Islamofobia

Situación y luchas de las personas migrantes. Debate en torno a la sociedad multicultural. Noticias, textos, etc. sobre la Lucha Antifascista y seguimiento a las bandas y grupos fascistas.
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antihistamínico
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Islamofobia

Mensaje por antihistamínico » 27 Jun 2010, 15:35

Un par de textos para tratar este tema

La islamofobia es un término que hace referencia a los sentimientos de temor injustificado, basado en prejuicios o falsas concepciones del Islam, que llevan a mantener posiciones de hostilidad hacia los musulmanes y todo lo relacionado con ellos. Ya tome la forma de manifestaciones cotidianas de racismo y discriminación u otras formas más violentas, la islamofobia constituye una violación de derechos humanos y una amenaza para la cohesión social.

Según la ONG británica Runnymede Trust, hay ocho características principales que denotan la islamofobia:

1. La creencia de que el Islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio.

2. La creencia de que el Islam es radicalmente distinto de otras religiones y culturas, con las que no comparte valores y/o influencias.

3. La consideración de que el Islam es inferior a la cultura occidental: primitivo, irracional, bárbaro y sexista.

4. La idea de que el Islam es, per se, violento y hostil, propenso al racismo y al choque de civilizaciones.

5. La idea de que en el Islam la ideología política y la religión están íntimamente unidos.

6. El rechazo global a las críticas a Occidente formuladas desde ámbitos musulmanes.

7. La justificación de prácticas discriminatorias y excluyentes hacia los musulmanes.

8. La consideración de dicha hostilidad hacia los musulmanes como algo natural y habitual
Utilidades de la Islamofobia


Islamofobia y antisemitismo

La islamofobia es un fenómeno exclusivo de la cultura occidental, y tan antigua como los primeros proyectos de expansionismo militar europeos que se toparon con la resistencia de los pueblos musulmanes (tan antigua como las Cruzadas). La islamofobia comparte con el antijudaísmo o el racismo antigitano la criminalización colectiva de toda una cultura, el recelo y la hostilidad contra millones de personas individuales, satanizadas en bloque en virtud de sus señas identitarias básicas. Como “semítico” es una categoría lingüística —y no “racial”, como les gustaba pensar a los maestros de Hitler en el siglo XIX—, y en cuanto la lengua del mensaje coránico es el árabe, podíamos decir que la islamofobia es parte del antisemitismo. A tenor de la cantidad de mensajes que hoy se generan contra la cultura islámica en Europa, añadiríamos que la islamofobia es el principal discurso de corte antisemita de nuestros días. No son las sinagogas los centros que, por ser lugares de reunión de miembros de otra cultura, se consideran hoy potencialmente “sospechosos” o “peligrosos” en Occidente: son las mezquitas. Y la forma de fabricar el peligro en torno al diferente, la forma de criminalizar en función de la adscripción cultural sigue siendo la misma. De nuevo una supuesta “identidad europea” homogénea se contrapone con tintes raciales o racistas a esa cultura-abominación de enfrente, la “cultura enemiga” que, para mayor alarma, “está dentro”, “entre nosotros”... Si uno hace la experiencia de copiar las noticias de los periódicos actuales sobre la “amenaza islamista” cambiando cada vez la palabra mezquita por sinagoga o imam por rabino, se encontrará entre las manos con textos que en nada se diferencian de los que produjo el antijudaísmo más virulento del pasado siglo.

Lo horrendo del antisemitismo contra los judíos, tal como lo practicó el fascismo alemán entre otros, no fue sólo la persecución de la religión judía y de sus miembros. Fue antes que nada la persecución de millones de seres humanos en función de su opción religiosa o cultural. Con cualquier otro colectivo tratado de esa forma —y no olvidemos la silenciada historia de la persecución de los gitanos en Europa— la historia habría sido igualmente atroz, a pesar de quienes hoy se rasgan las vestiduras con los ghettos de la Europa central y no con los pueblos alambrados y emparedados de Gaza, o con Auschwitz pero no con Guantánamo. Así pues, quizás habría que decir algo también sobre la historia de los mea culpa entonados desde Occidente sobre el antisemitismo. Algunos anti-antisemitas de hoy, por llamarlos así, sólo tremolan el tema del antisemitismo cuando les sirve para apoyar propagandísticamente las agresiones militares del Estado de Israel, pero la esencia del crimen colectivo racista les deja indiferentes cuando las víctimas no son reciclables para tal cometido. Otros anti-antisemitas, sin embargo, condenan el genocidio contra el pueblo judío en los años treinta como condenan todos y cada uno de los genocidios perpetrados en el mundo, sea cual sea la etiqueta que se les haya puesto a las víctimas. La tragedia palestina de nuestros días es la prueba de fuego para saber de unos y otros.

El antisemitismo en su sentido clásico, como antijudaísmo, ha sido formalmente condenado por Europa desde el final de la Segunda guerra mundial, pero no como antiislamismo. A pesar de que los clichés, la lógica de los discursos e incluso los fantasmas esgrimidos sean básicamente los mismos (una “raza” que amenaza a la civilización europea). “Se siguen difundiendo sobre los musulmanes estereotipos que nadie se atrevería a emplear al hablar de los negros o de los judíos”, escribió Edward Said en su siempre recomendable Orientalismo. “Antiislámico” es una palabra positiva de nuestros días, que muchos asumen con orgullo, como le pasó a “antijudío” en la medianoche del pasado siglo.

Sin “leyes raciales” que lo sancionen, el musulmán o la musulmana de hoy pueden ser abiertamente considerados como “sospechosos” sólo por su aspecto o por alguna seña cultural que indique su condición, como han mostrado estos días los buenos clientes blancos de algunas líneas aéreas comerciales. Recordemos que en estos recientes episodios de “falsas alarmas” los agentes del orden procedieron inmediatamente a la detención de …las víctimas de la discriminación racial, no a la de los alborotadores. De facto, bajo el discurso islamófobo de alta intensidad que vivimos en estos tiempos, prácticamente todo musulmán en Occidente es sospechoso mientras no se demuestre lo contrario. Se está criminalizando en bloque a toda una parte de la especie humana, se habla en público de un choque mundial con ella y se sueña en voz alta con su extinción. Quizás haya un día en que todo esto pase, cuando los actuales planes de conquista planetaria fracasen —in sha Allah— y la humanidad vea entonces con perspectiva y objetividad la magnitud de la espantosa situación de vigilancia y acoso en que se encuentran los musulmanes y las musulmanas de hoy por el mero hecho de serlo.

La islamofobia es útil. Tiene en realidad, como las navajas suizas, varias y complementarias utilidades. Ninguna de ellas es, por decirlo así, muy “elevada”. Obedecen a intereses nada desinteresados. Me propongo en las líneas que siguen señalar algunas de las utilidades de la islamofobia, y así explicar por qué está hoy aquí entre nosotros, más activa que nunca, heredando y perfeccionando lo más eficaz de la experiencia propagandística racista y antisemita.

La islamofobia sirve para crear un clima de apoyo a las guerras coloniales

La islamofobia, como se ha dicho antes, parte de los tiempos del primer expansionismo militar europeo y llega sin solución de continuidad hasta nuestros días. Se vincula indisolublemente a la guerra de conquista colonial, y puede decirse que aumenta o se atenúa en Occidente en función de las posibilidades de nuevas aventuras militares. En la actualidad, con los planes imperiales del fundamentalismo norteamericano en marcha, la islamofobia ha pasado a ser uno de los discursos dominantes y permanentes de los medios de comunicación occidentales. Algunos analistas de la comunicación han señalado cómo artículos y programas sobre la “amenaza islamista” aparecen con regularidad cronométrica en los grandes medios haya o no una noticia “real” de la que hablar. Lo que ocurre es que la cadencia de los mensajes islamófobos no la marcan supuestas noticias reales sucedidas en Occidente, como por ejemplo posibles comportamientos delictivos atribuidos a musulmanes, sino —si se me entiende al hablar así— acontecimientos sucedidos en los estados mayores de los países con veleidades imperiales, y en los países atacados o por atacar. También sigue los altibajos de popularidad de los partidarios de la guerra, como los vídeos del misterioso agente de la CIA que intentan vendernos como “paladín del Islam”, que aparecen cuando a la popularidad de Bush más falta le hacen. El biorritmo de la islamofobia sigue las incidencias de las invasiones de países de mayoría musulmana, y de los calendarios bélicos previstos. La última “amenaza islamista desarticulada”, la de los gatorade explosivos de Blair, ha sido denunciada por muchas voces, no precisamente musulmanas, como un abierto montaje vinculado directamente a los avatares de la agresión israelí al Líbano.

Creando la imagen de una “etnia” (como se dice en Occidente tras caer en desgracia el término “raza”) abominable, ominosa, sangrienta, cruel, una etnia que “nos odia” y que “quiere destruirnos”, es más fácil presentar su asesinato colectivo como algo “necesario”, si no incluso digno de aplauso. Las guerras coloniales son genocidios en mayor o menor escala y hay que compatibilizarlas con una imagen de sí mismo que a Occidente le gusta ostentar, y es su altísimo respeto por los derechos humanos. ¿Cómo conciliar los derechos humanos y las bombas de racimo, Estrasburgo y Abu Ghraib, la celebración de la caída del Muro de Berlín y el apoyo a quienes construyen el Muro de Palestina? Utilizando un discurso que deshumanice a los colonizados (pues los derechos humanos sólo se aplican a los humanos, como su mismo nombre indica). Los mensajes islamófobos están repletos de descripciones que hacen a los musulmanes seres bestiales, fanatizados, despreciadores de la vida, carentes de la capacidad de razonar, que es en la tradición aristotélica occidental lo que diferencia a un ser humano del que no lo es. Las parodias de información que generan los grandes medios occidentales sitúan en su Islam imaginario prácticas repulsivas de toda índole que es necesario “abolir” sin tardanza. Para abolirlas hay que “abolir” forzosamente aldeas, campos de refugiados, ciudades, infraestructuras para la supervivencia, hay que abolir la vida en paz de países enteros, pero toda esta destrucción es necesaria, “colateral”, para acabar con el Mal con mayúscula, con las legiones de la anti-humanidad que nos amenaza en cuanto occidentales.

Es difícil pensarse como un ser preocupado por la vida y la dignidad humanas cuando se apoya explícitamente una masacre. La única opción es imaginar que la masacre no ha sido realmente de personas como uno mismo, sino de algún tipo de monstruos subhumanos. La caracterización supuestamente biológica o antropológica de los colonizados como seres “inferiores” tiene una larga tradición en la cultura europea. Podemos decir que Europa suele estar tan orgullosa de sí misma porque sigue creyendo en la superioridad “blanca” que argumentó en sus páginas coloniales hasta la saciedad. Hoy quizás pocos se atreven a hablar de “razas inferiores”, pero sí de “etnias” inferiores, y sin duda de “culturas” inferiores, sociedades de semipersonas sin dignidad cuyas cifras de bajas puedan ser contadas por miles en los telediarios de mediodía sin que a nadie se le atragante siquiera el almuerzo.

La islamofobia sirve para frenar la solidaridad con la resistencia del Tercer Mundo

Las resistencias palestina o libanesa son tan “terroristas” para Israel como lo fueron las resistencias yugoslava o griega para el III Reich. En todos los casos se trata de intentos de defensa armada contra un ejército extranjero invasor, ejército que además se destaca especialmente en el empleo de medidas sin precedentes de destrucción y terror de la población civil (el ejército nazi batió la marca mundial de atrocidades, y el ejército sionista todavía ha sabido superarlo). Las resistencias en cualquier rincón del mundo donde el eje imperial haya decidido clavar sus estandartes deben ser aisladas como condición previa para su aniquilación. En tiempos de la dualidad de los bloques militares, Israel apostó por calificar a la resistencia árabe de “comunista”, beneficiándose así de la enorme maquinaria de la propaganda anticomunista americana y de las simpatías que la lucha contra tal cosa suscitaba en el seno de la OTAN. Pero los regímenes del “socialismo real” cayeron, y el comunismo como tal dejó de aparecer en los primeros puestos de las listas de amenazas al Wall Street way of life. Hubo en aquellos días un breve período de indecisión sobre dónde se encontraba el nuevo peligro universal que el imperio necesitaba (período rastreable en la historia del cine norteamericano de aquellos meses: mafias rusas, submarinos soviéticos descontrolados, Serbia… Canadá propuso humorísticamente Michael Moore en una película antológica). Pero pronto las cosas volvieron a estar claras: el nuevo Imperio del Mal, como calificaba Reagan a este tipo de montajes, era ahora el “islamismo”.

El Islam como amenaza mundial tenía ciertas ventajas estratégicas para los halcones del imperio (las zonas de recursos energéticos a saquear en Asia y África estaban habitadas mayoritariamente por musulmanes), además de beneficiar enormemente a Israel, empeñado en ser el señor de facto de todo el Oriente Medio. Pero el fantasma de la “amenaza islamista” tenía una ventaja todavía mayor respecto al anterior espectro de la “amenaza comunista”: la islamofobia era más radical, más antigua, mucho más extendida en Occidente que el anticomunismo. Si “el comunista” había llegado a ser para la inmensa mayoría de los norteamericanos un ser indescriptiblemente repulsivo y rechazable, la cosa era muy distinta en la mayoría de Europa, donde una resistencia colonial de corte socialista contra el imperio podía concitar incluso previsibles simpatías. Teniendo sobre su cabeza todos los siglos de propaganda contra los “sarracenos”, toda la producción del orientalismo colonial, “el islamista” aventaja con creces al “comunista” como candidato a espectro universal. No hay color. Con el fantasma del “islamista” por fin era posible aterrorizar irracionalmente, y prácticamente sin fisuras, a todos los occidentales. John Exposito describió en detalle en aquellos años noventa cómo los “expertos” en “planes comunistas secretos” de Estados Unidos e Israel se reciclaban vertiginosamente, de la noche a la mañana, en expertos en Islam. Quien encontraba amenazas indescriptibles en las páginas de los libros de la editorial Progreso era el mismo que al día siguiente volvía al plató de televisión con el Corán bajo el brazo. “Expertos” sólo en fabricar amenazas y alarmas al fin, éstos son los islamólogos de nuevo cuño que hoy se dedican a hablar de los musulmanes y del Islam en los foros más estridentes de Occidente. El objetivo es el mismo: fabricar una amenaza que colocar ante las miras de las armas del imperio. Y hay que reconocer que con el cambio, desgraciadamente, han llegado más lejos.

Durante la última agresión israelí al Líbano hemos podido ver que en muchos foros de internet se reproducía un mismo debate. Foros de los llamados “movimientos sociales”, solidarios en principio con el país libanés agredido, se paralizaban de pronto en debates interminables sobre la cuestión de que si la solidaridad con el Líbano podía implicar el apoyo a una organización “islamista” como Hezbollah. En muchos de estos foros contra la guerra los miembros más activos se vieron obligados, al parecer ante sí mismos, a realizar explícitas declaraciones de rechazo al “islamismo” o al “integrismo islámico”. De hecho lo que se producía en estos foros no era más que un reflejo de lo que estaba sucediendo en la esfera mediática más pública. Israel estaba intentando cortar toda solidaridad para con sus víctimas civiles del Líbano diciendo en muchas cadenas y con muchas voces que estaba “luchando contra la organización terrorista Hezbollah”.

En esos días ¿qué había de rechazable en Hezbollah para tantas personas solidarias de aquí? Era una organización que estaba resistiendo eficazmente a Israel y era musulmana. La resistencia eficaz contra la agresión israelí no parecía ser en principio lo que les producía el rechazo. Entonces la aversión, lo que impedía toda proximidad, toda solidaridad abierta, era el ser musulmana (“islámica”). Así muchas manifestaciones contra la guerra de Israel celebradas aquí aclamaban un poco metafísicamente a una “resistencia” sin rostro que había en el Líbano, sin querer citar en absoluto a Hezbollah (yendo así en contra del comportamiento del pueblo libanés de toda condición). El “problema” de la solidaridad de la izquierda occidental con la resistencia palestina es igualmente el carácter “islámico” de Hamas. Hay un discurso antiislámico de izquierdas no menos virulento en ocasiones que el de derechas, discurso que —puesto que identifica lo “islámico” con la quintaesencia de “lo religioso”— considera que es un acto de sano laicismo racionalista no mostrar demasiadas simpatías con quienes hoy intentan resistir en primera línea al imperialismo norteamericano y sus aliados, si no son “laicos” al estilo occidental (que es la única forma de ser “laico”). Nótese que el componente “religioso” no es un problema para estos sectores cuando se trata de aceptar a organizaciones cristianas en los foros sociales o en las coordinadoras de ONGs, ni tampoco ha sido un problema cuando ha aparecido —siempre en su vertiente cristiana— en la composición del gobierno sandinista o incluso en los discursos del presidente venezolano. En todos estos casos esa izquierda occidental ha sabido, lúcidamente, mirar más allá de los indicadores “religiosos” y descubrir el cariz social de esas opciones políticas. Sin embargo, en el caso de la solidaridad con la resistencia en el mundo musulmán, la mera percepción del componente “religioso” es un revulsivo inmediato y completamente paralizante: Voltaire y Bakunin se aparecen en efigie en ese momento y exigen una explicación taxativa del ilustrado occidental, el tema de las señas “religiosas” se convierte en una cuestión filosófica gravísima que no admite ambigüedades. Por cierto ¿se han dado cuenta de que hasta a las banderas “iraquíes” de las manifestaciones solidarias de aquí les falta las palabras Allahu Akbar? (aunque estas palabras las pusiera el régimen “laico” de Saddam Husain y su primer ministro cristiano Tariq ‘Aziz...). Podríamos preguntarnos entonces: ¿Deben renunciar los pueblos de la Tierra a vivir sus culturas para poder recibir la solidaridad de la izquierda occidental? ¿Deben conservarlas sólo como “tradiciones” pintorescas que le den color al planeta, pero que no discrepen de la forma occidental de ver el mundo (con sus compartimentos de lo “religioso” y lo “laico”, lo “espiritual” y lo “material”, etc.)?

