Colectividad y familia

Contra el sexismo y el patriarcado. Luchas por las libertades sexuales. Despatologización de la diferencia.
maik

Colectividad y familia

Mensaje por maik » 25 Abr 2003, 12:57

Colectividad y familia
del libro Sumisión inconsciente o insumisión consciente


Familia viene de 'famulus' que quiere decir esclavo. Básicamente la familia ha sido (y es) una estructura grupal jerarquizada en torno a un varón, que detenta el Poder, y que ha recibido el nombre del Padre. En el nombre del Padre se han infligido todos los sufrimientos a la Humanidad. La familia basada en el matrimonio monogámico y la idealización de la pareja como base de la expansión erótica, solo tiene unos 150 años. Si Familia quiere decir Esclavitud, Padre quiere decir Poder. Pero decir esto no sirve, se queda en una afirmación superficial, si no entendemos las relaciones de apoyo mutuo, basadas en la energía biosolidaria humana, que la Familia destruye.

Hablar de Familia es hablar de la institución del Matrimonio (o de la Pareja) y de la Patria Potestad que son las figuras jurídicas de las relaciones de poder y obediencia básicas de la sociedad moderna, figuras jurídicas que están debidamente acompañadas de unas representaciones simbólicas, de unas formas rituales y unas determinaciones económicas. La familia también está asociada a un patrimonio o conjunto de propiedades que detenta y que la sustenta. Tenía (y tiene) por objetivos la conquista, conservación y expansión del patrimonio, así como la reproducción de sus titulares.

La propiedad privada es, como sabéis y como ya dijo Proudhon, un robo; pero también es siempre un patrimonio de alguien, de una familia, pues toda propiedad lleva implícito un titular de carne y hueso. y además, desde hace unos decenios, la propiedad toma la forma anónima de Capital. La propiedad tiene pues estas tres características: robo, subjetividad posesiva e invisibilidad. Por eso las guerras parecen que las hacen solo los ejércitos y que no tienen nada que ver con la vida civil y con los ejecutivos del Capital.

Ya no se amplían los patrimonios ampliando fronteras con guerras de conquista de territorios y esclavizando a su población; ahora se amplían y se revalorizan las rentas, el Capital; pero es lo mismo. Los métodos y las formas han cambiado algo. Pero las guerras siguen siendo necesarias; la violación de los cuerpos y la esclavitud también. En teoría ya no se matan a los hijos rebeldes ni se lapida a las mujeres adúlteras ni se las quema en la hoguera cuando mueren los maridos, pero en la práctica se sigue haciendo. Aunque la teoría de su discurso haya sufrido algunos cambios, el orden patriarcal sigue exigiendo violencia para mantenerse. En 1989 el I Congreso de la Infancia Maltratada en Barcelona daba solo para el Estado Español 4000 niñ@s muert@s a manos de sus padres (11 diarios). El 1993 se legalizó en Egipto la clitoridectomia, después de reconocer que en todos los países árabes y, en general, en Africa, la extirpación del clítoris y la infibulación (coser los labios vulvares) son una práctica generalizada. En el mundo viven 110 millones de mujeres clitoridectomizadas según datos de la OMS. Pero no creamos que las mujeres estamos mucho más protegidas por el concepto cristiano de la familia que las musulmanas. Recientemente la prensa dio un dato estremecedor: la media que tardan las mujeres españolas en denunciar los malos tratos de sus maridos es de 7 años. Esta tardanza prueba la tremenda dependencia emocional y material y la sumisión de la mujer occidental al varón, el miedo a la soledad y al desamparo de sus criaturas por la falta de un tejido social de apoyo mutuo; la simbiosis que existe entre amor y poder. y nos da la medida de la cantidad de mujeres que nunca realizarán la denuncia, y sufren los malos tratos hasta la muerte.

