Enojo con la radicalidad mal entendida

¿Cómo podemos hacer del Anarquismo algo útil para toda la sociedad? ¿Cómo queremos que sea una sociedad libertaria?
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JeRiMo
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Enojo con la radicalidad mal entendida

Mensaje por JeRiMo » 24 Oct 2010, 11:09

Enojo con la radicalidad mal entendida. JeRiMo
La radicalidad ha querido ser entendida como una especie de furia conceptual, algo así como el odio de clase explicado por el anarquismo o un taller de cocina explicando como hacer cócteles molotov para incendiar las instituciones capitalistas. En una ocasión conocimos a un guarda forestal en Menorca sur, en la zona de Binigaus, que nos dio pretexto para reírnos a su costa al hablar de “los radicales nocturnos” refiriéndose - según él- a los que hacían fechorías por las noches contra la sociedad de las buenas costumbres. Puso el punto en la llaga al asociar radicalidad a nocturnidad y ésta, ya se sabe, a la retahíla ad hoc: alevosía, premeditación, enfrentamiento, sabotaje...Lo cierto es que la radicalidad es otra cosa: es la elaboración de un planteamiento que ha ido a las raíces de un asunto para adoptar una posición. Una posición radicalizada es la que trasciende la ambigüedad y los equívocos y propone propuestas de compromiso. Lo mas radical no es romper una luna o un escaparate bancario o levantar una barricada con neumáticos ardiendo, todo eso son mezclas de gamberrismo y de impotencia que quieren jugar a los efectos especiales para impresionar sin cambiar nada en positivo; lo radical es una actitud definida y resuelta ante una situación examinando a fondo sus causas. La radicalidad es una concreción confrontacionista.
Mientras no se dicen las cosas claramente la cancha de las relaciones verbales se mantiene en una especie de contemporización; todo el mundo es amigo de todo el mundo porque todos consumen la misma sensación de alianza en una inconcreción, en cuanto se concretan posiciones se generan indisposiciones. La radicalidad es un asunto conceptual que se entiende con lógica elemental: A es A y sólo A si y solo si tiene incorporadas las propiedades p, q, r,s,...n. En cuanto A carezca de una o mas de las propiedades que son necesarias y no excluyentes se convierte en no-A. Elemental y extraordinario. Con esa formulación básica se puede conseguir saber en cada momento con que afirmaciones (y/o negaciones) se está navegando por la vida (y por las disertaciones) y porque no se es capaz de adoptar algunas manteniéndose en la diletancia de la indeterminación.
La radicalidad en si misma no es la del concepto sino la del método que permite construirlo. Lo más radical no son las consignas políticas mas impugnadoras de otras disidencias o roles gubernamentales sino las propuestas que permiten la elaboración del pensamiento continuo a través de la critica fluida como desiderátum filosófico. Cuanto mas sea necesario apelar a la necesidad del método, y más tiempo haya que dedicar a la redefinición de la semántica empleada, menos tiempo se dedica a las ideas por dedicarlo a sus contextos discursivos. Estrictamente, el discurso conceptual no es el de la oratoria o la literatura gráfica, es el de las ideas dadas a través de las palabras hiladas. Como esas generan muchas confusiones (tantas más cuanto menos dotados sean los hablantes para expresarse) el vocabulario se dedica a si mismo una buena parte en reexplicarse para alcanzar explicar la idea que quiere decir. El concepto, por definición, abstracta algo de la realidad, se abstrae de la anécdota para formular la esencia. La situación predominantemente anumérica y la matematicofóbia alejan a los hablantes de las funciones abstractas para quedarse fijados mecánicamente en las frases sin valorarlas en sus contenidos relacionales con otras.
La filosofía radical y la personalidad psicológica radical son cosas distintas. Esos volúmenes impresionantes de rabia social que no caben en cuerpos tan enjutos no se explicaría sino fuera por desequilibrios personales en la estimación y evaluación de las informaciones. Tradicionalmente se ha tendido a confundir el grito, el golpe y la exigencia (“¡lo queremos ya y ahora!”) con el enfrentamiento alternativo y radical. Se pueden hacer manifestaciones muy envalentonadas y no obstante no ser radicales en absoluto. En una de las viñetas de El Roto (demostrando que en clave de humor se supera la lucidez que deberían ostentar los registros de la seriedad) de la que se hizo también eco Migel Angel Aguilar1 aparece una multitud tras una pancarta reclamando “queremos mentiras nuevas”. No siempre los movimientos de protesta saben por lo que protestan y en algunas de sus reclamaciones más politizadas en realidad lo que quieren es desbancar a unos que no saben gestionar el poder por otros que tampoco sabrán gestionarlo. Algo de la ingenuidad popular lleva a protestas culminantes según las cuales se cree que por una extraña ciencia infusa toda la sociedad de golpe accede a la conciencia total como si se tratara del nirvana supremo.
