El director de la G.a Civil patrulló con grupos falangistas

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Libertarix
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El director de la G.a Civil patrulló con grupos falangistas

Mensaje por Libertarix » 13 Abr 2015, 12:41

El director de la Guardia Civil patrulló con grupos falangistas de cadeneros durante su juventud

Arsenio Fernández de Mesa fue apadrinado por el fundador de la facción gallega de Falange Española y participó en acciones de las centurias de inspiración paramilitar que amedrentaban a sindicalistas y demócratas en Ferrol, cuando era "del Caudillo"

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El director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa. EFE/Archivo

ANÍBAL MALVAR

FERROL.- Cuando era joven, el actual director general de la Guardia Civil tenía dos apodos. Arsenio Fernández de Mesa era Cuco para los amigos y El Estirao para los enemigos. Su ciudad natal, Ferrol, seguía siendo entonces de El Caudillo, y cuando murió Francisco Franco en 1975 De Mesa todavía era menor: la mayoría de edad no se adelantaría de los 21 a los 18 años hasta 1978.

Eran tiempos convulsos en todos los rincones de la una, grande y libre, y en Ferrol, cuna del apodado Faro de Occidente (a pesar de la escasa estatura del dictador), la lenta agonía del Caudillo se vivía con un plus de emotividad. Los enfrentamientos entre francófilos y francófobos eran cotidianos.

En Ferrol habitaba entonces el hombre que había fundado en 1935 la facción gallega de Falange Española. Jesús Suevos era en 1975 un respetado fascista de 68 años, algo atildado, de gran cultura, elegante, soltero y muy afrancesado, con todos los rumores que esta pléyade de cualidades podía aventar en aquella España charretera, vencedora, carpetovetónica y macho.

Con la muerte de Franco, Suevos se volvía a sentir depositario otra vez de la sagrada misión de emprender una nueva cruzada por Dios y por España. El antiguo jefe de centuria falangista en la Sierra de Guadarrama durante la Guerra Civil organizaba, 40 años después, en Ferrol, patrullas de inspiración paramilitar destinadas a amedrentar a sindicalistas y demócratas con palos, cadenas y pistolas. Los llamaban los cadeneros y se daban cita las noches del lunes en los patios del colegio Tirso de Molina antes de salir a patrullar.

Suevos adoptó intelectual e ideológicamente a Cuco Fernández de Mesa por diversas e irreprochables razones. A pesar de su deslustrado expediente académico, De Mesa era un líder estudiantil. Poseía buen físico, buena voz y una viril espontaneidad para la arenga, como bien ha seguido demostrando en el decurso de su carrera política. Además, Cuco proviene de una noble estirpe de marinos y militares que arranca en el siglo XVIII. Su madre fue bautizada María Luisa Díaz del Río y González-Aller.

Los González-Aller provienen de la aldea de Villarruba, a 22 kilómetros de Ferrol enfilando hacia el sur el curso de la ría. La dinastía naval alcanza nuestros años, con Cristóbal González-Aller, (1960) vistiendo el uniforme de almirante en la base de Rota. José Ignacio, fallecido en octubre del pasado año, había sido compañero de promoción de Juan Carlos I en la Escuela Naval y a bordo del buque escuela Juan Sebastián Elcano. Carlos, capitán, llegó a ser jefe de la Cámara de Oficiales de la Armada en Madrid. El almirante Antonio fue, durante el primer lustro de este siglo, jefe del Cuarto Militar de la Casa Real, y su empaque era inevitable en cada acto castrense solo unos pasos detrás de Juan Carlos I.

Como Jesús Suevos –que sería corresponsal de la prensa del Movimiento en París, primer director de TVE y presidente del Atlético de Madrid–, la familia de Cuco de Mesa era gente de cultura y sensibilidad, había sido golpista en el 36, y vivió plácidamente los 40 años de terror franquista, como los adjetivara en inolvidable ocasión el exministro del PP Jaime Mayor Oreja.
La joven centuria falangista organizada por Suevos en los años 70, y de la que formó parte el actual director de la Guardia Civil, contaba para su impunidad, precisamente, con la complicidad de la Benemérita. Igual que otros movimientos involucionistas de aquellos años, como los Guerrilleros de Cristo Rey, responsables de numerosos asesinatos durante la década.