La islamofobia sirve para manejar mejor la mano de obra semiesclava de la inmigración

La inmigración es un fenómeno de magnitud planetaria que los países occidentales saben que deben asumir. Se habla ya en ocasiones, todavía pocas, sobre la necesidad de los emigrantes para poder cubrir las pensiones sociales, la demografía e incluso los cupos de tropas. Los emigrantes constituyen una fuerza de trabajo imprescindible para el mantenimiento de las actuales sociedades occidentales. El “problema” está en que el modelo neoliberal no contempla la concesión de muchos derechos laborales. Se trata de liquidar los que quedan del período de relativa opulencia de antaño, no de extenderlos a nuevas franjas de la población trabajadora. Los despidos se suceden en los empleos antes más estables, y los puestos más blindados se clausuran a golpe de prejubilación y de “premios” para irse a casa. El objetivo ideal del neoliberalismo es disponer de una bolsa de mano de obra lo más barata posible, en condiciones de abierta semiesclavitud, una mano de obra que pueda ser desechada o utilizada a golpe de fluctuación de mercado, sin derecho a exigir nada cuando no sea requerida. La “regularización”, la división de los inmigrantes entre “con papeles” e “ilegales” funciona de hecho como un grifo que abre o cierra esta fuerza de trabajo no según sus necesidades como personas sino según las necesidades de mercado. La utilización, básica en algunos sectores como el agrícola, de la mano de obra “sin papeles” está dando muy buenos resultados. Los trabajadores en estas condiciones no tienen derecho ni a vivir en las ciudades de sus patrones, sólo en chabolas escondidas de la vista general. Amenazados permanentemente con la detención, la expulsión o el hambre, los trabajadores “sin papeles” son sometidos a las peores condiciones laborales y vitales, incluso a tener que trabajar confiando en la benevolencia del patrón para recibir efectivamente algo por su trabajo. Esta inmigración semiesclava entra ya en los cálculos del desarrollo de sectores importantes de nuestra economía privada. Como toda colectividad sometida a maltrato y sobreexplotación, el peligro de los temporeros “irregulares” está en su organización y en su protesta. La mayoría de los trabajadores extranjeros que sobreviven en estas condiciones es o se prevé que sea del continente africano, específicamente de países de mayoría musulmana. El foro tradicional donde reunirse y tratar los problemas colectivos es en la cultura musulmana la mezquita. Porque una mezquita no es lo que en el mundo cristiano se entiende por un “templo”, sino un lugar de reunión, comunicación y conocimiento. Es fácil prever que surgirán —ya han surgido— protestas colectivas y públicas de los temporeros “ilegales” obligados a trabajar en condiciones infrahumanas por sueldos de miseria y a vivir bajo latas y plásticos.

Fue la coalición de extrema derecha de Berlusconi la primera voz oficial europea que propuso, ya en 2002, que “cualquier inmigrante que tuviera una mancha policial” fuera “vigilado en el contexto antiterrorista”. A comienzos del año siguiente, en enero de 2003, se produjo en Italia la primera “redada contra la inmigración clandestina” organizada ya como “operación antiterrorista”. Veintiocho inmigrantes de origen pakistaní, “sin papeles” y dedicados a la venta ambulante en Nápoles, fueron detenidos como “extremistas islámicos” y acusados de estar preparando un atentado contra una base de la OTAN en Italia, dado que en una página de uno de los periódicos encontrados en una de sus casas aparecía una foto de un general norteamericano. Berlusconi se granjeó inmediatamente la admiración de todo el fascismo europeo: “El único estadista europeo que ha sido capaz de ponerse de pie y defender los valores de Occidente”, dijo de él en esos días la página web del neonazi British National Party. Un mes más tarde los tribunales italianos se vieron obligados a poner a todos los inmigrantes en libertad por falta absoluta de pruebas. En los años siguientes el gobierno Berlusconi apadrinó nuevas redadas contra inmigrantes “sin papeles” a cargo de fuerzas especiales antiterroristas. Aznar y Acebes no tardaron en aplicar en España la política militar-policial para la inmigración inaugurada en Italia, al igual que otros países europeos. Comenzó así la perversa asociación en nuestros medios entre “inmigración e islamismo”, o “terrorismo”, que para el discurso islamófobo todo es lo mismo. Comenzaron a aparecer inmigrantes sin permiso de trabajo que “recaudaban dinero para Al-Qaeda” al vender hachís en las esquinas o robar relojes, que tenían en sus modestas viviendas sospechosas “sustancias blanquecinas” que echaban en la lavadora y hacían espuma, jornaleros pobres, vendedores ambulantes, incluso pequeños confidentes de la policía, convertidos todos por unos días de impacto informativo, en las cabeceras de los periódicos y en la apertura de los telediarios, en “desarticulados” agentes de sofisticadísimas redes terroristas internacionales.

Su puesta en libertad por falta de pruebas, seguida frecuentemente de su expulsión, no ha alcanzado nunca a ser noticia destacada en los medios y así el público desinformado ha podido creer que seguían en prisión y que el montaje informativo, pese a las evidencias y a la sentencia judicial, había sido verdad. El diplomático británico Craig Murray acaba de hacer un balance de las detenciones de inmigrantes musulmanes en Gran Bretaña desde que empezaron las guerras del fundamentalismo norteamericano: “Se trata pura y simplemente de un hostigamiento de los musulmanes a un nivel sorprendente. Del millar amplio de musulmanes detenidos en Gran Bretaña en el marco de la ley antiterrorista sólo el 12 % se ha visto finalmente acusado de algo concreto. De los que han sido acusados, el 80 % ha terminado siendo absuelto. La mayor parte de los que finalmente son condenados —sólo un 2% de los detenidos— no lo son por algo que tenga alguna relación con el terrorismo, sino por delitos menores que la policía acaba encontrando al trillar una y otra vez, con minuciosidad, las ruinas de las vidas que han roto”.

Los trabajadores inmigrantes sometidos a la sobreexplotación y a la ausencia de derechos deben tener encima sin descanso la espada de Damocles de su detención y de su expulsión, debe evitarse a toda costa la aparición de “cabecillas” que puedan expresar y representar sus reivindicaciones. La vigilancia “antiterrorista” de lugares “donde se reúnen musulmanes” viene como anillo al dedo a esta nueva pero antigua forma de explotación. Presentar las mezquitas o musallas de trabajadores inmigrantes como posibles “focos de integrismo”, sus protestas como pretendidos “sermones incendiarios”, etc., supone el poder justificar el trato de esta población semiesclava a punta de arma si es necesario, imponerle el silencio mediante el miedo policial, expulsarla en masa cuando convenga (no como un atentado a los derechos humanos, sino como una medida de “seguridad”), en definitiva: mantenerla como mano de obra colonial dentro del perímetro de la metrópoli.

Conclusión: la islamofobia sirve para construir una unión sagrada en Occidente

Durante la Primera guerra mundial se acuñó en Francia un término para el fenómeno que se produce cuando se logra polarizar a toda una sociedad contra la amenaza —real o imaginaria— de un “enemigo exterior”. Esta palabra, con la que se pretendía abolir o paralizar los debates sociales dentro de Francia mientras durase la guerra con Alemania, era Union Sacrée (Unión Sagrada). Pocos se atrevieron a rebelarse en aquellos días contra las uniones sagradas que se fueron convocando en todos y cada uno de los países beligerantes, sobre todo porque la bayoneta ayudaba a resolver cualquier duda que pudiera albergarse. Y más uniones sagradas siguieron proclamándose en todas las guerras que vinieron después, hasta el punto de que surgieron voces maliciosas que llegaron a decir que no eran las guerras el motivo de las uniones sagradas, sino que las uniones sagradas eran el motivo de las guerras. Uno de los casos más sonados de guerra provocada para obtener la unión sagrada, y no al revés, se produjo durante la última etapa de la dictadura argentina, cuando la confrontación sobre las Malvinas con Gran Bretaña quiso unir a jornaleros con latifundistas, a torturados con torturadores, a demócratas con dictadores.

Lograr hacer creer en un enemigo exterior que amenaza con su existencia “a toda la sociedad”, que justifica la construcción de un “nosotros” homogéneo y chauvinista, es el sueño de todo Poder. Pero dentro de ese flamante “Nosotros” indestructible ¿cuál de nosotros, como personas individuales, diferentes, cambiantes, prevalecería? Por ejemplo, cuando se habla de que los emigrantes tienen “otras costumbres” ¿cuáles son esas “nuestras” costumbres que estamos asumiendo? ¿La forma de vivir del ejecutivo, del skin, del funcionario, del okupa? Cuando acordamos que “tienen otra mentalidad”, ¿cuál damos por supuesto que es la “nuestra”? ¿La de monseñor Escrivá, la de Durruti, la de los triunfitos, la de Vázquez Montalbán? Normalmente el Poder propone estas uniones sagradas para conseguir la adhesión incondicional a él, a sus modelos y a sus valores, no para rebajarse a buscar alguna media popular. Cada vez que el Poder está con dificultades de legitimación social tocan a rebato las campanas del enemigo exterior: “¡Qué sería de nosotros sin los bárbaros!” escribía Kavafis en uno de sus poemas. ¿Qué sería del “nosotros” occidental de nuestros días, los días de las guerras del fundamentalismo norteamericano, sin los “islámicos”? Y en aras de ese “nosotros” homogéneo se está arrebatando poco a poco el derecho a la diferencia dentro de Occidente, el derecho a que cada uno pueda inventar su propia vida y vivirla (aunque no sea la vida que los de arriba pondrían como modelo de “occidental”), el derecho al mestizaje fecundador. Yo creo que a eso se refería el hermano Malcolm X cuando dijo: “el racismo es suicidio”.
http://www.webislam.com/?idd=63
no hay mayor esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.

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companeroisrael
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Re: Islamofobia

Mensaje por companeroisrael » 27 Jun 2010, 18:18

Qusiera puntualizar algunas cosillas.
1. La creencia de que el Islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio.
Yo creo que si, el islam como creencia es estatico, y es refractorio al cambio en tanto sus verdades dogmaticas, solo que hay distintas maneras de interpretarlas como individuos creyentes pero todas son de acuerdo a un modelo establecido.
2. La creencia de que el Islam es radicalmente distinto de otras religiones y culturas, con las que no comparte valores y/o influencias.
Esto es falso, el islam comparte una cantidad considerable de valores con el cristianismo y el judaismo,pero tb igual que estas religiones abrahaminacas una oposicion considerable a las ideas seculares.

3. La consideración de que el Islam es inferior a la cultura occidental: primitivo, irracional, bárbaro y sexista.
El islam es irracional y sexista, pero no muy diferente de los valores judeocristianos.

4. La idea de que el Islam es, per se, violento y hostil, propenso al racismo y al choque de civilizaciones.
Como cualquier sistema de creencias el islam se desarrolla en un contexto social e individual, aunque el sistema de creencias si que me parece bastante hostil hacia los no creyentes, y se justifica en el Coran, que para ellos es la unica verdad indiscutible.
5. La idea de que en el Islam la ideología política y la religión están íntimamente unidos.
A mi no me parece que intimamente ligados, pero bastante cercanos.


Como toda religion basada en unos preceptos absolutistas y discriminativos, el Islam s hostil a las creencias opuestas, es especialmente sexista, aunque comparte una cantidad considerable de valores con las creencias abrahamanicas, llamadas del libro, y si bien no son el cuco, tampoco hay que caer en su desconsideracion, son oprimentes y justifican la opresion en valores que favorecen a unos sobre otros, poniendo un ser superior por encima del resto.
“Cuanto más lejano está el ideal de la realidad tanto más valioso es; encontramos, en el deseo de realizarlo, las fuerzas necesarias para llevarlo a término, es decir, el máximo de fuerzas de que somos capaces.” J. M. Guyau

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Juggernaut
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juggernaut » 27 Jun 2010, 18:52

companeroisrael escribió:Qusiera puntualizar algunas cosillas.
1. La creencia de que el Islam es un bloque monolítico, estático y refractario al cambio.
Yo creo que si, el islam como creencia es estatico, y es refractorio al cambio en tanto sus verdades dogmaticas, solo que hay distintas maneras de interpretarlas como individuos creyentes pero todas son de acuerdo a un modelo establecido.
Personalmente considero que se tiene una visión equivocada del mundo islámico. Obviamente puede haber tendencias más poderosas que otras, como sucede con el crisitanismo e incluso el catolicismo. Pero dentro del islamismo hay infinidad de ramas y de hecho, guerras entre califatos y distitnas tendencias las ha habido y las hay. Por lo tanto, el islam no es un bloque tan monolítico como nos pretenden hacer creer.


3. La consideración de que el Islam es inferior a la cultura occidental: primitivo, irracional, bárbaro y sexista.
El islam es irracional y sexista, pero no muy diferente de los valores judeocristianos.[/quote]

sí, las religiones son formas de controlar a la población, y si esa religión surge en una sociedad patriarcal, será indudablemente patriarcal. La religión es un fruto de la humanidad, y estas religiones lo son fundamentalmente de los hombres, que son los que tienen el poder y los que quieren reglamentar sobre el comportamiento.

Sin embargo, también es cierto que existen lecutras más machistas que otras, respectoa l mismo texto. Al igual que sucede con la Biblia u otros textos religiosos.

4. La idea de que el Islam es, per se, violento y hostil, propenso al racismo y al choque de civilizaciones.
Como cualquier sistema de creencias el islam se desarrolla en un contexto social e individual, aunque el sistema de creencias si que me parece bastante hostil hacia los no creyentes, y se justifica en el Coran, que para ellos es la unica verdad indiscutible.[/quote]

Antiguamente se asumía que cada pueblo tenía sus dioses, a pesar de que la influencia de unos pueblos en otros sea clara en cuanto al panteón divino: numerosas analogías sobre mitos y formas de divinidad se repiten desde Asia a Europa. La lucha por "defender la verdadera fé", no obstante, es muy posterior, aunque no soy capaz de recordar las fechas adecuadas, sí diría que es cosa de los últimos 15 o 20 siglos. Y de hecho los cristianos tuvieron ese claro planteamiento con las cruzadas.

Sin embargo, en toda religión donde se crea un texto normativo, que se dice que es mensaje directo de dios, claramente se tendrá este como "verdadero". De ahí a que el Islam, como agrupación de personas seguidoras de la religión, crean que eres impuro por no ser islámico, va un trecho :lol: :lol: No diría yo que mis colegas musulmanes me tienen especial hostilidad.

5. La idea de que en el Islam la ideología política y la religión están íntimamente unidos.
A mi no me parece que intimamente ligados, pero bastante cercanos.[/quote]

Por un lado, ya desde los Egipcios se procura hacer una unión entre la realeza (estado) y la religión. Esta idea se transmite posteriormente, por ejemplo, estableciendo que los nombramientos de la realeza europea sean, además, avalados por la iglesia católica. Actualmente, que ciertos países, al igual que en la España franquista, exista una unión clara entre iglesia y estado, no implica que esto sea así per se. En Iraq, por ejemplo, no existía tal unión. Así como esta unión varía mucho de unos países a otros.

Como toda religion basada en unos preceptos absolutistas y discriminativos, el Islam s hostil a las creencias opuestas, es especialmente sexista, aunque comparte una cantidad considerable de valores con las creencias abrahamanicas, llamadas del libro, y si bien no son el cuco, tampoco hay que caer en su desconsideracion, son oprimentes y justifican la opresion en valores que favorecen a unos sobre otros, poniendo un ser superior por encima del resto.
Hombre, y no creo que nuestra idea sea convertirnos todos al islam, ni mucho menos. Pero entender la islamofobia nos permite entender otros mecanismos del poder para poder intervenir donde y cuando les de la gana. No todo el islam es barbarie, ni todo islamista un hostil. Y esto conviene tenerlo claro, al igual que hay católicos más respetuosos y católicos más cerrados de mente.


No obstante, no conozco lo suficiente el mundo del Islam para saber si se dan otras vertientes del mismo más sociales, como lo son algunas ramas del cristianismo.
fuerza irrefrenable que en su avance aplasta o destruye todo lo que se interponga en su camino

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Juliano
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juliano » 27 Jun 2010, 19:00

La islamofobia, cristianofobia, judeofobia son deberes morales. La oposición a toda manifestación pública de pensamiento irracional, monoteísta, proselitista, jerárquico, institucional, con pretensiones universales y de verdad absoluta son una necesidad, cuanto menos, por higiene mental.

