La familia del anarquista el día de la ejecución

El arte de combate, como elemento de comunicación social y crítica radical.
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Jove Obrer
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La familia del anarquista el día de la ejecución

Mensaje por Jove Obrer » 06 Abr 2008, 12:37

Un interesante artículo analizando varias obras pictoricas de la misma temática.
¿Por qué pintaron cuadros sobre el mismo tema Romero de Torres, Álvarez de Sotomayor, Manuel Benedito y Eduardo Chicharro?
http://www.cntvalladolid.es/spip.php?article550

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“Si lo real es móvil, que nuestro pensamiento sea también móvil y que sea el pensamiento de ese movimiento. Si lo real es contradictorio, que nuestro pensamiento sea pensamiento consciente de la contradicción.”

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blia blia blia.
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Re: La familia del anarquista el día de la ejecución

Mensaje por blia blia blia. » 08 May 2016, 12:14

El tema "la familia del anarquista el día de la ejecución" propuesto por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para optar a la beca de estudios en Roma en el año 1899. el concurso de la beca estuvo especialmente reñido porque se presentaron a ella muy buenos pintores, todos con el mismo título del cuadro, el del tema propuesto, salvo precisamente Romero de Torres, que al llamar a su obra ‘Con la conciencia tranquila’ es el único que demuestra poner sus simpatías del lado del obrero.

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Julio Romero de Torres, “Conciencia tranquila”


En el muy recomendable artículo de CNT Valladolid enlazado por Jove Obrer se contextualizan y se comentan los cuadros. También, pero desde otro punto de vista en este de un pintor.

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Ventura Álvarez Sala


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Eduardo Chicharro

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José Bermejo Sobera


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Manuel Benedito Vives


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Fernando Álvarez de Sotomayor


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Ramón Parada Justel. “La Familia del Anarquista el Día de su Ejecución” Museo de Bellas Artes de Pontevedra.

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Joreg
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Re: La familia del anarquista el día de la ejecución

Mensaje por Joreg » 08 May 2016, 13:35

El artículo de la FAL en "Anarquismo Básico" sobre Arte y Anarquismo.

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Anarquía y Arte

Vamos a echarle ahora un vistazo a la aportación del anarquismo a la expresión artística sobre todo desde el punto de vista pictórico (por no hacer muy larga la exposición englobando arquitectura, escultura, fotografía…). Desde sus comienzos la ideología anarquista muestra un gran interés en la cuestión del arte. Y lo hace, coherentemente con sus principios antiautoritarios, rechazando la existencia del arte dominante, el que sobrevive bajo los auspicios del poder falseando o imponiendo sus verdades. Un arte que hasta los comienzos del realismo ni siquiera se tomaba la molestia de considerar o mostrar la existencia del pueblo. Y en este rechazo va incluido el rechazo del mito del artista como genio, como creador absoluto, puesto que nada surge de la nada, y todo aquel que se dedica a hacer arte es heredero de una larga tradición que se remonta a los mágicos trazados sobre las paredes de una cueva milenaria. Y esto es así tanto si se deja arrastrar por dicha tradición, como si se empeña en destruirla.

Al mismo tiempo el anarquismo prevé la posibilidad de un arte distinto, basado en la espontaneidad y la imaginación, un arte liberador de cuanto artista late en cada ser humano. Una de sus más interesantes aportaciones pues, está en la consideración de que todo ser humano es potencialmente un artista. Cada uno de nosotros es capaz de disfrutar de la belleza, descubrir figuras entre las manchas de humedad o las nubes, o estremecerse ante una obra literaria, teatral, musical o plástica. Por tanto también cualquiera, en el entorno y con los estímulos adecuados a sus capacidades innatas es capaz de hacer arte. Considerando al hombre en su dimensión global, el anarquismo intuye que el arte es una de las formas más notables del pensamiento y la expresión, un símbolo de la energía creadora de la persona y de la sociedad.

El pensamiento artístico ácrata se desarrolla en torno a las relaciones entre el hombre y la realidad social. El arte posee una cualidad inestimable: su capacidad de contribuir al conocimiento y desarrollo del ser humano. Partiendo de este parámetro, los anarquistas se plantearon como principal objetivo del arte su contribución a la evolución, al perfeccionamiento del hombre y de la colectividad. El tipo de arte capaz de originar esa transformación humana habría de ser un arte revolucionario. Sin embargo los razonamientos en cuanto al concepto “revolucionario” aplicado al arte han dado lugar a una controversia, quizá no tanto en el fondo como en la forma, pues la manera en que se puede ser revolucionario es tanto una cuestión de ética como de estética.

