República y Anarquía. El pensamiento de Eduardo Barriobero

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_nobody_
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República y Anarquía. El pensamiento de Eduardo Barriobero

Mensaje por _nobody_ » 19 Ene 2005, 13:45

He encontrado una página muy interesante, por los textos que pone.

http://www.terra.es/personal2/cap.nemo/home.htm

Entre otros textos más o menos interesantes destaco este sobre las relaciones entre el Partido Federal y el anarcosindicalismo (en especial con su rama posibilista). Me ha resultado muy interesante conocer el pensamiento de este partido federal, que no fue anarquista por puros matices.
1. INTRODUCCIÓN

El objetivo del presente trabajo es exponer el pensamiento de Eduardo Barriobero y Herrán, dirigente republicano federal, abogado y escritor natural de La Rioja, en torno a la cuestión central en su ideario y práctica políticas: las relaciones entre republicanismo y movimiento libertario. Dicha exposición nos permitirá comprobar la persistencia de un corpus ideológico común a republicanos y anarquistas durante el primer tercio del siglo XX.


2. Los vínculos entre republicanismo y movimiento libertario en la España contemporánea

Las relaciones de cooperación entre republicanos y anarquistas, y la existencia de principios ideológicos comunes en la base de los pensamientos republicano y libertario, han sido señalados por recientes trabajos de investigación histórica, aunque circunscritos en su mayor parte al periodo comprendido entre el último tercio del siglo XIX y los años iniciales del siglo XX.

El principal ámbito de acción compartido entre ambas corrientes fueron las organizaciones obreras, impulsadas en buena medida por los republicanos como medio de mejora de las condiciones sociales de los trabajadores, y las escuelas racionalistas. En tal espacio de cooperación, el federalismo se destacó por mantener unos vínculos de acción conjunta más intensos con el movimiento obrero, debido al contenido social de sus programas[1].

La existencia de elementos comunes al ideario anarquista y al republicano fue descrita por José Álvarez Junco en La ideología política del anarquismo español (1868-1910). Estos elementos comunes eran tres fundamentalmente: la fe en el poder emancipador de la cultura, la fe en el progreso, o sea, la confianza en el irresistible devenir de la historia hacia sistemas de organización social cada vez más avanzados, y el anticlericalismo, estando los tres íntimamente relacionados entre sí, por cuanto el progreso se vinculaba a la difusión del pensamiento racionalista, y ésta a la destrucción del control ideológico de la Iglesia, a la que se identificaba con el fanatismo y la reacción[2]. A estos aspectos de confluencia genéricos se añadía un cuarto que unía específicamente el pensamiento libertario con el republicanismo federal: la adopción del libre pacto entre individuos y municipios como base de la organización social, aunque los modelos de sociedad perseguidos por una y otra corriente difirieran en cuanto al tipo de ordenación de la economía (colectivista en el caso libertario, capitalista en el republicano) y en cuanto a la persistencia del principio de autoridad (que desaparece por completo en las propuestas anarquistas)[3].

Estudios posteriores han confirmado la existencia de tales vínculos ideológicos entre republicanismo y anarquismo, en el marco más general de los existentes entre republicanismo y movimiento obrero, centrándose sobre todo en el periodo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX[4], aunque también exista alguna aproximación al respecto referida al primer tercio del siglo XX[5].

Como veremos a continuación, la figura de Eduardo Barriobero y Herrán, cuya actividad política y producción intelectual se localizaron entre principios del siglo XX y el final de la Segunda República, constituyó un exponente de la persistencia de las coincidencias ideológicas entre republicanismo y movimiento libertario en este último periodo, tema aún escasamente estudiado.



3. PERFIL BIOGRÁFICO DE EDUARDO BARRIOBERO

La trayectoria vital de Eduardo Barriobero constituye por sí misma un ejemplo de los vínculos de cooperación entre anarquistas y republicanos durante el primer tercio del siglo XX. Acerca de su figura existen recientes estudios biográficos, a los que debe remitir obligatoriamente el siguiente resumen[6].

Eduardo Barriobero y Herrán nació en Torrecilla de Cameros en 1875, hizo estudios de bachillerato como alumno libre en el Instituto Provincial de Logroño y se licenció en Derecho en Zaragoza, lugar donde ingresó en el Partido Federal. Iniciado en el periodismo en los diarios de tendencia republicana de La Rioja[7], colaboró pronto en los de ámbito nacional[8], trasladándose a Madrid a finales de siglo. Aunque en adelante fijó su residencia en la capital, donde desarrolló la mayor parte de su actividad pública, nunca perdió los vínculos afectivos y políticos con su tierra de origen[9].

En lo que respecta a la militancia política, Barriobero se mantuvo siempre dentro del republicanismo de izquierda, aunque manteniendo una postura independiente. Así, durante la Restauración se vinculó a distintas plataformas de conjunción republicana, llegando a abandonar en ocasiones la disciplina del Partido Federal.

A su llegada a Madrid ingresó en Acción Democrática[10], agrupación cívica ligada a la corriente "germinalista" de Ernesto Bark, quien pretendía la unión en un mismo frente de todos los republicanos, junto con los socialistas y anarquistas, para instaurar un auténtico régimen democrático[11]. En 1903 se adhirió a la Unión Republicana impulsada por Salmerón, al servicio de la cuál publicó su libro Lo que debe saber todo buen republicano[12], y, aún dentro del germinalismo de Bark, reemprendió como director la edición del diario Germinal, siguiendo una línea pro federal, aunque con la misma vocación de hacer frente común con los anarquistas[13].

