¿Lo personal y lo político confluyen?

¿Cómo podemos hacer del Anarquismo algo útil para toda la sociedad? ¿Cómo queremos que sea una sociedad libertaria?
todasalacalle
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¿Lo personal y lo político confluyen?

Mensaje por todasalacalle » 27 Ene 2014, 21:03

Para pensar en esta y otras cuestiones nos hemos acercado al XI Encuentro del Libro Anarquista de Madrid, donde Carla desarrolló el tema “Género, Raza y Clase. La Opresión Múltiple”. Nos ha parecido interesante destacar algunos puntos de la exposición para no olvidar ciertos temas que nos afectan a tod@s día a día. Entre otros muchos, comentaba la necesidad de “nombrar lo que vivimos por su nombre”, que “nunca es analizado en términos de racismo” sino como “una cuestión personal, de carácter, de malos entendidos, de bromas fuera de lugar, de conflictos entre ésta y aquella...” pero “no nombramos lo que es: exclusión racial”. Explicando la enorme problemática y barreras de las mujeres, emigrantes y pobres, añade también que a menudo “el hecho de que nuestros espacios sean racistas y clasistas” dificulta e incluso “no permite su acercamiento a nuestro contexto” y “de ahí su ausencia entre nosotr@s”. “No es una crítica gratuita” a “la política antirracista de nuestros espacios” y añade que ha “participado en algunos colectivos antirracistas mixtos”, “de los cuales he tenido que irme” y “esto porque hacemos política antirracista sin cuestionar nuestro privilegio racista”. Una cosa “es combatir el racismo de l@s demás, el racismo del Frente Nacional, el partido de extrema derecha, etc. Otra cosa es combatir el racismo en sí, el racismo interiorizado. Afirmar la necesidad de combatir el racismo es recordar que las relaciones sociales de raza estructuran nuestra manera de ser, comportarse y pensar. En consecuencia, la lucha contra el racismo tiene que ver en el espacio político y en el espacio personal”.

“En espacios y colectivos antirracistas mi rol era hacer ver a mis compañer@s blanc@s su propio racismo. Eso es un trabajo que tenéis que saber hacer sol@s, yo no soy una herramienta para que veáis vuestro racismo. Eso no cuaja, eso no funciona”. “La tendencia de la política antirracista es hablar de y por las personas emigrantes sin cuestionar las situaciones, condicionamientos y contextos de nuestras vidas que nos distinguen, que nuestras herramientas de lucha muchas veces no son las mismas. Todo esto sin tener en consciencia ni haber hecho un trabajo político real acerca del racismo y el clasismo. Que la lucha antirracista no se reduzca a la repetición de eslóganes, tópicos poco profundizados a los cuales recurrís en un momento determinado para hacer ver o engañaros a sí mism@s o a l@s demás acerca de su conciencia sobre el racismo y del trabajo político en el campo de la emigración”.

Estas palabras nos han hecho pensar lo suyo en experiencias más que graves desde un punto de vista feminista y antes de nada queremos aclarar, aunque resulte obvio, que Carla no guía nuestras propias cavilaciones. Vemos claro que buena parte del ámbito personal es también político, desde el momento en que una acción afecta a la sociedad, a otr@s seres viv@s, a su entorno, etc. Esto rompe el mito libertino burgués que reza: “Yo en mi casa hago lo que me da la gana” o “Yo con mi vida hago lo que a mi me da la gana”, tan comunes para defender o mostrar actitudes cómplices con agresiones machistas, fascistas, especistas, convivenciales, capitalistas, consumistas y autoritarias en general. Por otro lado, su crítica suele eludirse con paternalismo y echando balones fuera que tratan de relativizar el problema intentando ubicarlo a menor altura que ciertas conductas de otras personas, que pueden ser igual de objetables. Justificarse aludiendo a otros males que también debieran ser criticables.

Incluso puede tratar de invisibilizarse la injusticia apoyándose en la complicidad y apoyo de familiares, amig@s, compañer@s, personas influyentes... permitiendo ya no sólo mantener sus consecuencias sociales, también reforzar su difusión y un sentido acrítico impuesto como hábito autoritario. Estas actitudes pueden dejarse pasar, estando ya el daño hecho y ahora amplificado, como si nada hubiera pasado, pero la experiencia nos demuestra que el autoritarismo así reforzado y multiplicado retorna con mayor violencia en otro lugar de la sociedad que puede ser el nuestro o el de otr@s.

