El Eusko Guradostea y sus batallones

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_nobody_
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El Eusko Guradostea y sus batallones

Mensaje por _nobody_ » 19 Oct 2004, 10:41

ME he topado con este interesante material en un foro. espero que lo disfruteis:

Continuando con el estudio sobre los batallones de Euzkadi de Fco. Manuel Vargas Alonso en la revista de Eusko Ikaskuntza <Vasconia>


1. EUZKO GUDAROSTEA: LA FUERZA MILITAR DEL PNV

Conocido el Alzamiento militar, la primera reacción del Partido Nacionalista Vasco fue ordenar la constitución de guardias armadas que garantizasen el orden en las poblaciones, evitando los posibles excesos revolucionarios que empezaron a darse en otras zonas bajo control republi­cano. Se formaron a nivel municipal piquetes armados que controlaron las carreteras y la entrada y salida a las localidades, impidiendo la actuación de elementos incontrolados. Estos piquetes, junto a los de otros partidos, cons­tituyeron las guardias cívicas controladas por el Gobierno Civil. Cada organi­zación político-sindical era la que en realidad ejercía la autoridad efectiva sobre sus militantes. Después, en agosto, tras la concentración de militan­tes y simpatizantes en Archanda, los nacionalistas vascos iniciaron el adies­tramiento de sus voluntarios, formando las primeras compañías, y luego batallones de infantería. En septiembre se incorporaban a los frentes muchas de esas compañías, gracias al armamento llegado por vía marítima que puso fin a la escasez de armas de fuego en Vizcaya.

Las juventudes nacionalistas comenzaron a encuadrarse en auténticas unidades de Milicias mediante una movilización municipal dirigida desde los diferentes batzokis, y que en el caso vizcaíno controlaba el "Bizkai Buru Batzar" (BBB) desde Sabin Etxia mediante la gestión de Ramón de Azkue. Como veremos, esta organización acabaría imponiéndose sobre el núcleo guipuzcoano, a causa de la pérdida de la vecina provincia. De ese modo sur­gieron los primeros acuartelamientos de gudaris nacionalistas, destacando el del Patronato, de la bilbaína calle Iturribide, donde se organizó la compa­ñía que dio nombre al primer batallón peneuvista, el "Arana-Goiri". Posteriormente, el centro de reclutamiento e instrucción se trasladó al cuar­tel de Bidarte, en Deusto, ante la necesidad de acoger un flujo constante de voluntarios que dejó pequeñas las instalaciones del Patronato. La profusión de cuarteles fue en aumento a medida que avanzaba la guerra. En Vizcaya, además de Bidarte surgieron cuarteles como los de Algorta, Elorrio, Güeñes, y se multiplicaron los existentes en Bilbao, con la constitución de los de Escolapios y las Escuelas de Cervantes. La provincia se organizó en las zonas de Bilbao, -que comprendía además la zona costera de Uribe-, de las Encartaciones, y de Amorebieta-Lequeitio. En Guernica instalarían la suya las "Milicias Vascas" que procedentes de Guipúzcoa evacuaron su base de Loyola. El cementerio de Guernica-Forua se convirtió en lugar de enterra­miento de los gudaris del PNV y STV caídos en el frente, así como de los fallecidos a causa de sus heridas en el hospital Karmele-Deuna.

Las Milicias Vascas surgidas en Azpeitia fueron las primeras nacionalis­tas en atender auténticas situaciones de control político-militar del territorio que ocuparon, con muy escasa interferencia de los frentepopulistas locales. Ese núcleo azpeitarra, "Comandancia de Milicias de Azpeitia - Euzko Gudarostea Azpeiti-Buruzagitza", llegó a controlar, en agosto de 1936, un total de 1.349 gudaris de "Milicias Vascas". La Comandancia la dirigía un comité formado por Telesforo Monzón, José María Lasarte, Salvador Aramburu, Miguel José Garmendia, Lino Lazkano, Mikel Ayerdi, y Tomás Mitxelena. En cuanto al mando militar de las Milicias recaía en un militar pro­fesional, Cándido Saseta, que era Comandante en jefe, y en los comandan­tes Eduardo Urtizberea, Jesús Luisa, Enrique Etxeberria, José María Fernández de Lekuona, y José Placer.