Lo que sucede ahora es que, por un lado, se ha incorporado de forma generalizada unos mecanismos de adaptación y de sumisión inconsciente y voluntaria, una sumisión que se manifiesta asociada al Amor. y por otro lado, se ha hecho invisible la brutalidad de tal forma que la que inevitablemente se hace visible, se nos presenta como casos aislados, que se salen de lo normal. Lo cierto es que, efectivamente, ahora, como ya dijo hace 500 años E. de La Boetie, la servidumbre es voluntaria y hay una componente sistemática de sumisión inconsciente, aunque la brutalidad deba continuar porque la energía vital de los seres humanos nunca se podrá contener del todo, ni con la violencia, ni con la manipulación de los inconscientes por el orden simbólico.

El sufrimiento humano permanece -este mundo sigue siendo el Valle de Lágrimas- porque además la represión sutil no es menos lesiva ni letal que la otra.

El tema da para horas y como no las tenemos voy a centrarme en dos aspectos: 1) Cómo interiorizamos el principio de Autoridad y se genera la sumisión inconsciente en el seno de la Familia; 2) y por lo tanto, qué es aquello, que no es Autoridad ni Poder ni Sumisión, que la Familia destruye y que pudiera alentar otras relaciones humanas y la formación de grupos de convivencia basados en el bienestar, la armonía, la confianza, la seguridad y el apoyo mutuo.

En el seno de la familia aprendemos a obedecer amando (a la autoridad) y aprendemos cómo manda la autoridad que supuestamente nos ama. Aprendemos también quiénes son los que están destinados a mandar y quiénes los y las que están destinad@s a obedecer. En consecuencia, la Familia enseña lo que tenemos que reprimir y cómo lo debemos reprimir para ser queridos y aceptados. Así aprendemos lo que está bien y lo que está mal. Es decir, la Familia nos modela conforme a la Ley del Padre. y la Ley echa sus raíces en nuestra propia estructura emocional y psíquica.

Nos introducen la idea (con conceptos e imágenes simbólicas) de lo que debemos ser y de lo que debemos sentir, precisamente para impedir que seamos, sintamos y hagamos otras cosas prohibidas y silenciadas; porque si sentimos lo que está prohibido y le demos nombre a lo indefinido, se puede correr la voz y se puede generalizar la insumisión. La Familia es la institución, pues, en donde se produce una auténtica devastación en escala de la condición humana: la escalada de la privación de los deseos, de la conciencia y de la voluntad de las criaturas.

En su obra El Anti-Edipo, Deleuze y Guattari afirman que el deseo es inmanente a la vida. Los objetos, las máquinas y los robots no tienen deseos. Se les puede manipular tranquilamente. Pero los seres humanos somos máquinas deseantes, productoras de deseos. Los cuerpos humanos somos el resultado de millones de años de evolución de la vida, somos un remanso de un continuum filogenético, y los deseos que producimos están directamente conectados con la conservación de la vida en general y de la humana en particular. Nuestros deseos, que no cuentan para nada, que nos enseñan a creer que no conducen a nada bueno porque no sirven para ganar dinero, etc., etc. es la energía biosolidaria del mundo. Los seres vivos en general y los humanos en particular vivimos en interacción, en interdependencia, y no
podemos sobrevivir aisladamente (esquema 1). Cuando un ser vivo no se mueve, cuando nada fluye por dentro y hacia fuera, produciendo e intercambiando fluido, cuando cesa su interacción con el entorno, es que le ha sobrevenido la muerte.

El deseo en los seres humanos es lo que nos empuja a esa interacción de los seres vivos que Kropotkin llamó Apoyo Mutuo, la primera Ley de la vida. El fluir y el confluir es pues cualidad de los seres vivos; y el deseo humano, lo que acompaña e impulsa nuestro fluir. Dicen Deleuze y Guattari que el deseo, como condición inmanente de la vida humana, rompe cualquier idea dualista, escolástica o moderna, del ser humano escindido en alma y cuerpo, y nos restituye nuestra integridad. Es como un haz unificador que nos recompone el cuerpo despiezado por la esquizofrenia del trabajo asalariado, repara la desconexión entre el propio deseo, los sentimientos y la conciencia; y aunque por imperativos exteriores no podamos guiar nuestra voluntad según nuestros deseos, el solo hecho de reconocerlos nos hace recuperar buena parte de nuestra energia vital y de nuestro potencial humano creativo.