El sentimiento antiautoritario que impregna la ideología libertaria da lugar a una bipolaridad de extremos aparentemente irreconciliables: de un lado la orientación hacia el individualismo que se apoya en la necesaria libertad para creatividad humana; de otro la idea de que la estética libertaria ha de ser expresión de la sensibilidad colectiva.

Durante el realismo, el arte podía considerarse revolucionario con sólo desvelar determinados temas como la miseria, la opresión, las injusticias que pesaban sobre el pueblo o los devastadores efectos de la sociedad industrial, ya que estas imágenes hablaban por sí mismas, induciendo a recapacitar e intentar modificar esta situación. Sin embargo el realismo pronto se manifestó insuficiente para corresponder a la nueva idea revolucionaria que el arte demandaba.

Algunas voces, desde el anarquismo, invitaron a los artistas a descubrir nuevos movimientos anti-académicos que se adaptaran social y formalmente a las teorías subversivas. La mayoría de los anarquistas mantenían la necesidad de respetar la libertad en la creación artística como en cualquier otra faceta del ser humano, más aún si se pretendía que el arte fuera enriquecedor y perfectible para el hombre. Algunos incluso proclamaron que el arte debía ser, además de libre, anti-dogmático. Pero otra visión, derivada de la función social del arte, insistía en la obligación moral del mismo, en el abandono de la valoración de la personalidad individual en pro de la valoración colectiva.

Determinados artistas, entre ellos los neoimpresionistas, comprometidos políticamente con el movimiento anarquista, se plantearon esa otra manera de ser revolucionarios a través de la forma de expresión (el estilo). Presionados por las exigencias sistemáticas de algunos, en cuanto a la temática social, intentaron hacer ver que el tema en una obra pictórica no es más que una parte de la misma. Igualmente importantes son la composición, el color o los trazos. Afirmando también que un pintor anarquista es aquel que, sin ánimo de recompensa, lucha con todas sus fuerzas de individuo libre contra las convenciones burguesas y oficiales. Estos artistas realizaban su propia revolución desde dentro del ámbito del arte, es decir luchando contra las normas y cánones que el arte dominante pretendía imponer. Asumían las entonces recientes investigaciones sobre la teoría del color y la percepción y las aplicaban en su lenguaje plástico, obteniendo como resultado lo que comúnmente se conoce como puntillismo.

Al mismo tiempo el simbolismo se constituía como movimiento de negación del orden imperante, que desde la literatura producía escritos de carácter social y revolucionario, y en el campo pictórico superaba lo puramente visual para adentrarse en una faceta más profunda y trascendental del individuo, revalorizando lo irracional, lo invisible, el sueño y lo imaginario.

Este espíritu individualista paradójicamente no es contrario a lo colectivo, sino que plantea una revolución de la estética de la sociedad desde un punto de vista pluralista del arte. La convergencia hacia las normas, que manifiesta el poder de cualquier tipo, es aniquiladora para la función creativa porque tiende a la uniformidad como valor y por tanto a la mutilación del arte. La creatividad en libertad origina y muestra la multiplicidad de formas en que la sociedad se expresa. Es este aspecto el que hizo tan atractivo el anarquismo para todos los artistas de vanguardia de finales del siglo xix y constituye el principal argumento de las corrientes contemporáneas que se reclaman del legado anarquista.

A finales del ochocientos se desarrollaba el ideal libertario del teatro libre, buscando la participación del espectador en la ejecución de la obra, de manera que su satisfacción intelectual se viera incrementada. Principio que constituye una de las bases principales de los teatros de vanguardia y que, aún hoy, resulta tan innovador para muchos.

También en estas fechas surgieron, en el seno de los artículos anarquistas sobre arte, las primeras consideraciones sobre ecología. Se hizo hincapié en la vinculación entre naturaleza y arte, cuestionándose los efectos de la mano del hombre sobre la tierra y alentando a los arquitectos a respetar el medio natural. Fomentaron la tendencia a la integración entre naturaleza y humanidad para la consecución de una reconfortante armonía entre ambos.

Numerosos artistas de los movimientos más vanguardistas tuvieron estrechos vínculos con las ideas ácratas, y muchas de las aportaciones de estos movimientos nunca hubieran tenido lugar sin el germen de autonomía para la creatividad que propagó el movimiento libertario.

El primer grupo expresionista será una comuna libertaria el puente (1905), que se centra el la expresividad cromática y la distorsión para conseguir la máxima experiencia emocional. Hacen una reconstrucción cáustica y crítica de la realidad social revaluando los métodos expresivos más primitivos. Las primeras vanguardias del siglo xx hicieron una auténtica revolución de lo formal en el arte, Desde el impresionismo, los sucesivos movimientos juegan con la forma evolucionando hacia una la progresiva descomposición de las imágenes que desembocará en la abstracción. En muchas de las obras de estos movimientos podemos encontrar la expresión de inquietudes y reivindicaciones sociales, expresadas de maneras tan diferentes como requería cada tendencia estética. Los artistas libertarios están implicados en todo este desarrollo del lenguaje plástico, junto con artistas de toda tendencia. De manera que podemos encontrar, por ejemplo, en el movimiento futurista, obras de carácter libertario y también obras que exaltaron sentimientos nacionalistas cuyos autores se inclinaron hacia el fascismo.

