Una carta de Heleno Saña a Ángel Herrerín

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Jorge.
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Una carta de Heleno Saña a Ángel Herrerín

Mensaje por Jorge. » 25 Nov 2004, 09:50

Del controvertido compañero Heleno Saña, una carta que dirige a Ángel Herrerín, autor que según prestigiosos periódicos de este Estado, "demuestra fehacientemente las barbaridades de los anarquistas".

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Heleno Saña

Carta a D. Ángel Herrerín López
Editorial Siglo Veintiuno, Madrid

9 de noviembre de 2004

Muy señor mío:
Hace algunas semanas adquirí en Madrid su libro "La CNT durante el franquismo". De regreso a Alemania y tras su lectura me permito dirigirle esta carta para darle a conocer la impresión que he sacado de su obra.
El trabajo realizado por Vd. está profusamente documentado y abunda en fuentes y datos de primera mano, pero lejos de contener nada realmente nuevo, no hace más que replantear, reactualizar y en el mejor de los casos ampliar discusiones abordadas hace decenios por la historiografía ácrata y no ácrata, y ello empezando ya por el espectro temático al que Vd. dedica más atención: la vieja pugna entre faístas y no faístas. Por mucho que Vd. sea Premio de Fin de Carrera y Extraordinario de Doctorado y por mucho que se imagine descubrir no sé qué Mediterráneos investigacionales, su libro constituye en realidad un "reprise" o "déjà-vu" compuesto, en conjunto, de lugares comunes tan sobados como archisabidos. En todo caso, el lector mínimamente familiarizado con la historia de la Confederación no necesitaba esperar al Año de Gracia de 2004 y a su ilustre persona para estar al corriente de lo que ocurrió a la militancia libertaria durante la dictadura franquista. De ahí que la nota de la contraportada afirmando que las vicisitudes sufridas por el anarcosindicalismo "no han obtenido respuesta hasta el momento" carece de todo fundamento y no pasa de ser pura y vulgar apologética publicitaria, al margen de que implícitamente significa la infravaloración de los cientos y miles de investigadores e historiadores ácratas y no ácratas que con más experiencia y conocimientos que Vd. han intentado, con mejor o peor fortuna, aportar luz a la complejísima problemática libertaria.
Su libro es, sin duda, una obra científica, pero, a la vez, un panfleto. Sólo así se explican los ataques demoledores que Vd. dirige a la CNT y el cuadro sombrío que traza Vd. de ella, y cuya intencionalidad de fondo no es otra que la de desprestigiar al Movimiento Libertario en general y a la Federación Anarquista Ibérica en particular, y ello en contradicción abierta con las "horas maravillosas" que, según Vd., pasó con los militantes libertarios que le abrieron las puertas y le otorgaron su confianza. Con razón o sin ella, yo le veo a Vd. como un submarino navegando con bandera falsa por aguas libertarias y disparando, a escondidas o aflorando a la superficie, sus baterías contra la CNT-FAI.
Para saber por dónde andan los tiros y percatarse de los motivos de fondo que le han guíado a Vd., basta con prestar atención a las lecciones que Vd. pretende dar al Movimiento Libertario en materia de comunismo vg. de anticomunismo. En diversos pasajes censura Vd. a la CNT por su oposición al comunismo; en el contexto de la desviación cincopuntista descrita Vd. con pelos y señales, se permite incluso afirmar que en vez de pactar con las jerarquías del régimen- como hicieron los cincopuntistas-, la CNT hubiera debido imitar la táctica del doble juego ( de origen leninista) practicada por Comisiones Obreras, esto es, por una organización que sin ser totalmente comunista, pasó a convertirse muy pronto en el instrumento del Partido Comunista dentro del sindicalismo vertical. En contra de lo que Vd. afirma, la oposición de la CNT al comunismo no era en modo alguno el producto de un pasado ya superado, sino que seguía siendo tan actual como en los tiempos del estalinismo, ya por el solo hecho de que en el momento en que los militantes anarcosindicalistas luchaban contra el régimen franquista, los órganos, tribunas y