La Familia bloquea el deseo y la expansión erótico-vital de cada criatura y establece un sistema de relaciones jerarquizadas en su interior (jerarquiza las relaciones entre los dos sexos y entre dfh@s y niñ@s), y se articula en el conjunto de la sociedad igualmente jerarquizada. Este tipo de relaciones son incompatibles con el modo de fluir de la vida que decíamos antes y precisamente por eso hay que someter a cada criatura a un proceso de represión y de contención de sus deseos para poderla socializar. Una criatura que ha tenido un proceso defectuoso de socialización, que no ha tenido una buena familia con unos buenos anillos constrictores, se hace un marginado social. (En el esquema 3 podemos ver los anillos que constriñen la vida humana para poderla fijar y hacerla ocupar su puesto en el orden social
jerárquizado -esquema 2- y entonces manipularla según los fines que se deciden en la cúspide de la pirámide. Si nos quitásemos los anillos constrictores, la interacción humana fluiría según su condición)

Lo mismo que se devasta la tierra para explotarla, también hay que someter a cada ser humano nada más nacer a una devastación primaria, mediante la represión de sus deseos; e impedir su socialización según el principio del placer para hacerle un ser sumiso, dócil y útil al orden social. Porque si el deseo nos lleva a la búsqueda del bienestar y al apoyo mutuo, la carencia (y el miedo a carecer que se asocia a la misma carencia) nos lleva a la sumisión y al sentido de la propiedad.

Si el deseo nos lleva a fluir y a confluir con las criaturas humanas de nuestro entorno, la necesidad nos lleva a retener ya acumular; a competir por la propiedad, a conquistar, y, en general, al fratricidio ya la expansión de la propiedad y del Poder. Porque si no lo hacemos, la dinámica de apropiación de tu vecino arrasaría con lo que ya tienes.

Hoy el deseo humano biosolidario, apenas despunta; y si sale, se mezcla con el deseo de poseer y de competir. La desconfianza enseguida le destruye.

Debido al estado de carencia material y afectiva, la vida se convierte en una lucha y una competencia por la propiedad de cosas y personas. Pues la carencia y la propiedad forman un dúo complementario (al igual que la sumisión/autoridad) que destruye el tejido social de apoyo mutuo. Si yo carezco de lo necesario, ¿cómo voy a dar a los demás? Tengo que acumular propiedad y poseer seres queridos para no carecer ni física ni emocional mente.

Siempre el Poder ha dicho que tenemos que obedecer porque somos seres carentes y necesitados y ellos nos dan lo que carecemos y necesitamos: nuestros padres, la escuela, el Estado, el Capital etc. y esta es la primera gran mentira que nos cuentan. Como dicen O. y G., la carencia no es nunca primera. Lo primero en la vida es la abundancia. El origen de nuestra sumisión no es lo que nos dan sino lo que nos quitan. La conversión del deseo en carencia. (Ver esquema 4)

Por eso, el movimiento de volver al campo, a los pueblos abandonados tiene un sentido de escapar del mundo en el que se nos quita la vida, aunque aparentemente se nos den muchas cosas; de un mundo que crea un montón de necesidades que se suman a la carencia básica del principio y nos esclaviza cada vez más; sobre todo, porque alejan todavia más la posibilidad de una toma de contacto con nuestro potencial creativo y nuestros deseos.

Estamos tan acostumbrad@s a no tener en cuenta nuestros deseos vitales que ni los percibimos. Sobrevivimos robotizad@s, deseando lo que la publicidad del Capital y del Estado nos mandan que deseemos.

