegalismo y la propaganda por el hecho terminaron cargándose al anarquismo y al movimiento obrero organizado en la década de los '90. Será sólo la torpeza del Estado y su represión desproporcionada lo que le dará una segunda oportunidad al anarquismo en España.
Lo mismo hubiera bastado con un "no soy de esa opinión". Es que ahí daban por buenas todas las acusaciones, cuando lo que iban los policías y señoritos era por los sindicalistas de las sociedades obreras. Creo recordar que los ejecutados, eran personas señaladas por su militancia. No ponebombas ni quemacosechas. Sería el contexto de la época. No lo sé.

Al final la condena no salvó la FTRE y sus sociedades de resistencia.

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Plaza_Olmedo » 08 Jun 2013, 14:50

Jorge. escribió:Lo mismo hubiera bastado con un "no soy de esa opinión". Es que ahí daban por buenas todas las acusaciones, cuando lo que iban los policías y señoritos era por los sindicalistas de las sociedades obreras. Creo recordar que los ejecutados, eran personas señaladas por su militancia. No ponebombas ni quemacosechas. Sería el contexto de la época. No lo sé.
Es que yo diría que sí que eran de esa opinión. En el fondo, cuando decimos "Comisión Federal" estamos ablando de los anarco-colectivistas catalanes (y madrileños), obreros ilustrados, urbanitas, oficiales cualificados y con condiciones de trabajo no tan malas considerando de la época. En fin, un grupo que era incapaz de comprender la realidad agraria andaluza. La historia de la Mano Negra, como dice Clara E. Lida, es en el fondo el drama de una clase jornalera andaluza hostigada por los de arriba y abandonada por los de abajo.

Otra cosa es que la necesidad de exteriorizar dicha opinión (que leyendo ni tan entre líneas, va dirigida a jueces, autoridades y prensa, no a la opinión pública ni resto del movimiento obrero) fuese dictada por el deseo de evitar el chaparrón represivo generalizado y la vuelta a la clandestinidad.

Ahora bien, también es cierto que la Mano Negra y todo lo que venimos diciendo se inseta dentro de las pugnas anarcocomunismo/anarcocolectivismo, y legalismo/ilegalismo, a eso me refería.
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por Jorge. » 08 Jun 2013, 14:57

Plaza_Olmedo escribió:Es que yo diría que sí que eran de esa opinión.
A mí también me dio la impresión de que realmente se creyeron por conveniencia o por credulidad o por lo que fuere, toda la ristra de acusaciones.

De todas maneras, si podéis informar un poco del asunto, porque yo la idea que tengo de las lecturas de hace la tira, es que el suceso manonegril tuvo poco que ver con pugnas de ideas de colectivistas y comunistas, y mucho más con el deseo de los señoritos andaluces, de liquidar a los líderes y organizaciones del movimiento obrero.

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 09 Jun 2013, 14:40

Plaza_Olmedo escribió: Ahora bien, quitando la infame retirada de la solidaridad, ¿estaban tan equivocados en su análisis? El ilegalismo y la propaganda por el hecho terminaron cargándose al anarquismo y al movimiento obrero organizado en la década de los '90. Será sólo la torpeza del Estado y su represión desproporcionada lo que le dará una segunda oportunidad al anarquismo en España.
Plaza_Olmedo escribió:Ahora bien, también es cierto que la Mano Negra y todo lo que venimos diciendo se inseta dentro de las pugnas anarcocomunismo/anarcocolectivismo, y legalismo/ilegalismo, a eso me refería.
Jorge. escribió:De todas maneras, si podéis informar un poco del asunto, porque yo la idea que tengo de las lecturas de hace la tira, es que el suceso manonegril tuvo poco que ver con pugnas de ideas de colectivistas y comunistas, y mucho más con el deseo de los señoritos andaluces, de liquidar a los líderes y organizaciones del movimiento obrero.
La intuición de Jorge. es correcta. Voy a intentar hacer una pequeña exposición histórica que lo aclare más.

El conflicto colectivismo/comunismo es posterior. Como todos sabemos el colectivismo es la respuesta de Bakunin al mutualismo de Proudhon (Bakunin no desarrolló en demasía los aspectos económicos de su teoría) y es una teoría, salvo en el Estado español y con algunas excepciones (por ejemplo en Alemania y Norteamérica con Johann Most [finalmente pasado al Anarco comunismo]) que declina con la muerte del propio Bakunin. El comunismo anarquista (obviando sus emanaciones primitivas, su primera formulación razonada a cargo de Godwin y la importante aportación de Coeurderoy y sobretodo Déjacque a mitad del siglo XIX) se articula desde 1876 (año de la muerte de Bakunin) a través de una publicación ginebrina (Aux Travailleurs manuels partisans de l´action politique) publicada por Dumartheray (el contacto de Kropotkin con él y Herzig fue lo que lo convirtió al autor de La Conquista del Pan al comunismo) y una conferencia del mismo año de Reclús. A la terna se uniría también Cafiero.

Mientras la mayoría de teóricos de “enjundia” se pasaban al Comunismo libertario eso aquí, sumidos en la clandestinidad, se ignoraba. Como comento en anteriores intervenciones, la primera formulación comunista libertaria que se hace en el Estado español la hace, en ese mismo II Congreso de la FTRE en Sevilla (en el que se condena a la Mano Negra), el delegado de Montejaque, un trabajador manual (zapatero) llamado Miguel Rubio que, como le confiesa a Urales (La Evolución de la Filosofía en España [1900-1902], obra cumbre para entender el Anarquismo ibérico, y que en nuestros medios se ignora por una absurda animadversión al Montseny), llegó a la conclusión comunista leyendo los estatus de la I Internacional y de la Alianza, pues para él el “todos para unos y unos para todos” conducía necesariamente al comunismo. Un interesante caso de “teoría de abajo” y a golpe de remache y remiendo.