publicaciones del PCE seguían identificándose con la dictadura soviética, de la que, además, recibían toda clase de apoyo material y moral. De esta estrecha convergencia formaba parte también la difamación sistemática de la CNT por parte del PCE y sus numerosos "fellow travelers" dentro y fuera de nuestro país. Reconciliarse o pactar con el comunismo hubiera significado para la CNT la renuncia absoluta a sus ideales libertarios. El anticomunismo de la CNT no era, por todo ello, un "fantasma", como Vd. afirma (p. 421), sino una realidad tan rotunda como durante la guerra civil o en la fase de los crímenes estalinianos y después. Por los mismos motivos no tiene Vd. derecho alguno en afirmar (p. 353) que el anticomunismo "envenenó" a buena parte de las fuerzas opositoras al régimen de Franco. Ese supuesto veneno era, al contrario, el antídoto lógico ante una ideología que traicionando sus mismos orígenes marxistas, se convirtió muy pronto en una máquina permanente de terror. Sólo alguien adscrito a esta ideología puede afirmar, sin ruborizarse, que la lucha de la CNT contra los comunistas la llevó a "cometer errores importantes" para su devenir. Invirtiendo los términos yo podría preguntarle qué piensa Vd. de los ataques que los comunistas dirigieron sistemáticamente contra la CNT. ¿O es que no existieron?
Pero Vd. no se limita a reprochar a la CNT su anticomunismo, sino que paradójicamente arremete contra la Organización por haber atacado al Estado capitalista surgido en los países occidentales durante la guerra fría, Estado que Vd., asumiendo miméticamente la terminología del sistema dominante, sublima de "Estado del bienestar". Sin que yo niegue las mejoras sociales introducidas por el tardocapitalismo keynesiano en las primeras décadas de postguerra –entre otras cosas para atar a las clases trabajadoras a su carro y desviarlas hacia el conformismo y el apoliticismo-, el tal "Estado del bienestar" no dejó por ello de ser un Estado clasista basado en la explotación del hombre por el hombre, el imperialismo, la voluntad de poder y el culto más soez al lucro. No fue ciertamente por azar que yo dedicara a esta temática mi primer libro "El capitalismo y el hombre", publicado en 1967 por la editorial "Cuadernos para el Diálogo". Por lo demás, lo que ha quedado de ese supuesto "Estado del Bienestar" en manos del neoliberalismo y de sus cómplices socialdemócratas, acabo de analizarlo en mi libro "Macht ohne Moral" (Poder sin moral): paro, miseria, contratos laborales basura, "dumping" salarial, "working poor", desprotección social, inseguridad y miedo ante el futuro. En su celo por acumular agravios contra la CNT y acusar a su sector "ortodoxo" de haber considerado como enemigos principales al capitalismo y al Estado, no se da siquiera Vd. cuenta de que, por lo menos en este aspecto, el anarquismo coincide con la teorías de Marx-Engels. ¿O por qué cree Vd. que nació la CNT? ¿Y cómo se le ocurre a Vd. tildar peyorativamente de "ortodoxa" una posición anti-capitalista y anti-estatal que desde el primer momento constituyó el fundamento de su ideario? "¿Llamaría Vd. también "ortodoxa" a la militancia de la Teología de Liberación y a otros movimientos tercermundistas que desde hace decenios luchan contra el Estado capitalista? Entérese Vd. de una vez para todas de que la oposición al Estado capitalista ha sido una actitud compartida por toda la militancia confederal, trátese de la sindicalista o de la faísta.
Vd. describe en los términos más negativos el proceso involutivo tanto de la CNT del interior como de la del exilio, y su versión de los hechos corresponde, en líneas generales, a lo que verdaderamente ocurrió. Pero inaceptable es la división maniquea que Vd. traza entre el núcleo de Toulouse dirigido por Germinal Esgleas y Federica Montseny y los que se opusieron a él en el mismo exilio y en la Península. Este esquema dicotómico entre buenos y malos no corresponde de ninguna manera a la verdad. Yo tuve ocasión de tratar a la mayor parte de militantes más conocidos de ambos sectores (también a Gómez Peláez y el grupo de "Frente Libertario en el que Vd. se apoya continuamente) y sé por