Comunismo libertario en la práctica

¿Cómo podemos hacer del Anarquismo algo útil para toda la sociedad? ¿Cómo queremos que sea una sociedad libertaria?
perlo
Mensajes: 31
Registrado: 21 Nov 2011, 13:11

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por perlo » 20 Abr 2012, 16:13

spynet escribió:
ElhombreQueNoRie escribió:

Personalmente, la observación del comportamiento de los animales domésticos, me aporta lecciones de gran calado, un día y otro también.Mi perra me enseña cada día que la fidelidad es un valor básico que los humanos debemos de recuperar en forma de lealtad y gratitud y me enseña que poco necesita para ser feliz, con sus paseos diarios, más breves de lo que merecería, sin complicarse la existencia.

por qué no podríamos organizarnos como las hormigas? La naturaleza nos muestra, a través de las formas de vida más sencillas, las grandes claves que nuetro obtusismo, cortera de miras y estupidez en grado sumo, nos impiden lamentablemente ser.

Si nos acércaramos más a la naturaleza, a los aniñames y a las plantas, y contemplásemos la grandiosidad que encierra su sencillez, encontraríamos muchas de las respuestas que, tan cerca de nosotros, somos incapaces de vislumbrar.

http://www.laventanaesmeralda.blogspot.com

A mi se me ocurre una gran pregunta. ¿ Las ciudades deberían desaparecer ? ¿ Es compatible una ciudad con un sistema libertario ?
Saludos!
Yo pienso que si, pero osea, las ciudades tal y como las conocemos, podrían pasar a ser "ciudades" por darles un nombre, o pueblos o agrupaciones, como queráis llamarlo a un grupo de colonias, seria perfectamente viable un sistema de vida como el de las hormigas, en colonias separadas, pero bien comunicadas entre si, y a la que ninguna le falta de nada y trabaja por conseguirlo.
A veces pienso que deberíamos ver más como viven los animales y usar nuestro raciocinio para adaptar esa forma de vida a nuestras necesidades.

Avatar de Usuario
cantueso
Mensajes: 695
Registrado: 12 Jun 2012, 16:27

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por cantueso » 24 Oct 2012, 10:05

Vamos haber, si destruimos las ciudades, donde metemos las millones de toneladas de cemento de asfalto y demas?
otra cosa, si nos ponemos a destruri por que asi se decide, no habra algo que dejar , que se pueda utilizar? como por ejemplo teatros? cines?museos? escuelas? hospitales?parques? Rios? se pueden utilizar para otras cosas, antes de destruirlos, y lo de las tecnologias, pienso que las que hay(o casi todas se pueden utilizar para todos, otra cosa es crear mas de momemtno o dentro de unas decadas, o cuando hagan falta, ) se pueden utilizar los telefonos e internet para comunicarnos, por ejemplo si el pueblo de al lao este mes le hacen falta 20.500 kilos de patatas,20.500 kilos de lechugas,20.500 kilos de arroz,,20.500 kilos de agua,20.500 kilos de de lo que sea, y el mes anterior solo le hicieron falta 20.000 de cada cosa, pues e coje el telefono y se dice, este mes hacen falta 500 kilos de cada cosa mas que el anterior, no creo que haya que correrse una maraton para ir a decirselo

lo de los pueblos es muy bonito, pero las ciudades digo yo que algo se pueda aprovechar, ademas , el que quiera que viva en ciudades, y el que quiera que viva en la jungla a lo tarzan con un tapa rabos, yo soy mas de campo, pero digo yo que algo se podra aprovechar

una cosa que no se, es que pasria con el trabajo en una sociedad anarquista, en el sentido de , habriatrabajo para todos? nos turnariamos a 5 horas al dia si no lo hubiera para que asi, pudieran trabajar todos? , o unos estudiarian y otros trabajarian, para no explotar el planeta com se hace ahra con el capitalismo? no se si hay un tema sobre como se organizaria el trabajo para todo el mundo, pero seria bueno abrirlo, si no lo hay ya
El hombre tiene que ser libre

No se puede ir contra lo natural

Y Que viva la escuela moderna

anenecuilco
Mensajes: 2726
Registrado: 19 Abr 2009, 12:30

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por anenecuilco » 24 Oct 2012, 14:45

Es evidente que una comunidad no puede resolver todos los problemas de salud al carecer de medios, tenemos hospitales, ¿los enfermos que lo precisasen serían trasladados a otras comunidades para su observación?
Claro.
en ese caso ¿qué recibirían a cambio estas comunidades?
Si esas instituciones sanitarias son comunes a varias comunidades, su mantenimiento sería también común, independientemente de en cuál estuvieran situadas.
¿estaríamos hablando de un sistema sanitario organizado entre las comunidades, con una funcionamiento similar al actual?
Habría diversas opciones, pero supongo que el sistema sanitario estaría gestionado por los trabajadores del ámbito al que perteneciera, bajo la supervisión de toda la población.
y otra incógnita, en cuanto a la industria, los bienes producidos en las fábricas ¿cómo serán repartidos?
Si no se viera factible que cada individuo consumiera lo que estime oportuno por criterios ecológicos y de escasez, que es lo más probable, supongo que se establecerían fórmulas como salario con límites de acumulación (igualitario o según necesidades o según la disponibilidad de mano de obra en cada sector) o acceso a productos según esos criterios.
¿deberíamos renunciar a muchos avances de los que ahora disponemos o deberíamos garantizar la cooperación entre las comunidades para que los materiales lleguen a todos los lugares?


Habría que tener en cuenta un reparto equitativo dentro de límites ecológicos. Las capas altas de la sociedad perderían acceso a bienes materiales seguro. Y las capas bajas igual también en algunos aspectos, aunque en otros ganarían. Por ejemplo seguramente habría restricciones para propiedad de vehículos motorizados tal como los conocemos hoy en día.
y ¿las fuentes de energía? la energía renovable nos dota de independencia pero no es aplicable a todas las máquinas, el petróleo no da para toda la población mundial ¿quién estudiaría las alternativas?
¿En que comunidades? ¿Harían llegar sus descubrimientos al total de la población?
Lo mismo, reparto equitativo de lo que haya teniendo en cuenta las características de cada territorio y los criterios ecológicos. Para estudiar las alternativas habría instituciones técnicas. No soy ningún experto, pero cuando se dice por ejemplo que harían falta no sé cuántos planetas para que los chinos vivan como los estadounidenses, la solución no es que los chinos vivan como los estadounidenses. Cambiando las estructuras de los territorios, de la producción y de las ciudades el problema no es lo mismo. Evidentemente no gasta lo mismo un sistema en el que para ir a trabajar tienes que conducir tu coche 20 kilómetros que un sistema en el que se fomenta que los trabajadores trabajen en empresas en su entorno cercano.
una cosa que no se, es que pasria con el trabajo en una sociedad anarquista, en el sentido de , habriatrabajo para todos? nos turnariamos a 5 horas al dia si no lo hubiera para que asi, pudieran trabajar todos? , o unos estudiarian y otros trabajarian, para no explotar el planeta com se hace ahra con el capitalismo? no se si hay un tema sobre como se organizaria el trabajo para todo el mundo, pero seria bueno abrirlo, si no lo hay ya
Trabajo siempre hay para todos y a cuanto más trabajadores más producimos y menos tenemos que trabajar cada uno. El desempleo es una consecuencia del modo de producción capitalista, para el que los trabajadores son mercancías: si yo soy un capitalista y me dan a elegir entre contratar a tres trabajadores que trabajen 4 horas al día, pagándoles 1.000 euros a cada uno o contratar a uno que trabaje 12 horas al día por 1.200 produciendo lo mismo, está claro que voy a elegir al segundo, con el que me ahorro 1.800. Y los otros dos al paro, no es mi problema.

