[Chile] Los inicios anarquicos del movimiento obrero en la r

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[Chile] Los inicios anarquicos del movimiento obrero en la r

Mensaje por blia blia blia. » 21 Abr 2013, 13:11

Extraído de Metiendo Ruido.

Colgamos el siguiente texto para desmontar algunos de los mitos que circulan sobre la historia del movimiento obrero en la región chilena. Los mitos habituales suelen desestimar la función que cumplieron los grupos anarquistas en la conformación del proletariado organizado en esta zona geográfica. Ésto se debe al extenso auge de la historiografía liberal, conservadora y marxista, las cuales invisibilizaron permanentemente el aporte acrata a la lucha obrera en esta región del mundo. Las facciones liberal y conservadora nunca visibilizaron ningún sujeto o actor social fuera de las clases dirigenciales. Por otro lado, las tesis marxistas, en una visión extremadamente mecanicista de los procesos sociales, desestimaron el aporte de estos grupos por considerarlos una etapa poco evolucionada del movimiento obrero, la cual obviamente tenia que superarse hacia formas menos primitivas y más apegadas al progreso de la clase obrera, en definitiva debían evolucionar hacia la forma organizativa marxista. Más allá de este debate, lo cierto es que los anarcos de esta zona del planeta jugaron un rol primordial en la generación de una cultura obrera autónoma y antagónica al capitalismo. El texto que les dejamos a continuación es un extracto del articulo "1º de Mayo de 1899: Los anarquistas y el origen del “día del trabajador” en la región chilena" del historiador Víctor Muñoz C. el cual es posible descargar completo al final del texto.

Los inicios anárquicos del movimiento obrero en la región chilena

La cuestión social y el movimiento obrero y popular en la alborada del siglo XX

El siglo XIX se marchó dejando tras de sí un alarmante escenario. Arreciaba en esta región lo que se ha dado en llamar “la cuestión social” lo que, en resumidas cuentas, es la serie de problemas derivados del proceso de transición de una economía generalmente agraria a una predominantemente urbana e industrial (1). Esquemáticamente, el fenómeno relata la emigración de innumerables multitudes de campesinos –jóvenes en su mayoría- hasta los centros económicos ubicados en puertos, industrias y enclaves mineros. Las ciudades no fueron capaces de resistir la irrupción de las masas en vías de proletarización, lo cual conllevó a que éstas fueran obligadas a vivir hacinadas, provocándose así (entre otras cosas) que Chile fuera el Estado con mayor tasa de mortalidad infantil del continente(2).

Las clases laboriosas estaban condenadas a padecer los embistes del capitalismo. No existían leyes que les protegieran en el trabajo, en muchas partes se pagaba con fichas y no con dinero, la educación era privilegio de pocos. Estaban solos, el Estado residía ligado a las redes de poder de la oligarquía y en esa situación su posición frente a los obreros generalmente no fue de neutralidad o simpatía, sino de confrontación. Quizás el mejor argumento en tal sentido nos lo da él mismo cuando mediante su Ejército asesinó a cientos de trabajadores en 1890, 1903, 1905, 1906, 1907, y aún hasta mucho después. La Iglesia alguna vez intentó ayudar, pero su nivel influencia era mínimo en comparación al sindicalismo laico y, de hecho, el nivel de desprestigio de su obra era tal que no pocas veces se les expulsó de reuniones obreras. No sin cierta razón muchos trabajadores veían en su obra mero asistencialismo y defensa del orden. Después de todo, los altos prelados estaban íntimamente ligados –por familia y por otras redes- a las elites del país.

