El Badajoz anarquista de 1900

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adonis
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El Badajoz anarquista de 1900

Mensaje por adonis » 06 Ago 2020, 14:59

https://www.elsaltodiario.com/anarquism ... anarquismo
En 1901, Giuseppe Pellizza, natural de Volpedo, municipio del norte de Italia, daba la pincelada final a su célebre cuadro Il Quarto Stato, titulado inicialmente Il camino dei lavoratori (El camino de los trabajadores), reconocido icono del movimiento obrero inmortalizado por la película Novecento de Bernardo Bertolucci, donde aparece durante cuatro minutos en los créditos iniciales, con la música de fondo de Ennio Morricone.

Como es sabido, los modelos del cuadro fueron tomados del natural por Giuseppe Pelliza entre la gente obrera de su pueblo, de Volpedo, de donde el pintor también tomaría el nombre para firmar sus cuadros. Entre las tres figuras principales que avanzan desde la primera línea del lienzo, la segunda corresponde a la mujer con el niño en brazos, cuyo modelo original se reconoce en la esposa del artista, Teresa Bidone, hija de Antonio y Tranquilla Mandirola, con quien Pellizza se casó cuando ella tenía 17 años y a quien amó hasta el día de su muerte, en mayo de 1907, después de dar a luz a su tercer hijo. Presa de una depresión por la muerte de su esposa, el 14 de junio de ese mismo año Giuseppe Pelliza da Volpedo se subió a una silla en su estudio, se trenzó un alambre alrededor del cuello y se ahorcó. Frente a él tenía su obra más reconocida, hoy disponible para el público en el Museo del Novecento de Milán.

La presencia de Teresa Bodoni en el cuadro, junto al personaje principal, inspirado en un carpintero y un farmacéutico amigos del autor, ha tenido múltiples y muy variadas interpretaciones, desde la que la identifica como a la mujer que avanza con el nacimiento del siglo XX y reivindica su lugar en la escena, arengando a las masas que le siguen detrás, hasta el divertido meme en el que interpela al líder obrero que camina al frente, con la chaqueta al hombro, ajeno a lo que acontece a su espalda, para que comparta la carga del niño y lo lleve también un ratito durante la marcha.

La historiografía del movimiento obrero, hecha (y prestigiada) en su mayoría por hombres, ha ocultado o no ha prestado la suficiente atención al papel de la mujer en los avatares y desarrollo de la cuestión social, remitiéndola a un segundo plano en lo referente a las luchas y revoluciones acaecidas. El protagonismo de tales luchas siempre ha sido masculinizado, sobre todo en cuanto a la organización y toma de decisiones en las revueltas, reasignando a la mujer un mero papel de apoyo logístico o improvisado tumulto (los motines de subsistencia). Mientras ellos exigían trabajo, ellas pedían pan. Si ellos organizaban huelgas y negociaban con los patronos, ellas simplemente se echaban a la calle, como una jauría en furia desenfrenada.

Un ejemplo lo encontramos en los conocidos como Los sucesos de Badajoz, acontecidos en esta capital el 1 de junio de 1902, cuando las mujeres, organizadas, protagonizaron un momentáneo levantamiento como consecuencia de la huelga convocada por La Germinal Obrera, la sociedad de resistencia de carácter eminentemente anarquista que había sido fundada a finales de 1899 y que tenía su sede social en la Calle Chapín Nº 10, en un amplio edificio que antes había sido el taller de construcción de los Muebles El Progreso de Ramón Sala y que después, a inicios de los años 20, sería el cinema del Salón Royalty.

Todo comenzó apenas un par de años antes, cuando un grupo de pacenses tomaron la iniciativa para traer a esta ciudad a un conjunto de oradoras y oradores para dar un meeting (entonces se escribía así). A través de la prensa de la época podemos seguir el desarrollo de estos y del resto de acontecimientos que vendrían después, hasta llegar a los enfrentamientos de junio de 1902.

En la noche del 22 de septiembre de 1899 se celebró una reunión en el casino republicano de Badajoz. Al día siguiente se repartió por la ciudad una hoja volandera dando noticia de dicha reunión y encabezada con un llamamiento: “A LOS REPUBLICANOS, SOCIALISTAS Y LIBREPENSADORES DE BADAJOZ”. En esa hoja se hablaba del “hermoso ideal de la Libertad”, de la “pestífera reacción que con arteras maquinaciones va avanzando arrastrándose sordamente”, del “sublime ideal de la Fraternidad”. Se denunciaban las torturas en el castillo de Montjuic y se invitaba a todos los demócratas de Badajoz a que contribuyeran “con un pequeño óbolo” a fin de realizar varios mítines en los que participarían “la valiente propagandista Dª Belén Sárraga de Ferrero y algunas otras personalidades de importancia, tales como Lerroux, Blasco Ibáñez, Demófilo, etc.”. El panfleto, firmado por “La Comisión”, finalizaba con una arenga entre doble admiración: “¡¡Demócratas, al meeting!!”.

En Montjuic habían sido ejecutados cinco reos anarquistas y torturados más de 400 obreros a causa del atentado contra la procesión del Corpus en la calle de Canvis Nous de Barcelona el 7 de junio de 1896, seguido de un proceso lleno de irregularidades. Como afirma José Álvarez Junco (Los procesos de Montjuich, Memoria del 98, El País, 1998), “estos procesos sirvieron para abrir los cenáculos republicanos, anquilosados por el paso del tiempo en torno a líderes históricos”. Condujeron a un acercamiento del republicanismo y de la izquierda liberal-progresista a un movimiento obrero cada vez más politizado en el que se movía también una amplio sector radical de la intelectualidad.

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De los cuatro nombres propuestos en la reunión del casino para dar mítines en Badajoz, a día de hoy el más desconocido sigue siendo el de Belén Sárraga Hernández, mujer inteligente, federalista, anticlerical, laicista, francmasona, antibelicista, libertaria. Realizó las carreras de magisterio y medicina, esta última por la Universidad de Barcelona, aunque jamás llegó a ejercer de médica. Como afirma Antonina Rodrigo en el prólogo a su biografía de otra médica olvidada, Amparo Poch y Gascón, médica y anarquista. Una mujer libre, ahora reeditado por La linterna sorda, “a la mujer se le concedía el título, pero se le negaba la facultad de ejercer, el desempeño de su profesión, en la cátedra o el hospital”.

En 1901 se publicó La mujer intelectual, de Concepción Gimeno de Flaquer (disponible en Internet), un elenco de biografías de mujeres significativas repudiadas por su época. Para esa fecha Belén Sárraga ya había fundado varias asociaciones de carácter feminista, que reivindicaban los derechos de la mujer: La Federación de Grupos Femeninos (Valencia, 1895), la Asociación de Mujeres Librepensadoras (Barcelona, 1896), la Asociación General Femenina de Valencia (1897), la Asociación de Mujeres Librepensadoras de Mahón (1899). Era directora del periódico Conciencia libre y había sido detenida en varias ocasiones a causa de sus ideas. Militó en el grupo anarquista barcelonés de Gracia, junto a Teresa Claramunt y Ángeles López de Ayala. Incansable propagandista, se dedicaba a recorrer España dando conferencias junto a su marido, Emilio Ferrero Balaguer, del que se divorció en 1911. Su oratoria atraía a cientos, incluso a miles, de asistentes.

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En la reunión del casino republicano de Badajoz del 22 de septiembre de 1899, en la que se decide traer a Belén Sárraga a la ciudad pacense, se crean diversas comisiones para recaudar fondos: de albañiles, panaderos, carpinteros, obreros del campo. También se crea una “comisión feminista” (así, con ese nombre), integrada por Camila Silva, Dolores Fernández, Ana Mato y “una Republicana” que después sabremos que se trata de María Manuela Arellano. Las comisiones se reunían en el casino todos los días, desde las seis y media de la tarde, y la recaudación se hacía en el mismo casino y en las sedes de los periódicos de carácter republicano, entre los que estaba el recién creado El Obrero, publicación quincenal de sociología, ciencias y artes, cuyo primer número salió en mayo de 1899 y era impreso en Antonio Arqueros. La redacción y administración estaba en la calle Chapín, 10 y se autotitulaba “Eco de la Sociedad Germinal Obrera”.

Es esta, La Germinal Obrera, una sociedad de resistencia extremeña de principios de siglo sobre la que buena parte de los estudiosos de la historia de Extremadura han pasado de largo o han calificado, simplemente, como de tintes socialistas y republicanos. Sin embargo, tanto sus reivindicaciones, su trayectoria y, sobre todo, el carácter de su órgano de expresión, El Obrero, periódico que surge junto a la sociedad, en 1899, certifican el carácter anarquista de la misma. Decir germinalista en la época era decir anarquista. Somos de la opinión de Fermín Rey Velasco (El movimiento obrero en Extremadura en el tránsito del siglo XIX al XX) cuando anota que, en referencia a la importancia de la Sociedad Germinal Obrera, “la historiografía regional está olvidando las particularidades de Badajoz dentro de la Extremadura decimonónica. Las generalizaciones y estereotipos se extienden a toda la región y omiten esa singularidad” (nota 28).

La campaña para traer a Belén Sárraga levantó ampollas entre la intelectualidad reaccionaria pacense. El Águila Extremeña, revista decenal ilustrada, de carácter católico, expresaba en su ejemplar del 10 de enero de 1900 que “la honradez y la caballerosidad y la hidalguía consisten en dar diez pesetas para escuchar los gruñidos y rebuznos de Belén Sárraga”, mientras que la revista Guadalupe, Revista quincenal, religiosa y social, bendecida por su Santidad el papa Pío XII, publicaba un extenso artículo sobre feminismo en su número del 15 de agosto de 1900, firmado por “El criticón”, en el que se tildaba a Belén Sárraga de toro de Mihura y en el que se concluía, frente a la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres: “Tendremos por necesidad que empuñar la aguja y echar remiendos, o coger el biberón y ponernos el gorro blanco y el delantal de la niñera. ¡Estaría de ver que después de tanto progreso tuviéramos que enseñarnos a hacer calceta y a pegar botones!”.

Tras diversas dificultades, y sobre todo debido al retraso de Belén Sárraga, inmersa en una gira por Andalucía, la comisión republicana se disolvió en agosto de 1900 y se devolvió el dinero a quienes los habían aportado, si bien un año después, en octubre de 1901, la Sociedad Germinal Obrera retomó el proyecto y se hizo cargo de dicha venida, constituyéndose en “Comisión gestora”. Esta comisión sacó una hoja volandera “invitando a todos los que profesen ideas radicales” para que en la tarde del día 31 de octubre acudieran a la estación de ferrocarril de Badajoz a esperar al matrimonio de oradores, que llegarían en el tren correo de Sevilla. El meetíng estaba previsto para esa noche, pero el tren se debió de retrasar y llegó tarde a Badajoz. En la estación esperaba a los Sárraga una comisión de La Germinal y otra de republicanos, así como el Gobernador Civil de la provincia, junto a varios guardias civiles, un inspector y algunos agentes del orden público.