ello que en las dos partes había militantes con virtudes y con defectos. Leyendo su implacable crónica negra sobre las querellas y disensiones intestinas de la CNT dentro y fuera de España, el lector tiene que llegar a la conclusión de que aquellos militantes eran un detritus humano compuesto exclusivamente de bajas pasiones, rencores, afán de poder, fanatismo y otras deformaciones análogas de carácter. Aún admitiendo que se dejaron llevar a menudo por el sectarismo y cometieran, por ello, errores graves, no cabe olvidar que su conducta, errónea o no, estaba dictada por la buena fe y la buena voluntad subjetiva, esto es, por su profundo afán de servir a la Confederación, un hecho que Vd. pasa por alto. Faltando a las leyes más elementales del "fair play" a que todo verdadero historiador está ética y profesionalmente obligado, omite Vd. señalar que los mismos militantes que Vd. llena de improperios, fueron los mismos que además de luchar en condiciones técnicamente inferiores durante casi tres años contra la máquina militar franco-nazifascista, llevaron a cabo la revolución social más genuinamente revolucionaria y más importante del siglo XX, un acontecimiento histórico al que por su envergadura cuantitativa y cualitativa he intentado rendir honor en mi libro "Die libertäre Revolution- Die Anarchisten im Spanischen Bürgerkrieg", aparecido en una editorial de Hamburgo hace cuatro años. Eran también los mismos hombres que gracias a su coraje moral impidieron que la España republicana se convirtiera en una nueva versión de la Rusia estaliniana. Por lo demás, los compañeros del Movimiento Libertario no fueron los únicos que andaron a la greña. ¿O tengo que recordarle a Vd. el ignominioso enfrentamiento dentro del PSOE entre prietistas y negrinistas o la no menos ignominiosa conducta de los últimos con respecto a Largo Caballero en plena guerra civil? En cuanto a los comunistas, basta leer las Memorias de quienes tuvieron el valor de romper con el Partido para enterarse del terror que reinaba en sus filas, tema del que hace ahora treinta años me ocupé in extenso en los dos volúmenes "La Internacional Comunista 1919-1945" y que he tratado también en diversos contextos en otros libros y textos tanto en lengua castellana como alemana.
De la misma manera que Vd. consagra la mayor parte de su libro a resaltar los aspectos negativos de la militancia confederal, concede Vd. demasiada importancia a la desviación cincopuntista, que a pesar de lo que Vd. parece sugerir, no pasó de ser un epifenómeno protagonizado por una minoría desautorizada desde el primer momento por los sectores mayoritarios tanto de la CNT del interior como la del exilio. No deja de ser tampoco significativo que mientras Vd. fustiga en los términos más draconianos al sector militante que Vd. denomina "ortodoxo", trata Vd. con guante blanco a los cincopuntistas y rompe lanzas a favor de los militantes que en el interior actuaron dentro de los sindicatos verticales. Por eso entra Vd. en trance pensando en la "importante labor" que la CNT "podía haber realizado en el seno del Vertical" (p. 410).
En el capítulo que Vd. llama pomposomente "Culturas políticas llibertarias", vuelve Vd. a incurrir en graves simplificaciones y rígidos enfoques dualistas, y ello empezando por su arbitraria división entre "ortodoxos" y "posibilistas", división que Vd., para rizar el rizo, eleva a la categoría de "fracciones". Pero ya la terminología es falsa. Lo que Vd denomina "fracción posibilista" es aplicable únicamente a Horacio Martínez Prieto, no a la mayor parte de quienes disentían, por motivos distintos a los del autor de "Posibilismo libertario", de la línea representada por Esgleas-Montseny. La denominación justa para los sectores de la CNT que colaboraban con otras fuerzas para el derrocamiento del régimen, era la de "políticos", y no la de "posibilistas", y ello ya por el sólo hecho de que estos sectores diferían no sólo de los "apolíticos" de la Rue Belfort, sino que no tenían nada que ver con Horacio Martínez Prieto. Eso fue, en todo caso, lo que yo, de la mano de mi padre Juan Saña Magriñá, aprendí durante la fase juvenil de mi