Cátaros:: Perfectos, Cruzada, Inquisición y Mendicantes

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Xell
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Cátaros:: Perfectos, Cruzada, Inquisición y Mendicantes

Mensaje por Xell » 17 Ene 2005, 10:35

Entre las manifestaciones del milenarismo a lo largo de su enfrentamiento con la jerarquía católica romana, se encuentran herejías como la de los cátaros (del griego, "puros"), que se llamaban a sí mismos, Buenos Cristianos.

Forjada desde el año 1000 con nuevas teorías sobre la Creación, así como de las cada vez más escandalosas diferencias entre lo que predicaba el evangelio en cuanto a pobreza, y la vida de lujo del clero, algunas doctrinas traídas llegadas de Oriente alcanzarían gran difusión.

Se evidenciaría la fuerza adquirida por los cátaros ya en torno al año 1165. Y en el 1208, el papa Inocencio III declaró las tierras de Occitania, donde mayor arraigo tenía, "entregadas como presa", llamando a la cruzada. También son conocidos como albigenses, por la ciudad de Albi.

Esto dió la excusa a la monarquía francesa del norte para invadir las tierras del sur, más ricas y civilizadas, con lo que esta cruzada se encuentra en el contexto de expansión territorial de Francia, en donde llegó a enfrentarse a la Corona de Aragón, que salió derrotada.
Salvado el obstáculo que representaba la Corona de Aragón y hasta el año 1244, momento de la capitulación de Montsegur, las diferentes acciones de guerra llevadas a cabo por el ejército cruzado en diferentes etapas, traeran consigo que una detrás de otra, las ciudades y los castillos del Lenguadoc (Montreal, Fanjaus, Laurac, Saissac, Castres, Menerba, Termes, Cabares, Lavaur, Tolosa,...), vayan cayendo víctimas de duros asedios y los cátaros que residen en dichos lugares y que no han podido escapar, sean quemados vivos, en diversas hogueras colectivas.


http://www.xtec.es/~apalau12/croadcas.htm

Además, es en la cruzada contra los cátaros donde se encuentra el origen de la Inquisición. El año 1233, en Occitania, el "Inquisitio heretice pravitatis" (función de investigación sobre la depravación herética), es instaurada oficialmente y Gregorio IX, inviste del poder de este "Santo Oficio" a dominicos y franciscanos.

Su objetivo era encontrar a los Perfectos con el fin de eliminar de raíz la religión cátara. Una vez encontrado, de no abjurar, era quemado o quemada viva (no había distinción entre hombres y mujeres entre los cátaros).
Sin ninguna duda la inmensa mayoría de perfectos no abjurararon, y fue de esta manera como la continuada represión selectiva, el terror generalizado y la delación erigida en sistema debido al miedo y la codicia, llevadas a cabo por la Inquisición desde 1234 a 1325, logró la total desaparición de la Iglesia cátara en Occitania. Algunos de sus miembros se refugiaron en Lombardia y Cataluña, y el resto, uno trás otro, fueron siendo eliminados por medio del fuego.
La instauración de las órdenes mendicantes fue otra de las medidas para eliminar las bases de los cátaros.
Esta forma de vivir la religión fue prácticamente exterminada durante la segunda mitad del siglo XIII, a pesar de qué todavia se mantuvieron algunos reductos en Occitania hasta el siglo XIV, y en Italia y Albania hasta el siglo XV.
La cruzada provocaría más de un millón de muertos.

un enlace:

http://www.xtec.es/~apalau12/indexcas.htm

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_nobody_
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Mensaje por _nobody_ » 17 Ene 2005, 11:26

Hay que comprender que para la Iglesia la cuestión cátara no era un tema menor. Era un tema de vida o muerte. Los cátaros y los valdenses (extendidos aproximadamente por la misma época en Lyon, el valle del Ródano llegando hasta el Rhin y el Norte de Italia) representaban un peligro enorme para la supervivencia del catolicismo. Los cátaros y valdenses eran los últimos vestigios en Europa del unitarismo y estaban ganando adeptos muy rapidamente. Si la cruzada se deja para 10 años más tarde el catarismo hubiera ganado todo el sur de Francia y se podria haber fusionado con los valdenses siendo un peligro todavía mayor.

