Españoles en la Resistencia -1939-

Debate, información y consulta sobre la historia del Anarquismo.
Responder
Avatar de Usuario
Hayis Mc Maton
Mensajes: 3068
Registrado: 24 Oct 2003, 18:51
Ubicación: Korova Milk Bar

Españoles en la Resistencia -1939-

Mensaje por Hayis Mc Maton » 18 Oct 2004, 20:25

Aproximadamente un millón de personas cruzaron en los primeros meses del año 1939 la frontera franco-española huyendo de las fuerzas nacionalistas, que el día 26 de enero habían ocupado Barcelona. Las penosas condiciones en las que este contingente se desenvolvía se hacían especialmente graves en los casos de los heridos, las mujeres, los ancianos y los niños. Aquellos republicanos, a los que el mismo Pons Prades califica de "bastante ilusos", se encontraban absolutamente desasistidos. Les esperaban los campos franceses, oficialmente destinados a refugiados pero de hecho más semejantes a los de concentración que ya estaban comenzando a poblar el espacio europeo situado bajo dominio alemán. Las ciudades y los pueblos franceses próximos a la frontera se veían llenos de personas, que se acomodaban en la forma en que podían y en las condiciones más precarias. Los elementos señalados como comunistas y anarquistas eran tratados de forma especial en verdaderos centros de castigo, que para muchos supuso la muerte. Los combatiente derrotados eran observados con hostilidad por la inmensa mayoría de los franceses. Pocos meses después, aquellos centros de concentración serían utilizados por el ocupante alemán, que en muy pocas semanas habría de derrotar al pretendidamente invencible ejército francés.


Martín Bernal, uno de los futuros legionarios de origen español cuenta a propósito de su entrada en esta fuerza: "La declaración de guerra me pilló en la cárcel y enseguida comenzaron a presionarnos para que nos enrolásemos en la Legión. Pero mientras nosotros tratábamos de suscribir un contrato sólo para la duración de la guerra, los franceses se empeñaban en hacernos firmar por cinco años. Al ver que no transigíamos, nos amenazaron con devolvernos a España por las buenas. No creíamos que fuesen capaces de cumplir la amenaza,-hasta que un día nos sacaron de la cárcel -la de Tarbes-, nos montaron en un coche celular y nos echamos a la carretera, en dirección a la frontera de Canfranc. Nosotros seguíamos creyendo que era una maniobra para intimidarnos y romper nuestra resistencia. Pero cuando nos dimos cuenta de que la cosa iba en serio fue al ver asomar, a lo lejos, las puntas de los tricornios de los civiles. Así que no tuvimos más remedio que firmar. Y, a los pocos días nos hacíamos a la mar rumbo a Argelia".


Las evidentes condiciones negativas que rodearon al episodio no impedirían que los contingentes de españoles, tan irregularmente enrolados, actuasen sobre los campos de batalla con gran valor y habilidad. El mes de mayo de 1940 supondría para muchos de ellos el comienzo de una nueva etapa, definida por la permanente acción, al lado de los aliados y en contra del Reich, que tan decisivo papel había jugado en el proceso de destrucción de la República española. Al comienzo de la guerra, ingleses y franceses como para desentumecer un poco a sus anquilosados ejércitos, crearon a su vez un pequeño cuerpo expedicionario que desembarcaría y ocuparía varios puntos estratégicos de Noruega. En la zona septentrional -en Narvik- actuarían dos batallones de la más tarde famosa 13ª Semibrigada de la Legión Extranjera Francesa. La mitad de sus efectivos eran españoles: un millar de hombres de los que casi la mitad quedarían para siempre por tierras noruegas. Con ellos combatieron polacos, noruegos, franceses e ingleses. Pero las dos operaciones clave -el desembarco en el puerto de Bjerkvik, preludió a la toma de Narvik, y la ocupación de la cota 220- serían protagonizados por los legionarios españoles bajo la bandera francesa. A los voluntarios españoles les chocaba la baja moral de los Aliados. El gran miedo a la guerra de que habían hecho gala antes -abandonando al fascismo varios países de Europa-, contrastaba tremendamente con el triunfalismo derrochado apenas estalló la guerra. Hubo detalles que llamaron la atención ya desde el principio: la escasez de voluntarios franceses y el haber presenciado la salida de quintos franceses que se iban a la guerra llorando... Después, en las zonas cercanas a la línea de fuego, habíamos podido observar el buen partido que le sacaba a la guerra la oficialidad gala.


Todo esto lo sintetizaría muy bien el teniente-coronel Tagüeña: "Llegaron más oficiales franceses que nos miraban con curiosidad y hacían preguntas como de profesional a aficionado. Creo que más tarde recordarían muchas veces, que, entre otras cosas, les dije que nuestro ejército -el republicano español- había sido vencido, pero que a ellos les iba a llegar pronto el turno y sentirían no habernos ayudado. No habla duda que nuestra derrota representaba también la de Francia; pero no querían admitirlo y me hablaron de las virtudes de sus soldados. Esto no me impresionaba, porque si las virtudes fueran suficientes para ganar una guerra nosotros no la hubiéramos perdido".. Cuando se desencadena la ofensiva alemana -con la invasión de Holanda y Bélgica, el 10 de mayo de 1940, y la de Francia, cuatro días después- los republicanos españoles que combaten bajo los pliegues de la bandera francesa ascienden a casi cien mil hombres. Una cuarta parte de ellos trabajan en las industrias de guerra, mientras que unos veinte mil sirven en unidades combatientes (Legión y Batallones de Marcha). Y alrededor de sesenta mil están encuadrados en la Compañías de Trabajo -dedicadas, sobre todo, a tareas de fortificación-, de los cuales las dos terceras partes trabajan, en plena línea de fuego, en la línea Maginot y la frontera franco-belga.