El matrimonio Sárraga se alojó en el “Hotel de las dos Naciones”, en la calle San Juan, donde fueron a visitarles correligionarios de La Germinal.

A pesar de que se había solicitado el teatro López de Ayala, adecuado por sus dimensiones para la concurrencia que se esperaba, finalmente el mitin tuvo lugar a las tres y media de la tarde en el Salón Novedades, local donde había estado el Fomento de las Artes, cedido generosamente por el arrendatario de entonces.

La mayor parte de los asistentes al mitin fueron socios de La Germinal, entre quienes se encontraban también algunas mujeres. Hablaron significados republicanos pacenses, reivindicando la venida de la República y llamando a la concordia entre el elemento obrero y los republicanos para lograr tal fin. Uno de ellos exhortó a los braceros a votar a los republicanos en las próximas elecciones. En ese momento se alzó una voz entre el público que gritó “¡Nos han engañado!”.

Otro orador tuvo que llamar la atención a quienes interrumpían constantemente, recomendándoles que si no estaban de acuerdo con lo que se decía desde la tribuna podían marcharse, y lamentando que “en la Germinal no pueda hablarse de política”. Por último, uno de los intervinientes, claramente germinalista, habló contra la ley de huelga, de la lucha entre el capital y el trabajo y, finalmente, pidió a los obreros que no votaran, “porque los que resultan elegidos no defienden otros derechos que los propios”.

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A continuación, habló Emilio Ferrero, marido de Belén Sárraga, pidiendo a la concurrencia que no se dieran vivas ni se aplaudiera a las personas, sino a las ideas. Abogó por una república obrera y atacó a la monarquía, coaligada con la Iglesia.

Pero quien hizo levantarse al auditorio de sus asientos y prorrumpir en un mar de aplausos fue Belén Sárraga al subir al estrado. La oradora estuvo brillante, tal y como relatan los periódicos de la época, incluso los que le eran adversos. Habló de la mujer como de “el mayor enemigo, siquiera lo sea inconscientemente, de las libertades públicas”, destacando el papel de la mujer como elemento al servicio de las ideas conservadoras, a través de la influencia que sobre ella ejercían la Iglesia y los confesores de un clero retrógrado que solo buscaba la manumisión del pueblo llano y el enriquecimiento del Vaticano. Expresó que “en España se desprecia a las que han aprendido algo por medio del estudio y que sin contar con la mujer no se conseguirá jamás el triunfo” (La Región Extremeña, 2-11-1901).

Los periódicos conservadores y católicos atacaron con saña su intervención. El Nuevo Diario de Badajoz publicó en su edición del día siguiente al mitin: “No nos convencen las literatas ni las toreras, pero nos convencen aún menos las oradoras. La mujer tiene su misión en el hogar y no en el club, inculcando a sus hijos ideas sanas de moral, de justicia y patriotismo, y aconsejando a sus maridos el cumplimiento de sus deberes sociales”.

Después del mitin en el antiguo local del Fomento de las Artes, Belén Sárraga y sus marido dieron otro más, a la noche, en el local de la Sociedad Germinal Obrera, en la calle Chapín, nº 10, y en los días siguientes en Zafra y en Jerez de los Caballeros.

El paso de Belén Sárraga por Badajoz se hizo notar y dejó su huella. Allí donde sembraba sus palabras, crecían sociedades feministas. Así, cinco meses después del mitin en Badajoz, el periódico La Coalición anunciaba en un breve de su número del 22 de abril de 1902 que, “con análogos fines que los que persigue La Germinal Obrera, se ha constituido en Badajoz una asociación de mujeres”. Si atendemos a la fecha del breve aparecido en La Coalición, dicha creación fue anterior a la celebración, en Torre de Miguel Sesmero, del I Congreso Obrero de Extremadura, el 22 de abril de 1902.

Ya en El Obrero, el periódico de La Germinal, en su número del 30 de octubre de 1900, se dejaba constancia que el delegado nombrado por la sociedad pacense para su representación en el Congreso Regional de Sociedades Obreras de España que tuvo lugar en Madrid el 13 del mismo mes, Antonio Apolo Bardón, extremeño de los Santos de Maimona, afincado en Madrid, muy amigo del médico anarquista Pedro Vallina, había hecho presentes las proposiciones de la sociedad, entre cuyos puntos, el tercero establecía “Promover la cultura y emancipación social de la mujer”.

La sociedad de mujeres creada en abril de 1902 al amparo de La Germinal Obrera se llamó “La Unión Femenina”, aunque en algunos medios aparece también con el nombre de “Unión Femenil”. Estableció su domicilio social en la calle Doblados de Badajoz y tuvo como presidenta a Luciana Rico Bodes, mujer que participó en diversas suscripciones de recogida de fondos para huelgas y en el movimiento laicista, como consta mediante su apoyo a proclamas anticlericales en periódicos de la época, en compañía de otras mujeres como Marcelina Romero, Magdalena Enríquez, Ángeles Infante Rico, Guadalupe Romero, Felisa Falcón, Isabel Pachón, Josefa Llera, Jerónima Romero, Guadalupe Rico, Bárbara Gutiérrez, Josefa Sánchez, Marcelina Infante, Luisa Díaz (La Región Extremeña, 4 de julio de 1910). Lo sabemos a consecuencia de los sucesos que tuvieron lugar el 1 de junio de 1902 en Badajoz, donde las mujeres organizaron y protagonizaron los enfrentamientos en defensa de la huelga que pretendía lograr mejores condiciones para los obreros del campo y sus familias. En ese mes el local de la Unión Femenina en la calle Doblados fue tomado por las fuerzas militares y la sociedad clausurada. Una vez disuelta, Lucía Rico Bodes volvió a convocar a las mujeres que habían formado parte de la sociedad femenina a una reunión en el casino republicano de Badajoz el 22 de octubre de 1903, anuncio aparecido en la prensa de La Región Extremeña el 16 del mismo mes, advirtiendo que “se celebrará la reunión con las compañeras que asistan”, sin que lleguemos a saber, a día de hoy, el resultado final de dicha reunión.

Otras mujeres relacionadas con La Germinal, según consta en el periódico El Obrero, fueron Encarnación Frangamijo, Teresa Torrado y su hija Amalia, María Infante, María Hormigo y Francisca Valor.

La Federación Regional Española de la AIT, bakuninista, declaró en su congreso de 1881 que “la mujer puede ejercer los mismos derechos y cumplir los mismos deberes que el hombre”. No obstante, como afirma Marta Ackerlsberg en su libro sobre la organización anarquista Mujeres Libres, “ni la teoría del anarquismo, tal y como se desarrolló en España y en otros países europeos durante el siglo XIX y en los primeros años del XX, ni la práctica del anarcosindicalismo en España, fueron igualitarias en un sentido integral del término”. En definitiva, la emancipación de “las trabajadoras” habría de ser obra de ellas mismas o no sería.

Aun así y a pesar de lo poco que conocemos o nos ha llegado de la Unión Femenina, cabe decir que fue pionera en su época en cuanto a la creación de asociaciones de mujeres de carácter reivindicativo feminista con unos principios emancipadores que incluían el anticlericalismo y el laicismo que propugnaba Belén Sárraga como condición para la liberación de la mujer. Su participación en los hechos del 1 de junio de 1902, que narraremos en un próximo artículo, quedó difuminada en el tumulto de las mujeres que se echaron a la calle para defender a los huelguistas y que prendieron la mecha de los enfrentamientos. A día de hoy nada recuerda en la calle Doblados de Badajoz que allí estuvo la que, tal vez, fue la primera organización realmente feminista de Extremadura, desde abril a junio de 1902. Las mujeres que abrieron sus puertas aún esperan, como en el cuadro Il Quarto Estato, que algún día el espectador, o espectadora, pueda reconocerlas.
Última edición por adonis el 22 Ago 2020, 13:28, editado 1 vez en total.

adonis
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Re: El Badajoz anarquista de 1900 (I): La Unión Femenina

Mensaje por adonis » 17 Ago 2020, 13:24

2a parte: https://www.elsaltodiario.com/anarquism ... os-badajoz
El cuadro La carga (La càrrega), de Ramón Casas i Carbó, ha sido tradicionalmente considerado como un icono de la represión ejercida contra el movimiento obrero a principios del siglo XX. Pintado en 1899, pero retocado posteriormente y presentado por primera vez al público en París en 1903, fue adquirido por Patrimonio Nacional y expuesto en Madrid hasta 1911, cuando las autoridades españolas, movidas por el incómodo carácter de denuncia social que tenía el óleo, junto al daño que le hacía a la imagen de la Guardia Civil, decidieron “exiliarlo” a la periferia, al Museo Biblioteca de Olot, hoy Museu de la Garrotxa, donde aún permanece.

Casas no era un pintor obrerista, sino un retratista de su época. Burgués acomodado, bon vivant, nos dejó un testimonio fidedigno de algunas escenas de la Barcelona de entre siglos, en su paso del XIX al XX. Dada la relación de sus pinturas con sucesos contemporáneos, cuando La carga se presentó en París en 1903 fue relacionada enseguida por el público con la represión que se había ejercido en Barcelona en febrero del año anterior. Ese mes, entre el 17 y el 23, la ciudad catalana estuvo prácticamente paralizada debido a una huelga convocada por la Sociedad de Obreros Metalúrgicos en reivindicación de la jornada de ocho horas para combatir el desempleo. En poco tiempo la huelga, de cariz netamente anarquista, se extendió a otros sectores industriales, sobre todo el textil, así como a otras poblaciones cercanas. Hubo muchos y muy duros enfrentamientos en la calle entre huelguistas y fuerzas del orden, destacando una importante participación de las mujeres.

Aquella fue, tal vez, la segunda gran huelga general de Europa. La primera, aunque no es reconocida así por darse en una capital de provincia de segundo orden, fue la convocada en La Coruña en junio de 1901.

Ambas huelgas, tanto la de La Coruña como la de Barcelona, atrajeron la solidaridad obrera de un pequeño núcleo anarquista recién creado en Badajoz, en la España profunda del latifundio donde el caciquismo y la explotación eran ley de vida: la Germinal Obrera.

Desde el 1º de Mayo de 1901, fecha en la que más de mil obreros, abanderados por La Germinal y a cuyo frente iban las mujeres (Nuevo Diario de Badajoz, 2-5-1901) recorrieron las calles de Badajoz en completo silencio tras una bandera blanca con la inscripción “¡Paz Universal! Ocho horas de trabajo. Ocho horas de instrucción y recreo. Ocho horas de descanso. ¡Loor a los Mártires del Trabajo!”, esta sociedad de resistencia había ido aumentando y demostrando su fuerza no sólo en la capital de la provincia, sino también en las poblaciones cercanas, con la creación de sociedades análogas. La huelga liderada en junio de 1901, convocada entre braceros, ganaderos, mozos de labor y mozas de servir, logró importantes avances, como trabajar de sol a sol (y no de luz a luz), evitar los destajos y aumentar los descansos.