En 1910 formó parte del grupo de federales partidarios de la unidad de acción con el Partido Radical, en cuya candidatura concurrió ese año a las elecciones a Cortes[14]. Es de destacar que dentro de su actividad en favor de esta formación, Barriobero participó en Logroño, el 9 de enero, junto al propio Lerroux y a Hermenegildo Giner de los Ríos, en el mitin de propaganda a raíz del cuál se organizó en La Rioja el Partido Republicano Radical[15]. En 1914 obtuvo acta de diputado, por la circunscripción de Madrid, como candidato federal en la conjunción republicano-socialista. No obstante, su regreso al Parlamento en 1918, como diputado por la circunscripción de Valverde del Camino, lo hizo como republicano independiente, apoyado por los trabajadores de las minas de Río Tinto, en cuya defensa había intervenido en un reciente proceso, y ya no se reincorporaría oficialmente al Partido Federal hasta 1930. Revalidada la representación por Valverde en 1919, participó desde su cargo durante esta legislatura en algunas iniciativas de concordia entre republicanos impulsadas por el Partido Radical, como la Federación Republicana o el Congreso de la Democracia Republicana, celebrado en Madrid en noviembre de 1920[16]. En estos últimos años, de finales de 1918 a principios de 1920, la recuperada inmunidad parlamentaria permitió a Barriobero hacerse responsable, como director, de varias publicaciones republicanas, amparando de este modo a la plantilla de periodistas: El Parlamentario, de Madrid, República, de Sevilla, La Federación, de Gijón, y República, editado por la Federación Republicana de Orense[17].

Durante la Dictadura de Primo de Rivera Barriobero estuvo implicado en las principales conspiraciones cívico-militares para derrocar el régimen: la "Sanjuanada", fracasada en 1926, en la que sirvió de enlace con el Comité Nacional de la CNT, entonces residente en Gijón, y la promovida por Sánchez Guerra, abortada en enero de 1929[18]. Al parecer, también participó en una conspiración organizada en paralelo a la Sanjuanada por elementos anarquistas, destinada a implantar la República Federal, en cuyo Gobierno se le reservaba el cargo de Ministro de Justicia[19]. Debido a esta actividad opositora resultó varias veces detenido y encarcelado.

Reincorporado en marzo al Partido Republicano Democrático Federal, salió elegido Presidente de esta agrupación en agosto de 1930. A partir de este momento Barriobero imprimirá al PRDF una orientación obrerista, dirigida a la búsqueda del voto libertario, y maximalista en lo referente al cumplimiento del Programa pimargalliano de 1894, pasando a liderar, hasta la Guerra Civil, a un importante sector del federalismo español identificado con esta postura. Ya bajo la Segunda República, la XII Asamblea Federal de mayo de 1931 le confirmó en su cargo, en el marco de una creciente disensión ante la línea imprimida al partido por el riojano, que había colocado al PRDF al margen de cualquier entendimiento con los restantes grupos republicanos. Esta división entre los que Millares Cantero denomina barrioberistas o neointransigentes, partidarios de Eduardo Barriobero, y los franchystas o neobenévolos, el sector moderado del partido, favorables a la concordia con otras fuerzas republicanas de izquierda y contrarios a la postura procenetista de aquéllos, acabó por producir la escisión del PRDF. La separación se consumó en febrero de 1932 con la formación de otro Partido Federal de ámbito nacional, bajo la presidencia de José Franchy Roca (de ahí el apelativo de franchystas para referirse a esta corriente), pero ya se había traducido en 1931 en la dispersión de los diputados federales en dos grupos parlamentarios diferentes[20].

Eduardo Barriobero resultó elegido diputado a Cortes Constituyentes por Oviedo en las elecciones de junio de 1931[21]. Durante casi toda su gestión parlamentaria se encontró en la oposición, como los demás representantes neointransigentes del PRDF oficial, convergiendo en esta labor con otros diputados de extrema izquierda: Antonio Jiménez, José Antonio Balbontín, Ramón Franco, Salvador Sediles, Ángel Samblancat, Rodrigo Soriano. Junto a éstos acabó constituyendo la Alianza de Izquierdas, en enero de 1932, y animó distintas plataformas de propaganda y acción ligadas al republicanismo burgués más radical y crítico con el Gobierno: el semanario anticlerical Fray Lazo, del que Barriobero fue una de sus principales plumas, la IRA (Izquierda Republicana Anticlerical), el diario La Tierra y el proyecto editorial La Novela Proletaria, estas dos últimas publicaciones que también contaron con anarcosindicalistas entre sus colaboradores[22].

Los dos bloques del federalismo acordaron reunificarse en una nueva Asamblea Nacional, celebrada en abril de 1933, momento en que Barriobero resignó sus poderes, que pasaron a una nueva Directiva. Durante esta etapa de concordia se produjo la polémica colaboración de los federales con el Gobierno de Azaña, muy controvertida entre las bases del partido y frente a la cuál Barriobero se mostró crítico desde el primer momento, desvinculándose muy pronto de la misma[23]. La unificación del federalismo resultó endeble y pasajera, volviendo a disgregarse las tendencias enfrentadas tras la Asamblea Nacional de octubre de1933.

En abril de 1935 Barriobero volvió a ascender a la presidencia del PRDF, desde la cuál firmó, tres meses más tarde, un pacto de acción conjunta con el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña. No obstante, este acuerdo quedó roto al formarse el Frente Popular, en el que la formación libertaria consiguió ingresar mientras se excluía a los federales, por indicación expresa de Azaña, de las candidaturas conjuncionistas[24]. Durante la Guerra Civil seguiría ostentando el liderazgo de buena parte de las bases federales, resultando elegido, en marzo de 1937, para integrar una Junta Nacional de Unificación Federal, destinada a superar la división interna, aunque el encarcelamiento que sufrió poco después le impidió participar en dicha tarea.