Bajo el comunismo habría que hacer el cálculo de cuántos somos y cuánto queremos producir, y partiendo de esa base nos saldría que tenemos que trabajar cada uno 25 años, o 15, o lo que sea.
When the Union's inspiration through the workers' blood shall run,
There can be no power greater anywhere beneath the sun

anenecuilco
Mensajes: 2726
Registrado: 19 Abr 2009, 12:30

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por anenecuilco » 24 Oct 2012, 14:50

Por cierto, sobre el tema de la reconversión de las ciudades, de la restricción del consumo, es muy interesante este artículo de Mike Davis sobre la experiencia estadounidense durante la II Guerra Mundial.

Ecologismo de retaguardia

Mike Davis
Sin Permiso


El reciente e histórico informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC) no debe haber suscitado más que una pequeña exclamación hecha a regañadientes por parte del inquilino de la Casa Blanca, pero ha animado a los líderes de otros países del mundo a declaraciones de intenciones (y de urgencias) sin precedentes hasta la fecha. La reacción más inequívoca llegó de Francia, del normalmente conservador Presidente de la República, Jacques Chirac, quien aseguró que “el tiempo para las medidas a medias tintas ya pasó: ha llegado el momento para una revolución”.

El camarada Chirac, por supuesto, está totalmente en lo cierto. El informe del IPPC se convertirá de forma inexorable en el Libro del Apocalipsis si no reconstruimos nuestra civilización, hasta ahora completamente adicta al combustible fósil, a partir de nuevos fundamentos que puedan mitigar los cambios irreversibles que ya hemos causado en el medio ambiente. Para Estados Unidos, en particular, tal “revolución” debería pasar por poner punto y final a nuestra notoria dependencia con respecto a los automóviles, a los festines de consumo, a la expansión incontrolada de los suburbios, a las interminables extensiones de césped destinadas al entretenimiento y a las dietas basadas en carne de bovino.

Pero pese a los extraordinariamente preocupantes resultados del IPPC, que incluyen la predicción de un calentamiento en el oeste de Estados Unidos de 9 grados a finales de este siglo, nada parece menos probable que una revolución de este tipo. Los polos pueden estar derritiéndose y el nivel de los mares subiendo, pero ¿acaso hay alguien que espere que la mayoría de los estadounidenses aparque voluntariamente sus utilitarios y abandone las superficies de césped?

Las probabilidades son escasas, pero hay algo que puede albergar la semilla de nuestras esperanzas: los recuerdos de nuestras familias. Bien mirado, mis padres (o mis abuelos) dejaron en su día sus coches en casa para ir al trabajo en bicicleta, levantaron el césped para plantar coles, reciclaron sus tubos de pasta dentífrica y las grasas que utilizaban en la cocina, se presentaron como voluntarios a los centros de día de las United Service Organizations (USO) [organizaciones privadas sin ánimo de lucro que ofrecían servicios de apoyo psicológico y recreativo a los miembros del ejército estadounidense], compartieron sus casas y sus cenas con extraños, y se esforzaron de cientos de formas distintas para reducir el consumo innecesario y el despilfarro.

Pese a que no debemos olvidar la cara amarga de la década de 1940, que incluye el internamiento de estadounidenses de origen japonés, los sangrientos disturbios raciales en Detroit y en Los Ángeles, y un omnipresente mercado negro de bienes sometidos a racionamiento, lo cierto es que toda esta retaguardia civil que se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial constituye el experimento ecologista más importante y ampliamente participativo de la historia de los Estados Unidos. La mayoría de los civiles estadounidenses, unos de mala gana y otros con auténtico entusiasmo, respondieron a la llamada de Washington, realizada por Lessing Rosenwald, jefe del Servicio de Conservación Industrial, “para sustituir la economía del despilfarro –y este país ha destacado por sus niveles de despilfarro- por una economía de la conservación”.

El símbolo más emblemático de este ethos conservacionista que se desarrolló durante la guerra lo constituye, obviamente, el Victory Garden. En 1943, en lo que habían sido los jardines de la Casa Blanca, el “Jardín de la Victoria”, crecían judías y zanahorias, y Eleanor Roosvelt, junto con cerca de 20 millones de “jardineros de la victoria” más, producía entre el 30 y el 40 por ciento de las verduras y hortalizas del país, lo que, a su vez, permitía que los agricultores se dedicaran a alimentar a rusos y británicos. Pese a que los huertos de los suburbios y los situados en medios rurales eran mayores y generalmente más productivos, los niños que crecían en las ciudades se convirtieron en uno de los grupos de “jardineros” que con mayor dedicación se entregaron a la tarea común. Así, gracias a la participación de los Boy Scouts, a la campaña “Food Fights for Freedom” [“Los alimentos, en lucha por la libertad”] y al establecimiento de centros para la prestación de servicios a la población civil, miles de feos y vacíos solares-vertederos de Chicago, Nueva York y otras ciudades industriales se convirtieron en huertos de barrio que daban a los chavales del vecindario el orgullo de sentirse agricultores urbanos.

De este modo, la “jardinería de la victoria” se fue convirtiendo en una nueva y espontánea visión de los espacios verdes y de la autosuficiencia en el medio urbano, visión que sobrevivió a las puras e inmediatas exigencias de oferta de alimentos en tiempo de guerra. En Los Ángeles, las flores, auténticas “albañiles de la moral ciudadana”, fueron incluidas en el Programa “Clean-Paint-Plant” [“Limpiar-pintar-sembrar”], que pretendía transformar los espacios vacíos de la ciudad. En Chicago, 400.000 escolares se alistaron a la campaña “Clean Up for Victory” [“Limpiar para la victoria”], cuyo objetivo no era otro que el de recoger chatarra para uso industrial y el de vaciar solares para plantar huertos. A su vez, los Jardines Botánicos de Brooklyn enseñaban los principios de la “cultura del huerto” a maestros de escuelas locales y a miles de sus entusiastas alumnos. En un famoso libro de poesía, The Garden Is Political, de 1942, el poeta John Malcolm Brinnin proclamaba la nueva sensibilidad comunitaria –la de los “acres de internacionalismo”- que estaba arraigando en las otrora áreas olvidadas de las ciudades estadounidenses.

La guerra también trajo como consecuencia el destronamiento del automóvil como icono del estilo de vida americano. Las cadenas de montaje de la industria de Detroit fueron reconvertidas para que pudieran producir tanques Sherman y bombarderos “B-24 Liberator”, mientras que la severa escasez de caucho que siguió a la conquista japonesa de Malaya obligó al racionamiento de caucho y gasolina. Asimismo, con unos tranvías abarrotados y un sistema de autocares de largo recorrido prácticamente colapsado, se hizo necesario inducir a los trabajadores a compartir automóviles o a adoptar medios de transporte alternativos. Pese a que los superpoblados centros de ciudades como Washington, San Diego o Detroit nunca alcanzaron el objetivo ansiado de 3,5 conductores en cada automóvil, lograron doblar la ocupación media de los vehículos gracias al fomento de extensas redes vecinales y a la introducción de parques de vehículos tanto oficiales como empresariales. Dicha tendencia se vio reforzada por incentivos al racionamiento de la energía y sanciones al uso de automóviles por parte de personas solas o para fines recreativos.

Por vez primera –y única- en la historia de Estados Unidos, hacer autostop se convirtió en una práctica prohibida. Las autoridades animaron a los conductores a centrarse en recoger a los trabajadores de la industria de la guerra que pudieran encontrar parados en las estaciones de autobuses, así como a los soldados de permiso que se dirigieran a sus casas. En Colorado, el Partido Republicano mostraba su compromiso con el ahorro de caucho exhibiendo a sus candidatos a las elecciones de 1944 acudiendo a los mítines electorales haciendo autostop. En Hollywood, una joven promesa del cine que volvía en su coche, ataviada con unos atrevidos shorts, de jugar al tenis, se granjeó las alabanzas de los medios de comunicación por haber acompañado a casa a un soldado que había encontrado varado en algún rincón del estado. Mientras tanto, Emily Post, la emperatriz de las buenas maneras de los Estados Unidos de la época, reprobaba cualquier forma de seducción de carretera y reivindicaba un atuendo discreto a la hora de lograr que alguien le recogiera a una al borde del asfalto. “No son buenas maneras –decía- levantar el pulgar cuando se hace autostop”: lo que una mujer debe hacer –aseguraba- es “limitarse a mostrar su acreditación como miembro del cuerpo de asistencia civil a los combatientes”. Post señalaba también que “estos trayectos compartidos no son reuniones sociales, por lo que la conversación no es necesaria”. Pero lo cierto es que muchos hijos del baby-boom son el resultado final de estos métodos, formales unas veces y más informales las otras, de conducción compartida en tiempos de guerra.

