Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

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_nobody_
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Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

Mensaje por _nobody_ » 25 Nov 2011, 00:00

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Pétalo
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Re: Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

Mensaje por Pétalo » 25 Nov 2011, 07:05

deje de leer cuando leí rash madrid.. :roll:
No en serio aun no lo he leido, pero será un nuevo capitulo de revisionismo estalinista. sino, ¿como es que nadíe sabía nada?. Esto sera como lo de la muerte de Durruti, que lo mataron los anarquistas por hacerse del partido y prometer poner un cuadro del padrecito en su puesto de campaña...Al menos eso dicen.
¿Como pretendeis hacer la revolución SOCIAL siendo antiSOCIALES?

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_nobody_
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Re: Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

Mensaje por _nobody_ » 25 Nov 2011, 10:16

Bueno, la fuente es www.sindicaliste.fr, que son los Comités sindicalistas Revolucionarios actuales en Francia. Para aclararnos con la terminología. Son algo así como los herederos directos del Sindicalismo Revolucionario francés de principios de siglo XX. Pero son 4 y el tambor, aún menos que los anarcosindicalistas galos. Crean estos comités y actúan dentro de otros sindicatos sin crear uno nuevo. Su idea es terminar creando un sindicato revolucionario a nivel estatal a través de la fusión de todos los sindicatos revolucionarios que hayan ido influyendo. Tienen bastante contacto con IWW, y creo que en un tiempo estuvieron a punto de ser la sección francesa de estos. No sé qué pasó que al final no lo fueron.

Peeero, ahora me encuentro con una historia de la CNT española escrita por ellos, en la que hablan de una guerra ideológica entre los CSR y el anarcosindicalismo que ganó éste último (más bien, los partidarios de esta práctica) en los años 20. También curiosamente ponen por las nubes a la Internacional Sindical Roja, que estaba controlada por los leninistas. Y eso que me consta que los CSR no son leninistas, ni anarquistas sino algo entre medias.
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Plaza_Olmedo
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Re: Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

Mensaje por Plaza_Olmedo » 23 Feb 2012, 20:30

Ayer leí el texto y me pareció muy interesante, sobre todo porque el anarcosindicalismo está acostumbrado a todo tipo de críticas desde su izquierda y su derecha, pero no desde lo que se podría definir como su "izquierda sindical", en parte porque la corriente sindicalista revolucionaria "pura" casi no existió en España y fue un fogonazo en el resto del mundo, y en parte porque al sector sindicalista siempre se le ha tildado como "moderado", "reformista", etc.

Evidentemente, hay errores de bulto y apreciaciones que no tienen base documental y que se abstraen totalmente del contexto, pero en sí el texto tiene algunos puntos buenos. El que más me llamó la atención e hizo reflexionar fue la de definir al anarcosindicalismo como "sectario". En cualquier caso, no me parece que los CSR tuvieran tanta importancia como lo pintan, ni que de haber nacido antes pudieran haberla tenido. Tampoco creo que cuestionar la idea de la infiltración marxista deba significar dejar de lado el hecho de que Maurín, Nin y compañía sí que eran prosovieticos, y que gran parte del debate se centró en la adhesión o no a la ISR. Es cierto que la AIT no despegó como internacional, pero claramente eso no fue culpa de la CNT, sino que del declive mundial del anarquismo en los años '20. Por otra parte, una ISR autónoma y plural no podía realísticamente existir dependiendo de un régimen como el soviético, y menos aún constituir una herramienta útil para el sindicalismo revolucionario, considerando que el PCUS explícitamente condenó a la Oposición Obrera y al anarcosindicalismo como desviaciones en 1924, a un nivel tal que por ese motivo se prohibieron definitivamente las corrientes en el partido.

Lo del acercamiento de Seguí a los CSR me causa gracia, y no por que no pueda ser verdad, sino porque el tema "lo que Seguí estaba a punto de apoyar cuando lo mataron" ya parece un cachondeo...falta poco para que alguien diga que poco antes de morir Seguí se había comprometido a apoyar la campaña de Zapatero...

He encontrado poca más información sobre los CSR. Lo mejor que he encontrado es el libro de Andy Durgan, Comunismo, revolución y movimiento obrero en Catalunya 1920-1936 ( http://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q= ... 2Q&cad=rja )

Aquí va la parte referente al tema:
El grupo procomunista más importante de Cataluña iba a surgir del seno de la CNT y sin vinculación alguna con el partido comunista. El origen sindicalista de este grupo, así como las características específicas del movimiento obrero en Cataluña, lo diferenciarán del resto del comunismo español. El elemento aglutinador original de estos militantes procomunistas fue, como sucedió en otros muchos países, el apoyo a la Revolución rusa. [...] quienes apoyaban a la IC se preocuparon más de dividir al PSOE que de trabajar dentro de la CNT. Esta inicial falta de visión política de los comunistas españoles y de sus consejeros de la IC es otra razón que explica la incapacidad del PCE para lograr que los trabajadores abandonasen el anarcosindicalismo para unirse a sus filas. Las repercusiones que tuvo la Revolución rusa en la CNT se hicieron sentir con mayor contundencia en el tumultuoso Segundo Congreso de la organización, celebrado en diciembre de 1919 en el Teatro de la Comedia de Madrid. [...] La crisis del movimiento revolucionario español, así como el curso de los acontecimientos en la URSS, no iban a tardar en decantar la situación en contra de los simpatizantes comunistas integrados en la CNT. Sin embargo, en un primer momento el declive de la CNT en Cataluña, ocurrido en 1921, permitió que los elementos procomunistas de los sindicatos aumentasen su influencia en Cataluña. [...]