Junto a la actuación de Barriobero como dirigente republicano, la otra faceta destacada de su biografía la constituye una constante actividad en defensa de los derechos de las organizaciones obreras, y del anarcosindicalismo en particular. Iniciada su carrera jurídica en 1907, se especializó muy pronto como criminalista en procesos político-sociales, de los que destacan el proceso por los sucesos de Cullera (septiembre de 1911), que habían repercutido en la ilegalización de la CNT al año siguiente de su fundación, y la defensa de anarquistas desarrollada en Barcelona a principios de los años 20, durante el periodo álgido del pistolerismo, intervención que, de acuerdo con el testimonio del abogado, le valió tres tentativas de asesinato a cargo de elementos del Sindicato Libre[25]. Barriobero relató en folletos los pormenores de algunos de las causas más célebres de las que se ocupó, cuya publicación constituyó una forma de denunciar públicamente el maltrato a que se sometía a los detenidos, las irregularidades judiciales cometidas en su procesamiento y la dureza de las penas solicitadas para los inculpados, erigiéndose estas obras en alegatos contra la represión[26]. Esta labor jurídica y propagandística se completó con campañas dirigidas a la opinión pública para denunciar la persecución policial contra el movimiento libertario y las arbitrariedades judiciales y para solicitar medidas de gracia o amnistías. A finales de 1913, Barriobero tomó parte en la fundación de la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre, siendo elegido miembro del primer Comité Nacional de esta organización[27]. Así mismo, llevó las reivindicaciones garantistas al Parlamento destacando sus intervenciones respecto a los sucesos de Cenicero de 1915 y la huelga general de agosto de 1917, y las varias dedicadas a la promulgación de un indulto general en las legislaturas de 1918 y 1919[28]. Este último año utilizó su condición de aforado para amparar un delito de imprenta cometido por la CNT durante el conocido como Congreso de la Comedia, celebrado en Madrid por esta organización[29].

Las intervenciones de Barriobero como abogado de anarcosindicalistas y activista por los derechos civiles le llevaron a colaborar estrechamente con la CNT, en la que ingresó en la temprana fecha de 1912[30]. Al proclamarse la Segunda República Barriobero ya había intervenido en unos 500 procesos a anarcosindicalistas, por lo que era considerado por la CNT uno de sus principales abogados[31], y bajo el nuevo régimen siguió acudiendo en multitud de ocasiones a los tribunales para defender a los anarquistas; a principios de 1933, según sus declaraciones, tenía a su cargo "unos doscientos procesos de la Confederación Nacional del Trabajo"[32]. Entre otras causas, intervino en las seguidas en La Rioja y Aragón por la insurrección libertaria de diciembre de 1933[33] y en Asturias por la revolución de octubre de 1934, participando como letrado en el consejo de guerra por los sucesos de Turón, en el que se solicitaban cuarenta penas de muerte. Como parte de este trabajo a favor del amparo de los derechos de las organizaciones obreras, ejerció como abogado del Socorro Rojo Internacional[34]. Su prolongado compromiso como defensor de la CNT, durante más de 25 años, hizo gozar a Barriobero de gran popularidad entre los anarcosindicalistas y del aprecio de figuras destacadas del movimiento libertario[35].

Al igual que durante la Restauración, bajo la Segunda República Barriobero complementó la acción en los tribunales con la parlamentaria y propagandística, centrando estas últimas en el objetivo de lograr el respeto a la libertad de asociación y de propaganda del movimiento libertario y el cese de la represión gubernamental ejercida sobre el mismo.

La reivindicación de los derechos societarios del proletariado anarquista conservó vigencia durante el primer bienio de la Segunda República debido a la política laboral y de orden público puesta en marcha por los sucesivos Gobiernos. En lo que respecta al orden público, el Gobierno de conjunción republicano socialista se comportó desde el principio de forma poco tolerante hacia las perturbaciones sociales, mostrándose contundente a la hora de reprimir los conflictos planteados por la CNT, pacíficos o violentos, y se dotó de amplios poderes de excepción, de entre los que destacó la Ley de Defensa de la República, que le permitió suspender publicaciones, clausurar sindicatos y detener a militantes libertarios por cauce gubernativo, al margen del sistema judicial. Y desde el Ministerio de Trabajo, que permaneció casi en exclusiva en manos de Largo Caballero, Presidente de la Unión General de Trabajadores, se llevó a cabo una política de desarrollo del corporativismo obrero destinada a fortalecer a la UGT en detrimento de la CNT, que, reacia a integrarse en los órganos de mediación, quedaba marginada en las negociaciones laborales. Tales medidas suscitaron el rechazo de los anarcosindicalistas y les llevaron a una dinámica de radicalización en su enfrentamiento con el poder, de la que la estructura de la CNT salió muy debilitada y en el curso de la cual acabaron en presidio muchos de sus afiliados[36].

