Ley violencia de género y Prado Esteban

Contra el sexismo y el patriarcado. Luchas por las libertades sexuales. Despatologización de la diferencia.
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Joreg
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 13 Abr 2016, 16:02

Científicos del poder, al menos en lo que se refiere al tema el tema la dominación másculina, como Engels que mostró a los iroqueses como matriarcales cuando tú mismo has dicho que eso es falso.
:lol:

En fin, paso de contestar disparates. Bachofen en el siglo XIX enunció la posibilidad de un matriarcado primitivo. Esa creencia la tuvieron otros científicos sociales. Esa idea actualmente ha sido abandonada ya que no existe evidencia al respecto.

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Voy a seguir plantando autores y monografías, de la gente que ha estudiado esto del sexo en sociología. Lejos de ser las mujeres las que han aportado puntos de vistas feministas del tipo "las mujeres son dominadas por los hombres", han sido ellas las que más se han esforzado por mostrar las formas mediante las cuales eluden la dominación, obtienen estatus de prestigio... Llegaron a mostrar a los investigadores masculinos como "androcéntricos" al mostrar a las mujeres como simples sujetos pasivos. Téngase paciencia, porque estoy colocando capítulos enteros de literatura fácilmente accesible, de cara a que se comprenda qué en temas de dominación, hay que distinguir también la sociedad y el tiempo en que se vive, dado que la discriminación funciona mayormente en sociedades belicosas, o en sociedades estratificadas por clase social y propiedad. La idea que aportan, es que el futuro no está escrito, y la igualdad plena entre hombres y mujeres es un objetivo que podemos lograr.

Todo lo anterior, para decir:

Que la dominación hay que verla en su contexto.
Que el que los hombres ejerzan la dominación, no quiere decir que la ejerzan en todos los ámbitos.
Que eludir o sortear la dominación, no es lo mismo que ejercerla.


Religión y política sexual


Con frecuencia, las mujeres se hallan excluidas de las principales fuentes del poder religioso. Incluso donde predominan los rituales de tipo individualista, las mujeres suelen tener menos acceso que los hombres a lo sobrenatural. Rara vez toman parte en las búsquedas de visiones que confieren a los varones la seguridad necesaria para ser agresivos y matar con impunidad. Y rara vez se les permite ingerir las sustancias alucinógenas que otorgan a los hombres un conocimiento directo de la realidad que subyace en las apariencias mundanales.

De todos los complejos comunitarios, uno de los más difundidos tiene como objetivo explícito la conservación de un monopolio masculino sobre los mitos relativos a los orígenes humanos y la naturaleza de los seres sobrenaturales. Este complejo comprende ritos de iniciación de carácter secreto para los hombres, residencia separada de los varones en casas especiales de las que están excluidos niños y mujeres, danzantes masculinos enmascarados que personifican a los dioses y seres espirituales, la bramadera, de la cual se dice que es la voz de los dioses y que es agitada entre los matorrales o en la oscuridad para atemorizar a las mujeres y muchachos no iniciados; el almacenamiento de las máscaras, bramaderas y de- más objetos sagrados en la casa de los hombres; la amenaza de muerte o ejecución efectiva de cualquier mujer que admita conocer el secreto del culto, y la amenaza de muerte o ejecución de cualquier hombre que revele los secretos a mujeres o muchachos no iniciados.

Por último, las religiones de tipo eclesiástico también se caracterizan por una interconexión funcional entre los rituales y mitos dominados por los varones, de una parte, y la supremacía masculina, de otra. Tanto en Roma, Grecia, Mesopotamia, Egipto y el antiguo Israel como en los mundos musulmán e hindú, los sumos sacerdotes eran hombres. Las sacerdoti- sas de alto rango con control autónomo sobre sus propios templos, como en la Creta minoica, son en todas partes la excepción, incluso cuando los cultos eclesiásticos comprenden deidades femeninas. Hoy en día, los hombres siguen dominando la organización eclesiástica de todas las grandes religiones mundiales. Las tres grandes religiones de la civilización occi- dental —cristianismo, judaismo e islam— hacen hincapié en la prioridad del principio masculino en la formación del mun- do. Identifican al dios creador con «Él», y en la medida en que admiten deidades femeninas, como sucede en el catolicismo, les asignan un papel secundario en el mito y el ritual. Todas sostienen que primero fueron creados los hombres, y después, las mujeres a partir de una pieza del hombre.

Roles sexuales y etnografía: las mujeres son desiguales, pero no tanto.


Es importante estar prevenido frente al empleo de formas de jerarquía política estratificadas de nivel estatal avanzado como modelo de todas las políticas sexuales. Además, no se puede pasar de la proposición de que «las mujeres están subordinadas en cuanto a la autoridad política en la mayor parte de las sociedades» a «las mujeres están subordinadas en todos los aspectos en todas las sociedades». Como señala Eleanor Leacock (1978:247), la misma idea de «igualdad» y «desigualdad» puede representar una errónea comprensión etnocéntrica del tipo de roles sexuales que existen en muchas sociedades. Leacock (1978:225) no discute el hecho de que «cuando se desarrolla un control desigual de los recursos y una subyugación por la clase y por el sexo», son las mujeres quienes, en general, quedan sometidas a los hombres (reconociendo, evidentemente, que el grado de subyugación variará dependiendo de las condiciones ecológicas, económicas y políticas).

Pero en ausencia de clases y del Estado, Leacock sostiene que los roles sexuales son simplemente diferentes, no desiguales. Ciertamente, hay una gran evidencia que indica que el poder de cualquier tipo, ya sea de los hombres sobre los hombres o de los hombres sobre las mujeres, fue trivial o inexistente en muchas (pero no en todas) sociedades organizadas en bandas y aldeas, por las razones discutidas en el Capítulo 9. Ley, orden y guerra en las sociedades igualitarias. Y hay también una gran evidencia, aportada principalmente por mujeres etnógrafas (Kaberry, 1970; Sacks, 1971; Sanday, 1981), de que el poder de las mujeres ha sido sustancialmente subestimado, mal comprendido por los hombres antropólogos que, hasta hace poco, eran las fuentes principales de datos transculturales sobre roles sexuales (Cuadro 14.2).

El punto de vista de una mujer !kung san (cazadores recolectores hasta los años sesenta)

Las mujeres son fuertes, las mujeres son importantes. Los hombres zhun/twa* dicen que las mujeres son los jefes, las ricas y las prudentes. Ello es debido a que las mujeres poseen algo muy importante, algo que permite a los hombres vivir: sus genitales. Una mujer puede hacer que un hombre viva incluso si está casi muerto. Ella le puede dar sexo y hacer que viva de nuevo. Si ella se nega- ra a hacerlo, él moriría. Si no hubiera mujeres disponibles, el semen mataría a los propios hombres. ¿Lo sabías? Si sólo hubiera hombres, todos morirían. Las mujeres hacen que ellos vivan.
*Zhun/twa es uno de los nombres por los que se conoce a los !kung san.
Fuente: Palabras de Nisa, mujer !kung san, según grabación de Marjorie Shostak (1981:288).

Nuevamente los trobriandeses

Incluso uno de los más grandes etnógrafos, Bronislaw Malinowski, pudo quedarse corto a la hora de evaluar los roles sexuales en su clásico estudio de los trobriandeses. Como ya se puso de manifiesto en el Capítulo 10. La economía política del Estado, durante la época de recolección los hermanos trobriandeses dan a los maridos de sus hermanas regalos a base de batatas. Estas batatas proporcionan gran parte del poder político de los jefes trobriandeses.

Malinowski consideraba este tipo de regalos como una especie de tributo anual por parte de la familia de la esposa hacia su marido, y, por tanto, un medio de resaltar y consolidar el poder del varón. Sin embargo, Annette Weiner ha mostrado que estas batatas se dan en nombre de la mujer y en realidad sirven tanto para resaltar el valor de ser mujer como para conferir poder a los hombres. Malinowski pasó por alto el hecho de que el regalo de batatas tenía que ser recíproco y que cuando se devolvía el regalo éste tenía que dirigirse no al hermano de la esposa sino a la esposa de un hombre. A cambio de las batatas recibidas en nombre de su mujer, el marido trobriandés tenía que proporcionarle una clara forma de riqueza que podía consistir en faldas de mujer y fardos de «pandanus» y hojas de banana que se usaban para hacer faldas. Gran parte de la actividad económica del marido se dedica al comercio de cerdos y otras mercancías con objeto de proporcionar a su esposa la mayor riqueza posible. Las faldas y los fardos de hojas se exhiben públicamente y se dan para las grandes ceremonias fúnebres conocidas como sagali (que Malinowski conocía, pero que no le pareció oportuno describir con detalle). Weiner (1977:118) afirma que el sagali es uno de los acontecimientos públicos más importantes en la vida en Trobriand. «Nada es tan dramático como ver a las mujeres de pie en un sagali, rodeadas de miles de fardos. Ni hay nada más impresionante que el observar la forma de andar de las mujeres cuando se dirigen al sitio de distribución. Cuando las mujeres van hacia el centro [de la plaza] para arrojar sus riquezas, se mueven con un orgullo tan característico como el de cualquier gran hombre melanesio.»