¿Qué hacer? Los trabajadores (los artesanos primero y los obreros después, aunque también al mismo tiempo) apostaron por organizarse: fundaron sociedades mutuales, centros de educación popular, cooperativas de consumo, más tarde sociedades de resistencia y sindicatos. Algunos en unión con otras clases intentaron fundar una colectividad electoral de corte popular: así nació en 1887 el Partido Democrático (PD). Era el primer partido que situaba en su programa la emancipación económica del pueblo. Sin embargo, la posición reformista y proclive a forjar alianzas con sectores considerados oligárquicos hizo que en el interior del PD se formasen corrientes disidentes cuyos intereses fueron convergiendo en la necesidad de avanzar hacia ideologías más “socialistas”. Por ello es que al cambio de siglo varios de los militantes del PD intentaron fundar entidades exclusivamente clasistas, tales como el Partido Obrero Francisco Bilbao o el Partido Socialista (no el actual).

De la misma disidencia en el interior del PD apareció también un buen grupo de individualidades que, convencidas del fracaso de la vía electoral como generadora de cambios sociales, fueron a nutrir a la emergente corriente anarquista. Estos últimos, concentrados en un principio en Santiago y Valparaíso principalmente, apostaban por la acción directa y por la superación revolucionaria de todas las autoridades, económicas, políticas y morales. El inicio del siglo XX marcó un quiebre en el movimiento obrero y popular. En el seno del bullicioso momento histórico una corriente revolucionaria cada vez más identificable en su autonomía y expansiva en su radio de acción, se abría espacio en el campo de las reivindicaciones de los grupos subalternos. Entraban en la arena los anarquistas y los socialistas.

Los primeros grupos anarquistas de la región chilena

Los primeros años del anarquismo organizado en estas tierras confunden a sus hombres y mujeres con los defensores de otras perspectivas obreristas(3). El tránsito desde y hacia el Partido Democrático o las agrupaciones protomarxistas era constante, lo que como es de imaginar concitó críticas y polémicas virulentas. Aparte de esa vertiente de anarquistas parida en el seno de otras corrientes ideológicas, otros grupos independientes y quizás muy reducidos pululaban en las últimas décadas del siglo XIX en la región chilena. Grupos e individuos que se han vuelto de muy difícil rastreo. Aunque, y por otra parte, la inexistencia de registros explícitos no implica una ausencia necesaria de militantes actuando en diversos espacios gremiales y sociales. Como botón de muestra de tales cavilaciones comunicamos al lector nuestras sospechas en torno, por ejemplo, a El Obrero, periódico popular editado en la capital en 1890 bajo la administración –al parecer- de algunos grupos de tipógrafos. En él se deja ver que el periódico anarquista barcelonés El Productor (1887-1893) llegaba a ciertos individuos de esta región. El Obrero no esconde su simpatía por el libelo catalán y en sus páginas se hacen llamados revolucionarios a los “americanos”. ¿Llegaban ya los posteriormente célebres y denostados agitadores extranjeros? No lo sabemos y esperemos que pronto algún compañero o compañera se entusiasme y nos de nuevas luces al respecto(4). Por otro lado, tres años después y en Valparaíso, salió a la luz El Oprimido, publicación que se autodefinía “comunista-anárquica”. Si bien estas menciones parecen restringidas y algo etéreas, nos sirven para invitarnos a pensar que antes de la explosión de la cultura libertaria en esta región ya existían elementos aislados que aunque difíciles de cualificar y cuantificar son también simientes de lo que vendría después.

Ya en 1899 se consolidaba en Santiago una tendencia de claro cariz anarquista. Es evidente que había conceptos confusos (como la fugaz tentación por partidos obreros), pero existían otros (como el internacionalismo) que parecían homogenizar el abigarrado mundo ácrata de la capital. No obstante y a pesar de lo complejo que es siempre encerrar en límites cronológicos los eventos, diversos autores han convenido en ver a los años 1898-1902 como testigos de la explosión orgánica de los anarquistas en estas tierras(5). Durante esas jornadas una gran cantidad de periódicos y organizaciones sindicales de orientación libertaria empiezan a emerger en Santiago y Valparaíso, y no pasarán muchos años para que la Idea tenga sus voceros en otros varios puntos del territorio. Un siglo nuevo se iniciaba y con él los anarquistas se situaban y formaban al fragor de las luchas sociales y bajo el amparo de las esperanzas de redención social. La primera editorial de El Rebelde en noviembre de 1898 nos confirma las expectativas puestas por no pocos hombres y mujeres hacia la idea: “Esta doctrina, que a despecho de sus enemigos se abre camino en todas partes, iluminando con la antorcha de la razón i la filosofía los mas apartados rincones del mundo, combatirá en Chile, como en el Japón i hasta en la China, la tiranía i la explotación, operando la gran evolución cuyo periodo elegido se desarrollará en el escenario universal del siglo XX”(6).
Magno Espinoza