Y para ello no hace falta conocer el contenido dogmático y matices interpretativos de la escritura sagrada de turno porque la oposición es de género, no de grado.

En el ámbito privado, que cada cual sople su gaita.

Salud.

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chief salamander
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Re: Islamofobia

Mensaje por chief salamander » 27 Jun 2010, 19:35

Creo que hay un error de concepto. Una cosa es el islamismo, que es una religión con sus diversas corrientes, sectas etcétera, y otra cosa sería el islam, que es un constructo que equivaldría a "cristiandad" (u "Occidente") y divide así el mundo en una nueva película de buenos y malos (la "guerra de las civilizaciones", acabada la "guerra fría") que lamentablemente mucha gente se cree.
a "faji tisztátalanság" határozottan jótékony hatású...
decididamente, la "impureza racial" tiene un efecto benéfico...
(bartók 1942)

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Re: Islamofobia

Mensaje por manu70 » 28 Jun 2010, 02:00

saludos:
Los fascismos del siglo xx se definieron como los salbadores de occidente frente al marxismo,ahora tambien se dicen los defensores de las libertades por su oposicion al islan.
Este discurso de asociacion facil de ideas cala en mucha jente,mi idea personalmente no es como hara la ley de libertad religiosa,osea poner profesores de esa religion en los colegios,sino,sacar a todos e imdependizar las instituciones publicas de toda religion.
Suelo publico para ninguna iglesia.
Ayudas economicas para ninguna puta religion.

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Juliano
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juliano » 28 Jun 2010, 07:28

Efectivamente. La religión debería de ser echada a patadas de todo espacio público.

Salud.

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Juggernaut
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juggernaut » 28 Jun 2010, 08:11

Sí, yo estoy de acuerdo en no ceder dinero público (ni terrenos, etc) para ninguna iglesia. Aquí que cada palo se aguante su vela.

Pero eso no quita para que sí vea claros favoritismos hacia una religión y una clara islamofobia, muy promovida por los medios.

Así que no, nada de enseñar ni biblia ni coran en los colegios, eso que sea cosa de cada cual. Como mucho no me parecería mal una asignatura de "distintas cosmovisiones del mundo" y que tuvieras desde hinduísmo, brahmanismo, budismo, judaísmo, lo que sea... como cultura general. Pero una (o unas pocas) religión en concreto, no con mis impuestos.


Por otra parte, yo entiendo la utilidad de la islamofobia en cuanto a apoyo a guerras e invasiones, pero lo de "limitar la solidaridad con el tercer mundo" lo veo más cogidito por los pelos.

esto, sin embargo, sí me ha llamado la atención
es un acto de sano laicismo racionalista no mostrar demasiadas simpatías con quienes hoy intentan resistir en primera línea al imperialismo norteamericano y sus aliados, si no son “laicos” al estilo occidental (que es la única forma de ser “laico”).
fuerza irrefrenable que en su avance aplasta o destruye todo lo que se interponga en su camino

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Juliano
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juliano » 28 Jun 2010, 08:33

Buen matiz, Juggernaut.

Creo que si, que las religiones deben de estudiarse desde un punto de vista histórico en la escuela. Pero todas, como las citas, esas grandes olvidadas y por supuesto, las precristianas. Tratadas, todas, como lo que son, mitos.

Salud.

giuseppe
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Re: Islamofobia

Mensaje por giuseppe » 28 Jun 2010, 12:12

¿Puede darse una discusión sobre el Islam que no sea tonta?
Farish Ahmad-Noor
Traducido por Vicente Romano*
MUNDO ARABE.ORG, 12/2007
Es interesante reflexionar sobre los tiempos idiotas en que vivimos. Especialmente cuando uno está, como yo, envuelto en cosas nebulosas que se denominan “diálogo intelectual”. Durante las cuatro últimas semanas he participado en diversos diálogos entre europeos y comunidades de emigrantes musulmanes en Ámsterdam, París y Berlín y en cada una de estas reuniones me he encontrado con estereotipos acerca de los musulmanes y del Islam. Eran tan superficiales y pueriles que casi estoy avergonzado de repetirlos aquí. Peor aún que la simple meditación sobre el Islam y los musulmanes fue que estos pensamientos no venían del consumidor normal sino de quienes afirman conocerlos y se admiran como historiadores y científicos.

En uno de estos encuentros se me dijo lo siguiente: “El Islam es una ideología fascista, misógina, que mata cristianos, odia a los homosexuales y machista, basada desde hace 14 siglos en las conquistas, el derramamiento de sangre, el asesinato y la violación. No creen en la razón ni en la ilustración y la civilización musulmana no ha producido nada científico, racional o humano”. Intente sustituir la palabra “musulmán” por negro y se verá lo anticuadas y racistas que son estas afirmaciones.

¿Por qué hoy, cada vez que se habla del Islam y de los musulmanes, algunos piensan que tienen licencia para reducir su nivel de IQ en cien puntos? ¿Supone hablar del Islam una licencia para decir algo tonto, ofensivo, provocador, o enervar a las masas para conseguir un par de titulares? En Holanda, un político exigió incluso prohibir la lectura del Corán porque éste puede compararse con “Mein Kampf” de Hitler. Otros afirman que todos los musulmanes están marcados en primer lugar por su fe, que es irracional, acientífica y va contra la ilustración.

Quedé impresionado por la ceguera voluntaria de los europeos “liberales” y “racionales”, por su incapacidad tanto para colocar las cosas bajo una perspectiva relativa como para cuestionarse sus hipótesis. En mi trabajo como activista académico he intentado desmontar estos grandes cuentos de la historia oficial, ya sea a nivel del Estado o de la religión. Soy consciente del hecho de que la historiografía es un proceso discutible que, por lo general, llevan a cabo los ganadores de una comunidad y no los vencidos o marginados. ¿Es, pues, sorprendente que la historia de Occidente sea solamente la historia de voces blancas, masculinas, de clase media? ¿Dónde está la historia de las mujeres y de su participación en la política, la economía y la formación nacional? Hasta últimamente, gracias a la historiografía feminista y la historia reconstructiva, como la de Simón Schama y otros como él, no hemos visto una historiografía que sea inclusiva, plural y solicitada.

Los historiadores conscientes informarán ahora que siempre hay y hubo contracorrientes a la historiografía dominante, tanto en Occidente como en el mundo musulmán (lo mismo que también hay contracorrientes liberalprogresistas ante la ortodoxia conservadora del hinduismo, budismo, cristianismo y judaísmo). Además, todas las civilizaciones y culturas existen en conceptualidades racionales y se desarrollan en relación con otras: sería ridículo afirmar que la Ilustración europea es un caso autogenerado de un genio aislado, cuando sabemos que la civilización europea surgió en interacción con la civilización musulmana y se ha desarrollado con la civilización china, india y persa.

Claro que los musulmanes son hoy rehenes de una historia determinada por las elites dominantes o por sus lacayos conservadores como los wahabitas de Arabia Saudita. De los creadores de estos sectarios conservadores sólo recibimos una descripción estadística de la historia musulmana, la de la visión de los reyes, sultanes y dictadores, como la historia de Iraq que se escribió bajo Saddam Hussein, o la tergiversada historia de los árabes escrita por el establishment próximo a los wahabitas. Pero aquí hay que volver a plantear la cuestión: ¿cómo fue posible esta eliminación histórica y quién estaba tras ella? Desgraciadamente también aquí hay que dirigir el índice al Occidente ilustrado que vio aliados estratégicos en dictadores como Sadam Hussein y en la familia real saudí.
El ascenso del Islam conservador, fundamentalista, sectario y violento fue apoyado por los Estados occidentales durante la guerra fría, lo que condujo al ascenso de hombres como Saddam Hussein, los muyaidines antisoviéticos y luego los talibanes. Ellos destruyeron el legado plural del mundo musulmán. No obstante, hoy día los liberales occidentales culpan a los musulmanes de carecer de historia y de que la suya es una historia de violencia. ¿Dónde está el espíritu ilustrado de la autocrítica y del autoconocimiento? A decir verdad, los liberales de Occidente no deberían sorprenderse del ascenso de los regímenes musulmanes fundamentalistas en el mundo, puesto que fueron sus propios gobiernos los que apoyaron en primer lugar a estos regímenes anticristianos, antifemeninos y antihomosexuales, supuestamente por alianzas estratégicas, pero en realidad para asegurarse el abastecimiento del consumo de petróleo.

En absoluto disculpo aquí a los musulmanes conservadores fundamentalistas, puesto que existen musulmanes de derechas que sólo pueden calificarse de fascistas en el verdadero sentido del término. Pero lo mismo que hoy los musulmanes tienen que salir de su envoltura y mirar cara a cara a la realidad, también tienen que hacerlo los europeos que afirman ser tan ilustrados y liberales. El proyecto europeo de Ilustración no sólo tiene sus propias insatisfacciones, sino también sus propias anomalías.

Afirmar que cada europeo es hoy producto de este proceso histórico sería tan simplificador como si se mendigase la fe. Si así fuese, podríamos tal vez preguntar hasta qué punto eran ilustrados los europeos cuando colonizaron Asia y África. Miren el mapamundi y vean los numerosos parches que hoy constituyen en el mundo, desde Norteamérica hasta Australia, recuerdos de la expansión colonial, inducida por una codicia irracional, por un racismo irracional y por un odio irracional, y no conducido por los valores de la razón o del humanismo universal. Díganme, ¿acaso fue Kant o Descartes quien dijo a los colonialistas que invadieran y ocuparan Australia, exterminaran a los aborígenes de Tasmania y colgaran sus cabezas como trofeos? ¿O despellejaran a los indígenas norteamericanos para hacerse botas y tabaqueras con sus pieles? ¿Dónde estaba entonces la Ilustración europea? ¿Durmiendo?
Orientalismo: En torno al discurso de Edward Said ( Hashim Cabrera)

En la introducción de la obra, Said declara su motivación para el análisis del orientalismo, expresando su condición de "oriental" que vivió y creció en dos colonias británicas, Palestina y Egipto, siendo su educación, por tanto, occidental, culminando su carrera en los Estados Unidos, donde ejerce en la actualidad. Estudiando el orientalismo, Said pretende hacer "un inventario de las huellas que ha dejado en mí la cultura cuya dominación ha sido un factor muy poderoso en la vida de todos los orientales."
En los comienzos de nuestra andadura analítica en Verde Islam, ya habíamos hecho referencia a los estereotipos que dominan los medios de comunicación en los temas que se refieren al Islam y a los musulmanes. Así que, al leer las páginas de Said, nos encontramos con una descripción muy fundamentada del proceso de formación de los mismos y de los mecanismos por los que se establecen unas ideas particulares en el marco del saber general. El cómo y el cuándo de la formación y desarrollo de estas "idées resçues", como las denomina Said, aparecen en su texto de forma prístina y sencilla. No hay misterio en ello. Se trata de una elaboración consciente y continuada que obedece a los intereses del poder dominante en cada momento. Cultura y poder se entremezclan invadiéndose mutuamente, haciendo muchas veces difícil la lectura de sus respectivos intereses.

La tesis central de Said es que, a causa del orientalismo, Oriente no es un tema sobre el que pueda tenerse libertad de pensamiento, puesto que se nos da ya definido, acotado y dispuesto de una forma cerrada y acabada. También nos dice que la relación entre Oriente y Occidente es una relación de poder, en la que el primero se subordina al segundo, el cual emite la noción colectiva que define el "nosotros" contra todos aquellos "no europeos".

Said se pregunta cómo la filología, la historia, la lexicografía, la teoría política y la economía se pusieron al servicio de una visión del mundo tan imperialista como la que propone el orientalismo, cómo se reproduce esa visión y se amolda a las diferentes épocas.
¿Cómo puede estudiarse el fenómeno orientalista, como obra humana voluntaria, en toda su complejidad, sin dejar de tener en cuenta las concomitancias entre la cultura, el estado, las tendencias políticas y la realidad concreta de la dominación?

EL ARTÍCULO ÍNTEGRO EN:
http://www.webislam.com/?idt=3603


Por si ayuda a una mejor comprensión de unas comunidades que comprenden más de 1300 millones de personas, en ámbitos geográficos tan distintos como el Magreg, Africa Subsahariana , Rift Africano, Próximo Oriente, Asia Central, India, Sudeste Asiatico, China, y en las orlas costeras del indico y el Pacífico occidental, donde se encuentra la mayor comunidad musulmana hoy en día (Indonesia); a lo largo de 1388 años de historia desde la Héjira (622 de nuestra era)

comunidades que hablan no menos de 600 lenguas y dialectos, en realidades culturales tan alejadas como el hiperdesarrollado capitalismo de Singapur, los pueblos tuaregs subsaharianos o los "moros" de Mindanao en Filipinas... divididas a su vez en numerosas corrientes religiosas y esprituales. Las principales actualmente son:

Escuelas de Fiqh (Ley)
• Hanafí
• Malikí
• Shafi'í
• Hanbalí
Escuelas de Aqidah (Creencia)
• Ashariyyah
• Maturidi
• Murjite
• Mu'tazili
• Athari
• Zahiri
Movimientos en el islam suní
• Barelvi
• Deobandi / Tablighi Jamaat
• Hermanos Musulmanes. Al-Ikhwan Al-Muslimoon
• Jamaat-e-Islami. Partido político en el subcontinente indio.
• Wahhabismo o Salafismo
• Jamaat al-Muslimeen
Duodecimanos
• Usulísmo
• Alevís. 25 millones en Turquía, Albania, Bosnia-Herzegovina, Azerbaijan, Irán y Syria.
• Akhbarismo
• Alauitas. 1 millón en Siria y Líbano1
• Shaijismo
Ismailismo
• Nizari
• Mustaali
• Drusos
Jariyismo
• Ibadíes
• Sufri
Sufismo
• Qadiriyyah
• Bektashi
• Chishti
• Naqshbandi
• Oveyssi
• Suhrawardiyya
Reformistas
• Islamistas
• Liberales
• Qur'an Alone
Heterodoxos
• Comunidad Ahmadía
• Zikri
• Nación del Islam
• Moorish Science
• Submitters
Fes relacionadas
• Babismo
• Bahaísmo
• Sijismo
• The Nation of Gods and Earths
• Nuwaubianismo

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Juggernaut
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juggernaut » 28 Jun 2010, 19:20

diantres, que no salga todo dela misma web...

http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?rubrique27


Por si pareciera que las cosas son sencillas...menudo meollo!
Camaradas y hermanos en Egipto: la alianza entre la izquierda y los islamistas
Lunes 16 de julio de 2007 por CEPRID

Hossam El-Hamalawy MERIP/CEPRID 1 -VII -07

Traducción de Manuel Gancedo

Emad Mubarak es un hombre ocupado. Director de la Asociación por la Libertad de Pensamiento y de Expresión, y abogado del Centro de Leyes Hisham Mubarak, al izquierdista Mubarak no se le pasa un mitin sin que le interrumpa su teléfono móvil. En estos días las llamadas son de miembros de la Hermandad Musulmana, el grupo islamista oficialmente fuera de la ley que constituye el principal movimiento político de Egipto. Los estudiantes llaman para informar de abusos de los servicios de seguridad contra ellos en los campus, o para solicitar asesoría legal cuando son sometidos a interrogatorios por los administradores de la universidad.

“Cada vez que recibo una llamada, no puedo evitar pensar en los viejos tiempos y en cómo era el campus con los Hermanos”, ríe Mubarak. En Marzo de 1999, pasó 22 días en la prisión de Tura, al sur de El Cairo, después de que los estudiantes de la Hermandad Musulmana le apresaran junto a ocho compañeros socialistas en el campus y les entregaran a la policía. “Hoy día las cosas son diferentes. Izquierdistas e Islamistas pueden sentarse a hablar. La mayoría de mis clientes son Hermanos Musulmanes”, dijo Mubarak. “Yo les digo que soy comunista, y a ellos les parece muy bien”.

Desde las peleas a puñetazos en la década de 1990 hasta las manifestaciones de 2005-2006, las relaciones entre los Hermanos Musulmanes y la izquierda radical en Egipto han recorrido un largo camino. En las situaciones en que ambas formaciones han trabajado codo con codo, como las asociaciones de estudiantes y los sindicatos de trabajadores, la hostilidad abierta se ha desvanecido, e incluso hay una pequeña proporción de coordinación acerca de las tácticas. Aún así la cooperación es simbólica, e izquierdistas e islamistas tienen aún que unir sus fuerzas para llevar a cabo acciones masivas y sostenidas contra su enemigo común, el régimen del presidente Hosni Mubarak.