Si un marido no es capaz de proporcionar a su mujer las suficientes riquezas femeninas como para hacer una buena demostración en el sagali, eso afecta adversamente a sus propias posibilidades de llegar a ser un gran hombre. Sus cuñados pueden reducir o incluso eliminar completamente su regalo de cosecha de batatas si su hermana no puede exhibir y entregar un gran número de fardos y faldas a los familiares del muerto. Según la versión de Weiner no solamente los hombres son más dependientes de las mujeres en cuanto a su poder que en la versión de Malinowski, sino que también las mujeres parecen tener mucha más influencia por derecho propio. Ella termina diciendo que demasiado a menudo los antropólogos «han permitido que la “política hecha por los hombres” estructure nuestra forma de pensar sobre otras sociedades... llevándonos a pensar de forma errónea que si las mujeres no son dominantes en la esfera política de interacción, su poder, en el mejor de los casos, sigue siendo periférico» (1977:228).

Revisión del machismo. Habilidad de los dominados para eludir la dominación.

En Latinoamérica, los ideales de supremacía masculina se conocen como machismo. En toda Latinoamérica, a los hombres se les exige ser machos —es decir, valientes, sexualmente agresivos, viriles y dominantes sobre las mujeres—. En casa, controlan el dinero a sus mujeres, comen primero, esperan obediencia inmediata de sus hijos, especialmente de sus hijas, van y vienen a su antojo, y toman decisiones que la familia entera debe seguir sin discusión. «Llevan los pantalones», o al menos eso piensan ellos. Sin embargo, como May Díaz ha demostrado en su estudio sobre Tonalá, un pequeño pueblo cerca de Guadalajara, México, existen importantes discrepancias entre machismo como un ideal masculino y machismo como práctica real en el seno de la familia. Aunque las mujeres, aparentemente, parecen aceptar el ser dominadas por sus padres, maridos y
hermanos mayores, poseen ciertas estrategias para superar el control del nombre y para salirse con la suya. Una de esas estrategias es enfrentar a un macho con otro.

El caso de Lupita, una joven soltera tonalá, ilustra cómo funciona.

Un día, el hermano casado de Lupita la vio hablando con un joven a través de la ventana de la fachada de su casa. El hermano le preguntó quién era el chico, pero Lupita se negó a decírselo, temiendo que su hermano se lo dijera al padre y le convenciera para que pusiese fin al romance. Lupita decidió manipular las reglas del machismo en su propio beneficio. Mientras ayudaba a su madre a preparar la cena, Lupita se quejó de que la mujer de su hermano era una cotilla y había obligado a su hermano a entrometerse en sus asuntos. Lupita sabía que esto provocaría una respuesta de solidaridad por parte de su madre (más solidaria que si hubiese protestado directamente acerca de su hermano). Ella sabía que su madre estaba en contra de su nuera, que había conseguido mucha influencia sobre el hermano de Lupita y se había interpuesto entre madre e hijo. Esa noche, tan pronto como el padre se sentó a cenar, la madre de Lupita empezó a reñirle por dejar que su hijo se adueñara de su autoridad y por no llevar los pantalones en la familia. Esto hizo que el padre no escuchara lo que su hijo le iba a decir sobre Lupita y se marchó de casa tan pronto como acabó de comer, sin prohibir a Lupita continuar con sus planes de conseguir un pretendiente. De esa forma Lupita y su madre consiguieron sus fines, a pesar de su falta de poder, apelando a la misma norma que supuestamente les priva del poder —un padre debería ser el jefe de su propia casa (Díaz, 1966:85-87).

El reparto de poder entre los sexos rara vez consiste simplemente en que las mujeres estén a merced de los hombres (o viceversa). Como demuestran los estudios realizados sobre Trobriand y Tonalá, los antropólogos varones en el pasado puede que no hayan comprendido los aspectos más sutiles de las jerarquías sexuales. Sin embargo, no debemos caer en la trampa de minimizar las auténticas diferencias de poder que conllevan muchas jerarquías sexuales, poniendo demasiado énfasis en la habilidad de los subordinados para manipular el sistema en su favor. Todos sabemos que, a veces, los esclavos pueden superar a sus amos, que los soldados pueden frustrar a sus generales y que los niños pueden tomar a sus padres como criados. La habilidad para amortiguar los efectos de la desigualdad institucionalizada no es lo mismo que la igualdad institucionalizada.

La guerra y el complejo de supremacía masculina

Como hemos visto (La guerra y la regulación del crecimiento demográfico p. 89), la supremacía masculina puede estar asociada a la guerra. En el combate preindustrial con armas de mano, la victoria pertenece al grupo que puede poner el máximo número de combatientes fieros y musculosos en pie de guerra. Por término medio, los hombres gozan de una ventaja física sobre las mujeres en lo que atañe a la fuerza con que pueden manejar una maza, la distancia a que pueden arrojar una lanza, disparar una flecha o tirar una piedra, y la velocidad con que pueden recorrer distancias cortas (véanse Tabla 14.1 y Fig. 14.2). Esto significa que el grupo que pueda poner el máximo número de combatientes masculinos en el combate será el que tendrá más probabilidades de alcanzar la victoria según los modos de guerra preindustriales. ¿Cómo se logra esto? En las sociedades organizadas en bandas y aldeas y en las jefaturas, las constricciones ecológicas limitan drásticamente el crecimiento de la población. No sólo son los guerreros enemigos los que amenazan la supervivencia, sino también la superpoblación. El problema, por tanto, es doble: maximizar el número de guerreros masculinos y, al mismo tiempo, minimizar la presión demográfica sobre los recursos.

La solución a este problema consiste en criar preferentemente muchachos en vez de muchachas. Esto es lo que indica la correlación entre la guerra, la proporción de sexos favorable a los varones en el grupo de edad más joven, el infanticidio femenino, la preferencia por los niños varones y las tasas de mortalidad infantil más elevadas para las mujeres debidos al trato negligente que reciben y a las privaciones que sufren en su nutrición.

Resta aún la cuestión de cómo entrenar a los varones en la ferocidad y la agresividad de tal modo que arriesguen sus vidas en el combate. Como la preferencia por la crianza de varones supone que existirá una escasez de mujeres y esposas, una forma de asegurarse de que los hombres mostrarán agresividad en el combate es hacer las relaciones sexuales y el matrimonio dependientes de la ferocidad del guerrero. Lógicamente, cabría suponer que la solución al problema de la escasez de mujeres es la poliandria, pero, como hemos visto, esta fórmula es extremadamente rara. De hecho, ocurre justamente lo contrario: en las sociedades preestatales que practican la guerra se da una fuerte tendencia a que los hombres tomen varias esposas; es decir, existe una fuerte tendencia hacia la poliginia. Así, en lugar de compartir las mujeres, los hombres compiten por ellas y la escasez de las mismas se agrava por el hecho de que hay hombres que poseen dos o tres esposas. Esto provoca celos, adulterio y un antagonismo cargado de sexualidad entre hombres y mujeres, así como una hostilidad entre los propios hombres, especialmente entre los jóvenes, que carecen de mujeres, y los mayores, que tienen varias a la vez (Divale y Harris, 1976,1978a, 1978b; Divale y otros, 1978; Howe, 1978; Lancaster y Lancaster, 1978; Norton, 1978).

Adviértase que esta teoría vincula la intensidad del complejo de supremacía masculina preindustrial con las intensidades de la guerra y la presión reproductora. Predice que dondequiera que la intensidad de la guerra y la presión reproductora sean bajas, el complejo de supremacía masculina será débil o estará prácticamente ausente. Esta predicción concuerda con la visión, ampliamente aceptada, de que muchas sociedades cazadoras y recolectoras tenían no sólo bajos niveles de guerra, sino también una considerable paridad sexual y que tanto la guerra como la desigualdad sexual aumentaron con el desarrollo de la agricultura y el Estado. Además, también explica la presencia documentada de fuertes complejos de supremacía masculina en sociedades cazadoras y recolectoras de carácter belicoso, como, por ejemplo, las halladas en Australia. No todas las sociedades cazadoras y recolectoras afrontaban condiciones ecológicas y grados de presión reproductora similares (Leacock, 1978).

Masculinidad, guerra y complejo de Edipo

La explicación anterior invierte las relaciones causales en las explicaciones freudianas de la guerra. Para Freud, la agresividad y los celos sexuales de los hombres eran instintivos. Tanto la guerra como el complejo de Edipo son productos de este instinto de agresividad. Sin embargo, se dispone de numerosos elementos de juicio que indican que la agresividad y los celos sexuales característicos de la personalidad masculina son causados por la guerra, en tanto que ésta viene determinada por tensiones ecológicas y político-económicas. Del mismo modo, el complejo de Edipo no puede ser considerado en sí mismo como la causa de la guerra, sino como la consecuencia de tener que entrenar a los hombres para que arriesguen sus vidas en el combate. Dondequiera que el objetivo de las instituciones de educación infantil sea producir varones agresivos, manipuladores, valientes, viriles y dominantes, es inevitable alguna forma de hostilidad cargada de sexualidad entre los varones más jóvenes y los de más edad. Pero esto no significa que el complejo de Edipo sea una expresión inevitable de la naturaleza humana. Más bien es un resultado predecible del entrenamiento que sufren los hombres a fin de ser combativos y «masculinos».