En este contexto se entiende la violencia con la que actuaron los cruzados. Para ellos era una guerra de exterminio de herejes. Se trataba además de vencer, de dar un escarmiento para los herejes del futuro. Por eso cuando le preguntan al abad de Citeux cómo iban a distinguir entre los herejes y los católicos de la ciudad de Béziers, éste les responde: ¡Matadlos a todos! Dios reconocerá a los suyos. 20.000 asesinados en una noche en nombre de Dios. En Bram quemaron en la hoguera a todos los cátaros, y a los católicos les cortaron las narices, los labios y orejas dejando sólo a uno de ellos un ojo para que pudiera guiar a los demás. En el último castillo los católicos vencieron gracias a una traición de un católico que les abrió las puertas...

Bons cavalliers occitans, Diaus vos benesiga!!
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

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Hayis Mc Maton
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Mensaje por Hayis Mc Maton » 17 Ene 2005, 11:40

¿Y qué me dicen de las hordas goliardas? Anticlericalismo radical, carminas buranas, rebeldías seudonihilistas y demás parafernalia. Interesante cuando menos.

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Xell
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Mensaje por Xell » 21 Ene 2005, 15:01

Otro enlace bien trabajado:

Cátaros (monografía)

http://www.monografias.com/trabajos15/c ... aros.shtml

Un texto extraído de:

http://abcdioses.noneto.com/archivos/sectas/cataros.htm

La herejía de los Cátaros

Los Cátaros

La llamada herejía cátara que se desarrolló en la Francia meridional y alta Cataluña durante los siglos XII y XIII, se llamó también "albigense" por la ciudad de Albi, donde la secta tuvo su principal sede.
Las herejías, que fueron reprimidas con mucha fuerza en los países nórdicos, gozaron en cambio de cierta tolerancia en los países meridionales, aunque fueron aprobadas algunas sentencias de muerte contra los herejes más significativos.
Esta tolerancia permitió que algunas de tales herejías se propagaran con suma rapidez, como la de los neomaniqueos, que se inició en Tolosa, en la Provenza francesa. A medida que ampliaba su radio de acción, la herejía de los Cátaros, que fue la raíz de otras varias, fue adquiriendo nombres diversos con los que se designaban sus adeptos en las distintas regiones europeas.
En el "Midi" francés se les conocía como "albigenses"; en el norte de Francia por "publicanos"; en la Dalmacia y en el norte de Italia como "pataninos", y en la región del Rhin, "ketzer", cuyo nombre se convirtió en sinónimo de hereje.