Magno Espinoza

Naturalmente esta actividad subversiva que hasta cierto punto era también inédita, con sus hombres, con sus ideas, discursos y publicaciones, pronto despertó la enemistad del Estado y la prensa de masas. Así, no pasaría mucho tiempo hasta que Magno Espinosa, coordinador del periódico recién citado, fuese arrestado por las doctrinas “disolventes” que predicaba en sus páginas(7). Se podría decir que ese fue el bautizo del anarquismo chileno. El bautizo a palos de un hijo no deseado, de un engendro que era capaz de blasfemar a la patria.

En marzo de 1898 apareció La Tromba, periódico que coqueteaba con el anarquismo. En noviembre y ya más explicito en términos ideológicos nació El Rebelde que, tras dos números, desaparecerá en mayo de 1899. A éste se le sumará pronto La Campaña (1899-1902), La Ajitación (1899-1903), El Ácrata (1900-1901), El Siglo XX (1901), y La Luz (1901-1903). De ahí en adelante la propaganda anarquista no cesará a pesar de persecuciones y crisis internas, así como de su disparidad de profusión y temporalidad, hasta la actualidad. En la primera mitad del siglo XX en total se habrán de editar cerca de 50 periódicos libertarios. Algunos fugaces, pero otros de larga data.

Junto a la propaganda, los primeros años de la nueva centuria ven aparecer y multiplicarse en el mundo obrero a las sociedades de resistencia, organismos sindicales de claro cariz anárquico. Las sociedades de resistencia apostaban por la lucha directa contra los patrones. Había que evitar la intromisión de politiqueros y presionar mediante la huelga para acabar con las mil y una injusticias sociales.

En resumidas cuentas con el cambio de siglo los anarquistas se introducían en el escenario sindical y cultural de los trabajadores de la región chilena. Se inauguraba la época de esplendor de la Idea a nivel local, la que empezaría a decaer –por varios factores- a finales de la década del 20. Tiempos estos (1898-1927) en donde las organizaciones sindicales de orientación anarquista, según Peter DeShazo, fueron el principal motor de las huelgas y de la lucha social de estas tierras(8).

bibliografía

1-Castel, Robert, La metamorfosis de la cuestión social, Paidós, Buenos Aires, 1997; Mario Garcés, Crisis social y motines populares en el 1900, LOM, Santiago, 2003; Sergio Grez (Recopilación y estudio crítico), La “Cuestión Social” en Chile. Ideas, debates y precursores, DIBAM, Santiago, 1995.

2-Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, LOM, Santiago, 2000; Julio Pinto, “De proyectos y desarraigos: la sociedad latinoamericana frente a la experiencia de la modernidad (1780-1914)”, en ContribucionesCientíficas y Tecnológicas, Área Ciencias sociales Nº130, USACH,2000.

3-Sergio Grez, Los anarquistas…,op. cit.

4-Sobre el anarquismo español y este periódico ver, entre otros, a Javier Paniagua, Anarquismo y Socialismo, Historia 16, Madrid, 1999.

5-Por esta oportunidad omitiremos la interesante duda que nos plantea el periódico anarquista El Oprimido que apareció en Valparaíso en 1893. Un estudio meticuloso de los ejemplares de ese libelo nos entregará datos importantes sobre los primeros ácratas de la región chilena. Nos parece interesante plantear el asunto, puesto que es necesario complejizar esa inevitable tendencia que se tiene en la historia de amarrar asuntos e ideas a años específicos. Un ejercicio arbitrario y por lo mismo artificial. Es una herramienta claro, y la usamos, pero queda hecha la advertencia en cuanto a sus límites: ordena, no explica.