Crear la carencia en el principio de la vida de cada criatura humana significa dejarla sin madre. Esto es lo que organiza la familia patriarcal. Por eso el deseo materno ha sido objeto de todo tipo de calumnias, insultos y prohibiciones, directas e indirectas, hasta que finalmente se ha llegado a un grado tal de robotización y ritualización de la función materna que el deseo materno se ha hecho inexistente, ha quedado reducido al silencio, en el caos de lo indefinido. y si se le ha tratado así al deseo materno es porque sacia y alienta los deseos de las criaturas y podría impulsar la socialización según el principio del placer. Por esta razón en los orígenes de esta sociedad, se produce lo que se ha llamado el matricidio originario (originario histórica y ontogénicamente): el Patriarcado esclaviza a las mujeres para anular sus deseos y hacerlas parir con el útero rígido; La mujer esclavizada, que no vive según deseos, pare en estado de asepsia libidinal y se hace insensible y distante de sus criaturas; la interacción de la mujer con el bebé en lugar de ser una interpenetración armoniosa, movida por los anhelos libidinales, se convierte en una aséptica relación de sumisión de la criatura a la autoridad, regulada por las órdenes (que devienen costumbres) sociales. Las mujeres se hacen impermeables a los sufrimientos de su prole; las pueden reprimir y domesticar según las necesidades del Señor.

La Familia (y el Matrimonio poligámico o monogámico) descansa en un matricidio, produciendo el abandono de cada ser humano. Por eso, Victoria Sau dice que el Crimen de la Madre es el secreto de la Humanidad y que en el Patriarcado tod@s somos huérfan@s de madre. Lo cierto es que el Crimen de la Madre no es una elucubración. Las mujeres lo tenemos somatizado en nuestros cuerpos, en nuestros órganos; lo sabemos porque no es irreversible y la sensibilidad uterina se puede recuperar practicando la concentración y la visualización; se puede recuperar el potencial sexual femenino; se puede parir con placer y también saciar los deseos de las criaturas. Pero además hoy existe una superabundancia de pruebas arqueológicas, que se añade a lo que la misma literatura patriarcal ha narrado en algunos
momentos. Los grupos humanos de la sociedad matricéntrica estaban adaptados a la expansión de la energía erótico-vital de los seres humanos, como explica la antropóloga Martha Moia. También Murray Boochkin (Une sociéte a refaire Ed. ACL) dice que la palabra 'amargi' significa en Sumerio 'libertad' y 'retorno a la madre', y añade que posiblemente la libertad solo ha existido en la sociedad matricéntrica. Lo cierto es que eran sociedades no jerarquizadas y pacificas. Los niveles de desarrollo cultural que alcanzaron lo podemos comprobar en las ruinas del palacio de Cnossos, en Creta, que por ser una isla, no sucumbió a la revolución
patriarcal hasta el 1600 A.C.

Según el libro del Génesis, Eva se dejó seducir por la serpiente y comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, fueron expulsados del Paraíso: Condenó a Eva (y a todas las mujeres) a estar dominadas por el varón ya parir con dolor. A los hombres a trabajar con el sudor de su frente. Y envió a un Arcángel a matar a la serpiente para que, por acción simbólica, dejase de seducir a las demás mujeres. La sexualidad femenina no ha sido definida ni tiene voz en las lenguas patriarcales. Pero tuvo una representación simbólica en la sociedad humana pre-patriarcal: la serpiente. La serpiente, es decir, la sexualidad femenina especifica fue y es el enemigo (el demonio) absoluto de la esclavitud de la mujer. Dice la Biblia: "de los vestidos sale la polilla y de la mujer la maldad femenil" y también: "Ningún mal es comparable a la maldad de la mujer"- Con la destrucción de la serpiente, es decir, de lo que simboliza la serpiente, la sociedad deja de basarse en el principio del placer y en el apoyo mutuo, para basarse en un principio de la realidad opuesto: la represión de las criaturas humanas.