Modalidades de experiencia sexual

La anatomía no destina a hombres y mujeres a continuar exhibiendo en el futuro las características de personalidad del pasado. Es cierto que los hombres son más altos, fuertes y corpulentos que las mujeres y que tienen niveles más altos de testosterona (la hormona sexual masculina); que las mujeres menstrúan, quedan preñadas y segregan leche. Sin embargo, la moderna antropología se opone al punto de vista de que la anatomía es el destino. Ni los varones han nacido con una tendencia innata a ser cazadores o guerreros, o dominar sexual y políticamente a las mujeres, ni las mujeres han nacido con una tendencia innata a cuidar de las criaturas y niños y a ser sexual y políticamente subordinadas. Más bien ha sucedido que bajo un conjunto amplio, pero finito, de condiciones culturales y naturales, se han seleccionado ciertas especialidades ligadas al sexo en un gran número de culturas. Cuando cambien las condiciones demográficas, tecnológicas, económicas y ecológicas subyacentes a las que están adaptados estos roles ligados al sexo, surgirán nuevas definiciones culturales de los mismos.

La investigación antropológica presta fuerte apoyo al punto de vista de que las definiciones concretas de masculinidad y feminidad halladas en muchas sociedades contemporáneas pueden ser innecesariamente restrictivas e imponer demandas poco realistas. El vigente temor a la desviación sexual, la preocupación del varón por la potencia sexual y la obsesión de la hembra por la maternidad, la competencia sexual y el atractivo sexual no se pueden explicar o justificar a partir de factores puramente biológicos. Patrones alternativos de masculinidad y feminidad que muestren una mayor sensibilidad hacia las diferencias individuales son perfectamente compatibles con la naturaleza humana (Murphy, 1976; Hite, 1976). Realmente, sobre la sexualidad humana en relación con la cultura se sabe muy poco. Sin embargo, los antropólogos tienen la certeza de que los conocimientos sobre la sexualidad obtenidos del estudio de gentes que viven en una determinada cultura nunca se pueden considerar representativos de la conducta sexual humana en general (Gregersen, 1982).

Todos los aspectos de las relaciones sexuales, desde las experiencias infantiles hasta el noviazgo y el matrimonio, manifiestan una enorme variación cultural. Existen numerosas combinaciones diferentes del «libertinaje» y la «mojigatería» de que nos habla Meggitt. Por ejemplo, según Donald Marshall (1971), entre los mangaianos de Polinesia, los niños y niñas nunca se cogen de la mano, y los maridos y esposas nunca se abrazan en público. Los hermanos y hermanas nunca deber ser vistos juntos. Las madres e hijas y los padres e hijos no hablan de cuestiones sexuales entre sí. Con todo, ambos sexos tienen relaciones sexuales antes de la pubertad. Después de ella, ambos disfrutan de una intensa vida sexual premarital. Las muchachas reciben diferentes pretendientes nocturnos en la casa de sus padres, y los muchachos compiten con sus rivales para ver el número de orgasmos que pueden conseguir. A las muchachas mangaianas no les interesan las declaraciones amorosas románticas, las caricias prolongadas o los juegos amorosos preliminares.

La relación sexual no es una recompensa del afecto masculino, sino que el afecto es la recompensa de la satisfacción sexual:

La relación sexual no se alcanza demostrando primero el afecto personal; más bien ocurre lo contrario. La muchacha... mangaiana recibe una demostración inmediata de virilidad y masculinidad sexuales como la primera prueba del deseo de su compañero por ella y como el reflejo de su propia deseabilidad... El afecto personal puede o no provenir de actos de intimidad sexual, pero los últimos son requisitos para el primero, exactamente lo opuesto a los ideales de la sociedad occidental (Marshall, 1971:118).

Según un consenso alcanzado por los informadores de Marshall, los varones buscaban obtener al menos un orgasmo cada noche, y las mujeres esperaban que cada episodio durara al menos quince minutos. Estaban de acuerdo en que los datos que se ofrecen en la Tabla 14.2 eran indicativos de la actividad sexual masculina típica.

Una actitud muy diferente hacia la actividad sexual parece caracterizar a los hindúes. Hay una creencia muy difundida entre los hombres hindúes de que el semen es una fuente de fuerza que no debe malgastarse:

Todo el mundo sabía que el semen no se podía encontrar fácilmente; hace falta cuarenta días y 40 gotas de sangre para hacer una gota de semen... Todos estaban de acuerdo... en que el semen está finalmente almacenado en un depósito en la cabeza cuya capacidad es de 20 tolas (unos 200 g.)... El celibato era el primer requisito en la verdadera salud, puesto que todo orgasmo sexual significa la pérdida de una cantidad de semen laboriosamente formado (Carstairs, 1967; citado en Nag,
En contra de los estereotipos populares relativos al erotismo hindú, hay indicios de que la frecuencia del coito entre los hindúes es considerablemente menor que entre los blancos estadounidenses en grupos de edad comparables. Moni Nag da un resumen (Tabla 14.3) de la media de la frecuencia del coito por semana entre mujeres hindúes y estadounidenses blancas. Queda claro, pues, que, en contra de las impresiones populares, el alto nivel de fertilidad y crecimiento demográfico de la India no es el resultado de un exceso sexual provocado por «no tener otra cosa que hacer para entretenerse por la noche».


La homosexualidad

Las actitudes hacia la homosexualidad oscilan entre el horror y el entusiasmo chauvinista. El conocimiento de la homosexualidad masculina es más completo que el de la femenina. Diversas culturas estudia das por los antropólogos incorporan la homosexualidad masculina en su sistema de desarrollo de la personalidad masculina. Por ejemplo, el berdache u hombre afeminado de los crow concedía sus favores sexuales a los grandes guerreros sin disminuir el estatus masculino de éstos. Por el contrario, ser servido por un berdache era prueba de hombría. Del mismo modo, entre los azande del Sudán, famosos por sus proezas guerreras, los hombres pertenecientes al grupo de edad de los guerreros solteros, que vivían separados de las mujeres durante años, tenían relaciones homosexuales con los muchachos pertenecientes al grupo de edad de los guerreros aprendices. Después de sus experiencias con los «chicos-esposas», los guerreros ascendían al siguiente estatus de edad, se casaban y tenían muchos hijos (Evans-Pritchard, 1970).

La homosexualidad masculina estaba altamente ritualizada en muchas sociedades de Nueva Guinea y Melanesia. Se justificaba ideológicamente de una manera que no tiene equivalentes en las nociones occidentales de sexualidad. No se contemplaba como asunto de preferencia individual, sino como obligación social. Los hombres no eran clasificados en homosexuales, heterosexuales o bisexuales. Todos los hombres estaban obligados a ser bisexuales por deber sagrado y necesidad práctica. Por ejemplo, entre los etoro, que viven en las laderas de las tierras altas de Papua-Nueva Guinea, la visión ende de la homosexualidad gira en torno a la creencia de que el semen es no sólo la fuente de donde proceden los niños, sino también la vida del hombre. Al igual que los hindúes, creen que cada hombre tiene sólo unas reservas limitadas de semen. Cuando se acaban las reservas, se muere. Aunque el coito con su propia esposa es necesario para prevenir un excesivo descenso de la población, los maridos están separados de sus mujeres la mayor parte del tiempo. En realidad, la relación sexual es tabú entre marido y mujer durante doscientos días al año. Los hombres etoro miran como brujas a las mujeres que quieren quebrantar este tabú. Para complicarlo más, las reservas de semen no son algo que nace con el hombre. El semen sólo puede ser obtenido de otro hombre. Los muchachos etoro obtienen sus existencias de semen mediante relaciones de coito oral con hombres mayores. Sin embargo, a los jóvenes se les prohibe tener relaciones sexuales entre ellos y, como en el caso de la mujer excesivamente sexual, a los muchachos ardientes se les considera brujos y se les condena por robar las reservas de semen de sus camaradas. Estos muchachos díscolos pueden ser identificados por el hecho de crecer más rápidamente que los muchachos normales (Kelley, 1976).

La homosexualidad ritual en Nueva Guinea y Melanesia está estrechamente asociada a un elevado nivel de antagonismo sexual entre hombre y mujer, al temor por la sangre menstrual y a los rituales y viviendas exclusivamente masculinos. Desde una perspectiva etic, parece haber una fuerte asociación entre homosexualidad socialmente obligatoria y guerra. Las sociedades de Nueva Guinea que tienen en mayor medida homosexualidad masculina ritualizada parecen estar entre los refugiados procedentes de regiones más densamente pobladas (Herdt, 1984a:169). Como en otras sociedades de aldeas amantes de la guerra, sus ratios de sexo relativos a jóvenes muestran un marcado desequilibrio a favor de los varones, ratios que llegan hasta los 140:100 (Herdt, 1984b:57).

Es difícil evitar la conclusión de que la homosexualidad ritual en Nueva Guinea y Melanesia es parte de un sistema de retroalimentación negativa regulador de la población (véase Orígenes de los estados p. 95). Como ha mostrado Dennis Werner (1979), las sociedades que son más fuertemente antinatalistas tienden a aceptar o a animar la homosexualidad y otras formas no reproductivas de sexo. Además, Melvin Ember (1982) ha demostrado que la guerra en Nueva Guinea está correlacionada con la competición por recursos escasos y/o agotados. Sin embargo, hay mucha controversia en torno a estas relaciones.