Helios Bárcenas salvó la vida por poco en el desastre francés: "Por nuestro sector los combates empezaron hacia el 17 de mayo de 1940. Nos enfrentamos con pequeños destacamentos motorizados que procedían de las Ardenas, donde se había producido la brecha por la que se colocaron las divisiones blindadas alemanas. Fueron, en verdad, simples escaramuzas. Nunca enfrentamientos frontales, porque la relación de fuerzas y el material empleado hacía caer netamente la balanza del lado de los invasores. Nosotros, en realidad, sólo libramos combates de repliegue. Empeñados, tan sólo, en que no se nos cortasen todas las vías de retirada. Desde el primer momento perdimos de vista a la oficialidad francesa -y valía más así- y tomamos el mando los españoles, organizándonos en pequeños grupos. La compañía en que yo estaba -de ametralladoras- no tuvo suerte, pues una noche nos quedamos a dormir en un bosquecillo, pese a que nos enteramos de que el pueblo más cercano estaba acampada una unidad enemiga, suponiendo que al amanecer los alemanes se echarían a la carretera y pasarían de largo, sin preocuparse del bosquecillo. Algunos (docena y media de hombres) no lo creíamos así y durante la noche nos replegamos hacia otro bosque más alejado, en las laderas de una colina. Y cuando amaneció asistimos al terrible espectáculo de ver entrar en acción una sección de lanzallamas alemanes que le pegaron fuego, por los cuatro lados, al bosquecillo. Allí perecieron más de un centenar de hombres.


Mariano Constante también puede contarlo, pese a su deportación al campo de exterminio de Mauthausen: "Cuando se inició el gran ataque alemán del 10 de mayo, nuestra unidad había sido desplazada días antes al sector de Longwy en la cruz de la frontera francesa, belga y luxemburguesa. Habíamos estado cavando enormes fosas antitanques, que luego utilizarían como reducto para parapetarse en ellas los paracaidistas alemanes. En seguida salimos hacia la frontera belgo-holandesa, pero no hicimos más que entrar en territorio belga y ya nos topamos con unos destacamentos motorizados alemanes. Volvimos hacia atrás y allí puede decirse que empezó nuestra retirada. Pasamos por Montmédi (Meuse), Verdún-sur-Meuse, Bar-le-Duc, Sainte-Menehoued (Marne), Neufcháteau y Epinal (Vosges). Como podrás ver, siempre íbamos hacia el sur, pero desviándonos hacia el este de vez en cuando, a causa del avance alemán. En un momento dado, nos dirigimos hacia el oeste (Sainte-Menehould) y luego nos orientamos rumbo al noroeste, hacia Rambervilliers, que es donde nos hicieron prisioneros, el 21 de junio de 1940, fuerzas alemanas que habían cruzado el Rhin y penetrado en Alsacia pocos días antes. Habíamos recorrido, en cosa de 40 días, un millar de kilómetros. Al caer prisioneros íbamos unos 400 españoles. La mayoría de las Compañías de Trabajo, pero también venían con nosotros algunos soldados de los Batallones de Marcha y un grupo de legionarios. Ya conoces nuestra odisea: del campo de fútbol de Rambervilliers nos llevaron a spam -donde estuvimos varios días encerrados en las naves de las famosas cristalerías-, luego a un campo de selección de Alsacia y, después de permanecer unos meses en un campo de prisioneros de guerra de Alemania (Stalag XVII A) fuimos a parar (abril de 1941) al campo de exterminio de Mauthausen (Austria)".


Los españoles de ocho Compañías de Trabajo (las 111, 112, 113, 114, 115, 116, 117, y 118) vivieron el drama de Dunkerque, donde la mayor parte de ellos murieron defendiendo las posiciones de Bray-les-Dunes, mientras los aliados (ingleses y franceses en particular) se disputaban a tiro limpio los puestos en las embarcaciones de evacuación. Los pocos españoles que lograrían llegar a Inglaterra, por sus propios medios, casi siempre serían encerrados en varias cárceles (testimonio del sevillano Juan López López, de la 118ª C. de T.), junto con prisioneros de guerra alemanes. Y no pocos de ellos fueron devueltos a Francia, desembarcándolos en puertos de Bretaña, cuando las columnas de vanguardia alemanas ya penetraban por la parte oriental de la península bretona. Otras víctimas de aquella vergonzosa retirada fueron aquellos compatriotas nuestros que fueron abatidos -y con ellos algunos checos, polacos, belgas y holandeses por los gendarmes o la guardia cívica -una especie de somatén-, que, presos de pánico, los confundieron con paracaidistas alemanes. Tras la rendición de Francia y la formación del Gobierno de Vichy se inició la resistencia popular contra el invasor. Los refugiados españoles tomaríamos parte en la lucha. La integración de los españoles en las guerrillas antinazis fue completamente natural; unas veces se produjo por cuestiones ideológicas, otras porque no cabía otra forma de supervivencia. Dos protagonistas confluyeron, en peripecias bien diferentes, hacia la misma región: los departamentos de el Aude y el Ariége, donde surgieron las primeras guerrillas españolas en Francia.


Ellos nos cuentan sus experiencias: Pedro Olea Salas, uno de los pioneros del maquis español en Francia, cuenta: "Yo estaba, como sabes, en el Onceavo Regimiento de Marcha de la Legión Extranjera y la invasión alemana nos pilló en el punto neurálgico de la ofensiva: en la cruz de las fronteras de Francia con Luxemburgo y Bélgica. La aviación alemana nos hizo trizas, y como la oficialidad chaqueteó de lo lindo, cada uno se las arregló como pudo. Yo, la verdad, no tenía muchas ganas de andar. Al final acaba uno hartándose de retiradas. Por eso, con tres compañeros más nos quedamos en los bosques del departamento de la Creuse, en el centro del país. No fue difícil colocarnos como leñadores, primero y como carboneros, después, Allí empezó, aunque muy modestamente, nuestra existencia guerrillera, que dos años más tarde proseguiría al pie de los Pirineos. Como estábamos muy cerca de la Línea de Demarcación, por aquella zona pasaban muchos fugitivos de la Francia ocupada por los alemanes. Entre ellos no faltaban españoles, que las gentes del lugar encaminaban hacia nosotros. Aquello, si exceptuamos los sabotajes y los golpes de mano, que al principio se dieron muy espaciados por falta de hombres y de armamento, fue, en efecto, una "base-posada-escuela". Ya que nuestros compatriotas, cuando se refugiaban en ella encontraban natural que se les acogiera fraternalmente; pero, al solicitar su ayuda para nuestras misiones -en particular que hicieran en nuestra ausencia el trabajo que nos incumbía- se mostraban más bien reacios a colaborar, Así que tuvimos que organizar unos cursillos, digamos de politización para transeúntes para explicarles, y en lo posible, convencerles de las razones morales de nuestra lucha y por qué habíamos decidido olvidar, por lo menos de momento, el trato de las democracias occidentales para con la república española".


