F.2.2 ¿Cómo afecta la propiedad privada a la libertad?

De Ateneo Virtual
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El libertariano no reconoce, o desdeña como irrelevante, el hecho de que el derecho (absoluto) a la propiedad privada ha de llevar al control extensivo por parte de los propietarios sobre aquellos que usan, pero no poseen, la propiedad (como los trabajadores y los inquilinos). En consecuencia, un sistema de libre mercado capitalista deviene en una protección de “derechos” y “libertades” muy selectiva y basada en la clase. Por ejemplo, bajo el capitalismo, la “libertad” de los empleadores entra en conflicto inevitable con la “libertad” de los empleados. Cuando los accionistas o sus asesores ejercen su “libertad de empresa” para decidir cómo operará su compañía, violan el derecho de sus empleados a decidir cómo será utilizada su capacidad de trabajo, por lo que bajo el capitalismo los “derechos de propiedad” de los empleadores entrarán en conflicto y restringirán el “derecho humano” de los empleados a conducirse a sí mismos. El capitalismo da cabida al derecho de autogobierno sólo para la minoría, no para todos. O, dicho de otra forma, el capitalismo no reconoce ciertos derechos humanos como universales, que sí son considerados tales por el anarquismo.

Esto puede verse en la defensa que el economista austríaco W. Duncan Reekie hace del trabajo asalariado. Al referirse a los “mercados laborales intraempresariales” como “jerarquías”, Reekie (en su mejor tono ex cathedra) afirma que “no hay nada autoritario, dictatorial o explotador en la relación. Los empleados ordenan a los empleadores que les paguen las cantidades especificadas en el contrato tanto como los empleadores obligan a los empleados a ceñirse a los términos del contrato.” [Markets, Entrepreneurs and Liberty, p. 136 y p. 137]. Dado que los “términos del contrato” implican que el obrero acuerda obedecer las órdenes del contratista so pena de ser despedido, queda bastante claro que la estructuración que tiene lugar en el “mercado laboral intraempresarial” es unidireccional. Los patronos detentan el poder, a los obreros se les paga por obedecer. Y esto obliga a la pregunta: si el contrato de empleo crea un trabajador libre, ¿por qué debe éste abandonar su libertad durante las horas de trabajo?

De hecho, Reekie reconoce esta falta de libertad de forma un tanto vaga cuando asevera que “los empleados de una compañía, no importa de qué nivel en la jerarquía, pueden ejercer un papel empresarial. El área en la cual puede ser llevado a cabo dicho papel aumenta según lo hace la autoridad del empleado.” Lo que significa que los trabajadores están sujetos al control procedente de arriba que restringe las actividades que éstos pueden hacer, luego no son libres de actuar, tomar decisiones, participar en los planes de organización, crear el futuro y demás en horas de trabajo. Y resulta extraño que a la par que reconoce a la empresa como una jerarquía, Reekie intenta negar que sea autoritaria o dictatorial – como si pudiera existir una jerarquía sin estructuras autoritarias o una persona no electa en el poder que no fuese un dictador. Su confusión es compartida por el gurú austríaco Ludwig von Mises, quien estableció que el “empresario y el capitalista no son autócratas irresponsables” porque están “incondicionalmente sujetos a la soberanía del consumidor” mientras admitía en la página siguiente la existencia de una “jerarquía corporativa” que engloba “al empleado subordinado medio.” [Human Action, p. 809 y p. 810] No entra en su cabeza que el capitalista puede estar sujeto a algún control del consumidor y a la vez ser un autócrata con sus trabajadores subordinados. De nuevo, encontramos que los libertarianos reconocen que la estructura corporativa capitalista es una jerarquía y que los obreros están subordinados, ¡a la vez que niegan que esto sea autocrático con los trabajadores! Por esta razón tenemos trabajadores “libres” en el contexto de una relación con una marcada carencia de libertad – una extraña paradoja. De hecho, si tu vida personal estuviese monitorizada y regulada con tanto detalle como la vida laboral de millones de personas a lo ancho del mundo, considerarías esto, con toda justicia, la peor forma de opresión y tiranía.

De algún modo irónicamente, el liberal derechista y economista de “libre mercado” Milton Friedman contrastó “la planificación centralizada que implica la coerción – la técnica del Ejército o el Estado totalitario moderno” con la “cooperación voluntaria entre individuos – la técnica del mercado” como dos maneras distintas de coordinar la actividad económica de grandes grupos (“millones”) de personas. [Capitalism and Freedom, p. 13] Sin embargo, esto elude la cuestión clave en la naturaleza interna de la compañía. Como los propios libertarianos señalan, la estructura interna de una compañía capitalista es jerárquica. De hecho, la compañía capitalista es una forma de planificación centralizada y por lo tanto emplea la misma “técnica” que el Ejército. Tal como afirmó Peter Drucker en su historia de General Motors, “existe un paralelismo sobresalientemente cercano entre el esquema organizativo de General Motors y el de las dos instituciones más conocidas por su eficiencia administrativa: el de la Iglesia Católica y el del Ejército moderno.” [citado por David Engler, Apostles of Greed, p. 66] Por ende el capitalismo está compuesto por una serie de organizaciones totalitarias. La dictadura no cambia mucho – ni se torna menos facciosa – cuando se trata de estructuras económicas en lugar de políticas. Por decir lo obvio, “el contrato de empleo (como el del matrimonio) no es un intercambio; ambos contratos crean relaciones sociales que perduran en el tiempo – relaciones sociales de subyugación.” [Carole Pateman, The Sexual Contract, p. 148]

Quizás Reekie (como la mayoría de los libertarianos) mantenga que los obreros acuerdan voluntariamente (“consienten”) someterse a la dictadura de los jefes (él escribe que “cada cual únicamente concurrirá al acuerdo contractual conocido como empresa si cada uno cree que le irá mejor de ahí en adelante. La empresa no es más que otro ejemplo de intercambio mutuamente beneficioso.” [Op. Cit., p. 137]) No obstante, esto no hace que la relación deje de ser autoritaria o dictatorial (y pues explotadora en la medida en que es altamente improbable que aquellos que están en lo más alto no abusen de su poder). Presentar las relaciones de empleo como acuerdos voluntarios sencillamente mistifica la existencia y el ejercicio del poder dentro de la organización creada de este modo.