Una nueva clase de izquierdista

El progreso de las relaciones izquierdistas-islamistas puede a gran escala definirse en base a dos factores. Primero está la evolución de una nueva izquierda en Egipto cuyos dos pilares principales son la Organización Revolucionaria Socialista y una creciente comunidad pro-derechos humanos afín a la izquierda. Esta nueva izquierda tiene una actitud hacia el islamismo diferente de la sostenida por las previas “olas comunistas”[1] Además está el cambio generacional entre la izquierda y los seguidores de la Hermandad espoleados por el resurgir de las políticas egipcias de calle, gracias a la segunda intifada palestina.

Hay una larga historia de sangre entre la izquierda egipcia y los Hermanos, desde la alianza de los islamistas con el Rey Farouq durante las huelgas de 1940 hasta el aliento del presidente Anwar al-Sadat a los asaltos islamistas a los estudiantes universitarios izquierdistas en los 70. La mayoría de la organizaciones izquierdistas de los 80 y los 90 adoptaron una actitud hacia el Islam político similar a la del Partido Comunista Egipcio – la facción dominante dentro del Partido Tagammu de la “izquierda legal”-equiparando las organizaciones islamistas, reformistas o radicales, al fascismo. La única y modesta excepción fue el Partido Socialista Popular de Ahmad Nabil al-Hilali que en los últimos 80 flirteó con la idea de que el islamismo militante era un “movimiento de los pobres” ganándose su apoyo. La actitud mayoritaria en la tradicional izquierda estalinista se convirtió en una alianza, a veces abierta y a veces tácita con la intelectualidad laica egipcia y con el régimen de Mubarak. Huelga decir que la acción conjunta con los Hermanos nunca estuvo sobre la mesa. Unos pocos abogados de izquierdas como al-Hilali y Hisham Mubarak se involucraron en la defensa de detenidos islamistas, pero esas fueron iniciativas individuales. Como era de esperar, los Hermanos Musulmanes no apreciaron la etiqueta de “fascistas”, y recordaron a la izquierda con gran desconfianza.

Comenzando a finales de los años 80 pequeños círculos de estudiantes egipcios, influidos por el trotskismo se congregaron para estudiar, llegando a desarrollar en abril de 1995 una organización llamada Tendencia Revolucionaria Socialista. Al contrario que la izquierda estalinista, estos activistas usaron el eslogan “Con los islamistas a veces, con el Estado nunca” en los escritos que distribuían en los campus universitarios y demás lugares.[2] En la práctica, este eslogan suponía llevar la causa de los estudiantes de la Hermandad Musulmana a los campus en lo que atañe a cuestiones “democráticas”, como cuando la seguridad del estado excluyó a los candidatos islamistas de presentarse a las elecciones para las uniones estudiantiles o expulsaron a estudiantes islamistas de las escuelas. Las “galerías” (ma‘arid) - periódicos improvisados escritos en telas o en cartones y lanzadas por las plazas de los campus- de los estudiantes Socialistas Revolucionarios en las universidades de El Cairo y ‘Ayn Shams denunciaban a menudo las sentencias que los tribunales militares aplicaban a los Hermanos Musulmanes. Al mismo tiempo, los estudiantes trotskistas se enfrentaban a los Hermanos Musulmanes en asuntos como la libertad de expresión y los derechos de las mujeres y de los cristianos coptos. Cada vez que sentían que los Hermanos querían imponer la segregación de sexos en las aulas, o poner frenos al teatro o al arte en los campus, o cuando quiera que el Guía Supremo de la Hermandad hiciera comentarios sectarios sobre los coptos, las “galerías” de los socialistas mostraban vehementes denuncias.

Como evoca un miembro Socialista Revolucionario que estaba en activo en los años 90: “Éramos un tipo de izquierdistas que los Hermanos Musulmanes nunca antes se habían encontrado. Al principio no lograban entendernos. De todas formas, aún éramos demasiado marginales como para que se preocuparan por nosotros. Solo éramos unos pocos individuos”. Esto empezó a cambiar en 1999. En algunas ocasiones durante aquel año, como recuerda un socialista, los estudiantes de la Hermandad Musulmana en la Universidad de El Cairo permitieron a los estudiantes Socialistas Universitarios hablar en los actos que tuvieron lugar en los campus contra los ataques aéreos de EE.UU. en Irak. Los estudiantes socialistas tomaron esta oportunidad sin precedentes como una señal del reconocimiento por parte de los Hermanos Musulmanes de que eran una fuerza a la que había que dar un lugar en la escena política. Fue un paso más en el largo y lento camino para asentar la confianza.

Desde un puñado de miembros en 1995, los Socialistas Revolucionarios crecieron hasta unos cientos de activistas en vísperas de la segunda intifada palestina, cuyos mandos agradecieron entonces su papel en el movimiento egipcio de solidaridad con los palestinos, en una época en que los Hermanos Musulmanes se abstuvieron claramente en las acciones de calle. La influencia radicalizadota de la intifada entre la juventud ayudó a reavivar la tradición egipcia de la política de calle, que había sido virtualmente sofocada por los temibles servicios de seguridad del régimen de Mubarak. El Cairo y otras varias provincias fueron testigo de las mayores y más tumultuosas manifestaciones desde los levantamientos que sucedieron al intento del presidente Anwar al-Sadat de retirar los subsidios estatales para el pan y otros productos de primera necesidad. A pesar de las oportunidades que se presentaban con el bullir de la calle, La Hermandad Musulmana siguió una política de no-confrontación con el régimen que había soportado desde la campaña de 1995 contra sus mandos y sus bases, y que culminó en una serie de infames tribunales militares. Los estudiantes de la Hermandad no solo rehusaron movilizarse en la calle, sino que además buscaron en varias ocasiones alejar a la militancia de las manifestaciones. [3] En octubre del 2000, por ejemplo, tras los choques de los socialistas con la seguridad del estado en los que se incendiaron furgones policiales en manifestaciones a favor de los palestinos, los Hermanos salieron denunciando el “sabotaje socialista”. Otras veces, los estudiantes islamistas trataron de impedir físicamente a otros estudiantes el salir fuera de las puertas de los campus.

La cada vez más radicalizada escena política creó el escenario para que interviniera la izquierda, pero además generó presión sobre los líderes de la Hermandad Musulmana por parte de las bases de la organización. Los activistas de izquierda entonces en las universidades reclaman que se “nombre y avergüence” a los activistas de la Hermandad en los campus por su falta de participación en las masivas protestas. A principios de abril de 2002, justo a continuación de la campaña contra los alzamientos en favor de Palestina liderados por la izquierda, miembros de los Hermanos Musulmanes comenzaron a participar en eventos organizados por el Comité Popular Egipcio para la Solidaridad con la intifada Palestina. “Representantes sindicales de la Hermandad Musulmana empezaron a aparecer en nuestros mítines”, dice Ahmad Sayf, director del Centro de Leyes Hisham Mubarak, que había estado albergando las reuniones del comité. “No tenían otra elección, ya que hubieran podido perder credibilidad entre su electorado si no hubieran dado este giro”. Aún así solo enviaron a sus representantes [normalmente ‘Isam al-‘Iryan o ‘Abd al-Mun‘im Abu al-Futouh, los dirigentes mayores más populares entre la juventud islamista] evitando la movilización masiva. Lo más importante, continúa Sayf, era que “la Hermandad se doblegaba ante la presión de sus juventudes, descontentas con la complacencia hacia las autoridades”. El 5 de abril de 2002 un grupo de jóvenes Hermanos Musulmanes publicaron una carta abierta al Guía Supremo Mustafa Mashhour en el periódico Londinense al-Hayat en la que se cuestionaba la aquiescencia del grupo en la anticampaña de los servicios de seguridad y en la que se exigía una mayor implicación en el movimiento de solidaridad con Palestina. Sayf concluye: “La alternativa era aproximarse a los radicales de la oposición, dado que la oposición legal, representada por Tagammu‘, Wafd y los Nasseristas era demasiado hostil. Por otra parte, los radicales en la oposición, estaban felices de conseguir cualquier ayuda con que los Hermanos desearan contribuir”.

Al principio los Hermanos Musulmanes se aproximaron a los miembros Socialistas Revolucionarios, reconociéndolos como la “menos hostil” entre las facciones izquierdistas, para dar a entender que los islamistas colaboraban con la izquierda en los movimientos pro-intifada y anti-guerra. La jugada disparó un debate entre los círculos izquierdistas. Simpatizantes del Partido Comunista Egipcio, el Partido Socialista Popular, miembros de la burocracia del Tagammu‘ y una parte de las organizaciones de derechos humanos rechazaron cualquier forma de coordinación con los islamistas, aunque hicieron una excepción con el Partido Laborista de Magdi Hussein, cuya forma de islamismo se reconoce de algún modo como “de línea izquierdista”. La escena habitual en semejantes manifestaciones era que la multitud se dividiera en dos círculos, uno dirigido por izquierdistas y Nasseristas coreando eslóganes de izquierdas, y otro dirigido por los simpatizantes del Partido Laborista coreando eslóganes islámicos. Por otra parte, los Socialistas Revolucionarios, presionaban por una colaboración más estrecha, apoyados por los activistas pro-derechos humanos del ala izquierda como los miembros del Centro de Leyes Hisham Mubarak y el Centro Nadeem por la Rehabilitación de las Víctimas de Violencia.

“Espíritu de Hermandad"

En 2003 y 2004, La Hermandad Musulmana se adhirió a su política de no-confrontación. Mientras los Hermanos seguían enviando representantes a las manifestaciones pro-Palestina y anti-guerra, la actividad principal de la organización eran las obras de caridad, y mostrarse dentro de los límites impuestos por el régimen, en completa coordinación con los servicios de seguridad. El régimen usaba al grupo como válvula de seguridad para la disidencia durante las primeras fases de la guerra en curso en Irak, permitiendo a los Hermanos tomar parte en las concentraciones patrocinadas por el gobierno en el Estadio de El Cairo, así como en las provincias. Mientras tanto, el izquierdista comité de solidaridad con Palestina se convirtió en un movimiento anti-guerra, convocando pequeñas acciones callejeras, que desembocaron en cargas policiales en el centro de El Cairo los días 19 y 20 de marzo de 2003. El verano siguiente un activista de los hermanos musulmanes de grado medio se refirió a la creciente frustración entre las bases y sus líderes “dejándole la calle vacía a los izquierdistas". Cuando entró Kifaya en escena parte de la juventud de la Hermandad quiso seguir el ejemplo.

El movimiento anti-guerra, sucesor del movimiento pro-intifada, evolucionó nuevamente a finales de 2004 en un movimiento anti-Mubarak, compuesto por dos organizaciones. Una era Kifaya (el Movimiento Egipcio por el Cambio), una coalición hecha principalmente de miembros de la escindida facción nasserista, Karama, indivíduos del liberal Partido al-Ghad, figuras del Partido Comunista Egipcio y veteranos del movimiento estudiantil de los 70. El otro ala era la Campaña Popular por el Cambio, que era más marxista en su composición, e incluía a los Socialistas Revolucionarios, activistas pro-derechos humanos del ala izquierda e izquierdistas independientes. Ambas organizaciones se unieron más o menos en los meses que siguieron. Las acciones de calle de Kifaya, en ocasiones teatrales y quijotescas, atrajeron la atención pública y ayudaron a romper tabús en la vida de Egipto desafiando directamente y sin eufemismos al presidente y su familia.

Poco después de una serie de manifestaciones de Kifaya, un grupo de activistas de la Hermandad Musulmana, en especial ‘Ali ‘Abd al-Fattah de Alejandría, mantuvo conversaciones con los Socialistas Revolucionarios e izquierdistas independientes, lo que resultó en el lanzamiento de la Alianza Nacional por el Cambio en junio de 2005. La alianza era táctica y se centró en una plataforma anti-Mubarak, haciendo énfasis en la vigilancia contra las intenciones del aparato electoral en el año de las elecciones parlamentarias y presidenciales. Los frutos de esta alianza no alteraron radicalmente la escena política sobre el terreno. Tras anunciar su intención de llevar a cabo una manifestación conjunta con la izquierda en ‘Abdin Square en julio de 2005, los Hermanos Musulmanes decidieron mostrarse, citando presiones de la seguridad. Se organizaron dos manifestaciones conjuntas más frente al Sindicato de Abogados. La primera fue caótica, y la segunda estuvo mejor organizada, con un consenso en cuanto a eslóganes y pancartas. Desde las elecciones parlamentarias en el invierno de 2005, la alianza se mantuvo al margen de las calles, pero se mantuvo en su sitio en cuanto a coordinación y a los mecanismos de resolución de problemas donde quiera que surgiera fricción en los puestos de trabajo.

El acercamiento entre los islamistas y la izquierda continuó cuando los estudiantes de la Tendencia Revolucionaria Socialista, los Hermanos Musulmanes y algunos independientes formaron la Unión Libre de Estudiantes (F.S.U.) en noviembre de 2005 con la intención de actuar como una organización paralela con las uniones de estudiantes dominadas por el gobierno. El FSU se centró en las Universidades de Helwan y de El Cairo con una minúscula presencia de otras pocas universidades, incluyendo ‘Ayn Shams. Siguiendo el aparato de las elecciones de la unión de estudiantes, la Hermandad usó su peso en la FSU, autorizando nuevas ramas en universidades como las de al-Azhar, Mansoura y Alejandria. Pese a que el FSU está lejos aún de llevar a cabo las ambiciones de sus organizadores –nada menos que una unión de estudiantes con raíces a nivel nacional- los lugares en los que opera el FSU han sido testigo de otro gran avance en las relaciones entre los Hermanos y la izquierda radical. Mustafa Muhi al-Din, un activista socialista de la Universidad de Helwan, describe las relaciones con los Hermanos en los campus como amistosas. “Nos invitan a sus eventos y muestran interés por nuestras actividades. Tal vez esta unión no sea sólida aún, pero hay un lugar para las actividades. Podemos ser activos y extender nuestro mensaje, ocupándonos de la seguridad del estado pero no así del acoso de la Hermandad y en ocasiones nos tienden una mano. Igual que hacemos nosotros. Esto facilita las cosas”. ‘Abd al-‘Aziz Mugahid, activista de la Hermandad y presidente del FSU en la Universidad de Helwan, habla con entusiasmo del “espíritu de hermandad” en el campus. “Los socialistas intervinieron para ayudarnos en las manifestaciones de solidaridad con nuestras hermanas que habían sido expulsadas de las residencias por usar el niqab, y se alzaron en nuestro favor cuando la administración expulsó a más de 400 estudiantes por razones de seguridad. Estas actividades conjuntas no eran antes frecuentes”.

Cambio generacional

La espina dorsal de las acciones de solidaridad con la intifada palestina han sido estudiantes de alrededor de la veintena. Como vírgenes políticamente hablando, no arrastraban el lastre de las históricas luchas entre izquierdistas e islamistas, y entre facciones de la izquierda. [4]

Mientras tanto, el perfil de la media de los jóvenes activistas de la Hermandad Musulmana había sufrido su propia transformación, dando lugar a que un considerable número de jóvenes de la Hermandad se abriese a la coordinación con grupos laicos. “El talante de la Hermandad ha cambiado”, dice Husam Tammam, autor de un libro reciente sobre la organización. [5] “Han sido asimilados socialmente. Hoy en día no son necesariamente hijos de los cinturones de pobreza y de la marginalidad”. La entrada decisiva de la Hermandad en la política electoral “llegó a expensas de su identidad, forzándoles a ser más pragmáticos”, añade Tammam. “Así que olvidémonos del estado islámico, del califato y todo eso. Cuanto más iban los Hermanos entrando a la arena política, más se han integrado, y más han tratado de operar de acuerdo con las reglas del escenario”. Tammam continúa: “Los hermanos han cambiado en su relación con el arte, la sociedad y su visión. Esto puede verse bien entre la juventud [de los Hermanos]. La juventud votó por [el candidato del Ghad] Ayman Tour. Esto no fue una orden central de los líderes del grupo. Cuando se dejó a la juventud sin órdenes, no siguieron necesariamente la línea principal del grupo. Bajo mi punto de vista, el último evento reseñable sostenido por los Hermanos, antes de que tomaran la calle, fue un acto organizado por los estudiantes de la Hermandad llamado el día de Mahoma que tuvo lugar en el día de San Valentín. La juventud islamista pensó, ¿Cómo podemos amar pero de un modo correcto? Si comparamos esto con el comportamiento de la juventud islamista en 1985, es completamente diferente. En aquel entonces todos ellos pensaban en como establecer el estado islámico y resucitar el califato. Habrían visto el día de San Valentín como una pérdida de tiempo. La juventud de hoy, sin embargo no adopta una consideración tan agresiva”.