En 1920, después de haber realizado el servicio militar, Maurín retornó a su antiguo puesto de maestro en Lleida, donde fue elegido secretario de la Federación Provincial de la CNT y nombrado redactor jefe del órgano de la Federación Local de Lleida, Lucha Social.13 Pronto este periódico se convirtió en el catalizador de las tendencias probolcheviques dentro de la CNT, y alrededor de la publicación se congregó un grupo de hábiles militantes que se describían a sí mismos como “sindicalistas revolucionarios”. Lucha Social, sin embargo, no profesó un entusiasmo exento de críticas hacia la Revolución rusa, aunque Maurín la hubiese descrito a mediados de 1920 como “el acontecimiento más trascendente de toda la historia de la humanidad”.14 Los sindicalistas revolucionarios estaban muy influenciados por el pensamiento de Georges Sorel, más que por el marxismo; de Sorel tomaban el concepto de la “violencia revolucionaria colectiva” que se veía, según Maurín y sus seguidores, claramente reflejado en la victoria bolchevique. La primera discrepancia de este grupo con los bolcheviques surgió a raíz del papel de los soviets, considerados por los sindicalistas revolucionarios como los organismos idóneos para tomar el poder pero no así para organizar la economía, tarea que en su opinión les correspondía a los sindicatos. El principal bastión de los sindicalistas revolucionarios estaba en Lleida. Esta ciudad siempre había sido un centro de las tendencias socialistas del movimiento obrero catalán, que gozaban aquí de mayor implantación que el anarquismo. A través de la intensa actividad desarrollada por Maurín, la CNT se organizó rápidamente en muchas localidades de las comarcas leridanas. El proselitismo de los sindicalistas revolucionarios de Lleida en este período allanó el camino que llevó a la posterior influencia comunista en la zona.15 La contribución personal de Maurín a este proceso fue de tal envergadura que, más tarde, los anarquistas bautizaron despectivamente a Lleida como “Mauringrado”. Sin embargo, el movimiento obrero de la zona era muy reducido y, comparado con el número total de afiliados de la CNT, el grupo que apoyaba a Lucha Social constituía tan sólo una “ínfima minoría”.16 En el resto de España, existían también grupos de sindicalistas revolucionarios en Asturias y en el País Valenciano, muchos de cuyos miembros iban a ser los primeros militantes comunistas en esas regiones. 11 Maurín nació en Bonanza, Huesca en 1896; véase también nota 4 de la Introducción. 12 Maurín dio su primera conferencia sobre la Revolución rusa en el Centre Obrer de Lleida con motivo del primer aniversario de la victoria bolchevique, la conferencia; según Pere Bonet, fue “un verdadero acontecimiento político”, P. Bonet, “En la muerte de Joaquín Maurín”, La Batalla diciembre 1973. 13 El primer número de Lucha Social apareció el 27 de septiembre 1919. Maurín fue elegido como Secretario Provincial en una reunión de la Federación Provincial de Sindicatos Obreros con la presencia, además de Maurín, de los militantes más prosoviéticos y futuros dirigentes del BOC: Pere Bonet, Francesc Colomer, Joan Farré, Tomás Pàmies y Francesc Pelegrí; también participó Andreu Nin como invitado; F. Aisa, El laberint roig. Víctor Colomer i Joaquim Maurín, mestres i revolucionaris (Lleida 2005) pp.44-5. 14 J. Maurín, “La Revolución rusa ante el sindicalismo”, Lucha Social 24.7.20. 15 Entre los 48 pueblos donde se sabe que hubo suscriptores de Lucha Social estaban la mayoría de aquellos donde el BOC iba a tener una cierta influencia durante la República: Alfarràs, Almatret, Almenar, Balaguer, Les Borges Blanques, La Fuliola, Golmés, Ivars d'Urgell, Llardecans, Maials, Seròs, Tàrrega y Torrelameu, entre otros. En la primavera de 1921, la influencia de los sindicalistas revolucionarios dentro de la CNT aumentó con la incorporación de dos destacados dirigentes de esta corriente a órganos directivos relevantes de la Confederación. Maurín se integró en el Comité Regional de Cataluña y otro decidido defensor de la Revolución rusa, Andreu Nin17, se convirtió en secretario del Comité Nacional, en sustitución de Evelio Boal, que había sido detenido. Por esas fechas, el gobierno suspendió la publicación del periódico de la CNT, Solidaridad Obrera, por lo que Lucha Social se convirtió en el principal órgano de la Confederación en Cataluña y comenzó a circular por toda España. Aunque Nin y Maurín habían coincidido en el congreso de la CNT celebrado en Madrid, no se conocieron hasta finales de 1920, cuando Nin participó en unas reuniones cuyo objetivo era ayudar a organizar la CNT en Lleida.18 A partir de ese momento ambos se dedicaron conjuntamente a aumentar la influencia del sindicalismo revolucionario dentro de la CNT y rápidamente se iban a convertir en dos de las personalidades más importantes tanto del comunismo catalán como del español. El 28 de abril de 1921, durante la reunión del Pleno Nacional de la Confederación, surgió la oportunidad de fortalecer aún más la posición de los sindicalistas revolucionarios: el Pleno decidió enviar una delegación al congreso fundacional de la Internacional Sindical Roja (ISR o Profintern), internacional sindical comunista, que iba a celebrarse en Moscú en julio de ese año. Cuatro destacados sindicalistas procomunistas fueron elegidos como representantes de la CNT en ese congreso: Maurín, Nin, Arlandis y el asturiano Jesús Ibáñez. Es probable que Arlandis e Ibáñez ya estuviesen afiliados al Partido Comunista cuando viajaron a Moscú.19 Más adelante, el anarquista francés Gaston Leval fue incorporado a la delegación en representación de la Federación de Grupos Anarquistas de Barcelona.

