Contra la cultura monogama v.2.1

Contra el sexismo y el patriarcado. Luchas por las libertades sexuales. Despatologización de la diferencia.
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difonlaidea
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Contra la cultura monogama v.2.1

Mensaje por difonlaidea » 06 Sep 2011, 19:27

Hace un tiempo publiqué aqui (http://www.alasbarricadas.org/forums/vi ... 10&t=49611) una antigua version de ese texto, gracias a muchas de las aportaciones que se hicieron en este foro, he podido correjirlo, mejorarlo y enriquecerlo con nuevas ideas. Gracias a todas las que participaron!.
Na Pai

Aqui teneis el texto maquetado en formato pdf, apto para imprimir en dina5: http://difonlaidea.files.wordpress.com/ ... -bases.pdf



Fundamentando las bases de una lucha anticapitalista contra la cultura monógama.v2.1

Con este texto pretendo exponer las problemáticas que provoca la cultura monógama en nuestras vidas y nuestra sociedad, vinculándola con los procesos económicos que la determinan y proponer alternativas económicas y relacionales encaminadas a la superación del sistema patriarcal y capitalista1, con el objetivo de hacer posible la construcción de unas relaciones más libres, conscientes, responsables y saludables.

CONCEPTUALIZANDO POLÍTICAMENTE LA CULTURA monógama
Es difícil tomar conciencia de una opresión que sufrimos, si ni siquiera tenemos un nombre para denominarla.
De aquí surge la necesidad de conceptualizar y poner nombre a una opresión determinada para poder concebirla, visibilizarla y confrontarla políticamente.
Anteriormente a luchas políticas como el feminismo y la liberación gay y lesbica, el machismo y la homofobia eran conceptos y términos desconocidos o ignorados por la mayor parte de la población. fueron estas luchas que llenaron de nuevos significados estas palabras, al mismo tiempo que las popularizaban, extendiendo la conciencia sobre las problemáticas sociales que confrontaban.
Mi tesis es que la cultura monógama es una opresión social y por esto hace falta conceptualizarla políticamente como tal. Para entender qué es la cultura monógama y como nos oprime, previamente haría falta definir el término monogamia:

La monogamia es un modelo de relación afectivo-sexual basado en un ideal de exclusividad sexual entre dos personas y para toda la vida.

De este modo, entendriamos que una cultura monogama es aquella cultura dónde existe un ideal hegemonico de relaciones afectivo-sexuales monogamas tal y como sucede en nuestra sociedad. Así, en nuestra sociedad la monogamia no es un mero modelo de relaciones afectivo-sexuales, puesto que no es una opción más entre otras, sino que es el modelo hegemonico, en el cual nos vemos forzadas2 a encajar tanto si nos gusta como si no. La opresión se encuentra en la presión social que nos fuerza a encajar con este único modelo, invisibilitzando o marginando cualquier alternativa.

Históricamente, la cultura monógama ha sido inherente a un sistema de organización social patriarcal en el cual cumple la función de constituir proyectos económicos estables y para toda la vida, para reproducir y criar hijos legítimos a quienes transmitir el estatus social y la propiedad privada, con el objetivo de reproducir el orden y jerarquía social existente. Paralelamente al auge del estado y mercado capitalista, la cultura monógama pierde gradualmente su función económica y familiar, y pasa a cumplir una función de satisfacción afectiva y sexual de los individuos de acuerdo con el ideal de amor romántico, desatándose de su carácter vitalicio3.

Cuando hablamos de machismo no nos referimos únicamente a aquellos individuos del sexo masculino que reproducen actitudes machistas, sino a toda la cultura machista en qué vivimos. Del mismo modo, haría falta entender que la cultura monógama no afecta únicamente a aquellos individuos que mantienen relaciones monógamas, sino que nos afecta a todas, mantengamos relaciones monógamas o no. La frustración o marginación social que supone no tener pareja monógama es un ejemplo muy evidente.