6-“El Rebelde”, El Rebelde (Santiago, región chilena), 20 de noviembre de 1898.

7-Sergio Grez, Los anarquistas…,op. cit., p. 44

8-Peter DeShazo, op. cit.

Enlace al documento completo: http://archivohistoricolarevuelta.files ... o_2010.doc

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Mensaje por blia blia blia. » 22 May 2013, 20:11

Extraído de Metiendo Ruido

Orígenes de la fraternidad anarquista entre Perú y Chile
Colgamos este texto en vísperas de una fecha que suele hacer gala de una de nuestras peores características como comunidad humana: el nacionalismo. El siguiente trabajo viene a rescatar parte de nuestra memoria histórica evidenciando claramente que las fronteras nacionales son divisiones que solo separan la explotación, pero que de nada sirven a las diferentes comunidades que habitan este gran y hermoso planeta, el cual, visto desde el cielo, no tiene más fronteras que las de la naturaleza. A recuperar nuestra historia para afinar nuestra practica presente y así cambiar nuestro futuro inmediato.

Para nadie es secreto el que las poblaciones que habitan en las regiones chilena y peruana no se guardan demasiada estima. El origen de aquella enemistad se remonta fundamentalmente a los tiempos de la Guerra del Salitre (1879-1884), cuando ambos países se enfrentaron por el dominio de las áridas tierras del nitrato y el guano, los principales fertilizantes de la época. Desde entonces y hasta la actualidad, intermitentemente se han sucedido momentos de crisis diplomática y tensión fronteriza, lo cual sumado a otros hechos como el uso electoral y demagógico del nacionalismo, nos demuestra que las heridas abiertas el 79, están, a pesar de los 130 años que nos separan aquellos días, lejos de cerrar. Esta situación ha impedido que los hombres y mujeres de uno y otro lado de la línea artificial que nos separa, podamos sostener una relación de empatía y solidaridad. Los Estados y los nacionalismos que éstos fomentan, constituyen la base del muro que nos divide. Los anarquistas se han preocupado de combatir esta adversa realidad desde que sus ideas arraigaron en la América morena. Como un aporte a la fraternidad universal que nos une con los compañeros libertarios de cualquier parte del Orbe, este breve escrito apunta principalmente a rescatar del olvido los orígenes y las características de los primeros días de la fraternidad revolucionaria entre los libertarios de ambas regiones.

Sentido y difusión del internacionalismo.

El anarquismo llegó desde Europa cuando acababa el siglo XIX. No fueron suficientes las numerosas aduanas y los millares de policías fronterizos de todo el continente, para detenerlo durante por lo menos las tres primeras décadas del siglo XX. Muchas de las ideas que se introdujeron eran del todo novedosas y en ciertos casos radicalmente opuestas a las existentes. Esto último debió ocurrir, suponemos, con el internacionalismo, es decir, con la fraternidad revolucionaria sin fronteras. ¿Cómo pretender amar a los que viven del otro lado de los límites estatales, cuando en el caso chileno- peruano una guerra los distanciaba, cuando la escuela y la familia, la prensa, los políticos, y la opinión pública te decían lo contrario?.

Por medio de su prensa, sus conferencias, sus mítines, sus actos y gestos, los anarquistas señalaron que la Guerra del 79 no fue obra de la decisión soberana de las mayorías, sino más bien del interés de las elites dominantes de uno y otro bando por acaparar lo que entonces se conoció como el “oro blanco”, el salitre. Advirtieron también los libertarios, que la emancipación de los trabajadores de un país requería del apoyo de todos los que padecían similares realidades, sin importar el origen geográfico, racial, nacional o de cualquier otro orden. Su patria –según advertían- era el mundo, ni más, ni menos. Dijeron que la prensa de masas hablaba de nacionalismo para vender más, que los políticos hacían lo mismo para obtener más votos y que la opinión pública y hasta nuestras queridas familias estaban crudamente marcadas por lo que el Estado les obligó a repetir en sus escuelas, en sus ejércitos y en todas sus manifestaciones. Como es de imaginar, tales planteamientos no se quedaron en palabras, los anarquistas de uno y otro lado llevaron a la práctica el internacionalismo en varias ocasiones y no faltó la respuesta violenta del Estado.