El principal debate que en el congreso enfrentó a las delegaciones comunistas con las no comunistas (entre las que la cenetista era la más importante), giró alrededor de las relaciones entre la ISR y la IC. Delegados sindicalistas revolucionarios y anarcosindicalistas se opusieron con vehemencia a que la nueva internacional sindical estuviese subordinada a la IC. Finalmente, se llegó a una solución de compromiso, aprobada por 287 votos a favor y 37 en contra, que consistía en aceptar la cooperación entre las dos organizaciones para evitar el peligro de una “doble dirección revolucionaria”.20 Pese a que la delegación de la CNT intentó aminorar el predominio comunista en la ISR, ello no la salvó de la ira de las secciones anarcosindicalistas más tradicionales de la Confederación, cuya indignación iba en aumento debido a los informes que daban cuenta de la persecución de los anarquistas rusos y de los métodos dictatoriales adoptados por los bolcheviques. La misma legitimidad del apoyo dado a la nueva Internacional se puso en tela de juicio cuando otro autoproclamado Pleno Nacional, celebrado en Logroño en agosto de 1921, repudió la decisión de haber enviado una delegación a Moscú.21 No obstante, en un nuevo pleno celebrado en Lleida dos meses más tarde, Maurín logró que se aprobase un informe preliminar de las actividades de la delegación en Moscú. También se acordó postergar la decisión final acerca de cual debería ser la relación entre la CNT y la ISR hasta después de que se hubiese consultado a los afiliados. Desde ese momento en la prensa de la CNT se desarrolló un encendido debate acerca del apoyo a la ISR y de la legitimidad de los varios plenos celebrados. Lo significativo de este debate fue que reveló el limitado apoyo del que gozaban los procomunistas dentro de la Confederación. A través de las páginas de Lucha Social, los sindicalistas revolucionarios defendían la unión de todas las tendencias revolucionarias, tanto dentro de la CNT como de la ISR. Asimismo, acusaban a los anarquistas de querer establecer su propia dictadura dentro de los sindicatos y de querer excluir a todos aquellos que discrepasen de su línea. Argumentaban los sindicalistas revolucionarios que su propuesta no implicaba la subordinación a Moscú, sino alinearse con la ISR y con todos aquellos que hubiesen demostrado de manera fehaciente que deseaban derrotar al capitalismo. Quienes se negaron a aceptar estos planteamientos y se opusieron a la ISR fueron acusados de alinearse con el reformismo.22 Desafortunadamente para los sindicalistas revolucionarios, la mayoría de los militantes de la CNT eran de tendencia marcadamente anarquista y tales argumentaciones no les convencieron. No obstante, Maurín, gracias a su influencia personal, consiguió postergar la decisión acerca de la afiliación internacional. Debido a que Nin se había quedado en Moscú para trabajar en la ISR23, Maurín había sido nombrado provisionalmente secretario del Comité Nacional de la CNT en su lugar. Sin embargo, en febrero de 1922 Maurín fue detenido, víctima de la ola represiva contra el movimiento obrero que entonces se produjo, con lo cual desapareció otro de las obstáculos a la posición anarquista.