Después de eso, y por otra vía distinta a la desarrollada en Sevilla por Rubio, arriba a Barcelona (1886-1892), al popular barrio de Gracia, otra manifestación de la corriente comunista libertaria, esta vez sí de influencia europea y embebida de las ideas kropotkianas. Este comunismo libertario surge de la confluencia entre Paolo Schichi, Paul Bernard y otros con elementos locales como Martí Borràs y Emili Hugas. Juntos sacan periódicos como La Justicia Humana, El Porvenir Anarquista y Tierra y Libertad (como oyen. Generalmente suele creerse que Tierra y Libertad, actual órgano de expresión de la FAI, fue obra de Urales y familia, la verdad, y este es un dato poco conocido, es que buscando la creación de un periódico más “popular” y volcado al trabajo que la Revista Blanca, Urales rescató el Tierra y Libertad de su amigo, internacionalista de primera hora, Martí Borràs). Es a través de estas publicaciones cuando por primera vez se establece una verdadera confrontación entre comunistas y colectivistas. El comunismo anárquico defendido por Borràs, Hugas y Schichi era un comunismo individualista, defensor de la máxima autonomía, y opuesto a toda concesión legalista*.

Es decir, que la insolidaridad con los procesados se dio antes de que hubiera cuita alguna entre Colectivistas y Comunistas (por entonces sólo representado en el Estado por Rubio).

Sobre lo de que “el Ilegalismo y la propaganda por el hecho terminaron cargándose el anarquismo”, creo que hay que saber ser selectivos en nuestros análisis y no tomar la parte por el todo. En primer lugar hay que saber diferenciar entre “ilegalismo” y “propaganda por el hecho”. Lo primero no excede del sabotaje y el boicot, y en ocasiones de eso que tanta fama dio a los Durruti y Sabaté y que hoy, si es en referencia a ellos, nadie cuestiona: la expropiación. La “propaganda por el hecho”, y ya podía clamar la llamada Internacional Negra, e invitar a practicarla todas las proclamas de Paul Brousse y Kropotkin (sí, en su primera etapa Kropotkin promocionaba valerse de “todo” [veneno y puñal incluido] salvo de la legalidad. Brousse acabaría siendo el padre del posibilismo y pasándose a la actividad parlamentaria), que no respondía nunca a una línea teórica. Puede haber mucha literatura al respecto, pero existe un abismo insalvable entre los que la predicaban y sus motivos, y entre quienes las practicaban y sus móviles.

Cuando el proceso de la Mano Negra (82-84) no existe la “propaganda por el hecho” en el Estado español (tampoco en el resto del mundo) más que como concepto (es una frase de Bakunin que sólo hace referencia a “predicar con el ejemplo”). Antes de eso ya los Carlistas habían sacado periódicos como El Petróleo y Los Descamisados: que hacían pasar por anarquistas. La portada del primero decía:: “¡900.000 cabezas!” y su programa era: “Nosotros los desheredados, la plebe, los harapientos, la escoria, la inmundicia de la sociedad; nosotros que no tenemos sentimientos, ni educación, ni vergüenza, declaramos que hemos llegado al fondo de la miseria y la hora de nuestro triunfo va a sonar… La Anarquía es nuestra única fórmula, Todo para todos, desde el poder a la mujeres… Pero primero ha de llegar un temible, un extraordinario baño de sangre”.

Había una represión, criminalización y persecución previa a cualquier actividad “terrorista”.

En 1886, cuando la ejecución de los Mártires de Chicago, es cuando empieza a contemplarse que la gota que iba a rebozar el vaso estaba a punto de caer. Un estudio de los propagandistas por el hecho más conocidos nos permitirá entender que prácticamente nunca (salvo casos de enfermedad mental como Lucheni) actuaron sin que hubiera una masacre o abuso previo al que responder. Ravachol en respuesta a la sangría que provocó la policía en la manifestación del 1º de Mayo en Fourmies (más de una decena de muertos, y una infinidad de heridos, detenidos y torturados). Vaillant, Henry y Caserio en respuesta a la muerte consecutiva de los anteriores. Angiolillo por las monstruosidades de Montjuïc. Bresci por la masacre de manifestantes ante el Palacio Real. De los citados, no hay uno que no haya tenido una vida miserable (abandonados, madres solteras marginadas, pobreza endémica, padres trastornados y condenados por “rojos”, ellos mismos víctimas de enfermedades –por causas económico/sociales– de todo tipo [pelagra, tuberculosis], abusos, etc.).

El Estado, con su maquinaria propagandística, supo bien cómo tergiversar la situación, y hasta el día de hoy unos actos producidos por la desesperación y amamantados por la propia represión, nos siguen pesando y suponiendo una “macula”. Por desgracia, esto se produce con nuestra colaboración, pues nuestro desconocimiento nos mueve a dar por buena la versión oficial. Conociendo las causas de un fenómeno podremos desbaratar todo el edificio de maledicencia que se construye sobre sus efectos.



*Todos serían enjuiciados por una bomba puesta en la Plaza Real (que no causó víctimas) supuestamente en respuesta a las últimas ejecuciones de anarquistas (hechos de La Alameda). En el Castillo Maldito se violó a la compañera de Bernard hasta la muerte. Borràs volvería ser detenido en 1893, cuando el atentado de Pallàs a Martinez Campos. En prisión se produce el atentado de Santiagho Salvador al Liceo. Borràs, sordo, con 48 años, incapaz de seguir soportando las torturas, se quita la vida ingiriendo azufre.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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almendruco
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por almendruco » 12 Jun 2013, 15:14

Interesante y formativo debate, compañeros.

Permitirme, si no desvía del hilo , un par de preguntas:

Este Borras que mencionáis ¿fue compañero de Francisca Saperas?

Y por otra parte hace tiempo, en tertulia , se comentó que antes de la llegada de Fanellí ya se realizó una gira de introducción de la Internacional por la zona de Catalunya y Levante. Con desautorizaciones a algún delegado que venía de un congreso internacional , en fin que no podría daros detalles, pero que vamos que pese a que la Internacional "entró" por Madrid , parece ser que en Catalunya ya se había trabajado también esto. ¿podéis aportarnos algún comentario?