2.500 años después, tuvo que venir la Virgen María (la madre pura y casta, robotizada y sin libido) a aplastar de nuevo a la serpiente, pues la serpiente no se muere nunca del todo y se reproduce en cada cuerpo de mujer. Era necesario confirmar a la mujer como esclava del Señor. Desde entonces, una mujer seductora y seducible no puede ser una buena 'madre'.

Algunos historiadores nos han contado que cuando llegaron los europeos al continente americano en el siglo XVI se encontraron algunos poblamientos indígenas que vivían en un estado paridisíaco. El mismo Bartolomé de las Casas escribió que los indios Arawaks del Caribe, vivían en grandes tiendas comunales, no tenían religión, ni ley matrimonial alguna; que los emparejamientos se producían según las apetencias de unos y otras, y se dejaban, textualmente, "sin celos, enfados ni rencores"; que las posesiones eran comunes y vivían completamente desnudos. Desconocían la propiedad privada y eran tan desprendidos de sus posesiones que, dice las Casas, "si no lo hubiera visto con mis propios ojos no lo hubiera podido creer". Eran pacíficos, desconocían las armas. Eran hospitalarios, ofrecían cuanto tenían. Las
mujeres eran tan bien consideradas y tratadas que, palabras textuales de las Casas "dejaba atónitos a los españoles". También dice las Casas que parían sin dolor, y que eran ágiles y fuertes (nadaban mejor que los hombres). En resumen no existía el concepto de la propiedad, ni de las cosas ni de las personas. No había propiedad ni carencia. Fluían.

La población indígena que habitaba en el Caribe cuando llegó Colón, vivía en apoyo mutuo y en armonía con el ecosistema. Confiaban en su entorno, porque no había relaciones de devastación, y la prueba es que confiaron en Colón y les ofrecieron cuanto tenían. Eran criaturas no pervertidas por la devastación, en estado de inocencia, como nosotr@s cuando venimos al mundo y confiamos todavía en nuestro entorno como reacción primaria.

60 años después de la llegada de Colón no quedaba ni un solo arawak en las islas porque al no poder ser domesticados, todos fueron exterminados. Dice B. de las Casas: ...y en corto tiempo esta tierra que había sido tan grande, tan afortunada y fértil, se despobló... Mis ojos han visto estos actos que son tan extraños a la naturaleza humana, y ahora tiemblo mientras escribo...

No pudieron trasplantar e imponer de golpe la Familia y todos los mecanismos de sumisión inconsciente que llevaban 4000 años de rodaje en Asia y en Europa.
Entonces, para poder poner en marcha el nuevo régimen patrimonial del continente americano tuvieron que aniquilar las poblaciones indígenas e importar esclavos negros de Africa. Para el Patriarcado lo primario siempre es la devastación.

Poco a poco vamos entendiendo el por qué de la represión sexual especifica de las mujeres. Por qué el sexo femenino fué declarado impuro, por qué la mujer después de parir quedaba impura. Por qué la maldad emanaba del vientre de la mujer, y por qué se ha calumniado el útero diciendo que era un animal dentro del animal, el karma, etc. que volvía a las mujeres histéricas (histeria viene de 'hysteron' -útero-); y por qué la serpiente se dijo primero que era el símbolo del demonio (del mal) y luego de la Medicina, que se debe ocupar de hacer funcionar el cuerpo sin deseo de la mujer.

Podemos decir que el apoyo mutuo en los grupos humanos depende de su actitud ante la maternidad. Y el Patriarcado depende del papel represor, de la insensibilización de la madre robotizada y de su capacidad para transformar a las criaturas en guerreros y esclavos y futuras nuevas madres de guerreros y esclavos. Volviendo al esquema 3, podemos decir que el primer anillo constrictor de la vida humana es el útero rígido.