El restablecimiento de las garantías constitucionales en abril de 1922, que permitió a la CNT reanudar sus actividades con plena legalidad, también ayudó a que los anarquistas se impusiesen nuevamente en la organización. Se daban ahora las condiciones para una confrontación final con los procomunistas en la Conferencia Nacional de la CNT que se iba a celebrar en Zaragoza en el mes de junio. El punto más importante a discutir eran las relaciones con la IC y la ISR. Maurín permanecía en prisión y Nin en Moscú, por lo que sólo Arlandis estuvo presente en la conferencia para exponer el punto de vista procomunista. Por otro lado, Ángel Pestaña, el influyente dirigente de la CNT que había representado a la Confederación en el Segundo Congreso de la IC (1920), había sido liberado y pudo participar en la conferencia de Zaragoza, donde presentó un informe sumamente desfavorable de su viaje a Rusia. Excepto las federaciones de Asturias, Lleida y algunas delegaciones locales menores24, el resto votó a favor de una ruptura con Moscú. Lucha Social protestó, cuestionando la “representatividad” de la conferencia, dado que la CNT catalana había sido en gran medida desarticulada en 1922 y que los afiliados que aún quedaban en ella no habían sido consultados.25 En la conferencia se eligieron delegados para el congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) — la internacional anarcosindicalista— que iba a celebrarse en Berlín. En general, ya en 1922, las perspectivas de crear una amplia base comunista en el seno de la CNT estaban en franco retroceso. La conferencia de Zaragoza marcó el final del breve romance entre los anarcosindicalistas y el movimiento comunista internacional. Además, las circunstancias objetivas en España se tornaban cada vez más desfavorables para los revolucionarios de todas las tendencias. La represión contra el movimiento obrero, en parte provocada por las tácticas empleadas por los mismos anarcosindicalistas, no había disminuido, y los sindicatos integrados en la CNT estaban perdiendo rápidamente la influencia de la que habían gozado dos años antes. En tales circunstancias parecía mucho más difícil que las aspiraciones del pequeño grupo de simpatizantes comunistas que había en la CNT pudiesen materializarse. Después del congreso fundacional de la ISR el proceso de acercamiento de los sindicalistas revolucionarios al comunismo se había acelerado. En Lucha Social comenzaban a publicarse artículos que defendían no sólo a la ISR, sino también a la Revolución rusa en su globalidad. El creciente apoyo del que gozaba el comunismo entre los sindicalistas revolucionarios se reflejó de manera clara en un largo folleto escrito por Maurín a principios de 1922, titulado El sindicalismo a la luz de la Revolución rusa. Para Maurín, la experiencia de la Revolución rusa hacía posible la elaboración de una nueva y definitiva teoría revolucionaria fundamentada en los aspectos más positivos del sindicalismo, del anarquismo y del socialismo de estado. Debido a que en ese entonces Maurín creía que “ningún otro país guardaba tantas similitudes con España como Rusia”, consideraba que lógicamente había mucho que aprender de la experiencia bolchevique. Resulta paradójico que, posteriormente, Maurín criticase a aquellos que establecían un paralelismo “grotesco” entre España y Rusia.26 Partiendo del concepto soreliano de la violencia colectiva, los sindicalistas revolucionarios españoles defendían con ardor la necesidad de aplicar medidas coercitivas una vez que los obreros hubiesen alcanzado el poder. Aceptaban, por consiguiente, la necesidad de la dictadura del proletariado, a la que caracterizaban como la “concentración de la violencia revolucionaria”. A diferencia de Rusia, las organizaciones revolucionarias obreras de masas que en España habrían de ejercer esta dictadura debían ser los sindicatos de la CNT, y no los soviets.27 Esta visión de los fundamentos del poder revolucionario, típica del sindicalismo, llegó a convertirse en un tema recurrente de los escritos de Maurín, incluso después de que hubiese aceptado casi todos los puntos de la ortodoxia comunista. Arlandis iba a decir que esta visión de la CNT como base de una futura dictadura del proletariado en España no era incompatible con la posición adoptada por el congreso de la CNT de 1919, que defendía la necesidad de una “dictadura revolucionaria de transición” ejercida por los sindicatos.28 Los sindicalistas procomunistas también criticaban el hecho de que en Rusia el partido se arrogase progresivamente la representación de la clase obrera “en su totalidad” en el ejercicio del poder. Maurín describió a la tendencia de Oposición Obrera del PC ruso como de “orientación sindicalista” debido a que las críticas expresadas por dicha oposición eran similares a las de su grupo.