Cualquiera que sea la explicación que pueda darse a la homosexualidad obligatoria, su existencia debería servir como una llamada de alerta contra el intento de confundir expresiones de sexualidad propias de una cultura determinada con la naturaleza humana.

Roles sexuales en la sociedad industrial

Bajo condiciones industriales, no se puede decir que la mayoría de las especialidades dominadas por el varón en la agricultura, industria y gobierno se beneficien de la cantidad extra de fuerza muscular asociada a su constitución física. Aunque la menstruación, embarazo y lactancia implican desventajas en algunas situaciones que exigen una rápida movilidad o un esfuerzo continuo bajo estrés, los modernos gobiernos y sociedades anónimas están ya ajustados a altos niveles de absentismo y cambio frecuente de personal. Además, con la tendencia, hace tiempo establecida, hacia la disminución de la fertilidad bajo condiciones industriales, las mujeres están embarazadas, por término medio, menos del 3 por ciento de sus vidas.

A veces se argumenta que la menstruación obstaculiza la capacidad de las mujeres de tomar decisiones racionales bajo estrés y, por tanto, que la exclusión de las mujeres de las posiciones de liderazgo en la industria, el gobierno o el ejército continúa basándose en un ajuste realista a los hechos biológicos. El liderazgo más alto del establishment militar-industrial- educativo estadounidense, y de grupos equivalentes en la Unión Soviética y en otras grandes potencias contemporáneas, está integrado por hombres que cronológicamente han pasado la flor de su vigor físico. Muchos de estos líderes sufren una tensión arterial alta, enfermedades de los dientes y las encías, digestión difícil, vista defectuosa, pérdida de audición, dolores de espalda, encorvamientos y otros síndromes clínicos asociados a una edad avanzada. Estos desórdenes, al igual que la menstruación, también producen con frecuencia un estrés psicológico. Ciertamente, las mujeres sanas premenopáusicas gozan de una ventaja biológica sobre el típico «estadista varón anciano». Las mujeres de más edad, postmenopáusicas, suelen gozar de una mejor salud que los hombres y tienden a ser más longevas que éstos en sociedades industriales.
Una de las más significativas tendencias del siglo XX ha sido la rápida redefinición de los roles sexuales y la reestructuración de la vida familiar en las naciones industriales. Todo el mundo es consciente de los profundos cambios de actitudes hacia las experiencias sexuales y los nuevos modos de vivir. Las parejas viven frecuentemente juntas sin estar casadas; hombres y mujeres se casan cada vez más tarde; cuando lo hacen, el marido y la esposa continúan trabajando; los matrimonios tienen menos niños, y se divorcian con más frecuencia. Las familias con un niño, las unidades domésticas sin niños, los hogares con un solo progenitor y los «matrimonios» de homosexuales van en aumento (Westoff, 1978). En el Capítulo 16 prestaremos más atención a cómo y por qué han ocurrido estos cambios.


Resumen

Cultura y personalidad son conceptos estrechamente relacionados que se ocupan de las pautas de pensamiento, senti- miento y conducta. La personalidad es, sobre todo, una característica de los individuos, la cultura lo es de los grupos. Sin embargo, es posible hablar de la personalidad de un grupo, es decir, de una personalidad básica, modal o típica. Sin embar- go, los dos enfoques utilizan diferentes vocabularios técnicos para describir las pautas de pensamiento, sentimiento y con- ducta.
Los antropólogos que estudian la personalidad aceptan, en general, la premisa freudiana de que aquélla es moldeada fundamentalmente por las experiencias infantiles. Esto ha llevado a un interés por los modos en que los adultos interactúan y se relacionan con infantes y niños, en especial en materias como el adiestramiento de la higiene, la lactancia, el destete y la disciplina sexual. Con arreglo a algunas teorías, estas experiencias determinan la naturaleza de instituciones «secunda- rias» como el arte y la religión.
Otros enfoques de la cultura y la personalidad tratan de caracterizar las culturas enteras en términos de temas centrales, pautas, personalidades básicas o caracteres nacionales. Hay que tener cuidado de no generalizar excesivamente la aplicabi- lidad de tales conceptos. Toda población de gran tamaño da cabida a una gran variedad de tipos de personalidad.
Hay fuertes diferencias de personalidad asociadas a los roles masculino y femenino. Los freudianos subrayan el papel de los instintos y la anatomía en la formación de una personalidad «masculina» activa y agresiva y una personalidad «fe- menina» pasiva y subordinada. Estas diferencias reflejan expresiones típicamente masculinas y típicamente femeninas de lo que Freud llamaba el complejo de Edipo. Los datos antropológicos han puesto en tela de juicio las ideas de Freud respecto a las personalidades masculina y femenina típicas debido a su excesivo etnocentrismo. Los estereotipos sexuales de la Vie- na decimonónica no pueden representar la personalidad ideal masculina o femenina en todas las demás culturas.

La relación entre cultura y enfermedad mental sigue siendo problemática. Desórdenes clásicos como la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva son en parte modificados por las influencias culturales, aunque ocurran en muy diferentes sociedades y probablemente sean el resultado de interacciones entre variables culturales, bioquímicas y genéticas. Las psi- cosis específicas de una cultura tales como el pibloktoq indican que los factores culturales pueden influir poderosamente en el estado de salud mental, pero, como muestra el caso de la psicosis Windigo, hay que ser cautos a la hora de evaluar argu- mentos relativos a la existencia de tales psicosis.

Una gran variedad de indicios sugieren que, en la mayoría de las sociedades, los varones tienen una personalidad más agresiva y dominante que las hembras y que hay un núcleo residual de verdad en las nociones freudianas de antagonismo entre generaciones sucesivas de varones. Los indicios en cuestión consisten, en primer lugar, en la preeminencia general de los varones en las formas de liderazgo basadas en los cabecillas, la redistribución y las jefaturas y en instituciones políticas de tipo monárquico e imperial, por un lado, y en la ausencia de matriarcados, por otro. En segundo lugar, la persistente creencia masculina de que la mujer es foco de contaminación y brujería refleja diferencias reales de poder. Tales creencias, como en los casos de Bangladesh o los foré, forman parte de un sistema para privar a las mujeres del acceso a los recursos estratégicos (por ejemplo, alimentos animales) y no capacitan a las mujeres para alcanzar una autonomía o un equilibrio de poder. En tercer lugar, hay un persistente control masculino sobre los cargos, rituales y símbolos religiosos en todos los niveles, desde el culto chamanista al eclesiástico.

No obstante, los antropólogos han empezado a considerar la posibilidad de que se haya exagerado o entendido mal la extensión y naturaleza de la dominancia masculina. Como se ha visto en las elaboradas distribuciones del funeral trobriandés que corren a cargo de las mujeres, incluso los mejores etnógrafos masculinos pueden pasar por alto datos relevantes para el estatus de las mujeres. Y, como se vio en la vida doméstica de Tonalá, incluso en las sociedades de carácter marcadamente machista, las mujeres pueden ingeniárselas para manipular las «reglas del juego».

En las sociedades preestatales, el complejo de supremacía masculina se puede explicar por la persistente necesidad de criar un número máximo de varones valientes dispuestos para el combate en hábitats superpoblados. La teoría predice que la intensidad del complejo de supremacía masculina variará directamente según la intensidad de la guerra y la presión re- productora. También puede explicar por qué se produce el complejo de Edipo, invirtiendo las flechas causales de Freud al considerar la guerra como causa, y no efecto, de la agresividad y los celos sexuales. Esto demuestra que la anatomía no es el destino. Es la cultura la que determina cómo se han de usar las diferencias anatómicas entre varones y hembras en la definición de la masculinidad y feminidad.

Los estudios antropológicos corroboran el punto de vista de que las definiciones contemporáneas de masculinidad y feminidad pueden ser innecesariamente restrictivas. Las variaciones transculturales en las pautas y conductas sexuales impiden que una sola cultura sirva como modelo de lo que es natural en el campo de las relaciones sexuales. Las pautas heterosexuales mangaianas contrastan con las de la India hindú, y éstas con las de las sociedades industrializadas contemporá- neas. La homosexualidad también desafía los estereotipos nítidos, como se puede ver en los ejemplos de los crow y azande. La homosexualidad ritual, como ocurre entre los etoro y otras sociedades de Nueva Guinea y Melanesia, es una forma compleja y compulsiva de sexualidad que no tiene equivalente en las sociedades occidentales. Probablemente fue causada por la necesidad de criar guerreros masculinos en condiciones de estrés ambiental y de competición.

Los roles sexuales en la sociedad industrial no se pueden atribuir a diferencias anatómicas y fisiológicas. Al cambiar la tecnología de la producción, también lo hace la definición de roles masculinos y femeninos ideales. Ha alterado fundamentalmente el matrimonio y la vida doméstica. La continuación de estas tendencias modificará las personalidades ideales del hombre y la mujer del futuro.
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Joreg
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 13 Abr 2016, 19:42

Bjork, artista islandesa, tras ser preguntada por las dificultades que atraviesan las autoras por ser mujeres:


ELLA COMPONE SOLA

“Vulnicura” lleva implícito un mensaje de autoafirmación –“me has herido, pero saldré adelante”–, pero no únicamente en lo anímico: también en el plano creativo. Se quejaba Björk en la entrevista con ‘Pitchfork’ de que se ha cansado de luchar contra la opinión general de que, por ser mujer, se supone que todos los sonidos de un disco los ha hecho otra persona.