Una de las películas más sobresalientes de 1942 fue “Magnificent Ambersons” [“El cuarto mandamiento”, conocida en Hispanoamérica como “Los magníficos Amberson”]. Se trataba de una crónica pesimista de cómo el moderno capitalismo granempresarial, el del automóvil, había destruido el sencillo mundo de caballos y carretas de finales del siglo XIX. Sin embargo, a principios de la década de 1940, varios elementos de ese mundo que parecía haber desaparecido, incluidos los caballos y las carretas, renacieron al albur de la austeridad de los Estados Unidos en guerra. Para las delicias de los niños y de personas mayores que lamentaban la desaparición del caballo urbano, almaceneros y compañías de transportes resolvieron el problema de la escasez de caucho enganchando de nuevo los caballos a sus carretas. También los habitantes de los suburbios de Connecticut y de Long Island empezaron a anudar las sillas de montar a los arneses de los caballos. Así, en mayo de 1942, el New York Times proclamaba con orgullo que “los fabricantes de arneses están haciendo un gran negocio sacando los carros de sus escondites”.

Todavía más importante que todo ello fue el hecho de que la obsesión nacional de la década de 1890, la bicicleta, reapareció masivamente, en buena medida gracias al ejemplo, altamente publicitado, de una Inglaterra en la que más de una cuarta parte de la población iba al trabajo en bicicleta. Menos de dos meses después de Pearl Harbor, una nueva arma secreta, la “bicicleta de la victoria”, hecha a partir de metales no esenciales y con neumáticos de caucho reciclado, irrumpió en portadas de periódicos y en todo tipo de noticiarios. Mientras, cientos de miles de trabajadores de la industria de la guerra confiscaron las bicis de sus niños para desplazarse cada día a la planta o a la oficina, y las vallas publicitarias de pueblos y ciudades anunciaban desfiles de bicicletas para llamar la atención acerca de las ventajas patrióticas de las Schwinn sobre los Chevrolet. Con la posibilidad de salir a pasear en coche restringida por el racionamiento, las familias recurrieron las bicis para ir a dar una vuelta y hasta de vacaciones. En junio de 1940, los funcionarios de los parques y jardines informaban de que “nunca en Yosemite Valley el uso de la bicicleta estuvo tan extendido como lo está esta temporada”. A su vez, las autoridades encargadas de la salud pública elogiaron la doble contribución de la “jardinería de la victoria” y del uso de la bicicleta en favor del fortalecimiento tanto del vigor civil como del bienestar físico, hasta el punto de predecir que tal combinación reduciría la vergonzosamente creciente morbilidad del cáncer.

Así pues, durante los años de la guerra tanto las mercancías como los productos fueron objeto de un profundo reciclaje. Buena parte del idealismo propio del arranque del New Deal reapareció en las políticas de vivienda, en la reconversión económica, en las políticas de empleo y en los programas de atención a los menores. Un ejemplo particularmente interesante de todo ello lo constituyó el movimiento del “consumo racional” impulsado por el Departamento de Defensa Civil, que animaba a “comprar sólo lo necesario” y que abrió centros de información para el consumidor que ofrecían consejos sobre alimentación familiar, tendencias de los precios, conservación de los alimentos y reparación doméstica de aparatos eléctricos. Con todo, los Comités de Consumidores del Departamento de Defensa Civil pusieron en cuestión los valores sagrados del consumo de masas al denunciar la rapidez con que unos estilos eran sustituidos por otros, la tiranía de la moda y de la publicidad, la práctica de la llamada obsolescencia programada de los productos, etc. Asimismo, promovieron un nuevo concepto del ama de casa como “soldado económico” que administraba el hogar con la misma frugal eficiencia con que Henry Kaiser hacía funcionar sus astilleros.

No es de extrañar, pues, que esos millones de mujeres empuñando sopletes de soldar y remachadoras cuestionaran cada vez más los conceptos tradicionales del trabajo doméstico y los roles de género. En abril de 1942, por ejemplo, el New York Times visitó un pueblo de caravanas cercano a una planta industrial de Connecticut, esperando encontrar a jóvenes esposas desviviéndose por un futuro de posguerra en casas en las afueras de las ciudades y con cocinas modélicas. Pero, en su lugar, encontraron a trabajadoras de la industria de la guerra que estaban encantadas con sus (antiguamente masculinos) empleos y que se contentaban con vivir en viviendas humildes que apenas requerían trabajo doméstico.

Uno de los puntos de convergencia más fascinantes entre este incipiente “feminismo de guerra” y el imperativo conservacionista fueron las convulsiones que vivió el mundo de la moda en 1942. Preocupado ante la obligación de tener que conservar lana, rayón, seda y algodón, el Comité de Producción para la Guerra creyó que las técnicas que estaban revolucionando la producción de bombarderos y de “barcos por la libertad” –la simplificación del diseño y la estandardización de los componentes- podían ser utilizadas también en la manufactura de prendas de vestir. Así, en un acto poco habitual entre los herederos de grandes almacenes, H. Stanley Marcus, miembro de la dinastía de los Neiman-Marcus, se convirtió en el Alto Comisionado para la Racionalización de la Moda, que dependía del Comité de Producción para la Guerra, y como tal defendió los valores de la conservación y la durabilidad, valores que coincidían con los que venía reivindicando desde hacía tiempo la diseñadora de moda radical Elizabeth Hawes, cuyo libro Why Women Cry, de 1943, se convirtió en un audaz manifiesto proclamado en nombre de los millones de “wenches with wrenches” [“muchachas de llave inglesa”, esto es, chicas obreras].

El objetivo era lograr una “silueta fina y abreviada”, lo que animó a la producción de faldas más cortas y que no marcaran la cintura y estabilizó el abanico de modelos disponibles para el consumidor. Este hecho, a su vez, permitió que las fábricas y los telares pudieran producir más uniformes, tiendas y paracaídas. Y, mientras las faldas de las mujeres, al igual que las batas y los pantalones, eran acortadas como resultado de la normativa aprobada por el Comité de Producción para la Guerra, los fotógrafos de la revista Life deleitaban a las tropas en el exterior con imágenes de auténtico fervor patriótico: aspirantes a estrellas de cine cortando la parte inferior de sus camisones o luciendo los reducidos pijamas que estaban ayudando a ganar la guerra. Así, el material resultante de esos recortes de los camisones y de los dobladillos de lana de los pantalones de hombre, que el Comité de Producción para la Guerra ordenó que se realizaran en mayo de 1942, fue rápidamente reciclado en los cerca de 500 talleres de costura que se habían establecido a lo largo del país como respuesta a una llamada del

Servicio de Conservación Industrial.