Maurín y sus camaradas afirmaban que la fuerza del sindicalismo revolucionario se debía a su apertura: se trataba de una “doctrina en formación”, a diferencia de los “dogmas preconcebidos” del anarquismo y del socialismo de la Segunda Internacional. Creían que el sindicalismo revolucionario podía ser la clave para la consolidación de la revolución ya que, aunque hubiesen tomado el poder, los bolcheviques carecían de la superestructura económica revolucionaria que los sindicatos podían aportar. Por otra parte, el sindicalismo revolucionario, como cuerpo teórico, podía fortalecerse gracias a las enseñanzas políticas de la experiencia rusa. Para Maurín y su grupo la revolución bolchevique demostraba que la lucha puramente económica contra la burguesía no era suficiente, sino que era necesario destruir todo el sistema capitalista, en particular su maquinaria estatal.29 En este período, los sindicalistas revolucionarios se encontraban aún en un proceso de evolución hacia una visión comunista más coherente. Pese a las frecuentes referencias a la Revolución rusa, en Lucha Social se citaba más a Sorel que a Lenin. No obstante, las afirmaciones sobre la necesidad de alguna forma de partido revolucionario, una “unión de combate” o “liga de proletarios revolucionarios” tal como lo describió Maurín en abril de 1922, significaban un mayor acercamiento de su facción a los comunistas. En Julio Maurín escribió a Nin, ya en Moscu, sobre el desarrollo de la fracción sindicalista revolucionaria: “Aquí con tacto y habilidad se puede hacer mucho .Tengo fe en que si en el momento oportuno la IC nos presta apoyo, aquí podemos formar un PC formidable; las masa están cansadas de anarquismo y estupideces”.30 A principios de 1922 las relaciones entre los sindicalistas revolucionarios españoles y el movimiento comunista se canalizaban a través de la ISR. Maurín y sus colaboradores, aunque formalmente a favor de “la unificación de todas las fuerzas revolucionarias” en España, sentían poco interés, cuando no hostilidad, hacia los comunistas de Madrid y del norte, y entre las dos tendencias prácticamente no había cooperación. Lucha Social había atacado tanto a los dirigentes del PCOE, de cuyas credenciales revolucionarias dudaba, como al Partido Comunista Español por su sectarismo.31 Lucha Social valoró favorablemente la unificación de ambos partidos, que tuvo lugar en noviembre de 1921, siempre que el nuevo partido unificado aceptase los “principios del sindicalismo revolucionario”.32 El alejamiento del grupo de Maurín de los comunistas españoles aumentó aún más debido a que inicialmente el partido unificado no se planteó realizar un trabajo concienzudo dentro de la CNT y concentró sus esfuerzos en disputar el terreno a los socialistas.33 Además, los sindicalistas revolucionarios estaban comprensiblemente irritados por el hecho de aparecer a los ojos de Moscú como “segundones” de los comunistas españoles. Por estas razones la delegación de la CNT en el congreso fundacional de la ISR intentó con denuedo convencer a los dirigentes bolcheviques de que en España un movimiento revolucionario serio sólo podía construirse a partir de la CNT.34

Pese a la hostilidad demostrada por los sindicalistas revolucionarios hacia el PCE, su evolución ideológica y el creciente aislamiento que experimentaron después de la derrota sufrida en la conferencia de la CNT en Zaragoza los acercaron cada vez más al movimiento comunista. Esta situación quedó de manifiesto cuando la publicación Acción Sindicalista, de Valencia, se transformó en el portavoz de la tendencia favorable a la ISR, después de que Lucha Social hubiese cesado de publicarse en noviembre de 1922. El cierre del periódico leridano a causa de su asfixia económica constituye una prueba significativa de la debilidad del sindicalismo revolucionario. A diferencia de su predecesor, Acción Sindicalista era más abiertamente comunista. De hecho lo financiaba la ISR y sus directores eran Arlandis y Julián Gómez Gorkin, secretario de la Federación de Levante del PCE.35 El nuevo periódico, cuyo objetivo manifiesto era el de combatir las ideas anarquistas dentro de la CNT, publicaba con regularidad artículos dedicados a lo que se consideraba el papel “traicionero” desempeñado por los anarquistas en la Revolución rusa. La siguiente etapa de la evolución hacia el comunismo de los sindicalistas revolucionarios será la formalización, en lo organizativo, del creciente contacto entre ambas facciones en el seno de los sindicatos. Durante su estancia en París, camino del congreso de la ISR celebrado en 1921, a Maurín le había impresionado mucho el trabajo de los sindicalistas probolcheviques franceses, quienes habían creado comités sindicalistas revolucionarios para aglutinar a los simpatizantes comunistas dentro de los sindicatos. Ahora se propuso la creación de comités similares en España. Aunque generalmente se afirma que la creación de tales comités se debió a Maurín, indudablemente esta iniciativa reflejaba un cambio inspirado por Moscú en la orientación del PCE. En el otoño de 1922, la IC exhortó a los comunistas españoles a realizar esfuerzos para ganarse a los anarcosindicalistas y propuso para ello que se creasen grupos de presión dentro de la CNT.36 En septiembre de 1922, José González Canet (Martín Zalacaín), fundador de la Federación de Levante del PCE, abogaba, en Acción Sindicalista, por la creación de Comités Sindicalistas Revolucionarios (CSR), a imagen de los comités franceses, en los sindicatos anarcosindicalistas.37 Poco después, en el mismo periódico, Luis Portela, otro dirigente del PCE, apoyó la propuesta de su camarada e hizo un llamamiento para que comunistas y sindicalistas revolucionarios “cooperasen fraternalmente” en la creación de los comités.38 Una semana después se publicó en el periódico de los sindicalistas revolucionarios un manifiesto de apoyo a esta postura, firmado por la Federación de Lleida de la CNT así como por varios sindicatos y grupos de oposición influenciados por los comunistas.39 Con el fin de crear los CSR se convocó una asamblea en Bilbao el 24 de diciembre de 1922.40 En ella los delegados hicieron un llamamiento a la unidad de todas las tendencias revolucionarias (anarquista, sindicalista y comunista) de la CNT. Una propuesta anterior que propugnaba la creación de comités similares dentro de la central sindical socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), tuvo que ser retirada. En noviembre de 1922, en el XV Congreso de la UGT, un joven militante socialista había muerto de un disparo en una reyerta en la cual participaron militantes comunistas. Como consecuencia quince sindicatos dirigidos por el PCE fueron expulsados de la UGT; esto significó un enorme obstáculo para cualquier labor sistemática de los comunistas dentro del sindicalismo socialista.