El Euzko Gudarostea azpeitarra fue en principio una fuerza multipartidis­ta, dado que además del PNV incluía a Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV), Euzko Nekazari Bazkuna (ENB), Euzkadi Mendigoxale Batza (EMB), y Acción Nacionalista Vasca (ANV). Entre todas estas fuerzas formaron las lla­madas Milicias Vascas que, a pesar de carecer de material bélico en canti­dad y calidad, se posicionaron en defensa del macizo del Ernio, garantizando igualmente el Orden Público en una gran extensión del occidente guipuzcoa­no, si bien es cierto que era en el oriente, frente a Irún y San Sebastián donde se estaba librando la batalla decisiva por Guipúzcoa. Y allí, la izquier­da era la que combatía, gracias al botín capturado en los cuarteles de Loyola y a algunos envíos llegados vía Francia, siendo las fuerzas nacionalistas en liza muy escasas.

Los nacionalistas guipuzcoanos contarían además con otros núcleos menores. En Eibar, el "Comisariado del Frente Popular" allí establecido controló a un pequeño núcleo nacionalista centrado en el batzoki de la localidad. De ese modo, una treintena de nacionalistas, incluidas 18 mujeres aparecen en la relación de 1.144 personas movilizadas por la citada Comisaria. En otras localidades también se refleja la presencia de improvisa­das milicias o movilizados nacionalistas. En Zarauz, el "Comisariado de Guerra" local presentaba en agosto unas milicias de carácter mixto, frente­populista y nacionalista, controladas por el "Frente Popular-Comisaria de Guerra de Zarauz", y por el "Langile batza-Gudarozte Batzordea Zarautz " . En San Sebastián, las llamadas "Milicias Vascas de Donosti" llegaron a contar con 220 hombres. Además, en el barrio de Alza de San Sebastián se organi­zaron dos grupos de "Milicias Vascas" pertenecientes al "Euzko Gudarostea­Donosti Buruzagitza Uri-Buru Batza Alza". En Pasajes se organizaron las "Milicias Nacionalistas de Pasajes de San Juan". En Leniz los nacionalistas contaron con un "Comisariado de Guerra del Cuartel de Léniz-Euzko Gudaroztea Leniz Guerra", conocido también como "Cuartel General de las Milicias Vascas del Valle de Léniz" o "Euzko Gudarostea Leniz-Buruzagitza". También existieron unas "Milicias Vascas de Fuenterrabía", y las "Milicias Vascas de Irún".

En general, la experiencia militar de los hombres que iban a dirigir el Euzko Gudarostea nacionalista era limitada. El capitán de Ingenieros Cándido Saseta, uno de los escasos militares profesionales sino afectos, -dado que en este caso hay testimonios para todos los gustos-, sí simpatizantes del espíritu de orden y disciplina que emanaba de las Milicias nacionalistas, murió en la ofensiva asturiana de febrero de 1937. Y respecto a los hombres que militaron en el PNV, los que alcanzaron rango de importancia fueron civiles con una limitada experiencia fruto de su servicio militar. Pablo Beldarrain, jefe que fue de la Quinta División Vasca, fue alférez de la Escala de Complemento. Pero su experiencia como oficial de complemento, del 10 de febrero al 10 de agosto de 1931, resulta a todas luces limitada, aunque esto no impidió un destacado comportamiento en acción durante la guerra Gabino Artolozaga, último jefe del batallón de "Máquinas de Acompañamiento de Infantería (MAI). Irrintzi", nacionalista nacido en Chile en 189, cumplio' su servicio militar como sargento de artillería de costa. Su caso es interesante, ya que entre 1914 y 1920, fundamentalmente durante la Gran Guerra, perteneció primero al grupo "Sokotz" yugoslavo, y posteriormente al "Sinn Fein" irlandés. Precisamente, la única contribución importante al Euzko Gudarostea de origen foráneo fue la del irlandés Suvillan Deprendegast, quien alcanzó el grado de teniente de la octava compañía, de cañones antitanques-, del batallón Irrintzi.