ROMPIENDO EL SILENCIO
En nuestra cultura tendemos a hablar sobre nuestras relaciones más íntimas únicamente con los amigos o amantes más íntimos. Generalmente se considera que las relaciones afectivo-sexuales pertenecen a la vida privada de los individuos y, por lo tanto, son algo que forma parte de la libre elección de cada individuo. Todos los efectos negativos que produce la cultura monógama son tratados como problemas personales y, para justificarlo, a menudo se alega una carencia de madurez emocional, o que no se ha encontrado la persona idónea por construir una sólida relación de pareja. Hay una extensa variedad de libros de autoayuda y terapeutas que intentan solucionar los problemas que sufrimos en nuestras relaciones afectivo-sexuales, pero que nunca cuestionan la base sobre la cual se sustentan, la cultura monógama. Por lo contrario, nos ofrecen fórmulas para adaptarnos mejor, descartando cualquier alternativa posible. Incluso entre los colectivos antipatriarcales se infravalora o se ignora por completo la relevancia que tiene la cultura monógama como pieza fundamental en el sistema patriarcal en qué vivimos.
Mi intención es colocar la cultura monógama al mismo nivel que el machismo y la homofobia, como tercero gran pilar que sustenta el patriarcado. Si hasta el día de hoy este pilar ha restado tan desapercibido, sospecho que se debe, entre otras causas, a que no ha sido posible vertebrar una lucha identitaria en base a un sujeto oprimido que cuestione la cultura monógama, tal y como ha sucedido con el resto de luchas.
Existe la tendencia a identificar como opresoras aquellas personas que ejercen roles dominantes o autoritarios, y como oprimidas las que reproducen roles de sumisión. Bajo este punto de vista, parecería que la cultura monógama—a diferencia del machismo o la homofobia—no comporta opresión, puesto que no muestra claras relaciones de dominación entre dominantes y dominados; pero hace falta recordar que la opresión también radica en el imperativo social de cumplir un rol determinado—aunque sea un rol dominante y privilegiado—, teniendo en cuenta que el defecto en el cumplimiento del rol adjudicado comporta sanciones cómo puede ser la exclusión social. En la cultura monógama, como en las otras opresiones de origen patriarcal, no hay opresores ni oprimidos, todas cumplimos ambos roles indistintamente. La solución no radica en bastir una lucha identitaria y victimista en base a un sujeto oprimido en lucha contra sus opresores, sino en rechazar nuestros roles como perpetuadoras de este orden social y juntarnos para construir alternativas.


SOBRE LA ABIERTA ACEPTACIÓN SOCIAL DE LA CULTURA MONÓGAMA
Ya hace muchos años que se pusieron en marcha las luchas feministas y de liberación sexual en Occidente, iniciadas por colectivos activistas de base que extendieron estas luchas socialmente, y que consiguieron que sus reivindicaciones fueran asimiladas por las altas instituciones y plasmadas en sus leyes. Así, nos encontramos en qué el machismo y la homofobia cada vez tienen menos aceptación social. Ya no se puede defender abiertamente que la mujer se someta a los designios de su marido, ya no es aceptable la represión sexual que supone vivir dentro un armario. La homofobia y el machismo se han deslegitimado socialmente en gran parte y, por lo tanto, son políticamente incorrectas, ya no tienen lugar de forma directa y consciente en los mass media (con algunas claras excepciones como por ejemplo la publicidad) o las instituciones oficiales. Al mínimo resbalón en las declaraciones de cualquier cara pública, aparecen voces públicas denunciándolo, y como que esto perjudica su imagen, cuidan lo suficiente de sopesar sus palabras escrupulosamente antes de pronunciarlas. Esto no significa ni mucho menos que el machismo y la homofobia tengan los días contados, puesto que siguen bien presentes a la calle y los patios de los institutos (para poner sólo dos ejemplos!) pero este es el primero y fundamental paso hacia su erradicación.
La represión, problemas psicológicos, violencia... que produce el machismo y la homofobia son rechazados categóricamente por sexòlogos, expertos en políticas de género, articulistas y tertulianos varios. En contraposición, estas mismas problemáticas pero, con la cultura monógama como causa, siguen plenamente normalizadas y aceptadas en cualquier ámbito y expresión cultural de nuestra sociedad. Cuando una relación monógama pasa por una “crisis” o se rompe, es posible que uno o ambos miembros de la relación vivan dramas emocionales y trastornos psicológicos que se aceptan de forma natural como consecuencia lógica e intrínseca del amor. La represión sexual que supone la exclusividad sexual propia de la cultura monógama, no es tan sólo aceptada acríticamente, sino que incluso es motivo de exaltación como símbolo de fidelidad. En esta cultura tampoco es extraño elogiar los celos o incluso el sentimiento de posesividad, identificados como muestras de amor (!).