Ante esta situación Barriobero consagraró la mayor parte de sus intervenciones en el Congreso durante la Segunda República a garantizar los derechos y libertades, de los ciudadanos en general, y de los sindicalistas libertarios en particular[37]. De entre éstas destacan su oposición a la Ley de Defensa de la República, haciendo hincapié en que dejaba sin efecto los derechos y libertades consignados en la Constitución, "como en los tiempos de la Dictadura"[38], y la denuncia de todos los casos en los que la represión de conflictos sociales resultó notoriamente desproporcionada y violenta: los sucesos del Parque de María Luisa en Sevilla, respecto a los que afirmó que se había aplicado la ley de fugas[39], los sucesos de Arnedo, que adució como síntoma de un estado de "anormalidad completa en el ejercicio de la función de la autoridad”[40], las deportaciones de los detenidos tras la insurrección libertaria de Suria y Fígols, que denunciará como contrarias a la Constitución, pidiendo varias veces su cese[41], y, sobre todo, Casas Viejas, sucesos por los que pedirá la dimisión del Gobierno para depurar sus responsabilidades políticas, derivadas tanto por ser causante de la insurrección, al perseguir a los anarcosindicalistas, como por haber incurrido en negligencia respecto a las extralimitaciones cometidas por las autoridades[42].

El carácter central de la reivindicación de los derechos y libertades vulnerados por la práctica gubernamental se evidenció a la hora de negociar la entrada en el Gabinete Azaña de la minoría federal, coyuntura en la que Barriobero propuso, además de la derogación de la Ley de Defensa de la República y la promulgación de una amplia amnistía, puntos que contaron con una apoyo unánime entre sus compañeros, varias condiciones más, entre las cuáles se encontraban: "trato de igualdad a las organizaciones obreras", postulando un republicano para ocupar la cartera de Trabajo, "desaparición de las restantes leyes de excepción" y "abolición del fuero militar, prisiones gubernativas y persecuciones por delitos de opinión"[43].

Durante el bienio radical-cedista, en el que la represión sobre el movimiento obrero resultó más fuerte y generalizada, Barriobero, excluido de su escaño, mantuvo la defensa de las garantías para el asociacionismo proletario como punto central del programa del PRDF[44], e impulsó la formación del Comité Nacional Pro Amnistía, creado en mayo de 1935, en cuyo equipo fundacional coincidió con su antiguo correligionario José Franchy Roca[45].

Al inicio de la Guerra Civil, Barriobero fue designado por la CNT para dirigir la Oficina Jurídica de la Audiencia de Barcelona, cargo que ocupó hasta que la Generalidad disolvió este organismo en noviembre de 1936. A finales de dicho mes el cenetista Juan García Oliver, Ministro de Justicia, le escogió a su vez para desempeñar la Fiscalía General de la República, nombramiento que quedó anulado por imposición del Presidente Azaña[46].

Detenido en septiembre de 1937 por el Gobierno de la República, acusado del robo y evasión de 8 millones de pesetas durante la administración de la Oficina Jurídica, delito del que le declaró finalmente absuelto el Tribunal Supremo en noviembre de 1938, pasó encarcelado el resto de la guerra, los últimos meses, enfermo de gravedad, bajo custodia en un hospital[47]. Tras la rendición de Barcelona, el 7 de febrero de 1939, fue sometido a Consejo de Guerra sumarísimo y fusilado.

Este repaso no puede concluir sin mencionar otras dos facetas de la actividad pública de Barriobero, la de infatigable propagandista anticlerical y la de literato. Respecto a la primera, cabe reseñar su participación en el Congreso de Librepensadores, celebrado en Madrid en noviembre de 1903[48], su papel como fundador de la Liga Anticlerical Española, que impulsó, a finales de 1911, como director del semanario La Palabra Libre, y, en los inicios de la Segunda República, la ya comentada pertenencia a los grupos Fray Lazo y la IRA, y sus discursos, como diputado, en el debate constitucional acerca de la “cuestión religiosa” [49]. En cuanto a la segunda, Barriobero fue un prolífico creador literario, ligado a los círculos de la bohemia madrileña, dedicándose también a la edición a partir de los años 30; según propia estimación, en 1931 llevaba publicados 160 libros, "entre chicos y grandes"[50]. Su actividad como escritor y editor constituyó extensión de las políticas, dando a la imprenta libros de contenido anticlerical[51], y colaborando como autor en colecciones obreras, como la ya mencionada La Novela Proletaria, o La Novela Roja, de más clara orientación libertaria, editada entre mediados de 1922 y finales de 1923, en la que dominaron temáticamente "los distintos aspectos de la cruenta represión gubernativo-patronal”[52].

Por último, hay que apuntar la pertenencia de Barriobero al Gran Oriente Español, desde principos de siglo hasta la Dictadura de Primo de Rivera, obediencia masónica en la que llegó a ocupar los cargos de Vice Gran Maestre y Gran Maestre interino. Constituye esta adscripción una expresión más de sus convicciones democráticas y librepensadoras, en tanto él mismo, años después, definió la masonería como entidad impulsora de la libertad y la democracia, guiada por los principios de la tolerancia y la razón, y por tanto opuesta a la opresión política representada por los regímenes autoritarios y a la opresión ideológica representada por la Iglesia[53].



4. El pensamiento político de Eduardo Barriobero y Herrán

Como dirigente del PRDF durante la Segunda República, Eduardo Barriobero se caracterizó por acentuar el contenido social del programa del partido y por buscar el apoyo electoral de los anarcosindicalistas. Tal postura, y la división que provocó en el seno del federalismo, constituyen la base de la tesis doctoral que dedicó a esta cuestión Agustín Millares Cantero[54].