“El 80% de los ‘beats’ de ‘Vespertine’ los hice yo. Tardé tres años en terminar ese disco porque todos los sonidos eran microscópicos, era como hacer una enorme pieza de bordado. Matmos (y otros) estuvo trabajando durante las dos últimas semanas, añadieron percusión por encima, pero no compusieron ninguna estructura. Sin embargo, en todas partes se les indica como autores del disco entero”. Daniel (Matmos) es un buen amigo mío y en cada una de las entrevistas que hizo lo corrigió. Pero ni siquiera le escuchan. Es realmente extraño.”

“Todo lo que un hombre dice una vez, tú tienes que decirlo cinco veces. (…) Después de diez años siendo la única chica en bandas, aprendí de la peor manera, que si yo quería realizar mis ideas, iba a tener que fingir que eran los hombres las que las tenían. Realmente no tengo ego. No me molestó. Sólo quería lo mejor.”

“A veces he pensado en publicar un mapa de todos mis discos e indicar quién hizo qué en cada uno. Pero sería algo tan defensivo que me parece patético”, continuaba Björk. “Sólo soy un cantante, no me sobrepasa el ego, no soy una sexista, no estoy en contra de los hombres o a la defensiva pero puedo sentir una tercera o cuarta ola feminista en el aire, así que tal vez este es un buen momento para abrir esa caja de Pandora un poco y corra el aire”.
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por juan23 » 13 Abr 2016, 20:15

Sobre Engels voy a explicarme mejor porque mi comentario anterior está escrito con prisa y mal.

Engels entendía que la opresión hacia la mujer surgía con la aparición de la propiedad privada, cuando se abandonan las relaciones de producción comunistas-primitivas por las esclavistas, ya que ahí la mujer queda relegada a las tareas domésticas. Lo que Engels olvida es que en sociedades primitivas sin estado y propiedad privada también había roles.
Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado:

Nada sabemos hasta ahora acerca de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad común de la tribu o de las gens a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia; pero, en lo esencial, ello debió de acontecer en este estadio. Y con la aparición de los rebaños y las demás riquezas nuevas, se produjo una revolución en la familia. La industria había sido siempre asunto del hombre; los medios necesarios para ella eran producidos por él y propiedad suya. Los rebaños constituían la nueva industria; su domesticación al principio y su cuida-do después, eran obra del hombre. Por eso el ganado le pertenecía, así como las mercancías y los esclavos que obtenía a cambio de él. Todo el excedente que dejaba ahora la producción pertenecía al hombre; la mujer participaba en su consumo, pero no tenía ninguna participación en su propiedad. El "salvaje", guerrero y cazador, se había conformado con ocupar en la casa el segundo lugar, después de la mujer; el pastor, "más dulce", engreído de su riqueza, se puso en primer lugar y relegó al segundo a la mujer. Y ella no podía quejarse. La división del trabajo en la familia había sido la base para distribuir la propiedad entre el hombre y la mujer. Esta división del trabajo en la familia continuaba siendo la misma, pero ahora trastornaba por completo las relaciones domésticas existentes por la mera razón de que la división del trabajo fuera de la familia había cambiado. La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa -su ocupación exclusiva en las labores domésticas-, aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el trabajo productivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquél, un accesorio insignificante. Esto demuestra ya que la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública.
No sé en que contradicen todos esos textos con lo que digo yo. Yo no niego la existencia de roles, digo que oprimen a ambos.
Los roles sexuales en la sociedad industrial no se pueden atribuir a diferencias anatómicas y fisiológicas. Al cambiar la tecnología de la producción, también lo hace la definición de roles masculinos y femeninos ideales. Ha alterado fundamentalmente el matrimonio y la vida doméstica. La continuación de estas tendencias modificará las personalidades ideales del hombre y la mujer del futuro.
¿Es compatible una sociedad industrial con una sociedad sin estado?

¿Que me estás contando de Bjork? ¿Qué tiene que ver con lo que estamos hablando?

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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 13 Abr 2016, 21:05

juan23 escribió:Yo no niego la existencia de roles, digo que oprimen a ambos.
:lol:

Por el amor de dios. Burgueses y proletarios, amos y esclavos, siervos y aristócratas, señores y mayordomos, están ambos oprimidos por sus respectivos roles... ¿Un poquitín más unos que otros?

Los roles de hombre están tan asumidos en sus inconvenientes, que los llevamos con orgullo, sin quejarnos. Nunca nos hemos organizado para denunciarlos. Las asociaciones que hay de "solo hombres" son clubs exclusivos, órdenes religiosas, de tíos que no les gustan las mujeres. Los únicos hombres que se han organizado para reclamar algo, han sido los homosexuales. No hay hombres organizados para denunciar su opresión masculina, del mismo modo que no verás a los ricos organizándose para denunciar sus penas por tener que llevar guardaespaldas.
juan23 escribió:¿Que me estás contando de Bjork? ¿Qué tiene que ver con lo que estamos hablando?
Juan 23, no estamos hablando. Sostenemos monólogos.

Ahora voy a explicar por qué el rol de hombre en la sociedad industrial, de clases y con Estado, oprime a las mujeres en general. Hay varones que piensan que ello no, que ellos están fuera de ese juego, que la opresión masculina solo la lleva a cabo un grupo de hombres opresores y patriarcales, habiendo incluso "hombres feministas". Yo digo que eso es mentira, y que los hombre, como género, sin escaparnos ni uno, aprovechamos la dominación que ejercemos sobre las féminas.
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por juan23 » 13 Abr 2016, 21:21

A ver que clases dominantes tienen estas estadísticas.

El 96% de los fallecidos en accidentes laborales
El 61,6% de los fallecidos en accidentes domésticos
El 78% de los suicidios
El 63% de las víctimas de homicidios
El 82.7% de los vagabundos o sin techo
El 98% de los soldados muertos en Afganistán
El 92,5% de la población reclusa
El 75% de los drogadictos y alcoholólicos
En 2009 el 31% de los chicos abandonó sus estudios de secundaria, frente 20% de las chicas, o sea, un 50% más.
El 40% de los licenciados universitarios.
Hay varones que piensan que ello no, que ellos están fuera de ese juego, que la opresión masculina solo la lleva a cabo un grupo de hombres opresores y patriarcales, habiendo incluso "hombres feministas". Yo digo que eso es mentira, y que los hombre, como género, sin escaparnos ni uno, aprovechamos la dominación que ejercemos sobre las féminas.
Los opresores pueden ser hombres o mujeres, el sexo es un hecho contingente.

Y lo de que "aprovechamos la dominación", eso está por argumentar.
Los roles de hombre están tan asumidos en sus inconvenientes, que los llevamos con orgullo, sin quejarnos. Nunca nos hemos organizado para denunciarlos.
Y las mujeres tampoco, si quitamos el feminismo prefabricado occidental.
No hay hombres organizados para denunciar su opresión masculina, del mismo modo que no verás a los ricos organizándose para denunciar sus penas por tener que llevar guardaespaldas.
En realidad sí que hay, pero muchos menos debido a que la maquinaria del estado promociona y financia el feminismo.

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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 13 Abr 2016, 22:34

juan23 escribió:El 96% de los fallecidos en accidentes laborales etc.
:lol: Ahí va la hostia, se te han olvidado el 100% de problemas de próstata. Ya te digo que ser hombre tiene algunos inconvenientes. Ser el sujeto activo, agresivo, sin temor a la muerte, inmerso en el peligro, con ansias de triunfar, que no le teme a nada, que ocupa los mejores puestos, que gana más, que disfruta de movilidad, que es atendido por una mujer en el hogar sin tener que pagar servicio doméstico... Hace que sea uno más sensible al fracaso. Los hombres se cabrean y matan, se suicidan, beben, descuidan el casco, se ponen a conducir a toda hostia... Las mujeres, que son por rol más pasivas, que ocupan lugares subalternos, llevan mejor eso del sufrimiento, la infelicidad, cuidar a un montón de gente, no tener dinero, y andan con más tiento a la hora de planchar ropa. Por eso tienen menos accidentes y se suicidan menos que los hombres.

Y sí, las clases dominantes, los ricos, también sufren grandes depresiones, se suicidan, tienen accidentes de tráfico, adquieren ludopatías, se drogan... Incluso tienen accidentes en carreras de caballos, aviación deportiva, se los come algún león, y el rey se rompió la cadera en una cacería de elefantes. Y no, las mujeres no matan a los hombres empujándolos de los andamios.
Última edición por Joreg el 13 Abr 2016, 22:48, editado 1 vez en total.
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por juan23 » 13 Abr 2016, 22:48

Y no, las mujeres no matan a los hombres empujándolos de los andamios.
No entiendes nada, no se trata de quien mata a quien, se trata de analizar las consecuencias de los roles sociales, y la sociedad entiende que determinados trabajos los deben realizar hombres.
Y sí, las clases dominantes, los ricos, también sufren grandes depresiones, se suicidan, tienen accidentes de tráfico, adquieren ludopatías, se drogan...
Claro que sí, los yonkis que se pinchaban caballo en los 80 eran casi todos de las clases dominantes, por eso muchos venían de barrios obreros.