El credo cátaro

No es de extrañar la persecución de los cátaros con saña, habida cuenta de su doctrina, pues admitían el dualismo absoluto.
Para ellos existían dos principios: el bueno y el malo. Tal vez esto estuviera inspirado en los dos principios chinos: yin y yang.
El bueno creó los espíritus, el malo, la materia.
Una parte de los espíritus cayeron y se debatían en el lodazal de la materia, expiando sus faltas y errores, aunque siempre sometidos a la reencarnación iban pasando de un cuerpo a otro hasta llegar, cumplido el ciclo de expiación, a merecer nuevamente las dichas celestes.
Afirmaban que Dios quiso salvar al género humano y envió a su Hijo, pero no a un Hijo consustancial con el Padre, sino un ángel con cuerpo de hombre aparente, y como este ángel no había pecado tampoco tenía que sufrir su unión con la materia.
De esta creencia se desprendía que Jesús no padeció ni murió, claro está, tampoco resucitó. María también era un ángel y de mujer solamente tenía la apariencia. La Redención, por tanto, era tan solo las enseñanzas que dio Jesús para liberarse de la adoración al principio malo y de la angustia y la tiranía de la materia.
Los cátaros, grandes defensores al principio de la iglesia primitiva, consideraban que ésta, a partir de Constantino, estaba completamente corrompida. Tampoco les merecían crédito alguno los dogmas de la transustanciación, el purgatorio, la resurrección de la carne y la utilidad de rezar por los difuntos.
También rechazaban el bautismo por no reconocer santidad ni virtud alguna al agua bendita. Los templos, las imágenes, la cruz, también eran condenados por los cátaros, pues Dios, según ellos, no moría en los templos sino en el corazón de sus fieles devotos.
Naturalmente, creyendo acérrimamente tales posturas, muy pronto fueron objeto de las más violentas condenas, siendo varios concilios los que se ocuparon primordialmente de esta herejía, así considerada por los miembros de la Iglesia Romana.
Para los cátaros, por ejemplo, todo lo relacionado con los bienes materiales era fundamentalmente perjudicial. El verdadero cátaro debía vivir del trabajo de sus manos, del sudor de su frente.
Rechazaban los honores, la guerra y el poder. Castigaban el cuerpo con ayunos y mortificaciones, incluyendo las flagelaciones. Además, eran unos vegetarianos convencidos y sumamente estrictos.
También tenían prohibido el matrimonio puesto que la carne era algo diabólico y el casamiento, o sea el sexo, retrasaba el regreso de las almas al cielo. La muerte se consideraba un bien y estaba autorizado el suicidio, pues con el mismo adelantaban la hora de su llegada al cielo. Los cátaros bendecían el pan pero no aceptaban la Eucaristia.
Como esta moral era difícil de seguir en todas sus reglas, los adeptos se dividieron en dos categorías: creyentes y perfectos.
Los creyentes estaban dispensados de los deberes más penosos.
Podían casarse, dedicarse al comercio, poseer bienes, ser omnívoros, ingresar en un ejército y disponían de otras facilidades. Sin embargo, en peligro de muerte debían recibir el bautismo espiritual mediante la imposición de manos. Dicho bautismo lo podían recibir los hombres y las mujeres pero no los niños. Si el creyente se recuperaba, debía entonces vivir como perfecto o suicidarse.
Los perfectos, por su parte, observaban con gran rigor la moral cátara. No era posible ser perfecto sin haber recibido antes el bautismo del espíritu, y luego tenían que romper todo vínculo familiar y dedicarse a predicar de un país a otro, administrando el bautismo espiritual.

Las persecuciones

Al principio, la Santa Sede no presté mucha atención a la herejía catara, pero más tarde se alarmó y en 1150, se inició ya la lucha contra la organización, pereciendo muchos de sus miembros en la hoguera, siendo otros hechos prisioneros por los militantes de la liga que formó Pedro Lombardo.
De todos modos, en 1119 la persecución se tornó más violenta, ya que fue en ese año cuando Calixto II, en un concilio que presidió en Toulouse, condenó la herejía. En el año 1145, el cardenal Alberíco de Ostia, en su calidad de legado del papa Eugenio III, viajé a los países del Languedoc con el objetivo de atajar la expansión de las herejías occitanas, pero ante el fracaso de sus actividades, se vio obligado a llamar en su auxilio a Bernardo, siendo éste el que obtuvo de los herejes la promesa de un retorno a la ortodoxia.
En el concilio de Tours, en 1163, cuya asamblea contó con 17 cardenales, 24 obispos, más de cien abades y priores, numerosos eclesiásticos e incluso laicos, se expresó una total unanimidad hacia el horror que inspiraba la herejía cátara y, adoptando medidas prácticas se ordenó a los obispos que lanzaran el anatema contra los que autorizaban a los herejes a permanecer en los territorios bajo su mando; igualmente, era preciso anatemizar cuantos entablasen tratos de compra o venta de mercancías. A los príncipes se les ordenó encarcelar a los herejes, confiscándoles los bienes. Siguieron diversos concilios, corno el de Letrán en 1179, el de Verona en 1184, y así sucesivamente.