Dice Martha Moia que en los grupos matricéntricos, la identidad no era individual sino grupal. La identidad o la subjetividad o conciencia de si, la daba el ser parte de un grupo, del entorno de apoyo mutuo en el que se vivía; es decir, en lugar de estar asociada al sentido de la propiedad, estaba asociada al apoyo mutuo. En lugar de ser hijo o hija de tal Matrimonio o Pareja, definido triangularmente, el 'yo' era un 'yo' disuelto; disuelto primero en la madre y luego en el grupo. No hacia falta titulares de patrimonios, ni herederos ni esposas, ni continuadores de las conquistas, que es el sentido de la identidad familiar. Si no hay sometimiento al Poder, no hay necesidad de reprimir los deseos ni de encerrarlos en el triángulo edípico ni de jerarquizar los sujetos. En el grupo matricéntriaco, el funcionamiento de las máquinas deseantes, el despliegue de la energía y de la iniciativa humana, era la garantía, del bienestar y del apoyo mutuo. El deseo era garantía de un determinado orden. En nuestra sociedad basada en la Familia, cuando sale algún deseo, está abocado a competir, romper alguna triangulación edípica, a alterar el orden patriarcal ya ser reprimido.

Veamos un poco más concretamente cómo se produce la destrucción del entorno armónico, es decir, el paso del deseo a la carencia del esquema.

Dice Konrad Stettbacher que ya en el útero materno se forma el 'yo' primario (que yo prefiero llamar el 'yo disuelto' en el entorno) que se constituye al calificar como 'bien' y como 'mal' las sensaciones y sentimientos que producen bienestar o molestia. Es el 'yo' que sabe todavía lo que de verdad es bueno y es malo, que se guía por el principio del placer, que sólo ansia dar y recibir amor y bienestar. La criatura en el útero sólo espera que sus deseos sean saciados. Su confianza en el entorno es absoluta porque no hay nada en ella que le haga esperar el abandono, la falta del entorno armónico; es la confianza característica de todas las relaciones de apoyo mutuo. Sin ese sentimiento de confianza, la vida humana no puede fluir. La quiebra del entorno armonioso suele empezar, al menos de forma contundente, en el naci-
miento con dolor, sin el deseo materno, con la sensación de asfixia, de ahogo, de proximidad de la muerte. Esta quiebra no está prevista filogenéticamente. El parto con dolor no pertenece al continuum filogenético humano. Es una construcción cultural. Tampoco está previsto al nacer que nos separen de la madre, ni que nos corten el cordón antes de que deje de latir. Cuando después de nacer se empiezan a frustrar los deseos del bebé, se van produciendo estados carenciales momentáneos, hasta que queda establecido el estado de carencia permanente. Junto a la sensación de hambre, de necesidad, de abandono y de soledad aparecen primero, la cólera y la rabia; y luego la desconfianza y el miedo que originariamente no había. El miedo y la desconfianza son, primero sólo mecanismos de autodefensa que se originan cuando se quiebra el equilibrio que mantiene el estado de bienestar: Pero cuando esto se frustra de manera continuada, nos convertimos en seres agresivos y posesivos, porque el miedo y la desconfianza en lugar de mecanismos puntuales de autodefensa ante peligros concretos, se convierten en mecanismos automatizados y compulsivos, dispuestos a dispararse en cualquier momento.

Para ocultar la devastación producida se dice que tenemos un instinto tan ático innato, que a su vez servirá de justificación de la represión que se aplicará ulteriormente bajo el eufemismo de 'educación'. Como los mecanismos automatizados son inherentes al estado de carencia permanente, parece que son innatos...
A cambio de nuestro consentimiento a ser humillados, de la debida obediencia y de complacer sus órdenes, la Autoridad adulta nos da lo imprescindible para sobrevivir en estado de carencia. Entonces, al miedo ya la desconfianza se le suma la sumisión. Por eso el mandato divino de obedecer a los padres está en todas las religiones. Así es como se engendran las pulsiones autodestructivas del miedo, de la sumisión y de la desconfianza.