Por otro lado, ¿cómo se explica los datos de presos, fracaso escolar y licenciados universitarios? ¿me vas a decir que eso es también propio de las clases dominantes? ¿las víctimas de homicidio también? ¿la mayoría de sin techos?

Tus conclusiones tienen lagunas.

Mira, como veo que te gusta colgar textos, yo también lo voy a hacer, para no dejarte solo.

https://quiensebeneficiadetuhombria.wor ... -femenino/
El privilegio femenino

Publicado el septiembre 7, 2013 por Carlos Rodríguez

El feminismo ha descrito al género masculino como privilegiado y al femenino como oprimido. Sin embargo, un análisis tanto de la situación actual como de la realidad histórica nos muestra un cuadro mucho más complicado en el que ambos sexos son simultáneamente privilegiados y oprimidos en distintas áreas de la vida.

Nuestra entrada tratará sobre el privilegio femenino, y para ello traduciré dos listas: la de Ballgame, publicada en Feminist Critics, y la de Sweating Through Fog. Recordemos que los autores son estadounidenses y por tanto habrá algunas diferencias culturales (por ejemplo la número 14 de Ballgame no se aplica a los países hispanohablantes). Si bien las dos listas repiten algunos puntos, la de Sweating Through Fog me gustó más, pero ambas son complementarias al abordar distintos aspectos del privilegio femenino.

A continuación mostramos la lista de Ballgame. En negrita encontrarán los puntos que considero más universales y/o relevantes.

Como mujer…

1. Tengo muchas menos probabilidades de morir asesinada que un hombre.

2. Tengo muchas menos probabilidades de terminar suicidándome que un hombre.

3. Tengo menos probabilidad de ser víctima de una agresión violenta que un hombre.

4. Probablemente me han enseñado que es aceptable llorar.

5. Probablemente viviré más años que un hombre.


6. La mayor parte de la gente no considerará que mi valor como persona está exclusivamente vinculado a cómo de alto asciendo en la jerarquía [laboral].

7. Tengo muchas más posibilidades de ser considerada una compañera sentimental valiosa para alguien, incluso si no tengo empleo y apenas dinero, que un hombre.

8. Se me proporciona mucha más libertad para formar amistades íntimas que a un hombre.

9. Mis probabilidades de sufrir una herida o enfermedad relacionadas con el trabajo son significativamente inferiores que para un hombre.

10. Mis probabilidades de morir en el trabajo son una pequeña fracción que las de un hombre.

11. Si rechazo pelear [físicamente, cuando me desafían], es poco probable que esto dañe mi reputación con mis iguales o que se ponga en cuestión mi valía como compañera sexual.

12. Normalmente no se espera que sea capaz de ejercer la violencia. Si carezco de esta capacidad, generalmente no será percibido como una nefasta deficiencia personal.

13. Si nací en Norteamérica después de la Segunda Guerra Mundial, puedo tener la certeza de que mis genitales no fueron mutilados poco después de nacer, sin anestesia.

14. Si intento abrazar a un amigo en un momento de júbilo, es mucho menos probable que mi amigo se cuestione mi sexualidad o se retire incómodo.

15. Si busco consuelo en el abrazo de un amigo íntimo, podré preocuparme mucho menos sobre cómo mi amigo interpretará el gesto o si mi valía como miembro de mi género será cuestionada.

16. Generalmente no estoy forzada por las reglas de género a portar una armadura emocional en mis interacciones con la mayoría de las personas.

17. Con frecuencia soy el centro emocional de mi familia.


18. Se me permite llevar ropa que indica “vulnerabilidad”, “delicadeza” y “ser juguetona”.

19. Se me permite ser vulnerable, juguetona y delicada sin poner en cuestión mi valía como ser humano.

20. Si interactúo con los niños de otras personas (particularmente gente que no conozco muy bien), no tengo que preocuparme demasiado de que la interacción sea malinterpretada.

21. Si tengo problemas ajustándome a algunos aspectos de las exigencias de género, tengo muchas más posibilidades que un hombre de encontrar una audiencia comprensiva para discutir lo irrazonable de la demanda, y una menor probabilidad de que mi rechazo a ceder me haga ser percibida como inadecuada para mi género.

22. Tengo menos probabilidad de que se me avergüence por ser sexualmente inactiva que un hombre.

23. Desde mi tardía adolescencia hasta la menopausia, para la mayor parte de los niveles de atracción sexual, es más fácil para mí encontrar un compañero sexual a mi nivel de atractivo que para un hombre.

24. Mi papel en la vida de mi hijo se percibe generalmente como más importante que el papel de su padre.


Ahora la lista de Sweating Through Fog. Una vez más, marcaré en negrita los que considero más universales y/o relevantes. He añadido un hipervínculo para corroborar la afirmación sobre las distintas penas por el mismo delito.


Como mujer…

1. Estoy menos presionada que otros para que participe en conductas arriesgadas, peligrosas y poco saludables: una de las razones por las que vivo más que otros.

2. Puedo escoger profesiones menos lucrativas y no ser llamada una perdedora.

3. Si no llego a la cima de mi profesión, está bien. La gente no juzgará que soy menos por ello.

4. Tengo derecho a los beneficios de una sociedad segura y ordenada, pero nadie espera que ponga en riesgo mi seguridad personal para mantenerla.

5. Tengo el derecho de que la inmensa mayoría del riesgo sufrido en defensa de mi país recaiga sobre los hombros de otros.

6. Se me permite evitar la violencia, e incluso huir de ella, sin arriesgarme a que se rían de mí.


7. Si veo a alguien en peligro, se me permite parar y pensar cuidadosamente sobre el riesgo que corre mi persona antes de salvarlo, sin que mi coraje sea puesto en duda.

8. Tengo el derecho de evitar desafíos peligrosos y arriesgados sin que se me llame cobarde.

9. Cuando soy niña se me permite llorar y decirle a mis padres que tengo miedo de algo. Mis padres no estarán decepcionados conmigo.

10. Tengo el privilegio de que las profesiones realmente peligrosas sean ocupadas por otros.

11. Si cometo un crimen, recibiré menos tiempo en prisión por el mismo delito.


12. Cuando me encuentro con otros en una aterradora situación de vida o muerte, tengo el derecho a que se me evacúe primero, una vez que los niños están a salvo. Los otros pueden esperar.

13. Si acabo asesinada como parte de alguna atrocidad, la gente estará especialmente furiosa y llamarán la atención al hecho particular de que fui asesinada. Cuando otros son asesinados, no es tan escandaloso.

14. Tengo derecho a entregar a mi hijo en adopción, y por tanto rechazar totalmente cualquier responsabilidad financiera y personal que de otra forma tendría.

15. Puedo escoger si quiero ser madre o no, sabiendo que la sociedad presionará al padre para que cumpla con sus responsabilidades financieras, quiera o no quiera.

16. Si soy atacada, espero que otras personas no involucradas y a salvo vengan a defenderme.

17. Si veo a alguien ser atacado, no se espera que ponga en riesgo mi seguridad para defenderlo. Está bien si yo espero a que otros intervengan, y al mismo tiempo está bien si yo critico a otros por no hacerlo.

18. En una disputa relacionada con la custodia, se presupone que soy el mejor progenitor y el más seguro.


19. Tengo el derecho de interactuar con niños que no son míos sin que la gente me mire de modo sospechoso.

20. Si elijo ser madre, la gente lo entenderá si quiero concentrarme exclusivamente en el cuidado diario y personal de mis hijos. La sociedad espera que mi esposo gane el suficiente dinero para hacer que esta opción sea posible.

21. Puedo ser realmente ofensiva cuando alguien me enfada, y llamarlos feos, perdedores, frikis, asquerosos, repugnantes, basura, pusilánimes, pervertidos, gordos [etc.]. Después de todo, tengo el derecho a que no se me trate cruelmente en el trabajo, y el derecho a no escuchar cosas desagradables que puedan hacerme sentir incómoda. Tengo recursos legales si ese derecho no es respetado, y tengo el derecho de dejar eso perfectamente claro en mi entrevista de trabajo.

22. Se me permite aceptar mis cualidades espirituales, adoptar una visión de la vida más elevada y refinada, porque otros pueden encargarse de todo el “trabajo sucio”: jardinería [¿yard work?], recolección de basuras, construcción, pesca, minería, alcantarillado, limpieza de las calles, transporte de larga distancia, manejo de equipajes, pintura, granallado y cementado.

23. Si fracaso en algo, puedo ir a la universidad y estudiar las fuerzas históricas y constructos sociales que hacen la vida más dura para gente como yo. Si otros fracasan, es que no tienen lo que hay que tener.

24. Si fracaso en casi todo, siempre puedo enseñar cursos universitarios que explican por qué gente como yo fracasa tanto.

Los puntos 23 y 24 son más una mofa de los feministas profesionales que un privilegio femenino, pero es cierto que el feminismo permite a la mujer culpar al Patriarcado de sus fracasos, algo que el hombre no puede hacer.

