En unas frases de atras se hablaba de que cada uno puedo creer en la religion o lo que quiera (aun que se contradiga) y ser anarquista , como el tolstoi, anarquismo y cristianismo, yo por ejemplo, creo en los teletabis y sacare un libro , los teletabis y el anarquismo, y tengo una diosa que es una cabra enana con un cuerno en la frente y por la noche le salen alas pequeñitas en los lados y vuela por los aceanos, la llamo la unicabra y le rezo todas las noches
es una mezcla de cabra , unicornio y pegasus enanos
Anarquismo materialista
Re: Anarquismo materialista
El hombre tiene que ser libre
No se puede ir contra lo natural
Y Que viva la escuela moderna
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Re: Anarquismo materialista
LAS CIUDADES Y EL CIELO. 2
En Bersabea existe esta creencia transmitida de padres a hijos: que suspendida en el cielo existe otra Bersabea donde flotan las virtudes y los sentimientos más elevados de la ciudad, y que si la Bersabea terrena toma como modelo la celeste, llegará a ser una sola cosa con ella. La imagen que la tradición divulga es la de una ciudad de oro macizo, con pernos de plata y puertas de diamante, una ciudad joya, toda taraceas y engarces, como puede resultar del estudio más laborioso aplicado a las materias más apreciadas. Fieles a esta creencia, los habitantes de Bersabea honran todo lo que les evoca la ciudad celeste: acumulan metales nobles y piedras raras, renuncian a las efusiones efímeras, elaboran formas de compuesto rigor.
Creen empero estos habitantes que existe bajo tierra otra Bersabea, receptáculo de todo lo que tienen por despreciable e indigno, y es constante su preocupación por borrar de la Bersabea emergida todo vínculo o semejanza con la gemela inferior. En lugar de los tejados imaginan que hay en la ciudad baja cubos de basura volcados en los que se desprenden cortezas de queso, papeles pringosos, raspas de pescado, aguas servidas, restos de fideos, vendas usadas. O que simplemente su sustancia es aquella oscura y dúctil y densa como la pez que baja por las cloacas prolongando el recorrido de las vísceras humanas, de negro agujero en negro agujero hasta aplastarse en el último fondo subterráneo, y que de los mismos bolos perezosos enroscados allí abajo se levantan vuelta sobre vuelta los edificios de una ciudad fecal, de retorcidas agujas.
En las creencias de Bersabea hay una parte de verdad y otra de error. Cierto es que dos proyecciones de sí misma acompañan a la ciudad, una celeste otra infernal; pero se equivocan en cuanto a su consistencia. El infierno que se incuba en el más profundo subsuelo de Bersabea es una ciudad diseñada por los más autorizados arquitectos, construida con los materiales más caros del mercado, que funciona en cada uno de sus mecanismos y relojerías y engranajes, empavesada de flecos y borlas y volantes colgados de cada tuberia y cada biela.
Atenta a acumular los quilates de la perfección, Bersabea cree virtud aquello que es ahora una oscura obsesión por llenar el vacío de sí misma; no sabe que los únicos momentos de abandono generoso son cuando se desprende de sí, se deja caer, se expande. Sin embargo, en el cenit de Bersabea gravita un cuerpo celeste donde resplandece todo el bien de la ciudad, encerrado en el tesoro de las cosas desechadas: un planeta flotante de peladuras de patata, paraguas rotos, medias con carreras, centelleante de pedazos de vidrio, botones perdidos, envolturas de chocolate, pavimentado de billetes de tranvía, recortes de uñas y de callos, cáscaras de huevo. La ciudad celeste es ésta y por su cielo se deslizan cometas de larga cola girando en el espacio por el único acto libre y feliz de que son capaces los habitantes de Bersabea, ciudad que sólo cuando defeca no es avara calculadora interesada.
Italo Calvino, “Las ciudades invisibles”
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Re: Anarquismo materialista
EL ÉTER DE EINSTEIN
Hoy es visto como una impertinencia, una temeridad, el manifestar que los adherentes a la (anti)relatividad einsteiniana no entendieron su significado y que su autor tampoco. Difícil es encontrar quien esté dispuesto a enterarse de semejante cosa: la gente confía y amolda su vida de acuerdo a los dictados de las usinas de creencias. Por supuesto que no faltan, entre los indefensos receptores, quienes advierten sus inconsistencias y contradicciones, y creen (ingenuamente) estar obligados a alertar sobre el asunto a las usinas que correspondan. Demás está decir que tales iniciativas son botadas sin trámites como «ocurrencias de chiflados».