PROBLEMÁTICAS SENTIMENTALES DE LA MONOGAMIA ROMÁNTICA
La actual cultura monógama estrechamente atada al ideal de amor romántico promueve algunos sentimientos de cariz negativo que a menudo se entremezclan y se retroalimentan. El primero de todos y más fundamental es los celos. Los celos es un sentimiento de recelo o rabia, que experimentamos instintivamente desde que somos pequeñas, cuando nos sentimos desposeídas por alguien de una persona que amamos o deseamos. En nuestra cultura monógama, sentimos celos cada vez que percibimos que algún intruso puede desposeernos de nuestra pareja (o bien de nuestro proyecto de pareja, cuando ni siquiera hemos tirado los tejos a alguien que nos atrae!). En el supuesto de que tu pareja conozca una persona con quien comparta afecto y atracción sexual, tendrá que escoger entre esta persona o tú. No se contempla la posibilidad de mantener ambas relaciones al mismo tiempo. Por esto nos sentimos tan celosas si descubrimos (o nos imaginamos!) que nuestra pareja tiene un amante. Este amante representa una potencial amenaza para la continuidad de nuestra relación de pareja.
Siguiendo el modelo monógamo romántico lo apostamos todo a una sola carta; dedicamos la mayor parte de nuestro afecto, nuestro apoyo, nuestra afinidad, nuestros proyectos de futuro… a una sola persona: nuestra pareja. Es por eso que si se rompe esta relación, debido a que un amante intruso nos roba la pareja, se derrumba todo nuestro proyecto de vida. Esta noción incentiva el sentimiento de celos hasta niveles insospechados, propiciando al mismo tiempo otro sentimiento, el miedo (más conocido como sentimiento de inseguridad); miedo a perder la pareja y quedarnos desamparadas afectivamente o económicamente.
En tercer lugar, tenemos la baja autoestima. Tal sentimiento no tiene nada de extraño puesto que el amor romántico se basa en un mito: la idea de que una sola persona puede satisfacer todas las necesidades sexuales y afectivas de otra persona para toda la vida. A partir de aquí, es fácil infravalorarse, puesto que nadie es perfecto para su pareja, no existen las medias naranjas ni los príncipes azules; nadie nunca podrá ser lo suficiente bueno para su pareja. Nunca podremos cumplir las expectativas que nos marca el ideal romántico. Consecuentemente, sentimos frustracion cuando no se cumplen las numerosas expectativas que nos marca el ideal monógamo y romántico sobre nuestras relaciones afectivo-sexuales, lo cual se conoce popularmente como “desengaños”. Cada vez es más difícil que se cumplan dichas expectativas puesto que la lógica del capital nos hace cada vez más individualistas, consumistas y hedonistas. Cada vez tenemos menos necesidad de mantener una relación de pareja para poder sustentarnos económicamente. En este nuevo panorama, las relaciones afectivo-sexuales se convierten en productos de consumo de usar y tirar—buscamos rollo y cuando lo encontramos, nos deshacemos del mismo tan pronto se desvanece la passion del enamoramiento o después de algún polvete, y volvemos al punto inicial a buscar otra persona-producto para consumir—excepto para aquellas de nosotras que quedamos excluidas debido a que nuestro físico/edad/estética no encaja con la demanda/moda del mercado del momento.
Afortunadamente, los celos, las inseguridades, la baja autoestima y las frustraciones no son sentimientos insuperables. Somos capaces de trabajarnos estos sentimientos para erradicarlos. Somos capaces de construir un nuevo imaginario colectivo en qué el amor y el sexo no son productos exclusivos ni excluyentes, sino que es posible y saludable compartirlos, arrasando definitivamente la posesividad tan arraigada en nuestras relaciones más íntimas. Así todas salimos ganando, puesto que en general todas nos sentimos mejor compartiendo que no sintiéndonos celosas o con miedo a que alguien nos usurpe aquello que consideramos nuestro.
Por otro lado, si no se abordan resolutivamente estos sentimientos, pueden crecer y agravarse hasta el punto de hacer una relación insoportable, originando el odio, altamente propenso a convertirse en violencia y que puede estallar en forma de maltratos psicológicos o físicos, tanto hacia la pareja como auto-infligida.