El conservacionismo combatió también los estilos de vida más lujosos. Pese a que la producción para la guerra estaba añadiendo miles de millones al valor neto de los plutócratas estadounidenses, cada vez se hizo más difícil para éstos el gastar parte de sus fortunas en las conspicuas actividades a las que se entregaban habitualmente. A fin de forzar a los constructores a dar respuesta a la enorme demanda de vivienda asequible por parte de los trabajadores de la industria de la guerra, el Comité de Producción para la Guerra prohibió la construcción de viviendas que costaran más de 6.000 dólares. Mientras tanto, miles de trabajadores domésticos abandonaron Park Avenue y Beverly Hills para hacerse con trabajos mejor remunerados en factorías para la guerra, y muchos de los que no lo hicieron se unieron a la Unión de Trabajadores Domésticos Unidos, que pertenecía al sindicato CIO (Comité para la Organización Industrial). Algunos millonarios se retiraron a sus clubes a lamentarse de los últimos atropellos por parte de Roosvelt, pero otros aceptaron la escasez de trabajadores domésticos y se trasladaron a viviendas más pequeñas –aunque todavía lujosas- a la vez que cedieron temporalmente sus mansiones para que fueran utilizadas por parte de las Fuerzas Armadas. En julio de 1942, el Chicago Tribune describía las aventuras de siete jóvenes oficiales de bajo rango de la Marina que, junto con sus esposas, compartían una de esas viejas mansiones de Robber Baron, lo que no dejaba de constituir una práctica relativamente habitual en aquel momento.

Pese a que toda esta “guerra del pueblo” que se libraba en la retaguardia no estuvo exenta de críticas por parte de los conservadores, las observaciones que hicieron tanto periodistas como personas extranjeras que visitaron el país por aquel entonces, así como las que se encuentran en los libros de memorias, coinciden en señalar que la combinación de la crisis a escala mundial con el pleno empleo y la ligera austeridad resultaron altamente tonificantes para el carácter de los Estados Unidos. El columnista del New York Times Samuel Williamson, por ejemplo, dejó constancia del impacto positivo que el racionamiento y las restricciones al uso del automóvil tuvieron en aquellos barrios periféricos carentes tanto de “la autosuficiencia que se puede lograr en los distritos rurales” como de “la integración completa que ofrece una ciudad suficientemente grande”.

Tras la confusión y consternación iniciales en las que tales cambios sumían a quienes los presenciaban, Williamson se percató pronto de todo lo que de positivo tenía el hecho de que los habitantes de los suburbios fueran en bici, remendaran su propia ropa, cultivaran hortalizas y dedicaran más tiempo a proyectos colectivos con sus vecinos. Sin coches, la vida parecía ir más despacio, pero las gentes alcanzaban logros más importantes. Como Welles en “Magnificent Ambersons”, Williamson señaló que, en una sola generación, el modelo de vida norteamericano había vivido cambios revolucionarios hasta el punto de haber enterrado aparentemente para siempre elementos de la vieja sociedad de finales del siglo XIX. Sin embargo, Williamson subrayó también que los estadounidenses parecían estar recuperando algunos de los viejos valores gracias a la guerra y al énfasis puesto en la conservación del medio ambiente. “Uno de estos valores –escribía Williamson- es la recuperación del hogar, no como mero dormitorio, sino como lugar en el que la gente efectivamente vive. Los lazos de amistad están ganando enteros”, afirmó.
Las afirmaciones de Williamson apuntaban llenas de esperanza a un futuro alternativo, un futuro que, sin embargo, fue barrido del mapa por la violenta reacción contra el New Deal y por la euforia consumista de la sociedad de la abundancia de posguerra. Muy pocos de los valores centrales que inspiraron los innovadores programas de la retaguardia –esto es, el imperativo conservacionista, el ethos de los jardines-huertos, el establecimiento de zonas verdes en el espacio urbano abandonado, el renacimiento del uso de la bicicleta y del transporte público, las vastas redes de voluntariado, el importante papel de los niños en el movimiento conservacionista, las campañas por un consumo racional y por un mundo de la moda menos derrochador, el renovado gusto por el bricolaje y el trabajo artesanal, la crítica del lujo y del consumo excesivo, el nuevo feminismo en el puesto de trabajo y, más en general, la jovial frugalidad igualitaria- sobrevivieron a la Guerra Fría. Sin embargo, tres generaciones más tarde podemos encontrar todavía sorprendentes fuentes de inspiración y esenciales enseñanzas en materia de supervivencia en ese breve período de jardines de la victoria y de autoestopistas felices.
When the Union's inspiration through the workers' blood shall run,
There can be no power greater anywhere beneath the sun

Avatar de Usuario
cantueso
Mensajes: 695
Registrado: 12 Jun 2012, 16:27

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por cantueso » 24 Oct 2012, 17:06

anenecuilco escribió:Muy pocos de los valores centrales que inspiraron los innovadores programas de la retaguardia –esto es, el imperativo conservacionista, el ethos de los jardines-huertos, el establecimiento de zonas verdes en el espacio urbano abandonado, el renacimiento del uso de la bicicleta y del transporte público, las vastas redes de voluntariado, el importante papel de los niños en el movimiento conservacionista, las campañas por un consumo racional y por un mundo de la moda menos derrochador, el renovado gusto por el bricolaje y el trabajo artesanal, la crítica del lujo y del consumo excesivo, el nuevo feminismo en el puesto de trabajo y, más en general, la jovial frugalidad igualitaria- sobrevivieron a la Guerra Fría. Sin embargo, tres generaciones más tarde podemos encontrar todavía sorprendentes fuentes de inspiración y esenciales enseñanzas en materia de supervivencia en ese breve período de jardines de la victoria y de autoestopistas felices.
[/quote]

Bueno lo que creo que quieres decir con esto, es que no hay por que destruir las ciudades como se ha dicho por ahi, se pueden cambiar dentro de lo que cabe, para que la gente pueda vivir mas tranquila,y aun que todas estas lineas de arriba que dijiste paso en tiempo de guerra, es un ejemplo de que muchas cosas pueden funcionar si la gente se lo propone, cono lo de las bicicletas o ir en carros si no hay gasolina, o otras cosas mas, lo que si que habria que poner, seria sitios de ocios colectivos( muchos grandes y pequeños), hasta en los pueblos mas pequeños, que todo el mundo pudiera ver una peli,cojer un libro de la biblioteca o ver teatro, (aun que sea gente de 95 años, solo por el gusto de decir voy a ver teatro una vez en la vida o a leer un libro a una biblioteca)
El hombre tiene que ser libre

No se puede ir contra lo natural

Y Que viva la escuela moderna

anenecuilco
Mensajes: 2726
Registrado: 19 Abr 2009, 12:30

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por anenecuilco » 24 Oct 2012, 17:15

Lo dice Mike Davis, no yo.
When the Union's inspiration through the workers' blood shall run,
There can be no power greater anywhere beneath the sun

Avatar de Usuario
cantueso
Mensajes: 695
Registrado: 12 Jun 2012, 16:27

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por cantueso » 24 Oct 2012, 17:23

anenecuilco escribió:Lo dice Mike Davis, no yo.
JEJE ,hombre pero tu lo citas no?
El hombre tiene que ser libre

No se puede ir contra lo natural

Y Que viva la escuela moderna

Ann
Mensajes: 248
Registrado: 10 Jul 2010, 15:55

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Ann » 23 Dic 2012, 14:53

A mi se me ocurre una gran pregunta. ¿ Las ciudades deberían desaparecer ? ¿ Es compatible una ciudad con un sistema libertario ?
Las ciudades son la tipica expresion del poder centralizador. El capitalismo necesita ciudades, macrociudades, para abaratar la produccion, los costes, tener obreos cerca... Su enemigo natural es el rural, las poblacion diseminada en pequeñas comunidades que complica la produccion y la venta. Asi pues ciudades es capitalismo. Antes del capitalismo habia ciudades, pero eran muchisimo mas pequeñas que las actuales, practicamente aldeas o pueblos, centros donde administrar o tener las estructuras incipientes del estado. Pero la inmensa mayoria de la gente vivia en el rural, desperdigados (hablo del caso español, pero casi siempre aplicable al resto).

Asi pues las ciudades deberian ir desapareciendo segun el sistema de produccion fuera cambiando de consumismo a satisfacer necesidades reales.