Todo en vano

Ninguna de las medidas tomadas sirvió para nada. Los cátaros permanecían inquebrantables en su fe. Inocencio III fue quien activó la represión. Envió a Pedro de Castelnau, en 1208, como legado suyo, a fin de hacer cumplir las medidas adoptadas, pero Castelnau fue asesinado. Inocencio III, convencido de que el instigador del crimen era Raimundo de Tolosa, ordenó una cruzada contra este noble y contra la herejía defendida por él. El jefe de esta cruzada fue Simón de Monfort, que ganó la batalla de Muret, adueñándose del titulo de conde de Tolosa. La guerra terminó con el Tratado de París.
En esta cruzada, en la que la Iglesia prometía a todos los que en ella se alistaran la misma indulgencia que se concedía a los cruzados de Tierra Santa, el ejército de los cruzados aumentaba día a día.
Quienes guiaban a los cruzados, en lo religioso, eran los prelados de las principales poblaciones francesas. Entre los seglares se hallaban los condes de Nevers, Simón de Montfort y el duque de Borgoña. Este ejército llegó a sumar, según la leyenda, 500.000 hombres. Sitiaron varias fortalezas que acabaron por rendirse, tras lo cual los cruzados quemaron a numerosos herejes. El 22 de julio de 1209 tomaron al asalto Béziers, matando a más de 60.000 habitantes. Fue en esta guerra en la que el abad Arnoldo, cuando los soldados le preguntaron: cómo podrían distinguir a los católicos para no matarlos, pronunció la siguiente frase:
Matad, matadlos a todos, que luego Dios los distinguirá en el cielo."
Algunos autores atribuyen esta misma frase a Pedro de Castelnau, mientras que otros afirman que la verdadera frase fue:
Muchos han de morir en la contienda, buenos y malos; Dios reconocerá por suyos a los buenos y no reconocerá a los malos.'
Hubo después el sitio de Carcasona, donde se hallaba refugiado el vizconde Roger, quien, después de una vigorosa e inútil defensa, tuvo que capitular.
Los vencidos salieron de la ciudad vistiendo solamente la camisa; al vizconde lo encarcelaron, falleciendo poco después. A los habitantes de Carcasona se les concedió la libertad, pues confesaron que eran católicos. Sin embargo, apresaron a unos 400 que murieron en la hoguera, una diversión frecuente en aquellos tiempos.
Terminada esta primera fase se convocó una segunda cruzada y se reanudó la lucha. Los cruzados, en aquella ocasión, penetraron por la Provenza con el fin de exterminar a los herejes recalcitrantes, quemando y asaltando castillos y fortalezas.
El Papa recomendaba moderación con el fin de atraer a los herejes, aunque al parecer no era debidamente informado de cuanto realmente ocurría. Envió como legado suyo al cardenal Pedro de Benavente, con la misión de reconciliar a los excomulgados con la Iglesia de Roma. Raimundo se sometió, pero Simón de Montfort exigía las tierras conquistadas a los albigenses; el rey de Francia apoyaba a Montfort pues deseaba incorporar las tierras del Mediodía cuyos condes eran vasallos del rey de Aragón Pedro II y como no hubo conciliación prosiguió la guerra, pero ya cansados de tantas luchas, los cátaros acabaron por ceder parte de sus dominios.
Corría el año 1229.
Así finalizaron aquellas cruentas campañas, si bien los cátaros volvieron a levantar cabeza, hasta que en 1253 quedaron completamente sometidos por la fuerza de las armas y sus territorios incorporados a Francia
Fue un español el que tomó una parte muy importante en la pacificación del Midi francés. Este español fue Domingo de Guzmán, quien, según se dice, abandonó el método de públicas discusiones que entonces estaba de moda, y empezó la predicación del Rosario, invitando a los católicos a pedir, por este medio, la protección divina.
Esta fue la tragedia de los cátaros, cuyo credo no podía en modo alguno ser aceptado por la ortodoxia de la Iglesia romana.