De las observaciones de Tammam se han hecho eco los izquierdistas que compartieron celdas de prisión con los jóvenes Hermanos durante la anticampaña de la primavera de 2006 sobre el movimiento de solidaridad con los jueces egipcios que sacaron a la luz el fraude y la intimidación de los votantes en las elecciones de 2005. En la crónica de su encuentro con los detenidos de la Hermandad Musulmana, el izquierdista laico independiente ‘Ala’ Sayf escribió: “Eran de esa raza de islamistas que leen los blogs, ven al-Jazeera, cantan canciones sha‘bi (populares), hablan de intensa historias de amor y corean ‘abajo Mubarak’. Y al ser jóvenes, la mayoría de ellos no habían tenido anteriores experiencias en la prisión. Esperando saber si les darían una pena de 15 ó 45 días por principiantes, esperando a saber si serían enviados a una carcel sencillamente horrible o bien demasiado horrible, y en mitad de todo esto nos llegó la noticia de que me podrían liberar al día siguiente”. Y con la noticia de su liberación, ¡De repente, pasaron de ser solo Hermanos a ser camaradas! Me abrazaron, me aplaudieron, estrecharon mi mano, rieron y estaban verdaderamente felices por mi liberación… Cuando estamos hablando de los 22 a los que se liberó aquella semana, y no digo 22 liberados de entre 30, eran 22 de 600… afrontando los mismos cargos y combatiendo a los mismos tiranos”. La web oficial de los Hermanos Musulmanes invitó a ‘Ala’ Sayf a escribir un mensaje a los jóvenes de la Hermandad. El 24 de julio les escribió, haciéndoles un llamamiento a ser “más emprendedores”, y abogando por una mayor acción militante de calle.

Hoy día, la mayoría de las facciones de la izquierda siguen siendo contrarias (o expresan recelo a este respecto) a acciones conjuntas con los islamistas, sobre todo la recientemente desarrollada Izquierda Democrática (una tendencia reformista centrada en torno a la revista al-Busla), el Partido Comunista Egipcio, el Partido Socialista Popular y una parte de la comunidad por los derechos humanos. Pero los Hermanos y los camaradas que trabajarán con ellos siguen comprometidos en la construcción de una mutua confianza. El liderazgo de los Hermanos Musulmanes es firmemente gradualista y sigue mirando siempre por los compromisos con el régimen. Esta actitud podría impedir un mayor acercamiento con la izquierda radical, a menos que la base de jóvenes de la Hermandad alcance una mayor voz acerca de cuándo, y cómo, su poderosa organización se conduzca a sí misma.

Notas finales

[1] Los historiadores de izquierdas dividen la historia del comunismo egipcio en “oleadas”. La primera empezó en 1919 con la fundación del Partido Socialista Egipcio, que se transformó más adelante en el Partido Comunista Egipcio, solo para ser destruido por las anticampañas del gobierno de Wafd en 1924. La segunda ola empezó a finales de los años 30 con la formación de círculos de estudio comunista que evolucionaron en varias organizaciones y facciones, con breves periodos de unidad; terminó con la disolución del Partido Comunista en 1965. La tercera ola comenzó en 1968 con el resurgir de los movimientos de trabajadores y estudiantes, sufrió una derrota que acabó con ella en 1977 y muriço oficialmente econ el colapso de la Unión Soviética en1991. La (actual) cuarta ola comenzó en 1995, con el lanzamiento de la Tendencia Socialista Revolucionaria.

[2] El eslogan fue acuñado por Chris Harman, un teorista de la Tendencia Socialista Revolucionaria con base en Gran Bretaña, en su libro, El profeta y el proletariado, accesible en Internet a través de la dirección http://www.marxists.de/religion/harman/index.htm. El libro fue traducido al árabe, y ampliamente difundido por los Socialistas Revolucionarios en 1997.

[3] Ver “Políticas de calle” de Hossam el-Hamalawy, Cairo Times, 26 de septiembre de 2002; y “La Posguerra en Oriente Medio”, de Hossam el-Hamalawy, Islam Online, 30 de abril de 2003.

[4] El-Hamalawy, “Políticas de calle”.

[5] Husam Tammam, Tahawwulat al-Ikhwan al-Muslimin (El Cairo: Madbouli, 2005).

Hossam El-Hamalawy es periodista en El Cairo y blogger.
fuerza irrefrenable que en su avance aplasta o destruye todo lo que se interponga en su camino

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Juggernaut
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Re: Islamofobia

Mensaje por Juggernaut » 28 Jun 2010, 19:26

Edito: pongo estos textos para desmantelar lo de "monolítico", tal enjambre no puede ser un fuenteovejuna :D

Islam político, antiimperialismo y marxismo
Lunes 16 de julio de 2007 por CEPRID

Claudia Cinatti Revista Herramienta/CEPRID 16 -VII -07

"Así, la crítica de los cielos se transforma en crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica de la ley, y la crítica de la teología en la crítica de la política" Karl Marx, Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel

Fundamentalismos y "choque de civilizaciones"

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 el gobierno de Bush agitó el fantasma del "fundamentalismo islámico" como la nueva amenaza contra el "mundo libre" en general y los valores norteamericanos en particular que vendría a reemplazar al "imperio del mal" soviético. Con este discurso buscaba justificar la "guerra contra el terrorismo", una ofensiva política y militar cuyo objetivo era recomponer la hegemonía norteamericana empezando por "rediseñar" el mapa del Medio Oriente.

Esta retórica colonialista hacía ver en cada musulmán un "terrorista en potencia". Bush popularizó el término "islamofascismo" con el objetivo de definir al amplio espectro del islamismo militante como los sucesores de los "totalitarismos" del siglo XX. Como resultado de esta "islamofobia" aumentó considerablemente la discriminación y el racismo contra las comunidades árabes y musulmanas en los países centrales.

Ante todo, cabe aclarar que el término "fundamentalista" es ajeno al mundo musulmán. Su origen se remonta a la corriente de teólogos norteamericanos de principios del siglo XX cuyos artículos fueron reunidos en un libro, conocido como The Fundamentals, (del mismo modo el término "integrismo" usado en Francia para referirse al islamismo radical se refiere a un movimiento similar dentro de la Iglesia Católica) que se centraban en la crítica al liberalismo político y a los protestantes, pretendiendo rescatar la letra de la Biblia.[1] Durante la Guerra Fría, este "fundamentalismo" devino la corriente de expresión ideológica de los sectores más reaccionarios de la política norteamericana, caracterizada por un anticomunismo rabioso.

La administración Bush creó un monstruo a la medida de su política guerrerista, una fuerza que venía de un mundo ignoto para la mayoría de los "occidentales", recurriendo a la seudo tesis del "choque de civilizaciones", fabricada a comienzos de la década de los ’90 por Bernard Lewis, historiador británico devenido gurú de los neoconservadores, y popularizada por Samuel Huntington.

No requiere mucho esfuerzo intelectual demostrar que la argumentación de Lewis es absolutamente ideológica e interesada. Uno de sus objetivos es demostrar que el profundo antinorteamericanismo que caracteriza a las sociedades musulmanas, no responde a la política imperialista y proisraelí de Estados Unidos, ni al sostén a gobiernos árabes despóticos y dictatoriales, sino que constituye una reacción contra una humillación ancestral que lleva a rechazar la civilización occidental como tal, no lo que hace sino lo que es, y los principios y valores que practica y profesa", según estas definiciones, Lewis concluye que "estamos enfrentando un estado de ánimo y un movimiento que trasciende de lejos el nivel de las políticas y los gobiernos que las llevan adelante. Esto no es ni más ni menos que un choque de civilizaciones -la reacción probablemente irracional pero seguramente histórica de un rival ancestral de nuestra herencia judeo-cristiana, nuestro presente secular y la expansión a todo el mundo de ambos."[2]

Esta maniobra seudo científica fue expuesta, entre otros, por Edward Said en su libro Orientalismo en el que discute cómo esta "disciplina" de los expertos occidentales en el mundo musulmán reproduce los prejuicios coloniales y, a menudo, está al servicio de los intereses de las distintas potencias que sucesivamente han ocupado parte de Medio Oriente[3]. Esto es más que evidente desde el momento en que ni Lewis ni ningún "orientalista" considera que el sionismo forma parte del espectro mesiánico y religioso, justificando no sólo la existencia sino la política terrorista del estado de Israel, cuyas bases son absolutamente confesionales y racistas.

En su famoso artículo "The Clash of Civilizations?" Huntington describe en los mismos términos de "identidad cultural" los enemigos de Estados Unidos luego del colapso de la Unión Soviética. Huntington reconoce "siete, quizás ocho" civilizaciones actuales -occidental, confuciana, japonesa, islámica, hindú, eslava-ortodoxa, latinoamericana y "posiblemente una civilización africana" (sic). No casualmente en la "civilización occidental" están agrupados los principales aliados de Estados Unidos: Europa occidental y el Estado de Israel. La hipótesis de Huntington es que "la fuente fundamental de conflictos en este nuevo mundo no será ideológica o económica. Las grandes divisiones de la humanidad y la fuente dominante de conflicto será cultural. (…) El choque de civilizaciones será la línea de batalla del futuro". Luego de exponer in extenso sus ideas colonialistas, llega a la conclusión que, si bien todas las "civilizaciones" se oponen parcialmente a occidente, hay dos que son verdaderamente antagónicas con respecto a éste: la confuciana, es decir China, y la islámica. Frente a este escenario, la recomendación de Huntington para los gobiernos norteamericanos para los "conflictos culturales" por venir es tratar de mantener la hegemonía dentro de la occidente y civilizaciones afines como América latina, contener a Rusia y Japón, mantener la superioridad militar y explotar los conflictos potenciales entre los estados islámicos y confucianos. Para lograr estos fines "civilizatorios", será preciso que "occidente mantenga el poder económico y militar necesario para proteger sus intereses en relación con esas civilizaciones" [4]. Cualquier semejanza con los objetivos del "nuevo siglo americano" y los fundamentos neoconservadores para la aventura guerrerista en Irak, no es pura coincidencia, es la puesta en práctica de una estrategia que un sector de la elite norteamericana venía planificando mucho antes de los atentados del 11S y de que el "mal" tomara el rostro de Osama bin Laden.

Pero esta política está fracasando. El Irak pos-Hussein que estaba destinado a ser un "modelo" para la "democratización" del mundo árabe y musulmán, se ha transformado en un infierno para las tropas de ocupación, debilitando cualitativamente al gobierno de Bush. La "civilización" occidental mostró una vez más su barbarie en las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo, en las torturas y asesinatos, en los cientos de miles de civiles muertos en Afganistán e Irak por "bombas inteligentes", como antes lo había hecho tirando la bomba atómica o financiando dictaduras genocidas.

Política y religión en el siglo XXI

Una década y media atrás el investigador francés G. Kepel publicaba, bajo el sugerente título La revancha de Dios, un estudio sobre el retorno del uso político de la religión desde mediados de los ’70. Según su tesis, este fenómeno abarca al catolicismo, al cristianismo, al judaísmo y al islam.

Lejos de la versión urdida en las usinas ideológicas del Departamento de Estado norteamericano, la invocación de valores religiosos como justificación de la política de los últimos 30 años no es privativa del Medio Oriente ni del mundo musulmán, sino que tiene a Estados Unidos como uno de sus precursores. El punto de inflexión quizá lo constituya el acceso a la presidencia en 1980 de Ronald Reagan con el apoyo de una masa de electores evangélicos o fundamentalistas, seguidores de las consignas de organismos político-religiosos como la Mayoría Moral, creado en 1979, que se propone hacer de un país en crisis, debilitado por una inflación de dos dígitos y humillado por el secuestro de su personal diplomático en Teherán, una nueva Jerusalén.[5]

Del mismo modo la Iglesia Católica encontraba en el cardenal polaco Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II, un "mensajero" de la propaganda procapitalista en países de Europa del Este como Polonia, a la caída del muro de Berlín. Y en Israel, un estado racista y religioso, resurgían a la actividad corrientes sionistas confesionales ligadas a la ocupación de los territorios bajo la forma de expansión colonial de asentamientos que buscaban reestablecer el "Gran Israel" que según la Biblia, Dios prometió a los judíos como "pueblo elegido".

Esta instrumentación política de la religión -independientemente de cuál de ellas se trate- tradicionalmente ha sido una estrategia de sectores de las clases dominantes para mantener sometidas a las poblaciones: Arabia Saudita, Israel en sus extremos, España bajo el Partido Popular, Italia y su movimiento "Comunión y Liberación", las presidencias norteamericanas, preferentemente republicanas como la de Reagan y George Bush (h).[6]

Durante la década de los ’90 varios investigadores occidentales del mundo musulmán coincidían en señalar una "reislamización" de la esfera política luego de las décadas de hegemonía del nacionalismo laico, pero anunciaban la crisis terminal de las tendencias más extremas del islamismo, tensionadas entre las derrotas sufridas en los intentos de extender la jihad a otros territorios como Bosnia, Kosovo y Argelia, y la creciente represión estatal a la que estaban sometidas. Pronosticaban un fortalecimiento de los sectores "moderados" del establishment político-religioso que llevarían a la instalación de regímenes más afines a los intereses de occidente.[7]

Sin embargo, la realidad ha desmentido estas tesis "normalizadoras" del Medio Oriente, aunque no por razones religiosas. Desde los atentados contra las torres gemelas en 2001, pasando por la resistencia iraquí, la victoria electoral de Hamas en las elecciones legislativas palestinas en enero de 2006, hasta el triunfo político de Hezbolá en su resistencia contra Israel en la breve guerra del Líbano de julio-agosto de 2006, el llamado "islamismo radical" se ha instalado en la escena mundial como el principal antagonista a la política norteamericana y sus aliados como el Estado de Israel, empleando métodos de acción que en algunos casos emulan a las guerrillas de los años ’70. El peso de la "amenaza islamista" en los discursos de los gobiernos y de los medios imperialistas aumenta a medida que la acción de estos movimientos no se limita al Medio Oriente y los países musulmanes y se ha extendido sobre todo a los países europeos que fueron o son aliados de Estados Unidos en la guerra contra Irak. Tanto en los atentados de Madrid como en los subterráneos de Londres, habrían participado jóvenes hijos o nietos de inmigrantes procedentes de países árabes o musulmanes. Y hay que tener en cuenta que en Francia la comunidad musulmana es de alrededor de 5 millones, en Gran Bretaña viven 2 millones de musulmanes, y que en ambos casos, tomados de conjunto, constituyen los sectores más empobrecidos de la población.[8]

¿Es posible la radicalización política de organizaciones islamistas? Algunos elementos históricos para responder

El ascenso del islamismo político ha reabierto un debate al interior de la intelectualidad y también de la izquierda marxista partidaria, en particular en Europa y en los mismos países del mundo árabe y musulmán, sobre la posibilidad teórica y la probabilidad histórica de que sectores provenientes de las filas del islamismo militante radicalicen sus posiciones acercándose al marxismo.

En un artículo reciente[9], Samir Amin construye una definición categórica del fenómeno del islamismo político -en el que incluye desde la monarquía saudita a organizaciones populares- en la que prácticamente está excluida esta posibilidad. Una serie de consideraciones confluyen en esta definición, a saber: 1) el islamismo político no es comparable con el surgimiento de la "teología de la liberación" como tendencia de izquierda del catolicismo de América latina, dado que no predicaría la "emancipación" sino la sumisión; 2) como ideología es completamente reaccionaria, plantea un retorno imposible al pasado, más precisamente a la época en que el islam no había sido sometido al capitalismo occidental. Esta imposibilidad explicaría que los partidos islamistas no tengan un programa político concreto; 3) es complementario del neoliberalismo, por esto, junto con el establecimiento de una autocracia política, los partidos islamistas constituyen el mejor instrumento de dominio de la "burguesía compradora", es decir, de aquel estrato social compuesto de comerciantes o rentistas que sirven a los intereses ya sea de un ocupante colonial o de las potencias neocolonialistas; 4) por último, como sucede con el catolicismo, el discurso religioso está al servicio de legitimar el ejercicio del poder político. Con el objetivo de tomar el poder del estado en beneficio de este sector burgués, existe según Amin una división del trabajo entre las asociaciones "moderadas", como los Hermanos Musulmanes, que se infiltran en el estado, y los grupos clandestinos que recurren a las acciones violentas de tipo terrorista.

Coincidimos con Amin en que estos elementos apuntan a caracterizar al islamismo como movimiento religioso, que (tal como ocurre con el cristianismo, el catolicismo y el judaísmo) está al servicio de las clases dominantes.[10] En términos generales, el islamismo político, al igual que antes el nacionalismo burgués, busca conciliar las diferencias de clase que desgarran a las sociedades capitalistas musulmanas, ya sea a través de la "unidad de la nación árabe" o por medio de la "comunidad de los creyentes". Esta ideología policlasista con la que se combate al marxismo está al servicio de los intereses de las burguesías locales que a través de un discurso unificador, buscan evitar que los trabajadores y los oprimidos desarrollen una política independiente. Sin embargo, como plantea F. Halliday, es un error hablar del islam como si fuera un movimiento o una ideología homogénea, o como si pudiera ser tratada como una fuerza social autónoma. Como creencia religiosa, el islam tiene algunas características homogéneas, pero como movimiento político y social es diverso, variando en cada país en su contexto social y significación política[11] .

