Lucrecia Tóriz

De Ateneo Virtual
Saltar a: navegación, buscar

El nombre de Lucrecia Toriz no se encuentra registrado en la historia oficial, pero su labor sí es reconocida por algunos ecos que desde el pasado llegan hasta nuestros días y nos hablan de la lucha decidida y férrea que muchas mujeres y hombres han librado desde diversas trincheras, con el deseo de que su derecho al trabajo en condiciones dignas sea respetado.


El lugar donde Lucrecia vivió, y al parecer murió, fue Orizaba, Veracruz; la fecha de su nacimiento nadie lo sabe ni tampoco quiénes eran sus padres ni mucho menos dónde se educó. No obstante, su participación en uno de los movimientos obreros más significativos de la historia de México no puede negarse.


Lucrecia Toriz contribuyó a la historia de nuestro país enfrentándose a las fuerzas armadas rurales enviados por el jefe político de Orizaba, Carlos Herrera, con la finalidad de detener la columna de trabajadoras y trabajadores hilanderos que se encaminaban desde Orizaba hacia Nogales, Veracruz, para liberar a sus compañeras y compañeros que se encontraban detenidos por negarse a trabajar.


La orden de las fuerzas rurales era detener a toda costa a las y los trabajadores. En cuanto vio la marcha de los trabajadores, Herrera le ordenó a su tropa cortar cartucho y apuntar; estaban a punto de disparar cuando, de entre el contingente, se abrió paso una mujer delgada que levantando la voz expuso las razones de sus compañeros.


Relató el hambre, la injusticia y la pobreza a la que se enfrentaban todos los días; señaló que a cambio de unos cuantos pesos que se quedaban en las tiendas raya, muchas trabajadoras y trabajadores se levantaba al alba: esa mujer era Lucrecia Toriz.


Tal fue la elocuencia de la señora Toriz que esa tarde los rurales bajaron sus armas y fueron a dar parte al que más tarde sería conocido como El Verdugo de Orizaba, Rosalino Martínez.


Los antecedentes de esta revuelta los encontramos a finales de la dictadura porfiriana, cuando los rangers de Douglas disolvieron a tiros la huelga de los obreros de la fábrica textil de Cananea, quienes únicamente pedían que las industrias extranjeras los trataran con justicia.


Inspirados en la huelga de Cananea y permeados por las ideas de los hermanos Flores Magón, las trabajadoras y trabajadores hilanderos de Veracruz se agruparon en los llamados círculos de obreros con el propósito de defenderse de los patrones; como respuesta, éstos, amparados en el régimen porfirista, obligaron a los obreros a volver a su trabajo bajo el decreto del 7 de enero de 1907.


No obstante el paro de apoyo se prolongó y en tan sólo dos semanas se crearon ochenta nuevos círculos de obreros en diversos estados del país, como Veracruz, Oaxaca, Querétaro, Hidalgo, Estado de México y Tlaxcala.


Pronto las familias de los obreros empezaron a padecer hambre por lo que los trabajadores lanzaron dos propuestas: la primera que las tiendas de raya les dieran crédito para que las familias comieran, y la segunda, que el presidente de la república resolviera el conflicto; esto, confiados porque suponían que el fallo sería favorable a la clase trabajadora.


Ninguna de las propuestas tuvo resultado y el presidente favoreció a los patrones. El hambre obligo a las trabajadoras y trabajadores a asaltar las tiendas de raya.


No obstante la lucha obrera habría de enfrentar la brutal represión de los soldados mexicanos que sometieron los ideales libertarlos bajo el fuego de sus armas: más de seiscientos obreras y obreros fueron muertos y más de 200 encarcelados.


De Lucrecia nunca más se supo, pero se le reconoce el valor de haber levantado la voz en favor de la lucha obrera.


Por Erika Cervantes.