La Federación Germinal Obrera, tras el éxito del Congreso Obrero celebrado dos meses antes en Torre de Miguel Sesmero, había planteado, junto a otras sociedades, una nueva huelga en el campo para la época de siega que daba fin a la primavera de 1902. Las reivindicaciones, extendidas al resto de localidades cercanas, seguían siendo la jornada de ocho horas y el trabajo a jornal, no a destajo. Sin embargo, contrariados por los resultados del año anterior, en el que tuvieron que ceder, los propietarios andaban esta vez prevenidos y contrataron braceros de la cercana Portugal, así como a otros de Badajoz que no estaban asociados a La Germinal, que en junio de 1902 contaba con 2.084 afiliados (La Coalición, 6-6-1902).

Como medida de presión, los braceros en huelga de La Germinal se habían organizado en piquetes autónomos y recorrían a finales de mayo los cortijos cercanos a Badajoz, invitando a los jornaleros a que abandonasen las faenas y se sumasen a la huelga. Había también piquetes fijos durante todo el día a las entradas de la ciudad pacense, que a principios del siglo XX seguía siendo un recinto amurallado con accesos de entrada. La Puerta del Pilar, al sur de la ciudad, contaba aún con rastrillo y con una casa de carabineros a uno de sus lados.

El 30 de mayo el Gobernador Civil de la provincia, Rafael López Oyarzábal, ordenó que, para evitar las coacciones a los jornaleros (en su mayoría portugueses) que no secundaban la huelga, en cada una de las puertas de la ciudad hubiera “un inspector de policía, una pareja de la Guardia Civil y cuatro agentes de vigilancia”, así como estableció un servicio de varias parejas de la Guardia Civil de caballería para que recorrieran el término municipal y visitaran los cortijos, a fin de que “eviten que se perturbe a los que se ocupan en los trabajos de siega y en otros propios de la estación presente”.

Una comisión de La Germinal mantuvo una entrevista con el Gobernador Civil ese 30 de mayo, de la que no salió acuerdo alguno. Pocos días antes, el 22 de mayo, otra comisión se había entrevistado en Madrid con José Canalejas, Ministro de Agricultura de Alfonso XIII, sin buenos resultados. La comisión, encabezada por Juan Campolargo, fue recibida a su vuelta en la estación de ferrocarril por un buen número de mujeres y de obreros (NDB 23-05-1902)

El 31 de mayo la Guardia Civil detuvo a los germinalistas Alonso Orellana González y Saturio Barmasillo, por haber “ejercido coacción contra cinco portugueses que trabajaban en el sitio denominado El Tinajero”, con intención de que abandonaran la faena. Ambos fueron puestos a disposición del Juzgado de Instrucción (NDB, 1-6-1901).

El local de la Germinal Obrera hervía de huelguistas, constituidos en una asamblea permanente. Por El Obrero, el periódico de La Germinal, sabemos que una práctica habitual era apuntar en una pizarra del local los nombres de quienes abandonaban la huelga, para escarnio de sus familias y compañeros. Las mujeres también frecuentaban el local y participaban de la toma de decisiones, tal y como queda constancia tras la fundación, en abril de 1901, de la Unión Femenina, germinalista, con domicilio en la calle Doblados de Badajoz. Luciana Rico Bodes era su presidenta.

En la mañana del 1 de junio, antes de que amaneciera, los piquetes ya estaban apostados en las afueras de la ciudad. La noticia de la detención de los dos compañeros dos días antes y el endurecimiento de las medidas policiales habían caldeado los ánimos y sugerido un cambio en la estrategia de “disuasión”, pues peligraba el éxito de la huelga.

En la Puerta del Pilar, más allá del rastrillo y fuera de la vista de los agentes de policía que la custodiaban, un grupo de germinalistas recriminaba a quienes iban con aperos de trabajo para emprender la faena. Según se narra en La Coalición, censurada, “viendo a lo que parece que no obtenían el mejor éxito con su sistema un tanto templado de reconvención a los camaradas, decidieron apelar a la amenaza, y a un hombre anciano, un tal Tanco, que salió por la aludida puerta con intención de dedicarse a las faenas agrícolas propias de su oficio, parece que le amenazaron e intimidaron de tal modo, que el hombre se echó atrás, y volvió a las puertas”.

Al ver los vigilantes apostados en la Puerta del Pilar que el jornalero conocido como Tanco regresaba y desistía de iniciar su jornada, le preguntaron y supieron de las supuestas coacciones realizadas por el piquete situado extramuros. Al punto, el inspector allí presente requirió a una pareja de la Guardia Civil para “que detuvieran y llevaran a la cárcel presos a dos de los que suponían habían ejercido tal coacción”.

Los de la benemérita obedecieron y apresaron a dos de los germinalistas, si bien posteriormente, en la calificación de los hechos, se hablaría de un único obrero detenido (NDB 28-7-1903).

Sea como fuere, la pareja de la Guardia civil se dispuso a llevar, a pie, a sus detenidos a la antigua Cárcel Real, en la parte más alta de la ciudad, una vieja cárcel provincial en pésimas condiciones. En su camino hacia la cárcel, la voz de alarma subió como reguero de pólvora calles arriba, hasta llegar a la Plaza de San Juan y desparramarse por el enramado de callejuelas que iban a dar a la Plaza Alta, junto a la de San José, donde estaba la cárcel.

Eran éstas –la Plaza Alta, la de San José y calles cercanas- lugar donde vivía el elemento más pobre de Badajoz. Conocido hoy como el barrio histórico, el chabolismo abundaba junto a La Alcazaba y las viviendas carecían de retrete, con lo que las inmundicias se vertían directamente a la calle. Los periódicos de la época hablan del lugar como de un “muladar” y “un pudridero”. Allí se hacinaban, en precarias viviendas, las familias de los obreros y los jornaleros, y allí había también un elevado foco de prostitución. Las calles estaban sin pavimentar y apenas existía infraestructura urbana, salvo el reciente mercado construido en la Plaza Alta. A unos escasos metros de la Cárcel Real, al oeste, estaba la calle Chapín, sede de La Germinal Obrera, y hacia el este, más allá de la Plaza de San Andrés (hoy de Cervantes), la calle Doblados, la sede de la Unión Femenina.

La voz que subía desde la Puerta del Pilar avisando de que llevaban presos a dos de La Germinal tuvo éxito, y al pasar los dos civiles por la calle de San Juan, por encima de la Catedral, en su esquina con la calle Zapatería (hoy Moreno Zancudo), un estrecho callejón, numerosas mujeres salieron al paso y les acorralaron, exigiéndoles que pusieran en libertad a los huelguistas, a lo que la pareja se negó. Alertados por los gritos de las mujeres, acudieron un gran número de hombres, y entre unas y otros cercaron a los dos guripas, incapaces de evitar que las mismas mujeres les arrebataran a los detenidos. Estos se escabulleron entre la muchedumbre y desaparecieron.

Los dos guardias fueron a dar aviso de lo sucedido a la comandancia. Mientras tanto, otro huelguista había sido también detenido de nuevo en la Puerta del Pilar y era conducido por el mismo camino por otra pareja de la Guardia Civil.

En lo que parecía ser una estrategia planificada, al llegar al mismo lugar que los anteriores, cerca de la esquina del Rastro, de nuevo fueron rodeados por las mujeres y los obreros, impidiéndoles la salida y exigiéndoles que liberaran al preso. “Pero entonces la pareja, que llevaba órdenes severísimas, mandó echar al suelo boca abajo al preso, preparando las armas inmediatamente en actitud de hacer fuego” (calificación de los hechos).

En ese momento surgió desde las bocacalles aledañas una sección de caballería de la Guardia Civil, al mando del capitán Mendoza y del teniente Carrillo, que a todo galope cargó contra las mujeres y los hombres concentrados en la calle Zapatería, dando de plano con el sable y cintarazos, hasta que despejaron la calle y lograron que la pareja antes en apuros lograra continuar su camino con el preso custodiado hasta la cárcel.

Según la calificación de los hechos, “los obreros se resistían a abandonar su actitud levantisca” y se concentraron en la Plaza Alta, imprecando a los civiles, que lanzaron nuevas cargas sable en mano hasta despejar la plaza.

Disueltos los grupos, el Gobernador Civil dio orden de que parejas a caballo patrullaran por la ciudad. Las mujeres y los obreros, excitados por las detenciones y las cargas, se reagruparon en la calle Chapín, donde estaba el domicilio de La Germinal. Cerca de 300 personas se agrupaban en la calle cuando vieron bajar por la calle Céspedes, a una pareja a caballo de la Guardia Civil que les ordenó disolverse. Sin mediar palabra alguna, una lluvia de piedras comenzó a caer sobre los guardias civiles, que se vieron obligados a volver grupas y refugiarse en el Convento de San Agustín, a la sazón entonces cuartel del regimiento de Gravelinas, al principio de la misma calle Chapín.

La guardia del cuartel salió en auxilio de los guripas y formó ante “los revoltosos”, disponiéndose a disparar, pero en ese momento apareció de nuevo la caballería de los civiles, procedente desde la calle Arias Montano y ahora comandada por el teniente coronel Morgado.

A pesar del ímpetu de la carga dada, los caballos refrenaron el galope y retrocedieron por la pedrea que les caía, lo que permitió que hombres y mujeres se pudieran replegar hasta el domicilio de La Germinal Obrera, donde cerraron las puertas y se acantonaron.

Tanto desde este edificio como desde una terraza de una de las viviendas de la calle Céspedes que daba al cuartel de Gravelinas, los obreros siguieron arrojando piedras, dispuestos a aguantar el sitio que soldados de infantería y guardias civiles habían levantado. Desde sus posiciones, entre las que destacaba una azotea del convento de San Agustín, disparaban con sus mausers a los balcones y ventanas de La Germinal y de las casas contiguas. También se respondió con disparos desde las ventanas del edificio de La Germinal, aunque según las noticias dadas en la prensa, se trataba de “una mano que asomaba y, apuntando unas veces a la tierra y otras al cielo, daba al percutor”.

La situación duró unas dos horas, hasta que la Guardia Civil, tras lograr una orden judicial, pudo entrar en el domicilio de La Germinal Obrera y en las viviendas contiguas, echando la puerta abajo. Muchos de los obreros y de las mujeres habían logrado escapar por los patios vecinos, si bien en ese primer momento fueron detenidos 34 obreros en el edificio de La Germinal y 76 en las otras casas, todos hombres, entre los que se encontraban dos heridos: Justo Ardila, por tiro de bala en la cabeza, y José Naranjo, por herida de bala en una pierna, a la altura del muslo.