Por supuesto, no existen censos de la composición de aquellas centurias clandestinas. Ni apenas denuncias contra ellos. Pero sí fue pública la presencia de Fernández de Mesa ataviado de falangista en un acto que se celebró en Cedeira el 14 de mayo de 1977. El ex ministro franquista Gonzalo Fernández de la Mora acudió a la localidad para inaugurar un monolito en memoria de Franco. Las autoridades locales esperaban disturbios.

Cedeira había albergado un campo de concentración donde se hacinaron más de 700 rojos entre 1937 y 1938. Muchos cedeireses fueron fusilados en la playa de Villarrube, a orilla del exquisito pazo de los González-Aller. A los supervivientes y a sus familias les pareció un insulto aquel homenaje e intentaron boicotear el acto.

En previsión de que las fuerzas del orden fueran insuficientes, la centuria de Díaz de Mesa acudió con sus aditamentos falangistas a proteger ministro y monolito, quizá no necesariamente por ese orden.

De Mesa ya albergaba ambiciones políticas. Convencido por Suevos, se había afiliado un año antes a Reforma Democrática, fugaz asociación (aun no se había redactado la ley de partidos) que bajo el aliento de Manuel Fraga pretendía mantener los principios del Movimiento Nacional en caso de que la frivolidad democrática naciera irreversible. Fue la crisálida de Alianza Popular y del PP.

Su periplo laboral arrancó un poco más tarde. En 1979, se convierte en auxiliar de jardinero en el puerto, pero no era posición laboral digna para un vástago de genealogías navegantes tan conspicuas como la de los González-Aller, y acaba colocado en diversos oficios relacionados con el naval. Pero en 1983 sale concejal en Ferrol y en su Ayuntamiento permanece hasta 1991.

Muy crítico con la reconversión del naval iniciada en los primeros gobiernos de Felipe González, se destaca entonces como grandilocuente defensor de los trabajadores ferrolanos, lo que le abrió las puertas del Congreso como diputado por A Coruña en 1989. Mantuvo el escaño hasta 2012 y no precisamente para pasar desapercibido: durante la guerra del fletán con Canadá, afianzó su fama de intrépido parlamentario.

También contribuyeron en su salto de Galicia a Madrid sus desavenencias con Manuel Fraga y su acercamiento a los genoveses de Aznar, hartos de abandonar las comodidades de Lhardy para apoyar a Donmanuel entre pulpeiras de O Carballiño y percebeiros del Malpica.

Durante aquellos años, el inexistente currículum académico de Cuco agrega títulos como sendas diplomaturas en Altos Estudios Militares y de Defensa. Diplomaturas que, tras convertirse en director de la Guardia Civil, reducen a un par de cursillos los miembros del colectivo Alborán de militares retirados y guardias civiles: "No tiene ni los estudios para el ingreso como guardia".

Tras ser nombrado delegado del Gobierno en Galicia por José María Aznar, durante el zapaterismo espera su turno tras distanciarse de la protección de Francisco Álvarez Cascos, a quien había organizado la boda, y aproximarse a Mariano Rajoy. En el PP gallego era voz populi que el pontevedrés le iba a asignar la cartera de Defensa, acercando la magnitud de su figura a la de los almirantes y capitanes de su familia materna. De hecho, convirtiéndose en jefe de la marinería. Pero los designios de Rajoy son inescrutables.

Como director de la Guardia Civil, su actuación más destacada por la prensa fue mentir acerca de la actuación de la Benemérita en el Tarajal, donde fallecieron ahogados 15 inmigrantes que intentaban alcanzar a nado las costas de Ceuta. De Mesa negó que su benemérito cuerpo hubiera utilizado balas de goma y gases lacrimógenos para repeler a los nadadores muertos. Falsedad que el ministro Fernández Díaz hubo de desmentir días después en sede parlamentaria, ante la comisión de Interior.

Esta semana, además, se ha sabido que un informe forense realizado por la Universidad del País Vasco y difundido por la Cadena Ser, confirma que los botes de humo y las pelotas de caucho `pudieron contribuir de manera significativa como un elemento coadyuvante en el fallecimiento de estas personas".