El programa de los CSR establecía la afiliación de estos a la ISR y la “defensa de la Revolución rusa” como uno de sus objetivos prioritarios. Los CSR apoyaban la “acción directa” y la “violencia colectiva” y rechazaban, por lo tanto, el gradualismo reformista y el terrorismo individual.41 El órgano de los nuevos comités y, por consiguiente, de la ISR en España, iba a ser La Batalla, periódico fundado poco antes en Barcelona por sindicalistas procomunistas para reemplazar a Lucha Social y a Acción Sindicalista. En su primer número, La Batalla afirmaba no ser “ni comunista ni anarquista” y se autodefinía de orientación sindicalista revolucionaria.42 La creación de los CSR coincidió con un retroceso del movimiento revolucionario en la península. En 1923 la CNT había perdido ya mucha importancia, por lo cual el grupo de Maurín no podía, como dos años antes, mantener la argumentación optimista de que la Confederación, dirigida por los sindicalistas revolucionarios, fuese a unir a gran parte del proletariado español.43 En La Batalla se propugnaba la adopción de una táctica más defensiva para afrontar la situación de debilidad del movimiento revolucionario. Para ello era menester crear un frente único compuesto por todas las tendencias proletarias. Esta había sido la principal estrategia de la IC desde finales de 1921, de la cual se había hecho eco Lucha Social. Asimismo, La Batalla denunciaba lo que describía como una creciente tendencia hacia la “pasividad” por parte de los elementos anarquistas dentro de la CNT, como resultado de la represión a la que se veían sometidos y de su dependencia de grupos “de acción” armados. Aunque 1923 fue el año que menor número de huelgas registró desde 1919, el número de asesinatos políticos se multiplicó por diez. Una víctima de éstos fue en marzo de 1924 del administrador de La Batalla, Josep María Foix, dirigente del Sindicato Mercantil de la CNT de Barcelona; atentado a que la Batalla acusó como culpables los propios anarquistas. Frente a esta situación, quienes apoyaban a los CSR abogaban por la movilización de masas para reavivar la militancia obrera.