Inmediatamente se organizó una cuerda de presos conducida a la prisión nueva, en el Palacio de Godoy. Los heridos, entre quienes se encontraban algunos por sablazos en la cabeza, fueron llevados al Hospital civil.

Entre las autoridades, resultaron “con heridas o contusiones inferidas por piedras”, dos guardias civiles, y el caballo del teniente Sr. González y Fernández de la Puente, que “recibió asimismo una fuerte pedrada”.

A la tarde el Gobernador Civil mandó publicar una proclama que se fijó en las esquinas de toda la ciudad por la que “anunciaba que había resignado el mando en la autoridad militar”. Al caer la noche se anunció, “a golpe de tambores y toques de cornetas que atronaban los aires”, la ley marcial, en medio del silencio de una ciudad tomada militarmente. Se había declarado el Estado de Guerra en la ciudad de Badajoz.

Esa misma noche, se dispuso la suspensión de la Sociedad La Germinal Obrera, “incautándose de los libros y papeles de la misma y de dos banderas que había en el local”. Igual medida se aplicó a la Unión Femenina, que tenía su sede en la calle Doblados. La prensa anunciaría, días después, que en el domicilio de La Germinal fueron encontrados “numerosos papeles anarquistas”. La fachada del edificio y sus ventanas estaban agujereadas y destrozadas por tiros de bala. Las farolas del cuartel de San Agustín, destrozadas por las pedradas.

La noche del 1 de junio, bajo la ley marcial, comenzó una caza indiscriminada de obreros, buscando sobre todo a germinalistas. La Junta Directiva de esta sociedad fue detenida en pleno antes del amanecer y llevada a la cárcel del Palacio de Godoy. Más tarde también lo serían las juntas de los gremios de ganaderos y agricultores. En los días siguientes se continuó con las detenciones por los cortijos y poblaciones cercanas, llegándose incluso a detener a obreros que pertenecían a otras sociedades. La arbitrariedad de tales detenciones se evidencia con la de Enrique Pérez, miembro de la Junta Directiva de La Germinal que se encontraba en Málaga el día de los enfrentamientos y que fue detenido a su regreso a Badajoz el 10 de junio. A fecha de 14 de junio, los detenidos eran ya 130.

La intención estaba clara: acabar con la huelga del campo y debilitar o suprimir a una sociedad de resistencia de carácter anarquista como era La Germinal Obrera y la Unión Femenina. Dos días después de los sucesos todos los periódicos, tanto regionales como nacionales, anunciaban que en muchos lugares del campo volvía la normalidad y que los jornaleros retomaban las faenas. Sin embargo, sabemos que la huelga continuaba, ahora más que nunca, si bien quienes trabajaban eran los jornaleros portugueses traídos por los propietarios, los esquiroles del campo, “gente forastera a la que se remunera bien, y vense los del pueblo sin trabajo por la tenacidad en mantener sus proposiciones los unos y los otros” (Revista de Extremadura, junio de 1902).

El día 6 de junio se ofició el entierro, religioso, de Justo Ardila, herido de bala en la cabeza en el asalto de la Guardia Civil. Asistieron más de 300 obreros que, según la prensa, continuaban sin ir a trabajar. Como causa de su muerte constó “meningoencefalitis, consecutiva a herida de arma de fuego”.

La solidaridad no se hizo esperar. Los conocidos como “Los sucesos de Badajoz” recabaron suscripciones tanto dentro como fuera de la provincia para ayudar a las familias de los presos. El periódico Tierra y Libertad recaudó 1.440 pesetas (TL, 12-7-1902), a repartir entre 43 presos, 27 liberados y las familias del herido y del difunto Justo Ardila. En un intento por dar una imagen caritativa, Gobierno Civil, Ayuntamiento e Iglesia abrieron también una suscripción en este sentido, si bien nunca se supo qué paso con el dinero recaudado, como se revela de la lectura de un breve aparecido en el diario La Coalición del 1 de julio de 1902, en la que se pregunta al cardenal Sancha, Primado de España, a las autoridades y propietarios, qué se hizo del dinero recaudado, sin que se llegara a saber jamás la respuesta. El dinero voló.

En Badajoz se organizaron incluso novilladas por parte de los obreros para ayudar a las familias de los presos, que fueron siendo liberados poco a poco y sobre los que se dieron mítines de denuncia y se hicieron campañas de apoyo. Mientras tanto, la prensa dejaba de hacerse eco de la huelga y de los sucesos y comenzaba a dar noticia del Crimen de Don Benito, cometido el 19 de junio de 1902, un crimen como tantos en la Extremadura del caciquismo rural que pronto recabó la atención en los hogares y fue tema de conversación principal, desplazando al de los sucesos de la huelga.

A fecha del 1 de mayo de 1903, quedaban en la cárcel 23 obreros acusados de haber instigado y participado en los enfrentamientos, pendientes de un Consejo de Guerra. La Federación de las Sociedades Obreras de Extremadura, convocante de las manifestaciones del 1º de Mayo de ese año en la región, envió una circular a las sociedades federadas pidiendo que durante las mismas los manifestantes llevaran corbata negra y brazalete negro, en apoyo a los presos, instando a que se hicieran escritos solicitando su liberación. La manifestación, que partió en Badajoz del casino Republicano, iba encabezada por una pancarta en la que se pedía la libertad de los presos que estaban en Godoy.

Finalmente, el Consejo de Guerra contra los 23 procesados se celebró el martes 28 de julio de 1903 en la Sala de la Audiencia de la cárcel, calificando el fiscal militar los hechos “de insulto de obra a fuerza armada” para algunos de los procesados y para otros “de haber ejercido actos con tendencia a ofender de obra”, con lo cual se pedía para el grupo más comprometido dos años, cuatro meses y cinco días, y para los demás, penas menores. Todos los encausados habían sido señalados en ruedas de reconocimiento por la Guardia Civil como autores de los hechos.

Al día siguiente se dictó la sentencia, resultando uno de los acusados absuelto, otros 14 liberados (dado que por el tiempo pasado en prisión tenían extinguidas sus condenas) y 8 quedaban presos hasta cumplir la pena máxima que pedía el fiscal. Entre los que permanecieron en la cárcel estaban: Agustín Gutiérrez Navas, Antonio Solano de la Cruz, Francisco Félix López, Jerónimo Grandioso Nogales, Juan Chorizo Torres, José Arqués Bejarano, Manuel Lara Palo y Pantaleón Moriano Díaz. Los liberados, después de pasar un año de prisión, fueron Andrés Chaparro Díaz, Calixto Cosme Peña, Juan Amador Bolaños, Juan Vera Silva, Juan Martínez Lozano, Manuel Caballero Iglesias, Manuel Antúnez Domínguez, Pedro Macías Gómez, Ramón Fernández Mohedano, Rafael Corchado Miño, Ramón Romero García, Zoilo Basilio Caro, Pablo Delgado Fuentes, Francisco Jiménez Arias y Narciso Sánchez Escobar. Este último tenía menos de 16 años cuando fue detenido.

Dos meses después, en septiembre, el Gobierno dictaría un indulto que aún tardaría en cumplirse, dadas las protestas hechas por los republicanos y obreros de Badajoz en diversos mítines y escritos elevados a las autoridades civiles y militares.

El 26 de marzo de 1903 el diario La Región Extremeña había dado la noticia de que José Castro Villanueva, presidente la Germinal Obrera, en su día detenido y después liberado, había obtenido, por orden del Sr. Juez militar que instruía los sucesos del 1 de junio, una certificación del edicto dictado por la Capitanía General de Castilla la Nueva, dejando sin efecto la suspensión acordada por el Gobernador Civil de Badajoz de la Sociedad La Germinal y de la Unión Femenina. Dicha suspensión había sido injusta e ilegal, contraria a la Ley de Asociaciones de 1887.

Sin embargo, ni la Germinal ni la Unión Femenina lograrían recuperar la fuerza de negociación colectiva que tuvieron antes de los sucesos de junio de 1902. Tanto en la ciudad de Badajoz, como en el resto de la provincia y de la región, se fue labrando un vacío en el espíritu de la contestación obrera, que no se recuperaría hasta la llegada de La República y más allá, cuando las ocupaciones de fincas de 1936. Ese mismo vacío central, y no el obrero pisoteado a los pies de los caballos de la Guardia Civil, es el verdadero protagonista del cuadro de Ramón Casas con el que dio inicio este artículo.

adonis
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Re: El Badajoz anarquista de 1900 (I): La Unión Femenina

Mensaje por adonis » 22 Ago 2020, 13:28

Tercera parte:

https://www.elsaltodiario.com/anarquism ... ionalistas
El Badajoz anarquista de 1900 (III): los Internacionalistas

Tomando una licencia en esta serie, nos remontamos a la última etapa del siglo XIX para encontrar, pasando por Madrid, en una densa investigación fotográfica e histórica, las raíces del internacionalismo pacense.

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La fotografía que suele acompañar las ediciones del libro de Anselmo Lorenzo, El proletariado militante, memorias de un internacional, rezuma testosterona por los cuatro costados. Nos presenta al llamado “núcleo organizador” de la Asociación Internacional de Trabajadores en España, un conjunto de 21 hombres –más uno que se quedó dormido y, a pesar de que le avisaron, no quiso posar en la foto- que hacia finales de 1868 se reunieron en Madrid para dar constitución formal a la sección española de la AIT. Según narra Anselmo Lorenzo con su habitual gracejo, antes de marcharse el instigador de dicha reunión, el italiano Giuseppe Fanelli, quiso que los republicanos que habían estado reuniéndose con él durante aquellos días de diciembre de 1868 se hicieran una foto juntos.

Sabemos que Fanelli no fue el primero ni el único de los internacionalistas que aquellos años recorrieron España (ver el artículo en línea de Álvaro G. Marhuenda, El mito de Fanelli: inventario de aliancistas extranjeros). Tal vez aquella imagen inicial del llamado “núcleo organizador” haya contribuido a forjar esta idea, si bien no sabemos –porque nadie lo dejó dicho-, quién realizó esta fotografía. Creemos conveniente, antes de seguir hablando sobre el Badajoz anarquista de 1900, aclarar su (posible) autoría.