VIOLENCIA MONÓGAMA
No es casualidad que la inmensa mayoría de feminicidios sean cometidos por los maridos, ex-maridos, parejas y ex-parejas de las víctimas. Tampoco es casualidad que la mayoría de muertes tengan lugar cuando la mujer expone de forma definitiva su firme voluntad de separación a su pareja o marido.

De todas las consecuencias negativas de la cultura monógama, públicamente sólo se rechazan aquellas más trágicas: aquello que los medios ponen en un gran saco genérico denominado violencia de género, violencia doméstica o violencia machista, según la moda del momento. Esto sí, nunca mencionan ni hacen ninguna referencia a la cultura monógama. Si bien no se duda en señalar el machismo como raíz y causa estructural de esta violencia, utilizar la cultura monógama en estos mismos términos es algo inaudito. Se habla de problemas personales de celos, posesividad, dependencia afectiva o baja autoestima de los agresores, como si estos elementos no tuvieran conexión entre sí y pertenecieran a experiencias particulares y aisladas.

Igual que en la violencia machista u homófoba, la violencia física fruto de la cultura monógama es tan sólo la punta del iceberg. Más abajo, más escondida y más sutil encontramos la violencia psicológica o simbólica que se reflexa en todos aquellos mecanismos de dominación o exlcusion social.
La violencia fruto de la cultura monógama puede tomar muy varias formas; la encontramos en la represión sexual y afectiva que conlleva la exclusividad amorosa, en el control por parte de la pareja, en la entrega total al bienestar de la pareja olvidando o sacrificando el propio, en la exclusión social que conlleva no tener pareja monógama, en el rechazo y discriminación a cualquier alternativa...
Tal violencia puede recaer en cualquier persona, pero dónde cae con más fuerza y dureza es en las propias relaciones monógamas. En toda relación monógama permanece una violencia latente, que puede desencadenarse cuando alguno de sus miembros intuye o advierte el incumplimiento de alguna parte del implícito contrato que conlleva el ideal monógamo y romántico, aunque sea una minúscula cláusula con letra muy pequeña. Esta violencia nos puede afectar a todas por igual, indiferentemente de la clase social, nacionalidad u orientación sexual4 de los contrayentes en el pacto monógamo. Actualmente, debido al modelo de monogamia sucesiva, el potencial más grande de violencia radica en la ruptura de las relaciones5.
Pero aunque no se desencadene ningnua de estas violencias, existe una violencia común en todas las relaciones monógamas: si tenemos en cuenta que la coacción es una forma de violencia psicológica, el pacto de exclusividad sexual en qué se basa la monogamia es intrínsecamente violento puesto que siempre implica coacción. La coacción de saber que si incumples el pacto recibirás alguna sanción. La sanción puede que la pareja se enfade contigo, te pierda confianza, te deje... o la desaprovación y marginación social, empezando por la familia (con todo el desagravio que implican estas sanciones a nivel emocional y económico).
La pareja monógama ofrece un marco ideal para el desarrollo de la violencia: la mutua dependencia económica y afectiva promueve la tolerancia al maltrato recibido, puesto que no se puede no amar la persona de quien se depende. Este sometimiento emocional mutuo hace sus miembros vulnerables y potencialmente explotables, ofrece carta blanca para maltratar, y una extraordinaria capacidad para soportar y perdonar los maltratos.
Identificar y denunciar las raíces de una violencia es el primer paso hacia su superación; mientras no hagamos este paso, ningún programa policiaco-institucional de ayuda a las mujeres maltratadas reducirá significativamente el índice de muertes y maltratos.

