Esto es lo que Marx toma como un hecho que pretende explicar. Si lo logró o no es cosa que os dejo a los adultos.El intercambio tiene su historia. Ha atravesado diferentes fases.
Hubo un tiempo, como por ejemplo en la Edad Media, en que no se intercambiaba más que lo superfluo, el excedente de la producción sobre el consumo.
Hubo luego un tiempo en el que no solamente lo superfluo sino todos los productos -toda la vida industrial- pasaron a la esfera del comercio, un tiempo en el que la producción entera dependía del intercambio. ¿Cómo explicar esta segunda fase del intercambio, el valor dinerario elevado a su segunda potencia?
Por último llegó un momento en el que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de intercambio, de tráfico, y podía enajenarse. Es el momento en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían pero nunca se intercambiaban, se donaban pero nunca se vendían, se adquirían pero nunca se compraban, tales como virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarlo en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor dinerario, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor.
¿Cómo explicar esta última fase del intercambio, es decir, el valor dinerario elevado a su tercera potencia?
Tal y como se explica aquí, yo entiendo que en la tercera fase (que llega hasta hoy) los llamados "intangibles", aunque no se cobren directamente, tienen un precio indirecto -el de todos los costes de mantener a quien se dedica a hacerlos presentes-, y a través de ese precio el mercado regula en qué escala pueden ser producidos.
Esto vale incluso para el trabajo "voluntario y desinteresado" de las llamadas 'amas de casa' -quizás Marx se refiere a él cuando habla del "amor"-: que no lo cobren no significa que su trabajo no tenga un precio, y lo que consigue su renuncia a cobrar son beneficios para quien lo tendría que pagar y se reproduce gracias a él -quien echa horas en una red social aumentando su valor llenándola gratis de nuevos datos, está en una posición parecida-.
El mercado está lleno de intercambios de estos por precios distintos a su valor - intentar corregir la situación proponiendo salarios para las amas de casa o micropagos para los internautas o legislación de derechos de autor, etc,, etc., etc., puede ser un castigo para algunos aprovechados, pero también una contribución a lo que Marx llama la venalidad universal -insistir en llevar estas cosas al mercado, al que a veces se confunde con el trabajo-. No nos saca de la condición de bestias de carga azuzadas por el mercado.
Marx no saca una conclusión puramente negativa de la época del "intercambio dinerario a la tercera potencia", sino que buscan pros y contras de una manera confusa. La posición de él y de Engels hacia el trabajo de las mujeres en fábricas es ambivalente -creen que puede tener el valor positivo de "destruir las antiguas ilusiones patriarcales" o algo así-. Lo mismo ocurre con el trabajo infantil -lo denuncian como característica de una época horrible para el capitalismo, pero lo recomiendan para la sociedad socialista.
Puede ser interesante tácticamente reivindicar el justo precio de algunas actividades, e incluso divertido, pero sin perder la perspectiva global. ¿Mercantilizarlo todo o desmercantilizar lo que ahora está mercantilizado?; creo que esto es más que un trabalenguas, y en todo caso sigue siendo un asunto importante en el siglo XXI.