Imagina una novela escrita en colaboración por Thomas Wolfe y Malcolm Lowry, sobre un guión de Kurt Vonnegut, inspirado en una idea de Philip K. Dick... Imagina una novela que condense lo mejor de la ciencia-ficción teológica. Pues la ha escrito James Morrow, sólo que solo.
"La única disculpa de Dios es que no existe", había dicho Stendhal. Pues, según Morrow, ni esta disculpa le absuelve. Para buscarle una disculpa más válida ha escrito un antievangelio. Uno de los personajes dice: "invierte el nombre de Dios (GOD) y obtendrás perro (DOG)". El antievangelio es una inversión del evangelio. Su protagonista es una hija, no un hijo de Dios: se llama Julie Katz. Ha sido engendrada sin concurso de hembra por un judío donador de esperma: Dios es su madre. En vez de morir crucificada, muere anticrucificada ("¿Cuál es la diferencia? La diferencia es que a una la llamas una crucifixión y a la otra una anticrucifixión").
Y el deus ex machina que con intervenciones puntuales teje su destino es el propio Lucifer. Pues, al fin y al cabo, si Dios es nuestra imagen de Dios, hay que invertir esa imagen a ver si funciona mejor.
La inspiración le viene al autor de "el Dios de la física", tal y como lo describe Paul Davies en 'Dios y la nueva física' -Biblioteca Científica Salvat, 36-. La física ha destruido la idea de un Dios creador del universo: si existe sólo un universo consistente, Dios es redundante. Pero no ha destruido la idea de una mente universal (de un dios natural): de la que los seres vivos y hablantes somos tal vez conatos.
Sólo que esa mente tendría que ser cuántica. Por eso, Julie Katz propone a la humanidad un Pacto de Incertidumbre. En el corazón de la verdad anida la duda, el reino de Dios es el reino de la temporalidad, Julie intenta derribar el imperio de la nostalgia, hacer girar el tiempo para orientarlo hacia el futuro (hacia Dios). Sus sueños: "La humanidad nunca aprenderá a tener confianza en sí misma si soy yo quien tiene que sacarle las castañas de fuego".
Su madre -Dios- no responde a las llamadas de Julie. Julie le lanza a la cara todo el horror del universo: los niños reventados por el hambre, los ancianos abandonados en las gasolineras, todos los torturados por las policías y los quemados vivos por las iglesias ("Ponme a cargo del universo -dice a su hermano Jesús- y mi primera acción será arrestar a mi Madre por negligencia criminal"), pero el dios de la física no sólo está fuera del universo, sino fuera del exterior del universo: más allá de los paradigmas de la ciencia y de la religión.
Julie intenta despertar a los seres humanos. Pero, en un universo sin sentido, si alguien atrapa algún sentido se aferra a él con uñas y dientes. Entre una verdad que los desgarra y una mentira sobre la que pueden dormir escogerán casi siempre la mentira: hasta que su cerebro se convierte en un almacén de clichés. En torno a Julie pululan sectas políticas y religiosas, gurús y profetas, fundamentalismo de toda laya. La verdad está hendida por la duda, la mentira es maciza como un canto dorado, nada menor que una mentira colma las ansias de los buscadores de verdad.
Julie tiene que ceder su divinidad para salvar su alma. Mientras su hermanastro administra en el infierno morfina a los condenados ("La caridad de su hermano era como el mercado negro en Rusia, una subversión tolerada"), y después de encontrar la verdad empírica en el orgasmo -en manos de un misionero ateo de su culto-, se queda sin divinidad y sin humanidad. En un mundo en el que Satanás ha sido destronado: "A partir de ahora, si la gente quiere el mal y la violencia en su planeta, tendrá que conseguirlo de otras fuentes distintas a las mías. De la naturaleza. De ellos mismos. - Las fuentes habituales -observó Phoebe".
Atrozmente irónico, patéticamente desgarrado, iconoclasta hasta el punto de que los 'Versos satánicos' de Rusdhie parezcan un inocente catecismo. Y espectacularmente brillante: pocas veces se han escrito metáforas tan provocadoras ("una mujer delgada de rostro triste que manejaba las cartas con el aburrimiento profesional de una prostituta abriendo cremalleras"; "¿Has notado alguna vez la palabra que es "venganza", Julie, que te hace abrir los labios como si estuvieras a punto de chupársela a un león?").
Domingo Santos, hombre orquesta de la ciencia-ficción española, ha acertado plenamente con la edición -y la traducción- de esta obra.
(Reseña publicada en 'El mundo' el 17 de noviembre de 1991 y reimpresa en 'Sociología de la vida cotidiana'. - Siglo XXI, 1994 Y 2014).