El acto aparentemente más radical de todos es quitarle la vida a alguien no concediéndole el derecho a la vida por el mal uso que hace de ella en contra de los demás vivientes. La controversia entre defensores y detractores de la pena de muerte se ha desarrollado sobre todo en los EEUU donde hay sentenciados a ella que esperan en distintas galerías a su ejecución, hecho este que se repite con distintos grados de crueldad en otros muchos países. Para quienes defienden un estado transicional dictatorial entre el fin del capitalismo y la instauración de una sociedad sin clases tambien contemplan la supresión física (y no solo ideológica) de las nuevas tandas de disidencia que generaría un cambio de poderes ante los antiguos ricos no dispuestos a compartir sus bienes. La perspectiva es tan simplista que deja para la hipótesis de la fuerza de la mayoría el aplastamiento de una minoría, la de los privilegios. Nadie tiene ni remota idea de que pasará si esa minoría no es tal, sino otra poderosa mayoría no dispuesta a renunciar a sus bienes o generada a partir de la disidencia politica. Los ejercicios de destrucción en masa como se han demostrado en el pasado han sido más que el resultado de una radicalidad profunda hasta sus ultimas consecuencias para cambiar el mundo la expresión de megamanías de paranoicos del poder por conservarlo a toda costa. (PolPot, responsable dirigente  de 2 millones de vidas destruidas, la cuarta parte de Camboya, líder de los jemeses rojos, es un triste recuerdo de la anatomía de la historia de las patologías humanas). La pena de muerte( para la que no falta gente inteligente que no se de cuenta) aplicada a la ocuantía que sea demuestra que no tiene poder suficiente para extinguir una realidad criminógena ni reducir la cuantía de criminales y psicópatas. Gustavo Bueno, defensor de ella que llama ejecución capital, da que pensar a lo que puede llevar, tal vez por un afán de provocación, una falta de análisis de lo que hay ( correlación negativa entre ejecuciones y disminución del crimen) y de madurez en lo que se dice. A su inteligencia critica en su El mito de la izquierda donde sostiene que hay una derecha y muchas izquierdas no añade la alternativa conceptual que el posicionamiento de estar a la izquierda de la izquierda no significa caer en posiciones de derecha. Este públicopensante que loa la televisión basura y según  dice lo que le importa es demostrar a un pedante que es un majadero no se detiene en el rigor que merece cada enunciado ensayístico, en política y en filosofía y en otros campos, para poder ser tomado en cuenta seriamente.
En la lucha radical por una nueva sociedad hay que reflexionar lo elemental en lo que descanse, la instalación en una nueva vida. No habrá sociedad mejor en el futuro sin personas mejores que la merezcan. La sociedad es el macrosíntoma de los individuos sumados (combinados en alteraciones múltiples y un sistema de reacciones encadenadas) por tanto de sus inconscientes reprimidos y de sus conscientes deficitarios. El humanismo que empezó mucho antes del renacimiento (Maimónides en el s-XII ya decía que es  mejor absolver a miles de culpables que ejecutar a un solo inocente) ya consideró que la radicalidad no pasa por cortar cabezas ni por eliminar diferencias por vías impositivas generadoras de reacciones peores. En ese dilema de cómo cambiar las circunstancias a positivo liberándonos de la ley histórica de reducir las intervenciones a la usurpación del poder es en el que sigue trabada la conciencia humana. La radicalidad no pasa por incendiar autobuses o romper lunas de entidades bancarias, mucho menos por birlar lo que hay en los escaparates comerciales. Eso ni siquiera tiene aspecto de fiesta de los oprimidos sino de anticivismo de los aprovechados.
La radicalidad mal entendida lleva a lo contrario de lo que pretende con sus gestualística y sus estéticas de luchadores callejeros a confirmar un estado mas solido con presupuestos mas elevados para el mantenimiento de las fuerzas represivas. La lucha radical es la conceptual, la que va a la raíz de los problemas y no a sus formas apuntando a los responsables clave de las situaciones penosas y no a sus lacayos.

