Cuantos intelectuales nos hablan de cultura, de reformas, [...] si vienen de buena fe, ayúdennos en nuestra obra de reivindicación y de emancipación; abiertas de par en par tienen las puertas del sindicalismo; nadie les priva de constituirse en sindicatos de producción intelectual; por ejemplo, en defensa de sus derechos de autor contra la explotación editorial; porque, más o menos privilegiados, y a veces más míseros que los obreros de blusa bajo su traje decentemente presentable, son asalariados […] y pueden concertarse con nuestros sindicatos, federaciones y confederaciones; en el libro, en el periódico y en la tribuna pueden prestarnos utilísima cooperación.
La cuestión yo creo es que el sindicalismo en sí mismo no es garantía de que el reparto vaya a ser justo, porque está el otro extremo de la balanza, que es el consumidor de cultura, la gente. No se trata de que los autores se sindiquen o se dejen de sindicar, nadie discute el derecho de asociación de los autores, faltaría. Pero la ley no puede basarse en simples buenas intenciones si en el mundo real para sustentarlas necesitas hacer cálculos que no se pueden hacer.
Si los autores pueden como lobbie cobrar a bulto un impuesto para ellos mismos (como hace la SGAE con las peluquerías o el modelo canon) y realmente no tienen herramientas para repartir equitativamente a los autores proporcionalmente a lo que se escucha o ve (porque esas herramientas no existen, y en cualquier caso el estado orwelliano para poder llevar a cabo eso me parecería vomitivo) al final es una mafia paraestatal repartiendose el dinero entre amiguetes, sean lo horizontales que sean por dentro.
Y no se, en general creo que hay que ver la complejidad de todo el asunto, montarse una falsa dicotomía bien y mal entre los malvados Google, Telefónica y los pobrecitos autores chirría un poco; Internet no es una tele con esteroides, es otra cosa distinta, analogias con los editores son para cogerlas con pinzas. No es lo mismo la fotografía que el periodismo especializado, no es lo mismo el teatro que la producción audiovisual televisiva que la cinematográfica, no es lo mismo la literatura que la música.
La fotografía, por ejemplo. Hoy en día con las cámaras digitales y el acceso a la tecnología, el trabajo amateur o cubierto por no especialistas que hacen de hombre orquesta, cubre la oferta que antes hacía el profesional. Si no hay mercado de alto nivel que pague el trabajo profesional, la fotografía profesional se va a la mierda. Y de cara a la violación de copyrights y uso indiscriminado del material fotográfico ajeno, de nuevo planteo el dilema de los mundos de yupi de las cuentas de la vieja versus el mundo real, lo suyo sería que a posteriori de detectar violación de una licencia libre, el autor pueda reclamar cierta indemnización, pero no que haya una mafia cobrando a bulto por el uso del Internecs para repartirlo entre amiguetes con un sistema de cuenta de la vieja, como hace la SGAE.
El teatro, igual que la música en directo, tiene los problemas de gentrificación, dirigismo, clientelismo, etc que promueven los conservadores en los ayuntamientos. Que las salas de concierto cierren, que desde los ayuntamientos no se promuevan los espacios para la cultura de barrio, solo proponiendo fórmulas de conciertos de grandes estrellas, macrofestivales, etc en los que empresarios ocupan el lugar público, El Corte Inglés tomando las plazas en navidad con sus cortilandias, mientras que se ahogan a las pequeñas salas de concierto privadas, quemar el palacio de los deportes para construir uno nuevo y utilizarlo para macroconciertos, etc, etc.
Incluso la política urbana de macrocines y centros comerciales y enterrar el cine de barrio responde a esas mismas grandes distribuidoras que denuncian a Pablo Soto y le piden una cantidad de millones que no existe, no es un botín de un banco robado, es un dinero que nunca existió. Produciendo una cartelización y bursatilización progresiva de las empresas de cine que promueven sus propias mierdas uniformadas o directamente pasan el cazo o especulan con los derechos de reproducción de las mismas.
El mundo literario es un monopolio de amiguetes que son incapaces de promover ningún tipo de trabajo bien hecho, quieren vender mierda enlatada a mansalva. En el mundo del cómic, las putas editoriales han arrasado el amazonas imprimiendo coleccionables de El Capitán Trueno, mientras que el panorama local está haciendo material acojonante y lo está consiguiendo mover gracias a Internet, hay dibujantes como David Aja haciendo números para Marvel acojonantes...Hay un talento del copón que o está exiliado o tiene que dejarse los cuernos para sacar adelante cosas a través de Internet, y quienes les putean no son Google sino unos señores con corbata que tienen el control de lo que se promociona y lo que no, lo que se dice y lo que no.
Si queremos plantear un sistema BBC en el que se promueven los contenidos propios creando cosas y poniendo el talento a funcionar, y con una independencia económica y política del gobierno central, que no pagas si no tienes tele, pues lo mismo empezamos a hablar. Pero también hay que considerar que el mismo acceso a la tecnología también permite poder grabar con unos precios que hace 25 años eran impensables, que la gente pueda montarse sus pequeños estudios de grabación; etc. La cultura y el trabajo deben pagarse; está claro que establecer la relación contraria ("ya pago el adsl no voy a pagar por algo que me puedo bajar") también es estúpido. El crowfunding está claro que no es la "única opción" y que haga falta mucho más para mejorar las condiciones de las profesiones creativas, pero para películas o videojuegos que necesitan una financiación más que considerable, está funcionando muy bien, joyacas como Iron Sky son inconcebibles desde Hollywood y sus filtros y control habituales.
En Valve también tienen una organización interna bastante abierta y horizontal y no por ello dejan de ser unos capitalistas del silicon valley del norte, tienen el monopolio de la distribución de juegos por Internet. Pero también porque ha vendido los productos a unos precios razonables y han dado facilidades al jugador, en vez de joderle la existencia. Y aparte ha permitido cierta escena independiente y cierta viabilidad económica al margen de las grandes distribuidoras, sus acorbatados y sus estudios de mercado y sus megaproducciones clonicas. Pequeños estudios que encuentran su nicho de mercado que paga gustosamente, y aparece el marco para que tanto creadores y público queden contentos, pudiendo vivir unos y consumiendo cultura otros. Un modelo similar para el cine podría ser bastante mejor salida que una red clientelar que dependa del poder político o que sea una mafia con impuesto revolucionario, cobrando y repartiendo al tún-tún.
Si lo que quieres es pasarle el cazo al malvado Google y a la malvada Telefónica para que al final se lleve el dinero la misma gente de siempre, o su relevo generacional que echará raices y será lo mismo y cometerá los mismos errores, pues no lo veo tanto. El problema es que los accionistas de esas empresas, los encorbatados que las dirigen, buscan el beneficio directo y no el progreso racional de la tecnología, buscan enlatarla, trocearla, estandarizarla y meterla en el ciclo enfermo del progreso consumista y la obsolescencia programada, y la necesidad de comprarse todo puto gadget que sale y tener un móvil del copón para poder ver porno en el cuarto de baño.
En su propia esfera, el arte también se enlata, trocea, estandariza y se vende en la cadena consumista, pero son otros factores los que influye luego la viabilidad de las profesiones creativas, que difieren mucho entre sí y les afectan otros problemas más allá de Internet y lo que se forre telefónica o jazztel, y el sindicato de autores como concepto habría que anarquizarlo mucho para que no parezca una SGAE bis.