Esto nos muestra una nueva forma de disensión entre forma y contenido en el arte. Si bien, desde un punto de vista creativo, toda esta variedad de expresión que descubren las primeras vanguardias posee un gran valor estético, un enriquecimiento en cuanto a técnicas y herramientas para el hacedor de arte así como para el espectador interesado, desde el punto de vista de la conciencia social algunas de estas obras carecen en absoluto de intención revolucionaria. Algunos movimientos incluso llegan a convertirse en nuevas escuelas con los mismos defectos elitistas y autoritarios de las academias que pretendieron superar.

Habría que plantearse aquí el problema del espectador de a pie ante la comprensión del mensaje que emiten estas imágenes. La complejidad de algunas formas dificulta la lectura de las obras para los que desconocen estos lenguajes, originándose una ruptura del vínculo preciso entre el emisor y el receptor. Posiblemente si la evolución en los lenguajes artísticos hubiera ido acompañada de una evolución educativa a nivel popular esto ya no sería un problema, más aún cuando la base de la iconografía empleada en el arte y la publicidad de nuestra época se instala sobre las invenciones formales de esas vanguardias.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial surge el máximo intento nihilista de negación de la cultura y la sociedad de las primeras décadas del siglo xx, el movimiento Dadá. La crítica dadaísta azotó a una sociedad responsable de ocasionar los horrores de la guerra, propugnando su desaparición absoluta. La incesante voluntad de destrucción de los dadaístas se expresaba en una continua provocación. Fue un feroz intento de transformar en acción la poesía y la plástica, de fundir el arte y la vida. No escaparon a sus criticas ni los movimientos precedentes ni las propias vanguardias artísticas que le eran contemporáneas, tanto por originar nuevas academias, como en el caso del cubismo, como por la producción de objetos artísticos para el disfrute burgués. Dadá es antiarte, antisistema, es negación total, está contra lo eterno, contra la inmovilización del pensamiento, contra el racionalismo. Está por la anarquía contra el orden, a favor de la desenfrenada libertad del individuo, del juego, de la espontaneidad y la liberación de un espíritu en continuo movimiento de si mismo, en continua invención de su propia existencia.

Coherentemente con sus principios Dadá había de destruir a Dadá, el movimiento se disuelve voluntariamente. Sin embargo su espíritu permanecerá en muchas de las manifestaciones artísticas de todo el siglo xx y de nuestros días. Hasta tal punto llegó la trascendencia de este movimiento que la propia historia oficial del arte modificaba sus concepciones sobre el artista y la obra de arte, marcando con el Dadá un punto de inflexión y el nacimiento del arte contemporáneo.