En la fotografía, el fondo de la composición, de tema bucólico, representa el enramado de un jardín o de un bosque, seguramente pintados sobre una lona. Tanto el fondo como la postura de los fotografiados, con los de la primera fila sentados casi en cuclillas y la segunda en una forzada posición sobre un estrado, revelan que la instantánea –para la que debieron quedarse inmóviles durante un buen lapso de tiempo- fue hecha en un estudio de fotografía. A pesar de que bastantes de los que aparecen en ella formaban parte de lo que se conocía como el gremio de noógrafos (tipógrafos, pintores, litógrafos, periodistas, doradores) y debían de conocer ya el nuevo arte de la fotografía, todo apunta a que la misma fue hecha por un fotógrafo profesional, cuyo ojo y mano reveladora se nota en la composición de la escena. Aquel fotógrafo, muy probablemente, fue Charles Monney.

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Por el libro de Juan José Morato de 1930, Historia de la sección española de la Internacional, sabemos que Fanelli viajaba de noche, para ahorrase el gasto de hospedaje, y que pidió prestadas a Elías Reclus 100 pesetas para poder viajar por España, dado que él, a diferencia de los hermanos geógrafos, no contaba con el ingreso que daban las colaboraciones con los periódicos franceses, ávidos de noticias de España, donde la reina Isabel, siguiendo la costumbre de los borbones cuando pintan bastos, acababa de tomar las de Villadiego y se andaba barruntando la idea de una república federal.

Fanelli fue introducido en el grupo republicano de Madrid por Tomás González Morago (el que se quedó dormido) y José Rubau Donadeu, abogado, periodista y agitador catalán que aparece en la foto justo a la izquierda del italiano, entre éste y Anselmo Lorenzo. José Rubau Donadeu tenía un hermano, Julio Rubau Donadeu, quien también aparece en la fotografía y era dueño de una litografía en la Calle del Horno de la Mata, la misma calle donde estaba la sede de la Sociedad El Fomento de las Artes. Anselmo Lorenzo principia su libro El proletariado militante diciendo que “El Fomento de las Artes era el punto de reunión de los elementos liberales ilustrados de Madrid”. Él y todo el núcleo organizador eran esos “elementos liberales ilustrados”.

José Rubau Donadeu también vivía muy cerca de allí, en la Calle del Olivo, nº 6 y 8, cuarto, segundo. Lo sabemos por una citación del juzgado que aparece en el Diario Oficial de Avisos de Madrid del 11 de febrero de 1874. La calle del Olivo es la actual calle Mesonero Romanos, paralela a la de Horno de la Mata. Según otro de los integrantes de aquel núcleo inicial, Francisco Mora, que también aparece en la foto, algunas de las conferencias con Fanelli se hicieron en el Café de La Luna (Historia del socialismo obrero español, Imprenta Calleja, Madrid, 1902), que estaba en la calle que llevaba el mismo nombre (Calle de la Luna), que es la de continuidad a la de Horno de la Mata.

Charles Monney Millet es considerado como el primer fotoperiodista de la historia de España o, lo que es mejor aún, el primer fotógrafo corresponsal de guerra en suelo español. El mérito se le atribuye gracias a la serie de fotografías que hizo del conocido como “Sitio de Bilbao”, un reportaje del asedio con bombardeo al que sometieron las tropas carlistas a la ciudad vasca entre febrero y mayo de 1874 (María Teresa García Ballesteros y Juan Antonio Fernández Rivero, Charles Monney, un fotógrafo singular, publicado en el blog de la Colección Fernández Rivero, el 27 de abril de 2020). Fotógrafo francés, afincado en España durante más de 20 años, fue uno de los iniciadores de la fotografía estereoscópica y de ampliación, y abrió estudios en ciudades como Murcia, Málaga, Córdoba, Granada, Sevilla, Madrid o Bilbao. Entre el año 1868 y 1869 tuvo abierto estudio fotográfico en Madrid, en la Calle de la Abada, 25. Conocemos dicha dirección por sus anuncios en la prensa madrileña de la época (La Correspondencia de España, 23-6-1868) y por las referencias en Clifford, Portal dels Fotògrafs del Segle XIX a Espanya.

La calle de Abada (estudio de Monney) tiene su prolongación en la de Horno de la Mata (domicilio de Julio Rubau Donadeu y sede de “El Fomento de las Artes”) que, a su vez, continúa en la de La Luna (café donde conferenciaban). Toda esta prolongación de calles cruza la del Olivo (domicilio de José Rubau Donadeu), hoy Mesonero Romanos. Es de suponer que, cuando Anselmo Lorenzo y sus compañeros, internacionalistas en ciernes, quisieron buscar un fotógrafo y un estudio fotográfico donde hacerse una foto con Fanelli, antes de que se marchara, no anduvieran mucho para encontrarlo. Tenían uno a la vuelta de la esquina.

Un par de datos más apuntan a la autoría de dicha foto por Charles Monney. El primero de ellos es la amistad entre uno de los hermanos Donadeu y el fotógrafo. Este último hizo en 1869 un montaje fotográfico en albúmina sobre papel que es una composición a modo de orla. En ella aparecen los “Diputados que en mayo de 1869 votaron como forma de gobierno para España la República Democrática Federal”. La foto, en la que aparece José Rubau Donadeu como uno de esos diputados, tiene un pie en el que literalmente se dice: “Es propiedad de Julio Rubau Donadeu y Carlos Monney, que perseguirán ante la Ley a los que lo reproduzcan. Depósito, Abada, 25m, 2º, Madrid”.

Juan José Morato ofrece un dato más en su libro sobre la Internacional. Dice, cuando habla del núcleo organizador, que en “Los desvanes de la Casa del Pueblo hay un tapiz o lienzo que regaló José Ruabudonadéu (sic), hecho según una fotografía en la que aparecen retratados con Fanelli los hombres del grupo fundador de la Internacional. Son 21 con Fanelli y consta que eran del grupo, pero que faltan de la fotografía cuatro”.

Este tipo de tapices respondían a ampliaciones de fotografías en las que los personajes aparecían a tamaño natural, una técnica empleada por Charles Monney, como sabemos por la prensa de la época que anunciaba la exposición de tales ampliaciones a la vista del público (El correo vascongado del 15-6-1873 da noticia del “retrato de tamaño natural por el sistema de ampliación, de un caballero muy conocido y respetado en Bilbao”, que se podía admirar junto al kiosco-cigarrería del Arenal).

Por último, cabe resaltar que Juan Montseny, amigo personal de Anselmo Lorenzo, editor suyo a través de la Revista Blanca y autor que solía firmar con otros nombres, utilizó en la primera época de esta publicación un seudónimo que, tal vez, fuera inspirado por quien realizó la fotografía del núcleo organizador: Charles Money, igual que el nombre del francés, pero con una sola “n”. Blanco y en botella.

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Bien andado diciembre de 1868, según cuenta Morato, Fanelli se volvió a encontrar con Bakunin en Ginebra, a quien le entregó una lista de los republicanos de España con quienes se había reunido… y una copia de la fotografía hecha del grupo.

La fotografía fue publicada por primera vez en la primera página de La Huelga General, Periódico Libertario, nº 5, del 25 de diciembre de 1901, el periódico que dirigía Ferrer i Guarda, el de la Escuela Moderna, amigo personal y colaborador de Anselmo Lorenzo. La referencia la da Max Nettlau en su libro Miguel Bakunin, la Internacional y la Alianza en España y el periódico se puede descargar en la actualidad desde la misma página de la Fundación Ferrer i Guardia.

A pesar de la testosterona vertida en la imagen pública de núcleo organizador, hubo varias mujeres que formaron parte de aquella aventura en los inicios del internacionalismo, aunque no salieron en la foto. Lola Iturbe, fundadora de Mujeres Libres, recopiló e investigó la figura de algunas de ellas para dejar testimonio de las mismas en su libro La mujer en la lucha social y en la guerra civil de España, editado originalmente por Editores Mexicanos Unidos en 1974 y en 2012 por Tierra de Fuego y La Malatesta Editorial. Un estudio mucho más amplio sobre tales mujeres (y otras muchas significativas) lo encontramos en el libro esencial de Ana Muiña, Rebeldes periféricas del siglo XIX, editado por La Linterna Sorda en 2008. Insuperable.

En ambos libros se reseña especialmente la figura de Guillermina Roja y Orgis, que combatió contra las tropas del general Pavía en la Plaza de Antón Martín, de Madrid, el año 1874. En febrero de ese año fue nombrada secretaria corresponsal de la sección de Madrid de la Internacional.

Tanto Guillermina Rojas como muchas otras mujeres aparecen en muchos documentos referentes a la Internacional de aquellos años, si bien Guillermina Rojas nos interesa sobremanera porque fue la primera mujer internacionalista nombrada en los diarios extremeños, allá por 1872, aunque dicha mención respondiera a una vil suplantación de su figura o, como solemos decir hoy día, no se tratara más que de una fake news, un vulgar bulo periodístico. Guillermina fue suplantada por una impostora.

Bajo el título “Los Internacionalistas en Zafra”, La Crónica de Badajoz del 28 de enero de 1872 informaba de que Madama Guillermina (Guillermina Rojas) había estado durante la semana anterior en Zafra y en Fuente de Cantos, en compañía de un caballero que parecía francés y de numerosos criados y un lacayo, para “extender por nuestras comarcas agrícolas el imperio salvaje de una doctrina que trae en su seno los horrores de la guerra social”.

La tal Madama Guillermina y su séquito habían llegado en un coche con un magnífico tiro de caballos y hablaron en la primera noche en la sede del comité republicano de Zafra. En la segunda noche, el caballero francés, de quien después sabríamos que se trataba de un tal Lambert, “desató su lengua contra la religión, la propiedad y la familia”, por lo que el presidente del comité republicano, el Sr. Portillo, decidió retirarle la palabra y dio la sesión por levantada.

Sin embargo, los asistentes, correligionarios del Sr. Portillo, protestaron gritando “¡Abajo el Presidente! ¡Viva la libertad!”, con lo cual los supuestos internacionalistas fueron puestos de patitas en la calle.

Al día siguiente, “cerradas las puertas del Comité Republicano de Zafra a los internacionalistas, se pusieron a predicar en la plaza pública, anunciando sus discursos al son de tambores y clarines, y Madama Guillermina encarecía la necesidad de concluir con los ladrones que habían comprado bienes nacionales, ensalzando a la vez los maravillosos efectos de unas drogas que vendían y que quitan (según la honrada palabra de la célebre ciudadana) toda clase de dolores y padecimientos”.

De esta noticia se hicieron eco otros diarios, tanto de carácter regional como nacionales, como por ejemplo El Constitucional de Alicante del 20 de febrero de 1872 e, incluso, El Debate, por entonces dirigido por Benito Pérez Galdós.

Tal y como podemos extraer del excelente artículo de Gloria Espigado Tocino, Experiencia e identidad de una internacionalista: trazos biográficos de Guillermina Rojas Orgis, Pérez Galdós (cita textual) también se expresó en duros términos para descalificarla caracterizándola como: “oficiala de sastra, oradora de club, de imaginación viva, de palabra fácil, capaz de agitar una turba en días de revolución y aún de capitanearla en las barricadas, comparándola con la revolucionaria francesa Théroigne de Méricourt” (la revolucionaria francesa que se atrevió a solicitar armas a la Asamblea para así homologar la ciudadanía de las mujeres. La Felguera Editores publicó en junio de 2015 un excelente libro con sus proclamas).