Su estudio concreto sólo puede partir, desde un punto de vista marxista, del precepto metodológico más general de que las ideologías, incluidas las religiosas, tienen un desarrollo relativamente autónomo, pero no pueden independizar absolutamente su existencia de la realidad material en la que surgen y actúan, es decir, las relaciones sociales, los intereses de clase o sectores de clase que mayormente defienden, la relación con las clases explotadoras nacionales o regionales y la relación con las potencias dominantes. En distintos países y en distintos momentos sus principales organizaciones han jugado diferentes roles. Mientras que algunas, como los Hermanos Musulmanes en Egipto o Argelia o los voluntarios islamistas en Afganistán en general han sido instrumentadas para fines reaccionarios -esencialmente por el imperialismo o por los estados de origen para combatir a la izquierda marxista-, en procesos revolucionarios o de conflictos agudos algunas organizaciones islamistas se han radicalizado, llegando a expresar en su seno las aspiraciones de cambios revolucionarios, rompiendo con su carácter confesional.

La revolución iraní ha mostrado el desarrollo de distintas variantes políticas tanto laicas como de procedencia islamista, pues además de los grupos afines al khomeinismo y a la burguesía liberal, en el curso del proceso revolucionario intervinieron un abanico de grupos de izquierda, desde el Tudeh stalinista, pasando por el llamado "islamo-marxismo" hasta grupos trotskistas[12].

La revolución iraní

El ejemplo histórico más ilustrativo de lo que planteamos en el apartado anterior es el derrotero político de los Mujaidines del Pueblo en la revolución iraní. Ellos tenían origen en el ala islamista del Frente Nacional, en particular en el Movimiento para la Libertad de Irán, dirigido desde 1961 por Bazargan (nombrado por Khomeini primer ministro del gobierno provisional a la caída del sha) y el ayatollah Taleqani (a diferencia de los Fedaiyines que eran casi todos marxistas que habían roto con el Tudeh o con el Frente Nacional). Los mujaidines estaban compuestos mayormente por hijos de bazaríes y ulemas, tenían muchas mujeres en sus filas e influían principalmente al movimiento estudiantil y secundariamente a sectores de trabajadores, aunque la clase obrera tendía a simpatizar con el Tudeh o con los fedaiyines.

Ideológicamente los mujaidines seguían a Ali Shariati, un sociólogo laico exiliado en Francia durante el régimen del sha. Shariati concilió una particular interpretación del Corán y del shiismo con las ideas del populismo tercermundista, incorporando elementos de teóricos anticolonialista como Frantz Fanon, en los que busca una posición intermedia entre el capitalismo occidental y el marxismo. Sostenía que la lucha de liberación nacional no podía ignorar los factores culturales y religiosos, que hacen a la identidad de un pueblo. De esa forma introdujo una versión islamista de la "teología de la liberación", en la que se combinaba el elemento religioso que fundamentaba una identidad iraní islámica, con otros elementos que hacían a la nación iraní.

Al igual que los fedaiyines, los mujaidines se habían lazando a actividades guerrilleras, lo que para mediados de los ’70 les había hecho perder muchos militantes y combatientes a manos de la represión de la Savak y el ejército del sha. Con la dinámica revolucionaria un sector de los mujaidines se radicalizó y comenzó a acercarse al marxismo[13], hasta que en 1975 la mayoría de sus dirigentes votó declarar "marxista leninista" a la organización. En una carta, el hijo del ayatollah Taleqani le explica del siguiente modo a su padre este giro radical de los mujaidines: para organizar a la clase trabajadora, tenemos que rechazar el islam, rechazar la religión para aceptar la principal fuerza dinámica de la historia: la de la lucha de clases. Por descontado, el islam puede jugar un papel progresivo, especialmente a la hora de movilizar a los intelectuales contra el imperialismo. Pero es sólo el marxismo lo que proporciona un análisis científico de la sociedad y se centra en las clases explotadoras para su liberación"[14].

Esta transformación del ala radical de los mujaidines en una organización marxista, de tendencia maoísta, provocó una crisis interna y la ruptura violenta de los sectores más conservadores de la organización. De modo que cuando comenzaron las acciones revolucionarias en 1977 había dos mujaidines: los islamistas, que tenían peso en los sectores estudiantiles y los marxistas que se habían volcado a la clase obrera y donde militaba la tendencia maoísta Peykar.

La evolución del ala izquierda de los mujaidines (del islamismo a un cierto marxismo, aunque populista y maoísta), muestra que el fundamento religioso, cuando se abren procesos revolucionarios, no es un absoluto que en forma abstracta descarte toda posibilidad de radicalización política[15]. Esto es así porque los conflictos que abren la dinámica revolución-contrarrevolución tienen sus raíces no en la ideología, es decir, en la falsa conciencia con la que se conciben en un primer momento los actores sociales (religiosa o no), sino en las contradicciones generadas en las relaciones sociales de producción y en la dominación política de las clases explotadoras.

A la vez, el derrotero político de los mujaidines dejó en evidencia las consecuencias desastrosas para el movimiento de masas de la estrategia populista de colaboración de clases. En 1981 los mujaidines se declararon en guerra contra el régimen de Khomeini y antes de ser aplastados realizaron varias acciones armadas en un momento en que la teocracia estaba consolidando su poder interno alrededor de la guerra contra Irak. La represión contra los mujaidines fue brutal. Terminaron exiliándose en Francia donde se aliaron con la oposición liberal al régimen teocrático. De ser uno de los factores clave en la derrota militar de los sectores del ejército que aún se mantenían leales al sha en las jornadas del 10 y 11 de febrero de 1979, los mujaidines del pueblo terminaron estableciendo una relación de utilización mutua con Estados Unidos y Francia, asumiendo una posición abiertamente proimperialista[16]. Durante la guerra fratricida entre Irán e Irak los mujaidines combatieron del lado de Irak en contra de Irán, esperando que la guerra haga colapsar a la República Islámica, coincidiendo con la política de Estados Unidos. En el actual enfrentamiento entre Irán y Estados Unidos, su principal dirigente, Maryam Rajavi, aconseja aplicar sanciones económicas combinadas con una política de "revolución naranja" alentada por Estados Unidos y la Unión Europea[17].

El mecanismo por el cual el clero aniquiló a los opositores y terminó estableciendo un régimen fuertemente autoritario no es particularmente religioso o islámico, sino que como cualquier otro sector reaccionario en la historia que intenta frenar una revolución o apropiarse del poder del estado, recurrió al terror estatal y a la represión política y social. Indiscutiblemente la "moral religiosa" hizo brutal la opresión social, sobre todo pero no solamente contra las mujeres, restringiendo las libertades democráticas conquistadas con la caída del sha. La prueba está en que Khomeini necesitó más de dos años para estabilizar un régimen teocrático. La debilidad política de la clase obrera para plantear una alternativa para el conjunto de los oprimidos, la ausencia de una dirección revolucionaria en una situación en la que los grupos de izquierda existentes, en particular el Tudeh prosoviético, profesaban la colaboración de clases y el populismo político, y la hostilidad imperialista, -no el carácter "medieval" o "irracional" de Khomeini o el "islamofascismo"-, son algunos de los elementos que explican la paradoja de la revolución iraní.

Hamas y Hezbolá. El populismo islamista

Amin señala en su artículo la relación entre los fines ideológicos reaccionarios de los islamistas y la falta de un programa político concreto. Efectivamente este parece ser el caso de Al Qaeda, que expresa sus ambiciones políticas en un lenguaje religioso mesiánico, un opuesto discursivo especular del "choque de civilizaciones", que pregona desde el islamismo la lucha global contra "occidente" como "tierra de la impiedad".

Pero la generalización de estas características lleva a conclusiones incorrectas cuando se las aplica a ciertas organizaciones islamistas que dirigen movimientos nacionales.

Daremos dos breves ejemplos. En enero de 2006, luego de su triunfo resonante en las elecciones legislativas, Hamas presentó al parlamento palestino un programa de gobierno de 39 puntos que en líneas generales podría ser evaluado como un programa reformista desde el punto de vista social y nacionalista burgués en cuanto al conflicto palestino. Entre otros puntos incluye:

El fin de la ocupación y los asentamientos, la demolición del muro del apartheid y la construcción de un estado palestino independiente y con plena soberanía con al Quds (Jerusalén) como su capital. Derecho al retorno de todos los refugiados expulsados por el estado de Israel. Reconocimiento de la resistencia en sus distintas formas como un derecho legítimo del pueblo palestino para poner fin a la ocupación y recuperar los derechos nacionales. Mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y alentar la solidaridad social, expandir la red de salud y educación y desarrollar servicios para la población.

En este programa ni siquiera se mencionaba el establecimiento de un estado islámico basado en la sharia aunque, como sabemos, el objetivo último de esta organización (fundar en el territorio histórico palestino un estado confesional) tiene un carácter reaccionario y es incapaz de darle una salida progresiva a las justas aspiraciones nacionales del pueblo palestino.

En el caso de Hezbolá, su programa original se publicó en febrero de 1985. Allí se definía a la organización como "ni capitalista ni comunista". Sus ejes centrales son: 1) la reivindicación de la relación con Irán, reconociendo a Khomeini como jefe espiritual[18]; 2) la pelea por el establecimiento de un estado islámico regido por la sharia, aunque teniendo en cuenta el carácter multiconfesional del Líbano, este objetivo máximo sólo podría ser alcanzado por consenso y no por la fuerza; 3) la definición de los principales enemigos: Estados Unidos y sus aliados, el estado de Israel y las falanges libanesas; 4) los objetivos nacionales de la organización: expulsar a los norteamericanos, los franceses y sus aliados poniendo fin a la empresa colonialista, someter a juicio a las falanges, permitir que se elija libremente el tipo de gobierno, aunque Hezbolá se declara partidario de un régimen islámico como única alternativa para detener la injerencia imperialista. En líneas generales Hezbolá combina nacionalismo e islamismo, lo que se expresa en un discurso antiimperialista y tercermundista con el aditamento religioso siguiendo el ejemplo de Irán que financia y entrena en gran medida a sus milicias.

Posteriormente la reivindicación del estado islámico fue pasando a un plano más estratégico y reemplazada por el concepto de "estado humanista" concebido como una suerte de estado asistencialista sin base confesional, de ahí el desarrollo de sus amplias redes sociales. Esto no implica de ninguna manera que haya cambiado el carácter religioso de la organización, que actualmente sigue de manera oficial al gran ayatollah iraní Ali Khamenei[19].

Hezbolá comenzó a participar en el sistema electoral en 1992, obtuvo cargos parlamentarios, ingresó al gobierno de Siniora en abril de 2006 y se retiró del mismo en noviembre, luego de la guerra contra Israel. El discurso político de la organización expresa claramente su carácter populista, similar a otras corrientes o líderes nacionalistas, que basa su estrategia en la "unidad nacional" -que sólo puede ser burguesa-, contra el imperialismo norteamericano y el estado de Israel, dejando completamente de lado los antagonismos de clase que dividen a la sociedad libanesa.

En ambos casos, la moral religiosa como valor absoluto y ley del estado, no sólo atenta contra libertades democráticas elementales manteniendo un instrumento de opresión social, sino que pretende ocultar que en las sociedades musulmanas existen, como en occidente, explotadores y explotados, y que la religión está al servicio de mantener el dominio de los primeros. Pero esto no impide levantar programas políticos concretos, que en ambos casos no difieren demasiado de otras tendencias populistas laicas de occidente.

Los marxistas y la religión

El marxismo tiene como base filosófica el materialismo dialéctico, que al decir de Lenin "hizo suyas plenamente las tradiciones históricas del materialismo del siglo XVIII en Francia y de Feuerbach (primera mitad del siglo XIX) en Alemania, del materialismo incondicionalmente ateo y decididamente hostil a toda religión."[20] Esta tradición materialista desenmascaró el carácter ilusorio y el rol ideológico de la religión, que si bien es creada por el hombre, transforma a éste en su creación. Para Marx, este hombre que crea el pensamiento religioso no es abstracto, sino que vive en una sociedad y un estado concreto, por lo tanto, la religión es producto de esas relaciones sociales y políticas históricamente concretas, es la "interpretación general de este mundo, su lógica en forma popular, su ‘point d’honneur’ espiritualista, su exaltación, su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal" [21]. Por esto mismo es para Marx el "opio del pueblo". En consecuencia, como plantea Lenin "el marxismo considera siempre que todas las religiones e iglesias modernas, todas y cada una de las organizaciones religiosas, son órganos de la reacción burguesa llamados a defender la explotación y a embrutecer a la clase obrera" [22].

Sin embargo, los marxistas no luchamos contra la religión desde una perspectiva anticlerical liberal, que le da un valor positivo absoluto a lo secular. Para un intelectual ilustrado la persistencia de las ideas religiosas en amplios sectores del movimiento de masas se explicará esencialmente por su ignorancia o su atraso. Para los marxistas en cambio,

la raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total frente a las fuerzas ciegas del capitalismo, que cada día, cada hora causa a los trabajadores sufrimientos y martirios mil veces más horrorosos y salvajes que cualquier acontecimiento extraordinario, como las guerras, los terremotos, etc. [23]

Porque la religión no es más que la visión invertida de la sociedad y surge de las relaciones sociales materiales, la lucha contra la religión no puede ser un combate ideológico y abstracto, sino que "hay que vincular esta lucha a la actividad práctica concreta del movimiento de clases, que tiende a eliminar las raíces sociales de la religión." [24]

Cuando tomaron el poder en 1917 los bolcheviques se enfrentaron con el problema práctico de sostener una alianza con los pueblos musulmanes oprimidos por la autocracia zarista en el que la cuestión nacional se presentaba bajo la forma religiosa. Como plantea el historiador E. Carr, el poder soviético pasó de tener una idea vaga de que se trataba de pueblos oprimidos que esperaban ser liberados de los mullahs, a sorprenderse al "descubrir que, si bien la influencia del islam sobre los pueblos nómadas y sobre algunas partes de Asia central era poco más que nominal, permanecía en cambio en otros sitios como una institución tenaz y vigorosa, que ofrecía una resistencia mucho más feroz que la de la Iglesia Ortodoxa a las nuevas creencias y prácticas. En las regiones en que era fuerte -notablemente en el norte del Cáucaso- la religión musulmana era una institución social, legal y política tanto como religiosa que regulaba el modo de la vida diaria de sus miembros casi en cada detalle. Los imanes y los mullahs eran jueces, legisladores, maestros e intelectuales, al mismo tiempo que jefes políticos y militares"[25].

El atraso de estas regiones remotas del ex imperio ruso no se debía a la religión de sus habitantes, sino a las relaciones sociales semifeudales que caracterizaban mayormente a las zonas campesinas-sean musulmanas u ortodoxas- del territorio.

El 24 de noviembre de 1917, el gobierno soviético emitió un llamado "A todos los obreros musulmanes de Rusia y el Este" donde planteaba

"Musulmanes de Rusia, tártaros del Volga y de Crimea, kirguises (es decir, kazajos) y sartos de Siberia y del Turkestán, turcos y tártaros de Tanscaucasia, chechenos y montañeses del Cáucaso y todos aquellos cuyas mezquitas y oratorios han sido destruidos, cuyas creencias y costumbres han sido atropelladas bajo la bota de los zares y de los opresores de Rusia. Desde ahora vuestras creencias y costumbres, vuestras instituciones nacionales y culturales son libres e inviolables. Organizad vuestra vida nacional en completa libertad. Tenéis el derecho de hacerlo. Sabed que vuestros derechos, como los de todos los pueblos de Rusia, están bajo la poderosa salvaguardia de la Revolución y sus organismos, los soviets de obreros, soldados y campesinos. Prestad vuestro apoyo a esta Revolución y a su gobierno. [26]"

Aunque la relación de la III Internacional con los pueblos musulmanes y sus líderes nacionalistas fue contradictoria (baste recordar el Congreso de Bakú de 1920), la política del gobierno soviético revolucionario hacia éstos sigue siendo un ejemplo de cómo la clase obrera puede ganarse como aliados a las masas populares oprimidas.

Indudablemente, la agudización de la lucha de clases en el Medio Oriente -esencialmente como lucha antimperialista y/o de liberación nacional- acompañado por el ascenso del islamismo militante, plantea una situación altamente contradictoria para los marxistas. Desde hace años existe una polarización en las filas de la izquierda, en particular de los grupos del trotskismo europeo, en torno a qué política plantear hacia esas organizaciones, dando lugar a dos posiciones que, en nuestra opinión, son equivocadas. Por un lado, están quienes dándole un valor absoluto al carácter reaccionario de la religión -manifestado en la opresión hacia las mujeres, el rechazo y la persecución a la izquierda marxista, la imposición de valores morales rigurosos, entre otros elementos ciertos.- anteponen la defensa del "laicismo" casi como un principio, adoptando así una posición "democratista" abstracta. La tendencia opuesta es a considerar a los movimientos islamistas en sí mismos como "progresivos" y "antimperialistas", por ser expresión política de las masas más explotadas y oprimidas.