Quizá ese haya sido el principio del fin de una carrera que se inició un día de mayo en Cedeira, alrededor de un monolito a Franco y apoyando, contra el pueblo, a la Guardia Civil. Esa que hoy, y de momento, continúa bajo las órdenes del ferrolano de sangre marinera y franquista. Pero Franco murió hace mucho tiempo, y quizá ya no está para sobrevolar más el nido de este Cuco.

http://www.publico.es/politica/director ... rupos.html
Un camarada 'cadenero' de Fernández de Mesa conectó al PP gallego con el 'narco' Dorado

'Público' ha obtenido los testimonios de una de las víctimas y de otros testigos de las andanzas violentas de las centurias fascistas vinculadas a los Guerrilleros de Cristo Rey en las que participó el actual director de la Guardia Civil.

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El contrabandista Marcial Dorado Baúlde (izquierda) y Alberto Núñez Feijóo, en un barco del primero en el verano de 1995, entre Baiona y las islas Cíes, en la ría de Vigo, en una foto publicada por 'El País'.



ANÍBAL MALVAR

FERROL.- En Ferrol le llamaban Manuel Cruz Gamada por su ideología fascista. En la década de los 70, Cruz y otros jóvenes franquistas ferrolanos organizaron una centuria pedestre de Guerrilleros de Cristo Rey dedicada a apalizar demócratas, sindicalistas, curas rojos y niñas de instituto. Se les conocía como los cadeneros, pues acostumbraban a utilizar cadenas de bicicleta como arma. Aunque algunos de ellos, hijos de militar, también gustaban de airear sus viriles y patrióticas Glock, sus P38 y sus Astra nueve largo o nueve corto.

En la centuria de los cadeneros también militaba Arsenio Fernández de Mesa, actual director de la Guardia Civil. En aquella época, la complicidad del benemérito cuerpo con los guerrilleros de Cristo Rey era vox populi.

El Ferrol era aún del Caudillo y vivía fuertemente polarizado entre el tradicionalismo castrense y franquista de sus militares y el oreo sindicalista del obreraje de Bazán. Los enfrentamientos eran constantes. Y la represión policial contra los trabajadores, feroz. Lo recuerda la escritora Ánxela Loureiro (Ferrol, 1956): “Nací en una familia numerosa obrera marcada por la cotidianas incursiones nocturnas que la policía política hacía en nuestra casa. Desde muy pequeña vi cómo registraban cada rincón de mi hogar y cómo se llevaban a mi padre detenido por ser sindicalista. Siendo muy niña, escuchaba a menudo la frase no me dejan jugar contigo sin entender la razón”.

Ánxela Loureiro fue una de las víctimas de la centuria falangista capitaneada por Fernández de Mesa y Cruz Gamada. Y la primera en denunciar formalmente a Manuel Cruz y a los cadeneros a los que pudo reconocer.

“El 20 de febrero de 1975 –Franco aún vivo– convocamos una reunión en el instituto masculino. Nuestros compañeros querían que nosotras, las rapazas, fuéramos a hablarles a la hora del recreo para que se iniciara, también allí, un movimiento estudiantil. Nuestra consigna partía de la universidad: las fuerzas de la cultura con las fuerzas del trabajo. Salimos del instituto un grupiño, seríamos diez o doce. Caminábamos hacia el instituto masculino y, cuando estábamos en el lateral izquierdo del edificio, apareció un coche del que bajaron varios chicos armados con cadenas, y corrieron hacia nosotras dando gritos. Pertenecían a los Guerrilleros de Cristo Rey y nos llamaban demócratas a modo de insulto. Uno de ellos, el mayor, corrió tras de mí y me dio varios cadenazos en la espalda. Yo me enfrenté a él y pedí auxilio a unas mujeres que pasaban por allí, y me pidieron aterrorizadas que me apartase de ellas”.

Aquella mañana no estaba Arsenio Fernández de Mesa, alias Cuco, alias El Estirao, entre los agresores. Sí su buen amigo Manuel Cruz Gamada. “Cuco era de los cobardes. No solía actuar a cara descubierta, salvo cuando arengaba a sus camaradas en el patio del instituto Tirso de Molina”, relata el novelista Xavier Alcalá, que vivió en primera persona aquellos años convulsos. Allí, en el colegio, se reunían los Guerrilleros de Cristo Rey los lunes al atardecer antes de lanzarse a perseguir rojos por Ferrol o A Coruña. Juan José Castro Couto y Manuel Cruz eran los mamporreros. De Mesa ejercía de ideólogo con su dicción aplomada aprendida de su mentor Jesús Suevos.