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carlmn
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Re: Enojo con la radicalidad mal entendida

Mensaje por carlmn » 24 Oct 2010, 15:28

Por un lado estoy de acuerdo. A mi entender se trata de un círculo vicioso en el que está involucrado el lenguaje, y no es fortuito. Muchas veces se confunde la radicalidad con la virulencia o el vigor de un acto, igual que se confunde violencia con agresividad. Incluso se llegan a tratar como sinónimos [...] Pero por otro lado, me parece que criticas un vicio mientras tienes un pie en otro. Quizá deberías analizar radical y profundamente algunos términos que usas, como civismo o crimen.

Y por último: La radicalidad de una acción viene definida por su propio planteamiento dentro de su contexto, independientemente de la presencia de destrucción física, nocturnidad, alevosía, sabotaje... O dicho de otra forma, estas actividades no conllevan radicalidad per se, pero en determinadas circunstancias, pueden ser la forma idónea de atacar a la raíz de un problema.

Un saludo.

JeRiMo
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Re: Enojo con la radicalidad mal entendida

Mensaje por JeRiMo » 16 Nov 2010, 14:34

La sinonimia es uno de los males comunicacionales. Por suerte no pasa desapercibida a la atención seria. Los listados de substantivos separados por comas suelen tratar de colocarla y los silogismos construidos por el interés sofista de quien cobra para convencer se valen de falsas equivalencias en premisas que no son tales porque no son consensuables. La inmersión lingüística en fórmulas falsarias es tan grotesca en que cada frase tiene que ser repasada y confirmada para recualificar el habla e instrumentarla como útil para la conceptualidad. Hay muchas palabras que se dan por valor idéntico sin que se explique el por qué de su diferencia formal. En realidad no son exactamente iguales y cada una tiene un valor específico que tiende a olvidarse a fuerza de un uso bastardo que la adultera. La radicalidad correctamente entendida empieza por el lenguaje mismo: replicándolo con precisión y no dejando pasar vocablos equívocos o subargumentísticas animadas por la manipulación. La radicalidad conceptual es la que no negocia conceptos por conseguir el máximo consenso. Las verdades no son congresuales, el concepto de verdad existe independientemente del porcentaje de seguimiento que consiga en una sociedad alienada (de alienados/as). No es la mayoría lo que ratifica las certezas aunque sí la que demuestra la fuerza. Lo más radical en la lucha innovacionista no es la de la agresión verbal o la de la violencia física y material sino la de la teoría y los principios que no se venden a cambio de ningun plato de lentejas. Nikolai Y.Marr (Kutaísi 1864-Leningrado 1934). Pretendió aplicar el pensamiento marxista a la lingüística, definiéndola como parte de la superestructura. Especialista en lenguas caucásicas, en particular el armenio y el georgiano antiguos. Elaboró la Teoría Jafética, en la que intentó demostrar el parentesco de las lenguas jaféticas (las de transcaucasia) con las semíticas. Aplicó este parentesco a todas las lenguas antiguas y modernas del mediterráneo y finalmente lo extendió a todas las lenguas del mundo. Su teoría inicialmente aceptada en la URSS sería impugnada por el propio Stalin(1950). En el modo de hablar se cuela el superego (la moral pública o el pensamiento dominante) tanto por los automatismos verbales irreflexionados como por usos equivocados del vocabulario y por lapsus manifiestos de extraños deseos no cribados. La radicalidad trae consigo un proyecto de persistencia. Lo radical no es la consigna puntual que pierde credibilidad a la semana siguiente sino el concepto intergeneracional que se mantiene mientras no se construyan los cambios objetivos con los que está en relación. De otro modo se corre el riesgo de lo que anunció Gombrowicz: eso que una generación puede catalogar de verdad será llamado por sus descendientes como una sublime estupidez.

JeRiMo
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Re: Enojo con la radicalidad mal entendida

Mensaje por JeRiMo » 16 Nov 2010, 15:00

Si el principio organizador fundamental de una nueva sociedad fuera el amor bastaría para que funcionara. ¿quiere eso decir que sería prescindible toda clase de instancia de gestión para la administración de los asuntos de competencia común? Contestar no, significa dejar la autoorganización a su libre espontaneidad. La apología de esa tiene de positivo la eclosión de la creatividad , aparte de ella por mucho tiempo inhibida, pero tiene de negativo las duplicidades en unos asuntos y las carencias en otros. La figura del gestor que en principio está vinculado a su función y a tareas en realidad mecánicas es temible por el poder individual que llega a reunir y el uso autoritarista que pueda hacer del mismo. La oposición legítima al poder por sus excesos y por remitir a intereses unilaterales de clase no ha significado la resolución del concepto de poder. El problema está en creer que poder es lo mismo que poder político olvidando que hay otras formas de su manifestación. Tratando de analogizar lo que dijera Carlos Fuentes en relación a la libertad en cuanto que no existe pero sí existe su búsqueda y que sea tal vez esta búsqueda lo que nos hace ser libres, se puede decir que una sociedad sin poder no existe ni ha existido pero que el deseo de la acracia total hacer sentir que la autogestión pueda ser global sin que haya ninguna clase de dirigentes. En la práctica ahí donde haya alguien detentando un puesto de confluencia de informaciones de una periferia de datos y enunciantes, ese alguien tendrá más poder que el que tenga cada parte. Eso no es lo grave, lo grave es la manipulación que pueda hacer con ese plus de poder sobre los demás.

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