Este autor hace hincapié en el sesgo filocenetista que Barriobero imprimió al PRDF, bien profundizando en aquellos aspectos tradicionales del federalismo que ofrecían analogías con las aspiraciones anarquistas, como la amplia autonomía municipal y el radicalismo en la secularización de la sociedad, bien incorporando otras medidas socializantes susceptibles de atraer el interés libertario, como las nacionalizaciones de industrias estratégicas y las expropiaciones de latifundios, en ambos casos para poner la gestión y explotación en manos de los sindicatos correspondientes[55]. Millares Cantero sostiene que con esta línea obrerista Barriobero intentó “proletarizar el republicanismo” y convertir al PRDF en un partido obrero “expresión política del anarcosindicalismo”, e interpreta tal transformación como una estrategia electoral, un giro demagógico para atraer el voto cenetista[56].

Respecto a esta argumentación, debemos hacer notar en primer lugar que, como el propio Millares Cantero reconoce, las modificaciones programáticas que auspició Barriobero para dar cabida a las reivindicaciones obreras no resultaban extrañas al federalismo, que se había caracterizado desde sus inicios por propugnar un programa social avanzado y arrogarse el papel de representante de los intereses de los trabajadores. La pugna entre tendencias más moderadas o más obreristas en el seno del Partido Republicano Federal se había producido desde principios del siglo XX, resultando sintomático que la única adición al Programa de 1894 aprobada en este intervalo se produjera, en 1919, para otorgar a los Sindicatos representación en los órganos administrativos, como mecanismo de conciliación entre las distintas clases sociales, lo que se denominó “federalismo integral”[57]. De hecho, incluso la tendencia franchysta, presuntamente más moderada, mantuvo su ingrediente obrerista, aunque decantara sus preferencias hacia el socialismo, que dirimía sus luchas por cauces legales[58].

Las siguientes líneas pretenden demostrar que la apelación de Barriobero al voto cenetista no se basó en una presunta promesa de implantar el comunismo libertario desde el poder, sostenida por los aspectos obreristas de su programa, sino apelando al desarrollo, bajo el régimen burgués, de aquellos principios republicanos compartidos ideológicamente por una parte significativa del anarcosindicalismo.


4.1. COMPLEMENTARIEDAD ENTRE REPUBLICA Y Anarquía

Dentro del pensamiento político de Barriobero, el elemento fundamental, que le permite integrar su proyecto político republicano con el libertario, lo constituye la fe en el progreso, expresado en los mismos términos que acabamos de comentar más arriba: como un proceso de evolución histórica hacia formas de organización social cada vez más perfectas[59]. Sobre esta base descansa su concepción del anarquismo y de la República como sistemas políticos complementarios. Para Barriobero el anarquismo representa la mejor ordenación de la sociedad, un ideal hacia el que avanza la historia, pero cuya aplicación todavía no resulta posible, por no existir todavía las condiciones para ello. Y, dentro de este esquema, Barriobero atribuye a la República el carácter de etapa necesaria en el progreso de la humanidad hacia la redención total, un sistema político muy desarrollado que resulta preciso agotar antes de que se pueda producir la llegada de la Acracia. Esta gradación, que coloca a la República como etapa que prepara el camino de la Anarquía, destinada a sucederle en el tiempo, la encontramos ya en el folleto Lo que debe saber todo buen republicano, de 1903:

El concepto de la igualdad dentro de la República no determina una nivelación social efectiva y absoluta a la que sólo puede llegarse destruyendo la propiedad, la jerarquía y el Poder, reformando las condiciones esenciales de la humanidad actual y curándola además de esa anemia que le hace arrastrarse vacilante sobre las muletas de la Ley y el Estado: esta es la igualdad anárquica; la igualdad republicana, más asequible y próxima, garantiza la destrucción de privilegios y la igual aplicación de la ley (...).

La imaginación de los que confían sus reivindicaciones a una política democrática y a un gobierno honrado no debe embriagarse con las ideales concepciones de la igualdad anárquica, que si bien es encantadora en su forma externa, lleva en su fondo gravísimos problemas cuya solución no compete a la humanidad actual, sino a otras humanidades venideras, que serán, por tanto, más experimentadas y más inteligentes[60].

Dejó plasmado el mismo principio al consignar los objetivos políticos de la nueva andadura de Germinal, iniciada bajo su dirección:

Somos republicanos "germinalistas". Germinal se detendrá en la República tanto tiempo como sea preciso para preparar esas organizaciones futuras que según Spencer han de envolver entre sus resplandores a todas las conocidas hasta la fecha[61].

Seguros podemos estar de que si el 29 de Septiembre se implanta la República, República tendremos hoy robusta, fuerte, (...) que verán nuestros hijos o nietos quizá establecida como camino para llegar a la realización de teorías que hoy solo vislumbramos como ideales filosóficos[62].

La complementariedad entre la República y el advenimiento de la sociedad anárquica fue mantenida en los términos anteriores por Barriobero durante la Segunda República:

(...) La República nuestra sembrará de flores el camino que ha de llevar a esas grandes concepciones especulativas que no están todavía cuajadas en los estratos y yacimientos de la política y de la filosofía[63].

Nuestra República (...) no será una República sindicalista ni comunista, como dicen los detractores, sino federal de la más amplia base; respetará como cosa sagrada los deseos de los trabajadores, sus Sindicatos y sus propagandas, y dejará franco el paso en su día a cualquier forma de organización sindical, societaria o económica que haya perfeccionado el progreso[64].

Yo veo venir, en un horizonte próximo, una revolución social y económica que transformará el mundo, que eliminará para siempre a la clase capitalista. Pero de esa revolución nosotros no somos los técnicos; la harán los hombres de acción, los que profesan el credo socialista, el comunista, el anarquista, todos los que se llaman credos libertadores. (...) Hay que delimitar los campos. Nosotros no engañamos a nadie (...)[65].

