En el botiquín del baño acopian kilos de crema hidratante y todo indica que no pisan la calle sin el esmalte en las uñas. Por lo menos dos veces por semana salen a comer con el “grupete” de amigas y tiemblan los percheros del shopping cuando van de compras, compulsión que se materializa en los racimos de bolsas que cargan en cada mano (aunque después inevitablemente juran que no tienen qué ponerse para ir al casamiento de Menganita...).
La mayoría son ejecutivas o profesionales que trabajan en relación de dependencia. Tienen vivienda propia, tarjeta de crédito, viajan y, las más independientes, se mueven en un 0 km. Unas cumplieron los 30 y otras merodean los 40, y lo que las une es que siguen solteras. Y es justamente ése el condimento que alimenta el fenómeno: si antes ese estado civil era una mochila de plomo, hoy esbozan una sonrisa corsaria cuando en la sobremesa del domingo la abuela vuelve a la carga: “Decime, ¿cuándo te vas a casar?” “¿Casarme? ¿Para qué? ¡Si la estoy pasando bárbaro!”,parecen decir las nuevas niñas mimadas del mercado, las solteras de entre 30 y 39 años, sin hijos y con dinero suficiente como para andar por la vida sobre una alfombra roja. Desde que ocupan puestos cada vez más relevantes y cobran mejores sueldos que muchos hombres de su edad, las singles -como las llaman en los Estados Unidos- se han convertido en el segundo objetivo de las empresas, ya que constituyen el grupo con mayor poder de consumo después del segmento gay, gente que puede invertir todo su salario en sí misma.
Las cifras locales alcanzan para hacer una radiografía de las chicas Sex and The City (por la famosa serie de televisión), adictas a los zapatos, al Martini, a las salidas en grupo, y conscientes de que el príncipe azul ya está blanco de tan desteñido. Los últimos datos de la encuesta general de medios realizada por Ipsos Media durante este año en la Capital, el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, Tucumán y Mar del Plata arrojan que el 56,39 por ciento de las solteras de entre 30 y 39 años acostumbra a cenar fuera de su casa y que sólo el 15,87% elige ir a bailar. El 69% trabaja en relación de dependencia y el 31%, por cuenta propia; el 78% es propietaria de una vivienda y el 31% posee un automóvil.
Y a la hora de comprar, el 44,11% va a un shopping, aunque, según una medición de la consultora Ibope elaborada en la Capital y el Gran Buenos Aires, el 55% de las mujeres de entre 30 y 37 años consume en los comercios a la calle y el 21% tiene tarjeta de crédito.
"Compro todas las cremas que encuentro en mi camino. Todos los meses voy al shopping y gasto mi sueldo en ropa, aunque no necesite", dice Silvana G., una soltera sin apuro, de 32 años, ejecutiva de una consultora, con un departamento y un 0 km propio. Acaba de llegar de unas vacaciones en Miami, donde fue con cuatro amigas. "Hicimos m... la tarjeta. Pilchas, carteras, relojes... ¡Me compré cuatro relojes! Creo que la mujer avanzó muchísimo y alcanzó sus objetivos: la independencia económica, que te da la libertad absoluta. Yo decido cómo, cuándo, dónde y con quién. Pero no sabés si este presente no es el equivocado: el reloj biológico corre y una posterga cosas como la maternidad", describe.
Me caso o compro un perro
"No pagás pañales, no pagás colegio; por favor, ¡pagá esas botas!", le insistió Pía Polizza a su amiga Florencia Balbis cuando, en la última liquidación de invierno, ésta dudaba de comprarse el tercer par de calzado de la tarde. "Hago todo lo que me gusta, no la paso mal; es cierto que te volvés un ser bastante hedonista. Me gustaría compartir con alguien..., pero no hay como decidir uno mismo el color del auto", sostiene la licenciada en ciencias políticas, 36 años, dueña de un coche, una lancha, una cabaña en El Tigre y un perro infatigable llamado Bruno.
Con su banda de amigas va al cine, a los bares y, claro, a despuntar su pasión por los trapos, las carteras. En ese sentido, un estudio de hábitos y actitudes de Nielsen aporta una cifra contundente: este año las mujeres de entre 30 y 39 años gastaron en indumentaria un 39,5% más respecto del año último. Según ese mismo trabajo, dos de cada diez van al psicoanalista. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. O sí: el shopping no necesariamente alivia una pena.
"Disfruto de mi vida, de mi casa, de todo lo que tengo", dice Florencia Balbis, 36 años, arquitecta, bucles a lo Sarah Jessica Parker, dueña de un dos ambientes con vista al Campo de Polo, en la zona de Las Cañitas.
"Me siento más segura, más aplacada. Desde que dejé las pistas tengo una postura diferente de la que tenía a los 30. Compro, pero pienso lo que compro, y cuando me siento sola reciclo algún novio y ya está. No soy histérica, pero hasta que no aparezca the one (el elegido), como decimos con las chicas, estoy muy bien así."
Según TrendSight Group, una empresa norteamericana especializada en marketing para mujeres, ellas toman más del 80 por ciento de las decisiones de compra, razón de sobra para que las marcas busquen satisfacer sus demandas. Según datos del sitio De Remate.com , aun en el ciberespacio siguen siendo flojas de billetera: en el último mes, los productos más vendidos a ese grupo de clientas fueron teléfonos inalámbricos con identificador de llamadas de última generación, zapatillas, anteojos de sol, cámaras digitales, relojes, celulares y aparatos de gimnasia.
"Nunca me privé de nada. Laburo mucho, mi vida depende exclusivamente de mí", afirma María Laura Rodríguez, decoradora de interiores, 36 años, consumidora de ropa de grandes diseñadores, flamante propietaria de un PH que está en plena remodelación en Barrio Norte. Puede ir sola al cine, a un concierto, pasear por Palermo con amigas y, sobre todo, gastar sin dar explicaciones a nadie.
Tiene la ilusión de enamorarse y que se enamoren de ella. Pero, así como van las cosas, está todo bien. "Hasta hace cinco años ponía mucha energía en conocer a alguien, pero, con el tiempo, empecé a procesar eso y ahora mis intereses pasan por otro lado. No soy una superada, pero en un 90% estoy conforme y feliz con mi vida."