Una peripecia aún más complicada y que termina marchando por los mismo derroteros de la guerrilla es la de Martín Martínez García: "Los restos de mi compañía de trabajo (la 119) fuimos también a parar el infierno de Dunkerque, concretamente a la playa de Brayles-Dunes. Hubo muchas bajas. Unos cuantos pudieron ser evacuados hacia Inglaterra -o se marcharon por su cuenta- y a los demás nos hicieron prisioneros. Puede también que los hubiese con más suerte: yo conocí a uno que pudo atravesar las líneas enemigas y huir hacia el sur de Francia. Era un madrileño que se llamaba Paco Moreno. En medio de aquel gran desbarajuste, los alemanes nos agruparon -a belgas, holandeses, franceses, ingleses, polacos, checos y españoles- y nos llevaron hacia el río Rhin. En cuanto desembarcamos, me junté con un aragonés de mi compañía -Bernardo- y nos evaporamos. La evasión era mucho más peliaguda que en Bélgica, sobre todo a causa de la lengua. Pero nosotros nos dijimos: "Bueno si nos pescan iremos a parar al mismo campo y en paz." Nosotros lo que no sabíamos era que por aquellas tierras había campos de exterminio y que si nos cogen hubiésemos ido a dar con nuestros huesos a uno de ellos. Al de Mauthausen seguramente, que es en el que internaron a las tres cuartas partes de los prisioneros españoles. Estábamos decididos a no tropezarnos con un solo alemán, por lo que siempre andábamos de noche, escondiéndonos de día mejor que los topos. Y así nos volvimos a encontrar en Francia, una semana después, por el lado de Sarreguemines, frente a la famosa línea Maginot, ocupada por las tropas alemanas, que se entretenían en desmantelarla. Por allí estuvimos tres o cuatro días, recogiendo cosas abandonadas por los franceses: ropa, comida (botes de conserva, claro) y dos pistolas..., bueno dos de esas de tambor del 38. La mía la conservé hasta la liberación de Francia, fíjate, y luego se la regalé a un amigo español que hace colección de armas cortas. Nosotros seguimos bajando en dirección a España... Y en Lyon, a causa de un control de identidad en la estación, cuando íbamos a subir al tren de Toulouse -y después de haber salvado tantos y tantos obstáculos-, nos detuvieron los gendarmes. Nosotros, pobres de nosotros, creyendo que se portarían como hermanos de armas que éramos, les confesamos la odisea que acabábamos de vivir sin omitir detalle".


Testimonio de Julián Villapadierna García: "En las minas de oro de Salsigne -al norte de Carcassone- trabajábamos muchos españoles, como sabes. Y puedo asegurarte que cuando se constituyeron los maquis franceses de la Montaña Negra, ya hacía tiempo que nosotros habíamos montado la Solidaridad Española. Esto sería a mediados de 1942. Luego, cuando vimos que los "guerrilleros" del país almacenaban el armamento y se daban la gran vida -eran de la "Armée Secrete"-, que se reservaban para los combates de la postliberación: o sea, para evitar que la auténtica guerrilla tomase el poder-, los españoles creamos varios grupos. Y nosotros, los de la mina -salvo las consabidas excepciones-, seríamos sus más fieles colaboradores. Teníamos salvoconductos para circular y podíamos facilitarles dinamita y también información. En lo que me afecta, cuando me ocurrió aquel accidente, que me dejó temporalmente paralizado de las manos, al disponer de tiempo y seguir gozando de facilidad de desplazamiento, me puse ya enteramente al servicio de nuestra guerrilla. Luego, al darme de alta, fui destinado -mejor dicho: los compañeros me recuperaron- al Grupo Disciplinario (G. T. E.) número 422 de Carcassonne, que era algo así como el Estado Mayor departamental (en el Aude) de las fuerzas -armados o no- de la Resistencia Española. En verdad, no creo que hubiese un solo G. T. E. que no estuviera controlado ("copado") por los exiliados españoles".


Hubo otras dificultades, según testimonia José María Juan: "Los primeros republicanos españoles que llegaron a la región alpina lo hicieron en septiembre de 1940. Procedían casi todos de la región Centro. Unos llegaban de Bergerac (Dordogne) y otros -todos lo que se quedaron en la Alta Saboya-, de Sainte-Livrade (Lot-et-Garonne), y todos ellos pasaron a formar parte de tres G. T. E.: el 514, estacionado en Savigny; el 515; con sede en Vacheresse, y el 517, con base en Annecy. Al principio había en dichas unidades unos 750 españoles. Y, a fines de 1942, las deserciones habían alcanzado tal volumen que se tuvieron que disolver dos Grupos Disciplinarios; el 514 y el 515, reorganizándose el 517, que mandaban dos militares franceses de declarada filiación fascista: el capitán Valiére y el brigada Palop, enviados por el Gobierno de Vichy para "poner coto a las deserciones y reorganizar a fondo las unidades disciplinarias españolas."Una precisión: a los desertores había que añadir la deportación de muchos españoles a los campos de Alemania y de Argelia". El manchego Miguel Vera sería el primer coordinador departamental de las fuerzas resistentes españolas, compuestas casi enteramente por los desertores de los GET (grupos disciplinarios de trabajadores extranjeros). Un hijo de emigrados económicos españoles, de Almería, Ricardo Andrés, que más tarde sería ejecutado por los alemanes, realizó el enlace con la resistencia francesa. Con todo, hubo algunos grupos de maquis incontrolados. Por eso conviene puntualizar que la hora de la verdad sonó cuando los antiguos cazadores alpinos, unidad disuelta a raíz del armisticio franco-alemán, decidieron organizar el "Batallón del Gliéres", con el capitán Tom Morel a la cabeza. Debo decir que, con anterioridad, los cazadores alpinos ya nos habían entregado armamento suyo, de los arsenales que tenían escondidos antes de que llegasen los alemanes. Al iniciarse la gran ofensiva alemana, apoyada por los milicianos fascistas franceses, cada cual salió de la meseta como mejor le dio a entender su experiencia. Aunque se nos haya olvidado intencionadamente, la guerra en Francia está cubierta de andanzas españolas.