Como hemos podido ver, el supuesto de que todavía no se daban las condiciones para que se llegara a implantar la sociedad libertaria fue la piedra angular en la que se hacía descansar la necesidad insoslayable de un periodo de transición previo, la República. Por lo que se refiere al comunismo libertario en particular, a juicio de Barriobero sólo era todavía una idea confusa, indeterminada programáticamente, una forma de "mitomanía", o sea, una más de las "construcciones imaginativas de imposible materialización" que sitúa en el origen de algunos delitos políticos (sedición y rebelión, principalmente)[66].



4.2. LA EDUCACIÓN COMO MEDIO DE AVANCE GRADUAL HACIA LA SOCIEDAD LIBERTARIA

Para Barriobero los medios que harían posible el advenimiento final de la revolución social consistían básicamente en la educación y la propaganda, confianza en el poder emancipador de la cultura que constituía desde la segunda mitad del siglo XIX, como hemos visto anteriormente, otro de los principios ideológicos compartidos por republicanos y anarquistas.

Encontramos la educación como medio de acción anarquista y como ineludible instrumento de transformación de las conciencias, contrapuesta a los procedimientos terroristas, en el folleto D. José Nakens (1906):

Los anarquistas, al formular su doctrina, no han establecido ningún inciso que autorice ni apruebe el procedimiento terrorista o catastrófico; en sus Congresos internacionales votaron siempre contra el crimen político, y para la realización de su ideal proponen dos procedimientos; uno pacífico: la educación de la Humanidad hasta conseguir que se atrofien en ella los órganos que ejercen la función del egoísmo, rémora de la solidaridad que es el cimiento de la vida anárquica; otro revolucionario: la huelga general con la consiguiente apropiación de los instrumentos de trabajo[67].

Este folleto estaba dedicado a defender el anarquismo como doctrina política respetable, desvinculando ante la opinión pública al movimiento libertario, básicamente altruista, del terrorismo ejercido en su nombre por una minoría degenerada: "mi aspiración de que entre gobernantes y gobernados limpiemos para siempre una doctrina honrada de las manchas que sobre ella quieren derramar criminales"[68].

Precisamente la condena de los métodos terroristas, achacados a degenerados sociales o delincuentes que no comprenden el verdadero ideal anarquista, esencialmente altruista, es el objetivo central del libro de André Lorulot Entre los lobos, que Barriobero tradujo del francés y publicó, significativamente, en 1923, cuando todavía se encontraba vigente el pistolerismo en Barcelona[69].

Durante la Segunda República Barriobero redundó en el papel fundamental de la educación en el progreso hacia la revolución social de forma pacífica, rechazando la violencia[70] y descartando la posibilidad de éxito de los métodos insurreccionales, tanto por la capacidad de defensa ante tales ataques del moderno "Estado-gendarme"[71] como por la falta de apoyos entre el proletariado (al cual primero había que concienciar, a través de la necesaria difusión ideológica):

Destruir la civilización actual, fundada sobre cimientos de democracia -falseada cuando el Poder cae en manos de arrivistas y aventureros- no está al alcance de los explosivos. Tienen mayor fuerza rompedora las ideas, y las del comunismo libertario sólo han podido convencer hasta hoy una respetable minoría.

En cambio, la democracia administrada por hombres leales, es camino seguro y tranquilo, absolutamente libre de riesgos, para llegar a convertir los ensueños en realidades.

(...) Otro camino no hay, porque el Estado-gendarme (...) siempre podrá fabricar y lanzar más bombas que entre todas las organizaciones proletarias (...)[72].

En España no han llegado a los campos las propagandas societarias y se está viviendo a costa de un fantasma, ya que en una selección de societarios honrados de todos los colores daría una cantidad equivalente a cuatro millones de hombres, y frente a ellos están veinte millones dispuestos a defender el régimen capitalista, y en mano de estos veinte millones se encuentra la Gaceta, (...) y se encuentra la Aviación, (...) está el Ejército y están todos los resortes del Poder; es decir, que el tipo de Estado moderno, el Estado gendarme, está armado hasta los dientes contra la invasión societaria, y hace falta, para vencer el poder del Estado, una situación intermedia que nacionalice los Bancos y abra paso a las corrientes revolucionarias, a fin de que esto se produzca sin violencia para nadie. Este puesto lo ocupamos nosotros[73].

Nosotros queremos abrir el camino a los trabajadores desarmando al capital para que avance la revolución. El Estado tiene fusiles, cañones y ametralladoras, y si los trabajadores se lanzan a una revolución serían las víctimas. Nosotros queremos desmilitarizar el Estado para que la revolución necesaria llegue a ser un hecho. Todo esto (...) ha de ser obra de la enseñanza, que es la base principal[74].

Creemos que el pueblo sensato y consciente, (...) debe acercarse a nosotros y cobijar sus Sindicatos de trabajo a la sombra protectora de nuestra bandera, la que no le impide soñar, ni elevarse, ni luchar por la emancipación completa, ni conquistar el Estado para diluirlo en la sociedad y substituir sus elementos de coacción por otros de razón y de armonía.

Pero a todo esto se puede y se debe llegar por la propaganda, por el convencimiento, por el concierto del mayor número de voluntades y no por la fuerza, que siempre será inferior a la de quien vive sin otra aspiración que la de ser fuerte[75].