Resulta relativamente sencillo posicionarse en contra de la injusticia cuando la sangre llega al río y la agresión la cometen otr@s -sea el Estado, el capitalismo, un violador, un maltratador, etc. ¿Pero nos preguntamos alguna vez qué estamos haciendo en nuestras vidas para combatir aquello o incluso a aquell@s que propagan estas miserias con total descaro, placer e impunidad? Y, pensando en todo esto siempre más allá del victimismo y de ideas irracionales, compartiendo las experiencias de much@s compañeras de lucha a lo largo de los años ¿somos conscientes de que esto también se ceba en cada vez más espacios liberados de aquí y de allá donde cualquier mamonaz@ puede dejarse caer tirando de carisma y simpatía mientras se posiciona de forma manifiesta a favor de actitudes patriarcales y/o autoritarias sólidas hasta que se produce, por desgracia no en todos sino sólo en el mejor de los casos, una respuesta colectiva para invitar a est@s radicales de chaqueta a que se vayan a sembrar ostias a otra parte?

Lo cierto es que, sin poder completar el círculo en un artículo, también nos gustaría traer a la mente de tod@s unos cuantos enrejados con los que más de un@ nos hemos topado: que el fin justifique los medios, que lo cuantitativo se anteponga a lo cualitativo, el consumo de eslóganes rápidos, tópicos, estética y falsa conciencia. La revolución convertida en una simple religión política. Demagogia, populismo y simplismo proyectados al exterior, donde muchas mentes críticas se ven dispersadas de estos movimientos. Por otro lado, inercias y tabúes que asientan el “buenrollismo” y la falta de autocrítica.

Cuando apartamos pilares como el esfuerzo voluntario, la empatía y el compromiso, anteponiendo el deseo, la apetencia, el interés personal o la autocomplacencia, igual que formas de nihilismo, placerismo y autodestrucción que el propio Estado administra, el embrutecimiento y la miseria no tardan en reaparecer. Sin un gran esfuerzo reflexivo que avive el debate colectivo las acciones diarias se ahogan en la confusión y la fé activista, más aun bajo el gobierno del no pensar.

Selvas Insurrectas.Para pensar en esta y otras cuestiones nos hemos acercado al XI Encuentro del Libro Anarquista de Madrid, donde Carla desarrolló el tema “Género, Raza y Clase. La Opresión Múltiple”. Nos ha parecido interesante destacar algunos puntos de la exposición para no olvidar ciertos temas que nos afectan a tod@s día a día. Entre otros muchos, comentaba la necesidad de “nombrar lo que vivimos por su nombre”, que “nunca es analizado en términos de racismo” sino como “una cuestión personal, de carácter, de malos entendidos, de bromas fuera de lugar, de conflictos entre ésta y aquella...” pero “no nombramos lo que es: exclusión racial”. Explicando la enorme problemática y barreras de las mujeres, emigrantes y pobres, añade también que a menudo “el hecho de que nuestros espacios sean racistas y clasistas” dificulta e incluso “no permite su acercamiento a nuestro contexto” y “de ahí su ausencia entre nosotr@s”. “No es una crítica gratuita” a “la política antirracista de nuestros espacios” y añade que ha “participado en algunos colectivos antirracistas mixtos”, “de los cuales he tenido que irme” y “esto porque hacemos política antirracista sin cuestionar nuestro privilegio racista”. Una cosa “es combatir el racismo de l@s demás, el racismo del Frente Nacional, el partido de extrema derecha, etc. Otra cosa es combatir el racismo en sí, el racismo interiorizado. Afirmar la necesidad de combatir el racismo es recordar que las relaciones sociales de raza estructuran nuestra manera de ser, comportarse y pensar. En consecuencia, la lucha contra el racismo tiene que ver en el espacio político y en el espacio personal”.