Añadiendo que existen evidencias documentales de que debido a las deficiencias de empadronamiento y recuento de poblacion es muy posible que la poblacion en España en siglos anteriores a la industrializacion fueran muy, pero sorprendentemente muy superior al que nos han contado, y estaban tan desperdigados por el rural que no contaban, y al contarse solo la poblacion urbanizada les salia lo que les salia, claro. De esa manera falaz se gestó la idea de que la industrializacion-capitalista era la causa del aumento de poblacion debida a sus "bondades", cuando en realidad significaba que solo habia mejorado el recuento de poblacion y esta constataba el aumento de la poblacion urbanizada, ahi donde podia contarse, precisamente.

Y recordar que en epoca romana hubo un abandono masivo, aunque paulatino, de las ciudades dada su insalubridad y malas condiciones, y el consiguiente despliegue de poblacion en el rural, donde podian vivir autarquicamente e incluso ajenos a lo que sucedia a su alrededor, ajenos a la historia, casi.

Mencionar que en el siglo XIX, el 90% de la poblacion española ERA RURAL, no urbana, y que es a partir de entonces que es urbanizada. Es muy interesante estudiar como sucede esto, para lo cual es necesario comprender el proceso de ingenieria social que los liberales e ilustrados del siglo XIX. (sugiero visionar estos o alguno de videos de youtube al respecto:
"Constitución de Cádiz de 1812. La Verdadera Historia"
"La Constitución de Cádiz: la Gran Mentira del siglo XIX"
"Nacimiento del capitalismo en España. La Pepa, Constitución de 1812"
que aclararaian mucho la comprension de lo que digo)

O sea que estas cosas ya han sucedido, no seria nada nuevo: podemos abandonar las ciudades y reruralizarnos sin mayores problemas. Un posible nuevo nicho de trabajo seria precisamente las labores de reconstruccion del bosque, de la naturaleza para que fuera rendible a la nueva poblacion rural.

Las ciudades son incompatibles con un buen sistema libertario.
La expresion de lo libertario es la ruralidad.

Avatar de Usuario
Lebion
Mensajes: 4471
Registrado: 13 May 2006, 02:27

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Lebion » 23 Dic 2012, 19:43

Como son las texis básicas de este libro lo que comentas Ann, te pego ésto:
http://centaurodeldesierto.blogia.com/2 ... usqued.php
Naturaleza, ruralidad y civilización o la invención de la tradición en la búsqueda de una arcadia rural.

Llama mi atención el predicamento que ha alcanzado entre los medios libertarios el libro de Naturaleza, ruralidad y civilización de Félix Rodrigo Mora. No sé si dicho predicamento se debe a cierto deseo por parte de algunos sectores anarquistas de acogerse a tesis novedosas que puedan presentarse sugerentes y/o a la sed de buscar nuevos referentes libertarios. No seré yo el que se oponga al debate sobre el anarquismo o los anarquismos, así como sus fuentes de las que bebe, sino todo lo contrario, todo lo que sirva para estimular este debate siempre y cuando sea constructivo me parece un buen signo para allanar el camino que nos lleve algún día a otro mundo diferente[1]. Sin embargo reconozco que me ha sorprendido el no encontrar ni tan siquiera una velada crítica a Naturaleza, ruralidad y civilización, cuando sus argumentaciones históricas cuanto menos resultan poco afinadas y vagas. En ellas se juega al juego de la imprecisión, de no delimitar correctamente las coordenadas de espacio y tiempo, lo que lleva aparejado el salto sin red, el mezclar nabos con coles y la dificultad añadida de separar el grano de la paja.



Dividiré este artículo en tres partes: una primera en la que haré una referencia a la edad media occidental y al feudalismo, del que si bien en el libro no hay ningún artículo específico, sí es cierto que hay párrafos en los que Rodrigo Mora nos hace llegar su visión del medievo; una segunda en la que incidiré en la herencia de la Revolución Francesa y la ilustración para el mundo libertario y que el autor rechaza de plano; una tercera en la que esbozaré una crítica a dos de los artículos que el libro contiene y en los que se encierra parte de la visión que Rodrigo Mora tiene sobre los últimos doscientos años de historia del Estado español.



I

Es evidente que la visión que tradicionalmente se nos ha pintado de la Edad Media Occidental como una época oscura, valle de lágrimas, dominada por la religión y la ignorancia es un camelo que tiene más de tópico que de verdad. Sin embargo también deberíamos guardarnos de la visión de una especie de arcadia en la que el ser humano vivía en comunión con la naturaleza, en un mundo en el que imperaba la fraternidad y la solidaridad. Tanto una visión como otra provienen del siglo XVIII, la primera de muchos ilustrados y la segunda de algunos revolucionarios franceses como el cura Roux. Qué duda cabe que en la época medieval y moderna las prácticas colectivistas en el mundo rural, aparte del apoyo mutuo, tuvieron mucho que decir, pero los grados de libertad del campesinado podían variar dependiendo del señor que se tuviera, del siglo en el que nos encontráramos (no es lo mismo estar en la Alta que en la Baja Edad Media, ni bajo el feudalismo en la Edad Moderna) y en el caso concreto de la Península Ibérica hasta el siglo XV de los avances, estancamientos y retrocesos de la mal llamada Reconquista.

Para empezar deberíamos tener en cuenta que no todo en la Edad Media y el Antiguo Régimen era comunal y tierras de propios, ni que en toda la Península Ibérica situada bajo la dominación cristiana prevalecía el concejo abierto, ni que éste siempre fuera tan “abierto”. Por el contrario la Edad Media estaba marcada por el modo de producción feudal –de ahí que hable también del Antiguo Régimen-, en el que en una sociedad claramente agrícola, de lenta evolución técnica, el excedente producido por una mayoría de pequeños productores era acaparado por una minoría definida jurídicamente. De este modo existían unas claras diferencias sociales, que van a ir a más a medida que avancemos en el medievo y en la edad moderna. Por otro lado, no habría que olvidar la importancia que va a tener el señorío, por el que los campesinos trabajaban las tierras de un señor y en el caso de los dominios territoriales incluso debiendo de cumplir con trabajos que estaban bajo dominio directo de éste.

También habría que discrepar con la visión que pretende darnos Rodrigo Mora en la que se nos presenta una comunidad campesina prácticamente aislada, ajena a deudas y presiones fiscales, por no hablar de la imagen cuasi bucólica de un campesinado de alimentación austera y frugal, pero bien nutrido. Los argumentos que ponen en entredicho esto son:

a) El campesinado entra en contacto con el “mundo exterior” a través de tres conductos: a) La aristocracia feudal que se encontrará a medio camino entre el aparato estatal y la mayoría de la población; b) la parroquia, desde la que se vehiculaba mucha de la ideología dominante hacia los campesinos; c) Las ferias y mercados, que en algunas ocasiones –caso de la feria de Medina del Campo- van a alcanzar una dimensión extrapeninsular.

b) Las relaciones sociales durante el feudalismo se definían en términos vagos e imprecisos, lo que podía dar lugar a consecuencias diametralmente opuestas. El señor tenía derecho de bando por lo que podía mandar, obligar y castigar. A efectos reales, esto bien podía significar nada, por lo que se podía tener una existencia más o menos ajena al poder feudal y estatal, o bien podía significar mucho, con un campesinado atosigado a prestaciones y redenciones en especie o dinero.

c) Los campesinos conocían bien la presión fiscal y el endeudamiento. Todavía en las últimas décadas del Antiguo Régimen se tenían cargas derivadas de los derechos señoriales. Además estaba el diezmo, la décima parte de la cosecha, que se destinaba a la Iglesia y de la que el Estado recibía una cantidad importante.

d) Las declaraciones de algunos cronistas de las postrimerías del siglo XVIII contradicen la imagen de un campesinado bien alimentado. “Los asturianos apenas prueban el vino en su tierra; en Valencia con una torta, chuflas y aguas trabajan los labradores todo el día; casi tan frugal es la comida de los de Cataluña, y los montañeses, aunque no ahorren en la bebida, no visten sino jerga casera, no comen otra carne que la salada, y eso no siempre, y usan con mucho provecho del pan de centeno y cebada; el gazpacho es un sustento casi general y único de los andaluces” [2].