Federico Moreno Buenaventura estuvo con las unidades de Leclerc en África y, después, en Normandía: "Después de aquella fabulosa aventura del desierto, la columna Leclerc fue enviada a descansar a tierras de Marruecos. Allí, al formarse la Segunda División Blindada de la Francia Libre, fue donde la representación española adquirió un volumen impresionante. Acudían compatriotas nuestros de todas partes: de los campos de concentración del Sáhara -donde los había encerrado el mariscal Pétain-, de la Legión Extranjera o de los Cuerpos Francos, de donde desertaban por racimos. A eso se le llamaba "traslados espontáneos". Y muchos otros que habían estado medio escondidos en Argel, en Orán, en Túnez y en Casablanca. Tamaña afluencia se justificaba así: habían corrido rumores de que el desembarco en Europa se iba a efectuar por las costas españolas. Si no cierran los banderines de enganche se hubiesen podido formar, sólo con españoles, las dos divisiones blindadas de la Francia Libre. Aunque pronto recibimos material americano e inglés, tardamos más tiempo de lo esperado en abandonar los campamentos africanos, y no embarcamos hacia Inglaterra hasta abril de 1944. Dos meses más tarde -el 6 de junio-, los Aliados desembarcaban en Normandía. Y nosotros, incomprensiblemente, seguíamos acampados en el centro de Inglaterra. Esto se debía a varias barrabasadas que el general Leclerc había hecho a sus aliados en la campaña de Túnez -y que volvería a hacerles en Francia y en Alemania-, ya que tanto él como De Gaulle consideraban que debía quedar bien claro -y para ello las unidades de la Francia Libre debían ir en vanguardia- que los territorios bajo mandato francés -o antiguas colonias-, eran liberados por unidades francesas, que debían entrar las primeras en las villas importantes reconquistadas. Al fin, en la noche del 31 de julio al 1° de agosto de 1944, los hombres de Leclerc ponen pie, a su vez, en las playas normandas. Entonces el orgullo nacional francés resurge de nuevo, con otra obsesión: la de entrar los primeros en Paris. Pero, para ello, tendremos que combatir a marchas forzadas, casi "a destajo", dejando de lado muchas veces las más elementales normas guerreras clásicas, como es la de no descuidar demasiado los flancos de las fuerzas propias. Mas lo cierto es que, tal como Leclerc -que era indiscutiblemente un genio- planteó los avances, nadie era capaz de señalar dónde estaban nuestros flancos. Aquello, visto a distancia, fue un puro disparate bélico y te puedo asegurar que nadie disfrutó tanto la marcha sobre París -en el tramo Normandía-París- como los españoles. Y en particular los de la Novena Compañía, que, salvo su jefe, el Capitán Dronne, estaba compuesta exclusivamente de españoles. ¡Había que ver las bandadas de autos blindados, bautizados casi todos con nombres españoles -Don Quijote, Madrid, Teruel, Ebro, Jarama, Guernica, Guadalajara, Brunete, Belchite y el de los tres mosqueteros: Porthos, Aramis y Artagnan-, corriendo por las carreteras, escalando ribazos, saltando acequias y vadeando arroyos! Lo dicho: ¡un puro dislate! Y, cuando norteamericanos e ingleses estaban discutiendo con De Gaulle, Leclerc ordena a Dronne: "Ya sabe lo que toca hacer: ¡derecho a Paris, sin preocuparse de nada más!". Y Dronne nos convoca a los jefes de sección -Montoya, Granel, Campos y Moreno- y nos dice lo que hay que hacer, pase lo que pase. Recorrer los doscientos kilómetros que nos separaban de Paris no fue tarea fácil para nadie. Al operar en francotiradores renunciábamos a la cobertura aérea made in USA, y al apoyo de nuestros tanques pesados. Personalmente, tuve que enfrentarme, con mis tres blindados, con unos cañones alemanes del 88, que nos tapaban el camino. Tuvimos suerte, esa es la verdad. Así que, el día 24 de agosto de 1944 -un jueves- a eso de las nueve de la noche, entrábamos en la plaza del Ayuntamiento de París. El "Don Quijote", que era el blindado de mando de mi sección, fue el primero en aparcar allí. Y en la hora que siguió llegaron los restantes autos blindados conducidos por españoles, con nombres castellanos en los flancos y en el morro de sus vehículos. Por eso nos dolió tanto lo que ocurrió, veinticinco años más tarde, en agosto de 1969, en un reportaje conmemorativo de la Liberación de París, retransmitido por la televisión francesa. La emisión duró casi dos horas y en ella participó incluso la viuda del mariscal Leclerc. Pues bien, ni una sola vez, en toda la emisión, se oyó nombrar la palabra español..."


Los refugiados españoles colaboraron también en la evasión de otros perseguidos. Uno de ellos fue M. H. P., "el Murciano", que cuenta: "Mi actuación clandestina empezó en el Mediodía de Francia y se centró casi exclusivamente en organizar expediciones de personal y trasladarlo a España, clandestinamente y por vía marítima, por cuenta de la famosa cadena de evasión aliada "Pat O'Leary". Ya es sabido que los últimos eslabones de la misma -tanto por tierra, desde Toulouse, como por mar, desde Séte- fueron organizados y estaban servidos por guías republicanos españoles. Y que su máximo responsable -los libertarios repugnamos usar el término de jefe- era un maestro nacional de Huesca, asturiano de nacimiento, llamado Paco Ponzán Vidal. Con anterioridad, y por razón de mi empleo como mecánico a bordo de un barco griego que batía pabellón panameño, yo ya había participado en la organización de la huida de un grupo importante de diamanteros de Amsterdam, todos judíos, en el otoño de 1940. Los llevamos hasta Lisboa, después de una escala fallida en Casablanca. Yo todavía me estoy preguntando cómo se las arreglaron para salir de Holanda, cruzar Bélgica y luego la zona norte de Francia, ocupada toda la zona llamada Libre y presentarse en el puerto de Séte como si tal cosa. Con sus coches, sus respectivas esposas y un equipaje tremendo. ¡Ah, y unos maletines de mano que no los soltaban ni para dormir! O sea, que en punto a persecución de judíos, se ve que los alemanes no hilaban muy fino, según en qué ocasiones... En Séte los embarques debieron interrumpirse, en la primavera de 1943, a causa de la detención de un joven matrimonio belga, que se fue de la lengua... Entonces me trasladé a Marsella y a Niza, donde organicé algunas expediciones. Luego, presionado por nuestros protectores franceses, que me consideraban "quemado", se me pasaportó a la capital austríaca, donde estuve un año. Algún día diremos cuál fue nuestra actuación allí. En mayo de 1944 ya estaba de nuevo en Francia: en París. Los españoles participamos activamente -tanto los de la Leclerc como los paisanos- en la liberación de la capital de Francia. Y semanas después, tras varios cambios de impresiones entre libertarios de la Lecrerc (Campos y Bullosa) y los del Comité Regional de París, nos incorporábamos clandestinamente a la 2ª División Blindada, con el único objeto de recuperar armamento ligero abandonado por los alemanes en el campo de batalla y enviarlo a Paris, con vistas a armar a gente nuestra destinada a ir a luchar a España. Algunos españoles estuvieron, incluso, entre los primeros que alcanzaron la casa donde veraneaba Hitler.