Varios factores (de los cuales no podemos dar cuenta en estas líneas) se combinan para explicar el ascenso del islamismo político, desde las tradiciones culturales y nacionales hasta elementos histórico-políticos que han marcado al mundo árabe y musulmán. Sin embargo, desde el punto de vista de la lucha de clases, uno de los elementos fundamentales ha sido el retroceso de la clase obrera mundial en las últimas décadas, que ha impedido que sus sectores más avanzados, tanto en los países centrales como en el mundo semicolonial, presenten una alternativa para los pueblos oprimidos por el imperialismo. Esto se ha visto en las movilizaciones contra la guerra de Irak que, a pesar de su masividad, mayormente no han contado con acciones obreras contundentes que pudieran detener los engranajes de la maquinaria bélica mediante la huelga general o el sabotaje. El otro aspecto que creemos decisivo en el fortalecimiento de los grupos islamistas de los últimos años, es la crisis de la perspectiva socialista y el internacionalismo obrero. Creemos que estos elementos, de superar el estado actual, podrán influir en los futuros procesos de radicalización política de sectores que en los países oprimidos enfrenten al imperialismo. Esa es nuestra apuesta estratégica.

Notas

[1] "Durante gran parte del siglo XIX, la mayoría de los protestantes creía que la ciencia confirmaba la enseñanza bíblica. Cuando la biología darwiniana y la ‘alta crítica’ académica comenzaron a arrojar dudas sobre las visiones tradicionales de la autoría de la Biblia y su veracidad, el movimiento protestante norteamericano se fracturó. Los modernistas planteaban que la mejor forma de defender a la cristiandad en una época iluminista era incorporar los nuevos conocimientos a la teología, y la corriente mayoritaria de los protestantes siguió esta lógica. Los fundamentalistas creían que las iglesias debían permanecer leales a los ‘fundamentos’ de la fe protestante, tal como la verdad literal de la Biblia", W.R. Mead, "God’s Country?", Foreign Affairs, September/October, 2006.

[2] Lewis, B. "The roots of Muslim rage", The Atlantic Monthly, Sep. 1990.

[3] En el epílogo de 1995, Said plantea: "el momento político actual, con sus variados estereotipos racistas antiárabes y antimusulmanes, (…) permite a Lewis realizar afirmaciones ahistóricas y deliberadamente políticas en forma de argumentos académicos, práctica siempre presente en los aspectos menos creíbles de un antiguo orientalismo colonialista". Said, E. Orientalismo, Barcelona, Random House Mondadori, 2004, pág.450.

[4] Huntington, S. " The Clash of Civilizations?" Foreign Affairs, Summer, 1993.

[5] Kepel, G. La revancha de Dios. Cristianos, judíos y musulmanes a la conquista del mundo, Madrid, Grupo Anaya, 1995. En 1979 el predicador Jerry Falwell, sucesor de Bill Graham, creó el movimiento político-religioso The Moral Majority que tenía como temas de batalla la oposición al aborto, la introducción del rezo obligatorio en las escuelas y la reintroducción de valores cristianos y comunitarios en una sociedad que veían corrompida por las elites liberales. Entre mediados de los ’70 y fines de los ’80 florecieron otros movimientos del mismo tipo como Christian Voice, Religious Ronudtable, etcétera, lo que de conjunto constituye el llamado "fundamentalismo", "evangelismo" o "nueva derecha cristiana". La novedad es el peso político que adquieren estas organizaciones y la movilización de sus bases en las elecciones. Esto se ve claramente en el discurso de los presidentes norteamericanos que deben parte de su victoria a los electores evangélicos. En su campaña Reagan cuestionaba la teoría de la evolución de Darwin y planteaba que el destino de Estados Unidos estaba escrito en un "plan divino". Fue quien elaboró un discurso con tintes religiosos contra la Unión Soviética, a la que llamaba "el imperio del mal". Su fervor lo llevó a declarar 1983 "el año de la Biblia".

[6] "Los que se definen como evangélicos comprendieron alrededor del 40% del total de votos de G. W. Bush en 2004. Entre los evangélicos blancos, Bush recibió el 68% de los votos nacionales en 2000 y el 78% en 2004". WR. Mead, op cit.

[7] Entre quienes anunciaron este escenario estaban dos de los principales investigadores franceses del mundo islámico: Gilles Kepel, quien predecía el ascenso de las tendencias "democratizadoras" del islamismo y Olivier Roy que en 1992 publicaba su libro El fracaso del Islam.

[8] Los jóvenes que protagonizaron los levantamientos de las banlieus en Francia en 2005 eran en su mayoría descendientes de inmigrantes de origen árabe. Este fenómeno de violencia urbana no es nuevo y según Olivier Roy no está relacionado necesariamente con la religión: "Si los brotes de violencia que sacuden de vez en cuando algunos extrarradios franceses suelen implicar a los beurs, nada tienen que ver con el islam. Son estallidos de cólera urbana que responden al fenómeno de los extrarradios calientes, común a todos los países occidentales, y se producen en contextos religiosos y culturales completamente distintos". Genealogía del islamismo, Barcelona, Edicions Bellaterra, 1996; pág. 14.

[9] Amir, S. "L’islam politique", Á l’ encontre, Revue politique virtuelle, 15 de enero de 2007.

[10] Desde este punto de vista, aunque la teología de la liberación era una tendencia políticamente de izquierda, ideológicamente seguía sosteniendo el dogma religioso en cuanto a la sumisión del hombre a dios y a semejanza de grupos islamistas radicalizados, su estrategia era populista en la medida en que profesaba la colaboración de clases.

[11] Halliday, F. "The Iranian Revolution and Its Implications", New Left Review i/166 - November-December 1987.

[12] El trotskismo iraní se formó en enero de 1979 con la caída de la dictadura del sha y el retorno de miles de exiliados políticos. A pesar de la división en varias organizaciones, sobre todo el PST (HKS según las siglas en su idioma original) llegó a tener una cierta influencia en sectores de vanguardia, incluidos sectores obreros de la industria petrolera en la provincia de Khuzistan. Por mas detalles, ver: Alexander, R. International Trotskyism. 1929-1985. A documented analysis of the movement, Durham y Londres, Duke Universitary Press, 1991, pág. 558-567.

[13] Según Tariq Ali, "La frase ‘sociedad sin clases’ era usada con frecuencia por las alas más radicales del movimiento religioso. Los defensores más vociferantes de la sociedad sin clases fueron los mujaidines -un desarrollo único en el mundo islámico. En un momento los mujaidines se habían acercado tanto al marxismo que renunciaron al islam y se declararon marxistas revolucionarios. Este grupo, el Peykar, fue el tercer grupo más grande de la izquierda iraní". En Alexander, R., Op cit. pág. 132-133.

[14] Citado por N. Kiddie, op cit. pág. 292.

[15] Otro ejemplo histórico del surgimiento de alas radicales en organizaciones de inspiración islamista es el del movimiento negro norteamericano. Malcom X surgió de las filas de los Musulmanes Negros, fue radicalizando sus posiciones hasta que en 1964 se separó de la Nación del Islam y fundó la Organización de la Unidad Afroamericana. Malcom X fue uno de los líderes más radicalizados del movimiento negro, reivindicaba la autodefensa frente a los ataques racistas y criticaba duramente la estrategia negociadora de Martin Luther King. Por su asesinato en 1965 fueron condenados tres miembros de los Musulmanes Negros. Malcom X inspiró a una nueva generación de activistas negros que enfrentaron abiertamente a la dirección tradicional del movimiento de derechos civiles y su estrategia pacifista. El grupo más conocido surgido de este sector radical y separatista fue Panteras Negras, fundado en octubre de 1966 en California. Era una organización armada que se reivindicaba socialista revolucionaria y planteaba la autodeterminación de los negros, la autodefensa frente a ataques de la policía y de grupos racistas. En su programa incorporaban puntos levantados por los Musulmanes Negros, pero habían abandonado definitivamente el aspecto religioso.

[16] La relación entre los Mujaidines del Pueblo y las potencias imperialistas ha pasado por distintas fases. Fueron incluidos en la lista de organizaciones terroristas y en 2003 el gobierno francés arrestó a más de cien miembros importantes de la organización exiliados en Francia. A la vez tienen buena relación con congresistas norteamericanos republicanos, que ven en la organización a un posible agente interno para impulsar un "cambio de régimen" a través de una "revolución democrática". Ver "De la révolution au mercenariat. Les Moudjahidin perdus", Voltaire net, édition internationale, 17 février 2004.

[17] Las declaraciones de Maryam Rajavi y del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán están disponibles en http://www.maryam-rajavi.com

[18] "Se nos pregunta con frecuencia: ¿Quiénes somos nosotros, el Hezbolá y cuál es nuestr identidad? Somos los hijos de la umma - el partido de Dios, cuya vanguardia fue victoriosa en Irán por la gracia de Dios. Allí la vanguardia estableció las bases de un estado musulmán que juega un rol central en el mundo. Obedecemos las órdenes de un líder, sabio y justo, las de nuestro tutor y faqih (jurista) que cumple todas las condiciones nesarias: Ruhollah Musawi Khomeini. Dios lo guarde! En virtud de esto no constituimos un partido organizado y cerrado en Líbano (…) somos una umma ligada a los musulmanes de todo el mundo por la conexión sólida doctrinal y religiosa del Islam". Carta abierta, febrero de 1985.

[19] Khamenei, como antes Khomeini es el guía espiritual o marja, que son fuentes de imitación. El otro guía que tiene un peso similar o mayor es el gran ayatollah Ali Sistani, que es quien conduce gran parte de la comunidad shiita en Irán.

[20] V. Lenin, "Actitud del partido obrero hacia la religión", 1909.

[21] K. Marx, Introducción ala crítica dela Filosofía del Derecho de Hegel, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1987, pág. 7.

[22] V. Lenin, op cit.

[23] Idem.

[24] Ibid.

[25] Carr, E.H. Historia de la Rusia Soviética. La revolución bolchevique (1917-1923) 1. Madrid, Alianza Editorial, 1973, pág.343.

[26] Idem pág. 336.

Claudia Cinatti es integrante del staff de las revistas Estrategia Internacional y Lucha de Clases. Miembro del Consejo Asesor del Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx. Artículo escrito para Herramienta.
Última edición por Juggernaut el 29 Jun 2010, 10:08, editado 1 vez en total.
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antihistamínico
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Re: Islamofobia

Mensaje por antihistamínico » 29 Jun 2010, 09:53

Otro texto, desde otras webs: variedad informativa, jeje
http://islamofobia.blogspot.com/
Entre el desconocimiento y la desconfianza


por Rosa Martínez

Un proverbio musulmán compara el islam con un gran mar donde cada uno encuentra el pez que desea. Parece que la UE a duras penas consigue hallar otro distinto a la desconfianza y la creciente discriminación.

Entre 15 y 20 millones de musulmanes viven en Europa, algunos desde hace casi medio siglo. Sin embargo, son grandes desconocidos, muchas veces prejuzgados con estereotipos y análisis superficiales. Mientras la inmigración musulmana aumenta, se hace más evidente y estable, la visión de la opinión pública hacia ella es cada vez más negativa. El último informe del Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia (EUMC) advierte del auge de actos de islamofobia que van de los ataques a mezquitas a las agresiones físicas.

Asimismo, constata la dificultad de muchos musulmanes europeos para acceder al mundo laboral o a una vivienda digna. Y parece normal. No sorprende que un empresario se resista a contratar a una francesa licenciada con velo o que un candidato con apellido árabe tiene muchas menos posibilidades de que le llamen para una entrevista de trabajo. El musulmán se ha convertido en el prototipo del extranjero, considerado como el extraño, el otro, ante el que empuñamos nuestra identidad amenazada como arma defensiva. Este colectivo comparte muchos problemas con el resto de inmigrantes.

Sus mayores preocupaciones suelen ser el trabajo, la vivienda y, en el caso de los extranjeros, el permiso de residencia. Sin embargo, algunas actitudes y declaraciones públicas, así como el tratamiento mediático, demuestran que son uno de los grupos peor aceptados. Según un sondeo realizado en Italia en 2001, un 31% de los encuestados defendía que solo se admitiesen en el país inmigrantes católicos. Lo mismo ha declarado el obispo de Bolonia.

Numerosas encuestas revelan que un número importante de europeos consideran a los miembros del islam "fanáticos", "irracionales", "hostiles" y responsables del aumento de la inseguridad ciudadana. De los hombres se dice que son "machistas", y de las mujeres, "sumisas". La palabra islam a menudo se asocia con "terrorismo", "opresión femenina", "matrimonios forzados" y un vago temor de invasión cultural. Al mismo tiempo –y según advierte el EUMC– la discriminación que las comunidades islámicas perciben o anticipan les hace sentirse excluidas e incomprendidas y proclives a la automarginación. Esto, en un círculo vicioso que se retroalimenta, las hace aún más vulnerables a esta misma discriminación.

Para buscar una explicación, no se puede obviar la situación internacional, los atentados fundamentalistas o las relaciones históricas entre el islam y Europa. Pero no hay que perder de vista la construcción del miedo que se viene produciendo desde hace años y de la que muchos sacan grandes beneficios. Responsables políticos internacionales parecen haber cambiado sin muchos problemas de enemigo : del comunista al islamista. La lucha contra el terrorismo se ha convertido en una fachada para esconder la supresión de derechos y libertades o la represión de reivindicaciones políticas y sociales.

Los medios juegan un papel fundamental en la difusión de una determinada imagen del islam. Cuando se habla de islam, se hace casi siempre en artículos relacionados con terrorismo, delincuencia o la polémica del velo. Las noticias relacionadas con las detenciones de presuntos fundamentalistas se cubren ampliamente, mientras apenas se concede espacio a desmentidos, declaraciones de inocencia o detenciones que acaban en nada. Se tiende a la exageración y a menudo se eligen los episodios o los más personajes más extremistas para hablar del islam. Se habla de ‘terrorismo islámico’, pero ¿no es acaso lo mismo que hablar de ‘terrorismo vasco’ ?

Fuente: Diagonal

Nota del Observatorio:
Sobre los "atentados fundamentalistas" que cita la autora, y que parece atribuir a "los musulmanes", véase nuestra sección de artículos "Al-Qaida" contra el Islam
Aunque para mi gusto, si se quieren equiparar con los vascos, no se ponen el listón muy alto no :roll:
no hay mayor esclavo que el que se tiene por libre sin serlo.

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Voltairine de Cleyre
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Re: Islamofobia

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 19 Ago 2010, 15:03

De aquí mismo: http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/14844
La ofensiva etnocentrista, el machismo y el burka
Mie, 18/08/2010 - 18:11 — Ruymán Épater l...


“Efectivamente, me declaro, sin remilgos, ‘ateo cultural’. Puede que esto, como casi todo lo dicho en este capítulo, moleste a algunos, pero el escozor ajeno no es nunca suficiente motivo para plegarnos. Como ya he explicado, no me siento occidental, ni blanco, ni hispano, ni varón, ni de tal porción de suelo, ni ligado a tal región. Me dicen que lo que ‘soy’ deriva de ahí, pero cuando algo es tan circunstancial como el nacimiento, tan accidental como los progenitores, tan arbitrario como el entorno contra el que reaccionamos o al que nos adaptamos y –si no quiebran nuestro ‘yo’– tan innegociable como nuestra personalidad, surgen las dudas de que seamos productos de un mundo al que, con cada fibra de nuestro cuerpo, queremos ponerle fin”.
Este fragmento, que suscribo completamente, lo tomo prestado del libro, todavía inédito, “Nuestro Individualismo o El ‘Yo’ en la encrucijada colectiva”, de mi tocayo Ruymán R. Rodríguez Álvarez. Y lo uso para justificar, y hacer mía, otra de las conclusiones del libro, según la cual: “[…] Participo del planteamiento de que todas las culturas son igual de buenas, pero porque pienso que todas pueden ser igual de malas”.

Explico esto por anticipado para que se entienda mi voz como la de un ateo que habla sobre Dios, la de un amoral sobre Ética, un apátrida sobre Naciones o un marginado sobre Clases. Es decir, como la de alguien que habla sobre Cultura (en su acepción de normas de simulación gregarias) sin aceptar voluntariamente ninguna y tratando de negar el valor impositivo de todas.

Dicho lo dicho, se entenderá –o eso me gustaría– que mi opción es la de barrer todo “ethos” adquirido “de serie” y todo “modelo de conducta” otorgado. Abogo, en su lugar, porque sea la prerrogativa Individual de cada uno, caprichosa y soberana, la única que determine como hemos de vivir y comportarnos. Si esta prerrogativa, sin embargo, coincidiera con un patrón prefabricado, pero aceptado y asimilado voluntariamente, no haría yo nada distinto coaccionándolo que lo que han hecho otros imponiéndolo (ya decía Armand que los Torquemadas irreligiosos no guardan mucha diferencia con los religiosos).

En conclusión que cada cual “haga de su capa un sayo”, o, como Rabelais inmortalizo en el pórtico de su imaginaría Thelema, que no haya consigna más apremiante que el “Haz lo que quieras”.

A razón de esto es evidente, y nos mentirían si trataran de persuadirnos de lo contrario, que no es el “Haz lo quieras” la motivación del 100% de las mujeres que usan burka. La teocracia sepulta a las mujeres tras sus edictos éticos y estéticos; el patriarcado convierte en culpa y vergüenza el mismo cuerpo que la naturaleza hizo nacer desnudo; el aspecto más autoritario de la religión, el fanatismo tergiversador, tiñe de divinidad los prejuicios más vulgares y mundanos. Todo esto es lo que mueve a muchas mujeres, entre otras cosas, a portar el burka.