El anarquismo es un movimiento cosmopolita por antonomasia y en las primeras décadas del XX es más o menos fácil de pesquisar las conexiones internacionales dando una breve mirada a la propaganda impresa que estos editaban alrededor de la Tierra. Complejas y fluidas redes de información trasmitían de un punto a otro las nuevas tendencias teóricas o las discusiones doctrinarias, así como los mensajes de solidaridad y las campañas que los diversos espacios y sindicatos libertarios llevaban adelante. El anarquismo de la región chilena por lo menos, era ricamente alimentado desde el río de La Plata, el que a su vez era uno de los principales puentes de comunicación entre el subcontinente y Europa, entonces la principal fuente teórica del ideario.

Paralelo a ello existía una fuerte relación con los compañeros de la región peruana, a veces de forma permanente y otras de manera esporádica. Esta conexión se materializaba de diversas maneras, en la mayoría de los casos por medio de las publicaciones libertarias que en ambas partes se editaban (El Hambriento, El Oprimido y La Protesta de Lima, o La Batalla de Santiago y El Surco de Iquique, por ejemplo). Las revistas y periódicos se intercambiaban y difundían esmeradamente en ambos países. También se alimentaban recíprocamente con artículos, cartas, notas, informaciones y poemas.

Uno de los episodios de mayor significación en cuanto a las relaciones fraternales entre los libertarios de ambos lados de la frontera sucedió en 1913. Ese año hubo dos encuentros entre organizaciones mutualistas de ambos países que se plasmaron en “encuentros” primero en Lima y luego en Santiago. En ambos, los anarquistas denunciaron la falsedad del evento puesto a que éste era organizado por los Gobiernos que antes de pretender acabar para siempre con los resquemores nacionalistas, lo perpetuaban, pues esos delegados obreros seguían avivando al Perú y a Chile. Sin embargo dichos actos oficialistas de “fraternidad internacional” no se desarrollaron en armonía con lo que pretendían las autoridades de ambos países. El 3 de agosto, sin ir mas lejos, varios anarcosindicalistas peruanos recibieron a los chilenos en el Callao y entre las palabras de Eulogio Otazú, Delfín Lévano, Pedro Cisneros y el argentino Daniel Antuñano (que mas tarde actuará en el país del sur) condenaron la guerra y el patrioterismo. Semanas después la misma escena se repitió en Chile. Entre los delegados que viajaron a Santiago llegó Eulogio Otazú, anarcosindicalista peruano que inmediatamente tomó contacto con sus afines de esta región, participando activamente junto a ellos en conferencias, veladas y mítines. Incluso hasta se “unió libremente” con Emma Aranda, una compañera santiaguina. En octubre de ese año Otazú se sumó activamente a la huelga general que se dio en Valparaíso y Santiago por motivo de la oposición obrera y popular al retrato forzoso que el Estado chileno intentaba implantar entre los trabajadores. Ese movimiento, por lo demás, contó con el respaldo concreto de los trabajadores del Callao. El anarcosindicalista peruano también ayudó a fundar en Valparaíso a la Federación Obrera Regional Chilena (FORCH), similar a la FORA y por supuesto a la FORP, de la cual era delegado. Por estas actividades el anarquista del norte fue secuestrado en un buque de guerra chileno y luego expulsado del país.