Todo respondía a un ataque orquestado contra Guillermina Rojas, considerada por la prensa conservadora liberal una petroleuse, una anarquista incendiaria y destructiva creada a imagen y semejanza de las mujeres relacionadas con los recientes hechos de la Commune francesa, que tanto miedo generaban en las conciencias burguesas. Sin embargo, la incendiaria y revolucionaria que habló a favor del amor libre en Zafra y en otros lugares de la provincia de Badajoz, no era la auténtica Guillermina Rojas, a pesar de que su discurso era muy similar.

El Debate se hizo eco de estas noticias aparecidas en diarios extremeños, entre ellos El Lusitano de Mérida, que identificaba a Guillermina con la buhonera vendedora de elixires y la situaba en esta ciudad haciendo propaganda de los mismos (entre los que se encontraba un elixir bucal) mientras predicaba la práctica del amor libre.

La auténtica Guillermina, acostumbrada a estos ataques, tuvo que salir en defensa propia y, en consecuencia, envió un escrito a diversos diarios. Periódicos internacionalistas como La Emancipación, El Condenado, La Federación…, publicaron su réplica al falso levantado. No tanto así El Debate de Pérez Galdós que, tras hacerse el longui, no se dio por enterado.

El texto, que llevaba el encabezamiento de “Lo de siempre”, fue publicado por Anselmo Lorenzo en El proletariado Militante, y en él no solo aclaraba Guillermina Rojas que jamás había estado en Mérida “vendiendo botellas, y drogas medicinales”, sino que además ella poseía el título de maestra superior por la Escuela Normal de Cádiz, que había ejercido dicha profesión, por el espacio de dos años, en aquella ciudad, “hasta que, comprendiendo era imposible poder armonizar sus ideas con la educación mística y la raquítica instrucción que se da hoy en la escuelas, presentó su dimisión y volvió a su primitiva ocupación, la cual era costurera de sastre, para ganar honradamente el sustento sin tener que violentar su conciencia, abdicando vergonzosamente de sus ideas en beneficio personal”. La carta está remitida por Guillermina desde Madrid con fecha del 19 de febrero de 1872.

Gracias al artículo citado de Gloria Espigado Tocino sabemos quién fue la suplantadora de Guillermina Rojas en Mérida, Zafra y Fuente de Cantos. Según parece, por el testimonio de un cronista local gaditano, sabemos que se trataba de Consuelo de Aragón, de Cádiz, “entusiasta ciudadana, vendedora ambulante de drogas que se había hecho muy popular aquí entre ciertas gentes por las peroratas en sentido socialista y comunista que alternativamente con su consorte el ciudadano francés Lambert y a ciencia y paciencia de las autoridades, dirigía por mañana, tarde y noche, en más de dos meses que permaneció aquí, a la estupefacta muchedumbre que para escucharlos se agolpaba en rededor del carruaje iluminado en que a son de tambor y trompeta expedían su famoso elixir del Comendador (nombre que nada tenía de democrático), el té medicinal y demás especialidades que constituían su comercio”.

Los periódicos extremeños, por supuesto, no publicaron el desmentido de Guillermina Rojas ni emitieron ninguna retractación. Acostumbrados a combatir y criticar tanto sus ideas como su moral, más bien siguieron arremetiendo contra los internacionalistas, salvo algunos que se atrevían a mencionar, tímidamente, las nuevas ideas.

Ángel Olmedo Alonso hizo una magnífica introducción a los precursores del Internacionalismo en tierras extremeñas en su libro El anarquismo extremeño frente al poder, editado por la Diputación de Cáceres (capítulo V, “Algunas notas sobre el desarrollo del anarquismo en Extremadura”). Uno de esos precursores fue Agustín Cervantes del Castillo-Valero, natural de Llerena (1840) y fallecido en Cáceres el 30 de abril de 1880. Entre esas dos fechas ejerció como abogado en Cáceres, profesor de Retórica y Poética en el Instituto de esa ciudad, funcionario de su Gobierno Civil, profesor de Latín y Castellano en el Instituto de Córdoba y catedrático de su Universidad, desde donde, en compañía de otros internacionalistas, contribuyó a propagar las ideas bakuninistas.

La mejor referencia de Agustín Cervantes la encontramos en el libro de Juan Díaz del Moral, Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, donde hace un semblante de los internacionalistas y donde dice que “el proletariado español se inició en las luchas sociales bajo los auspicios del anarquismo, y las grandes masas obreras que se alistaron en la I Internacional ostentaron siempre como lema los tres artículos de la fe del credo bakuniano: en política, anarquistas; en economía, colectivistas; en religión, ateos” (página 101 de la segunda edición en Alianza Universidad, 1977).

Por las cartas,comunicados y documentos de la Comisión Federal de la Región Española (FRE, recopiladas por Carlos Seco y María Teresa Martínez y digitalizadas por Cedall, Centro de documentación para la memoria histórica antiautoritaria y libertaria, recopiladas de la conocida Biblioteca Arús), podemos saber que Agustín Cervantes es llamado por la Comisión Federal para que propague el internacionalismo en la provincia de Badajoz en carta enviada desde Alcoy el 24 de febrero de 1873. Previamente se había encargado de organizar, como secretario de la Federación cordobesa, el Tercer Congreso de la Federación Española de la AIT, celebrado en Córdoba entre el 24 de diciembre de 1872 y el 3 de enero de 1873. Por entonces tenía su residencia en calle Pérez de Castro, nº 8, Córdoba. A esta ciudad fueron llegando los internacionalistas para dicho Congreso, celebrado en la clandestinidad debido a la persecución de Castelar contra la FRE. Para que pudieran reconocer a la comisión cordobesa que debía recibirlos, los miembros de ésta estarían en la estación de tren leyendo un ejemplar de El Condenado, periódico libertario (circular del 6-12-1872).

Después del congreso, a inicios de 1873, indignado por la política represiva del Gobierno de Castelar, se atrevió a exponer desde su cátedra en Córdoba doctrinas radicalmente anticatólicas, lo cual generó un gran revuelo entre sus alumnos primero y luego entre las familias de la burguesía cordobesa. Por mediación de un diputado federal, se le abrió un expediente y la sociedad cordobesa le repudió. Otras fuentes achacan el repudio de la sociedad conservadora cordobesa a la publicación de su libro Tres discursos socialistas sobre la propiedad y la herencia, que según Acta de la sesión celebrada el 10 de diciembre de 1872 de la Federación Regional Española (FRE) vendía a cuatro reales, y “para los internacionales a precio de coste, o sea, a un real cada ejemplar” (Actas de los Consejos y Comisión Federal de la Región Española, 1870-1874, Tomo I, página 366).

A consecuencia de ello permutó y se marchó a desempeñar la cátedra en la ciudad de Badajoz, donde comenzó a tener problemas de salud, estableciendo su residencia en Cáceres, en la calle Santo Domingo, 1 (carta de la Comisión de la FRE del 13-2-1873). No obstante, durante el año 1873 recorre varias localidades de Cáceres y Badajoz para constituir federaciones locales (Acta de la XXV Sesión celebrada por la Comisión Federal de la FRE del 21 de febrero de 1873), y en acta de la sesión del 25 de agosto de ese mismo año manifiesta que “pronto se adherirán a la Internacional algunos compañeros de esta localidad” (Cáceres).

Su labor pronto dio sus frutos. A partir de esa fecha y según las actas, cartas y comunicados de la FRE, encontramos grupos de internacionalistas en Fuente del Maestre (José María Lineros, Francisco Alonso Prieto, Francisco Pedro Labado), Villalba de los Barros (José García Palomar), Aceuchal (Abdón Montejano, Antonio Lomas, Juan Mencheta), Cáceres (Ciudadano Barrientos, telegrafista), Santa Marta (compañero Montejano, posiblemente de Aceuchal), Navas del Madroño (Antonio Rocafort), Trujillo (Gonzalo Cabello), Casas del Monte y Solana. Una estrategia a seguir era la búsqueda de posibles internacionalistas por anterior suscripción a El Condenado o al periódico El Orden, facilitada por la comisión a Agustín Cervantes. Del mismo modo, para que la correspondencia por carta no fuera intervenida, se enviaba en “sobres de luto”, usuales para expresar las condolencias (carta de Francisco Tomás Oliver, de la Comisión federal, a Gonzalo Cabello, de Trujillo, del 20-3-1874. En ella Oliver le pide a Cabello que no le envíe misivas a su nombre, por estar “escapado y perseguido”. Todas las cartas las firmaba con “Salud, Anarquía y Colectivismo”.

En 1876 Agustín Cervantes volvió a permutar, en esta ocasión con el Instituto El Brocense de Cáceres. En el Resumen del Estado del Instituto Provincial de Badajoz durante el año académico del año 1876 a 1877, leído por D. Carlos Soler y Arqués, se dijo de él: “Despidiose un profesor de una ilustración poco común y caballerosidad ejemplar”. Al poco tiempo murió en Cáceres. A día de hoy su nombre no tiene, ni tan siquiera, una entrada en la socorrida Wikipedia.

Poco después, en marzo de 1883, once internacionalistas serían detenidos en Olivenza (Diario de Córdoba, 18-3-1883), acusados de pertenecer a la sociedad secreta “La Mano Negra”, el affaire que montó el Gobierno de Alfonso XII, con Mateo Sagasta a la cabeza, para acabar con la recién creada FTRE, la Federación de Trabajadores de la Región Española, anarquista. Se trataba de propagandistas llegados de Sevilla, Córdoba y Antequera, a quienes se les intervino una serie de documentos. Tanto el periódico El Diario como La Crónica de Badajoz (9-3-1883), condenaron aquellos hechos con estas palabras:

“La semilla del robo, del asesinato y de la anarquía no fructifica en la región extremeña cuyos hijos rinden culto a las ideas de probidad, de honradez y de dignidad humana.

La Mano Negra no alcanzará con sus negras uñas al territorio extremeño.

Podemos vivir tranquilos”.