Para colmo —encima de la consabida inercia de los paradigmas científicos—, en el ámbito de la física rige, o así mismo lo parece, un mandato milenario que consiste en ocultar la nada a como dé lugar. El "campo de Higgs" es el último invento del anti-relativismo con ese fin, porque dicho "campo" no es la nada, sino que la colma, la desplaza, la oculta, como así también lo hace el Espaciotiempo de Einstein, y así antes lo hacían el Éter de Fresnel y el Espacio Absoluto (sensorio divino) de Newton. Cabe mencionar al más antiguo de los entes anti-relativistas conocidos, ya entonces utilizado para escamotear la nada de Demócrito: el espacio de Zenón de Elea, de Aristóteles y de la escolástica, tan real y consistente que los cuerpos ocupan lugares en él, y en una famosa competencia se interpone entre Aquiles y la tortuga impidiendo a «el de los pies ligeros» alcanzar a su rival.
Aunque Einstein nunca lo supo (o tal vez sí lo supo, cuando ya era tarde para retractarse, ¡tantos honores y homenajes había recibido en su vida! De ahí —quizás— su foto, sacándonos la lengua, ya viejito). Pero supongamos que Einstein no sabía que su relatividad es anti-relativista, una desatinada adaptación del éter de Lorentz.
El éter de Lorentz —al igual que el anti-relativista éter de Fresnel— es un supuesto ente universal, único y omnipresente, que a su vez es la substancia de los campos (gravitatorio, electromagnético, etc.) y el medio de propagación de las ondas producidas en estos, pero el de Lorentz traía una novedad: la de contraer los cuerpos que se mueven en él, y, como si más extravagancias fueran necesarias Einstein propuso lo siguiente…
[En el año 1917 Einstein escribió un libro llamado ‘El significado de la relatividad’, en el que puede comprobarse que del significado de la relatividad no tenía la menor idea. El verdadero —y absurdo— significado de su invento es el siguiente, abra los ojos]
«Cada sistema inercial está inmóvil en el éter de Lorentz».
Esa es la razón —según se deduce del enfoque einsteinista y aunque los einsteinistas no tengan consciencia de ello—, por la cual un experimentador siempre mide la misma velocidad de luz en el vacío.
Cada observador en su sistema inercial —como lo habrían “comprobado” los físicos experimentales con sus interferómetros—, es solidario al único éter de Lorentz, ¿se da Ud. cuenta de lo contradictorio de esta idea y del peso, sobre el tierno cerebro de Einstein, del subjetivismo filosófico?
Para Einstein —sin consciencia de la flagrante contradicción entre su enfoque y el principio de relatividad—, cada observador en su sistema de referencia se encuentra en un mirador privilegiado, en un punto de vista absoluto, inmóvil en el éter de Lorentz, por lo tanto, todo lo que se mueve lo hace con velocidad absoluta respecto de él. Es por eso que en todos los sistemas inerciales —salvo en el propio—, los interferómetros de Michelson-Morley, que en ellos hubiere, "se contraen en la dirección de su movimiento y según su velocidad". Pero para los observadores esos fenómenos extraños no ocurren en su propio sistema de referencia, porque, como ya se explicó —y ese es el verdadero significado de la “relatividad” einsteiniana—, «cada observador en su sistema de referencia está en reposo en el único éter de Lorentz».
El aceptar este absurdo y el suspender la lógica es lo mismo. Al poco tiempo el indefendible éter, así camuflado, quedó al cobijo del principio de autoridad, lejos de la crítica. Que semejante fraude haya sido mundialmente deglutido, y defendido ferozmente, no podría entenderse si no supiéramos del clásico «horror a la nada» de las clases sacerdotales y de las élites aristocráticas con ellas entretejidas: Sócrates se encontraría inmóvil en el éter al igual que José. Pero, según Einstein, Sócrates y José no tienen por qué estar inmóviles uno respecto del otro como mandan las leyes supremas del pensamiento. Según este autor, el primero puede estar viajando entre galaxias a altísimas velocidades y el segundo: reposando en nuestro planeta.
Después de ver ese desatino, el lector puede animarse a coincidir en que cada cuerpo material es el centro de un sistema infinito cuya interacción con otros sistemas, de algún modo, se manifiesta como gravedad y demás fuerzas.
En cada sistema inercial, los tiempos de recorrido de la luz por los brazos del interferómetro no son otros que estos:
T1 = 2L/C T2 = 2L/C
Este resultado relativista contradice la explicación einsteiniana con los denominadores gemelos, lo que demuestra que su teoría, contrariamente a lo que se enseña en las universidades, no explica en modo alguno el resultado del famoso experimento de óptica realizado en Cleveland en 1887, ya que el instrumento estaba, obviamente, en su propio sistema de referencia en esa ocasión.