II



Sería erróneo caer en el mito acuñado por la burguesía y que Rodrigo Mora adopta si bien de manera crítica. Esto es, la Revolución Francesa como exclusiva construcción burguesa, con el reforzamiento de la autoridad estatal mediante el ardid Estado-Nación[3]-. La Revolución Francesa supone, y con esto es con lo que creo que deberíamos de quedarnos los anarquistas, la irrupción de las masas populares en las decisiones políticas, influyendo de manera determinante en el devenir de la revolución con muchas de sus propuestas –que se podrían resumir en libertad, igualdad y fraternidad en su máxima expresión-. Además habría que añadir que dicho movimiento popular no es obra exclusiva del pueblo parisino, sino también de gran parte del campesinado francés. Y es que no habría que olvidar que éste participó de manera activa en la Revolución tras todo un siglo XVIII plagado de protestas y que lejos de empeorar su situación tras la toma de la Bastilla sus condiciones de vida mejoraron, dándose un perfil sociológico del campesinado en Francia de corte republicano y laico que se mantiene hasta nuestros días. Por tanto cargar las tintas contra la Revolución Francesa y por extensión contra el resto de las revoluciones del XIX supone una barbaridad ya que se obvia algunas ideas que lanzó la Revolución, que si bien han acompañado al ser humano desde que nació, ésta sistematizó.

En definitiva, el cultivar la razón, el defender la igualdad en todos sus frentes, el rechazar la autoridad y sobre todo el ser dueños de nuestro propio destino son principios del que todo aquel que se dice libertario debería de beber. Es por ello que desde aquí también habría que defender la ilustración –que obviamente Rodrigo Mora también rechaza-, el movimiento intelectual que inspiró a la Revolución Francesa y del que se nutre una buena parte de La Idea[4]. Además, una puntualización: ni todos los ilustrados eran fisiócratas, ni todos eran iguales en sus concepciones: Voltaire, Rousseau y ya no digamos Kant pueden moverse en unos mismos parámetros terminológicos, pero cuando hablan de libertad o del concepto de autoridad, cada uno quiere decir una cosa.



III



Es curiosa la interpretación de Rodrigo Mora con respecto a la historia de los dos últimos siglos de España. En esta visión plantea de modo muy resumido tres tesis:

a) La fuerza que tuvo el carlismo a lo largo del siglo XIX se debe al elemento popular que lo usó para defender la sociedad rural tradicional.

b) La débil mecanización del campo español se debe a que el campesinado opta por un modo de resistencia: el antimaquinismo.

c) El fin definitivo de la sociedad rural popular tradicional es obra del franquismo.

La primera tesis es acertada aunque muy matizable, la segunda y la tercera tesis son erróneas. Pero vayamos por partes:

La primera tesis se recoge en el artículo El pueblo y el carlismo. Un ensayo de interpretación, artículo del que habría que decir lo siguiente:

a) La gente no se levantó contra los franceses en 1808 porque temiera el fin de la sociedad rural popular tradicional, sino porque se oponía al espíritu de conquista que iba unido a la invasión napoleónica.

b) Un sector importante del campesinado va a apoyar al carlismo, pero no sólo no va a instrumentalizar al movimiento, sino que el movimiento los instrumentalizará a ellos en pos de sus intereses, como la carne de cañón para luchar contra el liberalismo, lo que hará que muchos de estos campesinos deserten.

c) Habría que señalar el importante influjo del bajo clero sobre parte del campesinado en España, lo que evidentemente va a influir en su toma de decisiones.

d) Habría que hacer una diferenciación entre las partidas absolutistas y el carlismo que se levanta en armas en 1833-39 y el carlismo que lo hace durante el Sexenio, ya que la tesis de Rodrigo Mora puede ser válida para el primer período, pero no tanto para el segundo en el que ya hay otros movimientos que dicen velar de manera específica y no vaga por los intereses del campesinado, caso del republicanismo federal y del internacionalismo.

e) El carlismo quería la vuelta al Antiguo Régimen y a la unión entre el trono y el altar en toda su extensión. Tenía las ideas claras. Otra cosa es que los que no las tuvieran tanto fueran los liberales y sus espadones, siempre tan temerosos de las aspiraciones populares. La prueba de esto que decimos es que cuando soplan vientos nuevos en el Sexenio (1868-1874) son muchos los liberales moderados que se pasan a las filas del carlismo.

La segunda y tercera tesis quedan recogidas en el primer artículo del libro El antimaquinismo rural y la mecanización de la agricultura. Dividido en dos partes, para justificar estas dos tesis el artículo se convierte en un despropósito plagado de afirmaciones en las que el exceso de purismo y antiurbanismo y la idealización de la sociedad rural de la mitad norte de la Península, ciegan a la interpretación histórica. Las razones para decir esto son las que a continuación se exponen:

a) Es indudable que hubo episodios de inspiración ludista no sólo en el campo sino también en la ciudad, pero más que motivados por una cuestión ideológica, lo estaban por una cuestión socioeconómica: temor al paro y consiguiente falta de ingresos.

b) La burguesía que conformaba el aparato estatal por lo general prefería ser rentista antes que invertir en maquinaria. Prefería no arriesgar. Es más, gran parte era reacia a la industrialización. La prueba de esto es que cuando se instalaron los primeros altos hornos en Andalucía fueron muchos los señoritos que se opusieron temiendo un éxodo rural en masa y la posibilidad de acabar con la tendencia de unos salarios excepcionalmente bajos.

c) El escaso desarrollo de la industria metalúrgica y siderúrgica en España obedecía más a intereses británicos que foráneos lo que repercutió sobre el grado de industrialización.

d) Es falsa la afirmación de que en las zonas de la mitad norte, debido al uso de la tierra, había una mayor solidaridad y aprecio por los bienes inmateriales, mientras que en las zonas de latifundio predominaba un mayor consumo y una mayor circulación del dinero. El mísero salario de los jornaleros apenas daba para cubrir la alimentación, salario que no estaba garantizado todo el año, condenados como estaban al paro estacional. ¿Dónde queda pues el consumo y la circulación monetaria del que habla Rodrigo Mora?

e) El concepto de solidaridad no era ajeno a los campesinos del latifundio, ya que muchos de ellos estaban movidos por el ideal ácrata, cosa que se daba en mucho menor grado en la mitad norte de la Península Ibérica, donde la influencia sobre el campesinado de ideologías sumamente reaccionarias del sindicalismo católico en Castilla y del carlismo en País Vasco y Navarra era mucha durante el primer tercio del siglo XX y la Guerra Civil. Es curioso que sobre este hecho Rodrigo Mora en sus loas a la población rural de estos lugares no haga ningún comentario y pase de puntillas.

f) No se puede limitar en un exceso de antiurbanismo e imaginación del pasado la población famélica y hambrienta a las áreas industriales. En el siglo XIX y en épocas tan tardías como el episodio de gripe de 1918-20 tuvieron una gran incidencia las epidemias catastróficas, muestra de una población con importantes desequilibrios en la dieta, tanto en la ciudad como en el campo.

g) El franquismo dio la puntilla a una cultura de nítida y clara consciencia democrática y/o revolucionaria que se había ido fraguando en sus luchas en todo el estado desde los tiempos de la Guerra de Independencia.

h) Las desamortizaciones fueron las que pusieron fin, no sin resistencia, al modo de vida tradicional de los campesinos. Por otro lado, tanto el intento de finiquitar el sistema señorial del Antiguo Régimen en 1811 como la propuesta de algunos liberales como Florez Estrada durante el Trienio Liberal en 1820-23, pretendían un reparto más justo de la tierra, cosa que evidentemente ni la desamortización de Mendizábal ni la de Madoz intentaron.

i) Argumentar que el maquis es el último ejemplo de resistencia del mundo rural al fuego industrializador es por un lado obviar que existió una guerrilla urbana y por otro olvidar que la guerrilla suele darse en los montes por una cuestión práctica y no ideológica, además de diluir el carácter antifascista del maquis.

j) No debería verse en un exceso de purismo una maldad intrínseca en las misiones pedagógicas de la II República adjudicándoles la intención de desnaturalizar a la población rural. Eran más bien, el intento sincero del regeneracionismo de alfabetizar a las gentes.

k) No se puede marcar un antes y un después en el éxodo rural con el franquismo, ya que la movilización del campo a la ciudad siempre se ha dado por la falta de expectativas en los lugares de origen, y al igual que ciudades como Bilbao, Madrid o Barcelona se nutrieron de gentes de las zonas rurales a fines del XIX y primer tercio del XX, también lo hicieron durante el franquismo. Atribuir como hace Rodrigo Mora la marcha a la ciudad y el abandono de los pueblos a la maldad interior (¡¡¡¡) de personas sedientas de consumir en la urbe constituye un flaco favor y homenaje a todos aquellos emigrantes, de los que muchos somos orgullosos descendientes, que se fueron buscando una vida mejor para ellos y los suyos.