En la foto del núcleo organizador ni están todos los que son, ni son todos los que están. Algunos de quienes aparecen en la imagen se apartaron al poco tiempo del Internacionalismo, si bien muchos otros iniciaron y continuaron una ardua labor de propaganda, que haría que La Idea alcanzara en poco tiempo los cuatro puntos cardinales de la península ibérica, Portugal incluida. Esta labor de propaganda era inherente a los fundamentos anarquistas. En Badajoz pronto cundiría la semilla de estos iniciados, entre los que aparecen también nombres de mujer, pero sería sobre todo en la primavera de 1904 cuando llegaría a la ciudad la Excursión Nacional de Propaganda Anarquista, cuyos avatares y andadura por tierras extremeñas contaremos en un próximo capítulo.

adonis
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Re: El Badajoz anarquista de 1900

Mensaje por adonis » 29 Ago 2020, 15:38

https://www.elsaltodiario.com/anarquism ... libertaria
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El doctor Pedro Vallina (1879-1970), médico anarquista que anduvo desterrado por la Siberia extremeña en los años veinte del pasado siglo, relata en sus memorias el viaje que hubo de hacer desde Badajoz hasta Berlanga, tras regresar de su exilio en Londres, adonde le había llevado la huida de un consejo de guerra formulado a causa de sus ideas: “Acostumbrado a viajar en los trenes rápidos de Inglaterra, aquel tren me parecía que iba arrastrado por cangrejos, y que podía muy bien bajarme para recoger un objeto y después volver a subir”. Trenes extremeños: ayer… igual que hoy.

El primer lugar del exilio de Vallina fue París, donde colaboró en el periódico Le Libertaire, fundado por Sébastien Faure. En ese diario publicó un artículo del que se haría eco El Porvenir del Obrero, periódico de Mahón (Baleares), en su edición del 10 de junio de 1903, bajo el título de “Solidaridad”. En él Pedro Vallina narraba los hechos acontecidos en Badajoz el 1 de junio de 1902 (Los sucesos de Badajoz), tras los que se declaró el Estado de guerra en la ciudad y se clausuraron la Germinal Obrera y la Unión Femenina, organizaciones anarquistas.

No sólo denunciaba los sucesos y posterior represión de Badajoz (de la que resaltaba que existieran mujeres anarquistas en prisión), sino también hechos similares acontecidos en La Línea, Cádiz, Reus, Córdoba, Salamanca, Jumilla, Almería…, todos ellos acontecimientos menores frente a los tres que marcaban “claramente la ferocidad de las autoridades y de la burguesía: La Mano Negra, Jerez y Montjuic”.

En consecuencia, llamaba a convocar el mismo día un gran mitin en París, Londres y en todas las ciudades de España, en el que se propusiera al Gobierno español el siguiente dilema: “La huelga general o la libertad de los presos”.

Por esas fechas, un año después de los sucesos de Badajoz, 22 germinalistas continuaban aún presos en la cárcel de Godoy, a la espera de un Consejo de Guerra. La fuerte represión ejercida un año antes por el Gobierno Militar de la provincia, a instancias del Gobierno Civil, que se inhibió en la autoridad, había dado sus frutos. A pesar de que en marzo un juez militar había dictado un edicto declarando nula, ilegal y contraria a la Ley de Asociaciones de 1887 la clausura de La Germinal Obrera y de la Unión Femenina por el Gobernador Civil, ninguna de las dos organizaciones volvió a contar con la pujanza y adhesión obrera demostradas antes de la represión. La Germinal, falta de fondos para asumir el alquiler de su domicilio social, hubo de abandonar el local de la calle Chapín, nº 10, que a partir de enero de 1903 pasó a ser ocupado por la Sociedad Artística y Recreativa Espronceda (Nuevo Diario de Badajoz, 15-01-1903). La misma suerte correría al poco tiempo el periódico El Obrero, Publicación semanal de sociología, ciencias y artes.

En marzo de ese año (1903), los días 25 y 26, en Torre de Miguel Sesmero se celebró el tercer Congreso Regional Obrero, al que acudieron 32 sociedades obreras de la región extremeña. La Germinal, que había organizado los dos anteriores, no estaba. En este tercer congreso se tomaron una serie de acuerdos por unanimidad. Tres de ellos rompieron la dinámica hasta el momento llevada a cabo por La Germinal: por una parte, se acuerda la conveniencia de constituir sociedades cooperativas de producción (acuerdo quinto), y por otra se renuncia a la huelga como instrumento y estrategia de cambio, “porque perjudican y disminuyen la producción y no resuelven y terminan los egoísmos y abusos de propietarios, capitalistas y patronos” (acuerdo undécimo). En consecuencia, cuando los obreros federados sufrieran abusos de los capitalistas y patronos, deberían emplear medios pacíficos y elevar las quejas a los poderes públicos, “ejercitando aquellos derechos y acciones que las leyes les conceden” (acuerdo décimo, extraídos de las actas publicadas en el Nuevo Diario de Badajoz de 31-03-1903 y La Región Extremeña del 4-04-1903).

Tales acuerdos contrariaban los principios de La Germinal Obrera que, atendiendo a los fundamentos anarquistas, instaban a la creación de sociedades de resistencia frente a las sociedades de producción y, por otra parte, hacían de la huelga el instrumento transformador por excelencia, la principal herramienta del obrero para la defensa de sus derechos y de su dignidad.

Aunque los periódicos regionales, tanto los de carácter conservador como los progresistas, alabaron los acuerdos del congreso de La Torre -haciéndose eco de las felicitaciones dadas por el Gobernador Civil a las sociedades participantes por “la sensatez de los acuerdos”-, los mismos fueron duramente criticados por los periódicos anarquistas, tal y como informó El Diario de Avisos, periódico de Segovia, del 4-04-1903, donde al dar noticia de lo acordado se dice que “Los periódicos ácratas y libertarios truenan contra los acuerdos del Congreso, y especialmente disparan bala rasa contra la base undécima que declara lo ineficaz y contraproducente de las huelgas para los fines que el partido obrero persigue, a quien califican, gratuitamente, de cobarde y servil porque reconoce la legalidad existente desde el momento que se aviene, según la base décima, a recurrir a los poderes públicos para dirimir sus contiendas con los capitalistas y patronos”.

Estos acuerdos fueron alabados por el incipiente republicanismo propugnado por el recién creado partido de la Unión Republicana. Así se desprende del manifiesto publicado en la última página de Las Dominicales del Liprepensamiento, del 15-05-1903, a toda plana, donde su fundador y director, Fernando Lozano Montes, bajo la firma de Demófilo (no confundir con el padre de los Machado), ensalza los acuerdos tomados en La Torre, arremete contra los anarquistas, a quienes llama “espíritus atolondrados, sin ciencia ni reflexión” e invita a los extremeños a sumarse al nuevo partido republicano.

La Germinal no es ajena a los intentos de los poderes fácticos para integrarla en el juego político que se empezaba a perfilar, que pasaba por las urnas y la participación en las instituciones. El Nuevo Diario de Badajoz del 10-02-1904, da noticia de que el Alcalde de esta ciudad ha enviado a las asociaciones una carta en las que se les invita a designar un representante que forme parte de la comisión encargada de preparar el programa de la próxima feria. El Presidente y el secretario de La Germinal contestan al alcalde con otra carta en la que se dice que “teniendo los obreros el estómago vacío no tienen fuerza para ocuparse de lo que a sus estómagos no interesa, añadiendo que bien podía el Ayuntamiento ocuparse del remedio de la crisis obrera”. La carta, que el alcalde dio a leer a varios concejales, “fue objeto de muchos comentarios y produjo penosa impresión en todos”.

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El 5 de mayo de 1904 llegaban en tren a Badajoz, procedentes de Huelva, unos propagandistas libertarios con intención de dar un meeting en el López de Ayala. Este mitin respondía a la Excursión Nacional de Propaganda, organizada por Tierra y Libertad, el entonces suplemento de La Revista Blanca que se acabaría convirtiendo en órgano de prensa señero del anarquismo español. La Revista Blanca era editada por el matrimonio Urales (Teresa Mañé y Juan Montseny), madre y padre de quien, con el tiempo, sería la primera mujer ministra en la historia de España, la anarquista Federica Montseny. Siguiendo lo aportado en la entrada referente a esta excursión en la Enciclopedia del Anarquismo Ibérico, Tomo I, de Miguel Íñiguez, Fundación Isaac Puente, cabe hablar de dos excursiones, una de 1902 y otra de 1904. La intención era llevar la propaganda anarquista por todos los rincones de la península ibérica. Cada regional propuso oradores, entre los que se hallaban Leopoldo Bonafulla, Teresa Claramunt, Manuel Ferreira, José González Sola, Antonio Ojeda, José María Pérez, José Rodríguez Romero, Abelardo Saavedra y José Sánchez Rosa.

La primera excursión, la de 1902, se centró en Andalucía, mientras que la segunda, recorrería todo el país entre abril y junio de 1904, con tres comisiones diferentes. En esta última participaría también Soledad Gustavo, quien la inauguraría con un mitin a inicios de abril en el Teatro Barbieri de Madrid.

Muchos de los mítines dados en ambas excursiones fueron prohibidos por las autoridades de las localidades de destino. En la primera Teresa Claramunt fue detenida en Ronda, sólo por hablar, y en la segunda Rodríguez Romero sería expulsado de Andalucía. Tras esa expulsión, vendría a Badajoz.

Por el número 172 de La Revista Blanca sabemos cómo se organizó la excursión o, como también era conocida, jira anarquista. Según consta, “se abrió una suscripción para comprar los billetes kilométricos que hacían falta, uno para cada uno de las tres comisiones. Los compañeros de cada localidad que reclamaban la presencia de los comisionados, corrían con los gastos del hospedaje. Los de local y manutención de las familias de los excursionistas, salía de las bandejas que se ponían a las puertas de los locales”.

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Gerald Brenan describió muy bien a estos propagandistas libertarios –hombres y mujeres- de principios del siglo XX. Dice que viajaban “de un lugar a otro, a pie, a lomos de mula o en los duros asientos de los coches de tercera clase del ferrocarril, o incluso sobre el techo de los vagones de mercancías como los vagabundos o los maletillas, mientras organizaban nuevos grupos o realizaban campañas de propaganda, estos “apóstoles de la Idea” –como se les solía llamar- vivían como frailes mendicantes de la hospitalidad de los trabajadores más prósperos” (en Irving Louis Horowitz, Los anarquistas, 2.- La práctica, Alianza, Madrid, 1975).

En Badajoz se organizó una comisión para traer a la ciudad en 1904 la Excursión de propaganda. Dicha comisión estaba integrada por Ángel Santos, Luis Estanislao, Juan Chorizo, Ramón Ripado y Miguel Castilla. Algunos de estos, como Juan Chorizo Torres, habían salido poco antes de la cárcel de Godoy, a causa de los sucesos de Badajoz de dos años antes.

Esta comisión repartió por las calles de Badajoz en la tarde del 5 de mayo de 1904 una hoja-panfleto en la que se decía: “AL PÚBLICO DE BADAJOZ” A todas las clases sociales en general y a los obreros en particular, se les invita a un mitin de propaganda sociológica y Libertaria que tendrá lugar en el teatro López de Ayala de esta capital. En dicho mitin tomarán parte los propagandistas José María Pérez, José Rodríguez Romero y Manuel Ferreira, los cuales, de acuerdo con las ideas por ellos sustentadas, conceden tribuna libre para todos los que quieran controvertir las ideas por ellos expuestas. La Comisión” (La Coalición, 5-05-1904).