Antes de Otazú, habían participado en el movimiento anarquista chileno otros compañeros del norte, siendo uno de los más destacados el literato Mario Centore. En 1898 Centore editó en Tarapacá el periódico La Voz de Abajo y luego colaboró en las publicaciones libertarias La Campaña de Santiago (1899-1902) y La Antorcha de Valparaíso (1900), e incluso editó en Santiago un folleto sobre el amor libre cuyo titulo fue “De la vida i el amor. Cuentos i novelas breves” (Imprenta Gillet, 1900).

Más tarde, los importantes agitadores criollos Luís Olea y Jose Briggs, quienes tras la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique en 1907 huyeron al Perú, actuaron en Lima junto a los editores de El Hambriento. Significativo por lo demás es recordar que en dicha masacre los trabajadores peruanos, a pesar de ser advertidos por su cónsul para que abandonasen la escuela ya que el uso del Ejército para sofocar la huelga era un hecho, se quedaron a correr la misma suerte que sus pares de esta región, solidarizando y muriendo juntos aquel 21 de diciembre. “Con los chilenos vinimos,con los chilenos morimos”, dijeron. Luego, en 1920 el conocido anarcosindicalista peruano Nicolás Gutarra participó de una gira de propaganda libertaria con la sección chilena de la central anarcosindicalista Industrial Workers of the World (IWW). Al igual que con Otazú, a Gutarra lo expulsó el Estado chileno a la fuerza, esta vez utilizándose la Ley de Residencia que desde 1918 facultaba la expulsión del país de todo extranjero de ideas “disolventes”.

Estos y otros sucesos nos permiten sostener que por lo menos en las primeras tres décadas del siglo XX la comunicación y la relación entre los anarquistas de ambos lados de las fronteras, fue mas o menos fluida y mutuamente enriquecida. Ahora quisiéramos detenernos un poco al papel que estos cumplieron en los momentos de tensión internacional, lo cual ejemplificaremos con sus campañas contra las ligas patrióticas y contra la Guerra.

Coincidiendo con periodos de crisis diplomáticas con los países del norte, entre 1910 y 1912 y luego entre 1918 y 1922, surgieron en todo Chile numerosas organizaciones nacionalistas que se hicieron llamar “ligas patrióticas”. A diferencia de sus pares argentinos (de funesta acción contra la FORA), las chilenas no estaban unificadas, siendo distintas unas de otras. Entre las más violentas se encontraron las que funcionaron en Iquique y las oficinas salitreras del norte chileno. Organizadas por lo que hoy identificaríamos como clases medias y con la benevolencia de la misma Intendencia de la provincia, estos órganos se dieron a la tarea de hostigar a la población peruana y boliviana que quedó en las provincias de Tacna, Arica, Tarapacá y Antofagasta, luego de que el Estado de Chile se las arrebatara a Bolivia y Perú en la Guerra del 79. Pateaduras, asesinatos, escarmientos públicos, listas negras, todo se usó para atemorizar a los antiguos habitantes de la zona, sometidos ahora a un nuevo Estado.

Los anarquistas respondieron, junto a los socialistas, difundiendo manifiestos y denunciando el accionar violentista de los chovinistas y esto no es menor cuando toda la prensa de masas calló sistemáticamente lo ocurrido. En ocasiones golpearon a los suplementeros del periódico anarquista El Surco y a su vez el diario socialista El Despertar de los Trabajadores fue asaltado y empastado por denunciar la barbarie chovinista. La misión de los anarquistas –y socialistas- era difícil pues tenían que bregar por el internacionalismo entre trabajadores que no estuvieron exentos a la influencia de las ligas patrióticas, las que les sugerían que un peruano trabajando en las oficinas salitreras implicaba un chileno cesante más. La osadía libertaria también fue pagada con la cárcel, como en el caso del catalán Ramón Rusignol, detenido en 1919 por repartir unos manifiestos en el poblado de Caleta Buena contra la guerra enviados por La Protesta de Lima.