QUÉ SENTIDO TIENE LA MONOGAMIA?
Por qué seguir limitando nuestro afecto, nuestro apoyo y nuestro sexo a una sola persona? La cultura monógama convierte el afecto, el apoyo y el sexo en bienes escasos y exclusivos (cómo si fueran lujos!), pero en realidad son bienes renovables e inagotables. A medida que abandonamos la cultura monógama seremos capaces de expandirlos y así hacerlos mucho más abundantes y al alcance de todo el mundo, al mismo tiempo que enterramos los celos y miedos propios de la monogamia.
Los antiguos argumentos biologistas, que justificaban la monogamia para garantizar el futuro de nuestra especie, ya no tienen sentido hoy en día. La monogamia, y la respectiva familia patriarcal, no es el único modelo posible de subsistencia económica y de crianza, cada vez aparecen más modelos posibles y diversos que desbancan los más tradicionales. Es cierto que las bodas y los consultorios matrimoniales son negocios que se alimentan de y fomentan la monogamia, pero las discotecas o los portales de contactos de Internet que promueven relaciones no-monógamas, son tan o más lucrativos. Es cierto que la familia y los amigos nos presionan para que tengamos relaciones monógamas, pero la vida sexual y afectiva de los individuos, al ser cada vez más independiente de la esfera económica, pasa a pertenecer a un ámbito más privado y menos expuesto a la presión social.
Aún así, hay un factor que sigue promoviendo la monogamia por encima de cualquier argumento racional: nuestros sentimientos y emociones condicionados por el entorno cultural en el cual hemos crecido. No es fácil parar esta inercia emocional, puesto que incluso en el supuesto de que fuéramos plenamente conscientes de todas las ventajas que obtendríamos teniendo relaciones no-monógamas en una cultura no-monógama, nuestros sentimientos podrían ser más fuertes que estos pensamientos racionales y acabar determinando nuestras decisiones. Por poner un ejemplo: el gran sentimiento de inseguridad o celos que me produce no tener una pareja monógama me puede conducir a rechazar categóricamente cualquiera otro modelo de relación.

EL DETERMINISMO EMOCIONAL NO EXISTE
Así, muchas personas justifican su preferencia por las relaciones monógamas aduciendo que son celosas/posesivas y que les hace daño que su pareja “esté” con otra persona. En una sociedad con una cultura monógama, la gente sentirá celos/posesividad cuando la relación con su pareja “peligre”, del mismo modo que en una sociedad con una cultura homófoba, la gente sentirá odio hacia las personas que tengan prácticas homosexuales. Si nos parece lógico que el sentimiento de odio hacia la homosexualidad no justifica ni legitima la homofobia, también nos debería parecer lógico que el sentimiento de celos/posesividad propio de la cultura monógama no justifica ni legitima la monogamia.
No existe el determinismo emocional; las personas somos capaces de educarnos y crecer emocionalmente, cultivando los sentimientos positivos (alegría, confianza, amor) y rechazando los negativos (celos, miedo, baja autoestima, odio ) en nuestras relaciones personales. Nuestros sentimientos están condicionados en grande medida por la cultura en la cual estamos inmersas y pueden ser manipulados por los poderes fácticos a través de su sistema propagandístico (educación, mass media…), para que sirvan a sus propios intereses. Esto es muy evidente respecto a los sentimientos de inseguridad o miedo, los cuales son manipulados para promover el consumismo o el apoyo a intervenciones militares. No es casualidad que la población occidental tenga más miedo de ladrones, okupas y terroristas que de accidentes de tráfico o residuos nucleares que generamos diariamente. Estos miedos son producto de campañas perfectamente orquestadas por políticos y mass media. Entonces, por qué los sentimientos que sentimos en nuestras relaciones personales deberian ser más “puros”, impermeables a la cultura y la manipulación?