modestas actividades clandestinas. El sector "político" al que mi padre pertenecía y en el que ocupó varios cargos, no podía tener nada en común con el posibilismo horacioprietista ya por el solo hecho de que encarnaba la esencia del sindicalismo cenetista. Horacio Martínez Prieto, con quien Vd. parece simpatizar y a quien Vd. dedica un gran espacio reproduciendo sus peregrinas y grotescas tesis sobre lo que debería ser el Movimiento Libertario, estaba más solo que la luna y había perdido todo crédito entre la militancia tanto del exilio como del interior, por mucho que formase parte de aquél cadáver flotante llamado "república del exilio". Que Vd. le eleve a figura visible de la oposición contra lo que Vd. llama "fracción ortodoxa", sólo se explica por su idea fija de reclutar aliados contra Toulouse, fuesen de la categoría que fuesen. Ese es también el motivo del realce que Vd. da a figuras como Fidel Miró (a quien traté a fondo), a Félix Carrasquer, a Ramón Álvarez y a otros militantes opuestos a los "ortodoxos". Vd. dice que los Comités Nacionales del interior pertenecían a la fracción "posibilista" (p. 146), palabrita ésta, que ningún militante utilizaba para definir su posición, ya por su connotación peyorativa y su vecindad con el oportunismo. ¿Y de dónde se saca Vd. ese dislate de que la fracción "posibilista" (p. 340) fue alejándose de sus planteamientos libertarios para acabar postulando la implantación de un "Estado sindicalista", cuya expresión es, aparte de su connotación filofalangista, una contradictio in adjecto ?
En general dedica Vd. más espacio a relatar los acontecimientos del exilio que a los del interior, lo que a mí personalmente me parece ya un grave error de perspectiva. La información que aporta Vd. en este segundo plano es parca, unilateral y a todas luces arbitraria. Vd. se limita, en esencia, a enumerar los nombres y algunos avatares de los comités nacionales. Y cuando se refiere a las actividades de los Comités Regionales incurre en silencios incomprensibles. Así, al referirse a los primeros años del franquismo en Cataluña habla Vd. casi exclusivamente de los militantes confederales que colaboraron con el régimen y sus sindicatos verticales y no dice apenas nada sobre los que desde el primer momento fueron fieles a sus ideales e iniciaron en seguida el proceso de reorganización de la CNT y de resistencia al régimen, entre ellos mi padre, fuese como secretario del Comité Regional o como delegado de éste en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas que Vd. tan a menudo cita, sin hablar de otros cargos y funciones que asumió. Eso explica que fuera detenido cinco veces con un total de once años de cárcel, los últimos cinco de los cuales los cumplió en la cárcel de Guadalajara por orden expresa del tristemente célebre coronel Eymar. Y si traigo a colación su nombre no es porque se trate de mi padre, sino que le nombro en representación de los muchos militantes que participaron, como él, en la lucha clandestina y que Vd., por motivos que ignoro, no ha se ha dignado nombrar, mientras que, de otro lado, dedica Vd. un espacio enorme a dejar hablar o enfatizar a militantes de su predilección que peroraban o contaban chismes desde la seguridad de su exilio mientras los del interior arriesgaban su libertad, eran torturados por la policía o se pudrían en las cárceles, tema este último que Vd. trata marginalmente, en vez de concederle la atención que por razones obvias merece. De igual modo omite Vd. hablar a fondo de la represión de la policía francesa contra los refugiados españoles de todos los partidos, ya a partir de su llegada a la frontera. A la inversa de Vd., en mi libro sobre la revolución libertaria mencionado más arriba, dediqué un amplio fragmento describiendo la conducta canallesca de las autoridades francesas, y que significativamente titulo "Un nuevo círculo del infierno". En su obsesión por buscarle tres pies al gato, llega Vd. incluso a la mezquindad de recriminar a la CNT-FAI por haber ensalzado una y otra vez la figura de Durruti. ¿Por qué no habla Vd., para variar, del culto bizantino que los comunistas han rendido a sus líderes e iconos?