Hasta septiembre del 36 los milicianos, gudaris entre los nacionalistas vascos, se encuadraron en una estructura militar improvisada. Los grupos iban mandados por responsables que debían su rango a la experiencia mili­tar previa y, más frecuentemente, a su puesto en el engranaje político-sindi­cal de las fuerzas organizadoras. Al poco, apareció la designación de Jefes, oficiales, y sargentos de milicias al frente de secciones, pelotones y escua­dras, aglutinadas en compañías que fueron la unidad de combate típica hasta que varias de éstas se integraron en cada uno de los batallones pos­teriores, considerados como las unidades tácticas básicas. Precisamente en septiembre se formaba el "Euzko Gudarostea" en Vizcaya, el día 25, como organización del PNV encargada de controlar todas las fuerzas militares organizadas por el Partido. La dirección recayó en Ramón Azkue, a quien secundaban Lucio Arteche y Luis Arredondo. Esta estructura se hizo cargo de todas las unidades peneuvistas, incluidas las guipuzcoanas, desapare­ciendo así el "Euzko Gudarostea" plurinacionalista que funcionó en Azpeitia.

A principios de octubre se formó el Gobierno Vasco, en sustitución de la Junta de Defensa de Vizcaya. El Presidente del mismo, José Antonio Aguirre, se encargó de la Conserjería de Defensa y quedó al mando del Ejército de Operaciones del País Vasco que comenzó a organizarse bajo su mandato. Con ello, se militarizó a las Milicias, que quedaron sometidas a condición militar, aunque "conservando su peculiar organización y particulares distinti­vos". Así se mantenía la politización de las Milicias, y los nacionalistas vas­cos preservaban el control total de sus propias Milicias, el "Euzko Gudarostea ".

Los nacionalistas ortodoxos son muy claros en cuanto al uso de la pala­bra gudari durante la guerra, y al de los diferentes hechos diferenciales de su ejército frente a las demás Milicias levantadas en terreno vasco por otras opciones político-sindicales:

«Este término acuñado durante los meses de asedio militar que durante la Guerra Civil sufrió la parte de Euzkadi que se hallaba bajo la administración del Gobierno Autónomo Vasco, fue empleado primeramente para denotar a los volunta­rios del Partido Nacionalista Vasco y de Acción Nacionalista Vasca, partidos ambos, como sus nombres indican, nacionalistas y vascos (oo.)

Gudari significa también haber sido los componentes de los batallones del PNV, 5 de ANV y uno de STV (en total 28 batallones nacionalistas) que juntamente con 14 batallones de PSOE, UGT, PC y CNT defendieron el frente vasco, llamándose comunmente en aquel entonces a los voluntarios no nacionalistas con el nombre genérico de "milicianos" por contraposición a "gudaris". Y así se entendía aquellos meses la gente por la calle, efectuando esta distinción»

Frente a las enseñas de carácter político-sindical de otras Milicias, y a las banderas tricolores de la República, las fuerzas del PNV llevaron en exclusiva la ikurriña:
<<Ofrecimos al país la ikurriña que durante la guerra solamente fue nacionalista>>
« el Euzko Gudariak gera himno, solamente de los gudaris nacionalistas,
no de milicianos marxistas ni anarquistas».

Los Himnos de batalla fueron igualmente los de las organizaciones político-sindicales de base. Los nacionalistas tenían sus propios himnos, muchos de ellos en euskera, caso del famosísimo Euzko Gudariak, y esto ha sido remarcado por los panegiristas del Euzko Gudarostea:
Los nacionalistas preservaron su fuerza militar para mantenerla "incontaminada" de la influencia o acción frentepopulista. Además, el PNV sí dio' entrada en sus batallones a numerosos reclutas tradicionalistas, que buscaban este encuadramiento para huir del peligro "marxista" de los otros batalIones. Por otro lado, desde el inicio de la guerra y más tarde desde el Departamento de Defensa, que dominaban, dirigieron una labor, escasamete documentada, para hacerse con el mayor potencial militar posible de cara a un posible enfrentamiento con la izquierda no nacionalista. Así lo reconoce el comandante Artolozaga:

«Al empezar el movimiento rebelde, nos dimos cuenta de que; inmediatamente y dadas las circunstancias en que se desarrollaba, en cuanto a nuestra finalidad de libertad de Euzkadi; de nuestra Independencia; debíamos actuar y formar, toda una serie de comandos, que la garantizaran, para llevar a efecto nuestro objetivo, para ello debíamos obtener los medios suficientes de fuerza. Esto nos obligó rápidamente, además de cumplir las órdenes que se nos daban, por el PNV, estudiar y acumular cuanto armamento no fuera necesario para el frente de batalla, con pensamiento puesto en la batalla final, que tendría que llegar>>.

A principios de 1937 hubo algunas reuniones nacionalistas para estudiar el proyecto de independencia vasca. En la celebrada en el cuartel del batallón "Amayur", en Orduña, participó el comandante del batallón, Saseta y Gabino de Artolozaga. Saseta, que procedía del. Ejército estatal
aconsejo' a Artolozaga esperar a su regreso de Astunas, hacia donde Iba a partir la unidad. Saseta no regresó, muriendo en la batalla entablada en febrero por la posesión de Oviedo y su pasillo. El plan nacionalista no se llevó a efecto pese a estar esbozado:

«Se ignoraba que varios Comandantes entre los que recuerdo, Erkiaga, Castet, Urkulu, Arana, yo y otros nacionalistas desde el mes de noviembre nos habíamos reunido en el Cuartel de Artaza (Lejona) del Batallón "Irrintzi"; que en vista de que, el Gobierno de la República hacía caso omiso a nuestro Gobierno Basko en solici­tud de envío de armas, aviones, cazas, barcos de guerra, se estudiara, la posibi­lidad y forma de que nosotros pudiéramos aprovisionamos desde el extranjero, con todo lo necesario para sostener nuestra guerra e incluso levantar en armas toda Bizkaia y proclamar la independencia Baska ante el mundo entero. Para ello se había hablado con el Comandante D. Cándido de Saseta y presentado una rela­ción de los Batallones de Armas, más Zapadores, Ertzaña, Policía Motorizada, de que podemos disponer, marinos para hacemos de los destructores y submarino....

Dentro del esfuerzo humano del País Vasco autónomo el Euzko Gudarostea tuvo un peso relativo. Sin duda constituyó la más nutrida de las formaciones de combate. Sin embargo, el número de hombres de sus batallones no llegaba al 25% de los combatientes movilizados en Euzkadi. A mediados de Enero de 1937 el Cuerpo de Ejército Vasco contaba con 56.828 hombres. De ellos, 13.040 pertenecían a las 23 unidades tipo batallón (6 en organización) con que contaba por entonces el Euzko Gudarostea. Otros 582 gudaris de dicha fuerza permanecían de baja tras la reciente ofensiva de Villarreal. Es cierto que varios miles más de hombres controlados por el PNV estaban adscritos a otras unidades militares, muchas de ellas regulares; pero en total, el conjunto de fuerzas nacionalistas vascas, -PNV, STV, EMB, ANV-, no representaron nunca más del 50% de las fuerzas vascas.

Hacia finales de abril los batallones del Euzko Gudarostea eran ya 27, con sólo uno en organización, encuadrando a 15.913 gudaris. Varios cientos más permanecían hospitalizados, y otros miles de hombres se distribuían en unidades regulares, -artillería, enlaces y transmisiones, sanidad, intenden­cia, transporte-, controladas de uno u otro modo por el PNV. Esto acontecía cuando las fuerzas movilizadas en Euzkadi eran de cerca de 70.000 hom­bres, de los que unos 45.000 estaban en los frentes. Los batallones de Euzkadi pasaron de ser casi medio centenar a finales de 1936, a 74 a prin­cipios de mayo del 37. Esas fuerzas constituyeron dentro del Ejército del Norte el I Cuerpo o Cuerpo de Ejército Vasco, aunque el Gobierno Vasco, -fundamentalmente los nacionalistas encabezados por Aguirre-, se obstinó en considerar al Ejército de Euzkadi, nombre que asignaron a dicha fuerza, como un ente autónomo, obstaculizando, en mayor medida que sus homóni­mos de Asturias y Santander, la labor de la autoridad militar designada por el Gobierno republicano.

