Octubre de 1934
Publicado: 12 Ago 2004, 14:22
ALGUNOS ASPECTOS DEL MOVIMIENTO EN EL RESTO DE ESPAÑA
Manuel Villar. El anarquismo en la insurrección de Asturias. La CNT y la FAI en octubre de 1934.
En Asturias, el socialismo lucha revolucionariamente. El enorme empuje de las masas que desborda a los comités impide al movimiento estabilizarse en el plano de la simple protesta contra la reacción, que es la característica dominante de la lucha en el resto de España. En Asturias esta acción se eleva al rojo vivo, ataca a fondo al sistema capitalista, se transforma en revoluci6n integral. En las demás regiones el movimiento carece de este espíritu ampliamente renovador, no alcanza el gran ímpetu que caracteriza a la insurrección de los mineros.
Vizcaya y Santander son los dos feudos de la socialdemocracia. En Vizcaya, su poderío es enorme, hay organización compacta de masas, hombres dispuestos a la lucha y preparación bélica. La huelga general se manifiesta con extraordinaria pujanza. Vizcaya y Santander son zonas cercanas a Asturias .
Pero no se busca la transformación de la huelga en un hecho insurreccional. El movimiento produce chispazos de rebeldía abierta en la cuenca minera. Alcanza su expresión mayor en Eibar y Mondragón, donde debieron actuar las fuerzas del ejército. Estos actos son significativos. Demuestran hasta dónde se pudo llegar dejando que se desencadenasen los impulsos frenados a lo largo del movimiento por las directivas del socialismo. En Bilbao, poblaciones de la Ría y cuenca minera, la consigna circulante es de que todo marcha bien, que la protesta es general y que la huelga bastará para lograr los objetivos perseguidos.
¿Se trataba de una protesta general más o menos amplia contra la reacción fascista que se adueña de España o de la revolución social? Cuando se fija la vista en Asturias se piensa en la revolución expropiadora. Pero si se examinan los resultados del movimiento en el resto de España -haciendo abstracción de Cataluña por sus características especiales-, este pensamiento vacila por la misma diferencia que se observa.
Las juventudes socialistas arden en deseos de lucha. Pero son a la vez disciplinadas y respetan las consignas circulantes. Asturias es, verdaderamente, una excepción en todos los aspectos de la lucha. La orden de cese de movimiento dada el 11 de octubre es desconocida por la masa de combatientes, que no se rendirá hasta el día 18, cuando constata que ha quedado sola en la acción. Sin embargo, en muchos pueblos de Vizcaya y Santander se han formado Comités mixtos, integrados por delegados de las organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas. Es la alianza de todas las fuerzas obreras, que surge en la lucha misma, que quiere impulsarla hasta el final. Localmente, el sentido rebelde se manifiesta con fuerza. Pero en tanto que los efectivos locales de la U.G.T. y del Partido Socialista se vinculan a la organización general, el espíritu de disciplina reprime los impulsos subversivos. Los obreros esperan con impaciencia la consigna que ha de lanzarles a la lucha decisiva, pero esta consigna no llega.
Las fuerzas del Gobierno se han replegado sobre las ciudades, después de haber sido hostilizadas en muchos lugares y batidas en algunos pueblos.
En la capital de Santander, U. G. T. y C .N. T. actúan en forma combinada. En todas partes los organismos de la C.N .T. presionan para que la lucha sea llevada hacia el plano revolucionario. Tal ocurre en la provincia de Santander, en Bilbao, en las minas de hierro y en las poblaciones fabriles emplazadas sobre ambas márgenes del
Nervión. Se observa que ningún manifiesto fue lanzado fijando los objétivos de la lucha, ni siquiera declarando la huelga general. La consigna de huelga circuló de palabra por los lugares de trabajo. Esta ausencia de una orientación clara y autorizada fue común a todo el movimiento, con la sola excepción de Asturias, donde, como hemos
visto, abundaron las declaraciones impresas.
En Bilbao la C.N.T. se entrevista con los socialistas y plantea concretamente los siguientes extremos:
Que era el momento de dar a la huelga un giro revolucionario. Que no se hacía nada para impedir la salida de fuerzas hacia los puntos insurreccionados. Que, a medida que el tiempo transcurría, se daba lugar al Gobierno a reponerse y se perdía la oportunidad de intentar adueñarse de la situación.