HAY ALTERNATIVAS A LA MONOGAMIA?
Quizás el inconveniente más grande en la hora de superar la cultura monógama es la incapacidad de imaginar modelos de relaciones afectivas y sexuales alternativas a la monogamia. Es lógico, puesto que prácticamente no tenemos otros referentes; llevamos toda la vida consumiendo productos culturales que profesan una clara apología de la monogamia, desde los cuentos y dibujos animados infantiles hasta el cine de autor más underground. Por otra parte, las alternativas conocidas no son especialmente atractivas: en la juventud se está imponiendo un nuevo modelo basado en el consumo de sexo; todo el mundo conoce la poligamia o el frustrado intento de amor libre de los hippies; habrá quien ya haya sentida habla del poliamor o de tantas desastrosas parejas abiertas… La solución a la cultura monógama no es establecer un nuevo modelo de relaciones afectivas y sexuales que sea políticamente correcto, descalificando aquellos que siguen teniendo relaciones monógamas. Una vez impuesto socialmente este nuevo modelo, aparecerían nuevos inadaptados que querrían romperlo. Ningún modelo universal se puede adaptar a las necesidades individuales de todas las personas, el ideal seria la ausencia de modelos establecidos que normativitzen como nos debemos relacionar. Pero esto no significa la aceptación acrítica de cualquier tipo de relación: no queremos relaciones que sean posesivas, ni coactivas, ni cerradas (esto significa: no forzosamente exclusivas). No tenemos un modelo ideal de relaciones, pero sí que tenemos un ideal por el cual luchar: queremos construir unas relaciones que sean más libres, conscientes, responsables y saludables. Las denomino relaciones abiertas porque no están cerradas a nada, su única máxima es el respeto y deseo mutuo.

DEL PATRIARCADO AL CAPITALISMO
Los modelos de relaciones afectivo-sexuales son determinados en grande medida por el contexto económico en el cual se desarrollan. Una prueba es que con la actual crisis económica, ha bajado el índice de divorcios, puesto que ahora no resulta tan fácil independizarse económicamente de la pareja.
Durante el transcurso de unas pocas generaciones, el contexto económico se ha visto alterado drásticamente y esto ha producido una pronunciada grieta cultural entre una generación que fue socializada en una cultura patriarcal y rural y una nueva generación que se está socializando en una cultura plenamente capitalista y urbana. Si bien nuestros abuelos dependían de la familia y de aquello que les daba la tierra para subsistir, los jóvenes del siglo XXI dependen del estado-mercado y lo que les da el petróleo para subsistir. Si los abuelos han conocido una sola pareja sexual en toda su vida, los jóvenes pierden la cuenta; los abuelos no podían tener más de una pareja sexual porqué sino esto hubiera hundido la familia, mientras que los jóvenes no pueden tener demasiadas relaciones ni actividades desmercantilitzadas o desinstitucionalitzadas, porque esto hundiría el estado y el mercado. Por esto, las relaciones y actividades de los jóvenes están cada vez más mediatitzadas por medios tecnológicos mercantilitzados (móviles, ordenadores, Internet, energía nuclear...) y más localizadas en espacios institucionales o mercantiles (en viviendas de compra, alquiler o hipoteca, en centros educativos, comerciales o penitenciarios, en empresas como bares, tiendas, restaurantes o puticlubs...).
Venimos de un mundo patriarcal y nos dirigimos a un mundo totalmente capitalista donde el nuevo padre estado-mercado se relaciona directamente con sus hijos individuos, deshaciéndose de cualquier intermediario (familia, iglesia, comunidad...) que pueda obstaculizar su completo dominio.