Martín Bernal "Garcés" cuenta: "Yo pasé a Francia en agosto del 39, escapado de la prisión de Porta-Celi (Valencia) en compañía de varios paisanos maños. Al cabo de ocho semanas de andar de noche y dormir de día llegamos a Francia. Allí me vi obligado a enrolarme en la Legión Extranjera, cuando los gendarmes franceses ya me conducían a la frontera -en el Senegal- y después participé en la campaña de Túnez, en la que me hirieron el 9 de mayo de 1943. Yo fui de los que se autoaplicaron el "traslado espontáneo", reuniéndome con los españoles de la División Leclerc. Con Federico Moreno fuimos subjefes de sección primero y de sección más tarde. A mí me hirieron de nuevo por tierras de Alsacia. En abril de 1945 cruzamos el Rhin y comenzó la invasión de Alemania. Mi sección fue una de las que participó en la última travesura de Leclerc, despegándonos primero del grueso de la columna, utilizando luego el "itinerario por libre" fijado por él, y llegando casi los primeros a Berchtesgaden, el lugar de veraneo del Führer Adolfo Hitler. Y digo casi porque, con la sección de Moreno, nos tropezamos con unos cañones alemanes del 88 en el desfiladero de Inzell, ya muy cerca de nuestro objetivo final. Y hasta que no acabamos con ellos no reemprendimos la marcha. Así que, al entrar en aquella villa tirolesa, por las calles ya se veían blindados de la 2ª División Blindada, de los que habían pasado por arriba... o por el medio, porque aquello fue algo parecido a la marcha sobre París. ¡No podía negarse que Leclerc era del arma de Caballería! No, yo no fui de los primeros en subir al Nido de Aguila de Hitler. La sección que acompañó al capitán Touyéres, de pie en su jeep, como un caballero de la Edad Media erguido en su montura, fue la 1ª, que mandaba Moreno. Nosotros -la 2ª - subimos detrás de ellos, en servicio de protección. Pero yo fui, eso sí, uno de los primeros españoles que entró en el Berghof de Hitler. Y experimenté, lo confieso, un gran alivio. Era como si, de pronto, hubiésemos lavado todas las afrentas que los republicanos españoles habíamos recibido desde 1936".

Sacado de Arte Historia punto com
Última edición por Hayis Mc Maton el 30 Oct 2004, 12:28, editado 6 veces en total.
“Más vale una hora de trato que cien horas de trabajo”

Avatar de Usuario
algarada
Mensajes: 626
Registrado: 19 Abr 2002, 01:00
Contactar:

Mensaje por algarada » 18 Oct 2004, 21:25

¡dios que tocho! ¿puedes maquetarlo un poco? (ya sabes, párrafos y esas cosas) :wink:
Ayuda del Foro
¿Fe? Pues no; Ninguna fe: lo que hace falta para esta lucha es una gran falta de fe. Lo que ahora existe sólo existe gracias a la fe.
Con una cierta falta de fe, ya basta para empezar a entender cómo es esto que nos pasa, para seguir luchando por lo que no existe.

Avatar de Usuario
Hayis Mc Maton
Mensajes: 3068
Registrado: 24 Oct 2003, 18:51
Ubicación: Korova Milk Bar

Mensaje por Hayis Mc Maton » 30 Oct 2004, 03:32

EL 24 de agosto de 1944, a las 21.22 horas, llegaban a la plaza del Ayuntamiento de París varios half-track (autos oruga blindados) y un tanque Sherman (el Romilly), que constituían la vanguardia de los ejércitos aliados. Los primeros llevaban, en el morro y en sus flancos, nombres memorables de la guerra de España: Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica, Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote. Eran las dotaciones de la 1ª, 2ª y 3ª secciones de la famosa IX Compañía (incluso los franceses la llamaban la Nueve), del Regimiento del Chad. Las mandaban el zaragozano Martín Bernal, el madrileño Federico Moreno y el andaluz Monto- ya, secundados por el catalán Elías (herido en las calles de París por un francotirador), el canario Campos y el valenciano Domínguez. Con el resto de las dotaciones, un total de 36 ex soldados del ejército republicano español. Los cuatro tripulantes franceses del Romilly completaban el destacamento, que, con toda justicia, llamaron los liberadores de París.

El primer blindado que llegó a la plaza del Ayuntamiento -cuenta Moreno- fue el Guadalajara. Este blindado, con tripulación exclusivamente extremeña, sería también el primero en arrancar hacia la vecina calle de los Archivos, cuando se nos indicó que allí había un nido de resistencia alemán. Pero los primeros disparos que las fuerzas aliadas efectuaron en París se hicieron desde el blindado Ebro, mandado por el canario Campos y conducido por el catalán Bullosa.

Por las calles laterales de los Campos Elíseos y en las cercanías del Arco del Triunfo patrullaban Alfredo Piñeiro y Paco Izquierdo, abordo de su blindado Fort Star. Este ultimo se quedó mudo cuando una muchacha, tras los besos y abrazos de rigor exclamó: ¡Eres el primer soldado francés al que beso!

Piñeiro contaba no hace mucho en Barcelona que fue él quien repitió una vez más la cantinela que venían entonando desde que penetraron en los arrabales de París: ¡Somos rojos españoles!, al tiempo que enarbolaban la bandera tricolor republicana española, que ondeaba en todas las torretas de los blindados. Así fue, en efecto -confirma el capitán Dronne, jefe de la Nueve-; yo no sé de dónde sacaron aquellas banderas, pero como en realidad era la bandera de su patria, nadie hizo la menor objeción.

Lo cierto es que no fue ésta la primera vez -ni la última- que los republicanos españoles dieron la nota -y no solamente en el ejército francés- como recalca Martín Bernal con toda la razón del mundo. Por eso -caso único en todos los ejércitos aliados de la Segunda Guerra Mundial-, cuando la Nueve recibió su cupo de blindados nuevos en el campamento de Hull, al este de Liverpool, una delegación de españoles fue a pedir autorización al mando para bautizar -tras haber escogido ellos los nombres- los half-track que acababan de entregarles.