Las entrevistas fueron varias a lo largo del movimiento. Los socialistas no dejaban de reconocer la razón que asistía a nuestros compañeros. Pero replicaban que carecían de instrucciones precisas para derivar la huelga hacia planos insurreccionales. Se explicó también a los delegados de la C.N .T. que la actitud que había que seguir dependía de gestiones delicadísimas que se estaban realizando . Los días fueron pasando, sin que la resolución definitiva fuese tomada.
El nwvimiento se desenvuelve satisfactoriamente es la voz de orden que circula por pueblos y ciudades. Como en Madrid, las masas se ven paralizadas y las armas quedan sin usar en la lucha a fondo que las propias juventudes socialistas reconocían como necesaria. En Eibar y Mondragón habían entrado ya las fuerzas del ejército.
Ordenes y contraórdenes. Varias veces se da a los pueblos la consigna de estar dispuestos, consignas que se anulan para volver a repetirse. En la cuenca minera se formó una columna de gente armada, que en dos ocasiones bajó sobre Bilbao. Esta columna iba perfectamente dotada, incluso de camiones de sanidad, en previsión de los combates que podrían sostenerse. A través del monte llegó hasta el puente Burceña, que separa Baracaldo de la capital de Vizcaya. Pero aquí recibieron la contraorden de regresar a La Arboleda, punto de formación de dicha fuerza minera.
Así prosiguió la lucha hasta el final, en que la revolución quedó virtualmente sofocada. Las energías disponibles no fueron desplegadas en toda su amplitud. Asturias permanece como un ejemplo único dentro del complejísimo proceso de la rebelión de octubre. En Asturias, la masa minera se sobrepone a todo. En Vizcaya y norte de
España los dirigentes sostienen la disciplina y, a pesar del descontento, el movimiento se mantiene dentro de la dirección que le imprime el liderismo socialista.
__
En Madrid la huelga general fue intensísima y violenta. En sus rasgos fundamentales, el movimiento es similar al desarrollo en el norte de España. Tampoco aquí es encarrilado hacia la insurrección franca. Parece como si el movimiento tuviese dos planes y dos propósitos: uno para Asturias, otro para el resto de España.
El mecanismo revolucionario de la U.G.T. y del Partido Socialista funcionó deficientemente. Las milicias juveniles, orgullo del socialismo en la capital de España, no dejaron sentir el peso de su actuación insurgente en la forma que era dable esperar de su numero y de su preparación.
La C.N.T. interviene en el movimiento y constituye su propio Comité Revolucionario. Este Comité ha publicado después de los sucesos un extenso informe sobre su gestión. A este informe corresponden los fragmentos que reproducimos a continuación:
«El C.R. supo que elementos de la agrupación socialista -día 5- querían celebrar una reunión con nosotros; para saber de qué se trataba nos entrevistamos con ellos. Estos elementos, en representación de la Ejecutiva, se lamentaban de la poca actuación de nuestra organización. Les contestamos que, como consecuencia de la
represión sufrida en los últimos tiempos, carecíamos de material de lucha, y que nos extrañaba la actitud de sus fuerzas, al constarnos la gran preparación y la clase y número de elementos de combate de que disponían. Se nos contestó que, si bien tenían material, no era tanto como nos creíamos, y que la causa principal de que sus
hombres no actuaran era debido a la falta de espíritu combativo, pues se daba el caso de que abandonaban las armas antes de emplearlas (la frase es textual). Nos adelantaron que si nuestros compañeros no intervenían violentamente el movimiento estaba fracasado. Al indicarles que para que nuestra intervención fuese eficaz precisábamos armas, de las que carecíamos, nos contestaron que ellos no tenían autoridad para entregar nada, y que además sería diffcil puesto que, según dijeron, se encontraban fuera de Madrid. Hemos de hacer constar que esto no lo creímos y, posteriormente, las continuas recogidas, nos han demostrado que faltaron a la verdad.