En conclusión y ya a modo de cierre podemos estar de acuerdo en que la ciudad tal y como la concebimos hoy es un monstruo propio del capitalismo, en que deberíamos de aprender mucho del mundo campesino al que normalmente se le ha tratado de manera ignominiosa, en el ecocidio al que el sistema nos está llevando, en las nuevas tecnologías al servicio del Poder y del control ciudadano… pero por favor, si queremos hacer un análisis riguroso que nos sirva de cara al futuro no nos dejemos arrastrar por fobias antitecnológicas, -ya que la tecnología no tiene porqué ser mala en sí misma-, ni por la crítica visceral a la ciudad diciendo entre otras cosas que las ciudades son feas –lo cual es una opinión muy personal, pero no un hecho- o que la masa urbana nunca ha creado cultura. Bien estaría en defensa de nuestros argumentos dejar de recurrir a la invención de la tradición. No hagamos que el árbol nos impida ver el bosque.


[1] Creo que puede haber quien diga que te contradices, pues aunque afirmas que no te opones al debate entre anarquismos, apuntas claramente al comunismo libertario como objetivo. La postura es legítima, pero quizá pueda interpretarse como que no eres tan “abierto” de mente como pretendes.

[2] . Citado por Fontana, Josep “La época del liberalismo” Editorial Crítica/Marcial Pons 2007, página 23.

[3] Al respecto es curioso como Rodrigo Mora usa el concepto de Nación, habla de autodeterminación de los pueblos o acepta la idea de España, Galicia, Euskal Herria o Paises Catalanes como entidades nacionales.

[4] Léase al respectopor ejemplo Sánchez, Elena “Kant y Bakunin” Revista Germinal Nº 1.
Ann escribió:O sea que estas cosas ya han sucedido, no seria nada nuevo: podemos abandonar las ciudades y reruralizarnos sin mayores problemas. Un posible nuevo nicho de trabajo seria precisamente las labores de reconstruccion del bosque, de la naturaleza para que fuera rendible a la nueva poblacion rural.

Las ciudades son incompatibles con un buen sistema libertario.
La expresion de lo libertario es la ruralidad.
Si no lo tienes ya te recomiendo que leas "La vuelta a la naturaleza
El pensamiento naturista hispano (1890-2000): naturismo libertario, trofología, vegetarismo naturista, vegetarismo social y librecultura
Josep María Roselló, Prólogo del Dr. José Vicente Martí Boscá"
Muy interesante porque muestra que la propuesta de los libertarios es una ciudad-campo, lo mejor de ambos mundos.

La expresión de lo libertario no es la ruralidad o la urbanidad, es la federación de los municipios libremente en un equilibrio de pueblos y ciudades basándose en las necesidades de los trabajadores libres, de sus intereses y de hacia donde quieren avanzar.
Tierra y Libertad
Todo por hacer
CS La Brecha
La Iconoclasta


Puede que lo que hacemos no traiga siempre la felicidad, pero si no hacemos nada, no habrá felicidad.

Ann
Mensajes: 248
Registrado: 10 Jul 2010, 15:55

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Ann » 23 Dic 2012, 20:02

Lebion escribió: Si no lo tienes ya te recomiendo que leas "La vuelta a la naturaleza
El pensamiento naturista hispano (1890-2000): naturismo libertario, trofología, vegetarismo naturista, vegetarismo social y librecultura
Josep María Roselló, Prólogo del Dr. José Vicente Martí Boscá"
Muy interesante porque muestra que la propuesta de los libertarios es una ciudad-campo, lo mejor de ambos mundos.

La expresión de lo libertario no es la ruralidad o la urbanidad, es la federación de los municipios libremente en un equilibrio de pueblos y ciudades basándose en las necesidades de los trabajadores libres, de sus intereses y de hacia donde quieren avanzar.
Conozco esa critica a la obra de Rodrigo Mora -que tengo en cuenta indudablemente-, y que es bastante pobre, cuando inadecuada, pues critica en Felix Mora cosas que Felix Mora no dice... Y sobre el concepto ciudad-campo... es difuso ya que primero habria que definir que es ciudad, megaciudad, ciudad pequeña, pueblo grande... Cada uno tiene una idea distinta de que es ya una ciudad y que sigue siendo un pueblo. ¿Lo define el tamaño, el numero de habitantes, los organismos estatales que residen en ella? Yo me remito a numero de habitantes, masificacion, centralizacion del poder estatal..., pero sobre todo eso: numero de habitantes e industrias

Para mi esa idea de ciudad reconvertida a rural con huertas en los tejados, terrazas, balcones, vias incluso (el campo esta debajo de la ciudad, recordemos), es sinduda el objetivo primario de lo libertario, mientras la ciudad pierde su sentido actual y se difumina... Pero no creo en ella como final, como objetivo. la ciudad es una respuesta organizativa del capitalismo y de un poder centralizado que en un ambiente libertario seria inapropiado, inutil, relegable, pero sin mayores traumas: las ciudades se disolverian cojusto al reves de como se han ido creando: comiendo terreno al campo, entonces será al reves, el centro se ira abandonando, la periferia, el campo ira invadiendo la ciudad... como sucede en las megaciudades norteamercanas en ruinas, cuando fueron grandes centros industriales, como Chicago, por ejemplo, centro de la industria automovilistica USAetiay hoy en dia en franco declive y desmoronamiento.
Aunque llevaria su tiempo dado que las ciudades, sobre todo las grandes, ya estan ahi y es imposible desmontarlas de golpe y porrazo: ya han creado civilizacion, cultura propia...
Última edición por Ann el 13 Jun 2014, 22:15, editado 1 vez en total.

Avatar de Usuario
Zaratustra666
Mensajes: 186
Registrado: 02 May 2014, 20:12

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Zaratustra666 » 06 Jun 2014, 18:01

oyes la verdad es que estoy flipando :o , que si desaparición de las ciudades :lol: , que si desaparición de la industria :lol: , que si hay que obligar a la gente a emigrar a los pueblos :o , la verdad, pa vosotros el anarquismo es una cosa muy chunga eh :roll:

Zappa O'campo
Mensajes: 5
Registrado: 02 Jun 2014, 23:49

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Zappa O'campo » 07 Jun 2014, 23:52

Como aporte personal a este hilo, me gustaría comentar que muchos mensajes que se han presentado, los entiendo como posibles "spoilers" (si se me permite esta expresión) de nuestra película libertaria. Me da la impresión de que estamos pasando el arado por delante de los bueyes.

El único mensaje que creo es en realidad una propuesta de comunismo libertario en la práctica sería el de Perlo.
Todo lo demás, está bien que se debata pero es como si comenzáramos la casa por el tejado.
Comparto el 100% de las propuestas descritas en su mensaje. Y la verdad que no haría falta aportar mucho más.
Pero bueno, me lanzo al ruedo con una idea un tanto desalentadora, para muchos de nosotros. Para mí el primero.