Breve anecdotario ibérico

Se hizo la asamblea de los españoles, que fue, como es fácil de imaginar, tumultuosa, ya que desde Pasionaria a Durruti, pasando por las siglas del POUM, salieron nombres para bautizar mil blindados. Hasta que los jefes de sección (Moreno, Granell, Elías) decidieron cortar por lo sano y darles nombres de batallas de la guerra de España. Y al mío -terció Moreno- le pondremos Don Quijote, por ser "el papel que estamos desempeñando nosotros desde que salimos de nuestra tierra". La inscripción de los nombres se confió al que tenía mejor letra de todos: al reusense Antonio V. B. Clarasó, Bamba, antiguo alumno del reputado instituto-escuela de la Institución Libre de Enseñanza y jefe de municionamiento de la Nueve.

Fuimos nosotros, claro -¿quién querías que fuese?-, los que inventamos el mercadillo de prisioneros alemanes, puntualiza el valenciano Domínguez.

El general Eisenhower había dado carta blanca a determinados comandos suyos -los del III Regimiento de Paracaidistas, entre otros-, pero prohibió a sus unidades regulares que franquearan el río Loira.

Por aquellos parajes combatía entonces la II División Blindada de Leclerc. Los americanos competían en la captura de soldados enemigos, y no solamente por la obsesión de superar marcas en las unidades combatientes -como si se tratase de competiciones deportivas-, sino porque con ello obtenían distinciones y sobre todo permisos especiales, a modo de recompensa.

Como los hombres de Leclerc, y los españoles en particular -que se adaptaron como nadie al modo de guerrear por libre de Leclerc-, y con sus half-track patrullando siempre en vanguardia, podían ir de un lado a otro y saltar el Loira tantas veces como les viniese en gana, enseguida se estableció el intercambio de prisioneros por material bélico u otras mercancías procedentes de la intendencia militar.

Los prisioneros procedían de la II División Blindada, pero también de adquisiciones efectuadas en las zonas guerrilleras que iban cruzando los blindados de Leclerc. Guerrillas en las que casi siempre combatían republicanos españoles, y hacia las que se dirigía el material bélico ligero adquirido a cambio del lote de prisioneros.

Tan intenso llegó a ser este tráfico de alemanes capturados que no tardó en establecerse un baremo apropiado a las circunstancias: por cinco soldados los americanos daban un jerrican de gasolina de 20 litros; por diez, dos jerricans o dos pares de botas de media caña.

La gasolina era -ya entonces- la moneda básica de cambio. Luego vendrían las metralletas -una por veinte soldados-, algunas de la cuales terminarían su carrera en la guerrilla de las sierras ibéricas, y así ab libitum.

El intercambio estaba condicionado, en lo que a soldados y suboficiales se refería, a material o armamento ligero. Por tres oficiales de Estado Mayor se llegó a obtener una motocicleta. Y si eran SS, al vehículo de dos ruedas se le agregaba el sidecar. Por un general alemán, los americanos regalaban un vehículo todo terreno (jeep).

El chalaneo, sintetizado en una muy curiosa jerga anglofrancoespañola, comportaba, por lo regular, una propina: botes de carne en conserva, cajitas de chicle, cartones de tabaco rubio, petaqueras de whisky o algún neumático.

Este trueque, que se realizaba desplegando dotes de ingeniosidad increíble, ya que los mandos americanos y franceses no lo veían con buenos ojos, divertía tanto a los hombres de la División Leclerc que a veces entregaron a los guerrilleros todo el material obtenido de manos americanas a cambio de prisioneros procedentes de la guerrilla, sin obtener el menor beneficio. Muy bajo cayó el ejército de la raza superior, es verdad - confesó un día Cortés en Barcelona-, y nosotros nos tomamos una buena revancha a cuenta de lo que nos habían hecho en España durante nuestra guerra.

Alguna que otra vez, los oficiales de Estado Mayor o los generales no tenían de tales más que el uniforme, ya que habían sido ascendidos por los españoles de la Nueve para altipreciar el trueque, Lo más difícil de falsificar eran los siniestros SS, porque los soldados de las unidades regulares alemanas se hubiesen dejado despellejar vivos antes que enfundar su cuerpo en un uniforme con las dos fatídicas letras bordadas en las solapas.

En determinados casos -¡lo que son las cosas!-, el trueque siguió este tragicómico itinerario: por cinco soldados se obtuvieron 20 litros de gasolina y por este carburante un campesino entregó un par de orondas gallinas. O este otro: tres oficiales de Estado Mayor igual a una motocicleta, igual a un cerdo o dos corderos...

Los españoles de la columna Leclerc, de la Agrupación M y de la Fuerza L -que así se llamó sucesivamente lo que más tarde sería la II División Blindada- procedían de tres lugares concretos: de las filas de la XIII Semibrigada de la Legión Extranjera francesa, de los Corps Francs (comandos del Ejército francés) y de los campos de castigo de Africa del Norte, muy particularmente de los del desierto argelino.

En la XIII Semibrigada, los españoles (casi el 50 por 100 de sus efectivos, que rondaban los dos mil hombres) desempeñaron un brillantísimo papel en la campaña de Noruega (abril-junio de 1940), en especial desatascando la ofensiva aliada -destinada a cortar la ruta del mineral de hierro sueco (vía férrea cuyo término era el puerto noruego de Narvik)- con la ocupación de la cota 220 por parte de un grupo de legionarios españoles mandados por el gallego Gayoso.

Ante esta cota -defendida por varias máquinas automáticas alemanas-, situada más allá del Círculo ártico y apenas a 300 kilómetros del Polo Norte, ya se habían estrellado los ataques de tropas francesas (cazadores alpinos), británicas, polacas e incluso nativas, de la VI División de Alta Montaña noruega. De ahí le vino el apodo de noruegos a nuestros esforzados compatriotas que por aquellas tierras -cuya temperatura normal en la primavera de 1940 era de 30 grados bajo cero- constituirían, para asombro del mando interaliado, el grupo nacional que menos bajas tuvo por congelación.