«En vista de que los socialistas no orientaban el movimiento oficialmente, reduciéndose a publicar una hoja semi oficiosa, que no firmaba ni la U.G.T. ni el Partido Socialista, ni aún el C.R. de la Alianza, acordamos aconsejar a los compañeros de los cuarteles su actuación de acuerdo con las barriadas, con el fin de orientar
nosotros el movimiento dándole carácter de revolución social.
«Las milicias siguen sin actuar -día 9-; si la C.N.T .no entra en la lucha el fracaso es evidente.
«Enterados de que el Ejecutivo de la U.G.T. tenía interés en ponerse en contacto con nosotros, acudimos a la cita. (Aquí, el Comité Revolucionario relata una serie de postergaciones de la reunión, hasta que fmalmente, ésta se realiza.) Acudimos nuevamente a la hora citada los elementos interesados, representación del C.N.R., del C. y F. L., manifestando el delegado de la U.G.T. que: «Según el Sr... el movimiento había entrado en una fase en que no le interesaba la unión de las dos centrales». E.C.R. acordó que los compañeros de las barriadas, con el material que poseyeran, comenzaran a actuar en la noche.
«Los ferroviarios declararon en algunos puntos la huelga general, de acuerdo C.N.T. y U.G.T.».
El proletariado agotó en Madrid sus fuerzas en una posición puramente defensiva; de protesta contra la formación del Gobierno Lerroux-Gil Robles. Las armas que los socialistas no quisieron dar a los compañeros, pero que tampoco emplearon para transforlnar la formidable huelga general en franca insurrección, fueron cayendo
después poco a poco en manos de la policía.
Los objetivos previstos para la conquista de la capital fueron fallando uno a uno. Las juventudes socialistas han achacado después este fracaso a la falta de cohesión para una acción conjunta entre todas las fracciones proletarias, a la falta de una organización revolucionaria dentro de los cuarteles y a la traición de las fracciones reformistas del propio partido. Pero no mencionan la irresolución de la propia masa juvenil, educada por el reformismo en la pasividad y poco fogueada en las contiendas revolucionarias. Por primera vez se encontraban ante una acción de serias proporciones, sin la experiencia de las masas aguerridas de otras zonas de España. El legalitarismo tradicional del movimiento ugetista, que apartaba a los trabajadores del choque cotidiano contra la burguesía y el Estado, rendía sus frutos en aquella
oportunidad. Lo ocurrido en el Círculo Socialista de La Guindalera da fe de lo que decimos. Solamente unos cuantos jóvenes respondieron con arrojo al ataque de la fuerza pública, mientras que la mayoría pugnaba por entregarse con armas y municiones. Mal principio para una revolución.
Benavídes, distinguido socialista, se expresa así en su libro sobre octubre:
«En los campos de Castilla, de Extremadura y de Andalucía, los jefes temían ser desbordados. ¿Quién seria capaz de contener a los hombres una vez que se lanzaran a la lucha? ¿Cómo frenar y medir la acción de las masas curtidas con el hambre?
«¡Ah, los hombres prudentes! No comprendieron que no se trataba de frenar ni de medir, sino de empujar y colaborar. ¿Qué hubiera podido suceder? Peor que el hambre de los braceros, la muerte lenta y la depauperación de siglos no sería el sacrificio de unos cuantos propietarios».
No escatima los juicios ásperos y duros a lo largo de su libro contra las directivas del socialismo. Y en verdad cabe preguntar: ¿Qué revolución es la que concebían los jefes del socialismo español para cortar antes de que remontase vuelo, la rebeldía de las gentes? ¿Es que una huelga general enérgica bastaría para intimidar al gobierno y facilitar el acceso al Poder del socialismo, restaurando las «esencias democráticas» del 14 de Abril sin afrontar los peligros de la revolución desbordada?
La insurrección venía de abajo; las masas empujaban y el Partido tenía que ceder ante la presión de los anónimos, para no fraccionarse agregando a la experiencia del bienio su renuncia absoluta a la lucha armada contra el fascismo De cualquier manera, afrontó la responsabilidad de encadenar el movimiento dividido en dos fracciones. Si las juventudes recién llegadas exigían la revolución, la vieja guardia burocratizada y dirigente se conformaba con una vuelta a la normalidad del 14 de Abril.