Como argüímos con mayor detalle en la sección F.3, en una sociedad capitalista los obreros tienen la opción de, o bien encontrar un trabajo, o bien enfrentarse a la más abyecta pobreza y/o inanición. ¡Poco sorprende, por consiguiente, que la gente venda su trabajo “voluntariamente” y “consienta” someterse a las estructuras autoritarias! Pocas posibilidades tienen de hacer algo distinto. Así que, en el contexto del mercado laboral, los trabajadores pueden buscar, como de hecho hacen, las mejores condiciones de trabajo posibles, pero eso no significa que el contrato finalmente acordado sea “libremente” aceptado y no debido a la fuerza de las circunstancias, o que las dos partes tengan igual poder negociador en la redacción del contrato, o que la libertad de las partes esté asegurada.

Esto implica sostener (como hacen los libertarianos) que la libertad no puede restringirse por el trabajo asalariado porque la gente entra en relaciones que considera que le llevarán a mejoras sobre la situación inicial, lo cual es un error. No siendo considerada como relevante la situación inicial, su argumento falla. Después de todo, acceder a trabajar en una fábrica insalubre 14 horas al día es una mejora respecto a morir de hambre – pero eso no significa que quienes a tal cosa acceden sean libres en el trabajo o realmente quieran estar ahí. No lo son, y son las circunstancias, creadas y forzadas por la ley (esto es, el Estado), las que han asegurado su “consentimiento” a semejante régimen (de presentarse la oportunidad, desearían cambiar dicho régimen, pero no pueden ya que esto violaría los derechos de propiedad de su jefe y serían reprimidos por intentarlo).

De modo que la derecha “libertariana” está únicamente interesada en un concepto muy estrecho de la libertad (antes que en la libertad como tal). Esto puede verse en el argumento de Ayn Rand de que “La libertad, en un contexto político, significa ser libre de la coerción gubernamental. No significa ser libre del terrateniente, o del patrono, o de las leyes de la naturaleza que no dan al hombre prosperidad automática. Significa libertad del poder coercitivo del Estado -- ¡y nada más!” [Capitalism: The Unknown Ideal, p. 192] Razonando de esta manera, los libertarianos ignoran el vasto número de relaciones sociales autoritarias que existen en la sociedad capitalista y, como Rand hace en el caso que nos ocupa, infieren que estas relaciones sociales son “las leyes de la naturaleza.” No obstante, si uno observa el mundo sin prejuicios pero con miras a maximizar la libertad las principales instituciones coercitivas son el Estado y las relaciones sociales capitalistas (lo último depende de lo primero). También debería aclararse que, al contraro que la gravedad, el poder del terrateniente y el jefe depende del uso de la fuerza -- ¡la gravedad no necesita policía para hacer que los objetos caigan!

El libertariano, entonces, lejos de ser un defensor de la libertad, es de hecho un defensor acérrimo de ciertas formas de autoridad. Como arguyó Kropotkin contra un predecesor del libertarianismo:


El moderno Individualismo iniciado por Herbert Spencer es, como la teoría crítica de Proudhon, una poderosa acusación contra los peligros y males del gobierno, pero su solución práctica del problema social es miserable – tan miserable que nos conduce a inquirir si el hablar de la “ausencia de fuerza” no será una mera excusa para defender al terrateniente y la dominación capitalista.”

Act For Yourselves, p. 98


Defender la “libertad” de los propietarios es defender la autoridad y el privilegio – en otras palabras, el estatismo. Así que, al considerar el concepto de libertad como “libertad a partir de,” queda claro que defendiendo la propiedad privada (en tanto que opuesta a la posesión [usufructuaria]) el “anarco”-capitalista está defendiendo el poder y la autoridad de los propietarios para gobernar a aquellos que utilicen “su” propiedad. Y también, debemos hacer constar, defiende todas las inicuas tiranías que hacen la vida laboral de tantas personas frustrante, agobiante y carente de recompensa.

El anarquismo, por definición, está a favor de que las organizaciones y las relaciones sociales no sean jerárquicas ni autoritarias. De otro modo, unos serán más libres que otros. Una dejación en el ataque a la jerarquía conduce a una contradicción enorme. Por ejemplo, puesto que el Ejército Británico está compuesto de voluntarios, ¡es una organización anarquista! Paradójicamente, también puede hacer que un Estado parezca “libertario” en la medida en que éste también puede ser considerado una disposición voluntaria siempre que permita a sus súbditos emigrar libremente. Así que igualar la libertad con los derechos de propiedad (capitalista) no protege a la libertad, sino que la niega activamente. Esta ausencia de libertad es sólo inevitable mientras aceptemos los derechos de propiedad privada capitalista. Si los rechazamos, podemos tratar de crear un mundo basado en la libertad en todos los aspectos de la vida, antes que en unos pocos.