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Xell
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Mensaje por Xell » 21 Ene 2005, 15:44

Y aquí, los pillamos W:Wrz , la versión católica romana:

Los cátaros y albingenses

http://es.catholic.net/sacerdotes/233/5 ... hp?id=7353

Autor: SCTJM
Fuente: http://www.corazones.org


Etimología: del griego, kataros (puros)

Grupos de herejes que aparecieron en el siglo XII. Tenían creencias maniqueas. Su creencia se basa en un dualismo filosófico, en el que hay dos principios, dos dioses creadores: uno bueno y otro malo.

Rechazaban los sacramentos y los ritos de la Iglesia. Negaban el valor de juramentos y el derecho de castigar el mal. Recomendaban el suicidio y rechazaban el matrimonio. Se dedicaban a predicar contra la Iglesia y atacarla, incluso violentamente.

Sus ideas socavaban los fundamentos de la sociedad civil, por lo que encontraban oposición tanto de la Iglesia como del estado. Ya en el siglo XIV los cátaros casi habían desaparecido de Francia, Alemania e Inglaterra y, para el próximo siglo, de Italia.


Albingenses

Secta herética de los siglos XII y XIII, que se extendió desde la ciudad de Albi, de la que toma su nombre, por toda Europa. También conocida como "cátara" -del griego kataros (puro).

Considerada en cierto sentido como un rebrote del maniqueísmo pues, como estos, creerían en un dualismo: dos dioses, el principio del bien y el principio del mal. Creen que el espíritu fue creado por la deidad buena mientras que la materia, incluso el cuerpo humano, fue creado por la deidad mala (el demonio) el cual tiene dominio sobre ella. Sostenían además que la deidad buena envió a Jesucristo como criatura para liberar nuestras almas del cuerpo. Creen que Jesús es un ángel y que su muerte y resurrección tenían un sentido meramente alegórico. En consecuencia, consideraban que la Iglesia Católica, con su realidad terrena y la difusión de la fe en la Encarnación de Cristo, era una herramienta de corrupción.

Por su desprecio al cuerpo, los albigenses abogaban contra el matrimonio y practicaban una ascesis excesivamente rigurosa, que llegaba en algunos casos a la muerte por inanición y al llamado suicidio de liberación. Estos eran llamados "perfectos", mientras que los seguidores regulares de la secta eran llamados "creyentes". Muchos de los "creyentes" ayudaban a los "perfectos" en su camino a la tierra del espíritu asesinándolos. No obstante estos extremos, el movimiento llegó a convertirse en una verdadera fuerza política bajo la protección de Pedro II de Aragón y de Raimundo VI de Toulousse.

La Iglesia condenó la herejía en varios sínodos y concilios. El Papa Inocencio II envió misioneros a los albigenses, incluyendo a los cistercienses, y a Santo Domingo como su principal vocero. Estos esfuerzos al principio no daban fruto y desembocaron en reacciones violentas. Fue entonces que intervino la Virgen María, apareciéndose a Santo Domingo y enseñando por por primera vez el Santo Rosario, oración que llevará a la conversión de muchos. (Historia de la entrega del rosario)

La agresión violenta de los albingenses contra la Iglesia, incluso el asesinato del legado papal Pedro de Castelnau, desembocó en una guerra. En la Batalla de Muret, en 1213, Pedro de Aragón y los albingenses fueron derrotados por Simón de Montfort. En Bélgica, Francia y Alemania continuó la guerra contra ellos, aun contra los deseos del Papa Inocente III. Para el siglo XV habían desaparecido como fuerza política, pero las ideas maniqueas reaparecieron con la reforma protestante.

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