Pero fue en 1920 cuando el internacionalismo debió enfrentar su principal desafío en la región chilena. En julio de ese año corrió el rumor de que un golpe de Estado sucedido entonces en Bolivia había sido orquestado en realidad por Lima y que dichos países se enfrentarían a Chile para recuperar lo perdido cuatro décadas atrás. En Santiago, aún sin corroborar los datos, se ordenó movilizar 15 mil reservistas a la frontera norte (“Guerra de Don Ladislao”). Los libertarios, la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) y otras organizaciones obreras se negaron al llamado belicista apelando al internacionalismo y a la paz entre los pueblos. Fatal decisión. La FECH fue saqueada en pleno día y similar suerte corrió la Federación Obrera de Magallanes (FOM) en el extremo sur del país, incendiada ésta última por las ligas patrióticas. Las organizaciones anarquistas por su parte eran víctimas entonces de una persecución masiva (Proceso a los subversivos) originado en un montaje policial. Es importante señalar que todos los internacionalistas padecieron por aquellos días el mote -carente de todo sustento real pero útil a los poderes del Estado- de estar “al servicio del Perú”. Según esa creencia, los anarquistas eran agitadores extranjeros y espías pagados por el oro de Lima, deslegitimándose con ello toda huelga o reivindicación obrera. Sabemos que en Perú no faltaron quienes acusaron de siervos del oro chileno a los anarquistas de aquellos lados por similares motivos. Por supuesto la acusación del espionaje en favor del Perú era una invención, por lo mismo y luego de unos meses de infructuosa investigación, fueron liberados todos los presos libertarios.

Opacada esta coyuntura belicista visitó el país en 1922 el joven dirigente estudiantil peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, siendo calurosamente bienvenido entre los anarcosindicalistas locales, particularmente entre los IWW. Entonces Haya de la Torre, posterior líder del APRA, todavía parecía ser “discípulo” del eminente libertario peruano Manuel González Prada. Desde acá se enviaron fraternales saludos a los trabajadores peruanos sosteniendo que la solidaridad y la armonía la conseguirían los pueblos y no los gobiernos. Éstos y una serie de sucesos y hechos no relatados en este breve escrito, caracterizan las primeras horas de la solidaridad entre los anarquistas de las regiones chilena y peruana, sin duda aquella relación alcanzó su dimensión mas estrecha durante estos años (primeras tres décadas del siglo XX), que coinciden además con el auge del anarcosindicalismo en la América Latina. Hemos explorado algunos aspectos de esa relación de forma introductoria para que en algún tiempo más se investigue dicho aspecto con mayor profundidad y sistematización. A su vez, actualizamos el llamado a la solidaridad y a la hermandad internacional entre los compañeros de ambos márgenes para que juntos derribemos definitivamente ese muro innecesario que nos separa.
Manuel de la Tierra
Grupo Anarquista El Surco, Santiago,
Región chilena

Notas

1. La Guerra del Pacífico, para el caso chileno, fue la solución perfecta para la crisis económica que este país atravesaba desde 1874. La posibilidad de expansión antes de la guerra (expectativas) y la concreción de ésta luego (inversión), salvaron al país de la banca rota. Al respecto ver Luís Ortega, Chile en ruta al capitalismo. Cambio, euforia y depresión 1850-1880, DIBAM, Santiago, 2005. (Poner las páginas de estas ideas, para los peruanos puede ser interesante este planteamiento).

2. Hasta nuestro querido González Prada padeció de la fiebre chovinista por algún importante tiempo de su vida. Ver, por ejemplo, sus Horas de Lucha, Ediciones Peisa, Lima, 1969, p. 32 -38.

3. Sobre la nación, el nacionalismo y algunas alternativas anarquistas al respecto, publicamos una nota llamada “Los anarquistas y el bicentenario. Apuntes algo actuales contra el nacionalismo”, El Surco, Santiago, No 18 y 19, agosto y septiembre de 2010 y en Ekintza Zuzena no38 de Bilbao.

4. Ver el artículo de Christian Ferrer, “Átomos sueltos. Vidas refractarias” en su libro Cabezas de Tormenta. Ensayos sobre lo ingobernable, Anarres, Buenos Aires, 2006.