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El Errabundo
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 14 Jul 2013, 05:33

almendruco escribió:Este Borras que mencionáis ¿fue compañero de Francisca Saperas
Sí, efectivamente.
almendruco escribió:Y por otra parte hace tiempo, en tertulia , se comentó que antes de la llegada de Fanellí ya se realizó una gira de introducción de la Internacional por la zona de Catalunya y Levante. Con desautorizaciones a algún delegado que venía de un congreso internacional , en fin que no podría daros detalles, pero que vamos que pese a que la Internacional "entró" por Madrid , parece ser que en Catalunya ya se había trabajado también esto. ¿podéis aportarnos algún comentario?
Ciertamente la Internacional se introdujo primero en Barcelona, pero, según los datos que yo tengo (especialmente útil es el libro de Nettlau Bakunin, La Internacional y la Alianza en España, 1868-1873) fue también vía Fanelli. Ciertamente creo que sobre este respecto se ha generado una confusión. A ver si la aclaramos.

En octubre del 68 llega Fanelli a Barcelona con el encargo de ponerse en contacto con los amigos republicanos de Elías Reclús (el hermano de Eliseo). Allí estos amigos le dan cobijo, pero están muy poco interesados por la Internacional (en Madrid paso algo parecido con el viejo fourierista Fernando Garrido, que también conocía la Internacional, y era amigo de Bakunin. No obstante, cuando la internacional se asentó en Madrid hizo una campaña de desprestigio, como nos cuenta Anselmo Lorenzo en el Proletariado Militante. Le gustaba la Internacional como concepto no como realidad). Fanelli se pone entonces en contacto con “los trabajadores más avanzados” (como los llama Nettlau). Entre ellos están Farga Pellicer y Gaspar Sentiñón. Son éstos los que constituirán el primer núcleo de la Internacional en la península.

Después de esto, en enero del 69, es cuando Fanelli marcha a Madrid y conoce a Morago, Lorenzo y compañía. Allí la Internacional, gracias a la actividad de Morago, causó más "revuelo" e impacto mediático.

La situación de Fanelli en Barcelona fue complicada pues, aunque a la larga Pellicer y Sentiñón desarrollarían una gran actividad (de hecho, hasta que detienen a Sentiñón y, como consecuencia, abandona el Anarquismo, son Pellicer y Sentiñon los principales contactos de Bakunin en la península. En Madrid sólo contaba con Morago. Después también establecería contacto con Viñas), la acogida en los círculos obreros fue más fría de lo que esperaba, y sus ataques al quietismo de los republicanos hizo que Elías se sintiera realmente ofendido y rompiera relaciones con él (políticamente también con Bakunin).

En ambos sitios, y según las cartas de Bakunin que cita Nettlau (op.cit.) “Beppo” (Fanelli) se equivocó cuando entregó los estatutos de la Internacional y la Alianza a los barceloneses y madrileños y, en vez de contarles que eran dos organizaciones diferentes, les hizo creer, por error, que eran la misma.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por El Errabundo » 15 Jul 2013, 15:01

Releyendo el libro de Nettlau sobre la Internacional y la Alianza en España, encuentro algún que otro dato curioso que a lo mejor también es motivo de esa confusión.

Omitiendo el hecho de que parece que casi desde el comienzo de la AIT se ha comentado la presencia de algún español en el organismo, casi siempre a título individual, sin que Nettlau pudiera comprobarlo; lo más interesante es cómo se desarrolló el envío de emisarios a la península por indicación de Bakunin (lo de Marx, Engels y Lafargue, sin más motivación que contrarrestar la influencia de Fanelli, es otro cantar). Según parece el primer enviado que Bakunin tenía pensado era Reclús (Eliseo), pero éste desistió. Entonces Bakunin pensó en su hermano Elías, que efectivamente fue (de ahí sus contactos republicanos), pero Elías parecía más interesado “en el estudio y el periodismo” (cito textualmente) que en la política. También en misión de la Alianza fue el francés David Rey pero, como en el caso de Elías, tampoco hizo propaganda revolucionaria. Después de intentarlo con otro italiano, Alberto Tucci, que declinó el ofrecimiento, fue cuando se lo propuso a Fanelli, el único que acudió a Barcelona y Madrid con la idea de crear secciones de la AIT y la Alianza.

Ahora bien, ¿alguien sabe cuál era la principal motivación de Bakunin cuando ofreció a Fanelli ir a la península ibérica, por encima de la misión internacionalista? Según Nettlau, y con la correspondencia de Bakunin en la mano: atracar una caja de caudales para sufragar a la Alianza y el movimiento revolucionario. Fanelli, aunque antiguo garibaldino (es decir “hombre de acción”), prefirió optar exclusivamente por la propaganda. De ahí nace la AIT en el Estado español.
"Me asombraba la estupidez de mi especie que no se alzaba como un solo hombre y se sacudía unas cadenas tan ignominiosas y una miseria tan insoportable. En cuanto a mí, decidí, –y jamás he desviado el pensamiento de esta decisión– zafarme de esa odiosa situación, y no asumir jamás ni el papel de opresor ni el de oprimido".

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parco
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Re: Tomás González Morago. Demasiada luz para la caverna.

Mensaje por parco » 20 Jul 2013, 01:15

Carta de Bakunin a Tómas González Morago

A Paulo, [González Morago (1)] Este 21 de mayo de 1872, Locarno [Suiza].
Estimado Hermano. Tengo el derecho de llamarle con este nombre [ilegible] primero como uno de los más antiguos hermanos fundadores de la Alianza, y luego como el amigo más intimo, el verdadero hermano del que llamamos Christophe [Fanelli] y que, mandado por nosotros, vino a fines de octubre de 1861 [1868] de Ginebra a España, y fue en realidad el primer fundador tanto de la Internacional como de la Alianza, primero en Madrid, más tarde en Barcelona.