Su libro no es sólo un ajuste de cuentas con la Confederación, sino también un retrato de Vd. mismo, aunque Vd, no sea consciente de ello. Y lo primero que percibo es su tendencia a pensar en términos utilitarios y a valorar por encima de todo la eficacia y el éxito, como se desprende de sus juicios de valor sobre el cincopuntismo, los sindicatos verticales y el anticomunismo de la CNT. Vd. vuelve a aplicar el mismo criterio al referirse al anticlericalismo de la Confederación. En vez de afirmar que las creencias religiosas forman parte de la libertad de conciencia y constituyen un derecho inalienable, o de decir, con Rosa Luxemburg, que la libertad "es siempre la libertad de los que piensan de otra manera", no se le ocurre a Vd. otra cosa que indicar lo útil que hubiera resultado a la CNT dar cabida en su seno a los grupos y movimientos cristianos opuestos al régimen. Y para que Vd. no me confunda, le diré de paso que a título personal no sólo he respetado siempre la fe de los creyentes sino que he tenido excelentes relaciones con muchos de ellos, empezando por la editorial Zyx-Zero dirigida por mi fraterno amigo Julián Gómez del Castillo, editorial en la que, como también Juan Gómez Casas, publiqué varios libros. Y en esto, como en otras cosas, sigo el ejemplo de mi padre, que al estallar la revolución del 36 lo primero que hizo fue salvar, junto a su amigo y compañero Juan Peiró, la vida de 17 monjas de clausura que vivían en la calle de la Coma de Mataró, frente a nuestra casa.
Con razón o sin ella y a riesgo de equivocarme creo que le falta a Vd. la sensibilidad y grandeza moral común a las personas que Schiller denominaba "almas bellas". Ésta es, entre otras, la razón de que Vd. no haya sabido comprender lo que fue la CNT y trace una caricatura guiñolesca de ella, en vez de rendirle justicia, como han hecho otros historiadores. Pero lo primero que le falta es humildad, que es siempre el signo de los espíritus excelsos. Ya por su joven edad, no puede Vd. tener el grado de cultura teórica e historiográfica que se necesita para emprender un trabajo como el que Vd. ha llevado a término. En vez de darse cuenta de ello, pontifica Vd. ex cathedra de temas sobre los cuales no tiene Vd. la menor idea, como demuestran sus penosas elocubraciones sobre el individualismo y el colectivismo. Me temo que Vd. vive, sin darse cuenta, una tragedia personal, concretamente la tragedia de quienes no conocen otro principio que el de la razón instrumental y son, por ello, inaccesibles a valores, motivaciones y modos de conducta de orden superior. Don Quijote es derrotado una y otra vez, pero no por ello deja de ser el personaje más sublime de la literatura universal. ¿Y qué ha sido la CNT sino la encarnación colectiva del donquijotismo? Mire Vd., para ser historiador o escritor de verdad no basta con tener padrinos ni tampoco ser una rata de archivos ni andar de un lado para otro con el bloc o un magnetofón en la mano, aunque ello pueda ser a veces necesario. Si Vd. se limita a eso, estará condenado a parir libros superficiales y sectarios como el que estoy comentando, un libro en el que no siempre pero muchas veces atropella Vd. no sólo la verdad, sino el idioma castellano, y que además de su alambicada y malograda estructura técnica está lleno de repeticiones, empezando por sus "Conclusiones". Para no alargar esta carta, renuncio a referirme al material bibliográfico enumerado por Vd. Me limitaré a señalar que entre la larga lista de libros compuesta por Vd. falta una obra tan elemental como "El corto verano de la anarquía", de Hans-Magnus Enzensberger, quien a pesar de su formación marxista tuvo la nobleza de rendir cálido homenaje a la militancia confederal, también a Federica y los exiliados de Toulouse. Tampoco cita Vd. los tres grandes tomos de Peter Weiss "Ästhetik des Widerstands" (Estética de la resistencia), en los que otro autor marxista de rango mundial habla siempre con gran respeto de los libertarios y critica una y otra vez a sus correligionarios comunistas. Tampoco ninguna palabra sobre la monumental obra "The Spanish Revolution", de Burnett Bolloten, el historiador extranjero más documentado y competente sobre nuestra incivil guerra.