Tras el fracaso, en diciembre de 1936, de la ofensiva sobre Vitoria, saldada con graves pérdidas, el Cuerpo Vasco eludió la reestructuración militar que el general Llano consiguió establecer a principios de 1937 para el resto del Norte leal. La nueva organización establecía la constitución, en base a batallones de infantería y fuerzas de apoyo a los mismos (artillería, servicios diversos), de unidades superiores: Brigadas y Divisiones. En Euzkadi se rechazó la medida a causa del control nacionalista en la Consejería de Defensa del Gobierno Vasco. Pese a ello, se constituyeron provisionalmente dos brigadas que partici­paron en febrero-marzo en la gran ofensiva contra Oviedo y su pasillo. El san­griento fracaso de dicha operación convenció a Aguirre y a los nacionalistas de la incompetencia del mando republicano en el Norte, y de la inutilidad de las ordenes del mismo. Fue un grave error, ya que la ofensiva franquista desatada el 31 de marzo sobre Euzkadi destruyó la organización en Sectores, dejando a las fuerzas vascas, a finales de abril, en un estado de quiebra orgánica que influyó en el derrumbamiento del frente.

La reacción vasca ante la inminente derrota militar fue la adopción del sistema de organización en Brigadas y Divisiones preconizado por el general Llano. El 26 de abril se configuró el Cuerpo de Ejército Vasco en base al modelo seguido en el resto del Norte, constituyéndose 4 Divisiones que inte­graban a 16 Brigadas, aumentadas a mediados de mayo a 5 y 18 respectiva­mente. A esto se añadió la llegada de refuerzos remitidos por los otros dos cuerpos del Norte leal, santanderino y asturiano. El Gobierno central estuvo de acuerdo con la asunción por el lehendakari Aguirre del mando supremo del Cuerpo Vasco el 5 de mayo. Sin embargo, Aguirre no tomó las decisiones militares que frenaron en gran medida el avance adversario. Dichas decisio­nes, así como su ejecución en el plano operativo, recaían en los mandos militares, y Aguirre se limitaba a refrendarlas.

La animadversión entre Aguirre y el general Llano, acentuada con los avatares de una campaña militar adversa, llevó al Gobierno central a dividir en la práctica el Ejército del Norte, en un claro error militar. Santander y Asturias quedaron bajo el mando de Llano, mientras que para el mando del Cuerpo Vasco se designó el 27 de mayo, y a instancias de Prieto, al general Gamir Ulibarri. Este tomó posesión del mando el 3 de junio, sustituyendo a Aguirre. Poco pudo hacer Gamir ante la renovada ofensiva rebelde que se apoyaba en una superioridad de medios total. Si a esto añadimos la traición de parte de los militares profesionales adscritos al Cuerpo Vasco, empezan­do por la del nuevo jefe de Estado Mayor del mismo, Lamas Arroyo, se expli­ca primero la derrota vasca en junio, y después, en agosto, el rápido derrumbamiento del frente santanderino.