Suevos era el alma de la joven centuria ferrolana, su creador. Había sido amigo de José Antonio Primo de Rivera, fundó Falange Española en Galicia en 1935 y había capitaneado la centuria falangista de la Sierra de Guadarrama durante la Guerra Civil. En el franquismo hizo carrera como corresponsal de la prensa del Movimiento en París, primer director de TVE y presidente del Atlético de Madrid.

El prestigio de Suevos entre el fascio ferrolano, el Ejército, la Guardia Civil y la Policía era una de las cartas de impunidad más valiosas de los Cristo Rey. Por eso sentó como una patada en la patria que una adolescente osara denunciar y llevar a juicio a Manuel Cruz, Castro Couto y unos tales Matías, Boado y Araguas de borrosa memoria. “Durante mucho tiempo recibí llamadas telefónicas con amenazas de muerte, pero a pesar de todo se realizó el juicio y salieron condenados”, recuerda Ánxela Loureiro.

El juicio se celebró el 5 de marzo del 75 en el Juzgado Municipal de Ferrol. El día posterior a la agresión, el 21 de febrero, la joven activista había sido expulsada del instituto. Ella asegura que a causa de su denuncia contra los cadeneros. “Reunida la Junta de Disciplina del Centro, vista la actuación de su hija, Srta. Ángela Loureiro Fernández, alumna de 5º J, considerando que ha sido causante de alteración grave del orden académico, en especial en las últimas fechas, ha decidido la expulsión de dicha alumna hasta el día 3 de abril del corriente, con la advertencia de expulsión definitiva a la menor falta posterior. Dios guarde a Vd. muchos años”.

El asunto Loureiro era casus belli en Ferrol. Un grupo de compañeras de instituto de la joven dejaron de asistir a clase y protagonizaron sentadas cotidianas a las puertas del instituto Camilo Alonso Vega, bautizado así en honor al militar y ministro de Gobernación franquista. Con otro estilo, también los obreros y sindicalistas ferrolanos quisieron demostrar su solidaridad con las agredidas: un grupo armado de palos y puños propinó una paliza a los guerrilleros fascistas en la cafetería Sakuska, su habitual centro de reunión.

“A Fernández de Mesa lo recuerdo como palmero [de los agresores] durante el juicio, y oportunamente en el WC cuando fueron a por él en el café Sakuska de la Calle Real. Era ya un lechuguino y un cobarde, siempre con ellos [los de Cristo Rey] pero siempre detrás”, relata el historiador Bernardo Máiz, entonces joven profesor del instituto de Loureiro. “La permisividad policial con ellos era absoluta”.

El día de la vista el juzgado estaba abarrotado. “Fue muy emocionante para mí ver a tantas personas apoyándome en el juzgado. Había tanta gente que algunos se tuvieron que quedar fuera. Se decía que muchos trabajadores de Bazán habían pedido el día de permiso para asistir”, recuerda Ánxela Loureiro. Pero también asistieron los “palmeros”, como los califica Máiz, de los Guerrilleros de Cristo Rey: gente del estamento militar y la alta burguesía fascista ferrolana. Entre ellos, Cuco Fernández de Mesa. Loureiro no recuerda exactamente la sentencia condenatoria. Cree que quizá una multa de 2.000 pesetas que nunca cobró. Y no era para ella una cantidad despreciable: “A los trece años empecé a trabajar como dependienta, la jornada era de ocho, nueve o diez horas y el sueldo de 800 pesetas al mes”.

Pero los Guerrilleros de Cristo Rey no limitaban su actividad al apalizamiento de niñas. “Comenzaron a actuar, en aquellas fechas, contra algunos curas rojos (Vicente Couce, Bernardo Cendán, Cuco Ruñís). Se les presentaban enseñando las pistolas y hacían pintadas: Curas rojos, no. Intentaron quemar la iglesia de Santa Mariña y la del Socorro”. En 1975, también prendieron fuego a la casa de la Iglesia del Puerto cuando una veintena de personas de la Plataforma Democrática hacían política en su interior. Tenían el beneplácito del obispo Araújo Iglesias. El dueño del cercano bar La Abundancia vio las llamas y alertó a los reunidos, evitando la tragedia, según relatan varios de los asistentes.