Este fue uno de los varios "do de pecho" que los españoles dieron en Noruega. Los destacamentos españoles al llegar la noche ártica dejaban contados centinelas en las posiciones recién conquistadas -con turnos de guardia más cortos que los reglamentarios: una hora- y los demás se replegaban a echar un sueño bajo techado. ¿Y si los alemanes contraatacaban de noche y reocupaban las posiciones?, preguntó a Serapio Iniesta, uno de los veteranos de la XIII Semibrigada. Entonces los centinelas se replegaban a su vez y avisaban a sus compañeros. Y antes de que amaneciese ya los habíamos desalojado de nuevo a bayonetazos. Así de sencillo, responde Iniesta.

En su historia de la Legión Extranjera francesa, Georges Blond confirma el excelente comportamiento de los españoles: La irrupción de un fuerte contingente de ibéricos exiliados políticos no tenía precedentes en las filas legionarias. Disciplinados, resistentes, atacando el duro entrenamiento por los desiertos argelinos, los españoles, codo a codo, dando pruebas de una solidaridad excepcional, tuvieron que hacer comprender a ciertos oficiales franceses, demasiado apegados al reglamento ancien régime, que el tiempo de las bromas pesadas y de las burlas gratuitas (llamar, por ejemplo, ejército de las alpargatas a las unidades republicanas españolas) había pasado. Abundaban también los oficiales que desconfiaban de ellos, llamándoles comunistas, y proclamando que había sido un error el llevarlos con el cuerpo expedicionario francés a tierras noruegas. Sin embargo, los hechos probarían que esos rojos, o ex rojos españoles, sabían batirse como leones.

Ante la invasión alemana de Bélgica y Holanda (10 de mayo de 1940) y la amenaza que pesaba sobre el territorio francés, el alto mando francés (al que los humoristas, y no se equivocaron, llamaron el submarino sin periscopio) decidió repatriar el cuerpo expedicionario francés de Noruega.

La evacuación tuvo lugar en los primeros días de junio. Nada más pisar Inglaterra se enteraron de la entrada en París de las tropas alemanas (14 de junio) y la XIII Semibrigada fue enviada a Francia rápidamente al llamado reducto bretón, que no pasó de ser otra cruel ensoñación del mando francés. Llegaron justo a tiempo para observar la entrada en la península de Bretaña de las columnas motorizadas alemanas y verse obligados a regresar a Inglaterra a marchas forzadas.

Así que cuando De Gaulle confió a Leclerc la problemática reconquista -para la Francia Libre recién constituida en el exilio- de varias colonias africanas, el comandante de Caballería de Hauteclocque -nombre verdadero de Leclerc- tuvo que echar mano de los restos de la Infantería de Marina, de los cazadores alpinos y de la Legión Extranjera -concentrados en Trentham Park-, a los que se unirían luego varios destacamentos de tiradores centroafricanos -unos 3.000 hombres en total-, de los que la sexta parte eran españoles. Era la primera operación montada por el general De Gaulle para restablecer la soberanía y la autoridad de Francia en los territorios africanos de Camerún, Chad, Gabón y Níger, y organizar unas fuerzas armadas capaces de ocupar y gobernar dichas colonias.

Lo fantástico del caso es que, contra las previsiones de políticos y altos militares, doctos en la materia, Leclerc logró lo previsto y mucho más. y nunca olvidó que, desde el primer momento (octubre de 1940) y hasta la conquista del Nido de Aguila de Hitler, en Berchtesgaden (mayo de 1945), siempre pudo contar con sus españoles...

El ex comandante de los servicios Z del Ejército republicano, el leonés-asturiano Julián Villapadierna, me contó un día en nuestro exilio francés cómo estando destacado (durante la campaña de Francia, 1939-40) en el polígono de tiro del Ejército francés en Vierzon tuvo que organizar el adiestramiento de un nutrido grupo de alistados voluntarios en los Corps Francs, entre los que se encontraban una docena de compatriotas nuestros.

Los Corps Francs eran comandos de guerrilleros llamados a operar en la retaguardia enemiga, por lo regular en plan de sabotaje o de guerrilla. Villapadierna, por su condición de luchador revolucionario en Asturias -era maestro nacional en Cangas de Onís- y en virtud de los cursillos de especialización para los servicios Z seguidos en España durante la guerra, era un especialista consumado en la materia. En los años 1942-44 tuvimos ocasión de comprobarlo en el triángulo guerrillero Aude-Ariege-Pirineos orientales.

Eduardo Pons Prades. Historia/16, nº 111. España, julio de 1985.
Última edición por Hayis Mc Maton el 30 Oct 2004, 12:24, editado 4 veces en total.
“Más vale una hora de trato que cien horas de trabajo”

Avatar de Usuario
Curioso
Mensajes: 3122
Registrado: 09 Ago 2004, 22:55

Mensaje por Curioso » 30 Oct 2004, 10:03

Muchas gracias por el trabajo, Hayis. Una cuestión tan sólo: si todo lo que has posteado es la transcripción de un artículo, ¿podrías, por favor, poner la referencia bibliográfica completa, o un enlace en Internet?

Avatar de Usuario
Curioso
Mensajes: 3122
Registrado: 09 Ago 2004, 22:55

Mensaje por Curioso » 01 Nov 2004, 23:30

Hombre, Hayis, gracias por poner también las referencias, por este otro trabajo, y por ser tan rápido como discreto :) :)

EDIT: lo de discreto es porque, como Hayis no ha puesto un nuevo post, si no me releo el hilo, no veo las referencias :)

Avatar de Usuario
Hayis Mc Maton
Mensajes: 3068
Registrado: 24 Oct 2003, 18:51
Ubicación: Korova Milk Bar

Mensaje por Hayis Mc Maton » 03 Nov 2004, 11:06

Nada hombre, pa' eso estamos, 1 discreto saludo :)
“Más vale una hora de trato que cien horas de trabajo”

Avatar de Usuario
SkaNeto
Mensajes: 930
Registrado: 22 Ago 2004, 23:01
Ubicación: Sureste

Mensaje por SkaNeto » 07 Nov 2004, 15:13

Apasionannte.
"¡Utopía! Gritan los gallos bienpensantes. Dejadla de una vez por todas a un lado, adversarios, esta acusación de utopía que nos honra y que es la prueba de que no tenéis argumentos válidos que oponernos"
¡Alto, policía!

Avatar de Usuario
Hayis Mc Maton
Mensajes: 3068
Registrado: 24 Oct 2003, 18:51
Ubicación: Korova Milk Bar

Mensaje por Hayis Mc Maton » 11 Nov 2004, 12:24

Hay más información interesante en la sección Resistencia de esta página tanto en castellano como en francés. Saludos.
“Más vale una hora de trato que cien horas de trabajo”

Avatar de Usuario
Jorge.
Mensajes: 15635
Registrado: 22 Dic 2003, 22:35

Mensaje por Jorge. » 11 Nov 2004, 12:50

Pues fíjate cómo pagaron los aliados el esfuerzo de los exiliados españoles. Tiene bemoles la cosa.