Inicialmente estaba también prevista la intervención de Soledad Gustavo, y de los tres propagandistas propuestos sólo acudirían los dos primeros, echándose en falta a Manuel Ferreira da Silva, anarquista de Lisboa que había sido profesor en 1900 en la Escuela Moderna de Cartagena, miembro por entonces del grupo de afinidad Los Intransigentes (El Liberal, 2-01-1903).

De los dos propagandistas ácratas que intervinieron, el asturiano José María Pérez y el murciano José Rodríguez Romero, el más conocido era este último. Podemos extraer datos de su biografía de la Enciclopedia del Anarquismo Ibérico de Miguel Íñiguez. De 28 años de edad, había dirigido en 1901 El obrero moderno, y escribía en Tierra y Libertad y en El Rebelde. Formó parte en el comité de huelga de la Semana Trágica de Barcelona (julio de 1909), tras la cual se exilió en París. Tras su regreso, formó parte del grupo anarquista Solidaridad Humana de Madrid.

En Badajoz se ofrecieron dos mítines. El primero en el Teatro López de Ayala el viernes 6 de mayo, a las nueve y media de la noche, y el segundo el domingo 8 de mayo en la sede del Círculo Republicano Progresista, a las diez de la noche. Por la prensa de aquellos días sabemos que ambos fueron muy concurridos, con gran asistencia de hombres y mujeres, de diverso pelaje político. Según La Región Extremeña del 8 de mayo, en referencia al mitin en el López de Ayala, “el local estaba lleno en su casi totalidad de curiosos, entre los que había republicanos, monárquicos y hasta individuos pertenecientes al elemento oficial, atraídos todos por la novedad del espectáculo”.

El acto del López de Ayala fue abierto por un abogado de la ciudad de Badajoz, Luis Montalbán, a quien intuimos hijo de quien llevara el mismo nombre y fuera después, en 1910, inspirador de la primera Agrupación Socialista de Badajoz, fabricante de cervezas artesanales y dueño del café Santa Catalina, donde se vendía un café de elaboración propia que se daba a conocer “por propaganda de hecho, que es la más seria de las propagandas, en las principales ferias de esta provincia”. Su hermano Felipe Montalbán abriría otro café con el mismo nombre en la calle Pintores de Cáceres.

La intervención del abogado, según La Región Extremeña, fue inaudible, por su baja voz. No sucedió así con la intervención de José María Pérez y José Rodríguez Romero, quienes hablaron en este orden y lograron entusiasmar al auditorio. El primero explicó “lo que constituye el credo anarquista ideal de orden y paz, no doctrina disolvente servida por el puñal y la pólvora”. Defendió “el amor libre y la supresión de las guerras, la producción económica común y el consumo regulado por las necesidades de cada cual”, que “los anarquistas son partidarios de la revolución como medio de evolucionar hacia la meta de sus aspiraciones”, y que “de un solo golpe debía de (sic) llegarse a la implantación del anarquismo, invocando como argumento el testimonio de la Historia”.

A continuación Rodríguez Romero dijo que había que combatir a muerte el Estado, el clericalismo y el militarismo, así como transformar desde los postulados anarquistas la producción, el libre cambio y el consumo. Arremetió contra los republicanos, afirmando que la comisión de propaganda no venía pagada por ningún partido político y denunciando la persecución contra el movimiento libertario en Estados Unidos, Suiza y Argentina.

Por último, “excitó a los anarquistas de Badajoz a que se organizasen como lo estaban cuando fueron asesinados en junio de 1902”.

Como dato curioso, cabe reseñar que el presidente, Luis Montalbán, tocaba una campanilla solicitando silencio cada vez que el público irrumpía en aplausos tras las arengas de los disertadores, una práctica muy habitual en los mítines anarquistas, donde se advertía desde el principio que había que aplaudir a las ideas, y no a las personas.

Un día después se dio el segundo mitin, en el domicilio del Círculo Republicano progresista, ahora sin presidente de mesa. Hubo “bastante concurrencia de obreros y algunas mujeres” y, tras agradecer generosamente a los republicanos haberles cedido el local, con quienes se dijo que se compartían los propios ideales, “diferenciados tan solo en la táctica”, Pérez leyó el suelto publicado por el Nuevo Diario, La “Postal Ácrata”, dándole pie a desarrollar las teorías y propuestas de los autores criticados. “Esos ideales que propagamos”, dijo “por tener el íntimo convencimiento de que son factibles, justicieros y santos, porque tienden a procrear hombres libres y honrados, porque aspiran a hacer una patria nueva, próspera y feliz”.

En su perorata ante un auditorio que le escuchaba atento, entregado al discurso, frente al que ya no hacían falta campanillas para que guardara silencio, definió la propiedad privada como “fuente inagotable de injusticias”, negó la participación en cualquier forma de gobierno, “por querer regirse por las leyes naturales, no por las escritas”, que “mientras existan tiranos habrá esclavos” y que, frente a la pregunta que hacen sus enemigos de “¿cómo vivir sin gobiernos?”, es muy sencilla la demostración:

“En la actualidad existen ladrones, porque debe haberlos; los productos almacenados producen al ladrón; el robo desaparecería no habiendo donde robar. Dasaparezca tanto almacenaje y no hará falta autoridad ninguna”. Por último, “opina que con tres horas que dedique al trabajo debe remunerarse al obrero lo suficiente para atender a su subsistencia y a su familia, con relativo desahogo”.

José Rodríguez arremetió contra la prensa “mercenaria” y contra la autoridad, poniendo como ejemplo ese mismo acto, donde no había presidente. El acto terminó a las doce menos cuarto de la noche, tras las siguientes palabras de José María Pérez: “No habiendo más que explotadores y explotados, trabajemos para la vida nueva que se avecina. No nos guían fines personales, sino colectivos, y propagamos nuestros ideales en pro de la huelga general. Cuando el obrero se cruce de brazos, cuando el obrero diga “no produzco más”… ¡Ah!... entonces la felicidad humana será un hecho” (crónica extraída de La Coalición, 11-05-1904).

Al día siguiente los propagandistas siguieron su camino. Algunos medios libertarios informan de otro mitin en Mérida, si bien no hemos podido confirmar la referencia. Al poco tiempo, en junio, tras serias dificultades y continuas prohibiciones (en muchos lugares les negaron los locales) la Excursión Nacional de Propaganda se daría por finalizada. Según sabemos por el testimonio vertido en La Revista Blanca, “la excursión dejó un pequeño déficit, que pagó la administración de Tierra y Libertad, después de un arreglo que se hizo, como entre amigos, con los individuos de la Comisión que, por ser solteros, no tenían tantas necesidades como los casados”.

En noviembre de 1904 los miembros de La Germinal se volvieron a reunir para tratar de fundar un nuevo periódico, sin que el mismo llegara a ver la luz. De quienes habían participado en la comisión organizadora de la excursión destacaría, con el tiempo, Juan Chorizo Torres, condenado y preso en su día por los sucesos de Badajoz.

Este pacense acabaría emigrando a las minas inglesas del sur de Gales, en Dowlais. Una empresa minera del Norte de España, la Orconera, subsidiaria de la Dowlais Iron Company, metalúrgica, envió a esta ciudad galesa a partir de 1900 a cientos de obreros españoles, para recortar los salarios de los mineros galeses. En poco tiempo se formó una comunidad cosmopolita integrada por españoles, portugueses, italianos, belgas… Las familias españolas abundaban hasta tal punto que en la localidad donde residían se abrió una calle con el nombre Alphonso Street, por el monarca Alfonso XII. La primera oleada de inmigrantes creó tantas expectativas -falsas en realidad-, que quienes acudieron en la segunda oleada, a partir de 1907, lo hicieron atraídos por la creencia de que “el jamón colgaba de los árboles” y “el hierro se transformaba en oro” (Yeoman, JM, Salud y anarquía desde Dowlais: The translocal experience of Spanish anarchists in South Wales. 1900-1915, International Journal of Iberian Studies).

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Juan Chorizo fue en esta segunda oleada, para descubrir que las condiciones laborales y de vida eran tan miserables como en su tierra extremeña. Sabemos de sus andares por tierras galesas por sus intervenciones en Tierra y Libertad y en el periódico argentino Regeneración, fundado y dirigido por Ricardo Flores Magón. Allí, en Dowlais, formó parte del grupo anarquista Ni dogmas ni Sistemas. En poco tiempo y gracias a la prensa de carácter libertario que llegaba a las minas, los sindicatos locales se volvieron ácratas, sobre todo en la zona donde vivían las familias españolas, conocida como Spanish Row o Spaniardos Row. Las tensiones con los mineros ingleses fueron constantes, si bien los anarquistas siempre vieron en ellos una fuerza hermana. Muchos de los hijos de aquellos españoles, emigrados en unas condiciones pésimas para trabajar en las minas de carbón de la Gran Bretaña, regresaron en el año 1936 a España para luchar contra el fascismo en las Brigadas Internacionales.

La Sociedad Obrera La Germinal –un tiempo federación de sociedades- no desapareció, sino que fue transmutándose en los conocidos como grupos de afinidad, que comenzaron a surgir por las provincias de Badajoz y de Cáceres, aquí y allá, y cuya especifidad anarquista trascendía la cuestión meramente política o sindical, en busca de un ideal que no tenía nada que ver con la imagen creada de grupos terroristas con la que se ha querido relacionar al anarquismo, a causa de una supina ignorancia y motivado interés.

Los grupos de afinidad, integrados por hombres, mujeres y familias al completo, compartían no solo ideales, sino escuelas racionalistas, práctica del esperanto o del Ido, afición al nudismo, alimentación vegetariana y vegana, excursiones dominicales, ceremonias civiles de nacimiento, unión y muerte, y un amor a la cultura que partía del libro como base de la misma y pasaba por diversas formas de expresión, entre las que destacaba la creación de grupos teatrales y representación de obras con una fuerte carga de denuncia social. Grupos como Teatral Libertario de Azuaga (en esta localidad llegó a haber una decena de grupos), Luz de Badajoz, Tea incendiaria de Berlanga, Ni leyes ni religiones de Higuera de la real, Luna de Don Benito, Sol de Mérida, Salud de Montijo, Flor de Villafranca de los Barros, Conscio de la Puebla de Alcocer, Anarko de Reina, Vivir de Cáceres, Los Sin Tierra de Navalmoral de la Mata… y muchos más cuya pista y acciones podemos seguir mediante la prensa libertaria –nacional e internacional- de aquellos años.

Pero eso ya es otra historia que, tal vez, contaremos en otra ocasión.

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