Debe hacerse notar que los anteriores ejemplos, integrados en un discurso de transición a la sociedad libertaria gradual y no violenta, básicamente consensuada, las referencias a la desmilitarización del Estado-gendarme no aludían a un desmantelamiento de la capacidad defensiva del Estado como paso previo al triunfo de la insurrección, sino a la desarticulación de su sistema represivo, que impedía a los anarquistas fortalecer sus organizaciones y ejercer la propaganda, aspecto que abordaremos en el siguiente apartado.



4.3. LA REPÚBLICA COMO RÉGIMEN QUE GARANTIZA LA ACCIÓN DE LAS SOCIEDADES OBRERAS

El respeto a la libertad de asociación y de propaganda y el cese de las persecuciones discriminatorias y represivas hacia el movimiento libertario fue esgrimido por Barriobero como el principal objetivo común entre los republicanos federales y los anarquistas durante la Segunda República. Como hemos podido comprobar al repasar su trayectoria biográfica, la defensa de estos principios, por los que Barriobero llevaba abogando desde los inicios de su vida pública en el Parlamento, en los tribunales y como propagandista, continuó ocupando un lugar central en su actividad pública durante la Segunda República.

En particular, Barriobero articuló su discurso de oposición al Gobierno de coalición republicano socialista en torno al tema del déficit democrático. Este discurso partía de la premisa de que la implantación de la República había sido sólo aparente, persistiendo en lo esencial el sistema monárquico, o sea autoritario, anterior. Tras encumbrarse, los nuevos dirigentes habían traicionado los anhelos del pueblo, incluidos los de los "apolíticos", quienes también habían prestado su concurso a la caída de la Dictadura, y a los que ahora se reprimía, pretendiendo imponer el predominio de la UGT para satisfacer a los socialistas, circunstancia que planteaba "una dolorosísima guerra civil entre dos sectores de la opinión trabajadora". Para llevar a cabo una verdadera transformación democrática era necesaria la llegada al poder de "un Gobierno homogéneamente republicano", no sometido a los intereses de los socialistas, y el único capaz de intervenir de forma conciliadora en los conflictos sociales[76].

Un buen ejemplo de este discurso lo encontramos en el debate acerca de los sucesos de Casas Viejas, en el que vinculó explícitamente la necesidad de democratizar la República y "gobernar en republicano" a la de integrar en el régimen a la CNT:

Este movimiento se imputa, casi con unanimidad, a los que representan un sector obrero que no está incorporado al partido socialista ni a la Unión General de Trabajadores; se imputa a la Confederación Nacional de Trabajo y a la Federación Anarquista Ibérica, y esto es precisamente lo que hay que señalar: quién es o quién puede ser, por lo menos circunstancialmente, el adversario del orden republicano, no de la República, porque tengo motivos para suponer, yo he recibido muchas veces sus confesiones íntimas, que enemigos de la República no son, materia disponible a ayudar a una restauración, tampoco; enemigos del orden actual, sí lo son. Es preciso estudiar por qué lo son y cuál es el valor que esto tiene. En primer lugar, ellos están en esta postura porque se les ha tratado exactamente igual que los trataba la monarquía; se les clausuran por cualquier pretexto sus Sindicatos, como si no hubiera Constitución; se les detiene en masa, se inventan reuniones clandestinas, se hace todo lo que se hacía con aquella nefasta manera de gobernar de los antecesores nuestros en el orden monárquico; y si viven sin garantías, y si viven perseguidos, y si no tienen derechos de ciudadanía, y si no se sienten libres dentro de la libertad republicana, tienen que vivir alentados por un espíritu de protesta que en un momento de arrebato tiene que llevarles a realizar estas perturbaciones del orden. (...) Este sentirse perseguidos, este sentirse ciudadanos amputados a la vida social, tiene que producir todas estas cosas y tiene que estallar, naturalmente, en bombas y en perturbaciones de orden social (...).

Se han hecho leyes que ellos han creído que iban contra sus organizaciones y en vez de darles una explicación se les ha querido coaccionar y someterles a la fuerza. (...)

(...) Vais a curar esto con leyes de represión, con leyes de excepción, y es un camino completamente equivocado. (...) No es este el procedimiento; sabéis que estos no son, repito, adversarios de la República, sino anhelantes de justicia, de que la Constitución sea verdad, de que existan los derechos individuales, de que tengan el mismo derecho a la vida las entidades de todos los colores (...)[77].

La "republicanización de la república" y la defensa de las libertades en la que se inserta fueron también defendidos por Barriobero fuera del Parlamento, en procesos por delitos políticos y sociales, mítines, colaboraciones periodísticas y libros[78], y constituyeron presupuestos asumidos programáticamente por las plataformas políticas de extrema izquierda en que participó el PRDF durante el bienio republicano, la IRA y la Alianza de Izquierdas[79]. Es de destacar que en lo que respecta a la salvaguarda de las libertades y derechos individuales y la censura de los mecanismos de represión desplegados por el Estado todos los federales se mostraron acordes, constituyendo tales principios un elemento básico del ideario federal[80].

4.4. LA REPÚBLICA COMO OBJETIVO COMPARTIDO POR LOS LIBERTARIOS: LA OFERTA BARRIOBERISTA AL ANARCOSINDICALISMO

Como hemos pretendido demostrar en el anterior apartado, en el pensamiento de Barriobero la principal oferta hecha al movimiento libertario estribaba en la puesta en vigor de una democracia auténtica, aunque todavía burguesa, y un estado de derecho, una "República republicana", en la que los anarcosindicalistas pudieran desarrollar sin trabas sus actividades sindicales.