Por supuesto las listas no abarcan todo, y hay muchas otras que tratan este tema como la de Women in Higher Education. De hecho, existe un blog dedicado al tema llamado This Is Female Privilege. Como mencioné al principio, sin embargo, no podemos perder de vista las diferencias culturales, pues los géneros no interactúan igual en todas partes.

Por el momento me gustaría añadir algunos privilegios más. Por ejemplo:

1. Mi falta de agresividad no es percibida como una deficiencia de mi personalidad.

2. La timidez o introversión no suponen un obstáculo tan grande para encontrar pareja como lo sería en un hombre, ni pondrán en cuestión mi valía como miembro de mi género.

3. Puedo disponer de la casa como me plazca, dictando la organización del espacio y su decoración, para que refleje mis prioridades y personalidad.

4. La opresión, dificultades y problemas que experimenta mi género son reconocidos por la mayor parte de la opinión pública y reciben atención especial tanto de las instituciones estatales como de las universidades.

5. Tengo el privilegio de desconocer que mis privilegios existen (como se dijo sobre el privilegio masculino en Amptoons).

Ahora la gran pregunta: ¿Es justo llamar a todos estos puntos “privilegios”? Sinceramente, y a pesar de haber escrito esta entrada, el concepto de privilegio no es tan adecuado cuando hablamos de género (sea el masculino o el femenino) como cuando hablamos de raza, que fue para lo que se ideó, y específicamente para la situación en Estados Unidos. El concepto de privilegio fue creado como categoría de análisis en 1965 por Theodore W. Allen, partiendo de las teorías de Du Bois. No sería hasta 1988 cuando Peggy McIntosh establecería un paralelismo entre el privilegio racial de los blancos y las diferencias entre hombres y mujeres para crear el concepto de privilegio masculino.

El gran problema es que, a grandes rasgos, el privilegio racial no funciona como el privilegio de género. El privilegio racial de los blancos, primero legal y luego social, no implica ninguna obligación legal o social para el blanco, y desde luego ninguna contrapartida ventajosa para el negro. En los roles de género, sin embargo, no ocurre así. Por ejemplo, el hombre puede tener más oportunidades de encontrar trabajo (privilegio) por razones como que no se queda embarazado. Hay, sin embargo, contrapartidas: es devaluado como persona cuando carece de él, y recibe menos apoyo familiar, demostrado en que más del 80% de los sin techo son varones, a pesar de que entre los hombres el desempleo es inferior. Por otra parte, una mujer tiene mucha más posibilidades de ser considerada como pareja pese a estar desempleada que un hombre en las mismas circunstancias (a quien podrían llamar “un perdedor”, insulto que no funciona igual de bien a la inversa).

Algo parecido ocurre con los llamados privilegios femeninos. Veamos por ejemplo el caso de la prohibición de las mujeres en posiciones de combate en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, una prohibición que sólo ha sido abolida este año. Según el punto número 5 de la segunda lista, es un privilegio no tener que participar en el combate para la defensa del país y dejar que lo hagan otros. Creo que todos podemos estar de acuerdo en eso. Por otra parte, también podría interpretarse como opresión. En primer lugar porque es una prohibición, no un derecho, y en segundo lugar porque sin el acceso a puestos de combate a las mujeres se les está impidiendo ocupar los puestos más altos como oficiales (más allá de coronel), además de la libertad de luchar por su país si eso es lo que quieren hacer.

Ahora bien, dándole otra vuelta de tuerca, poder alistarse a las Fuerzas Armadas, tener el empleo estable que ofrece, recibir entrenamiento gratis en una profesión y comenzar una carrera con posibilidades de ascenso, es una opción muy apetecible para varones con pocos recursos, que se alistarían sin pensárselo dos veces si hubieran tenido garantizado (como las mujeres) que nunca iban a desempeñar una función de combate. No subir de rango más allá de coronel (que muy pocos consiguen en cualquier caso), no le resultaría un duro precio a pagar a alguien que comienza en la pobreza o simplemente no puede encontrar trabajo.

Por tanto, cuando en este blog utilicemos el concepto de “privilegio” refiriéndonos al género, será utilizado como categoría de análisis para debatir con términos similares a los que usa el feminismo (para que todos tengamos las mismas armas) pero sin ser tan ingenuos como para pensar que el privilegio por razón de género es equiparable al privilegio racial.

Mi crítica al feminismo en este sentido es que, cuando se hacen listas del privilegio masculino (como la de Amptoons), nunca se especifican los matices o contrapartidas. El feminismo jamás admite que los privilegios masculinos tienen un reverso, como por ejemplo la desechabilidad masculina. Sin embargo, son prestos a criticar que el privilegio femenino sí los tiene, al menos los pocos que admiten la existencia del privilegio femenino en primer lugar.

Cada privilegio tiene sus matices y contrapartidas (opresión), para ambos sexos. La existencia del privilegio femenino no niega la opresión de la mujer en otras áreas, del mismo modo que el privilegio masculino no niega la opresión del varón. Privilegio y opresión son dos caras de la misma moneda: el palo y la zanahoria para mantener a la gente en su lugar.

El feminismo, sin embargo, considera que el privilegio femenino es en realidad sexismo benevolente (una pequeña compensación) y que la opresión del varón es un efecto secundario y no deseado del privilegio. Valoren ustedes, teniendo en cuenta aspectos de la opresión masculina ya tratados aquí (tanto en la actualidad como en el pasado) qué visión de las relaciones entre privilegio y opresión para ambos sexos les parece más ajustada.

Finalmente, quería terminar la entrada preguntándoles qué otros privilegios femeninos se les ocurren, ya sean universales o específicos para sus culturas.

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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 13 Abr 2016, 22:59

juan23 escribió:
Y no, las mujeres no matan a los hombres empujándolos de los andamios.
No entiendes nada, se trata de analizar las consecuencias de los roles sociales, y la sociedad entiende que determinados trabajos los deben realizar hombres.
.
Las consecuencias de los roles sociales, es que los hombres ganan más dinero, ocupan mejores puestos, disfrutan de mayores ventajas a la hora de moverse, trabajan en casa tres veces menos que una mujer, son el sujeto activo, están remunerados, beben, se drogan... Por eso a la hora del asesinato, del suicidio, de la violencia, y del riesgo, son los primeros, y alguno cae en la reyerta. Pero las ventajas, son mucho mayores que las desventajas. Y por eso, los hombres nunca, jamás se han organizado para protestar por no realizar faenas domésticas, por ejemplo.
Claro que sí, los yonkis que se pinchaban caballo en los 80 eran casi todos de las clases dominantes, por eso muchos venían de barrios obreros
Je, ¿por ser de clase obrera tal vez? Es que la clase, la etnia y el género, aparte de la edad, son factores de discriminación. Pero que vaya, que los ricos esnifan farlopa por kilos, se pinchan morfina. Y lo que les echen. Solo que con pasta, las adicciones son menos llamativas.
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por juan23 » 13 Abr 2016, 23:07

Las consecuencias de los roles sociales, es que los hombres ganan más dinero, ocupan mejores puestos, disfrutan de mayores ventajas a la hora de moverse, trabajan en casa tres veces menos que una mujer, son el sujeto activo, están remunerados, beben, se drogan...
No es que "ganen más dinero" es que se les presiona para eso, que es diferente, por eso ocupan los mejores puestos, porque son más ambiciosos porque la sociedad se lo exige de la misma forma que se exige a las mujeres que sean las principales cuidadoras.
Por eso a la hora del asesinato, del suicidio, de la violencia, y del riesgo, son los primeros, y alguno cae en la reyerta. Pero las ventajas, son mucho mayores que las desventajas.
Eso está explicado en el artículo que cuelgo, la sociedad les exige a ellos que se arriesguen y a ellas que cuiden.
Y por eso, los hombres nunca, jamás se han organizado para protestar por no realizar faenas domésticas, por ejemplo.
Las mujeres como colectivo tampoco.
Je, ¿por ser de clase obrera tal vez? Es que la clase, la etnia y el género, aparte de la edad, son factores de discriminación. Pero que vaya, que los ricos esnifan farlopa por kilos, se pinchan morfina. Y lo que les echen. Solo que con pasta, las adicciones son menos llamativas.
Consumo es una cosa y drogadicción otra, además, se te olvidan los suicidios, los sin techo y los presos.

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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 14 Abr 2016, 07:57

juan23 escribió:No es que "ganen más dinero" es que se les presiona para eso, que es diferente, por eso ocupan los mejores puestos, porque son más ambiciosos porque la sociedad se lo exige de la misma forma que se exige a las mujeres que sean las principales cuidadoras.
:lol: Esto es genial, muestras todos y cada uno de los estereotipos con que se señalan los varones amargados, blandengues y quejicas que no cumplen el rol. ¿Qué es lo que quieres? ¿Organizarte para cobrar lo mismo que las mujeres, fregar platos y planchar ropa? Corre corre, ve a los clubs de hombres a proponerlo. Tengamos los mismos derechos tío.