Manuel Villar. El anarquismo en la insurrección de Asturias. La CNT y la FAI en octubre de 1934.
En Asturias, el socialismo lucha revolucionariamente. El enorme empuje de las masas que desborda a los comités impide al movimiento estabilizarse en el plano de la simple protesta contra la reacción, que es la característica dominante de la lucha en el resto de España. En Asturias esta acción se eleva al rojo vivo, ataca a fondo al sistema capitalista, se transforma en revoluci6n integral. En las demás regiones el movimiento carece de este espíritu ampliamente renovador, no alcanza el gran ímpetu que caracteriza a la insurrección de los mineros.
Vizcaya y Santander son los dos feudos de la socialdemocracia. En Vizcaya, su poderío es enorme, hay organización compacta de masas, hombres dispuestos a la lucha y preparación bélica. La huelga general se manifiesta con extraordinaria pujanza. Vizcaya y Santander son zonas cercanas a Asturias .
Pero no se busca la transformación de la huelga en un hecho insurreccional. El movimiento produce chispazos de rebeldía abierta en la cuenca minera. Alcanza su expresión mayor en Eibar y Mondragón, donde debieron actuar las fuerzas del ejército. Estos actos son significativos. Demuestran hasta dónde se pudo llegar dejando que se desencadenasen los impulsos frenados a lo largo del movimiento por las directivas del socialismo. En Bilbao, poblaciones de la Ría y cuenca minera, la consigna circulante es de que todo marcha bien, que la protesta es general y que la huelga bastará para lograr los objetivos perseguidos.
¿Se trataba de una protesta general más o menos amplia contra la reacción fascista que se adueña de España o de la revolución social? Cuando se fija la vista en Asturias se piensa en la revolución expropiadora. Pero si se examinan los resultados del movimiento en el resto de España -haciendo abstracción de Cataluña por sus características especiales-, este pensamiento vacila por la misma diferencia que se observa.
Las juventudes socialistas arden en deseos de lucha. Pero son a la vez disciplinadas y respetan las consignas circulantes. Asturias es, verdaderamente, una excepción en todos los aspectos de la lucha. La orden de cese de movimiento dada el 11 de octubre es desconocida por la masa de combatientes, que no se rendirá hasta el día 18, cuando constata que ha quedado sola en la acción. Sin embargo, en muchos pueblos de Vizcaya y Santander se han formado Comités mixtos, integrados por delegados de las organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas. Es la alianza de todas las fuerzas obreras, que surge en la lucha misma, que quiere impulsarla hasta el final. Localmente, el sentido rebelde se manifiesta con fuerza. Pero en tanto que los efectivos locales de la U.G.T. y del Partido Socialista se vinculan a la organización general, el espíritu de disciplina reprime los impulsos subversivos. Los obreros esperan con impaciencia la consigna que ha de lanzarles a la lucha decisiva, pero esta consigna no llega.
Las fuerzas del Gobierno se han replegado sobre las ciudades, después de haber sido hostilizadas en muchos lugares y batidas en algunos pueblos.
En la capital de Santander, U. G. T. y C .N. T. actúan en forma combinada. En todas partes los organismos de la C.N .T. presionan para que la lucha sea llevada hacia el plano revolucionario. Tal ocurre en la provincia de Santander, en Bilbao, en las minas de hierro y en las poblaciones fabriles emplazadas sobre ambas márgenes del
Nervión. Se observa que ningún manifiesto fue lanzado fijando los objétivos de la lucha, ni siquiera declarando la huelga general. La consigna de huelga circuló de palabra por los lugares de trabajo. Esta ausencia de una orientación clara y autorizada fue común a todo el movimiento, con la sola excepción de Asturias, donde, como hemos
visto, abundaron las declaraciones impresas.
En Bilbao la C.N.T. se entrevista con los socialistas y plantea concretamente los siguientes extremos:
Que era el momento de dar a la huelga un giro revolucionario. Que no se hacía nada para impedir la salida de fuerzas hacia los puntos insurreccionados. Que, a medida que el tiempo transcurría, se daba lugar al Gobierno a reponerse y se perdía la oportunidad de intentar adueñarse de la situación.