El resultado obtenido por Michelson y Morley es el indicado por las expresiones de arriba. No es necesaria ninguna contracción de Lorentz ni teoría rara que lo justifique. No hay paradojas en la teoría de Einstein sino absurdidades a raíz de otras. La Naturaleza, por lo menos en este caso, se comportó de acuerdo con las leyes de Newton.
En la Naturaleza no hay dilatación del tiempo, contracción de longitudes e incremento de la masa con la velocidad. Huelga decir que si en las ecuaciones, la velocidad —intrínsecamente relativa—, es supuesta constante, los términos constantes —la masa y el tiempo— se volverán variables. Y si hay equivalencia entre la masa y la energía, como los hechos parecen confirmar, la explicación tiene que ser muy distinta de la inferida desde un principio falso: la constancia de la velocidad de la luz.
Aunque los físicos contemporáneos crean verlo todos los días, los mencionados "fenómenos relativistas" nunca existieron, sino otros muy mal interpretados. Parecen encandilados por los destellos de las explosiones atómicas: « ¿Cómo es posible semejante explosión? ¿De dónde salió tanta energía?»
Pero, por otro lado, ¿Cuál es la función de la fuerza nuclear? ¿No es que aprisiona —en minúsculos núcleos—, a millonadas de millones de protones que entre sí se repelen, y con más fuerza cuanto más próximos se encuentran?
Aunque la masa no se transforme en energía, da miedo pensar que pasaría si encontráramos el modo de liberar tales partículas al mismo tiempo. ¿Sería otro tipo de explosión atómica o estamos hablando de la misma?
Nadie adhiere a la teoría de Einstein por razonamiento, sino por confianza irreflexiva en el principio de autoridad y por atavismos que desaconsejan aislarse de la manada, como en tantas otras creencias.
Desde otro enfoque, la historia de la física y de la filosofía parece ser, salvo excepciones como la de Galileo, una cronología de los medios utilizados para ocultar el milenario punto de vista materialista, existente también entre los físicos de la antigua Jonia. Según Carl Sagan, si estas ideas hubieran prevalecido, hoy tal vez la humanidad estaría colonizando la galaxia (Serie Cosmos: El origen de la filosofía).
¿Qué era lo que decían los filósofos jonios hace veinticinco siglos? pues, que la realidad consiste en unidades mínimas e indivisibles de materia que se mueven en la nada, ¡átomos y nada! En el año 1906 se suicidaba Ludwig Boltzmann asqueado de la comunidad científica, según se dice, y de su rechazo a considerar la existencia de átomos, ¡en mil novecientos seis!
La existencia de los átomos fue aceptada al poco tiempo, gracias a Einstein según hemos leído, pero la nada no. Que se tenga noticia, la nada es resistida, con diferentes argumentos, desde la época de los mencionados jonios, y desde hace cien años el recurso para desconocer la nada es la anti-relatividad einsteiniana, porque, como ya se explicó, la «constancia de la velocidad de la luz» y el «espaciotiempo» son artificios para el escamoteo de la nada. La nada, se sobrentiende, no es un referente de movimiento (Aquiles y la tortuga), no es susceptible de deformación elástica, no propaga ondas ni dicta la trayectoria de los cuerpos en el espacio (TRG), no se expande (Big Bang), ni tiene “dimensiones”, ni energía, ni genera materia. De otro modo ¿qué clase de nada sería?
Para terminar, una pregunta nada original al improbable lector:
Según la teoría del Big Bang, el espaciotiempo se expande y la densidad del Universo disminuye. Entonces... ¿hacia dónde se expande el espaciotiempo? ¿Qué es lo que hay fuera de su superficie en expansión?
—¡La nada! —dirá Ud. seguramente. Pues no, ¡qué esperanza la suya!
Es como si el propósito de una teoría fuera negar la nada a toda costa, no importa lo absurda que se vea, importa que la nada no pase y quien mejor realice el trabajo mayores honores recibe. Según Hawking, lo que hay fuera del espaciotiempo en expansión es: “un falso vacío súper denso”, inimaginablemente denso. ¿Qué le dije? no por nada es el icono de la ciencia actual. Si Ud. alguna vez se preguntó dónde termina el Universo, Hawking tiene la respuesta: en un inmenso e infranqueable paredón (que, para colmo, retrocede a una velocidad inimaginable).
-Del orden vendrá el caos-