Tras la ruptura del Cinturón de Hierro, los franquistas aislaron el casco urbano de Bilbao en la mañana del 19 de junio, y las fuerzas nacionalistas vascas aisladas dentro improvisaron la entrega sin lucha con el fin de salva­guardar sus vidas. Para este fin se ofrecieron como intermediarios el coman­dante Aguilar, militar franquista que estaba escondido en Bilbao, y algún industrial. Este hecho, dejó en manos de los rebeldes numerosos prisione­ros y abundante material, y se ha presentado como el mal llamado "Pacto de Bilbao". En realidad, en Bilbao negoció con el enemigo la entrega de la ciu­dad una especie de Junta improvisada formada por la mayoría de los man­dos de las unidades dejadas en la Villa hasta última hora con el fin de defender el Orden Público. Al final, la entrega incluyó a los batallones "Itxasalde", "Itxarkundia", "Otxandiano", "Saseta", "Malato", "Irrintzi", a la Ertzaña, a personal de la Jefatura de Guerra Química y otros servicios. Las únicas fuerzas organizadas de izquierdas caídas en Bilbao fueron parte del batallón "Amuategui" (JSU), y grupos de rezagados que no participaron en los contactos, y se vieron imposibilitados de salir de la villa por el fuego ene­migo sobre la carretera de Zorrozal
.
En Baracaldo, el día 22 se entregaron cerca de 2.000 hombres manda­dos por José Soroa y Prudencio Gorospe, la mayor parte de los batallones "Gordexola" (PNV) y "San Andrés" (STV) que protegían Altos Hornos desde el día 17. El mismo día 22 se celebró en la Casa de Juntas de Avellaneda (Sopuerta), una histórica reunión entre los dirigentes del EAJ-PNV y los comandantes del Euzko Gudarostea al mando de unidades. En la misma, el Presidente del PNV en Vizcaya, Juan Ajuriaguerra, señaló la necesidad de que las fuerzas nacionalistas continuasen en la lucha, mientras el Partido realizaba las gestiones necesarias para resolver la situación planteada. Se trataba, en definitiva, de mantener unidas las unidades nacionalistas ante un previsible final de la lucha.

La derrota en Vizcaya, junto a la entrega de batallones y fuerzas en Bilbao, Baracaldo y Valmaseda, redujo la fuerza militar del Euzko Gudarostea a menos de la mitad. Sin tener en cuenta las fuerzas de ingenieros (3 bata­llones), la fuerza efectiva de batallones de primera línea del PNV quedó redu­cida de 25 a una docena. En orden numérico los batallones supervivientes eran los 15° "Ibaizabal", 17° "Itxarkundia", 18° "Loyola", 19° "Amayur", 38° "Abellaneda", 39° "Arana Goiri", 40° "Munguia", 41° "Padura", 69° "Sukarrieta", 70° "Bolibar" y 71° "Aralar". En todos estos se diluyó la esca­sa fuerza superviviente del n° 13 "Itxasalde", entregado en su mayor parte en Bilbao, del 14° "Araba", disuelto para completar otros batallones, al igual que el 49° "Larrazabal", cuyos restos acabaron integrándose en el "Munguia" .

Los restos de los batallones desaparecidos, en su mayoría heridos y enfermos evacuados a Santander y pequeños núcleos no acogidos a las entregas citadas, reforzaron igualmente las unidades nacionalistas, negán­dose el PNV a que sus hombres se integrasen en unidades vascas no nacio­nalistas para completar efectivos, y negándose igualmente a que efectivos no nacionalistas completasen las unidades del Euzko Gudarostea. En total, el Euzko Gudarostea reunía unos 6.000 hombres en los batallones de fusile­ros que le quedaban, cuando en mayo la media de hombres del Euzko Gudarostea, 28 batallones por entonces, incluidos los de ingenieros, era de 17.000 gudaris. Tras el Pacto de Santoña y la caída de Santander, entre los casi 6.000 milicianos vascos llegados a Asturias unos 300 procedían del Euzko Gudarostea nacionalista, en su mayoría pertenecientes al 10° batallón de Ingenieros. El epnogo a la intervención militar nacionalista vasca en el campo republicano lo puso en Aragón y Cataluña la 142 Brigada Vasco ­Pirenaica, en la que el PNV trató, con escaso éxito, de reeditar una fuerza militar controlada exclusivamente por él.

En definitiva, el hecho fundamental en las decisiones del PNV fue la imposibilidad de contar para sus proyectos con el llamado Ejército Vasco. Este nombre, asignado por el Gobierno Vasco a las fuerzas militares organi­zadas en su territorio, oculta la realidad de que las fuerzas no nacionalistas, es decir, la mitad de los efectivos armados presentes en la Euzkadi autóno­ma, se consideraban parte del Ejército de la República en el Norte, y no estaban dispuestos ni a negociar ni a capitular con el enemigo. Y es que el Ejército Vasco no era el Euzko Gudarostea. Este último eran las fuerzas mili­tares levantadas en armas por el PNV. Esa era la realidad, y por eso, por el miedo a una guerra civil con sus aliados frentepopulistas y anarquistas, el PNV tuvo que renunciar a un golpe de timón en tierra vasca, bien fuese hacia el independentismo, o hacia una negociación menos oscura que la efectuada con el Vaticano y los fascistas italianos.