La sociedad, los mecanismos culturales establecidos, exigen al hombre que sea agresivo, ambicioso, competitivo, letal, sexualmente potente, inclinado al éxito. Y por eso, además, en la serie histórica de acontecimientos, vetó la entrada a la mujer a la universidad, al voto, a los cargos de representación política, al trabajo asalariado, a los cargos administrativos, a poder abrir una simple cuenta corriente, limitándola al puesto del hogar, como sujeto pasivo, en el que actualmente trabaja del orden de las cuatro horas y pico diarias, sin salario, mientras que el hombre dedica a esas tareas de reproducción social una hora y pico. Eso no es una ventaja para el hombre, nos dice Juan23, si no una muestra de la opresión masculina, que se ve obligada a ganar dinero, a viajar, a ir de copas, a no tener el gran placer de cocinar diariamente y fregar la cocina de cabo a rabo tres veces. Es como si el rey nos dijese que la sociedad le obliga a tener un sueldo millonario, o que el otro abrió una cuenta en Panamá... Él no quiere, por favor, ¡es la sociedad!.

Señalo entonces que jamás los hombres se organizaron para solicitar el estatus de la mujer (no se han organizado para reclamar el trabajo doméstico), mientras que las mujeres si pidieron la paridad en derechos (igual trabajo igual salario, estabilidad laboral, compartir las tareas en el grupo doméstico, denunciar el maltrato). Las mujeres en esta sociedad industrial, avanzada, siguen cobrando menos que los hombres (buscar brecha salarial de género), tienen peores contratos (ver series de la EPA), y ocupan uno de los sectores laborales menos cualificados y remunerados (servicio doméstico).

Y lo digo, porque es falso que los hombres hayan descubierto la desventaja de ser hombres. Lo único que han descubierto esos quejicas, es que las mujeres ya no son como antes, sumisas, obedientes, pasivas.
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ken_xeto
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por ken_xeto » 14 Abr 2016, 09:24

Cuidado jorge cuando recoges generalizaciones poco adecuadas que han hecho algunos antropologos en cuanto a desigualdad y género y que aún son causa de polémica hoy en día. Me refiero cuando algunos antropologos defienden que la desigualdad de género es algo universal o presnete en la mayoria de sociedades arguyendo causas biológicas.

Es una manera de naturalizar la desigualdad de género o de dar justificación cuando es la cultura la que moldea la conducta, ideologías y por tanto naturalizar las desigualdades.

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Joreg
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 14 Abr 2016, 10:48

ken_xeto escribió:Cuidado jorge cuando recoges generalizaciones poco adecuadas que han hecho algunos antropologos en cuanto a desigualdad y género y que aún son causa de polémica hoy en día. Me refiero cuando algunos antropologos defienden que la desigualdad de género es algo universal o presnete en la mayoria de sociedades arguyendo causas biológicas.

Es una manera de naturalizar la desigualdad de género o de dar justificación cuando es la cultura la que moldea la conducta, ideologías y por tanto naturalizar las desigualdades.

Sí vale, que tenga cuidado. Je. Cuidado. A mí me parece que es por causas culturales y educacionales que los hombres sean unos opresores de diploma. No hay nada de biológico en enseñar a las niñas a que les guste el rosa, y a los niños el azul. Desde pequeños se nos enseña a ser de una manera y no de otra.

Además, no me pidas demasiado cuidado con lo que digo. Aquí el Juan23 dice una burrada tras otra, una suma de disparates puestos en fila, y todo el mundo tan feliz.

Respecto a que los sin techo, los presos y los suicidas son mayoritariamente hombres por culpa del rol de hombre, -se lamenta de ello Juan23-. Pues como las mujeres son menos violentas, soportan mejor las desgracias y tienen menos inquietud por ahorcarse, matar gente y caerse de los andamios por ir sin arnés, la solución es feminizar a los niños. Desde el nacimiento a niños y a niñas se les enseña a comportarse como niñas, a ser sexualmente pasivos, a realizar tareas domésticas, a jugar con muñecas, a maquillarse los ojos, pintarse los labios y todo eso. Y en 20 años se verían los resultados, con una disminución espectacular de las tasas de suicidio en los varones, gracias a ser educados como féminas.

Y en la gala de fin de año, la presentadora y el presentador vestidos como la Pedroche.

Que no se diga que no me preocupan los hombres que se suicidan.
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juan23
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por juan23 » 14 Abr 2016, 11:51

Y por eso, además, en la serie histórica de acontecimientos, vetó la entrada a la mujer a la universidad, al voto, a los cargos de representación política, al trabajo asalariado, a los cargos administrativos, a poder abrir una simple cuenta corriente, limitándola al puesto del hogar.
Venga, cuenta la película entera, ¿quiénes iban a la guerra, la mili o los trabajos más peligrosos?

Y yo repito que no eran todos los hombres los que accedían a la representación política o a al universidad, que eran unos pocos, que queremos ir de revolucionarios y a veces se nos olvida la clase social.
mientras que las mujeres si pidieron la paridad en derechos (igual trabajo igual salario, estabilidad laboral, compartir las tareas en el grupo doméstico, denunciar el maltrato).
Las mujeres por el mismo trabajo siempre cobran el mismo salario, es que es una mentira tras otra.

Además, esas protestas no eran de mujeres, sino de colectivos feministas aupados por el Estado para aumentar la productividad del sistema incorporando a las mujeres al mercado laboral.

Además, sí hubo protestas por los problemas de los hombres, simplemente no se le dio un enfoque de género, ¿por qué repites cosas ya refutadas? El ultimopalabrismo no te da más razón
y ocupan uno de los sectores laborales menos cualificados y remunerados (servicio doméstico).
Bueno, pues convéncelas tú de que vayan a la obra, y de que estudien FP de mecánica, fontanería, carpintería, etc.
Respecto a que los sin techo, los presos y los suicidas son mayoritariamente hombres por culpa del rol de hombre, -se lamenta de ello Juan23-. Pues como las mujeres son menos violentas, soportan mejor las desgracias y tienen menos inquietud por ahorcarse, matar gente y caerse de los andamios por ir sin arnés, la solución es feminizar a los niños. Desde el nacimiento a niños y a niñas se les enseña a comportarse como niñas, a ser sexualmente pasivos, a realizar tareas domésticas, a jugar con muñecas, a maquillarse los ojos, pintarse los labios y todo eso. Y en 20 años se verían los resultados, con una disminución espectacular de las tasas de suicidio en los varones, gracias a ser educados como féminas.
Esos datos son por el rol de proveedor, un rol que el feminismo apenas discute ya que es útil para la productividad capitalista. Lo de que se matan por ir sin arnés, en fin, menudo desprecio por los muertos obreros.

Muy bien, después de los datos que he expuesto es evidente que el sistema no beneficia a los hombres, y si la respuesta es culpar a éstos también podríamos hacer lo mismo con las mujeres, o todos o ninguno.

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Joreg
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 14 Abr 2016, 13:22

juan23 escribió:Muy bien, después de los datos que he expuesto es evidente que el sistema no beneficia a los hombres, y si la respuesta es culpar a éstos también podríamos hacer lo mismo con las mujeres, o todos o ninguno.
Muchacho, tú solito te has ahorcado, que es el procedimiento de suicidio preferido por los hombres.
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Re: Ley violencia de género y Prado Esteban

Mensaje por Joreg » 14 Abr 2016, 15:18

Quería comentar otra cuestión que se dice en los ambientes de Prado Esteban, o que ella misma ha dicho en alguna ocasión, mencionando el trabajo de Goldhagen sobre "los verdugos voluntarios de Hitler", que viene a ser similar al del libro "una temporada de machetes" de Jean Hatzfeld.

Para quien no lo sepa, ambos libros muestran como cuando la gente se siente respaldada por el poder, son capaces de realizar actos execrables más allá de lo que el mismo poder exige. Goldhagen muestra como personas normales, carniceros, panaderos, oficinistas, tenderos... Se dedicaron a buscar judíos por sus barrios y a exterminarlos sin que nadie se lo pidiese, y a cambio apenas de alguna ración de chocolate y palmadas en la espalda. En el libro de Hatzfeld se muestra el mismo panorama en Ruanda, cuando los hutus (jornaleros de clase obrera) se dedicaron a masacrar a machetazos a sus vecinos tutsis, en medio de una orgía de sangre y de violaciones. A los hombres los mataban, y a las mujeres las violaban y luego las mataban. Cada cuál que se plantee cuál es el destino preferible. La finalidad económica se encontraba en saquear las casas de las víctimas (pobres como sus asesinos), acababan llevándose las chapas metálicas de los tejados de sus viviendas. En ambos casos se muestra cómo desde el gobierno se demonizó a judíos y a tutsis previamente, para reducirlos a cosas semejantes a cucarachas exterminables. Y luego personas normales y corrientes (hay que señalar que eran hombres, ya de paso), persiguieron como una jauría a sus vecinos y los asesinaron de mala manera. A hombres, mujeres, niños, sin discriminar.

Pues bien, dentro de las ideas delirantes de los seguidores de ideas del estilo de Prado Esteban, se nos viene a contar que se está preparando una inmensa matanza de hombres al estilo de la de los judíos y tutsis. Al parecer el movimiento feminista tiene una biblia, el manifiesto SCUM, donde se propugna el genocidio masculino. Esta criminalización de los varones a través de leyes como la de medidas contra la violencia de género, es el preludio de una masacre masculina, pues a los hombres se nos está cosificando como criminales por el simple hecho de tener pilila.

Tenía que decirlo, porque si no, el cuadro no está completo, y hay que darle jarilla al troll ese, para que se distraiga.
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