Si usted ha oído hablar mal de mí, y sé que la camarilla autoritaria y gubernamental, diré muy simplemente reaccionaria de Marx, aprovechando de su posición oficial en el Consejo General de Londres y de los medios de propaganda que la Internacional le da [si bien (2)] no para intrigar contra sus adversarios y en favor de esa dictadura que ambiciona y codicia, sé, digo que esa camarilla me está calumniando del modo más injurioso, a mí y a mis amigos, al fin a cuantos no quieren aceptar ni su sistema ni su dictadura; propagando en cuanto a sus personas las mentiras más odiosas y más ridículas, no sólo en España, sino en todos los otros países. Sé que el señor Lafargue, yerno de Marx y Comisario Extraordinario en España, al parecer mandado allá para sembrar la discordia y la desorganización en la región española, sé que él me presentó a los compañeros españoles bajo los colores más sombríos. Pero tengo tan alta [idea] del buen sentido de usted, de su instinto revolucionario, de su entrega impersonal a [ilegible] nuestro gran principio y a nuestra gran causa, su justicia al fin y su perspicacia, [que espero] que usted entendió que aquellos hombres a quienes injurian señores como Lafargue y como los protectores y directores de Lafargue, no pueden ser malos. Por fin, si necesito todavía una recomendación cerca de usted, tengo la seguridad de que los amigos que le remitirán esta carta y en quienes usted debe depositar su confianza, no me negarán la suya. Le voy pues a hablar con toda la confianza y con toda la autoridad de un [ilegible] hermano.
Una muy triste noticia nos llegó: la Alianza en Madrid como en Barcelona se está disolviendo, y en parte ya está disuelta. Consideramos esta disolución como una gran desgracia, desde el punto de vista de la solidaridad revolucionaria de todos los países, y son grandes culpables quienes fueron la causa de esta disolución y de la publicación de los secretos de la Alianza, de su misma existencia que debe quedar secreta e invisible siempre; y ninguno de nosotros podría traicionarla sin deshonorarse y sin violar el supremo deber que nos comprometimos mutuamente cumplir.

Mas no es para expresar inútiles quejas que le escribo esta carta, estimado hermano;,es para decirle que los verdaderos culpables, quienes traicionaron a la Alianza por maldad y por una incurable debilidad deben ser alejados de ella para siempre, y los buenos, los enérgicos, los inteligentes, los dedicados, los cuidadosos, los impersonales, quienes no buscan su gloria sino el triunfo de la revolución, quienes son capaces de anular su individualidad en el pensamiento y en la acción colectiva, los apasionados hasta la muerte y al mismo tiempo los discretos, estos deben reconstituir la Alianza, imponiéndose una ley suprema: la de admitir únicamente a hombres muy serios, tanto desde el punto de vista de la inteligencia como de la pasión revolucionaria, y sobre todo desde el punto de vista del carácter templado.

En ese plano la disolución que tuvo lugar en algunos centros de España puede considerarse de algún modo como afortunada, puesto que permite que se reconstituya la Alianza en su país sobre nuevas bases, mucho más serias que antes. Dado que sus grupos se pudieron disolver, es una prueba que fueron reclutados con demasiada ligereza y mal conformados. Le propongo pues adoptar en adelante e imponerse una regla que pasó en la práctica de los grupos de la Alianza de todos los países y cuyos efectos benéficos sienten cada día estos grupos. Esta regla es que cada grupo, cada sección de grupos sólo reciba en adelante en su seno por unanimidad a un miembro nuevo, nunca con la única mayoría de votos, o sea de todos los miembros que integren esta sección o este grupo. Si son nada más que dos, [ilegible] ustedes sólo deben aceptar a un tercero si ambos están perfectamente de acuerdo e igualmente convencidos de la utilidad, de la inteligencia, la entrega, energía y discreción que les aportará. Y para esta elección, nunca deben dejarse dirigir por ninguna otra consideración que el único programa de la Alianza, la concordancia perfecta de sus sentimientos e ideas con ese programa, y su capacidad real de servirles con energía, con discreción y con constancia y prudencia, y su capacidad sobre todo de renunciar para siempre jamás a cualquier iniciativa individual aislada, subordinando siempre su propia acción a la voluntad colectiva, capacidad que los vanidosos y ambiciosos nunca tienen. En efecto, lo que buscan a menudo sin sospecharlo ellos mismos, buscándolo en cuantas colectividades ya sea públicas ya sea secretas que encuentren, es un pedestal para sí mismos, un estribo para su vanagloria o ascenso personal. Por esto, nos impusimos esta ley de no recibir nunca en nuestro sanctasanctórum, en nuestra intimidad y fraternidad colectiva a ningún ambicioso ni a ningún vanidoso, por conformes que sean sus ideas y sus tendencias apasionadas con las nuestras, por inteligentes y cuerdos que sean y por grande que podría ser la utilidad que sus relaciones e influencia en el mundo pudieran aportarnos. Antes quisiéramos prescindir de ellas que recibirlas entre nosotros, por la certeza que la ambición o la vanidad de ellos no dejarían de sembrar entre nosotros, tarde o temprano, los gérmenes de la división y de la desorganización. Ellos desearían convertirse en jefes, directores, amos, y no reconocemos a ninguno entre nosotros y ni como socialistas revolucionarios los debemos reconocer. Puede y debe ser nuestro quien sea capaz de sumergirse individual y completamente en la solidaridad fraterna y en la acción colectiva de los aliados, no para ser un esclavo, sino al contrario para templarse y encontrarse fuerte, libre, inteligente, por la fuerza, por la libertad, por la inteligencia y por la asistencia siempre activa y por todas partes presente de todos.

Nuestro objetivo es crear una colectividad revolucionaria poderosa pero siempre invisible; una colectividad que debe preparar la revolución y dirigirla, pero que nunca, aún en plena revolución, ocupará [el lugar de la misma], ni ninguno de sus miembros una posición oficial cualquiera, pública o gubernamental, puesto que no tiene otra finalidad que derrocar todos les gobiernos y hacer que se vuelvan para siempre y por doquier imposibles, dejando al movimiento revolucionario de las masas su pleno desarrollo y a su organización social, desde abajo hacia arriba, por la vía de la federación espontánea, la libertad más absoluta. Pero ella estará velando siempre porque ese movimiento y esa organización no puedan nunca reconstituir autoridades, gobiernos, Estados, y combatiendo todas las ambiciones tanto colectivas (camarillas del tipo de la de Marx) como individuales con la influencia natural, nunca oficial, de todos los miembros de nuestra Alianza, desparramados por todos los países, y poderosos únicamente por su acción solidaria y por la unidad del programa y las finalidades que tienen que existir siempre entre ambos.
Ustedes entienden ahora que para ser un digno miembro de la Alianza, es preciso tener mucho carácter y una seria pasión revolucionaria, con el diablo en el cuerpo ante todo, y luego hay que haber renunciado absolutamente y para siempre a cualquier interés, vanidad, ambición, carrera y gloria individual. ¿Se siente usted capaz de esto? Entonces denos la mano.