El golpe de estado militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923 puso coto a las esperanzas que aún pudiesen albergar los “sindicalistas comunistas” (nueva denominación que los sindicalistas revolucionarios se habían dado) de reanimar al movimiento revolucionario. Las humillaciones sufridas en la guerra de Marruecos, así como la continua agitación social y la pérdida generalizada de confianza por parte de las clases dominantes en políticos ineficaces habían creado las condiciones para que se diese un golpe militar. Este puso en peligro la propia supervivencia de un movimiento obrero ya debilitado. Mientras tanto, los anarquistas, que constituían el sector más ruidosamente anticomunista de los sindicatos, habían afianzado su control sobre la CNT catalana. Como consecuencia, algunos de los anarcosindicalistas más “moderados” colaboraron durante un breve período con los sindicalistas comunistas. Este grupo de “moderados”, al igual que los procomunistas, se oponía a los métodos anarquistas y algunos de ellos, entre quienes se contaban dirigentes de importantes sindicatos de la CNT de Barcelona, como los del metal, transporte y textil, ya se habían pronunciado en favor de la ISR. Posteriormente se dijo que incluso el dirigente más influyente de la CNT en ese período, Salvador Seguí, se hallaba en un proceso de acercamiento a los comunistas cuando fue asesinado a principios de 1923.44 Esta colaboración desembocó en la publicación conjunta de un nuevo periódico diario, Lucha Obrera, durante diciembre de 1923, después de la exclusión de los elementos no anarquistas del consejo de redacción del diario de la CNT, Solidaridad Obrera. Los representantes de los sindicalistas comunistas en el nuevo órgano fueron Maurín y Arlandis. En términos generales, Lucha Obrera defendía la línea de los CSR: “libertad de tendencia” dentro de la CNT, necesidad de un “frente único obrero” y oposición al “aventurerismo” anarquista y al terrorismo. En particular, el nuevo diario luchaba por lo que consideraba que era la opinión de la mayoría de los afiliados de la CNT, es decir, por el trabajo sindical dentro de la legalidad, y combatía la pretensión anarquista de disolver los sindicatos para evitar que éstos fuesen inducidos a colaborar con la dictadura. Era este un peligro real ya que el nuevo régimen, para acabar con la agitación obrera, utilizó no sólo la represión, sino que además introdujo algunas reformas sociales. Ciertas medidas benévolas adoptadas por el gobierno, como el acceso a viviendas económicas y a los servicios sanitarios, eran intentos de socavar la militancia obrera. En este intento se enmarca la creación de los comités estatales de arbitraje (comités paritarios), en los cuales la UGT aceptó participar. Algunos de los dirigentes más moderados de la CNT, Ángel Pestaña el más destacado, también propugnaron la colaboración con estos comités a fin de mantener intacta la organización de los sindicatos; la mayoría de sus compañeros, sin embargo, rechazaron firmemente esta propuesta. 44 Según La Batalla (4.5.23), poco antes de su asesinato, Seguí había decidido participar en una delegación que iba a viajar a la URSS. Véase también, J. Arquer, Salvador Seguí (Noi del sucre) 1887-1923. Treinta y seis años de una vida Barcelona 1932, pp.23-24. Lucha Obrera duró poco. La publicación del diario fue “suspendida temporalmente” al cabo de 25 números, después de una aplastante victoria anarquista sobre un reducido grupo de delegados encabezados por Maurín en la asamblea de la CNT catalana celebrada en Granollers a fines de diciembre de 1923. Los redactores argumentaron que preferían cerrar el diario para que su línea de oposición no fuese culpada de “la derrota de la Confederación”.45 La colaboración entre los sindicalistas comunistas y otros dirigentes de la CNT continuó existiendo, pese a este revés. En julio de 1924, Desiderio Trilles y Josep Grau, del Sindicato del Transporte de Barcelona, y Josep Jover y Manuel Vall, del Sindicato de la Metalurgia, acompañaron a Maurín y a Óscar Pérez Solís, dirigente del PCE, al Tercer Congreso de la ISR que se celebró en Moscú. Sin embargo al volver a Barcelona los dirigentes sindicales que habían acompañado a Maurín abandonaron los CSR. Además las posibilidades de consolidación de los CSR continuaron disminuyendo debido a la mayor represión estatal y a la desintegración de la CNT. A finales de 1924, La Batalla calculó que el número de afiliados de la Confederación en toda España apenas sobrepasaba los 50 000, en contraste con el millón que había tenido cuatro años antes; la UGT, por su parte, merced a su colaboración con el nuevo régimen, había mantenido una afiliación de aproximadamente 200 000.46 Los Comités Sindicalistas Revolucionarios nunca gozaron por sí mismos de implantación entre las masas. Aunque se los identifica en general con los sindicalistas comunistas catalanes47, probablemente debido a que el órgano de los comités, La Batalla, lo dirigían casi exclusivamente Maurín y algunos de sus más estrechos colaboradores, los CSR, al parecer, se mantenían principalmente por el apoyo del PCE. La mayor parte de las quince organizaciones sindicales y de los veintidós grupos de oposición que enviaron delegaciones al congreso fundacional de los Comités estaba controlada por el PCE. La mayoría de las delegaciones eran de Vizcaya y de Asturias, donde el Comité Ejecutivo de los CSR tenía su sede. Las únicas delegaciones catalanas que asistieron fueron las de la CNT de Lleida y de Falset.48 Asimismo, y tal como el propio Maurín admitió posteriormente, tan sólo unos pocos cientos de ejemplares de La Batalla, de una tirada semanal de 3 000, se distribuían en Cataluña, principalmente en las comarcas de Lleida.49 En realidad, los CSR cobraron importancia retrospectiva a la luz de los acontecimientos posteriores del movimiento comunista catalán. Un informe de la ISR sobre las actividades sindicales del PCE, fechado en julio de 1924, no hace mención de los CSR ni de Cataluña; asimismo, el informe hace referencia a la delegación española en el Tercer Congreso de la ISR, (de la que formaban parte Maurín y otros que apoyaban a los CSR) como representante “de los grupos sindicales comunistas”.50 A esto hay que añadir que cuando reapareció, en enero de 1925, después de que La Batalla suspendiese su publicación, Lucha Socia/ publicó un manifiesto a favor de la unidad entre la CNT, los sindicatos expulsados de la UGT y los sindicatos autónomos; de sus 38 firmantes únicamente tres eran de Cataluña – los Sindicatos del Transporte y del Textil de Barcelona y el Sindicato de Tintoreros de Mataró de la UGT. El resto de los firmantes eran organizaciones del norte de España probablemente dirigidas por el FCE.51 El aparente apoyo prestado por dos de los sindicatos más importantes de Barcelona ha de considerarse meramente simbólico, no únicamente porque en 1925 la CNT en Cataluña estuviese diezmada, sino porque, además, la mayoría de los dirigentes anarcosindicalistas que habían apoyado a la ISR, poco después se volvieron contra los comunistas.52 Sin embargo, los CSR continuaron existiendo, nominalmente al menos, hasta finales de 1926.53