De aquel grupo de Guerrilleros, al menos Fernández de Mesa y Manuel Cruz se afiliaron al franquisno sociológico de Manuel Fraga y su Alianza Popular en 1977. Ambos, además, se casaron jóvenes con dos chicas de la alta genealogía castrense de la ciudad ferrolana. De Mesa saldría elegido concejal en 1983 y llegaría a teniente de alcalde en el 87 y a diputado en el 89. Manuel Cruz Gamada terminó como chófer de la Consellería de Sanidade tras la victoria de Manuel Fraga en las elecciones autonómicas gallegas. Ambos estaban apadrinados por Xosé Manuel Romay Beccaría, excoselleiro de Sanidade de la Xunta, exministro con José María Aznar y actual presidente del Consejo de Estado.

En aquellos años, Manuel Cruz empezó a visitar Vilagarcía y A Illa de Arousa, capital del narcotráfico gallego. Sus veleidades gamadas se habían dulcificado y ya no se presentaba, vestido de uniforme, en la plaza de España de Ferrol cada 20 de noviembre, aniversario de la muerte del Caudillo. En Arousa, con escasa imaginación, le llamaban El Ferrolano. “Empezó a venir por aquí habitualmente a principios de los 90, y decía que era funcionario de catastro. Se comentaba que inscribió a nombre de Marcial Dorado [narcotraficante convicto] fincas que no estaban registradas. Aquello provocó cierta bronca en Vilagarcía”, relata un conocido periodista gallego hoy dedicado a otras lides y que prefiere permanecer en el anonimato.

El actual presidente gallego, Alberto Núñez Feijoó, también apadrinado por Romay Beccaría, del que fue número dos en las consellerías de Agricultura y Sanidade, conoció entonces a Manuel Cruz y lo adoptó como chófer. El propio Feijóo reconoció a Elisa Lois, periodista de El País, que fue Cruz quien le presentó al narcotraficante en 1994. “Aquí en Vilagarcía dejó de ser el ferrolano para convertirse en el chófer de Feijóo. Se les veía habitualmente”, recuerda el periodista arosano.

Resulta difícil de creer que Feijóo, como asegura, desconociera las actividades de Marcial Dorado. El contrabandista había sido detenido por primera vez en 1983, y todo el mundo en Galicia sabía a qué se dedicaba. No es la única incongruencia de Feijóo en este asunto. Cuando se desveló que había viajado en el yate del narco por aguas arosanas, ibicencas y de Cascais, el presidente gallego aseguró que había roto lazos en 1997, cuando Dorado fue imputado. Falso. Pinchazos telefónicos de la Policía durante la investigación al narco certifican que se siguieron llamando entre 2001 y 2003.

Manuel Cruz, entre tanto, era un activo testaferro de Marcial Dorado. Se implicó directamente en empresas del narco como Petrogalicia y Xatevín, dirigiendo las gasolineras que aquel poseía en Caldas de Reis y en el puerto deportivo de A Illa. Pero Cruz Gamada nunca se llegaría a sentar en el banquillo junto a su otro jefe, aparte de Feijóo. Moriría en un accidente en 1999, dos años antes de que el juez José Antonio Vázquez Taín empezara a investigar el entramado financiero de Dorado.

La relación del PP gallego con el contrabando y el narco es histórica. Dos de sus alcaldes más populares en los 80 y los 90, Vicente Otero Terito y José Manuel Nené Barral fueron procesados por contrabando. Barral ni siquiera disimulaba ante los periodistas. Al cronista que esto escribe y a su colega Elisa Lois les narró diversas y divertidas aventuras en su despacho de la alcaldía de Ribadumia a mediados de los 90. Y el caso Naseiro de financiación ilegal del PP se abrió por un pinchazo telefónico en una operación de narcotráfico, circunstancia que facilitó su cierre en falso.

La conexión Cruz Gamada/De Mesa/Feijóo/Dorado es solo un capítulo más de este oscuro maridaje entre políticos gallegos y mafias organizadas.

http://www.publico.es/politica/camarada ... necto.html
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El exceso de confianza y esperanza en la capacidad para hacer la revolución NUNCA fue un impedimento para hacerla, sino el motor para llevarla acabo.

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