Tengo amigos muy queridos, a quienes quiero desde lo profundo de mi corazón, que estimo mucho como hombres privados o incluso públicos, pero a quienes nunca aceptaría como miembros de la Alianza; porque les falta ya sea una, ya sea las condiciones que acabo de enumerar. En cuanto a los ambiciosos y vanidosos, los hay que nos pueden prestar grandes servicios, y hay que saber utilizarles. ¿Pero sabe usted cómo? Ejerciendo sobre ellos la influencia deseada por tal o tal de nuestros hermanos que haya recibido la misión especial de atenderles, formar incluso con ellos, de ser necesario, alguna organización ya sea pública ya sea secreta; organización que ellos llevarán y dirigirán en realidad, subordinándola de hecho a la Alianza, pero en la que aparentarán jugar un papel subordinado bajo la dirección de los vanidosos y ambiciosos, algo sumamente difícil, que muy pocos hombres son capaces de hacer. Y por lo tanto sólo se tendrá que llevar a cabo en los casos más raros, más extraordinarios, y cuando de veras valga la pena y cuando tengamos hombres realmente capaces de jugar, sin desmoralizarse ellos mismos, ese doble papel.

Para ejercer una acción útil sobre los ambiciosos y los vanidosos influyentes, brillantes y poderosos, ya sea por su posición, ya sea por sus talentos, sólo existe un medio seguro: dejarles siempre la apariencia de la iniciativa, el honor de la invención, el rol brillante y glorioso, reservando no para sí, sino para la Alianza en su totalidad, la realidad de la acción y de la fuerza. Suele ser un buen método, y al mismo tiempo una excelente práctica para la virtud de la abnegación personal, el persuadir a la gente a la que se inspiró una buena idea, que ella la inventó y que usted la recibió de ella. Pero se lo repito, todo eso es sumamente difícil y podrá practicarse sin peligro únicamente dentro de un grupo que se constituyó tan fuertemente y se moralizó a sí mismo, que ya no tiene más que temer ni para su propia moralidad ni para la de ninguno de sus miembros. Y la primera condición de esa moralidad de cada uno y de todos, es 4 la completa transparencia de cada uno para todos, transparencia que abarca tanto la vida privada como pública de todos. Es necesario que todos los aliados, sea lo que sea el grado de organización en que estén, todos los que se conocen por lo menos y que deben vivir, pensar y actuar juntos, siempre en común, es necesario que se hagan realmente hermanos, teniendo todos fe y confianza en cada uno y cada uno en todos. Únicamente se puede lograr con una verdadera y continua práctica de la acción colectiva. Al principio, ya se puede prometer y tener la muy seria intención de conseguirlo, pero sólo se llega a serlo por ese ejercicio cotidiano de la colectividad, ejercicio por el que nos acostumbramos de un lado a conocernos y a querernos y confiar uno en el otro y apoyarnos uno a otro, y por otro lado a pensar y actuar únicamente juntos. Cada uno trae a la colectividad lo mejor que tiene como pensamiento, de modo que una vez expresado un pensamiento por el individuo y aceptado por la colectividad, se haga enseguida un pensamiento, no suyo sino colectivo. Inflexibles para cuanto se relaciona con nuestro principio, nuestra ley suprema, nuestra moralidad, la transparencia y la solidaridad mutua en todas las empresas y acciones; inflexibles para cuanto afecte al interés común de la Alianza, debemos ser muy indulgentes los unos para con los demás, en efecto todos, estamos llenos de debilidades, necedades, carencias, defectos en tanto que individuos aislados y por eso mismo reconocemos la necesidad de vivir y obrar colectivamente. Nuestra mente, nuestra fuerza no está en cada uno de nosotros tomado aisladamente, sino en nuestra fraternidad, en nuestro conjunto. Debemos pues perdonarnos mucho, siempre que la Alianza no sufra nunca. Y si encontramos que uno de nuestros hermanos obró mal, jamás debemos propagar chismes a espaldas suyas, tenemos que decírselo ante todos los hermanos, diciéndoselo con fraternidad, sin maldad, sin segundos pensamientos y sin triunfo de vanagloria. Una vez que nos hayamos acostumbrado a observar esta regla suprema, condición absoluta de una fraternidad constante y seria, nos convertiremos en hermanos, y cuando nos hayamos vuelto tales, con nuestro programa que es la más justa y la más completa expresión de los verdaderos, de los más profundos instintos y aspiraciones populares, habremos creado una [unidad] de trabajo de acuerdo a sus capacidades y disposiciones personales, en cuyo seno al fin cada uno se vuelve fuerte con la inteligencia y la potencia solidaria, la moralidad solidaria de todos. Inflexibles para cuanto se vincule a los intereses, al 4572 [programas], y al objetivo supremo del Y, debemos pues ser muy indulgentes los unos para con los otros, si encontramos que uno de nuestros hermanos obró mal, jamás debemos propagar chismes a espaldas suyas, tenemos que decírselo o a solas a él mismo, o de estar en causa el interés del Y., ante todos los otros hermanos, francamente, fraternamente, sin herirle nunca en su dignidad, sin maldad, sin segundo pensamiento vanidoso, sin triunfo de amor propio. Ya habituados a practicar esa regla solidaria, condición seria de una fraternidad real, tendremos el derecho de llamarnos hermanos, y ya vuelto tales hermanos, con nuestro programa que es la fiel expresión de los verdaderos instintos populares, constituiremos una potencia por menguado que sea nuestro número.