Creo que esa gran ola que esperamos, esa gran revolución social, no se dará como tal. Parecía que comenzaba a despuntar con los inicios del 15M, pero se diluyó rápidamente. No quiero decir con eso que el 15M fuera inútil, cuidado.
Entonces, entiendo que la sociedad a día de hoy, con los tentáculos del sistema capitalista tan inmersos en su manera de funcionar, es muy improbable que despierte como deseamos que lo haga.

El caso es que por suerte o por desgracia vivimos en un país desarrollado. Con esto quiero decir que seguimos teniendo espacio suficiente para mantenerlos al margen del sistema establecido, casi en todos los ámbitos que concierna nuestra vida cotidiana. Ejemplos que, bajo mi punto de vista, ha expuesto perfectamente Perlo.
Es más, todos esos supuestos que menciona en su mensaje se podrían aglutinar y engranar en lo que se denominan cooperativas integrales que están proliferando a lo largo del estado español y de las que todas hemos oído hablar y muchas participamos de ellas. Cada una de ellas son en su medida como pequeños reflejos de lo que se inició en el 36 con las colectividades agrarias surgidas en Aragón. Y son, para mí, la salida del sistema. El "bug" del sistema.
Y en eso sí que estoy de acuerdo con los que opinan que para generar un cambio radical, es conveniente un retorno hacia las zonas rurales. Siempre y cuando se busque un equilibrio entre la ciudad y el campo en cuanto a acción propagandística y movilización. Siempre basados en el ejemplo y la humildad recíproca, pero invitando a la reflexión profunda de las creencias sociales de la gente con la que nos encontramos. Creo que es pecar de cierto egoísmo el establecerse en una zona neo-rural (ya sea una ecoaldea, un pueblo abandonado ocupado, una masía comuna etc.) y minimizar el impacto de su acción en la ciudad. Y por otro lado creo que quedarse en la ciudad me supondría a mí como ejemplo; primero, el deterioro de mi calidad de vida. Ya sea por la contaminación ambiental como por el estrés de la vida consumista; y segundo, la dificultad añadida de prescindir de según que elementos ya sean comerciales o institucionales, alimentando de manera más sensible el sistema estatal y capital, aún contra tu voluntad. Estos dos perjuicios son los que me inclinan más hacia una situación de base neo-rural unida a una influencia urbana.

Sé que puede sonar complicado, pero nadie dijo que fuera fácil. Es cuestión de organizarse.
Pongamos el ejemplo de una ecoaldea que se establece cerca (radio 50-100km) de una ciudad. El primer paso, creo yo, sería la emancipación de esa comunidad del entramado capital y social casi en su totalidad. Excluyendo en especial el ámbito sanitario (más que nada por urgencias que los remedios naturales no puedan combatir). En todo lo demás: alimentación, educación, vivienda, energía... sería ideal la máxima autodeterminación. Una vez alcanzado ese estado de sistema paralelo, vendría la labor social y de movilización de dicha ecoaldea.
Eso se conseguiría mediante vínculos con organizaciones urbanas activas. Apoyando movimientos sociales que luchan por resolver cuestiones que atañen a los habitantes de dicha ciudad. Haciendo acto de presencia en esas luchas, esa comunidad agraria, daría el ejemplo suficiente para demostrar que la solidaridad y el apoyo mutuo es primordial si se quiere desestabilizar al Estado. Porque con ese colchón moral, se perdería el miedo a enfrentarse cara a cara con el Estado, la patronal o cualquier otro tipo de organización autoritaria que reprima los derechos de la clase trabajadora.

Bueno, todo esto se podría desglosar en miles de ejemplos y tácticas a seguir. Pero no es plan que suelte la lata por aquí. Simplemente quería dar unas cuantas pinceladas (de brocha gorda, eso sí) de mi modo de ver la revolución social, pero a pequeña escala.

Para acabar reconozco que todo lo expuesto líneas arriba suena muy bien y muy liviano en la teoría. No quiero dar lecciones ni sermones, no es esa mi intención. Es más un ejercicio de autoconvicción. Plasmar las ideas, ya sea en papel como en pantalla, me ayuda a reflexionar sobre ellas y organizarlas de manera que pueda incluso entenderlas mejor. A parte de generar el debate pertinente que nunca está demás.

Salud!

Avatar de Usuario
Zaratustra666
Mensajes: 186
Registrado: 02 May 2014, 20:12

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Zaratustra666 » 09 Jun 2014, 13:13

hoy en día los pueblos no pueden ofrecer nada, no se trata de calidad de vida, se trata de que los pueblos de hoy en día son simplemente zonas residenciales con alguna huerta.
No podeis plantear el tema como si estuvieramos en el 36 donde existía una ingente cantidad de pueblos de alrededor de 1000 habitantes con un pequeño sector industrial y una potente economía agroganadera.
Estamos en el siglo xxi, despertad, tenemos que adaptarnos al presente, las ciudades y los pueblos de hoy en día dejarán de existir, porque han sido diseñados bajo el esquema capitalista pero gradualmente como acción del nuevo esquema de organización anarquista. Pero no antes porque emigrar a los pueblos, que no son mas que zonas en declive, porque de nada sirven al capitalismo, no va a cambiar nada. El anarquismo tiene que destruir al poder allí donde existe, las ciudades, y contruir a partir de la cascara vieja el nuevo edificio social.
El anarquismo tiene que desarrollar la acción allí donde está la sociedad, la economía, el poder político... para transformar. Ciudades y no pueblos.

Cosa distinta es si se quiere uno autogestionarse, autoabastecerse, independizarse y entonces decide junto con otra gente irse a un pueblo abandonado para sobrevivir al margen del sistema capitalista. Entonces si, pero como un medio no un fin. Ni los pueblos ni ciudades representan el ideal de una sociedad anarquista. Los pueblos no porque no son nada, no hay nada, no hay nada y las ciudades no porque no son mas que zonas de concentración masificada de trabajadores apilados en bloques de viviendas y obligados a consumir en centros comerciales.

La nueva población anarquista surgirá gradualmente o no será. Yo no sé como será, la propia organización anarquista nos conducirá a ese modelo que se adapte a la nueva forma de organización social.

Ann
Mensajes: 248
Registrado: 10 Jul 2010, 15:55

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Ann » 13 Jun 2014, 21:39

Zaratustra666 escribió:oyes la verdad es que estoy flipando :o , que si desaparición de las ciudades :lol: , que si desaparición de la industria :lol: , que si hay que obligar a la gente a emigrar a los pueblos :o , la verdad, pa vosotros el anarquismo es una cosa muy chunga eh :roll:
Discutir con gente que nos sabe discutir es cansadisimo...
¿Quien ha dicho que haya que obligar a nadie a emigrar de la ciudad al campo?
Te lo has inventado!
Por que tengo que discutir algo que no se ha dicho?

Eso de dejar las ciudades grandes es algo que surgiria de forma natural y expontanea, no obligatoriamente, como consecuencia de una nueva forma de hacer sociedad.
las ciudades son una forma muchisimo mas escasa y reciente que la vida rural, y toda ciudad depende de su rural para sobrevivir, no puede vivir por si misma...

Creo que si flipas es por lo que tomas o fumas... ja ja ja

Centrate, muchacho, centrate.
Y estudia anarquismo, ya que estas aqui y se supone que lo eres, no? O eres sistemico? ja ja ja
Última edición por Ann el 14 Jun 2014, 09:49, editado 1 vez en total.

Avatar de Usuario
Alexandra Kollontai
Mensajes: 1048
Registrado: 03 Feb 2013, 18:43

Re: Comunismo libertario en la práctica

Mensaje por Alexandra Kollontai » 13 Jun 2014, 21:46

Zaratustra sigue con tus ideas propias y que le den por el culo a estudiar ninguna puta doctrina.
“Hacer política es siempre caminar entre precipicios”
Lenin

Responder