“En espacios y colectivos antirracistas mi rol era hacer ver a mis compañer@s blanc@s su propio racismo. Eso es un trabajo que tenéis que saber hacer sol@s, yo no soy una herramienta para que veáis vuestro racismo. Eso no cuaja, eso no funciona”. “La tendencia de la política antirracista es hablar de y por las personas emigrantes sin cuestionar las situaciones, condicionamientos y contextos de nuestras vidas que nos distinguen, que nuestras herramientas de lucha muchas veces no son las mismas. Todo esto sin tener en consciencia ni haber hecho un trabajo político real acerca del racismo y el clasismo. Que la lucha antirracista no se reduzca a la repetición de eslóganes, tópicos poco profundizados a los cuales recurrís en un momento determinado para hacer ver o engañaros a sí mism@s o a l@s demás acerca de su conciencia sobre el racismo y del trabajo político en el campo de la emigración”.

Estas palabras nos han hecho pensar lo suyo en experiencias más que graves desde un punto de vista feminista y antes de nada queremos aclarar, aunque resulte obvio, que Carla no guía nuestras propias cavilaciones. Vemos claro que buena parte del ámbito personal es también político, desde el momento en que una acción afecta a la sociedad, a otr@s seres viv@s, a su entorno, etc. Esto rompe el mito libertino burgués que reza: “Yo en mi casa hago lo que me da la gana” o “Yo con mi vida hago lo que a mi me da la gana”, tan comunes para defender o mostrar actitudes cómplices con agresiones machistas, fascistas, especistas, convivenciales, capitalistas, consumistas y autoritarias en general. Por otro lado, su crítica suele eludirse con paternalismo y echando balones fuera que tratan de relativizar el problema intentando ubicarlo a menor altura que ciertas conductas de otras personas, que pueden ser igual de objetables. Justificarse aludiendo a otros males que también debieran ser criticables.

Incluso puede tratar de invisibilizarse la injusticia apoyándose en la complicidad y apoyo de familiares, amig@s, compañer@s, personas influyentes... permitiendo ya no sólo mantener sus consecuencias sociales, también reforzar su difusión y un sentido acrítico impuesto como hábito autoritario. Estas actitudes pueden dejarse pasar, estando ya el daño hecho y ahora amplificado, como si nada hubiera pasado, pero la experiencia nos demuestra que el autoritarismo así reforzado y multiplicado retorna con mayor violencia en otro lugar de la sociedad que puede ser el nuestro o el de otr@s.

Resulta relativamente sencillo posicionarse en contra de la injusticia cuando la sangre llega al río y la agresión la cometen otr@s -sea el Estado, el capitalismo, un violador, un maltratador, etc. ¿Pero nos preguntamos alguna vez qué estamos haciendo en nuestras vidas para combatir aquello o incluso a aquell@s que propagan estas miserias con total descaro, placer e impunidad? Y, pensando en todo esto siempre más allá del victimismo y de ideas irracionales, compartiendo las experiencias de much@s compañeras de lucha a lo largo de los años ¿somos conscientes de que esto también se ceba en cada vez más espacios liberados de aquí y de allá donde cualquier mamonaz@ puede dejarse caer tirando de carisma y simpatía mientras se posiciona de forma manifiesta a favor de actitudes patriarcales y/o autoritarias sólidas hasta que se produce, por desgracia no en todos sino sólo en el mejor de los casos, una respuesta colectiva para invitar a est@s radicales de chaqueta a que se vayan a sembrar ostias a otra parte?

Lo cierto es que, sin poder completar el círculo en un artículo, también nos gustaría traer a la mente de tod@s unos cuantos enrejados con los que más de un@ nos hemos topado: que el fin justifique los medios, que lo cuantitativo se anteponga a lo cualitativo, el consumo de eslóganes rápidos, tópicos, estética y falsa conciencia. La revolución convertida en una simple religión política. Demagogia, populismo y simplismo proyectados al exterior, donde muchas mentes críticas se ven dispersadas de estos movimientos. Por otro lado, inercias y tabúes que asientan el “buenrollismo” y la falta de autocrítica.

Cuando apartamos pilares como el esfuerzo voluntario, la empatía y el compromiso, anteponiendo el deseo, la apetencia, el interés personal o la autocomplacencia, igual que formas de nihilismo, placerismo y autodestrucción que el propio Estado administra, el embrutecimiento y la miseria no tardan en reaparecer. Sin un gran esfuerzo reflexivo que avive el debate colectivo las acciones diarias se ahogan en la confusión y la fé activista, más aun bajo el gobierno del no pensar.

Selvas Insurrectas.

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