“La A de Schrodinger. Introducción a la asexualidad”,

Contra el sexismo y el patriarcado. Luchas por las libertades sexuales. Despatologización de la diferencia.
Avatar de Usuario
llibertari77
Mensajes: 789
Registrado: 19 Dic 2008, 19:51

“La A de Schrodinger. Introducción a la asexualidad”,

Mensaje por llibertari77 » 13 Ene 2016, 04:08

«La asexualidad es una orientación sexual consistente en la falta de atracción sexual, o el bajo o nulo interés en la actividad sexual humana.»

Imagen

Querido lector:

Enciende la tele, por favor.

Cuenta los minutos que pasan hasta que encuentres algo relacionado con el sexo; no te preocupes, no te llevará mucho tiempo. Vivimos en una sociedad en la que la sexualidad está considerada un pilar básico de nuestra vida, y también uno de los grandes medidores de nuestro valor personal. Te han enseñado que la gente con éxito tienen una vida sexualmente activa y satisfactoria, que conquistar todo objeto de deseo es el arte de los ganadores, y que si dejas pasar la oportunidad de echar un polvo es que eres un cobarde, un perdedor o, perdóname la expresión, directamente gilipollas.

Porque ¿quién no querría echar un polvo?

Ten en mente esa sociedad. Y ahora, permíteme que te introduzca a un término que puede que no conozcas: la asexualidad.

La asexualidad es una orientación sexual consistente en la falta de atracción sexual, o el bajo o nulo interés en la actividad sexual humana. Es decir, una persona asexual no se siente atraída sexualmente a ninguna otra persona, sea del género que sea.

Las investigaciones (por cierto, muy escasas hasta la fecha) colocan el porcentaje de personas asexuales en el 1% de la población global, mucho menor al porcentaje de población homosexual. En algunas especies animales, el porcentaje varía del 2% al 12%. Como comprenderás, la visibilidad de la población asexual, con estos números, es prácticamente nula. Lo que viene a significar que nadie sabe que existimos.

También hay quien cree que estamos como una puta cabra. ¿Sigue la tele encendida? No te será difícil averiguar por qué nuestra misma definición es objeto constante de recochineo. La primera reacción al oírla suele ser “¡Hala, ¿pero qué dices?!”.

En fin. Prosigo.

La mayoría de las personas asexuales, si nunca han oído hablar del término, consideran que algo en ellas no funciona bien, y pueden pasar años intentando “arreglarse” a sí mismos, buscando atención médica y sintiéndose fuera de lugar. Salvo que, a diferencia de los trastornos de libido y demás, la asexualidad no puede “curarse”, porque ni a tu cuerpo ni a tu mente les pasa nada en primer lugar. No hay problemas, no hay carencias, nada que puedas arreglar con unas pastillas, un psiquiatra y buena voluntad.

Aun así, la mayoría lo intenta.

Una vez averiguan que su orientación es válida, tienen miedo a salir del armario, a que la gente no les crea, se burle o piense que tienen algún trastorno. Si se enamoran, suelen reprimir sus sentimientos porque temen que nadie les acepte como pareja.

Si están en una relación, incluso habiendo salido del armario, la vida en pareja está llena de complicaciones. Algunos asexuales practican sexo, pero pueden verse en conflictos con sus parejas al no poder encontrarlas sexualmente atractivas, o que éstas sientan que los están “forzando”.

Has oído bien, lector. Se puede ser asexual y mantener relaciones sexuales. Es difícil definir el límite de qué se considera asexualidad y qué otros espectros (por ejemplo, la variación conocida como gris-asexualidad, que indica una atracción sexual muy baja pero no completamente nula), porque algunos asexuales sienten aversión directa al sexo y otros lo toleran, o incluso lo disfrutan.

Las principales razones por las que una persona asexual practica comportamientos sexuales suelen ser:

Porque está en una relación con una persona no asexual, y decide hacerlo para satisfacer a su pareja.
Para tener hijos.
Para ocultar su orientación.
Porque disfruta de las sensaciones que provoca el sexo (también puede masturbarse), aunque no sienta atracción hacia el otro participante.

Por otra parte, los asexuales que no toleran el sexo (que son la mayoría) se ven en una situación frustrante. Tienen que elegir entre forzarse a sí mismos a mantener relaciones (imagina a una persona homosexual forzándose a mantener relaciones heterosexuales, o viceversa; según el grado de aversión al sexo, es igual o mucho peor), permitir a su pareja tener relaciones con otras personas para “satisfacer sus necesidades”, limitarse a tener parejas que también sean asexuales o permanecer solos.

O bien… que su pareja no asexual elija una relación sin sexo.

Y ahí está la gracia del asunto; que esa opción parece mucho más difícil de aceptar que las anteriores. ¿Por qué? Pues porque la sociedad tiene interiorizado (todos tenemos interiorizado) que, como la persona asexual es el “factor extraño”, es ella quien tiene que sacrificarse. Porque suena ridículo que una persona “normal” se plantee vivir sin sexo, pero una pareja asexual, incluso si siente aversión directa hacia el sexo, tiene que “llegar a un acuerdo”, “superarlo” y encajar para poder tener una pareja. Incluso si resulta traumático.

Básicamente, que cuando perteneces al 1% de la población lo mejor a lo que puedes aspirar es a que invaliden tus necesidades. Porque, y el mundo te lo recuerda, no vas a encontrar nada mejor.

¿Puedes soportarlo? A lo mejor sí, a lo mejor no. Eres el nuevo gato de Schrödinger. Hasta que no te metan mano no sabrás si vas a estar solo el resto de tu vida o no.

A lo mejor te puede más la soledad que el asco.

A lo mejor no.

No es tan radical, pero sí lo es. No es para tanto, pero sí lo es. No te persiguen porque no existes; ni siquiera en la comunidad LGTB existes la mitad de las veces.

Pero existimos. Vaya si existimos. Somos más de los que parece, pero somos muy pocos. Tan pocos que la igualdad está siempre veinte pasos más lejos para nosotros que para muchos otros colectivos queer. Pero empecemos por la concienciación. Empecemos por presentarte este nuevo término. Empecemos por comprender que hay más colores en el mundo de los que salen en las pantallas, y que todas las expectativas hacen daño.

Empecemos por apagar la tele, aunque sólo sea un rato.

Responder