5. Véase, Centro Internacional Obrero de Solidaridad Latino-Americana, Confraternidad obrera chileno peruana. Una actuación histórica 1913-1917, Imprenta Lux, Lima Perú, 1928.

6. Los hechos que se narran son ampliamente cubiertos durante estos meses por el periódico anarquista La Batalla de Santiago. En cuanto al Perú, hemos revisado los ejemplares del periódico La Protesta de Lima

del 30 de junio, de agosto, septiembre y noviembre de 1913.

7. Ricardo Melgar Bao, “El anarquismo y la cultura de las clases y minorías subalternas en Perú”, 2011

8. “Unión Libre”, La Protesta, Lima, Noviembre de 1913.

9. Camilo Plaza, “¡Abajo la marca humana! El Estado, los trabajadores y el retrato en disputa (1913 y 1917)”, Inédito, 2008; y Eduardo Godoy, “1907 (Iquique) y 1913 (Valparaíso): Debacle y rearticulación. Doshitos en la historia del movimiento obrero-popular chileno”. En: Sergio González, Pablo Artaza, Susana Jiles (Editores), A cien años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, Editorial LOM, pp. 253 – 270. Véase, asimismo, Luis Tejeda, La Cuestión del Pan. El anarco-sindicalismo en el Perú, 1880-1919. Instituto Nacional de Cultura, Banco Industrial del Perú, Lima, 1986.

10. Sergio Grez, Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, 1893-1915, LOM, Santiago, 2007, p. 51, 52, 93, 149, 150 y 182. Véase también: Eduardo Godoy Sepúlveda: “Lucha

temperante y ‘amor libre’. Entre lo Prometeico y lo Dionisiaco. El discurso moral de los anarquistas chilenos al despuntar el siglo XX”, 2009 (Inédito), p. 19-27.

11. Eduardo Devés, Los que van a morir te saludan. Historia de una masacre, Documentas, 1989.

12. Víctor Muñoz, Armando Triviño: wobblie. Hombres, problemas e ideas del anarquismo en los años veinte, Quimantú, Santiago, 2009.

13. Una completa investigación al respecto es Sergio Gonzalez, El dios cautivo: Las Ligas patrióticas en la chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922), LOM, Santiago, 2004.

14. En Santiago no se supo nada mediante la prensa de masas y en Tarapacá las notas eran evidentemente “suavizadas”. Véase por ejemplo los periódicos La Provincia y El Tarapacá de Iquique o El Mercurio y El Diario Ilustrado de Santiago.

15. “Pieza Jurídica”, El Surco (Iquique), 18/9/1919

16. Mario Araya, Los wobblies criollos: Fundación e ideología en la Región chilena de la Industrial Workers of the World-IWW (1919-1927), Tesis de Historia, Universidad Arcis, Santiago, 2008

17. En la región chilena dramático fue el caso del libertario Julio Rebosio, acusado de ser espía peruano y por lo mismo condenado y torturado por más de un año.

18. Víctor Muñoz “Arde la patria: Los trabajadores, la Guerra de don Ladislao y la construcción forzosa de la nación en Chile (1918-1921)”. http://www.pacarinadelsur.com/home/olea ... -1918-1922.

19. Sobre su permanencia en Chile: Luís Alberto Sánchez, Haya de la Torre o el político, Ercilla, Santiago, 1936, p. 76 y ss; “Estudiante peruano”. Verba Roja, 1/6/1922 y “Mensaje a los trabajadores del Perú”, Acción Directa, Santiago, 15/6/1922. En 1921 los IWW chilenos invitaron sin éxito a las organizaciones afines peruanas y sudamericanas a un congreso internacional. Ver “Congreso Internacional Obrero”, La Voz del Panadero, Lima, agosto de 1921. Antes y después hubo otras iniciativas sin mayor éxito hasta la fundación de la ACAT en 1929, en Buenos Aires, aunque entonces el anarcosindicalismo sudamericano estaba bastante mermado.

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