Las entrevistas fueron varias a lo largo del movimiento. Los socialistas no dejaban de reconocer la razón que asistía a nuestros compañeros. Pero replicaban que carecían de instrucciones precisas para derivar la huelga hacia planos insurreccionales. Se explicó también a los delegados de la C.N .T. que la actitud que había que seguir dependía de gestiones delicadísimas que se estaban realizando . Los días fueron pasando, sin que la resolución definitiva fuese tomada.
El nwvimiento se desenvuelve satisfactoriamente es la voz de orden que circula por pueblos y ciudades. Como en Madrid, las masas se ven paralizadas y las armas quedan sin usar en la lucha a fondo que las propias juventudes socialistas reconocían como necesaria. En Eibar y Mondragón habían entrado ya las fuerzas del ejército.
Ordenes y contraórdenes. Varias veces se da a los pueblos la consigna de estar dispuestos, consignas que se anulan para volver a repetirse. En la cuenca minera se formó una columna de gente armada, que en dos ocasiones bajó sobre Bilbao. Esta columna iba perfectamente dotada, incluso de camiones de sanidad, en previsión de los combates que podrían sostenerse. A través del monte llegó hasta el puente Burceña, que separa Baracaldo de la capital de Vizcaya. Pero aquí recibieron la contraorden de regresar a La Arboleda, punto de formación de dicha fuerza minera.
Así prosiguió la lucha hasta el final, en que la revolución quedó virtualmente sofocada. Las energías disponibles no fueron desplegadas en toda su amplitud. Asturias permanece como un ejemplo único dentro del complejísimo proceso de la rebelión de octubre. En Asturias, la masa minera se sobrepone a todo. En Vizcaya y norte de
España los dirigentes sostienen la disciplina y, a pesar del descontento, el movimiento se mantiene dentro de la dirección que le imprime el liderismo socialista.
__
En Madrid la huelga general fue intensísima y violenta. En sus rasgos fundamentales, el movimiento es similar al desarrollo en el norte de España. Tampoco aquí es encarrilado hacia la insurrección franca. Parece como si el movimiento tuviese dos planes y dos propósitos: uno para Asturias, otro para el resto de España.
El mecanismo revolucionario de la U.G.T. y del Partido Socialista funcionó deficientemente. Las milicias juveniles, orgullo del socialismo en la capital de España, no dejaron sentir el peso de su actuación insurgente en la forma que era dable esperar de su numero y de su preparación.
La C.N.T. interviene en el movimiento y constituye su propio Comité Revolucionario. Este Comité ha publicado después de los sucesos un extenso informe sobre su gestión. A este informe corresponden los fragmentos que reproducimos a continuación:
«El C.R. supo que elementos de la agrupación socialista -día 5- querían celebrar una reunión con nosotros; para saber de qué se trataba nos entrevistamos con ellos. Estos elementos, en representación de la Ejecutiva, se lamentaban de la poca actuación de nuestra organización. Les contestamos que, como consecuencia de la
represión sufrida en los últimos tiempos, carecíamos de material de lucha, y que nos extrañaba la actitud de sus fuerzas, al constarnos la gran preparación y la clase y número de elementos de combate de que disponían. Se nos contestó que, si bien tenían material, no era tanto como nos creíamos, y que la causa principal de que sus
hombres no actuaran era debido a la falta de espíritu combativo, pues se daba el caso de que abandonaban las armas antes de emplearlas (la frase es textual). Nos adelantaron que si nuestros compañeros no intervenían violentamente el movimiento estaba fracasado. Al indicarles que para que nuestra intervención fuese eficaz precisábamos armas, de las que carecíamos, nos contestaron que ellos no tenían autoridad para entregar nada, y que además sería diffcil puesto que, según dijeron, se encontraban fuera de Madrid. Hemos de hacer constar que esto no lo creímos y, posteriormente, las continuas recogidas, nos han demostrado que faltaron a la verdad.