Pero para poder comenzar esa práctica de la fraternidad entre nosotros, primero es necesario que hagamos buenas elecciones y no aceptemos a individuos que por una razón u otra son incapaces. Es necesario no engañarse más; y para que nuevos errores en la elección de los hombres se vuelvan muy difíciles, muy escasos, hasta para siempre imposibles, es preciso que todos adoptemos esa ley de la elección por unanimidad. Es evidente que [tal] método hace el reclutamiento muy difícil y la extensión del Y. muy lenta; pero asegura la solidez, la seguridad, el carácter serio, o sea las tres condiciones sin las cuales Y. sólo sería una muy mala y muy peligrosa burla. Por lo demás, como deseamos únicamente una revolución popular, una revolución no sólo a favor del pueblo, sino exclusivamente por el pueblo, nuestro ejército es el pueblo, y sólo necesitamos organizar una plana mayor que le pueda auxiliar a organizarse. No buscaremos por consiguiente el gran número, sino la buena cualidad de los hermanos y la solidez y la sinceridad de su alianza fraterna.

Al ayudarles a ustedes a colocar los primeros cimientos, tanto de A. como de Y. [Alianza] en 7896 [en España], Christophe [Fanelli] cometió una equivocación muy [grave] de organización cuyos efectos están sintiéndose ahora. Confundió la Internacional con la Alianza y de ahí incitó a los amigos 3521 [Españoles], a fundar la Internacional con el programa de la Alianza. A primera vista pudo parecer un gran triunfo; en realidad se está convirtiendo en una causa de confusión y de mala organización para una como para otra.

La Internacional y la Alianza no son de ninguna manera enemigas como quisiera hacerlo creer a todo el mundo la sinagoga del todo marxiana (3) de Londres (4). Al contrario la Alianza es el necesario complemento de la Internacional, complemento sin el cual toda la Internacional, transformada ella misma en una suerte de Estado internacional, monstruoso, con un gobierno muy autoritario, con la dictadura de Marx, se vería convertida, como la camarilla marxiana tiende a serlo evidentemente hoy en día, en un instrumento complaciente para la realización de proyectos ambiciosos y por lo tanto muy contrarios a la emancipación real de las masas populares. Mas la Internacional y la Alianza, si bien apuntan al mismo objetivo final, persiguen al mismo tiempo metas diferentes: una tiene como misión reunir a las masas obreras, a los millones de trabajadores, a través de las diferencias de oficios y países, a través de las fronteras de todos los Estados, en un único cuerpo inmenso y compacto; la otra, la Alianza, tiene como misión dar a esas masas una dirección realmente revolucionaria. Los programas de una y otra, sin ser contrapuesta de ningún modo, son distintos por el mismo grado de su desarrollo respectivo. El de la Internacional, si se lo contempla sólo en serio, contiene en germen, pero únicamente en germen, todo el programa de la Alianza. El programa de la Alianza es la explicación última del de la Internacional.

Si los fundadores de la Internacional hubieran dado a esa gran Asociación una doctrina política, socialista, filosófica, determinada y positiva, habrían cometido una gran equivocación. Habrían fundado una muy pequeña asociación, una secta, no el baluarte del proletariado del mundo entero contra las clases dominantes y explotadoras. ¡Qué idea socialista, política y filosófica sería hoy por hoy capaz de aunar bajo su bandera a millones de proletarios de todos los países! Con una doctrina positiva se llegaría a reunir a lo sumo a algunos millares, ni siquiera. Mazzini dijo: “los intereses dividen, las ideas reúnen.” Que los intereses dividen a los burgueses entre ellos es perfectamente verdadero. Pero no es verdadero que las ideas les unen mucho. En cuanto al proletariado, son al contrario los intereses o antes el único gran interés del pan y de la emancipación, idénticos en todos los países y todos los grados de civilización y desarrollo intelectual y moral, que sólo es capaz de unirlo en una masa compacta. En cuanto a las ideas, como ideas, es decir en tanto que desarrollos teóricos, reconozcámoslo estimado amigo, excepto aquellos muy raros momentos de la historia en que las masas llevadas por la ebullición de las pasiones revolucionaria se elevan hasta ellas, en su vida de cada día, bajo el peso de las privaciones, del trabajo forzado y de sus cotidianas preocupaciones que las agobian, las masas, repito, [son] absolutamente indiferentes para con ellas, cuando no hostiles. No se debe reprochárselo: están mantenidas en una ignorancia rasa, sistemáticamente cultivada por todos los gobiernos en favor de las clases privilegiadas. Están aplastadas por una labor embrutecedora y por el hambre, y pienso que esa indiferencia profunda que muestran hoy por las ideas tanto políticas como filosóficas y su preocupación exclusiva por lo que los idealistas burgueses con su vientre siempre lleno y su querido cuerpo agradablemente mimado, denominan los “viles intereses materiales”. Pienso que esa indiferencia y esa preocupación hoy dominantes entre las masas, lejos de que se les pueda reprochar, deben al contrario considerarse como una prueba de su justo instinto y de su gran buen sentido natural. En efecto la emancipación material o económica es la gran base, la base única y primera de todas sus otras emancipaciones.

El gran mérito de los fundadores de la Internacional y del Congreso de Ginebra (septiembre de 1868) fue el haberlo comprendido y haberlo transformado en la base de todo el programa de nuestra gran Asociación. Si se hubiera puesto en ese programa, el ateísmo, el materialismo, por cierto se habría excluido de la Internacional a millones de trabajadores muy serios, o sea muy agobiados, muy miserables. No es que el pueblo sea realmente religioso; compruebo al contrario con satisfacción, que lo es cada día menos en todos los países; [pero] lo que llama o lo que cree ser su religión, es de un lado el producto de una tradición maquinal, rutinaria, una mala costumbre de su mente colectiva; y más aún, es una protesta instintiva, enérgica, del todo práctica contra las estrecheces y las miserias de su existencia actual. Que la revolución social le abra un amplio horizonte en la tierra y ya no pensará en el cielo. Les masas no son pues realmente religiosas, sino que se imaginan serlo y el ateísmo formulado de modo explicito asusta su imaginación. Otro tanto sucede con las ideas políticas y socialistas reaccionarias que dominan todavía en la imaginación popular. El proletariado por instinto aborrece la autoridad del Estado, la detesta en todas sus manifestaciones posibles, pero de atacar ustedes la Iglesia y el Estado, el proletariado no les comprenderá, e incluso a menudo, se sublevará contra ustedes, por rutina, se aferra a ideas que son contrarias a sus propios instintos. El pueblo está acostumbrado a la Autoridad ya sea de la Iglesia, ya sea del Estado, autoridad de que siempre es la víctima, pero que aprecia, como en muchos matrimonios la mujer con los golpes que le propina su esposo. Es un hábito de esclavo, e infelizmente, las masas conservan todavía no pocos vestigios de esa detestable habitud. Para que se cure, sólo hay un medio: es la revolución social, el verdadero desahogo de las masas. Únicamente entonces comprenderán las masas todas las ideas cuyos gérmenes están incubando en sus instintos, y es entonces cuandoabrazarán con pasión, como fiel expresión de sus propias aspiraciones, todo el programa de la Alianza. Pero impongan ustedes el programa de la Alianza a la Internacional, y la Internacional ya no tendrá en su seno, en toda Europa, más que apenas dos o tres mil miembros. Serán, de verdad, miembros valiosos, los más desenvueltos, los más enérgicos y más sinceros revolucionarios socialistas de Europa. ¿Pero qué son tres mil hombres en presencia de la potencia coaligada de las clases ricas y el Estado, de todos los Estados? Una absoluta impotencia. Esa coalición formidable de la reacción y de la explotación no puede ser quebrada sino por la potencia organizada de las masas, de todos los millones de proletarios, y por supuesto esos millones no aceptarán hoy el programa socialista y filosófico de la Alianza.