Continuando con los propósitos profanadores del dadaísmo, algunos de sus miembros se unen en la experiencia del surrealismo. Este sin embargo imprime una intención programática a sus exigencias de libertad individual y social. Propone una investigación experimental, basándose en las teorías del psicoanálisis, parten de la exploración del inconsciente, la actividad onírica y la escritura automática, empleando en sus obras tanto las técnicas pictóricas más tradicionales como otros medios expresivos ya utilizados por los dadaístas como el collage fotográfico o los textos. Intentan sacar a la luz el pensamiento puro en ausencia de cualquier control ejercido por la razón y más allá de preocupaciones estéticas o morales. El surrealismo rechaza la autoridad, la jerarquía y la violencia, su proyecto revolucionario se afirma sobre la defensa de la libertad y el conocimiento psíquico del ser humano encaminado a su transformación individual y social. Estuvo influido en sus comienzos por las teorías marxistas, sin embargo las concepciones surrealistas sobre la intervención en lo social estaban más cerca del anarquismo como más tarde pudieron comprobar. Si por una parte se valoraba positivamente el arte, viéndolo como una de las expresiones esenciales de la individualidad humana, por otro, en sintonía con gran parte del pensamiento de izquierda, se tendía a utilizarlo como potente medio al servicio del propio proyecto político. Esta última premisa más cercana a la estética de concepción marxista derivaría muy pronto en las típicas degeneraciones del realismo socialista y del arte de propaganda, sometiendo cada vez más a los artistas que se habían acercado a la dirección y al control de los partidos comunistas. En última instancia los surrealistas reconocen que fue la idea de eficacia la que los acercó a las tendencias marxistas (la consideraron superior al anarquismo gracias al triunfo marxista en la URSS), asumiendo al mismo tiempo su identificación ideológica con el anarquismo.
En la década de los 60, los procesos de descolonización, los conflictos con las potencias coloniales, la guerra de Vietnam y la confrontación Este-Oeste despertaban el rechazo de una gran parte de la población, obligándose a cuestionar los valores y el sentido de la sociedad de consumo. Esta época será propicia para revelar que el germen dadaísta y surrealista aún permanecía vivo entre los practicantes del arte. Con el nombre de Internacional Situacionista surge un grupo que se ve a sí mismo como herederos de los dadaistas, los surrealistas, los revolucionarios de principios de siglo, los miembros de la comuna de París, los herejes medievales... Se consideraban como parte de una lucha que venía librándose desde tiempos muy remotos. Sus ideas revolucionarias estuvieron detrás de los acontecimientos del mayo del 68, en París. Para ellos la ciudad, entendida como entorno urbano, era el escenario —un nuevo teatro de operaciones culturales— para la consecución del cambio social y la conquista de la libertad. La suya fue una crítica a la sociedad de consumo, la reacción contra una realidad definida como sociedad del espectáculo. El capitalismo pasaba de la necesidad al deseo, de hacer hincapié en la producción a hacerlo en el consumo.
En algunos de los textos redactados por los situacionistas se refleja la influencia de las teorías marxistas, sin embargo los situacionistas se proclamaban a sí mismos como revolucionarios interesados solamente en la libertad. Su intención era definir una propuesta más que la definición de una ideología, pues consideraban todas las ideologías como alienaciones que atacaban el territorio de lo subjetivo.
Un aspecto fundamental del proyecto situacionista y de otras corrientes contestatarias como Fluxus en EEUU, fue la disolución de las barreras existentes entre arte y vida cotidiana. Fluxus reacciona frente a la institucionalización y el mercantilismo del arte dejando fluir obras que nacen y mueren en el mismo momento y lugar en que se crean. Utilizan todas las formas de expresión desde la música o la poesía hasta las artes plásticas, aspira a hibridar lo culto y lo popular, resultando una actuación interactiva que requiere participación del espectador y cuyo valor mercantil es prácticamente inexistente. Pretenden desacralizar el objeto del arte y hacer arte con la propia vida, panfletos, carteles y otras herramientas del mundo publicitario son casi siempre parte del espectáculo. Como Dadá, se proclamó a sí mismo antiarte. El lenguaje que se emplea no es más que el medio para una noción renovada del arte, entendido como arte total.
Como vemos la tendencia liberadora del arte revolucionario ha venido a desembocar en una búsqueda de continuas vías de escape al mercantilismo y al control institucional, al tiempo que procura la implicación en los aspectos sociales y cotidianos de la vida. Esto mismo es lo que encontramos en numerosos artistas transgresores que ponen en tela de juicio a la sociedad de forma tan efímera como es el uso de los soportes que ofrece la calle: muros, señales anuncios publicitarios etc., son pintados o intervenidos con intención subversiva.
Sin embargo sistema capitalista, como buen depredador que es, tiene la habilidad de sustraer y manipular cuanta idea u objeto sea susceptible de convertirse en mercancía. Capaz de desvirtuar la intencionalidad crítica de los movimientos artísticos más revolucionarios, usurpa y absorbe sus componentes estéticos, sus medios y formas, dotándolos de nuevas etiquetas de las que cuelgan precios exorbitantes y lo siguen llamando arte. Llegando al máximo de la desfachatez otorgan premios y ponen precio a la originalidad de mostrar la nada. Nada sorprendente por otra parte, este tipo de cosas en una sociedad como la que habitamos, donde el control y la alienación de los individuos llega hasta el punto de vaciar las mentes de pensamientos propios.
Los medios de manipulación y control de masas, al servicio de los gobiernos y grandes grupos empresariales, son potentes y eficaces a la hora de diseñar una realidad a su medida, dónde lo que no se muestra no existe para la mayoría de la gente. Prensa, televisión e internet se encargan de fabricar nuestras necesidades, encauzar nuestra forma de vida, nuestros pensamientos, incluso nuestros sentimientos. Se afanan en la producción de nuestras pseudovidas.
Ahora bien, este monstruo y su desmedida producción y desarrollo tecnológico también pone a nuestro alcance una serie de medios a utilizar desde los márgenes. Las posibilidades de subvertir el orden se ampliaron también con la aparición de internet, donde todo se puede mostrar. Vídeo, música, fotografía, pintura, palabras, o todo junto, ¿Que importa la forma? siempre que se nutra de la vida y surja para abrir las conciencias y mantenernos libres de pensamiento y acción, será arte.
Lo que se gana en velocidad, se pierde en potencia. Lo que se gana en potencia, se pierde en velocidad.

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