Vd. habla –aquí justificadamente- del ocaso de la CNT. Pero este es un destino que hoy comparte, en mayor o menor medida, toda la izquierda, empezando por la comunista. ¿O puede Vd. decirme qué es lo que ha quedado del antiguo imperio soviético o del todopoderoso PCE de Santiago Carrillo y la Ibárruri? Un montón de ruinas. Pero a diferencia del comunismo, si el anarcosindicalismo ha perdido la gran fuerza que tuvo durante la guerra civil y en etapas anteriores no es porque sus ideales hayan perdido su vigencia, sino porque son demasiado elevados y nobles para llegar al alma de unas masas embrutecidas durante decenios por la ideología capitalista y sus lacayos en los medios de comunicación y en la industria de la cultura.
En contra de lo que Vd. pueda suponer, soy todo lo contrario de un beato de la CNT, organización de la que siquiera soy afiliado o militante. Eso explica que si en mis libros y artículos he reivindicado sus valores fundamentales, no he dejado tampoco de aludir a sus errores, desviaciones y deformaciones, pero con propósitos muy distintos a los suyos. Porque hay una diferencia básica entre la crítica positiva y la crítica negativa. La que yo he practicado nacía del amor y del dolor, la suya, en cambio, no tiene otro trasfondo que la de destruir, aunque en su fragmento sobre la "sociabilidad" ( lo más honesto de su libro) testimonie Vd. excepcionalmente su admiración y respeto a la solidaridad y a la ayuda mutua que prevalecía en las filas tanto del interior como del exilio.
También en contra de lo que Vd. pueda imaginar, yo me he sentido más cerca de la línea sindicalista que faísta del Movimiento Libertario, pero sin caer, por ello, como Vd., en maniqueísmos de brocha gorda ni reducir a la gente a una etiqueta doctrinaria, como Vd. continuamente hace. Y como ejemplo remito a mis relaciones con Federica. Desde mis años de aprendizaje como militante de la CNT yo no ignoraba naturalmente la línea estratégica e ideológica que ella representaba, pero cuando la conocí en Madrid pocos años después de la muerte del dictador en los estudios de televisión de Prado del Rey -donde ambos habíamos sido invitados por el equipo de "La Clave" dirigido por José Luis Balbín para participar en el programa "Los anarquistas"-, la abracé y lloré con ella de emoción. Y lo mismo les ocurrió a ella y a mi padre cuando los dos, tras una larga separación personal e ideológica, se volvieron a ver en Barcelona. Por cierto, si Vd. se tomara la molestia de ver el vídeo al que aludo y que Vd. no cita ( ¿otra casualidad?), podría comprobar la lección de lucidez, de madurez humana y de ética política que Federica dio a sus compañeros de debate, lo que me movió espontáneamente a publicar no recuerdo si en "CNT" o en "Solidaridad Obrera" un caluroso artículo sobre su intervención.
Pongo fin a estas notas. Aunque a Vd. le parezca extraño, hubiera preferido no haberlas tenido que escribir, ya por la sola razón de que por principio no me gusta atacar a nadie. Si las he llevado a término ha sido a contrapelo y luchando interiormente contra mi inclinación a la amistad y la concordia. Pero por muchos que hayan sido los escrúpulos de conciencia que he tenido que vencer, yo no podía pasar por alto la versión desfigurada, tendenciosa y malintencionada que, a mi juicio, da Vd. de la militancia libertaria que durante los largos años de la dictadura sacrificó a menudo la vida y la libertad en defensa de sus ideales.
Le saluda atentamente

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_nobody_
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Mensaje por _nobody_ » 25 Nov 2004, 11:35

Olé. Esto va pal Ateneo.

Horacio M. Prieto parece que viene por Horacio Martinez y no por Horacio Maria ... :D

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Jorge.
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Mensaje por Jorge. » 26 Nov 2004, 18:04

:lol:

Menuda pasada le da Heleno Saña. Con la fama que tiene el viejo de reformista, no veas como las gasta el reformista.

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