DEL ACTIVISMO AL ANTICAPITALISMO
Las luchas o movimientos emancipatorios parciales (sindicalismo, feminismo, ecologismo... ), tambien denominados “activismo”, nos ofrecen unos marcos teóricos y prácticos limitados que, inevitablemente, fomentan la desconexión—o todavía peor, la confrontación—entre ellos. Si nuestro ideal es una emancipación personal y colectiva integral (no parcial) deberiamos trascender los límites de estos marcos, buscando una perspectiva global que tenga en cuenta todas las luchas, ajustando nuestra cotidianidad a esta perspectiva; a esto lo denomino anticapitalismo6. No se trata de reemplezar el activismo por el anticapitalismo, sino de sumarlos. Así, la lucha contra la cultura monógama se debería entender como una lucha inseparable del anticapitalismo—de lo contrario, podríamos estar sirviendo a los intereses del capital en la destrucción de estructuras de dominación que operen a su margen y lo obstaculicen, como lo son la cultura monógama y la respectiva familia patriarcal.
Para que el anticapitalismo sea real, son necesarios algunos requisitos fundamentales: para empezar, no puede ser únicamente una ideología, una estética o una afición para algunas horas de “tiempo libre”; también debería ser una práctica coherente que se refleje en todos los ámbitos de nuestras vidas (la alimentación, la vivienda, la tecnología, las relaciones...). Debería ser un movimiento de base y horizontal, sin vanguardias ni paternalismos, es decir, un movimiento que nazca en el individuo y que se extienda gradualmente en la escala grupal7—no podemos pretender cambiar la sociedad si no somos capaces de cambiar nuestras propias vidas! Esto significa construir comunidades cooperativas y sostenibles allá dónde el capitalismo tiene menos fuerza: en territorios abandonados y lo suficiente alejados de sus centros de poder, las urbes; dónde sea posible crecer invitando y ayudando a establecerse nuevas personas y comunidades. No es posible hundir el capitalismo desde dentro suyo sin hundirte a tí misma—no se puede no amar al sistema del cual se depende8. Tan sólo desde sus márgenes, en las tierras más ásperas e inservibles para el capital, es posible construir la autonomía y organizar la resistencia necesarias para hacer frente al actual orden vigente.
Puesto que el presente es el único momento que podemos experimentar, no podemos aplazar el anticapitalismo para otro día; básicamente, nos deberiamos poner ya. Esto significa que no podemos someternos a excusas que nos induzcan a esperar unos hipotéticos tiempos mejores para la revolución.
Ahora es el mejor momento para empezar a vivir cómo queremos vivir.




Este texto no es original ni definitivo, invito a todo el mundo a colaborar en su elaboración exponiendo críticas constructivas (señalando errores, ideas que no se entienden o generan confusión... ) o bien aportando nuevas ideas y así poderlo rehacer y reeditar por tal de cumplir de la mejor manera posible los objetivos expuestos en el primer párrafo.
Me puedes contactar escribiéndome a difonlaidea@gmail.com
Eres libre de hacer todo lo que quieras con este texto, siempre y cuando no sea con ánimo de lucro.

Na Pai
Junio de 2011.

puconamapu
Mensajes: 4
Registrado: 05 Nov 2011, 18:13

Re: Contra la cultura monogama v.2.1

Mensaje por puconamapu » 05 Nov 2011, 18:16

Disparo..