Avatar de Usuario
SkaNeto
Mensajes: 930
Registrado: 22 Ago 2004, 23:01
Ubicación: Sureste

Mensaje por SkaNeto » 11 Nov 2004, 20:06

Otro punto mas para el odio a USA
"¡Utopía! Gritan los gallos bienpensantes. Dejadla de una vez por todas a un lado, adversarios, esta acusación de utopía que nos honra y que es la prueba de que no tenéis argumentos válidos que oponernos"
¡Alto, policía!

Avatar de Usuario
Hayis Mc Maton
Mensajes: 3068
Registrado: 24 Oct 2003, 18:51
Ubicación: Korova Milk Bar

Mensaje por Hayis Mc Maton » 04 Abr 2005, 15:05

Antes y después del armisticio, miles de refugiados habían regresado a la España franquista. No lo hizo José Goytia, Barón, madrileño, de 1920, y aviador durante la Guerra Civil, inquilino de Saint-Cyprien. Derrotada Francia, Goytia y unos amigos planearon una maniobra audaz. Mientras los españoles trataban de ganar el territorio de la Francia libre, al sur de la línea de Demarcación, ellos exploraron el trayecto contrario y viajaron en bicicleta desde Bayona, en la frontera franco-española, hasta Angulema, fortín hitleriano en la Francia atlántica. Gracias a las redes de falsificación de documentos, Goytia logró enrolarse en la Organización Todt, un organismo alemán que reclutaba mano de obra para levantar una barrera infranqueable entre Hendaya y Saint-Malo. Unos 25.000 republicanos trabajaron en el muro del Atlántico. La invasión alemana de la URSS, el 22 de Junio de 1941, acabó con el pacto germano-soviético y también con la esquizofrenia de los comunistas franceses y españoles, atenazados por un acuerdo que aceptaban pero que entendían con dificultad. Fue un episodio capital para el cambio de actitud del PCE y su apuesta por la guerrilla.

El aviador madrileño se inició pronto en la resistencia urbana contra los nazis, primero en Angulema y luego en Burdeos. ¨No se puede hablar de los españoles en la Resistencia, sino de algunos resistentes españoles¨, matiza. ¨Saboteábamos los alimentos de los almacenes alemanes: regábamos o meábamos los montones de patatas para que se pudrieran, y a los quesos gruyère y emmental les introducíamos basura en los agujeros¨. En 1942, Goytia ingresó en los Franco-Tiradores y Partisanos de la Mano de Obra Inmigrada, los FTP-MOI, organización de extranjeros que combatía a los hitlerianos en Francia. Se produjo entonces un cambio en los objetivos: ¨Asaltamos trenes, volamos puentes, destruimos líneas telefónicas; también atacábamos a las patrullas alemanas, a las que debíamos causar las mayores bajas posibles¨, concreta. Cuando lo arrestaron, en enero de 1943, era responsable de los francotiradores en cinco departamentos. ¨Me detuvieron en un tranvía y el causante fue un confidente español: era mi cumpleaños¨.

(...)

La guerra terminó para los franceses en el otoño de 1944, pese a que una parte del país seguía en manos alemanas y unidades del Ejército gaullista se dirigían hacia Berlín. Pero continuaba para los españoles: el combate contra los nazis era solamente otro capítulo más de la guerra contra Franco. Parecía además el tiempo propicio para que los aliados correspondieran al esfuerzo de los republicanos y expulsaran a Franco. Pero la diplomacia desconocía el mundo de las emociones y de los agradecimientos. Para remediar la galbana de los países democráticos y sus tejemanejes políticos, los exiliados planificaron una arriesgada operación en la que se aunaron ambiciones personales, deseos de hacer algo con los miles de hombres que esperaban al norte de los Pirineos y la nostalgia de la tierra. Fueron las llamadas invasiones pirenaicas, comenzadas en septiembre de 1944 y cuya operación central se desarrolló en el valle de Arán entre el 19 y el 28 de octubre. El objetivo consistía en liberar un pequeño territorio y alentar en toda España un movimiento insurreccional. Un gobierno provisional completaría el programa insurgente.

En las invasiones estuvieron Narcis Falguera y José Antonio Alonso. El primero afirma: ¨Más o menos se podría justificar una acción como Arán para atraer la opinión internacional sobre el problema de España cuando el fascismo estaba derrotado. Ahora bien, los medios que teníamos no estaban a la altura. Quería hacerse una guerra tradicional con guerrilleros. Faltaba armamento ... y además se desconocía lo que pasaba en España. La información que nos pasaron era falsa, dijeron que nos iban a recibir con los brazos abiertos. Fue un proyecto descabellado y murió mucha gente preparada. Objetivamente, esa operación no interesaba a nadie, y menos que a nadie, a Gran Bretaña y Estados Unidos, favorables a Franco. Francia se mostraba proclive porque en el sur de su territorio no nos podía controlar y le parecía bien que nos marcháramos. Los aliados nos traicionaron, nos abandonaron¨.

Por su parte, José Antonio Alonso asegura: ¨Participé en la operación, donde mandé la 521ª Brigada. Habría mucho que explicar sobre la organización política; habría que hablar de las envidias, las intrigas y las ambiciones personales¨. La llegada de Santiago Carrillo al Mediodía francés aceleró la retirada de los guerrilleros. Pero entre los supervivientes de la guerrilla francesa no hay, para el veterano dirigente - quien se resguardó de la metralla nazi en América durante los años difíciles: como la mayoría de los políticos-, ni una palabra de piedad.

(...)

En el pueblo francés de Prayols está ubicado un monumento que recuerda a los republicanos de la Resistencia; en la base aparece esculpida esta leyenda: ¨Caminante: di a nuestro pueblo que los españoles supieron combatir por la libertad y morir por ella¨. El consejo no ha surtido efecto alguno: cada día se arroja ceniza sobre la historia de la República portátil. Pero el trato afable y los testimonios apasionados de los republicanos que lucharon contra Hitler nos interpelan cada día sobre nuestros deberes de memoria.


Secundino Serrano ¨La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler¨ (Aguilar).
“Más vale una hora de trato que cien horas de trabajo”

Responder