«En vista de que los socialistas no orientaban el movimiento oficialmente, reduciéndose a publicar una hoja semi oficiosa, que no firmaba ni la U.G.T. ni el Partido Socialista, ni aún el C.R. de la Alianza, acordamos aconsejar a los compañeros de los cuarteles su actuación de acuerdo con las barriadas, con el fin de orientar
nosotros el movimiento dándole carácter de revolución social.
«Las milicias siguen sin actuar -día 9-; si la C.N.T .no entra en la lucha el fracaso es evidente.
«Enterados de que el Ejecutivo de la U.G.T. tenía interés en ponerse en contacto con nosotros, acudimos a la cita. (Aquí, el Comité Revolucionario relata una serie de postergaciones de la reunión, hasta que fmalmente, ésta se realiza.) Acudimos nuevamente a la hora citada los elementos interesados, representación del C.N.R., del C. y F. L., manifestando el delegado de la U.G.T. que: «Según el Sr... el movimiento había entrado en una fase en que no le interesaba la unión de las dos centrales». E.C.R. acordó que los compañeros de las barriadas, con el material que poseyeran, comenzaran a actuar en la noche.
«Los ferroviarios declararon en algunos puntos la huelga general, de acuerdo C.N.T. y U.G.T.».
El proletariado agotó en Madrid sus fuerzas en una posición puramente defensiva; de protesta contra la formación del Gobierno Lerroux-Gil Robles. Las armas que los socialistas no quisieron dar a los compañeros, pero que tampoco emplearon para transforlnar la formidable huelga general en franca insurrección, fueron cayendo
después poco a poco en manos de la policía.
Los objetivos previstos para la conquista de la capital fueron fallando uno a uno. Las juventudes socialistas han achacado después este fracaso a la falta de cohesión para una acción conjunta entre todas las fracciones proletarias, a la falta de una organización revolucionaria dentro de los cuarteles y a la traición de las fracciones reformistas del propio partido. Pero no mencionan la irresolución de la propia masa juvenil, educada por el reformismo en la pasividad y poco fogueada en las contiendas revolucionarias. Por primera vez se encontraban ante una acción de serias proporciones, sin la experiencia de las masas aguerridas de otras zonas de España. El legalitarismo tradicional del movimiento ugetista, que apartaba a los trabajadores del choque cotidiano contra la burguesía y el Estado, rendía sus frutos en aquella
oportunidad. Lo ocurrido en el Círculo Socialista de La Guindalera da fe de lo que decimos. Solamente unos cuantos jóvenes respondieron con arrojo al ataque de la fuerza pública, mientras que la mayoría pugnaba por entregarse con armas y municiones. Mal principio para una revolución.
Benavídes, distinguido socialista, se expresa así en su libro sobre octubre:
«En los campos de Castilla, de Extremadura y de Andalucía, los jefes temían ser desbordados. ¿Quién seria capaz de contener a los hombres una vez que se lanzaran a la lucha? ¿Cómo frenar y medir la acción de las masas curtidas con el hambre?
«¡Ah, los hombres prudentes! No comprendieron que no se trataba de frenar ni de medir, sino de empujar y colaborar. ¿Qué hubiera podido suceder? Peor que el hambre de los braceros, la muerte lenta y la depauperación de siglos no sería el sacrificio de unos cuantos propietarios».
No escatima los juicios ásperos y duros a lo largo de su libro contra las directivas del socialismo. Y en verdad cabe preguntar: ¿Qué revolución es la que concebían los jefes del socialismo español para cortar antes de que remontase vuelo, la rebeldía de las gentes? ¿Es que una huelga general enérgica bastaría para intimidar al gobierno y facilitar el acceso al Poder del socialismo, restaurando las «esencias democráticas» del 14 de Abril sin afrontar los peligros de la revolución desbordada?
La insurrección venía de abajo; las masas empujaban y el Partido tenía que ceder ante la presión de los anónimos, para no fraccionarse agregando a la experiencia del bienio su renuncia absoluta a la lucha armada contra el fascismo De cualquier manera, afrontó la responsabilidad de encadenar el movimiento dividido en dos fracciones. Si las juventudes recién llegadas exigían la revolución, la vieja guardia burocratizada y dirigente se conformaba con una vuelta a la normalidad del 14 de Abril.