Los batallones

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Paisanx

Mensaje por Paisanx » 24 Oct 2004, 13:43

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Guillermo Tabernilla y Julen Lezamiz, acaban de publicar “El Cuerpo Disciplinario de Euzkadi”, riguroso y esforzado trabajo de estos miembros de la Asociación Sancho de Beurko http://personal.telefonica.terra.es/web/sanchodebeurko/ .

Tan solo se han editado 400 ejemplares. El precio es de 15 euros más gastos de envío. (Apartado de Correos nº 30. 48510 Trapagaran (Bizkaia))

Esto es parte de su introducción:

“El Disciplinario, que empezó como batallón y terminaría siendo un cuerpo de más de 1000 hombres, era como un crisol en el que se fundieron, de modo más que forzado, todas las tendencias políticas vascas y reflejó, mejor que cualquier otra unidad del Ejército de Euzkadi, la realidad de su difícil maridaje.
En las páginas siguientes asistiremos al nacimiento de esta gran unidad desde un lejano día de noviembre de 1936 en el que Joseba Rezola, haciéndose eco de la preocupación de los nacionalistas vascos por el Orden Público, encargó a Amós Ruiz la organización de un batallón de castigo específicamente vasco. Veremos también, como esa idea fue cobrando forma en poco tiempo y como, gracias a su flexibilidad, sirvió de auténtico cajón de sastre en el que todo el mundo cabía: delincuentes comunes, desafectos al régimen, prisioneros de guerra y milicianos arrestados.
Asistiremos a su conversión en fuerza de choque, a sus luchas intestinas, y a su final en Asturias con los restos del Ejército del Norte. Además, por si esto no fuera suficiente, el devenir del Disciplinario nos permitirá documentar, desde un punto de vista inédito hasta ahora, algunos de los acontecimientos más decisivos y trascendentes de la guerra civil en Euzkadi, entre los que destacan las negociaciones del PNV con los italianos en los días previos a la caida de Bilbao y su posterior desenlace en Santoña. De la mano de sus protagonistas también asistiremos al desgraciado periplo de los vascos en Santander, jalonado por sus miserias y grandezas.
Aquellos tristes días de guerra forjaron el espíritu de una joven tolosarra llamada Cecilia García de Guilarte. Siendo periodista de CNT NORTE, no le fue difícil entrar en el cuartel del Disciplinario, donde inició una relación con Amós Ruiz que duraría muchos años. Después recorrió todo el Norte gubernamental, primero como corresponsal de guerra y más tarde siguiendo a su marido. Su fina pluma, que reflejaba una exquisita sensibilidad, nos dejó un buen numero de artículos que fueron redactados mientras compartía su tiempo con los disciplinarios en los frentes de combate, convirtiéndose en su mayor adalid. De haber existido, cual era costumbre arraigada en el campo rebelde, una madrina de guerra en el Cuerpo Disciplinario, tal honor hubiera caido sin duda en la persona de Cecilia García de Guilarte. El tiempo se encargaría de demostrar todo el potencial de esta joven, que acabaría siendo una afamada novelista.
En un sentido más práctico, el lector hallará que , al igual que en nuestro primer libro, en este se ha respetado en lo posible la grafía que aparece en los documentos de la época y, por extensión, la forma en que cada cual escribía su nombre propio. También hemos pretendido que la lectura sea amena, sin renunciar al rigor que el asunto merece, en un afán por divulgar estas páginas de la historia de nuestro pueblo. Por lo demás, esta investigación se topó con menos dificultades que las precedentes, lo que no deja de ser un síntoma de que se va asentando este proyecto historiográfico que comenzó hace seis años. De ello nos congratulamos”

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