Los contenidos obreristas del programa del PRDF, acordes con la tradición social del partido, nunca llegaron a constituir un proyecto de implantación del comunismo libertario "desde arriba". De hecho, Barriobero no dudaba en negar las etiquetas de "anarquista" que le atribuían, ni en declarar que al llegar al Gobierno su partido no realizaría la revolución social, sino que se limitaría a profundizar en la democracia republicana, estableciendo una "República federal de amplia base", pero todavía burguesa:

(...) En cuanto a mi posición política, soy republicano y republicano federal y (...) la forma de Gobierno nuestro todavía es burguesa[81].

Tengo por seguro que la República será nuestra forma de gobierno durante una etapa larga, hasta que los partidos o agrupaciones de médula económica hagan su revolución social.

(...) Algún mastodonte (...) eructa en sus oídos [los del Gobierno] que somos anarcosindicalistas y comunistoides, como si no tuviésemos un programa de gobierno perfectamente practicable y acogido con entusiasmo por el sector más amplio de la opinión española y una fe republicana probada en treinta años de constante batallar[82].

Es cierto que el partido, en lo que va de República, ha tratado de acercarse al pueblo, y singularmente al pueblo proletario, como en los tiempos de su glorioso fundador; pero ha tenido el exquisito cuidado de no solidarizarse con ninguna de las tendencias exclusivamente societarias. Somos esencialmente políticos, y estamos seguros de que una buena y honrada política federal puede garantizar al pueblo la satisfacción de sus legítimas aspiraciones (...).

Aspiramos a ser, porque a ello nos da derecho nuestra doctrina, un partido popular, pero político, que un día conquiste la República para acercarla al pueblo[83].

El PRDF no era, ni pretendía ser, el brazo político para la implantación de una sociedad libertaria desde el Estado.

La defensa de las libertades garantizadas por la democracia burguesa constituyó, efectivamente, el punto de coincidencia del barrioberismo con la corriente moderada del anarcosindicalismo, desde unos principios similares a los aducidos por el dirigente federal. La libertad de propaganda y actuación para sus sindicatos había sido condición de la CNT a la hora de colaborar en las conspiraciones contra la Dictadura, y también el motivo de que una parte considerable de libertarios participara en las elecciones del 12 de abril. El restablecimiento de dichas garantías con la República hizo que ésta fuera celebrada casi unánimemente, actitud que posibilitó en el Congreso de junio de 1931 el triunfo (aunque con críticas de los anarquistas más radicales) del dictamen "Posición de la CNT frente las Cortes Constituyentes", que consistía en un programa de reivindicaciones mínimas bajo las cuáles se estimaba que el sindicato podría iniciar "un periodo constructivo". Por último, las posibilidades de organización y difusión ideológica existentes bajo un Estado de derecho constituyeron la base sobre la que acabó cimentándose el "treintismo", la corriente moderada (luego escisión) del anarcosindicalismo que defendía la aceptación temporal de la democracia republicana hasta que la CNT estuviera en condiciones, de fuerza y preparación, para sustituir el capitalismo por la sociedad libertaria, presupuestos que implicaban, por tanto, el reconocimiento de que la revolución social todavía no era posible[84].

Esta coincidencia ideológica explica el apoyo electoral prestado por los anarcosindicalistas a las candidaturas del PRDF[85], la militancia de algunos de ellos en las organizaciones del partido[86], y, lo que es más revelador, el hecho de que la expresión política del treintismo, el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña, acabara suscribiendo un pacto de acción conjunta con el Partido Republicano Democrático Federal[87].



5. CONCLUSIONES

El pensamiento del dirigente federal Eduardo Barriobero y Herrán acerca de las relaciones entre República y Anarquía entroncó con aquellos principios ideológicos comunes a republicanismo y movimiento libertario desde finales del siglo XIX: una concepción teleológica de la historia, en la que las organizaciones sociales republicana y libertaria estaban destinadas a sucederse, la confianza en la eduación y la cultura como instrumento emancipador y, unido con el anterior, la defensa de los derechos de asociación y propaganda de las organizaciones obreras.

Su larga trayectoria pública como político y abogado constituyó desde principios de siglo XX un exponente de la persistencia de los vínculos entre republicanismo y anarcosindicalismo, movimiento en el que llegó a militar, y dentro de cuyas filas gozó de gran prestigio y aprecio. No obstante, fue durante la Segunda República, cuando Barriobero estuvo colocado al frente del PRDF, el momento en que se evidenció de una manera más clara la vigencia de dichos vínculos. Porque el marco de complementariedad entre República y Anarquía, en el que situó el respeto a las libertades democráticas burguesas en posición central, suscitó el apoyo de múltiples partidarios en el seno del federalismo, los llamados barrioberistas, convencidos de que los sindicatos consituían una herramienta de progreso social y de justicia, y también atrajo a la parte moderada del anarcosindicalismo, el sector treintista, convencida de la necesidad de un periodo de preparación del proletariado previo a la revolución.

El estudio del pensamiento político de Barriobero permite, de este modo, comprender mejor las coordenadas ideológicas en que se desarrolló la Segunda República, y el fundamento de las ambiguas, aunque constantes, relaciones entre republicanismo y movimiento libertario durante el primer tercio del siglo XX, un factor imprescindible para comprender la intervención de los anarquistas en las conspiraciones contra la Dictadura de Primo de Rivera, el apoyo inicial al régimen republicano por la mayoría de los anarcosindicalistas y la división interna de la CNT tras la proclamación de éste.


NOTAS

todo eso aqui:

http://www.terra.es/personal2/cap.nemo/barriobero.htm
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

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