Tampoco aceptarán el programa marxiano que amén de su carácter científico y abstracto, presenta aún ese terrible inconveniente de tender a la fundación de nuevos Estados populares, es decir nuevas cárceles y nuevos tutores para el pueblo, cuanto más opresivos que le oprimirán en nombre de la voluntad soberana del pueblo.

Ese programa de comunismo autoritario, esa idea de la emancipación de las masas y de la organización de la justicia y de la Igualdad por el Estado, parece ser no obstante más o menos aceptado hoy en día por los ingleses, los norteamericanos, los alemanes, sobre todo porque satisface mucho las aspiraciones pangermánicas. En cambio es enérgicamente rechazada por el instinto revolucionario de los pueblos latinos, francés, belga, español, italiano, así como por todos los pueblos eslavos, que parecen haber hallado en el acontecimiento revolucionario de la Comuna de París su bandera común … ¿Cómo hacer entonces? ¿Habrá que establecer dos Internacionales? ¿Una germánica, otra latino-eslava? Será una gran desgracia y un triunfo seguro para los burgueses de todas las razas y todos los países. Sería la desorganización del proletariado, la introducción de la guerra civil en su seno, y todo eso muy a favor de la burguesía. ¿Existe una posibilidad de conciliar el programa marxiano con el nuestro? No, porque se excluyen. Esa conciliación es por tanto imposible. ¿Habrá por fin, por el amor de la paz y salvar la unidad de la Internacional, que sacrificar uno de esos programas por el otro? Y como son los alemanes quienes tienden a la dominación, no los latinos ni los eslavos, ¿habrá que sufrir el yugo de las ideas germánicas, un yugo que no podría tener otro resultado que el decaimiento y la supeditación de las razas (5) latina y eslava, o una guerra de raza terrible? Basta con hacer esa pregunta para que se resuelva entre nosotros todos en un sentido completamente negativo.

Por consiguiente ni conciliación, porque esta es imposible, ni sumisión, porque es indignante y mortal, ni división, porque hay que salvar la unidad de la Internacional, condición suprema del triunfo del proletariado en su lucha contra la burguesía. ¿Qué hacer entonces? Hay que buscar esa unidad donde se encuentra, y no allí donde no puede estar. Hay que buscarla no en teorías ya sea políticas, ya sea filosóficas, sino en las aspiraciones solidarias del proletariado de todos los países en la emancipación material o económica. En el terreno de la lucha económica, práctica diaria del trabajo explotado por el capital.

No me cansaré nunca de repetirlo. Es el objetivo, la única meta de la organización, y el programa único de la Internacional. Ese programa es del todo positivo, tan positivo y simple que no hay proletario un tanto desenvuelto y por muy imbuido de prejuicios religiosos y políticos que sea, que no pueda, que no deba comprenderlo y abrazarlo con la más gran pasión. Todo proletario, a menos que sea uno de esos obreros-burgueses que con razón o error espera poder alzarse encima de la masa, sea con su trabajo, sea con su política, para convertirse en dominador y explotador a su vez. Todo trabajador serio debe maldecir las condiciones de su existencia y debe aspirar a su emancipación. Debe aborrecer a sus explotadores y a sus opresores. Si no manifiesta esa aspiración y ese odio, es que se cree incapaz para realizar una y satisfacer la otra. Enséñenle que solidarizándose con todos sus compañeros de esclavitud y miseria, puede darse un poder, organizarlo, y se lanzará con pasión en esa lucha económica que la Internacional tiene precisamente por misión organizar. Y en efecto, según nuestros estatutos generales, no se pregunta a nadie qué es su religión y su política, sino a cada uno esa única cosa: ¿quiere comprometerse a cumplir con todas sus consecuencias la solidaridad de la lucha económica de los trabajadores contra sus explotadores? Si acepta, se convierte de hecho en un miembro de la Internacional, que, lo repito, no tiene otra misión que la de organizar aquella lucha, federalizando y solidarizando a través de las diferencias de oficios y de fronteras de los Estados las cajas de resistencia y las huelgas.