Filogenéticamente sabemos que el entorno nos mantiene en estado de bienestar, y por eso la confianza en el apoyo mutuo del entorno es inherente a nuestras vidas. Este sentido o sentimiento innato así como el impulso del deseo que nos lleva a relacionarnos para dar y recibir bienestar, se quedan bloqueados por el estado de carencia. Al principio no sabíamos lo que era necesidad, porque nunca la habíamos sentido, como no sentimos necesidad del aire que respiramos hasta que nos privan de ello, hasta que somos desposeídos del entorno que nos es propio. Al principio no sabíamos lo que era la soledad y el abandono, ni el hambre ni la sed. Pero, poco a poco los sentimientos y mecanismos autodestructivos se instalan de manera constante y nos socializamos con esos sentimientos y mecanismos, y en estado de carencia permanente.

Esta quiebra de la armonía de la vida humana ha sido descubierta por la práctica psicoanalítica de casi 50 años de Michael Balint; esa práctica le ha llevado a reconocer la existencia de una gran falla o herida en la estructura psíquica de los seres humanos. La ha llamado la Falta Básica. Michael Balint ha dado la vuelta a los planteamientos freudianos autojustificativos del orden patriarcal, afirmando que la catexia y la interpenetración libídinal del bebé con la madre es la mayor de toda la vida humana, y que no existe un narcisismo primario, como dijo Freud, sino, que lo primario es el amor a dos; que precisamente su ruptura es lo que produce la Falta Basica.

Esto viene a corroborar lo que decimos sobre cómo se devasta la vida humana para organizar el estado de sumisión y bloquear las relaciones de apoyo de mutuo.

Nosotras añadimos que la fabricación en serie de pezones plásticos, los chupetes y los biberones, son la prueba física exterior de esa Falta.

Uno de los mecanismos de autodefensa de los que disponemos para lograr sobrevivir es llorar, algo que está previsto como medida de excepción para avisar de algún percance o problema que inesperadamente puede surgir. Puesto que en nuestra sociedad lo normal es que l@s niñ@s lloren, también esto nos tendría que hacer sospechar que no es normal lo que se hace en la sociedad patriarcal con l@s niñ@s. Cada vez hay más pruebas de lo que significa la separación del bebé del cuerpo materno. Por ejemplo, se ha demostrado que las sinapsis de las neuronas están condicionadas por el bienestar emocional y el grado de contacto piel a piel de los bebés. No podemos hacer aquí un repaso de todas las tácticas, costumbres, ritos, etc. que se han ido elaborando para organizar el parto violento y la separación madre-criaturas, como se sugiere en el esquema 4. Pero tener conciencia de ello es clave para saber cómo irrumpe en la vida aquello que convierte el deseo en la carencia que constituye nuestra estructura psíquica y nuestro estado de sumisión inconsciente.

Nuestros deseos reprimidos no desaparecen sino que se subliman porque no podemos soportar el dolor del abandono. Para sobrevivir, idealizamos a nuestros padres, que cubren nuestras necesidades después de haber creado la devastación. Como el dolor de la herida es insoportable, optamos por no recordarlo, no saberlo. Se produce el'black out', para anestesiarnos (Alice Miller), y así no saber nada de la represión primera y nos quedamos con lo que nos cuentan. Es decir, que nuestros padres nos quieren, nos reprimen por nuestro propio bien, y que nuestros deseos son malos además de inútiles (cuando en realidad son la energía biosolidaria que sustenta la vida humana). No nos acordaremos nunca que fuimos criaturas deseantes, exuberantes de deseos, y que fuimos malheridas y maltratadas. Sin nadie que consintiera (sintiera con) nuestros deseos. Tenemos solo conocimiento y conciencia del 'yo' carente, del 'yo' edípico. Aunque en el inconsciente vive el recuerdo del otro 'yo' primario, disuelto en el entorno armónico.