La creación de los CSR inevitablemente acercó todavía más el grupo de Maurín al PCE durante el año 1923. La Batalla comenzó a publicar con frecuencia artículos de destacados comunistas rusos y de otras nacionalidades, y poco después, de dirigentes del PCE. Por su parte, Maurín había comenzado a escribir en La Correspondence Internationale, el órgano de la IC, y había viajado nuevamente a Moscú en junio de 1923 para asistir a una reunión de la ISR.54 No obstante, en mayo de 1923, Maurín aún afirmaba que la victoria bolchevique representaba el triunfo histórico de la doctrina de Sorel.55 Por otra parte, las relaciones entre el grupo catalán y el PCE continuaban plagadas de ambigüedades. El intento que se realizó en diciembre de 1923 de clarificar la situación no llegó a fructificar, ya que los delegados del Comité Central enviados a Barcelona fueron arrestados antes de que lograsen establecer contacto con los sindicalistas comunistas.56 A pesar de que Maurín declaró a principios de 1924 que “Moscú siempre ha tenido razón … con la experiencia de una revolución y observando con inteligencia la marcha del capitalismo internacional, sus directivas se sujetan a una realidad incuestionable” hasta mayo de 1924 no se publicó en La Batalla una declaración inequívoca a favor del Partido Comunista.57 Dos meses más tarde, después del Tercer Congreso Mundial de la ISR, al que había asistido Maurín, el Comité Ejecutivo de la IC (CEIC) finalmente decidió que había que acabar con “la existencia de dos organizaciones comunistas paralelas” y que la facción sindicalista comunista debía de integrarse en el PCE.58 En el verano de 1924, si no antes, la agrupación barcelonesa del PCE, con el beneplácito de su dirección, trabajaba en el seno del grupo de La Batalla.59 Pese a ello, e incluso en este momento de avanzada convergencia, una cierta hostilidad mutua subsistía. Un dirigente del partido en Madrid, Juan Andrade, pese a defender el trabajo conjunto entre el PCE y el grupo de La Batalla en Cataluña, describió a éste último como “no completamente comunista”, hacia el que era menester adoptar una “orientación inteligente” destinada a acabar de formarlos.60 Al problema de la diferencia de orígenes y métodos de trabajo entre el PCE y los sindicalistas comunistas se añadió el empeño de estos últimos de convertirse en dirección de la futura organización del partido en Cataluña. En aquel momento, la sección catalana del PCE, formada casi exclusivamente por afiliados de Barcelona (donde se había constituido en 1920 como parte del Partido Comunista Español), contaba tan sólo con unos 30 militantes y el grupo de La Batalla no le otorgaba demasiado importancia.61 En octubre de 1924 se llegó finalmente a un acuerdo por el cual los sindicalistas comunistas se integraron en el PCE y formaron la Federación Comunista Catalano-Balear (FCC-B).

La nueva federación sólo contaba con un reducido número de afiliados, apenas 10062 creación coincidió con el rápido declive de las fuerzas revolucionarias en Cataluña y en toda España. La situación política reinante debido a la instauración de la dictadura, así como las condiciones imperantes dentro del movimiento obrero, eran muy poco favorables para la construcción de una organización revolucionaria de masas, fuesen cuales fuesen sus características. Los comunistas catalanes, además, habían fracasado en su intento de sacar partido del apoyo del que había gozado la Revolución rusa dentro de la CNT. En cierta manera esto fue inevitable debido a que, ya en 1920, el apoyo entusiasta que la causa bolchevique había suscitado dentro de la Confederación había comenzado a menguar. Muchos anarcosindicalistas cuestionaban abiertamente los métodos de la Revolución rusa antes de que los militantes procomunistas comenzasen a tener alguna influencia dentro de la CNT. La organización del grupo procomunista dentro de la CNT coincidió además con la adopción de una posición más defensiva por parte de los sindicatos, después del gran auge del activismo en los años 1919 y 1920. Aunque la debilidad de las organizaciones sindicales había beneficiado a los sindicalistas revolucionarios, a quienes tal situación catapultó a la dirección de la Confederación, la debilidad del grupo de Maurín quedó patente cuando, en 1922, una vez reorganizados los anarquistas, no encontraron éstos grandes dificultades para cortar todo vínculo formal con el movimiento comunista internacional. Las actividades del PCE en el resto de España tampoco beneficiaron a los sindicalistas catalanes, ya que, como se ha visto, inicialmente el PCE no se planteó la posibilidad de trabajar seriamente en la CNT. El principal logro de Maurín y sus camaradas, en última instancia, fue el de aglutinar a su alrededor a un sólido grupo de militantes que iban a constituir durante años la espina dorsal del comunismo catalán.
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Re: Historia de los Comites Sindicalistas Revolucionarios

Mensaje por _nobody_ » 23 Feb 2012, 20:37

La Internacional Sindical Roja, tampoco es que pudiera presumir de grandes logros. Quizás el mayor fue la CGTU, que tuvo en sus inicios unos 400.000 afiliados. Al rejuntarse otra vez con la CGT "reformista" lograron controlar bastantes nuevos sindicatos, pero no dominar a la cgt del todo.

Los de Alemania, Italia o gran bretaña fueron tendencia dentro de los sindicatos de izquierdas. Pero tampoco consiguieron dominar a los sindicatos por completo, ni siquiera una tercera parte . Quizás los de Checoslovaquia y Bulgaria fueron los que consiguieron ser mayoritarios entre la clase obrera de los 20 y los 30 en sus países. Pero en general no se comieron nada.
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

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