En dichas condiciones, los “amigos y amigas de libertad”, de “la rebeldía”, “del sufrimiento”, deben colocarse al lado de aquéllos cuya autonomía es escarnecida. La conclusión no puede ser más fácil. Pero… ¿y si el sujeto en concreto afirmara llevar voluntariamente el burka, no estar obligado por nadie, ser una persona emancipada de cualquier tutela, y usarlo como un signo de “reivindicación cultural”, como quienes llevan una bandera, un crucifijo, un turbante, un sari o una kipá?

Hasta que este sistema, sus normas, su obligatoriedad y su compulsión económica, no hayan sido reducidos a escombros, se hace difícil saber hasta qué punto una persona afirma estar conscientemente autoliberada y decidir de forma independiente. Siempre tendremos pendiente sondear el nivel de influencia del entorno y la tendencia al mimetismo, el ascendente que sobre la voluntad tiene el “deseo de agradar” y otros miles de mecanismos uniformadores que quizás no desaparezcan, por mucho que se mitiguen, ni en un enclave desregularizado en Anarquía (con los medios a nuestro alcance, dependerá de cada cual cuanto quiera desarrollar su personalidad y si quiere hacerlo “al margen”, por comparación, contraste e imitación o de forma independiente pero compartida).

Mientras no llegue ese momento no podemos juzgar las dosis de voluntariedad que hay en la vida de los demás más que extrapolándola a la nuestra y, si nos sentimos ligados a él, a la de nuestro entorno.

Las personas que se tienen por “libres”, o que desean serlo, pueden mirarse al espejo y descubrirse cargando con un uniforme cultural, también adaptado por el género, que los asemeja a determinado rebaño. El corte de pelo de unos y la vestimenta de otros, tanto si homogeniza selectivamente y nos une a los “diferentes” como si lo hace mayoritariamente y nos une a los “normales”, ¿es fruto de nuestra capacidad electiva? Muchos de nosotros, creyéndonos inmunes a las triquiñuelas del sistema, diremos que sí, que nos parecemos a este y al otro y nos vestimos de tal o cual manera por pura voluntad. En muchos casos nuestra voluntariedad es, como mínimo, tan positiva o negativamente creíble como la de cualquiera que se viste por motivos religiosos, nacionales, etc.

Llegados a este punto de autoanálisis podemos ampliar un poco más el plano y escudriñar a “nuestra” Sociedad toda. La gente que se ha lanzado a la “caza del burka”, a la prescripción sobre su uso y a la criminalización de sus usuarias, con la clase política a la cabeza, lo hace tratando de ampararse en un vago concepto de “igualdad” (vago por salir de boca de quienes sale) y un supuesto “feminismo” (ídem). La gente que parangona “prohibición” y “libertad” son homólogos de los que apoyan la persecución de inmigrantes en Arizona, su acorralamiento y captura como la de los antiguos esclavos fugitivos. Son los que firman y aplauden la ofensiva conjunta que allén de los Pirineos y en la Peninsula ibérica se está llevando a cabo para proscribir personas. No importa, como no ha importado nunca, el partido político, ni si los dirigentes que hacen soñar la trompeta del prejuicio son quienes reclaman el respeto a una “diferenciación cultural propia” o los que vomitan lo de la “España Unida”. El centralista pisa al regional y ambos al meteco. El mismo que clama cuando siente ningunearse sus “tradiciones” y “costumbres” no tiene reparos en orinarse sobre las del “inferior”. La intolerancia sabe hablar con todos los acentos[1].

Los mismos que blasonan argumentos barnizados de impostado “feminismo” para hostigar, en último término, a las mujeres árabes, son los que activan y reactivan periódicamente una serie de virulentas campañas en contra del aborto. La misma chusma política a la que se le revuelve su “conciencia democrática” al ver un burka, son los que llaman asesinas a las mujeres que osan imaginarse que pueden gestar cuando ellas quieran. Sí, decíamos antes que el burka es impulsado por una asfixiante teocracia; ¿es menos teocrático el sistema que quiera dejar la Natalidad y su control en manos de la Iglesia?, ¿es menos fundamentalista la sociedad que pretende regir nuestras vidas según los parámetros morales del Vaticano?, ¿es menos patriarcal la comunidad donde la decisión de un sujeto sobre su cuerpo se considera un atentado contra la “identidad masculina”?, ¿es menos fanático el régimen cuyas leyes, siempre coercitivas, son promulgadas en función de los “valores y principios” de la Conferencia Episcopal?

Si a la impostada “izquierda parlamentaria” se le ocurre mirarnos con condescendencia de patriarca, ampliarnos un milímetro el parque infantil de nuestra “elección” y arrojarnos una migaja de “derecho adjudicado” para que casi podamos figurarnos opinar sobre lo que ocurre en nuestras tripas, la “derecha” es tan “feminista” que pone el grito en el cielo ante la posibilidad de que las mujeres crean que pueden actuar sin ninguna supervisión parental y marital. Igual que el P.S.O.E presumía de “humanitarismo” criticando ciertas connotaciones de la misma Ley de Extranjería que ahora aplica, el igual que sigue presumiendo de “conciencia social” mientras sus fronteras provocan un holocausto en el Estrecho y el Atlántico, y sus fuerzas policiales encierran, torturan y asesinan (no hará falta que recuerde la “tendencia” que tienen los inmigrantes a asfixiarse en los aviones cuando viajan custodiados por la policía) a los extranjeros depauperados, también el P.P presume de “feminista” por el mero hecho de “colectivizar el odio” y repartírselo, “fraternalmente”, tanto a las mujeres árabes como a las partidarias de la natalidad consciente. Bajo ambas siglas, y otras tantas, sean herederos del “feminismo burgués” cuya máxima aspiración es ascender a las mujeres de la condición de fregona a la de objeto de consumo capitalista, o a la de ocupantes de despachos gubernamentales y gabinetes de Guerra (a lo Indira Gandhi, Thatcher, Clinton o Chacón), o sean deudores de la Sección Femenina de Falange, se ha organizado una ofensiva etnocentrista tratando de usar como coartada, de forma completamente paradójica, el “feminismo”.

La táctica no es nueva y no debería de sorprendernos. Antes de 1945, y aun hoy, el antisemitismo, el odio visceral y enfermizo contra todo lo que se tomara por judío, tenía la habilidad de ampararse en ideas “anti-burguesas”, de corte “socialista”. Se tomaba al “judío” por el fenotipo del millonario cicatero. Todos, desde los pobres tintoreros de los suburbios londinenses (de los que nos hablaba Rocker) hasta los mendigos de las calles Berlinesas, tan sólo con ser “judíos”, eran considerados miembros de la alta burguesía y se les adjudicaba una oculta fortuna, así como fábricas, convenientemente acondicionadas, para desgrasar niños. Para que el antisemitismo no pudiera ser tomado por odio descarnado y desprecio grueso, se le embadurnó con “la ideología de los pobres”. Hoy, la escoria política, y los vasallos voluntarios que los palmean, sienten el mismo asco al contemplar la presencia árabe en “sus calles”, y los símbolos que hacen evidente esta presencia, que el que sentían los frustrados ideólogos nazis al contemplar las crines no rasuradas de algunos judíos, sus sombreros negros y pañuelos en la cabeza. Proscribiendo el burka no tratan de “velar por los derechos de las mujeres” (no se explicaría si no su postura [sea de hipócrita tibieza o de tajante negación] ante el aborto, su política laboral, su modelo económico-comercial-cultural, etc.); tratan de hallar, como ya he dicho, una coartada que convierta una perspectiva reaccionaria en “progresista”, una mentalidad ultraconservadora en una “reflexión pro-igualitaria”. Cuando no sabemos cómo llamar a nuestro rencor solemos buscarle un nombre bonito.

Las demostraciones que ratifican lo afirmado son casi infinitas y los métodos para dar con ellas están al alcance de cualquiera. En uno de mis primeros artículos[2], de los aquí ubicados, comentaba que todo respondía a nuestra tendencia a mirar la realidad que tomamos por exógena por un microscopio de superioridad, y la que consideramos “nuestra” por un distorsionado caleidoscopio. Si amplificamos nuestro prisma podemos observar que a nuestro gregarismo grupal (ya aludido) le corresponde un gregarismo “genérico”, “cultural”, pan-colectivo. La arabofobia galopante (presente también, por desgracia, en “nuestros medios”[3]) ayuda a algunos, según ellos mismos creen, ha desvelar las atrocidades que sufren las mujeres bajo el Islam; empero, es la venda perfecta que les ayuda a encubrir sus propias faltas, la pila en la que enjuagar sus “pecados” con la culpa ajena. Si vemos con justo llanto en el alma la bizarra lapidación de mujeres por “adulterio” (sí, ese es el peregrino “motivo” que “justifica” el derramamiento de sangre según los bastardos hijos legítimos de Jomeini) más allá de “nuestras fronteras”, somos incapaces de concebir que lo que allí hace de forma directa el Estado, aquí se delega y se deja en manos del marido, e incluso de familias enteras (el Estado ya hace bastante con poner la semilla educacional de la violencia y fomentar el modelo del “pater familias”[4]). En un país donde el uxoricidio es “deporte nacional” hay todavía quien da lecciones de “igualdad sexual”.

De igual modo, quienes están dispuestos a desgarrar burkas jamás han pensado sobre la licitud de levantar hábitos monjiles. No se cuestionan cuanta proporción de voluntariedad puede haber en unas costumbres religiosas-culturales que toman por intrínsecamente machistas, mientras que toman la indumentaria de las monjas como parte de su “libre pacto” con Dios, y la asunción de un canon físico por parte del resto de mujeres como otra muestra de “libertad volitiva”. Si habláramos de las negativas repercusiones físicas del burka, de los problemas que supone en términos de comodidad y movilidad, tendríamos que empezar a tachar, también como violaciones de los “derechos humanos”, otras destacadas practicas que, afirmándose igual de voluntarias, suponen, no sólo una tara, sino incluso un peligro real para la vida, y que también limitan la movilidad y comodidad de las damnificadas. Tal es así porque las mujeres hoy, en las pretendidamente “igualitarias” sociedades occidentales, tienen que modificar sus cuerpos –a veces de formas tan agresivas que, como ya he dicho, ponen en riesgo tanto su salud como sus propias vidas– para complacer las apetencias de ciertos hombres y cumplimentar lo que de ellas reclama el modelo cultural en boga. En definitiva, y si creyéramos que de las prohibiciones puede extraerse algo positivo, ajeno al resentimiento, la frustración y la represión, ¿estarían dispuestos los mismos que prohíben el burka a prohibir la silicona?

Son éstas, “nuestras avanzadísimas sociedades”, las mismas que censuran una forma de subordinación y prestigian otras, que, condenando hoy que la mujer oculte su cuerpo, la presionan para que lo convierta en un objeto de compra-venta capitalista, para que lo exponga en el comercio televisivo-publicitario, para que lo entregue contra su voluntad en el boyante mercado de la esclavitud sexual, para que lo amolde a lo que otros desean, para que lo vista y sazone según los gustos de la época, para que lo subaste al mejor postor so pena de castigos, represalias, humillaciones y orillamientos. Ya decía Mary Wollstonecraft, en su Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792), algo que, con lenguaje arcaico, no deja de ser cierto: “[…] Como el poder persigue la obediencia ciega, los tiranos y los libertinos están en lo cierto cuando tratan de mantener a la mujer en la oscuridad, porque los primeros sólo desean esclavos y los últimos juguetes”.

Y si lo que queremos es legislar sobre cómo se viste la gente en base a parámetros de “laicismo” deberíamos de atrevernos a hacerlo hasta sus últimas consecuencias. Sería el momento de coger la horca jacobina y “guillotinar” a conciencia. La segunda cualidad cardinal de nuestra dictatorial mentora (La Revolución Francesa) era la “Égalité”, y deberíamos de aplicársela al “vecino” tanto como a “nosotros” (para los que aún distinguen entre las distintas personas del sujeto). Deberíamos establecer estrictas normas sobre la vestimenta (tan rígidas como lo son las del puritanismo que condenamos) y determinar qué puede ponerse la gente y qué no. Sí, en nuestra megalomanía, desgarraremos velos islámicos y airearemos burkas con violencia, pero sólo si antes les arrancamos los pendientes a las niñas occidentales al nacer; si les damos un manguerazo a las caras capitalistamente maquilladas; si quemamos prendas incómodas y asfixiantemente ajustadas creadas para gozo del espectador y no del usuario; si desprendemos sin paliativos crucifijos de los cuellos; si incluso rompemos inofensivos, y ya trasnochados, colgantes taoístas con su ying-yang; si destrozamos a sablazos ridículos trajes de comunión a asustados niños de diez años (que, por cierto, no han podido elegir su atuendo); si hacemos jirones las mantillas; y si entramos en los conventos, los quemamos como antaño, y mancillamos hábitos y cofias de monjas reciclándolos como pañales. También arramplemos con sotanas y demás trapos monacales. ¡Qué no quede ni uno!

Seguramente este derroche autoritario y dictatorial de “terrorismo religioso-cultural”, aunque se comparta en el contenido, habrá asqueado a más de uno en el continente. Tal es así porque la compulsión no sirve ni cuando prescribe el “bien” (entonces éste se torna, necesariamente, como algo negativo). Así, muchos dirán que si esas personas tienen una voluntad formada y si ha contrastado que quieren vestirse así, por devoción religiosa, idolatría cultural o simple moda, nadie puede reprimirlos sin cometer un horrible acto de censura. Bien, si comprendemos eso con respecto al mundo cristiano-occidental ¿por qué no con respecto a otras supuestas “dimensiones”? Porque simplemente detrás de nuestro interés no está la convicción en la liberación sexual. Si no, condenaríamos un mundo donde el principal comercio es el sexual y donde las violaciones son a veces un negocio familiar y otras algo de lo que alardear con la “pandilla” (esto horroriza tan sólo con tener que escribirlo). Lo que molesta es que eso es un símbolo evidente, según el prisma del que segrega, de presencia “árabe”. Se quiere prohibir para no “contemplarlo”, igual que muchos, si pudieran, obligarían a la gente de piel oscura a mudarla cual camaleón.

Concluyo mi alegato retomando algo que dije al principio de este largo artículo: los “amigos y amigas de libertad”, de “la rebeldía”, “del sufrimiento”, deben colocarse al lado de aquéllos cuya autonomía es escarnecida, y esto incluye a todas las personas, a todos los individuos etiquetados como “mujeres”, que son obligadas a vestirse de una forma determinada, en contra de su voluntad, bajo el peso repugnante de la “autoridad masculina”, del “ego varonil”, del “puño patriarcal”, del “sello escarificador” de la cultura y la religión (se encubra bajo la sombra de la Cruz o de la Media Luna), pero incluye posicionarnos también a favor de todas las personas que afirmen, libres de toda presión externa de cualquier signo, de toda tutela ambiental coactiva, vestirse tal y como lo hacen porque les da la gana. Hemos de no dejarnos arrastrar por los argumentos fáciles y ponerle un traspié a la oleada emergente de xenofobia y etnocentrismo. Hemos de plantarles cara.

No caigamos en los errores que, en relación a la opinión que se tenía sobre los “caníbales”, ya señaló Montaigne: “[…] Cada cual llama barbarie a lo que es ajeno a sus costumbres. Como no tenemos otro punto de mira para distinguir la verdad y la razón que el ejemplo e idea de las opiniones y usos del país en que vivimos, a nuestro dictamen en él tienen su asiento la perfecta religión, el gobierno más cumplido, el más irreprochable uso de todas las cosas”.


[1] Si Rajoy quería, en la última campaña electoral, imponer un carné goebbeliano de “españolidad”, todavía recuerdo a Durán i Lleida diciéndole a una mujer árabe, en un programa de máxima audiencia, que “todas las culturas no tienen el mismo valor” y que la cultura islámica, en comparación con la cristiana-occidental, suponía un “retraso”.
[2] “Caleidoscopio”: http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/10804
[3] Me comentaban unos compañeros, sorprendidos e indignados, que la película de animación “Persépolis” era una sucesión de mentiras e idealizaciones, pues no podían concebir que las mujeres islámicas blasfemaran, pensaran, tuvieran ideas políticas, gustos convencionales “modernos” y fueran, en definitiva, semejantes a “individuos”. Confundiendo “Estado” y “Pueblo”, y no creyendo que el segundo sea simplemente un compuesto de personas singulares, muchos tienen la idea de que la mujer musulmana es poco menos que una beata y poco más que una incubadora.
[4] Sin embargo, sería caer en el puro mito creer que, más allá de lo comentado, los Estados occidentales no usa un grado de violencia específico para reprimir a las mujeres. No es sólo una cuestión legal, jurídica y económica; aquéllas compañeras que hayan caído en manos de la policía y de las instituciones penitenciarias habrán experimentado tal magnitud de sevicia en el “trato” que se les ha dispensado que sabrán a lo que me refiero.

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Re: Islamofobia

Mensaje por Besançon » 19 Ago 2010, 16:21

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Última edición por Besançon el 24 Dic 2013, 10:30, editado 1 vez en total.

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