Para calmar la herida, en la infancia se produce también una proyección de la sublimación del abandono, en el ideal del matrimonio (o de la 'pareja'). y hacia ese ideal proyec tamos toda nuestra ansiedad.

Por eso cuando de mayores nos enamoramos nos sale el deseo reprimido de interpenetración total, que es un deseo materno, de la criatura en formación, para realizar la gran carga energética inicial, y que por ello requiere el estado de constante fusión total. Por eso nos quieren representar como Amor Absoluto la 'pareja', la famosa 'media naranja'; pero a pesar de los esfuerzos conjuntos de Holywood y del Vaticano, eso no cura la herida primaria. Solo la oculta un poco más, y sobre todo sirve para reproducir el principio de Autoridad.

Pero además, esa idealización de la Pareja es una adaptación a los arquetipos masculinos y femeninos de dependencia y poder. Para la mujer el amor es dependencia; para el hombre, es poder, y por eso necesita ser necesitado, necesita una mujer a quien dominar. Por eso a las mujeres no nos gustan que los hombres sean débiles, ya los hombres no les suele gustar las mujeres independientes y autosuficientes. Vinculamos el anhelo libidinal, distorsionado de su producción original, a las relaciones de poder y sumisión que vemos en nuestro: padres y en nuestro entorno; relaciones de poder que fraguan en nuestro interior como idea paradigmático asociado con el fin de la carencia.

Es necesario plantearse el cuestionamiento de los roles masculinos y femeninos para no reproducir otras formas estructurales con los mismos arquetipos masculinos y femeninos. Hay un trabajo pendiente de recuperación de la sexualidad y de la identidad femenina, que se está haciendo desde distintos puntos del feminismo. Este trabajo teórico y práctico es imprescindible para re-situar las relaciones entre los dos sexos de forma armónica e impedir que se transformen automáticamente en relaciones de dominación y en la destrucción de la maternidad.

Las cadenas de la esclavitud moderna son invisibles. Hay un orden simbólico que emite constantemente las pautas de comportamiento, y que habla directamente a nuestro inconsciente, sin que nuestra conciencia se entere. Y que activa los mecanismos automatizados de la Falta Básica. Y los que se dedican a alimentar y a actualizar el orden simbólico patriarcal saben perfectamente que este orden simbólico actúa de forma diferente sobre la carencia básica y común a las mujeres ya los hombres, y produce procesos de sublimación diferentes según el sexo. Las raíces de los arquetipos masculino y femenino están en la elaboración que cada sujeto, hombre o mujer, hace de la Falta Básica, elaboración que dará lugar al género patriarcal masculino y femenino.

Restaurar relaciones armónicas entre los dos sexos y entre dfh@s y niñ@s requiere abolir la familia y el padre. y para eso es imprescindible conceptual izar el grupo de apoyo y el papel del hombre en otros términos, con un contenido nuevo basado en la energía biosolidaria humana y no en la Ley patriarcal. Tenemos que saber que los conceptos (Familia, Padre) tienen una fuerza simbólica que actúa sobre nuestras carencias y sobre nuestro inconsciente. Sabemos que cada criatura que nace, nace cargada de libido, de energía cósmica, biosolidaria, preparada para el apoyo mutuo. El mundo, para descargarla, ha matado a la madre. Hay, pues, que empezar a rebobinar, es decir: llorar la herida (para romper el conjuro de las sublimaciones falaces), recuperar la madre (para reconocernos como criaturas inocentes y exuberantes de vida y de deseos, y para reconocernos como hermanos y hermanas), restaurar la conciencia (para saber lo que de verdad es bueno y es malo); y formar clanes para saciar los deseos y apoyarnos mutuamente.

Responder