Tal es el lado serio, positivo, el único verdaderamente obligatorio de la Internacional; todo el resto, todas esas cuestiones de organización social y política del porvenir que se discuten en nuestros congresos, tales como la instrucción integral, la abolición de los Estados o la emancipación del proletariado por el Estado, la emancipación de la mujer, la propiedad colectiva, la abolición del derecho de herencia, el ateísmo, el materialismo o el deísmo, todo eso constituye sin duda cuestiones muy interesantes y su discusión es muy útil para el desarrollo intelectual y moral del proletariado. Pero ningún congreso tiene la posibilidad o el poder de resolverlas de una manera absoluta, ni imponer sus resoluciones como artículos de un programa obligatorio sea para las secciones, sea individualmente para sus miembros. No lo pueden, no lo desean, porque al hacerlo proclamarán verdades absolutas, un disparate, e impondrían por la votación artificial de una mayoría facticia y necesariamente variable, una verdad oficial, una monstruosidad. La organización de la lucha internacional, económica, práctica, diaria del trabajo contra el capital, este es el único objetivo explicito, la única ley obligatoria, suprema de la Internacional. Quien no quiera someterse a todas las consecuencias prácticas de la solidaridad en esa lucha, debe salir o ser expulsado de la Internacional. Mas quien las acepte y las observe, es de derecho miembro de la misma. Esta solidaridad es completamente independiente de las diferentes corrientes políticas y filosóficas seguidas por las masas obreras en diferentes países. Si los obreros de Alemania, por ejemplo, van a la huelga, si se rebelan contra los burgueses explotadores, ustedes no les van a preguntar si creen en dios o si no creen en él, si están por el Estado o en contra. Ustedes les apoyarán en la medida de sus fuerzas porque son trabajadores sublevados contra sus explotadores. Que los obreros alemanes hagan la misma cosa que ustedes, sin pedirles primero su credo político o religioso, y la unidad de la Internacional será fundado, porque se funda únicamente en la solidaridad económica, no política ni filosófica, de los trabajadores de todos los países.

A quienes me hagan la observación de que empequeñezco el carácter de la Internacional, limitando su programa obligatorio y su objetivo a la organización de esa lucha exclusivamente económica, responderé que intentando introducir en ella una directiva política, socialista o filosófica uniforme y obligatoria para todos, se la destruye, se la mata. Y les desafío a ustedes formular cualquier doctrina explícita que pueda reunir bajo su bandera a millones, que digo, sólo a decenas de millares de trabajadores. Y a menos de imponer las creencias de una secta a todas las otras, se llegará a la creación de una multitud de sectas, o sea a la organización de una verdadera anarquía en el seno del proletariado por el mayor triunfo de las clases explotadoras…

¿Creen ustedes que es una cosa pequeña solidarizar a las masas en la lucha económica?

Esa solidaridad produce ya en la actualidad resultados inmensos. Primero provoca un abismo entre la burguesía y el proletariado, y de ahí empuja el proletariado a la revolución. En segundo lugar da al proletariado, por la práctica de la acción y de la lucha colectiva, el sentimiento, el pensamiento y la fuerza, una educación y una instrucción socialista, no vertidas en él a dosis pequeñas desde arriba, sino que se desarrollan espontáneamente, ampliamente, en el mismo seno de las masas, iluminadas por la pasión y el pensamiento colectivos… ella desarrolla en las masas, por una práctica diaria, el pensamiento de la justicia, la igualdad y la gran libertad popular, incompatible con la autoridad de sea lo que sean los tutores y doctores. Esto es lo que hace nuestra gran Asociación, está preparando el terreno para la revolución internacional y social.

En ese tan amplio terreno, todas las ideas, todas las doctrinas deben tener plena libertad para producirse, las teorías autoritarias de Marx, tanto como nuestras teorías anárquicas; siempre que no tengan la demente y odiosa pretensión de imponerse como una verdad oficial, y que ninguna provoque el menor atentado a aquella solidaridad práctica del proletariado de países diferentes en la lucha económica. Eso es lo que los hombres de la Alianza reclamábamos siempre y que reclamamos todavía hoy, contra las pretensiones autoritarias, oficiales, dictatoriales del Consejo general de Londres cada vez más dominado por la camarilla marxiana.

En ese terreno de la Internacional, con nuestro programa revolucionario explícito, organizamos la revolución. No imponemos nuestro programa a nadie, pero lo propagamos libremente, con la certeza que es el único que puede realizar la completa emancipación, tanto económica como política y social del proletariado. Además, como sabemos que la organización del poder popular no se puede hacer por la propaganda teórica únicamente, que reclama la organización y la alianza de los caracteres y de las voluntades revolucionarias, constituidos en una suerte de plana mayor revolucionaria, hemos formado en el seno mismo de la Internacional nuestra alianza secreta. La Conferencia de Londres, preparada y dirigida por Marx fulminó un anatema contra las sociedades secretas. Es un anatema hipócrita. Los marxianos saben tanto como nosotros que la Internacional pública, la Internacional propiamente dicha es excelente sin duda para agitar, para revolucionar a las masas; pero en sí es incapaz de organizar la potencia popular, esta última instancia en todas las luchas sociales, y por eso hace falta una organización secreta. Pero como ellos siguen principios y como persiguen un objetivo directamente contrapuestos a los nuestros, quieren en la Internacional una sociedad secreta muy opuesta a la nuestra y cuya dirección permanezca únicamente en sus manos. Esta sociedad existe desde 1847 y sobre todo desde 1848. Es la de los comunistas alemanes fundada por Marx y Engels y que nunca dejó de ejercer su propaganda oculta en la Internacional. Las resoluciones de la Conferencia de Londres no tuvieron otro objetivo que de entregarles, por el medio de los comités jerárquicamente organizados todo el gobierno de la Internacional (6).

Notas
Texto original en francés en el CD-R del IISG (Instituto Internacional de Historia Social) de Ámsterdam (texto inédito en castellano, NDT).
1) Las partes entre corchetes explican las claves de Bakunin; otros momentos son palabras añadidas para facilitar la comprensión (NDT).
2) A primera vista falta un “sino” (o un “mais” en francés), intercalé el “si bien” porque la idea es que la AIT no permite propagar la calumnia, pero Marx abusa de su cargo para sus intereses personales a expensas de los colectivo (NDT).
3) “marxiano”, porque el término marxista no se usaba aún (NDT).
4) Sobre el antisemitismo de Bakunin contra Marx, […] entre las acusaciones dirigidas por Bakounine contra Marx descuella como motivo especial de odio las circunstancias de que Marx era judío. Esto, que contrariaba nuestros principios, que imponen la fraternidad sin distinción de razas ni de creencias, me produjo desastroso efecto, y dispuesto a decir la verdad, consigno esto a pesar del respeto y de la consideración que por muchos títulos merece la memoria de Bakounine. Lorenzo Anselmo El Proletariado militante, Madrid, 2005, p. 204 (NDT). 5) En la época, la palabra “raza” equivale a cultura y modo de vida (NDT).
6) Así termina la carta.
http://www.comunismolibertario.org/comu ... ez-morago/

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