¿Por qué las relaciones monogamas representan un pilar de la estructura de dominación patriarcal?
¿Por qué no es posible el “amor libre” en el marco de relaciones patriarcales? No es posible el anarquismo en el marco del capitalismo.
El patriarcado es un sistema de dominación del hombre por sobre la mujer. Anterior a esto, tiene el supuesto de la construcción social de los géneros masculino y femenino, que se encuentran determinados por el sexo biológico de las personas. Aunque, en los últimos tiempos, ha venido a romper el paradigma de dos únicos géneros posibles, la identidad trans, gay-lesbica, como posibilidades de construcción de otros géneros que no estén determinados por el sexo de la persona. Sin embargo, la aparición de nuevas identidades genéricas no rompe con la idea de la supresión de los géneros, menos aún del patriarcado. Podrían caracterizarse como una maniestación de resistencia a la imposición, pero su aparición que luego se hace permanente, termina institucionalizándose.
Las relaciones monógamas son uno de los pilares en lo que se sustenta la estructura de dominación patriarcal-capitalista. Propician a la constitución de la familia como institución, primer órgano de reproducción de la estructura social dominante.
El patriarcado como un sistema no solo de ideas imperantes sino también de prácticas, condiciona nuestro relacionamiento con todos los individuos de nuestro entorno. Por lo tanto, las relaciones que mantenemos con otras personas del tipo afectivo-sexuales se encuentran embriagadas de practicas patriarcales. Estas practicas no refieren únicamente a lo que podría encasillarse como violencia de género(violencia física, psicológica, simbolica). El mantenimiento de las relaciones monógamas aparecen como voluntad de dos personas(hombre-mujer, mujer-mujer,hombre-hombre, etc)por el mandato social ya preestablecido, el cual es incuestionable, mucho menos como motivo de reflexión por alguno de los miembros que celebran el contrato. Por lo tanto, al ser reproducida esta práctica sin crítica alguna a su motivación es que se siguen reproduciendo las formas de dominación que traen consigo. Vivir la vida como se nos ha venido impuesta.
Entonces ¿una relación del tipo abierta, con la posibilidad de la libre iniciativa de los miembros que la componen escapa a la práctica de dominación patriarcal? No, puesto que el sistema patriarcal es el que marca la dinámica de las relaciones en que se den los individuos.
Entonces, ¿cuál es el debacle? La deconstrucción de las ideas y prácticas de dominación patriarcal, la idea de un otro como propiedad privada, los celos que representan el egoísmo de pensar que el otro al que yo quiero debe y puede ser pleno en su dimensión amorosa y sexual solo conmigo, la infidelidad como construcción social que lleva el presupuesto de que ver/mirar a otros implica necesariamente no querer. Obligarse unx a pensar que solo es capaz de amar o mantener relaciones sexuales-afectivas con una persona a la vez. Que hacerlo de otra forma implicaría traición, sentimientos de culpa, llegándose a la auto inhibición de lo que deseamos, de lo que queremos para realizarnos como individuos, para crecer, para ser felices, o intentarlo al menos.

La monogamia bajo relaciones patriarcales de dominación, solo es monogamia para la mujer y no para el hombre. Existen muchos elementos en la subjetividad del hombre que se encuentran reforzados justamente por el rol de privilegio que ocupa en esa relación, que le permiten aceptar de forma más fácil la idea de tener más de una relación sexual/afectiva o afectiva-sexual, pero claro, en estos marcos solo para él. La mujer que se hace de la libre decisión de tener una, dos, diez relaciones a la vez es motivo de desaprobación, de desprecio por intentar realizarse como individuo. El hombre que se hace de la libre decisión de tener, una, dos, diez relaciones, en el marco de la no deconstrucción del patriarcado y de las ideas y prácticas que conllevan cumplen la función probablemente de la reafirmación de su masculinidad y no de sí mismo como persona.
“Este es el resultado final de tres mil años de monogamia”Engels
Si afirmaramos que la unión que se da entre dos personas es tomada a voluntad y conciencia propia estaríamos poniendo a los dos sujetos en igualdad de condiciones para tomar esa decisión. ¿Estamos nosotras, las mujeres, en facultades de decir que nuestra subjetividad no se encuentra atravesada por ningún precepto que nos obligue a aceptar la realidad tal cual es, y si es que es un hombre quien está ahí al frente nuestro para proporcionarnos” amor,seguridad, protección, en definitiva la extencion de nuestra realización individual” es mejor tomarlo y hacer ojos ciegos a encontrar la complementariedad necesaria que puede llegar a dar el relacionamiento con más de una persona?

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